La puta de otro
De como me convirtieron de santa, fiel y amargada esposa, en una puta viciosa y satisfecha sin escrúpulos.
Mi nombre es Flor. Tengo 24 años y hace dos que estoy casada con mi esposo, Leonardo, de mi misma edad. Provengo de una familia adinerada, ya que mis padres se dedican a la educación universitaria. Tuve una educación muy severa, en la que siempre se me orientó hacia la sumisión a mi futuro marido, la fidelidad, el cuidado de la casa y la educación a los hijos, que no he tenido por un motivo muy obvio. Mi marido no me folla.
Estudie ballet hasta muy entrados los 19, disciplina a la que me quería dedicar profesionalmente. No tenía novio. Era virgen y quería seguir siéndolo hasta el matrimonio, tal y como me habían enseñado. Tonta de mí! Solo me interesaba el ballet.
Sin embargo a mis padres no les interesaba mucho lo que yo quisiera ser, puesto que lo principal en la vida según ellos, era tener una familia. Así que una noche tuve que ir en contra de mi voluntad a una fiesta que daba la universidad para homenajear a varios alumnos recién matriculados cuyo expedientes eran excelentes. Tras el homenaje mi padre me presentó a Leonardo. Debo admitir que no era muy guapo. Tenía gafas de pasta, era bajito y enclenque, pelo moreno y ojos marrones. Durante esa noche no se separó de mí, yo me avergonzaba porque mis padres no paraban de mirarnos, y era evidente que habían elegido a mi futuro marido, y él sabía que le interesaba cazarme a toda costa para poder tener luego oportunidades de ejercer como profesor tras la carrera, porque allí todo son enchufes. De regreso a casa me acompañó y no paró de hablar de sí mismo y de sus logros académicos, y yo solo le di importancia al beso de despedida que me propinó en la puerta de casa. Me enamoré perdidamente de él solo con eso. Era mi primer beso.
Empezamos a salir y yo poco a poco abandoné el ballet para ayudarlo en lo que pudiera y por la presión de mis padres que me instaban a que no lo dejara escapar, que era un buen partido y que nos casáramos pronto.
Cuando acabó la carrera nos casamos y la noche de bodas fue maravillosa. Leonardo me hizo el amor y mi sexualidad despertó de repente. Era increíble no haber descubierto ésa parte de mí que me hacía desvanecerme. Me había comprado un conjunto blanco que se me pegaba al cuerpo espléndidamente. Después de tantos años de ballet era ligera, gemelos y piernas fuertes, un pecho del que no me podía quejar y del que todas tenían envidia en ballet, pelo moreno negrísimo, siempre recogido en coleta, y ojos azules. Pero lo que mas impactaba a los hombres según los comentarios soeces que oía por la calle, era mi trasero, que sobresalía despampanante de mi cuerpo, sutil, carnoso pero duro y musculoso a causa de la danza.
Fueron los 15 días mas maravillosos de mi vida.
En definitiva el único sexo que probé de mi matrimonio. Después todo se fue a la mierda. Leonardo empezó el doctorado en la Universidad. Yo me dedicaba al cuidado del hogar, siempre fantaseando con lo que haríamos en la cama a su regreso. Volvía tarde. Yo esperaba que me tomara, pero siempre se excusaba con su cansancio. Casi ni hablábamos. No venía ni a almolzar. Tras una año en este plan, descubrí el porno en internet. Yo era una santa y descubrí lo que la gente hacía. Descubrí que mi marido tenía un pene relativamente pequeño. Nunca había visto otro antes. Aprendí a masturbarme, pues nunca lo había hecho. Pero de nada servía. La vagina me quemaba cual horno y necesitaba una penetración ya.
Una tarde compré ropa nueva. Jamás había llevado falda corta, mis bragas eran como las de mi madre de esas grandes color beige que tapaban hasta el ombligo, los sujetadores por el estilo, y el último botón de mis camisas siempre había estado cerrado, y mis tacones, si se podían llamar así, no superaban los tres centímetros. Deseaba que mi marido me hiciera todo lo que había visto en la red, así que me compré una falda negra por las rodillas, con una raja lateral hasta medio muslo, una camisa blanca bien pegadita a la cual desabotoné los últimos dos botones, y unos tacones blancos de aguja de seis centímetros. Mi culo se apretaba contra la falda pomposamente, y se remarcaba de forma explosiva en comparación con mi cinturita de avispa. Nunca llevé medias porque mis piernas eran maravillosas de ver blanquitas sin manchas, sin celulitis y torneadas y duras como una piedra. Parecerá muy discreto, pero yo me sentía medio desnuda en comparación a mi armario habitual, así que me puse encima una abrigo negro largo.
Fui a la facultad, y encontré a Leonardo de pie en un aula vacía, entré y cerré de un portazo. Tiré el abrigo a la mesa. Le increpé que era el marido mas soso y aburrido del mundo. Discutimos a voz en grito durante cinco minutos. Pero nos calmamos. Él estaba de espaldas a la puerta, yo me acerqué lentamente y pegué su cuerpo con el mío. Su cabeza me llegaba a la altura de los hombros. Y de repente lo vi a él. Un hombre estaba observando desde el cristal de la puerta. Un viejo calvo con pelo solo en los lados, enorme bigote, ojos tristes, orejas enormes, cejas muy peludas y cara muy roja. Al principio me sorprendió un poco. Pero no hizo sino excitarme aun mas que alguien nos observara. Él sabía que lo había visto y sin embargo seguía ahí, insolente, rompiendo nuestra intimidad. Empecé a decirle cosas guarras a Leonardo al oído, lo sobaba y notaba mi excitación, pero Leonardo me apartó de un empujón.
- Tú crees que puedes venir a mi trabajo e interrumpir mis investigaciones? No tengo tiempo de niñerías. – dijo enfadado. Niñerías. Que hijo de puta. Con todo lo que había hecho por él. Sin mí no tendría ese trabajo. Entonces estallé.
- No vuelvas a hablarme así hijo de la gran puta!. – No podía creer lo que salía de mi boca.- Crees que voy a estar esperando siempre a que me folles de una vez?? Llevas dos años sin hacerlo, desde la noche de bodas, y créeme que lo necesito. Me visto como una puta, vengo aquí a rogarte, y así me hablas?
- Déjate de chiquilladas y márchate a casa que es donde tienes que estar.
- Claro que me marcharé, pero te juro que voy a follarme al primero que me encuentre!!
- No serás capaz…- dijo en un tono burlón y despectivo, seguro de sí mismo.
Cogí mi abrigo y salí al pasillo sin ponérmelo. El viejo había desaparecido. Me fui a casa, y en el coche pensaba en todo lo acontecido, en cómo me había ruborizado con la presencia del viejo. Me ardía la entrepierna y cuando llegué a casa me masturbe en el váter pensando en que el viejo nos miraba mientras copulábamos y experimenté un tremendo orgasmo. Después me sentí culpable, sucia, asquerosa y me tiré en la ducha y lloré desgraciada sentada en la misma. No podía creer lo que había hecho. Había puesto en jaque toda mi educación de esposa respetuosa. Sentí que debía enmendar las cosas con Leonardo.
A su regreso por la noche, la cena estaba lista como siempre. Me disculpé por lo acontecido, en voz baja. Siempre hablaba en voz baja. Nunca vi necesario alzarla y ese era mi tono habitual siempre. Me gustaba mi casa silenciosa. Leonardo aceptó mis disculpas de mala manera con la frialdad de siempre, lo que me dio bastante rabia, y no esbozó ni un ápice de arrepentimiento por su dejadez en sus obligaciones sexuales, lo que terminó por agotarme en mis esperanzas de retomar el sexo.
Una vez en la cama, el viejo volvió a mi mente, me calenté, y se me ocurrió preguntarle, alegando que me lo había cruzado por los pasillos.
- El Doctor mosca?? Jeje. Menudo estúpido. Es catedrático del departamento de biología. Tiene 63 años. Los alumnos no quieren ir a sus clases porque apesta a sudor y alcohol. No ha conseguido nunca nada en su carrera. Es un fracasado. Tiene fama de ser un viejo verde. Hasta le acusó una vez una alumna de acoso.- dijo Leonardo con su típica chulería.
- Y su mujer? Se llama Mosca de apellido?? Y por qué no lo vimos en tu fiesta de graduación?
- Ja!! Su mujer dice. Está divorciado. Se divorció hace 15 años. Según dicen, a la mujer la tenía a raya con la mano abierta, ya me entiendes. Ésta se hartó de él después de seis hijos y una aventura que tuvo con otra. Lo pilló con una veinteañera te lo puedes creer??? Gilipollas engreído, y piensa que nos lo vamos a creer. Su mujer lo estrujó bien en el juicio. Está arruinado, y es un putero. Jajaj! Viejo cerdo… Y no se llama mosca. Se llama Bartolo Unamuno. No quise invitarlo a mi fiesta porque es un cerdo salido. Y déjame dormir de una vez! Mañana me espera un día muy largo
Por lo menos se le empina, no como a ti que eres un frígido, pensé par mis adentros. Así que acabamos como siempre. Yo consolando mi calentura y él durmiendo a pierna suelta, pero esta vez mis deseos iban dirigidos a otro por primera vez sin hacerme una idea de que esos deseos me producirían el mayor dolor y placer al mismo tiempo que no había experimentado jamás.
A la mañana siguiente salí a hacer la compra con la misma ropa que ayer. Todo me daba igual, y lo que a las demás mujeres les parecería normal en lo que se refiere a ropa, yo me sentía medio desnuda con éso puesto. Cosa que me excitaba. Al llegar a casa estaba muy caliente por alguna mirada que me habían echado en la calle, y corrí al baño a aliviarme como correspondía. Pero en plena tarea sonó el timbre. Me subí la falda sin bragas como pude, y me recoloqué la camisa sin el sujetador dada la urgencia. Estaba muy acalorada y me había soltado el pelo, cosa muy rara en mi, me llegaba por las axilas. El timbre volvió a sonar impaciente. Los tacones seguían en su sitio así que fui rápido a ver quién era. Me estaba masturbando con los tacones puestos porque me hacía sentir mas loba. No estaba entre mi vocabulario la palabra puta, porque mi educación era muy estricta. Abrí la puerta de par en par sin mirar por la mirilla a causa de la prisa. Casi me da un vuelco el corazón cuando de repente entró ágilmente un hombre y cerró la puerta tras de sí. Yo di un respingo hacia atrás. El hombre se había quedado pegado a la puerta mirando por la mirilla, de espaldas a mí, y el corazón se me iba a salir por la garganta viendo esa cabeza tan familiar, camisa blanca a rayas marrones vieja y esos pantalones de pana grandotes color beige con manchas evidentes de descuido. No había gritado porque era incapaz dada mi educación, y hablar siempre en voz baja me había atrofiado la voz. El hombre se incorporó al dejar de mirar por el visor de la puerta y se dio la vuelta lentamente. Era El Dr. Bartolomé Unamuno…….
- Hola Florecilla, ya veo que estabas esperándome.- dijo con una sonrisa socarrona. Era muy muy feo, sus dientes eran amarillos y marrones y sus enormes cejas con millones de pelos blancos me miraban. Curiosamente su bigote era color canela, un bigote gigante que parecía un arbusto en medio de si cara redonda y roja como un tomate, sus ojos tristes y pequeños apenas visibles por tanta ceja. Tenía una barriga prominente barriga y le colgaba por encima de los pantalones. Yo tragué saliva. Tome aire y me calmé, e intenté razonar y comportarme con educación como buena señorita que soy, como siempre en voz baja.
- Bu.. Buuuenos días Don Bartolomé. Mmm, meee ha pillao usted en mal momento. No esperaba visitas estas mañana. Qué le trae por aquí? Desea tomar algo? Cómo sabe esta dirección? Y cómo ha abierto la cancela del jardín sin llamar?. – Me di la vuelta en dirección a la encimera de la cocina. La puerta de la calle, la cocina y el salón eran todo una misma habitación. Don Bartolomé no respondía y yo me quedé en silencio apoyada en la encimera dándole la espalda esperando una respuesta. No me atrevía a mirarlo a los ojos. Seguro que sabía que estaba ardiendo por haberme dejado a medio masturbar y por dos años sin sexo. Lo oí caminar hacia mí y escuché muy cerca sus palabras.
- Un whisky cariño. Ya veo que te pillo en mal momento, aunque yo creo que es el mejor momento para pillarte. - me dejó planchada con eso- Sé tu dirección porque todo el mundo vino aquí el día de la graduación de tu marido. He saltado la verja para que no me vea nadie. Todavía no me interesa que me vean entrar aquí. Pero no te preocupes. Habrá mas visitas mas a menudo y no tendré que estar llamando a la puerta.
- A qué se refiere? Son las once es muy temprano para beber.- Dije mientras sacaba un vaso pequeño y servía whisky. Cuando me di la vuelta estaba pegado a mí, sin tocarme. Me topé contra su barriga y mis ojos quedaban a la altura de su pecho. Mediría un metro noventa fácil. Y yo era una enana incluso con taconazos. Me estaba mirando fijamente. Tenía un olor muy fuerte que me entró por todos los poros y aspiré profundo y suspiré mirándolo e intenté apartarme. Dio un manotazo a la encimera cortando mi huída, y al intentar el otro lado la misma respuesta. Lo miré a los ojos, esbocé una tímida sonrisa y aparté la mirada hacia abajo al ver que él tenía un gesto serio. Seguí teniendo el vaso en mi mano. Se lo ofrecí y de un tragó lo engulló todo. Recogí el vaso y me di la vuelta de nuevo para llenarlo. En ese momento se pegó a mí por detrás. Su barriga me inclinaba la espalda hacía delante sacando mi culo. Yo respiraba acaloradamente. Ése hombre tenía que marcharse. Yo era una esposa decente. Pero era incapaz de revelarme. Mi educación y mi calentura me incapacitaban a decir no a este viejo decrépito que mi marido tanto odiaba.- Poooor faavor Doctor Bartolo noo- decía casi en un susurro temblando de excitación.
- Déjate de mierdas cooñooo!- gritó apartando de un manotazo el vaso que me disponía a servir y cogió la botella por el cuello.- Ayer vi perfectamente que eres una warra y que te encanta calentar poyas. Aparte de que tu marido es un inútil integral entre sus piernas ya lo dejaste bien claro en la escenita de la facultad. Pues bien aquí estoy dispuesto a follarte. Vas a enterarte de lo que es una buena poya, vas a dar en el clavo perra, nunca mejor dicho, jajajaja!!!- se reía toscamente al tiempo que bebía de la botella y su barriga se movía sobándome la espalda. Se había pegado tanto que yo ya tenía los codos sobre la encimera y mi cuerpo formaba 90 grados en relación a mis piernas. Tenía que disuadirlo como fuera, aún quedaba algo de decencia en mí. Me aparté a la fuerza como pude y me dirigí en dirección a la entrada, pero antes de llegar a la puerta me adelantó rápidamente y me bloqueó el paso, quedando yo entre él y el sillón. Con una sonrisa compasiva me dijo:
- Deja de jugar conmigo Barbie, tu marido no te sabe manejar bien pero yo te someteré.- Dijo mientras me acariciaba la cara con sus manos enormes. Me dio unas palmaditas en la cara.- Así que vamos a empezar!.- Y me dio una bofetada sin previo aviso.
- Ahhhh!!! Grité levemente.- Por favor Don Bartolo yooo…. No era mi intención molestarle ayer… yo solo quería… mi marido se enterará y todo el vecindario con las voces.- respuesta que fue contestada inmediatamente con otro bofetón. Yo ya lloraba amargamente.
- Doctor Unamuno te enteras??- y otro bofetón está vez mas fuerte y que me hizo caer al suelo Ah muy lista la niñita solo piensas en que no te pillen… si es que eres una zorra de mucho cuidado.- a cada palabra malsonante, muy cuerpo se estremecía de calor. Yo era una niña pija y revenida con una educación carente de tacos. Pero Don Bartolo me hacía palpitar la vagina con esas cosas.
- No te preocupes por eso florecita. Vamos a ponerle remedio.- Echó la cerradura ya que las llaves estaban puestas, y fue directamente al aparato de música. La encendió tal como estaba y empezó a sonar Luis Miguel, que me encantaba bailar con mi marido para la boda.- Parece que hoy está todo a favor de que te abra el coño de par en par no? Vaya música tenías puesta eh cerda?? Te gusta Luis Miguel?- Se acercó lentamente hasta donde yo estaba en el suelo y se quedó en pie frente a mí y me dijo:
- Venga perra. Busca el hueso que tanto anhelas.
- Don bartolome.- se agachó y me agarró del cuello. Yo parecía una marioneta a sus expensas.
- Doctor Unamuno! Me has oído zorra!!!.- me apretaba y a mí me faltaba el aire. Asentí con la cabeza pero no me soltaba. Me empecé a poner colorada, mas de lo que ya tenía la cara de las bofetadas.- Y ahora vas a bajar y chuparás lo que tanto deseas.- Asentí inmediatamente y me soltó. Cogí aire e inmediatamente con una excitación que no comprendía de ninguna manera. Me presé corriendo a buscar su pedazo.
Sus pantalones olían mal. Y sus calzoncillos ni contar. Desabroché el cinturón a lo que su barriga se descolgó aún mas. Al tirar lentamente de sus calzoncillos descubrí lo que me dejó extasiada del todo. Su pedaso. Y qué pedaso! Estába flácida, pero era ancha y larga como un vaso de tubo. Le llegaba casi hasta mitad del muslo. Me quedé mirándola.
- Vamos querida chúpala.- Su olor era como ácido, amoniacal y repugnante.
- Le importaría lavar….- lo miré a la cara y levantó su mano y comprendí las condiciones.
Empecé a lamerla primero como un helado. Jamás había hecho una felación. Cuando intenté meterla en mi boca no entraba. Al levantarla con las manos vi otra cosa que me dejó helada. Tenía unos testículos inmensos, como los de un caballo. Era sobrehumano. Intenté chuparlos pero ahí el olor era nauseabundo.
- Parece que te gustan mis huevos eh?? Eres una perra en celo. Mira te facilitaré las cosas.- Se sentó en el sillón con el culo casi fuera, se reclinó y levantó y abrió sus piernas completamente, dejando todo al descubierto colgándole. La imagen era espeluznante con su ano ennegrecido, sus gónadas y su pene enorme, sus piernas peludas y su barriga colgando por todos los lados. Se desabotonó la camisa.
- Y ya que estás, dame un repaso por el culo. Lame mi ojete y mete tu lengua como buena ama de casa que eres límpialo todo.
- Si Doctor Unamuno.
No podía creer que estuviera haciendo eso. Pero temblaba de miedo, calentura excitación y mil deseos de que me penetrase ya de una vez con esa monstruosidad.
Lentamente me acerqué a su ojete. Aguanté la respiración y empecé a lamerlo. Él empezó a suspirar y a decir barbaridades.
- Que bien lo haces putaaaaa!!! Síiiiiiii siiiiiiiiii!!!!.- gritaba. Por suerte la música estaba puesta sonando “directo al corazon” de Luis Miguel. Cogí su pene y lo masturbaba a la vez que chupaba su ojete y succionaba como podía esas bolas de billar que eran sus huevos, apretados venosos y peludos.
Al momento su poya estaba tiesa. No había crecido mucho mas. Pero no sabía como me penetraría con eso me atravesaría. Me pregunté por qué su mujer se divorció de él. Sería por eso, aunque después de seis hijos… Se reincorporó hasta sentarse y seguí chupando su poya. Tenía que desencajar casi la mandíbula y solo me entraba su prepucio. Me atrajo hacia él quedando de lado yo chupando su tranca y con la mano buscó mi falda y empezó a levantarla.
- Qué culo tiene zorra asquerosa!!!! Y no llevas bragas!!!! A partir de hoy no volverás a llevar ésa ropa interior, yo te la compraré o no llevarás nada- Plás!!! Palmetazo en el culo que me dolió bastante.
- Tienes el mejor culo que haya visto en internet en mi vida zorra!!!.- yo no lo había mirado ni un momento a la cara desde que empezó a grabar. Alcancé a mirar atrás la postura en la que estaba. Él me golpeó. Lo miré y quedé atónita al ver que lo sostenía un móvil con la mano. Lo había estado grabando todo!!!! Me saque la poya de la boca para protestar a lo que él repitió su gesto de amagar una bofetada y me callé y seguí chupando. Aquello se me había ido de las manos pero a mí solo me importaba que me follara de una vez por todas. Me churreaba el coño por la piernas de la excitación.
- Pronto ese culo será mío y te lo dejaré como un bebedero de patos tenlo por seguro que lo haré. No sabes cuánto se puede dilatar algo si estás cachonda…. Bueno ya está bien que me voy a correr y quiero dejarte bien lleno el potorro para cuando me corra.
Me levantó a placer. Era increíble su fuerza. Me sentó encima suya de espaldas a él y me empezó a sobar. Me arrancó la camisa y me abrió las piernas tocando mi peludo conejo.
- Qué coño es esto!! Tienes mas pelos que una oveja aquí!!!! Escúchame bien! A partir de ahora te depilarás y no quiero ver ni un pelo ahí me oyes!!! Me levantó y me lanzó al sofá de una brazada. Ahora recuerda. La próxima vez entraré y te follaré sin piedad y mas te vale estar depilada.
Se levantó y empezó a vestirse. Abrió la puerta y salió de allí todo pasó muy rápido y yo quedé en el suelo caliente y sucia. CONTINUARÁ