La puta de mi propio hijo (7)
La perversión y la sumisión hacia mi propio hijo no conoce límites.
Una tarde mi hijo me propuso ir al cine. Yo estaba un poco aburrida, mi marido estaba en casa trabajando en unos informes para su empresa, y en la tele no había nada interesante, así que acepté encantada. Fui a mi habitación para cambiarme y al poco entró mi hijo. Me empezó a acariciar el culo y me susurró que me pusiera algo provocativo, algún vestido corto con mucho escote, y que no me pusiera ropa interior, porque el cine era un lugar ideal para meterse mano, y él tenía la intención de pasarse toda la película metiéndome mano.
Me decidí por un vestido corto rosa de tirantes y unas sandalias de tacón. Me sentía realmente atractiva, y provocativa. Nos despedimos de mi marido, quien nos dijo adiós y que nos divirtiéramos sin dejar de mirar sus papeles. En broma le dije que no nos esperara despierto.
Aparcamos el coche en un parking y salimos a la calle. Yo pensaba qué película podíamos ver cuando pasamos por delante de uno de los últimos cines porno que quedan en la ciudad. Mi hijo se paró y me dijo que nunca había estado en un cine de esos, le dije que yo tampoco, y con una mirada de complicidad compramos dos entradas y nos metimos.
Era un día entre semana y estaba prácticamente vacío, sólo distinguimos cuatro hombres muy separados unos de otros. Nos sentamos en una de las últimas filas. La película ya había empezado, en ella una chica de enormes pechos follaba con dos negros con pollas enormes. El encontrarme en un cine porno con mi hijo, casi vacío, la película, mi ropa, todo influía para que me sintiera muy excitada y caliente, y me alegré cuando mi hijo no tardó en volverse sobre mí y besarme en la boca. Su mano se dirigió a mi escote y me acarició los pechos y mis pezones, ya duros por la excitación, mientras nuestras lenguas se fundían en un beso apasionado. Le toqué el paquete y comprobé que él también estaba muy cachondo, le desabroché el pantalón y liberé su maravillosa polla. Él dirigió mi cabeza hacia ella y se la chupé con ganas.
Entonces me dijo que me quitara el vestido, yo le dije que no, que allí no, pero estaba tan caliente que no pude negarme, y dejé que me lo quitara y lo echara sobre una butaca; me pidió que me quitara incluso los zapatos. Y volví a agacharme para seguir chupándosela. Yo no me di cuenta, pero uno de los hombres sentados por delante de nosotros se volvió para ver qué eran esos susurros, y mi hijo le hizo una seña para que se acercara. Se acercó por detrás de mí, yo ni siquiera le oí llegar, y la visión de mi culo desnudo mientras se la mamaba a mi hijo le debió poner cien. Él solo veía a una mujer madura muy atractiva chupándosela a un chico joven. Entonces me sorprendí al notar una mano que no era la de mi hijo tocándome el culo, quise incorporarme para saber qué ocurría, pero mi hijo me sujetó la cabeza y le dijo al desconocido que me follara el culo; casi sin darme cuenta sentí cómo unas manos agarraban mis caderas y una polla enorme empezaba a presionar para introducirse dentro de mi culo. Quise protestar, decirle a mi hijo que no le dejara, pero él me dijo que me callara, que fuera una puta buena y me dejara follar por ese desconocido.
Su polla entró dentro de mí casi de un solo golpe, provocándome un dolor inmenso, pero no podía gritar, con la polla de mi hijo en la boca. Los otros tres espectadores se acercaron atraídos por los gemidos y se quedaron mirando alrededor como embobados; era como la película de la pantalla, pero en vivo. Mi hijo se corrió brutalmente en mi boca, llenándomela de semen, y cuando se le pasaron los temblores se levantó y le preguntó a uno de los hombres que si quería ocupar su lugar. No se lo pensó dos veces, y se sentó en la butaca de mi hijo, se sacó la polla y me la metió en la boca. El que me enculaba no tardó en correrse, llenándome con su leche el culo, y poco después el otro desconocido se corría en mi boca. Por fin me dejaron libre un momento y aproveché para sentarme y relamerme el semen que goteaba de mi boca.
Pero aún había dos hombres masajeándose sus pollas fuera de los pantalones esperando su turno; y no pensaban irse sin disfrutar de mí. Me cogieron entre todos y me llevaron a un lateral de la sala, donde había más espacio, y me tumbaron en el suelo. Me fueron follando esos dos hombres por turnos, mientras mi hijo les animaba, y me obligaba a abrir la boca al máximo para tragarme dos pollas a la vez. Luego se levantaron todos y me dejaron de rodillas, pajeándose los cuatro desconocidos, incluido mi hijo, a mi alrededor. Me dijeron que abriera mucho la boca y que fuera manteniendo en mi boca todo el semen que me iban a echar, pero que no lo tragara ni lo escupiera. Yo me acariciaba las tetas un poco por los nervios y un poco para excitarles, y uno a uno se fueron corriendo en mi boca. Cuando uno terminaba otro le seguía, casi sin parar, y mi boca se fue llenando poco a poco de semen. Su semen no solo caía en mi boca, sino que pronto tuve llena toda la cara y el pelo. Goteaba por mi barbilla y caía sobre mis pechos. Mi hijo fue el último en correrse, y juraría que su cantidad fue la mayor de todas, claro que él es muy joven y los desconocidos todos hombres maduros, alguno incluso bastante desagradable. Cuando terminaron se quedaron jadeando contemplándome, asombrados de ver mi cara blanca de semen y mi boca abierta llena. Entonces mi hijo me dijo que les demostrara lo puta que era y que me lo tragara todo, así que cerré la boca y me lo tragué, y la abrí otra vez para que lo comprobaran.
Me vestí y salimos del cine, quería llegar a casa cuanto antes y darme un baño, me sentía muy sucia, pero también reconocía que había sido muy excitante y morboso hacerlo con unos desconocidos. Llegamos al aparcamiento y estaba casi vacío de coches y no se oía nada. Entonces oímos unas voces, alguien que nos llamaba. Eran los hombres del cine, los cuatro, nos habían seguido. Uno de ellos, parecía que hablaba por los demás, se acercó a mi hijo y le dijo que se habían quedado con ganas de más, que querían seguir follando conmigo. Mi hijo pretendió dudar, diciendo que no estaba seguro, pero se notaba que en el fondo lo deseaba. Yo no quería más, además, aquellos hombres me desagradaban muchísimo. Entonces uno de ellos le ofreció dinero a mi hijo a cambio de follarme, y mi hijo aceptó, les cogió una buena cantidad y les dijo que podían hacer lo que quisieran conmigo durante una hora, y que a él le gustaría mirar. Aceptaron excitadísimos y yo le dije a mi hijo que no lo hiciera, que nos fuéramos a casa, pero él me dijo cruel que ya habían pagado y que ahora era iba a ser su puta.
Me cogieron y me metieron en el coche desnudándome, me tumbaron en el asiento y de nuevo me fueron follando todos por turno. Sus pollas entraban y salían de mi coño, mientras mi hijo observaba todo un poco apartado, sonriendo con lujuria. En cuanto uno se corría otro ocupaba rápidamente su lugar y me la clavaba, mientras mi boca siempre estaba ocupada lamiendo alguna polla o algunos testículos. Me trataban con fuerza, para ellos solo era un objeto sexual en el que descargar todas sus ansias reprimidas; me azotaban, me magreaban con violencia las tetas, me escupían. Cuando se corrieron todos, uno vio que todavía quedaba un poco de tiempo, y se le ocurrió una idea. Cogió una botella de licor que uno de ellos llevaba y me hizo beber un buen trago, luego la dirigió a mi coño y me la empezó a meter. Lo tenía tan dilatado y tan lleno de semen que no me molestó demasiado y se deslizó en mi interior fácilmente, mezclándose el licor que brotaba de su interior con el semen que me inundaba el coño. Entonces uno dijo que lo probara en mi culo, y eso sí me asustó, les dije que no, pero eso es lo que estaban esperando, me dieron la vuelta, y me la empezaron a meter; el dolor era terrible, yo grité y uno de ellos me tapó la boca para que no se oyeran mis gritos; lloraba de dolor, era como ser empalada por una polla gigante. Después de unos minutos que se me hicieron eternos, me sacaron la botella, y de mi culo brotó licor mezclado con sangre. No me lo habían desgarrado, pero faltó poco, y desde luego durante un par de días me dolería horrores al sentarme y al andar. Me ayudaron entre todos a vestirme y nos fuimos a casa.
Por el camino mi hijo me preguntó cómo estaba, y si me había gustado. Le dije que lo de la botella había sido horrible, pero que ser follada y prostituida con unos desconocidos había sido increíble. Me preguntó si querría repetirlo otra vez y le dije que sí. Aparcó cerca de casa y me besó en la boca con ternura. Me dijo que era la mejor puta del mundo y me dirigió la cabeza con suavidad a su entrepierna para que se la chupara una vez más antes de entrar en casa. Se corrió en mi boca y me lo tragué con muchísimo placer y entonces entramos en casa. Saludamos a mi marido y rápidamente, sin que le diera tiempo de fijarse en mí, me dirigí al baño para lavarme. Había sido una tarde increíble de sexo, pero tenía todo el cuerpo escocido y dolorido, y necesitaba un baño y descansar.
(Dedicado a Belindo Villalba, uno de mis más incondicionales y animosos fans. Gracias por tus elogios)