La putita de mis compañeros de piso II

Sigo convirtiéndome en la putita del piso... Muchas mamadas, juegos con el culo y sorpresas...

-Oh, sí, tío, no pares –gimió Jorge.

No le pude contestar salvo con un ruidito. Me encontraba de rodillas en el suelo de su habitación, sin camiseta, y con su polla completamente dentro de mi boca. Mi compañero de piso me agarraba la cabeza y me follaba con ganas, llenando mi garganta con su pedazo de rabo.

-Sigue así, sigue… -me dijo, mientras yo me agarraba a su culo y chupaba con todas mis fuerzas. En realidad, no tenía mucho que hacer, pues era él quien estaba haciendo todo el trabajo, penetrando mi boca hasta que, con un espasmo, derramó toda su leche dentro de mi.

-Mmmm –fue todo lo que pude decir, mientras luchaba por tragarme la corrida que Jorge me había dejado. Él se rió y se tumbó en la cama, satisfecho, mientras yo me iba a lavar los dientes.

Esa escena se había repetido a lo largo de la semana, desde que, a raíz de una película porno gay que nos descargamos por error, surgió la tensión y acabé mamándole la polla.

Lo mejor de todo era que, a pesar de ello, nuestra relación no había cambiado nada. Seguíamos siendo colegas, haciendo planes y haciendo las mismas bromas junto a Pablo, nuestro otro compañero de piso. Pero cuando él no estaba, de vez en cuando a uno de los dos le daba un calentón, y yo le hacía una mamada. Al principio era yo el que se lanzaba, pero las últimas veces era él quien venía a buscarme.

Esta última vez en concreto me había puesto muy cachondo. Estaba revisando unos documentos de las prácticas del trabajo; Jorge se había plantado en mi habitación con la polla por fuera, masturbándose lentamente, y me había dicho:

-Chúpamela-

Después de eso, había sido cuestión de minutos que acabara de rodillas y medio desnudo tragándome su leche.

Por supuesto, habíamos acordado mantener este nuevo aspecto de nuestra amistad en secreto, incluido nuestro compañero Pablo. No sabíamos como iba a reaccionar, y además me habría dado mucha vergüenza que él se enterara de lo que le hacía a Jorge, por eso siempre tenía cuidado de chupársela solo cuando él no estaba en el piso.

Sin embargo, la experiencia de ese día me había dejado más cachondo de lo normal. Era día de diario, así que los tres nos habíamos encerrado en nuestras habitaciones temprano, y yo comencé a darme un masaje en los huevos para intentar bajar el calentón. Uf, la imagen de mi compañero con la polla fuera, pajeándose, diciéndome que se la chupara… Cómo me había sometido, agarrando mi cabeza y corriéndose en mi boca… Estaba claro que esa noche iba a caer una paja de campeonato…

-Tío, ¿qué haces? – susurró Jorge.

-Ssssh, calla – le contesté hablando muy bajo, mientras le bajaba el pantalón del pijama. Me había deslizado silenciosamente hasta su cuarto y le había empezado a sobar el paquete. Ya que lo tenía literalmente a diez pasos… ¿por qué no aprovechar para comerme una ración de polla antes de dormir?

-Que está Pablo, tío, se te ha ido la olla –dijo Jorge.

-¿Qué dices de la polla? –le contesté en tono de burla.

Nos reímos los dos, intentando no hacer ruido, mientras sacaba su herramienta del calzoncillo y empezaba a masturbarle.

-Ufff… que te la metas en la boca ya –dijo, con una voz que claramente indicaba que se estaba poniendo a tono.

Sin embargo, esta vez me lo tomé con calma. Le lamí el glande, bajé por el tronco y empecé a lamerle los huevos mientras le pajeaba suavemente. Incluso bajé un poquito más y empecé a rozar el culo con mi lengua.

-Ufff –gimió Jorge. Sonreí y me metí sus huevos en la boca, con lo cual le arranqué un gemido mayor.

-Tranquilo tío, que te va a oír Pablo –le dije con malicia.

-Seguro que te gustaría, ¿eh? – me contestó mi compañero.

Subí un poco más y por fin me metí su polla en la boca. Empecé a chuparla lentamente, pajeándole con mi boca, suave y profundo. Al sonido de mi saliva solo se añadían las guarradas que me decía Jorge.

-Eso es… cómetela…

Chup, chup, chup. Sujeté su polla con la mano mientras seguía mamando hasta el fondo.

-Seguro que te pone pensar que Pablo está ahí al lado sin enterarse de nada…

Por alguna razón el comentario me puso aún más caliente. Me empecé a tocar por dentro de mi calzoncillo mientras subía el ritmo de la mamada.

-Mmmm, sí… Te va a pillar Pablo chupándome la polla…

“Sí, sí, cómo me pondría que Pablo entrara y me viera aquí de rodillas” pensé mientras le pajeaba a toda velocidad, y me saqué la polla de la boca para decirlo, pero en ese momento el primer chorro de leche me impactó en la cara, seguido de un segundo y de un tercero. Cuando quise volver a metérmela dentro ya era tarde, y tenía tres buenos chorretones por toda la cara.

-Ufff… cómo la chupas, tío… -Apenas un par de minutos después, Jorge se quedó medio dormido, probablemente agotado después de las dos mamadas tan increíbles que se había llevado en tan poco tiempo, y yo volví a mi habitación.

A partir de ese día, se convirtió en una obsesión mamarle la polla a Jorge por las noches, con Pablo en el piso. Mientras lo hacía, Jorge continuamente comentaba lo putita que era, que me encantaría que Pablo me pillase comiéndosela… y yo me ponía muy cachondo y solía correrme a la vez que él. Además, empezó a aficionarse a correrse en mi cara.

Un par de días más tarde, estábamos cenando los tres juntos mientras veíamos una película que echaban en la tele.

-Tíos, si no os vais a comer el último sándwich, lo pillo yo – dije.

-Cógelo –me dijo Pablo, sin hacerme mucho caso.

-Eso, no te quedes con hambre – comentó Jorge. Yo le miré, un poco extrañado por el comentario, y me pareció detectar una medio sonrisa en su cara. Pero pensé que me lo había imaginado.

-Joder, esta película es malísima, ¿eh? – se quejó Pablo al rato. –Estoy por irme a acostar sin verla terminar.

-Ya tío, yo creo que me voy a retirar también –le dije yo.

-Joder, ¿tan pronto? –preguntó Jorge. -¿No te vas a tomar ni un vaso de leche, David?

Esta vez la referencia no dejó lugar a dudas. Le miré alarmado con gesto de “¿qué demonios estás haciendo?”, pero su mirada juguetona pronto me puso a tono.

-Igual sí, tío –le respondí, entrando en el juego. –Ahora me lo preparo.

Intercambiamos una mirada cómplice.

-Yo creo que me voy a lavar los dientes y a dormir –continuó Pablo, que no se enteraba de nada.

-Yo me los lavaré después mejor–añadí yo, y vi cómo Jorge se mordía el labio.

Cinco minutos más tarde, estábamos los dos en su cuarto. No lo habíamos hecho hasta ahora, pero empezamos a besarnos como locos, quitándonos la ropa y quedándonos completamente desnudos. Yo ya había empezado a masturbarle y me disponía a arrodillarme en la cama para mamársela, pero Jorge me detuvo.

-Espera, ven aquí.

Me cogió de las caderas y me hizo darme la vuelta, poniéndome a cuatro patas. Entonces noté su lengua humedeciendo el agujero de mi culo.

-Ooooh –gemí, en un volumen demasiado alto.

Jorge ni siquiera se detuvo para decirme que me callara. Su lengua empezó a abrirse paso por mi culo, dándome un placer indescriptible. Poco a poco introdujo un dedo, y tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no ponerme a gritar allí mismo de placer.

No sé cuánto tiempo me chupó el culo, pero de repente, mi compañero se incorporó y dirigió la punta de su polla, totalmente erecta, hacia mi ano. Noté cómo se hacía hueco en mi agujero, ya húmedo y dilatado, y esta vez no pude contener los gemidos, mezcla de dolor y placer.

-Cállate, putita, que te voy a follar –me decía él, mientras empujaba mi cabeza hacia abajo para ahogar mis gemidos contra el colchón. Empezó a moverse despacio, follándome el culo mientras me agarraba de las caderas. Yo mordía la almohada y me agarraba al cabecero mientras intentaba soportar el dolor, que se estaba haciendo más agudo por momentos.

-Tío, párate, que me está doliendo mucho –le dije unos minutos más tarde. Jorge había intentado ir más rápido, pero estaba claro que mi culo no estaba preparado para tanto, todavía.

-Ven aquí – me dijo, sacándomela y empezando a masturbarse. Me arrodillé frente a él con la lengua fuera y recibí toda su leche en la cara.

Nos tumbamos un momento juntos para recuperar el aliento.

-Vamos a tener que usar un lubricante –me dijo Jorge.

-Creo que sí –contesté. Me quedé pensativo un rato, pero asimilar lo que había pasado fue mucho más sencillo que la primera vez. A fin de cuentas, llevaba una semana y media chupándole la polla a mi amigo. Estaba tan acostumbrado que ni me había limpiado los chorros de semen que me había echado en la cara.

Finalmente, y con el culo todavía ardiendo, me levanté, me vestí y fui a lavarme la cara antes de acostarme.

Justo al abrir la puerta del cuarto de baño, y antes de que pudiera quitarme la leche de la cara, me encontré de frente con mi compañero Pablo…

Si os has gustado, seguiré pronto con la historia ;) ¡Espero vuestros comentarios y vuestros correos! dingofebrero@gmail.com