La puta del insti

Este relato podría pertenecer al apartado de confesiones, porque parte de él son experiencias personales. Prefiero ponerlo en este apartado para preservar mi intimidad con algunos lectores que ya saben de mis andanzas.

La verdad que me importaba muy poco, que muchas compañeras del instituto que decían ser mis amigas por mi popularidad, pero luego por la espalda me llamaban puta.

Claro que en el insti había chicas más guapas que yo, pero eran unas estrechas, y los chicos se desesperaban de cortejarlas y no conseguían ni un beso, en cambio yo tenía muchos admiradores que se acercaban a mí, les saludaba con simpatía y les daba dos besos, y no me importaba que bajaran la mirada, embobados admirando mis grandes pechos.

Tengo unos padres muy abiertos, y siempre nos habla del sexo con mucha naturalidad, recuerdo un día que le decían a mi hermana mayor, que cada uno se divierte como quiere, siempre que no haga daño a los demás.

Hay amigos con los que me llevo muy bien, hemos tenido relaciones, incluso algunos me pidieron salir como pareja, pero pienso que somos muy jóvenes para un compromiso.

A mi desde muy joven siempre me ha gustado mucho el sexo, y vestir con ropa sexy para que lo chicos me digan lo buena que estoy, eso me pone excitada.

Recuerdo desde que estaba en el colegio que solía estar más tiempo con los chicos que con chicas.

Un día en clase de educación física estábamos en el gimnasio, se me acercó un chico muy educado que me vio con una camiseta muy ajustada, que marcaba mis pezones y me dijo muy serio que le encantaría verme las tetas, me cayó tan bien, que fuimos al vestuario y se las enseñe, no me costaba nada satisfacer su deseo y excitarme a la vez, se quedó maravillado.

Perdí la virginidad muy joven, creo recordar que, en una fiesta de fin de curso en el colegio, muchos chicos buscaban la oportunidad para enrollarse con alguna chica, dentro de la euforia y el desmadre con la alegría que dan unas cuantas copas. Me acerqué al baño hacer un pipí, estaba lleno de parejitas por los lavabos y vestuarios besándose y metiéndose mano.

Por suerte pude encontrar un váter desocupado, al poco de entrar, ya sentada en el váter con las bragas bajadas, empujó la puerta un chico con la bragueta abierta y el pene fuera, - uy perdón, me dijo-, - ya termino -, le dije, pero se quedó parado mirando, no sé muy bien por qué, alargué la mano y agarré su pene flácido y poco desarrollado, arqueó la espalda hacia atrás para acercar su polla más a mí, lo froté un poco y enseguida se puso duro, lo pajeo con fuerza y no tardó nada en echar un chorro de semen que estuvo a punto de echármela encima, se limpió y se fue.

Estaba poniéndome bien las bragas, cuando otro chico apareció en la puerta con el pantalón bajado y me acercó el pene, también lo masturbé, aunque no daba para poner entera la mano lo froté con dos dedos y también se corrió, luego llegaron dos más, creo que el primero lo fue contando y se lo estaban pasando bien a mi costa.

El quinto o el sexto, ya perdí la cuenta, un chico acercó a mí su polla, que era más bien grande y se le puso muy dura con mis meneos, después cogiéndome de los brazos me levantó del váter, me dio la vuelta y terminó de bajarme las bragas, incliné la espalda con las manos en la cisterna, comenzó a frotar el pene por encima de mi culo, notaba su respiración muy acelerada cuando sin mucha puntería metía el pene en mi entrepierna.

Empujaba desesperado, pero no lograba dar con el boquete, alargué mi mano y coloqué el glande en la puerta de mi vagina, sólo la punta le dije, que soy virgen, empezó un mete-saca que al principio me resultó molesto, pero luego con la lubricación me excitó muchísimo.

Más rápido eran sus empujes y más fuertes mis gemidos, ya no se conformaba con meter la punta, sentía como su polla recorría todo el interior de mi vagina y sus huevos chocando en mi culo.

Me inquietaba a la vez que me gustaba, -sácala-, le dije presionando su vientre con la mano, pero con unas acometidas cada vez más fuerte, logró echar un chorro de esperma que pegó en el interior de mi vagina.

Sacó la polla bañada en semen y sangre, se limpió me dio un beso y se fue.

Ese fue mi primer polvo y jamás volví a ver a ese chico.

Después llegaron más fiestas y más chicos con los que fui iniciándome en el mundo del sexo, también con algún que otro noviete, pero ninguna relación seria.

Lo que les cuento ahora me ocurrió hace unos meses y me hizo recapacitar, pues fue muy fuerte.

Mis padres fueron a visitar a mi hermana mayor que trabaja en otra ciudad, como saben de mi comportamiento no se atrevieron a dejarme sola en casa, me quedé unos días en casa de mis tíos.

Llegó el sábado y me fui a la discoteca con mis amigas, mis tíos me advirtieron que me portara bien y no regresara muy tarde.

Aprovechando que no estaban mis padres me desmadré un poco, bebí más de la cuenta y perdí la noción del tiempo.

Era ya muy tarde cuando mi tío logró encontrarme, después de un buen rato buscando, me encontró en un banco del parque borracha con restos de vómitos, sin bragas y seguramente follada.

Me cogió en brazos, me sentó en su coche y me llevo a mí casa para que mi tía no me viera en esas condiciones, porque posiblemente llamaría a mi madre (su hermana), y le fastidiaría el viaje.

Al sentarme en el coche se me quedó la falda un poco subida, y vi como mi tío se asomaba a mi entrepierna, supongo que no pudo evitar la tentación de mirar mi coñito, mientras conducía con una mano, la otra la pasaba por mis muslos, los acariciaba suavemente de arriba a abajo.

No podía casi andar, medio a rastras llegamos a mi casa, me llevó al baño, me desnudó completamente y me metió en la bañera, con una esponja y gel de baño recorrió todo mi cuerpo limpiando el carmín de mi cara, restos de vómitos en mi pecho y lavó mi vagina a conciencia.

Telefoneó a mi tía para tranquilizarla, le dijo que me dejó en casa de una amiga a dormir, y él iría a tomar una copa.

Envuelta con una toalla me cogió en brazos, me puso encima de la cama y me preguntó:             - ¿cómo estás? –

-muy cansada y sedienta-, le dije. Él también se desnudó, se lavó un poco y me trajo un vaso de zumo.

Mi tío tiene 43 años, es moreno, no muy guapo, pero se conserva muy bien, hace mucho deporte y en las reuniones familiares bromeaba mucho conmigo, no perdía la ocasión para darme una palmadita en el culo.

Se colocó junto a mí en la cama, empezó a darme pequeños besitos por todo el cuerpo, me besaba la frente, ojos, cachetes y fue besando mis tetas, mi vientre, hasta llegar al pubis que besó por encima, sus manos recorrían suavemente todo mi contorno hasta el punto que me erizaba la piel.

Me separó las piernas pasando la lengua de arriba abajo por mi rajita, hacía círculos con la punta de la lengua alrededor del clítoris, agarró las cachas del culo con las dos manos hundiendo su cara en mi sexo y penetrándome con la lengua como si fuera un pequeño pene.

Mi vientre se elevaba de la cama con pequeños espasmos. Luego me paso la lengua desde el pubis y fue subiendo hasta mi ombligo, me chupo las tetas mordisqueando mis pezones, llegó a mi boca que yo tenía entreabierta, me metió la lengua hurgando en el interior buscando una respuesta mía, mi cabeza respondía a sus estímulos, pero mi cuerpo no se movía, no llegaba a entender muy bien lo que me pasaba, supongo que algo debieron de echar en mi bebida cuando estuve en la discoteca.

Me separó las piernas, apunto su pene en mí vagina y comenzó poco a poco a rozar el glande por la rajita, aunque tenía las piernas como dormidas, noté como un calambre en el clítoris.

No conseguía penetrarme hasta que llevó su mano al pene para dirigirlo a mí agujero, - ¡no me la metas tito! -, le dije balbuceando, después de varios intentos consiguió introducirme el pene, pues sentí como raspaba mi seca vagina, ¡ay! grité, - ¡tito no me folles por favor! -, pero no había marcha atrás, los empujes cada vez eran más rápidos y más profundos, estuvo follándome un buen rato, yo no tenía fuerzas para seguir resistiéndome, ni voz para quejarme.

Su excitación estaba al borde del orgasmo, la sacó para evitar llenarme de semen. Se puso de rodillas en la cama a la altura de mi cabeza, introdujo el miembro en mi boca, me agarró la cabeza he hizo movimientos masturbatorios hasta que mi garganta se inundó de esperma, que tragué para no asfixiarme.

Me cubrió con la manta, me besó y se marchó dejándome dormida y agotada.

Al cabo de unos meses entre en la universidad, estaba muy ilusionada por cambiar de ciudad y de ambiente.

Al llegar a la residencia de estudiantes tuve la suerte de tener como compañera de cuarto a una chica espectacular de guapa y simpática, desde el principio congeniamos a la perfección, al pasar de las semanas intimamos, me confesó que era lesbiana y yo le gustaba mucho.

De ahí salió una bonita relación y disfruté del sexo como nunca, sentí unos orgasmos que jamás había sentido, y hablar de follar con hombres me da hasta un poco de asco.

LUNAMER