La Puta se casa ( parte primera)

Fran y su zorra se casan y sellan su vida de dominación para siempre.

“Ve al baño y quítate el tanga” me dijo mientras se acercaba sensualmente a mi oído frente a todos los invitados. Sentí como me estremecía bajo aquel gran vestido. Siempre me producía esa sensación cuando me ordenaba, cuando pasaba de ser el encantador y dulce Fran al Amo que controlaba mi vida.

Me levanté y camino al baño, mientras sonreía a los invitados, pensaba en su voz y en la manera en que me trata haciéndome sentir su puta enfundada en un magnífico vestido  de novia. Por fin había llegado el día en que había unido mi vida a mi Amo, el día en que mi vida se convertiría en la prisión de deseo que tanto había ansiado.

Entré en el servicio derrochando sonrisas hacia los invitados y al cerrar la puerta, suspiré. Subí el vestido lentamente. No pude evitar rozar mis piernas y acariciar mi piel cuando introducía mis manos bajo el tanga para dejarlo caer. Mi sexo emanaba un calor espectacular. Tuve unas enormes tentaciones de tocarlo, de masajearlo y masturbarme hasta correrme, pero sabía que a Fran no le gustaría nada eso porque no me había dado el permiso que necesito para hacerlo. Ahora soy suya también legalmente y mi cuerpo le pertenece a él. No quería iniciar mi vida de sumisa casada incumpliendo las normas de mi Amo Fran.

Me mordí los labios, guardé el tanga en el pequeño bolsillo  interior del vestido y salí más excitada que nunca. Caminaba hacia la mesa notando cómo la lubricación de mi vagina se deslizaba por las piernas. Me parecía que todos me miraban pensando:” Mírala, ahí está la puta de Fran. Ahí va cachonda para su Amo”.

Al sentarme junto a él de nuevo, me miró sonriendo y sin dejar de sonreírle yo le dije:

-          Ya está, mi Amo. Gracias, Amo Fran

-          ¿ No te habrás tocado, verdad, mi putita ?- Me preguntó mientras fingía besarme y todos sacaban fotografías a los novios en pleno momento romántico

Negué con la cabeza y avergonzada y sonriente bajé la cabeza y susurré:

-          No, mi Amo.

Pasamos todo el baile, la tarde y el anochecer derrochando risas, buenos momentos y fotografías con familiares y amigos. Yo estaba excitadísima, desnuda debajo del vestido y esperando a mi primera sesión como la esposa de mi Amo. Cada vez estábamos más cerca y él se esmeró en recordarme frente a todos mi condición. Los invitados parecían creer que los gestos eran de complicidad romántica, mientras que solamente él y yo sabíamos que eran las órdenes de un Amo a su sumisa.


Se cerró la puerta del ascensor. Fran se giró hacia mí y me dijo agarrándome de la barbilla que me preparase que había dado comienzo la primera sesión de entrega. Moría de deseo. No iba a ser una sesión de castigo como tantas otras, era una sesión de entrega, una sesión en la que sellaríamos lo que sería nuestro compromiso verdadero.

En silencio abrió la puerta de la habitación y me ordenó con un gesto colocarme en el centro de la habitación. Lentamente se despojó de la chaqueta del traje. La dejó sobre el galán. Cerré los ojos y lo primero que sentí fueron sus manos sobando mi pecho y sacándolo de mi vestido. Las agarró fuertemente, las mordió desesperado y mientras me recordaba lo cachondo que le había puesto bailando como una ramera, me colocó un par de pinzas que sacó de un cajoncito. El dolor estuvo a punto de hacerme tener un orgasmo, pero Fran me había enseñado como controlarlo hasta que él lo ordenara.

Tomó el vestido y lo subió sujetándolo con una mano. Observó mi coño detenidamente. Rio exageradamente:” Vaya, mi putita, estás empapada. Así me gusta. Que guarra eres”.

Azotó mi trasero un par de veces y dejó deslizar su mano desde atrás hacia mi agujero. Me hizo inclinarme y allí, vestida de novia, con las tetas colgando, me metió los dedos de forma desesperada hasta que notó que estaba al borde del precipicio. Volvió a sacarlos para darme otro par de azotes.

-          Inclínate sobre el borde de la cama y ábrete. Te voy a tomar. Es solamente el principio de esta noche de entrega. Quiero oírte gritar como tú sabes, zorra.- Dijo mientras se desabrochaba el pantalón y lo dejaba caer mostrándome su enorme verga empalmadísima.

-          Sí, mi Amo.

Colocó la falda de mi vestido sobre mi espalda. Se acercó por detrás agarrándome por las caderas. Colocó su polla en la entrada de mi coño y con el dedo corazón, dejó deslizar mi abundante lubricación sobre el agujero de mi culo introduciendo dos dedos en él al mismo tiempo que me penetraba por delante.

Sudando, gritando, jadeando y a punto de correrme me preguntó:

-          ¿ Te portarás siempre como una puta ?

-          Sí, mi Amo, sí Fran, siempre como tu puta.

El compromiso de sumisión nos llevó a un orgasmo brutal que derrochó fluidos por mis piernas hasta el suelo.

La noche solamente había empezado.