La puta de mi propio hijo (3)
Por fin mi hijo consiguió juntarnos a su tía y a mí en la misma cama.
Al día siguiente fui a casa de la tía. Siempre la llamamos así, es la hermana de mi marido y es sólo dos o tres años menor que yo. Ha tenido ya cuatro hijos, y eso se nota, pero aún así, se conserva estupenda. Es alta, con grandes caderas y unos pechos estupendos, bastante grandes, aunque ya no demasiado firmes; lleva el pelo muy corto y moreno y siempre me ha resultado muy atractiva. Nos llevamos muy bien, y siempre nos hemos juntado para ir de compras o a tomar café, e incluso hemos salido con más amigas o las dos solas alguna noche a una discoteca. Una noche en su casa, está divorciada y sus hijos viven fuera de casa, no sé cómo empezó, quizá fue el alcohol que habíamos tomado, pero el caso es que empezamos a acariciarnos, las caricias llevaron a los besos, y acabamos la dos desnudas en su cama. Al día siguiente ninguna de las dos se arrepintió de lo que habíamos hecho, no era amor, sólo sexo, y decidimos repetirlo siempre que quisiéramos o pudiéramos, sin ningún complejo.
En mi casa lo hemos hecho alguna vez, pero siempre segura de que no había nadie y teníamos tiempo de sobra. Mi hijo me reveló que nos había visto acariciándonos y besándonos, debió ser algún día que creí que estaba en su habitación y no nos vería. Pero nos vio, nos espió, y ahora me había pedido, me había ordenado, que la convenciera para acostarnos los tres juntos.
Me senté junto a la tía y le expliqué lo que estaba pasando entre nosotros dos; creí que se escandalizaría, pero en su lugar noté cómo se excitaba por momentos, según la contaba cómo mi hijo me follaba cuando le apetecía. Cuando le sugerí si le gustaría unirse a nosotros y le dije que mi hijo lo había pedido, me dijo que hacía mucho que le atraía mi hijo, pero que nunca había intentado nada con él por respeto a mí, así que accedió encantada y excitadísima a hacer el trío.
Mi marido se fue al mediodía a su viaje de negocios, no volvería hasta el día siguiente. Por la tarde mi hijo me dijo que me pusiera un vestido de tirantes exageradamente corto que tengo y muy fino; mis pechos casi se salían fuera y la parte de abajo apenas tapaba nada; por supuesto me prohibió llevar ropa interior, quería que recibiera así a la tía. Cuando llegó abrí la puerta y me saludó con una sonrisa, diciéndome excitada que parecía un putón; ella llevaba una camisa, falda y tacones. Pasamos al salón y allí la saludó mi hijo. Se acercó y la besó en la boca con pasión mientras la sobaba el culo con una mano. La tía le devolvió el beso encantada, como si lo hubieran hecho siempre. Se separó y nos dijo que nos acercáramos, quería ver cómo nos acariciábamos; nos empezamos a acariciar los pechos, sintiendo la excitación crecer poco a poco dentro de nosotras. Nos dijo que nos besáramos. No tuvo que repetirlo, lo hicimos con gusto, acercando nuestras bocas y sacando las lenguas para rozarlas. Mi hijo estaba excitadísimo, viendo cómo su propia madre y su tía se magreaban y se besaban con lujuria delante de él. Nos dijo que éramos unas putas, y mi tía le miró sonriendo sin dejar de besarme y sobarme. Mi hijo se acercó sin poder contenerse más y se unió a nosotras, acariciando nuestros culos y uniendo su lengua a la nuestra. Me sacó las tetas fuera del vestido y las apretó y sujetó para que la tía las chupara, mientras me besaba en la boca y me preguntaba si lo disfrutaba. Yo estaba como loca de placer, y acepté sin reparos que me llamara puta y zorra, e incluso que me escupiera en las tetas y en la cara, para que su tía lo lamiera.
Estuvimos así un buen rato, hasta que estuvimos completamente desnudas. Entonces nos llevó a la cama, a la mía, a la que compartía con su padre, y allí nos tumbamos y seguimos acariciándonos mientras él se desnudaba. Se acercó a nosotras y le hizo a su tía que se la chupara, luego me agarró del pelo y me unió a ella. Se la chupamos entre las dos, uniendo nuestras lenguas a la vez. Entonces me dijo que quería ver cómo una puta como yo le comía el coño a otra puta; le abrí las piernas a su tía y se lo chupé, arrancándola gemidos, mientras mi hijo la follaba la boca. La agarraba de la cabeza y la sujetaba con su polla totalmente dentro de la boca, hasta que la daban arcadas y parecía que se iba a ahogar. Entonces la soltaba y mi tía babeaba y escupía saliva, lo repitió varias veces y yo me asusté al ver cómo la tía se atragantaba y le daban náuseas, pero cuando la liberaba le miraba sonriendo con lujuria; lo estaba disfrutando. Yo nunca había follado de una manera tan violenta, y era mi propio hijo el que me lo estaba enseñando. Vio mi cara de curiosidad: -Tú también quieres probar, ¿verdad perra? Y me metió la polla en la boca y me hizo lo mismo que a su tía, mientras esta me comía el coño. Fue horrible y excitante a la vez. Un par de veces creí que me ahogaba de verdad, me agitaba con violencia para que me soltara, pero eso lo único que conseguía era excitarle todavía más, hasta que me soltaba cuando él decidía. Cuando terminó yo tenía la cara roja y congestionada, y se me habían saltado las lágrimas por las arcadas. Él me besó en la boca: -Lo has hecho muy bien, mamá, como una buena puta.
Me dejó que descansara mientras su tía seguía comiéndome el coño, y se colocó detrás de ella y de un solo golpe se la clavó en su coño. La tía soltó un grito y empezó a jadear de placer mientras mi hijo la follaba y me miraba a los ojos con lujuria; la tenía agarrada con fuerza de las caderas y la daba unas culadas tremendas. Yo cambié de postura y empecé a besarla y comerla las tetas, mientras mi hijo cambió de agujero y se la metió en el culo. La tía ya no podía controlarse, gritando salvajemente, y pidiéndole a mi hijo que la reventara; mi hijo la llamaba hija de puta, zorra, y mil cosas más, y yo la pajeaba con furia su coño con los dedos, hasta que se corrió en mi mano, se la hice chupar, y se los metí otra vez, al poco volvió a correrse, y mi hijo, gritando, se corrió también, llenándola el culo de semen. Me agarró y me puso detrás de su tía para que la lamiera el culo y la chupara todo su semen. La tía gemía por el esfuerzo y el placer, yo me llenaba la boca de semen y del aroma de su culo y mi hijo nos contemplaba descansando y acariciándose la polla.
Seguimos acariciándonos y besándonos, esperando que mi hijo se recuperara, cosa que tardó muy poco, pues es muy joven, hace ejercicio y la visión de su madre y su tía desnudas besándose le calentaron en un momento. Se acercó a nosotras con la polla otra vez tiesa y nos mezclamos los tres en caricias y besos; era difícil saber dónde empezaba un cuerpo y dónde terminaba otro. Se tumbó encima de su tía y la folló, mientras yo la besaba y besaba a mi hijo; luego me agarró a mí y me folló. Nos penetraba a las dos alternativamente. -Os gusta mi polla, ¿eh putas? ¿Os gusta cómo os follo? Así seguimos durante un buen rato, hasta que no pudo aguantar más y nos dijo que nos colocáramos de rodillas muy juntas y él se colocó de pie sobre la cama; nos dijo que abriéramos bien las bocas y empezó a machacársela con furia encima de nosotras y entre espasmos y jadeos incontrolables nos echó chorro tras chorro sobre nuestras caras y bocas. Cuando paró nos ordenó en seguida que nos besáramos. Nuestras bocas estaban llenas de semen caliente y viscoso, que se mezclaba con nuestra saliva y nos tragábamos. La tía se separó y lamió el semen que goteaba por mi cara y mis tetas y me volvió a besar para que me lo tragara todo; luego yo hice lo mismo con ella.
Pasamos toda la noche los tres juntos en la cama, durmiendo a ratos y follando el resto del tiempo. Ahora éramos dos las putas de mi hijo, y las dos estábamos encantadas de ser sus putas.