La puta de Valeria y sus hermanas

Valeria era solo un chico femenino hasta que sus hermanas lo convirtieron en una hermosa jovencita, sin embargo, ninguna de ellas contaba con los planes malévolos de su hermanita.

La Puta de Valeria y sus Hermanas

Siempre he sido un chico femenino, desde pequeño mis hermanas me decían que yo era como una más de las chicas, quizá debí haberle puesto un freno a esa situación entonces, pero la verdad era que no me sentía mal. Aunque tampoco había nada de sexual en que me vistiera con los vestidos de mis hermanas o que me trataran de niña, simplemente era más feliz así.

Tengo tres hermanas mayores, Marcela, Alejandra y Fabiana, las tres son muy hermosas. Sin embargo, me llamaba la atención que cuando me vestían de niña decían que yo era la más bella de todas, me miraba al espejo y mi vestido rosado quedaba hermoso con mi piel blanca y mis pequeñas caderas.

-Eres toda una princesa, Valeria –me dijo Alejandra con una sonrisa. –Mírate, cuando te crezcan las tetas serás la chica más codiciada del barrio.

Dos cosas me quedaron rondando en la cabeza, primero que me hubiera llamado Valeria, nunca lo había hecho, pero no dije nada al respecto.

-Pero, Ale, a mí no me van a crecer tetas –lo dije casi con pena.

-Quién sabe, pequeña hermanita… quién sabe.

Desde ese momento los años pasaron como en un abrir y cerrar de ojos. Mis hermanas siguieron feminizándome, pero cada vez a mí me costaba más darle rienda suelta a mis sentimientos. No era una mujer, a pesar que una parte de mí desearía serlo la verdad es que no era así.

Me encontraba en mi cuarto dibujando, sentí mi polla ponerse dura de pronto. Me daba rabia, tenía quince años y entendía que mi cuerpo hacía que se me pusiera dura a cada momento, pero se estaba convirtiendo en un verdadero problema. Justo en ese momento Marcela entró en la habitación sin aviso, gracias al cielo yo estaba sentado en mi escritorio, lo que cubría mi polla.

-Hola, hermanita –me saludó. –Estoy aburrida, ¿te parece si te pongo hermosa? He aprendido nuevos trucos de maquillaje.

-Ah –mi pene se puso más duro ante sus palabras. –Gracias, Marcela, pero estoy… con algo entre manos ahora mismo.

Ella hizo un puchero, se sentó en el borde de mi cama con sus ojos fijos en mí. -¿Ya no te gusta usar vestidos, Valeria?

-Sí me gusta –no tenía caso mentirle. –Solo que ahora estoy ocupada. Digo, ocupado.

Sentí mi cara ponerse roja y eso hizo reír a mi hermana.

Me ponía cada vez más nervioso por la situación. Mi pantalón aprisionaba mi pene hasta el punto donde comenzaba a doler, lo único que quería era que Marcela se fuera para poder hacerme una paja en paz, pero ella se veía muy cómoda sobre mi cama. De pronto un pensamiento malvado cruzó mi mente tan rápido que lo bloqueé en el instante, no era posible que hubiera pensado en algo así. Me estaba convirtiendo en un verdadero pervertido.

-¿Qué pasa? –dijo ella, con sus ojos abiertos de par en par.

-Nada –mentí, sintiendo vergüenza por lo que había pensado. –Mañana podemos hacer eso, Marce, ¿ahora me dejas solo por favor?

Mi hermana se veía herida por mis palabras, no quise ser malo, pero sinceramente ya empezaba a creer que mi polla se iba a romper en dos, necesitaba liberarme. Apenas se fue le puse seguro a la puerta, me baje el pantalón y me agarré el pene. Me masturbé bruscamente buscando llegar al orgasmo lo más rápido posible, pero antes que pudiera conseguirlo sentí un golpe en la puerta.

-¡Valeria!

-Estoy ocupado –susurré sin abrir la puerta.

No pensaba abrir, pero de pronto el cerrojo de mi puerta comenzó a moverse y actuando casi por instinto me lancé sobre mi cama y me cubrí completamente para esconder mi erección. Un segundo después que estuve escondido Fabiana entró en mi cuarto, ella era la que tenía las tetas más grandes de las tres y verlas rebotar a cada paso que daba solo hacía que me doliera más mi polla. Maldije al universo por lo bajo.

-¿Qué haces? –protesté.

-Tranquila, hermanita –dijo ella. –hoy voy a tener que dormir aquí, Ale está en nuestro cuarto con su novio y junto a Marcela  no me queda espacio. Tú estás sola aquí, lo cual no es justo, así que te haré compañía.

Quería gritarle al mundo entero. Tuve que calmarme dejando que Fabiana me maquillara. Ni siquiera me levante de la cama (porque no podía), pero en el espejo me veía muy linda, por alguna razón eso hizo que mi polla se pusiera un poco más suave y conseguí calmarme, no del todo, porque aun necesitaba liberarme, pero sí lo suficiente para conciliar el sueño.

Desperté en medio de la noche, me levanté y fui a verme al espejo. Aún tenía el maquillaje, me veía linda con mi delineado y mis labios rosados. En el suelo se encontraba el vestido de mi hermana (las tres dormían desnudas) en un arrebato lo tomé y me lo coloqué, me veía tan bella que quería metérmelo, y como si eso no fuera suficientemente malo mi polla cobró vida y se puso dura nuevamente. Verme en el espejo, tan femenina y con ese bulto sobresaliendo entre mis piernas me encantaba.

Miré a mi hermana, la delgada sabana cubría sus grandes tetas, me sentía tan caliente que me iba a volver loca. Lentamente me fui acercando, levanté mi vestido levemente y fui acercando mi polla hasta los labios de mi hermana, no podía creer lo que estaba haciendo, pero una parte de mí dijo que era culpa de ella que todavía no pudiera liberarme así que lo mínimo que podía hacer era esto. Era un pensamiento estúpido, pero me conseguí convencer.

Toqué con la punta de mi polla los bellos labios de Fabiana, eran suaves y cálidos, el líquido presiminal comenzó a resbalar desde sus labios hasta el mentón. La visión me tenía a mil y nada podía detenerme, con sumo fui abriendo su boca con mi polla, tomó mucho trabajo porque debía hacerlo de a poco para que no terminara mordiéndome y apenas vi espacio suficiente metí mi pene dentro de su boca. Estaba muy cálido y su lengua recibió mi polla con mucho gusto, no podía creer que ella no despertara con esto. Ya que estaba dejando libres mis fantasías, destapé sus enormes tetas, eran tan bellas que me agaché como pude y comencé a lamer sus pezones. Sentía tanto placer que no podía pensar, pero cuando sentí que me iba a venir saqué mi polla justo a tiempo, sin embargo, no pude controlar la corrida y manché su mejilla, cuello y parte de sus tetas.

Me quería morir. Si Fabiana despertaba en la mañana y encontraba mi semen cubriéndola me iba a matar, tenía que hacer algo. Dudé solo un segundo, luego me agaché con mucho cuidado y con mi lengua comencé a lamer mi propio semen, el sabor era dulce y agradable lo que me sorprendió mucho. Lamí todo su cuerpo y me tragué todo para no dejar evidencias, volví a cubrirla con las sábanas y regresé a mi cama.

Antes de dormir me pregunté si el semen de todos tenía tan buen sabor.

Unas horas después volví a despertar, seguía siendo de noche. Tenía el vestido de Fabiana todavía puesto y algo manchado en la zona de la entrepierna. Con cuidado me levanté y fui al baño, entré y antes que pudiera hacer cualquier cosa sentí unos pasos que se acercaban. Entré en pánico y me debatí un segundo en esconderme en el closet del baño o en la tina, pero cuando los pasos estaban más cerca corrí a la tina, moví la cortina y deseé haberme quedado dormida.

-Sé que estás ahí.

Era la voz de Alejandra. Estuve a punto de responder, pero ella continuó.

-Vamos, Javier.  No seas así, ya te dije que lo sentía.

¿Javier? Era el nombre de su novio, debía pensar que era él. Me quedé en silencio sin saber cómo proceder.

-Está bien –continuó ella. –Entiendo que estés molesto, ¿pero al menos me dejarás pedirte disculpas?

No entendía a qué se refería así que solo hice un sonido de apruebo con mi garganta.

-Perfecto –susurró ella. –Ahora saca tu polla.

Se me cayó el alma a mis pies, ¿ella quería hacerme una mamada? Bueno no era a mí sino a Javier, pero la situación había avanzado tanto que no podía echarme para atrás en este momento. Rogando que no me descubriera abrí una pequeña parte de la cortina de baño y saqué mi polla por ahí.

-¡JA! –rio ella. –Eres todo un pervertido, ¿Quieres que te la chupe sin verte la cara? Me sorprendes, Javier. Y me encanta.

De golpe su boca envolvió mi pene, fue muy diferente a lo que pasé con Marcela, la lengua de Fabiana recorría toda mi polla sin darme descanso alguno. Se me había puesto tan dura en segundos que era casi como si no me hubiera corrido sobre Marcela hace unas horas atrás. A pesar que era la primera mamada que me hacían podía notar que Ale tenía mucha experiencia, me la chupaba tan rico que debía luchar para no correrme en su boca. No obstante, mi fuerza comenzó a flaquear y sin poder contenerme me corrí dentro de su boca, llenándosela de mi leche. Por el pequeño agujero por el que tenía mi polla vi el rostro de Ale, con sus labios apretados con una pequeña comisura donde se resbalaban unas gotitas de mi corrida. Un momento después ella se tragó todo, lo que me dejó con los ojos abiertos de la sorpresa.

-Vaya, Javi. Por alguna razón tienes un sabor diferente. Más dulce, me gusta. Si quieres continuar, te espero en la habitación.

Salió del baño con paso decidido, dejándome con el corazón latiendo tan fuerte que no podía controlarlo. Corrí la cortina y bajé sintiéndome un maldito bastardo, me había aprovechado de mis dos hermanas. Y todo eso mientras me encontraba vestido de mujer, ya ni siquiera sabía si me gustaba más usar pronombres masculinos o femeninos, mi vida era una confusión total.

-Mírate, Valeria. Nunca pensé que eras una pervertida.

Esa voz hizo que me quedara de piedra. La puerta del closet se abrió y Javier, el novio de Alejandra salió con una gran sonrisa.

-¿Te gustó cómo mi novia te chupó la polla? La verdad me ofendí un poco el que dijera que tu corrida era mejor que la mía.

No podía responder, estaba en estado de shock.

-Esto es lo que va a pasar –dijo él, viendo que no respondía. –Cómo tú me robaste una mamada, vas a tener que devolvérmela. De lo contrario iré inmediatamente donde Alejandra para decirle la verdad sobre ti.

-¿Y cómo podría devolverte la mamada? –conseguí decir al fin.

-Con tu linda boquita –abrí los ojos tanto como pude. –No te hagas la inocente, sé que te llaman Valeria. Y ese vestido lleno de tu corrida me indica que no eres más que una puta con ganas de polla, voy a tener que enseñarte tu lugar, claramente te falta algo de disciplina. Ahora ponte de rodillas, que no tenemos toda la noche.

Una pequeña parte de mí se encontraba muy excitada por la situación, no podía negarlo. Me arrodille frente a él, se veía muy alto, fuerte, poderoso. Sus fuertes manos abrieron la cremallera de su pantalón y liberó una polla mucho más grande que la mía, me quedé tan impactada ante esa visión que no supe cómo proceder. El agarró su polla y comenzó a pasarla por toda mi cara, por mi mejilla, mis labios, incluso mis ojos y mi frente, sentía como si quisiera marcarme o algo así. Como si no fuera mucho, de pronto sus bolas estuvieron pegadas contra mi mejilla, el olor que desprendían era tan masculino que se me hacía agua la boca.

-¿Qué esperas? –dijo de pronto. –Chúpalo.

No tenía que decírmelo dos veces. Obedientemente abrí la boca y me tragué ese enorme pene todo lo que pude, el sabor era tan salado y delicioso que me volvía loca. Estaba tranquila, chupándoselo, pero él me agarró la cabeza y comenzó a follarme la boca muy rápido, al principio casi me ahogué, pero pude contener las arcadas, el problema era que además de tenerla muy grande era muy brusco. A pesar de todo, dentro de poco sentí como su polla me llegaba hasta la garganta, de pronto me la metió hasta el fondo y me sostuvo la cara con fuerza. Tenía mi nariz pegada en la base de su pene, y el olor me volvía loquísima, cuando mi excitación alcanzó niveles impensables para mí sentí un líquido caliente que se desparramaba por mi garganta. Su corrida no paraba y cuando al fin terminó quedé con mi boca llena de leche, sin siquiera pensar me tragué todo. El sabor era tan delicioso cómo lo había imaginado.

-Me gustó –sentenció Javier. –Y cuando algo me gusta repito. Así que esta no será la última vez que nos veremos, y ya sabes qué sucederá si te niegas.

No hacía falta que me amenazara, pero igual asentí. El me dejó sola y me lavé como pude. Volví a mi cuarto sintiéndome una verdadera puta, pero más satisfecha de lo que había estado en toda mi maldita vida. Me acosté en mi cama y antes que pudiera volver a dormir sentí un pequeño golpe en la puerta.

-¿Valeria?

Reconocí esa voz, era Marcela.


Díganme si quieren la continuación de esta historia uwu

Este relato es una precuela de mi otro relato, si quieren pasen a leerlo, y descubrirán a Valeria divirtiéndose con su prima c: