La puta de mi propio hijo (5)

Mi sometimiento a mi hijo a aumenta cuando decide llamar a sus amigos para que me follen.

Las semanas siguientes fueron bastante tranquilas. Me enteré que desde el día que mi hijo se acostó conmigo y su tía, había estado yendo a su casa de forma bastante regular para follar con ella. Eso me excitó y también me hizo sentirme celosa de mi cuñada, que podía disfrutar de la polla de mi hijo siempre que quisiera, mientras que a mí me tenía que sobar y follar a escondidas. Quizá por esa razón durante un par de semanas no me acosó con tanta lujuria y riesgo como al principio, aunque por supuesto seguía magreándome siempre que le apetecía, y yo seguía escapándome de la cama de su padre en mitad de la noche para acostarme en su cama, y al menos pasar una o dos horas a su lado, siendo follada y tratada como una puta por él. Había llegado a un punto en que dependía de él, necesitaba su cuerpo, su polla, su semen, sus insultos, sus humillaciones. Y cuando pasaban dos o tres días sin que me tocara me entraba ansiedad y suplicaba en silencio por que me follara; a veces me acercaba a él y le susurraba al oído que por favor me tocara, que me follara, y él muchas veces me despreciaba para demostrarme quién tenía el poder y el control.

Al cabo de tres semanas mi marido volvió a salir de viaje, era algo que hacía con mucha frecuencia, y mi hijo y yo nos quedamos solos en casa durante tres días. Esa tarde estábamos en el sofá, yo completamente desnuda arrimada a él, acariciándole suavemente mientras él veía la tele, cuando de repente la apagó y me miró muy serio.

–He hablado con mis amigos, mamá, y están como locos por follarte. Me quedé pálida, le dije que cómo se había atrevido a hacer algo así, que no podía hablar a sus amigos de mí de esa manera. -¡Cállate! Les he dicho que si quieren follarte no tienen más que decírmelo, y que lo harás encantada. -¡Pero hijo mío!, ¿te has vuelto loco?, ¡eso es casi como si me prostituyeras! –Exacto, mamá, porque eso es lo que hacen las putas, y tú eres una puta, mi puta, y harás todo lo que yo te diga, ¿me entiendes? -¡No lo hagas, por favor, te lo suplico! -¡Ya lo he hecho! Hace un rato he llamado a tres de mis amigos, estarán aquí en una hora, y te vamos a follar entre los cuatro.

Me quedé sin palabras, no podía creer lo que estaba oyendo. Mi hijo me había ofrecido a sus amigos adolescentes para que me follaran y abusaran de mí a su antojo. Entonces empezó a entrarme un calor por dentro, era una mezcla de excitación y lujuria; mi hijo había decidido convertirme en su puta con todas las consecuencias, y el siguiente paso lógico era ofrecerme a otros hombres, en este caso a sus amigos. Y cuatro pollas jóvenes y fuertes para mí sola no era una idea tan desagradable. Pero me asustaba, pues nunca había estado con más de un hombre a la vez.

–Bien, ahora te vas a vestir como un buen putón, te vas a poner la minifalda más corta que encuentres, sin bragas, por supuesto, una camisa bien desabrochada para que asomen tus tetas y los tacones más altos que tengas. ¡Y date prisa, puta!

Me vestí como me dijo, y me presenté en el salón para que me diera su visto bueno; me sentía sucia por dentro, totalmente vejada y humillada por lo que iba a pasar, pero no podía revelarme, mi hijo ejercía un control sobre mí tan grande que no podía hacer otra cosa más que obedecerle. Se acercó y empezó a sobarme: -Estás buenísima, mami, mejor que cualquier puta callejera. Le notaba muy excitado, tanto por mi ropa, como por lo que íbamos a hacer. En ese momento llamaron a la puerta. Me dijo que fuera a abrir y recibiera a sus amigos. Eran tres, como había prometido, todos adolescentes guapos y fuertes, a alguno ya le conocía de haberle visto en casa con mi hijo y eso me hizo sentir aún más avergonzada. Cuando me vieron así vestida se quedaron alucinando mirándome, con lujuria en los ojos, y medio babeando por la visión de mis piernas y mi espectacular escote. Les saludé y les di dos besos a cada uno, acercando mucho mi boca a sus labios, y pegando mis pechos a sus cuerpos. Debieron de empalmarse los tres en ese mismo momento. Los llevé al salón, donde nos esperaba mi hijo y nos sentamos, yo en el sofá, donde me dijo mi hijo, en medio de dos de ellos, y el otro en un sillón. Empezaron a hablar mientras no dejaban de desnudarme con la mirada con todo el descaro del mundo. Me sentía incómoda, con esos adolescentes babeando y deseando follarme, y mi hijo disfrutando viendo cómo sufría. –¿Os gusta mi madre, chicos? -Está buenísima. Respondió uno de ellos pasando el brazo por mis hombros. –Cuando le he dicho que veníais a verme se ha vestido así para recibiros, ha dicho que quería ponerse muy guapa y provocativa para vosotros. Mi hijo estaba utilizando una serie de mentiras muy obvias, pero que servían para calentar todavía más el ambiente. Uno de ellos puso una mano sobre mi muslo para ver mi reacción. –Tu madre está tensa, creo que está nerviosa. –Es posible, a lo mejor necesita que la animéis un poco, ¿por qué no la sobáis las tetas?

Y el que tenía a mi derecha me las empezó a magrear con las manos, sacándomelas de la camisa, mientras el de mi izquierda me metía la mano bajo la falda y me acariciaba el coño. –La cabrona no lleva bragas, y está toda mojada. –Claro, os lo dije, es una puta, y está cachonda porque sabe que la vamos a follar hasta reventarla, ¿verdad chicos? –Ya lo creo, dijo el que estaba en el sillón, levantándose y colocándose delante de mi cara; se bajó la bragueta y se sacó la polla. Estaba ya bastante empalmado, y su miembro era realmente grande, para ser un chaval. Me la acercó a la boca y me ordenó que se la chupara. Mi hijo se levantó también y se acercó: -Ya has oído, sé una buena puta y chúpasela. Abrí la boca y se la chupé. Ahora tenía una polla en la boca y mi cuerpo era magreado por los otros dos chicos. Entonces me levantaron y casi en volandas me llevaron a mi habitación y empezaron a desnudarse. Cuando vi los cuatro cuerpos jóvenes desnudos ante mí, sus pollas grandes y ya erectas, empecé a excitarme y gemí de gusto. Mi hijo se acercó y me besó con pasión en la boca para que los otros lo vieran bien, después los demás se fueron acercando poco a poco para seguir sobándome, mientras yo les acariciaba los cuerpos y sus pollas.

–Ojalá mi madre estuviera tan buena como la tuya, la follaría a todas horas. –Sí, igual que la mía, y tan puta. –Bueno, no os preocupéis, mi madre se ha ofrecido a ser vuestra puta, cuando queráis follar con ella no tenéis más que decírmelo o venir aquí directamente y ella se abrirá de piernas para vosotros, ¿verdad, mamá? Yo asentí entre gemidos. Los comentarios de mi hijo les ponían todavía más cachondos, y ya no se cortaban a la hora de llamarme puta o cosas mucho más fuertes, incluso me llamaban mamá o mami, para humillarme más.

Me desnudaron y me echaron en la cama, y se pusieron a mi alrededor. Uno de ellos se tumbó encima de mí y me la clavó en el coño, mientras los otros me sobaban y me acercaban sus pollas a la boca para que las chupara; estaba tan excitado que duró muy poco y se corrió en seguida dentro de mí, e inmediatamente su lugar lo ocupó otro. Pero al poco decidió cambiar de postura, se tumbó boca arriba y yo me monté encima de él, otro se colocó detrás y me penetró el culo. Ahora me follaban el coño y el culo al mismo tiempo y la boca la tenía siempre llena con alguna polla. Nunca me había visto en una situación así, follada por todos mis agujeros, y juro que lo estaba disfrutando. Y ellos también, por supuesto, y disfrutaban insultándome y haciendo comentarios sobre mi marido, que deberíamos dejar que viera cómo me estaban follando para que aprendiera, y cosas así.

Estuvimos así mucho rato. Cuando uno se corría descansaba y su lugar era ocupado por otro; siempre rotaban, de manera que en ningún momento dejaron de follarme, pero a mí empezaba a dolerme todo el cuerpo. Decidieron hacer una pausa para fumar y coger unas cervezas de la cocina, mientras yo me quedaba tumbada, gimiendo y recuperándome, semen goteándome de mis dos agujeros que ya los tenía muy irritados, mi cuerpo reluciente de saliva y semen adolescente. Uno de ellos entró y me vio así:

-Joder, qué puta eres. Yo le sonreí: -¿Os gusta cómo lo estáis pasando? Se acercó y empezó a volcar su cerveza sobre mi cuerpo: -Vamos a venir muchas veces por aquí para follarte, hija de puta, y diciendo esto se echó cerveza en la polla para que se la chupara.

Volvieron todos y siguieron follándome, con fuerza, haciéndome gritar de placer y dolor, hasta que ya no pudieron más. Se había corrido cada uno dos, tres veces en mi cuerpo, y yo había perdido la cuenta de las veces que yo también me había corrido. Estábamos todos exhaustos, sudando y jadeando, tenía el cuerpo lleno de semen, por dentro y por fuera, y me dolía todo. Se levantaron y fueron a por más cervezas, me trajeron una que tuve que beber, aunque no me apetecía. Les dije que tenía que ir un momento al baño. Cuando estaba saliendo de la habitación uno de ellos me agarró: -¿Vas a mear? ¿Por qué ir hasta el baño? Hazlo aquí. De repente todos se animaron y empezaron a jalearme para que orinara allí mismo en el suelo. Me agaché, me puse de cuclillas, y empecé a soltar mi chorro. Ellos me miraban fascinados y lujuriosos, incluso mi hijo, mientras yo soltaba mi chorro de pis sobre el suelo, salpicándome los pies y las piernas.

Entonces uno se acercó, dijo que viéndome y por las cervezas a él también le habían entrado ganas de mear, y empezó a orinarme encima. Yo solté un grito, pero los demás vinieron corriendo y se pusieron también a mearme, gritándome que abriera la boca. La abrí y recibí sus meados en mi boca y por todo mi cuerpo, me entraron arcadas pero aguanté. Cuando terminaron me dejaron bañada y chorreando sobre un charco de meados. No quería ni moverme. Ellos se fueron lavando y vistiendo poco a poco, y cuando estuvieron listos me dijeron que había sido un placer follar con una puta como yo, dieron las gracias a mi hijo y se fueron.

Mi hijo se acercó: -Lo has hecho muy bien, mamá. ¿Te ha gustado? Le dije que sí, que lo había disfrutado todo muchísimo. Me dijo que fuera a lavarme, que el limpiaría la habitación. Cuando terminé de bañarme y me sentí bien limpia ya era de noche, comimos algo y me acosté con mi hijo. Pasamos la noche juntos, abrazados, besándonos, como amantes, como hijo y puta.