La putita de mi ídolo II
La continuación de cómo una médico normal se convierte en la... muñeca de su ídolo.
Michael me notaba rara esos días, estaba nerviosa, me pasaba el rato en el baño arreglándome e iba más que de costumbre a la peluquería y al masajista, además de que le estaba dando unos palos en su tarjeta de crédito bastante curiosos. Siempre me decía medio en broma medio en serio que nuestro aniversario era en seis meses, y que no hacía falta que me preparase tanto, que yo siempre estaría preciosa aunque no llevase vestidos de Valentino o zapatos de Jimmy Choo, esto ya lo decía en cierto tonito de reproche porque me había gastado muchas más libras de las que cobrábamos los dos juntos en nuestros respectivos trabajos. Pero yo quería estar perfecta para la próxima vez con mi ídolo y el que algo quiere algo le cuesta, en mi caso, dinero.
Os recordaré un poquito sobre mí, me llamo Lara tengo unos treinta años y soy médico en un buen hospital de Liverpool. Además soy muy guapa, sí, puede sonar pretencioso, pero yo siento que soy muy guapa, y la actitud es una parte muy importante de la belleza.
¿Y por qué me pasaba el día comprando y cuidándome? Pues básicamente porque había conseguido mi objetivo, estar con mi ídolo, pero no medí las consecuencias de mis actos, y pasé de acosar a un futbolista a ser usada por él como si fuera un trapo. Habíamos estado “juntos“ hacía dos semanas, y ayer recibí un whatsapp en el que decía que me esperaba en el mismo sitio a las doce.
Esa noche me arreglé con esmero, una ropa interior (bueno un tanga) sexy y un vestido precioso negro con la espalda al aire, y taconazos por supuesto… no me maquillé en exceso pero si se notaba que me había arreglado. Además me había puesto un perfume carísimo que reservaba para las ocasiones especiales.
Me fui para el club y entré en la zona V.I.P., hoy no estaba George, pero de todas maneras el gorila tenía orden de dejarme pasar, y pasé sin ningún problema. Había mucha gente esa noche, asique me pedí vodka y busqué con la mirada hasta que lo vi. ¡Joder!, Sería un cabronazo, pero que bueno estaba, y esa noche no era la única que me había arreglado. No, si ahora iba a resultar que también quería causarme buena impresión, ¡como si le hiciera falta!
Eso me sorprendió sobremanera, yo pensaba que para él era un mero trámite, que suponía pasar un ratito y poco más. Llevaba unos pantalones de vestir, zapatos y una camisa negra. Tanto de traje como de sport estaba increíble.
Me vio en seguida y se acercó a mí.
-Hola preciosa, ya veo que te has preparado para esta noche. – Decía mientras me miraba de arriba abajo con cara de aprovación -¿Preparada para el partido? (Era brutal, todo lo decía usando metáforas futbolísticas) -Espero que sí y que hayas traído tu ropa de médico como te dije la otra vez.
-¿Ehh? ¿Ropa de médico? En el mensaje no decía nada de eso señor…
-¡¿No la has traído?! ¡Joder! ¡Te dije claramente la última vez que la trajeras!
-Yo… esto… lo siento señor.
-Ni lo siento ni leches, ahora mismo vamos al hospital y coges todo lo que tengas que coger… es más se me está ocurriendo que podemos hacerlo allí, ¿no crees zorrita que sería mucho más excitante?
-¿En el hospital? Pero no podemos, está lleno de gente y además los despachos están cerrados a estas horas. Todo el mundo me conoce y seguramente a usted también señor.
Yo estaba flipando, mi querido ídolo además de estar buenísimo y meterse todo lo que se le ponía por delante, pretendía que nos lo montásemos en un hospital. Uno de los sitios más anti morbo que pueden existir, al menos en mi opinión.
-Eso me da igual. Y también me da igual la gente o que me conozcan, tú procura buscar un sitio que este vacío, un quirófano si es posible.
Me cogió del brazo, y salimos del local, montamos en su coche (vaya cochazo, no entiendo mucho de coches, pero creo que era un Aston Martin, negro y novísimo) y fuimos al hospital.
En el trayecto en coche ni me habló, simplemente puso música y me ignoraba. Al llegar al hospital me trataba normal, más que nada porque nos íbamos tropezando con gente y casi todos me conocían. Enfermeras, médicos de guardia e incluso celadores, todos me miraban con cara de asombro cuando me vieron allí acompañada del mejor futbolista de la ciudad. Y entonces pasó lo que por nada del mundo quería que sucediese, me encontré a mi jefe.
-Vaya, Lara ¿Qué haces por aquí? Tu este finde no tenías guardia… ¿No me digas que has discutido con Michael y has decidido venirte a trabajar? Y ¿Cómo es que vas tan bien acompañada? ¡Tu amigo se parece muchísimo a Gerrard!
-No no, Michael está en Londres, su madre está un poco pachucha. Yo he venido simplemente porque me parece que esta mañana he olvidado el móvil en el despacho y quiero cogerlo.
-Bueno pasadlo bien que yo he de seguir con la ronda.
-¡Espera! ¿Oye sabes si el quirófano cuatro sigue cerrado?
-Pues creo que sí, pero… ¿Por qué preguntas?
-Bueno curiosidad, lleva ya mucho cerrado… En fin, que tengas buena guardia, nos vemos el lunes.
Se fue y según se marchaba pude ver una enorme sonrisa en la cara de Steven.
-Muy bien guarra, ya sabemos que hay un quirófano para poder jugar, ahora ¿dónde tienes tu ropa de médico?
-En la taquilla señor, por aquí.
Fuimos hasta las taquillas, recogí mis cosas y nos fuimos para el quirófano, que estaba en la planta menos dos, tampoco es que en esa planta hubiera mucho jaleo por las noches, así que dentro de lo “malo” hubo suerte.
-Uff hace frío aquí ¿ehh? Bueno da igual, ponte la ropa y vamos al lío guapa. Que ya sabes cómo hacerme entrar en calor.
Me empecé a cambiar pensando en el cambio de actitud que había del Gerrard borracho y colocado al Gerrard sereno.
Una vez cambiada me pidió algo que sólo me había pedido mi pareja, pero que supongo es una fantasía recurrente tanto en tíos como en tías, que actuase como en la consulta.
-Pero yo soy traumatóloga señor.
-Bueno no pasa nada nena, yo soy futbolista así que tienes fácil imaginar alguna lesión de las gordas y hacer tu trabajo.
-Muy bien señor…Vamos a ver, si me permite sus pantalones necesito ver el muslo.
Se quitó los pantalones, bueno en realidad se los quité yo que se suponía que estaba lesionado.
-Ufff esto va a ser grave, el ligamento anterior cruzado está muy mal, pero por suerte tenemos una técnica nueva que ayudará con el tratamiento.
En ese momento me dispuse a quitarle la camiseta mientras le besaba todo el cuerpo, sorprendentemente esta vez se dejó besar. Yo continuaba con su cuerpo mientras metía una de mis manos en sus calzoncillos para alcanzar su polla ya algo dura, supongo que por efecto de todo el teatrillo que habíamos montado.
Seguía tocándole hasta que decidí hacerle una mamada, me gustaba la sensación de tenerlo en mis manos y que me dejase hacer, al contrario que la otra vez en la que me trató como un trozo de carne.
Termine de hacerle la mamada y mientras me limpiaba con el dorso de la mano la boca le pregunte:
-¿Se siente mejor señor Gerrard?
-Desde luego preciosa, aunque aún me duele un poco- Dijo mientras echaba mano a mi culo y tiraba de mi pantalón intentando bajármelo y acercándome más a la mesa.
Cuando ya estaba totalmente a su lado, con el pantalón por los tobillos, me quite la camiseta, llevaba un tanga muy sexy, negro con transparencias. Me puse sobre él y dije con mi cara más profesional;
-Bueno, veamos qué más puedo hacer por usted, señor.
Me quite la camiseta, mientras me miraba inmóvil como volvía a besarle el pecho y bajaba de nuevo hasta su polla… Había cogido gusto a eso de hacerle mamadas y tragar, lo único que ahora tras la mamada decidí que quería follármelo (seguía sin poder creérmelo, me dejaba hacer y no oponía resistencia ninguna, este Mr. Hyde dulce y sumiso me gustaba mucho, casi tanto o más que el Dr. Jekyll maleducado y dominante),
Así que eso hice, me quité el tanga como pude y fui metiéndome su polla poco a poco en mí mientras me ponía a cabalgar sobre él como una loca, tenía muchas ganas y el hecho de que se estuviera comportando de manera tan dócil me ponía mucho. Sabía que estaba disfrutando por sus gemidos y porque sus manos en mis caderas cada vez ejercían más fuerza.
Se corrió, noté con gran placer notando como sus fluidos invadían mi coñito húmedo por primera vez, mientras yo estaba teniendo el mejor orgasmo que había tenido nunca, y eso que apenas me había tocado… el día que me tocase iba a saber lo que era el cielo.
Al terminar me quede tirada, exhausta, con su polla aun dentro de mí, sobre él… estaba acariciando mi pelo y jugando con él cuando de repente dijo:
-Espero que estés tomando la píldora, porque tampoco quiero tener problemas.
-No señor, no estoy tomando nada…
-¡Joder! ¡Pues reza para no quedarte embarazada! Que no quiero ser uno de esos futbolistas con críos por todas partes y que no paran de salir en los programas de cotilleo. Si ya sabía yo que a las putas como tú solo hay que follarlas el culo, para evitar sustos.
Ya había vuelto el gilipollas que conocí la primera noche… Estaba tan cabreado que me quito de encima de un manotazo y me cogió por el brazo inclinándome sobre la mesa con las piernas abiertas. Me escupió en el culo y me penetró, lo hizo tan bruscamente y tan rápido, que me hizo daño.
-¡Ayyy, joder que duele!
-Que duele ¿qué más? ¡Zorra!
-Que duele señor.
-Me importa una mierda lo que te duela… te aguantas, las putas no tienen derechos, se tienen que conformar con lo que las den.
No paraba de insultarme y de decirme que le había jodido, que no iba a permitírmelo y me daba azotes, azotes de los que pican mientras entraba y salía de mi cada vez con más violencia y brusquedad. Cuando estaba a punto de correrse, salió de mí, me dio la vuelta y se corrió en mi cara mientras me pegaba con su polla. Otra vez volvía la sensación de ser humillada que tanto me gustaba. Cuando terminó, me obligó a que le limpiase la polla se vistió y se marchó no sin antes amenazarme.
-Tú y yo vamos a volver a hablar y muy pronto, quiero asegurarme de que no vas a usar todo esto para hacerte famosilla a mi costa.
Reaccioné a tiempo, el tiempo justo para gritar:
-¿Estás diciendo, acaso que tengo que ir al médico simplemente porque tienes miedo de las consecuencias de lo que haces libremente? Pues a ver si te enteras, de que no tengo el menor interés en ser famosa y menos aún en tener al hijo de un gilipollas como tú.
Esta salida de tono le dejo con la boca abierta, supongo que nadie le había plantado cara de esa manera nunca y claro, todas las primeras veces son sorprendentes. Tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente dijo, en voz más baja y con un tono más conciliador:
-Sí, o sea, no… me gusta esta situación y demás, pero tampoco quiero que tengas al hijo de un gilipollas como yo.- Vaya encima era irónico el tío, iba a resultar que no cumplía el típico cliché de futbolista medio lelo.
-A mí también me gusta la situación, está claro, yo te fui buscando pero nunca, nunca he buscado tener un hijo, ni con mi novio ni contigo.
-Buena nena, entonces sabiendo que hablamos el mismo idioma podemos disfrutar de esto siempre que queramos ¿no?- Que jodio, más bien debería haber dicho siempre que yo quiera, porque llamar con teléfono oculta no crea una situación muy equilibrada a la hora de querer quedar.
-Claro que sí, para eso siempre estoy dispuesta. -Y era cierto, me lo pasaba bien así que, ¿por qué no?