La puta de mi propio hijo (13)

Pillados follando en mi despacho.

Algo había cambiado en mi hijo. Algo había pasado durante su estancia en el extranjero. Se había vuelto más cruel, más salvaje, más degenerado que nunca. Me había convertido en su puta con todas las consecuencias, y estaba dispuesto a cumplir todas sus perversiones conmigo. Se estaba volviendo cada vez más degenerado y yo ya sólo era algo con lo que experimentar y con lo que llevar hasta el límite sus perversas fantasías, como el día que me hizo follar con un perro. Me di cuenta de que ya no le importaban las consecuencias de sus actos, y eso empezó a preocuparme mucho, pero mi dependencia sexual hacia él era tan grande que me era imposible revelarme, y sólo temía cómo acabaría todo aquello.

Cada vez le importaba menos que pudieran vernos besándonos o tocándonos en público, como si ya sólo hubiera una cosa en el mundo que le excitara: el riesgo de que nos descubrieran. Y entonces los acontecimientos empezaron a precipitarse con una gran rapidez.

Recuerdo perfectamente, como si hubiera sido ayer mismo, el día en que mi hijo se volvió completamente loco; todo lo que le había permitido hacer conmigo, convertirme en su fiel y sumisa puta para que practicara conmigo todas sus perversiones, le acabó desbordando, la realidad y sus consecuencias dejaron de tener sentido para nosotros y yo me vi arrastrada a su locura.

Todo empezó un jueves por la mañana. Mi hijo se presentó en mi trabajo sin avisar, como era su costumbre desde que me convertí en su puta. Ya he contado alguna vez cómo le gustaba presentarse en mi despacho y follarme, con el riesgo y el morbo de que mi secretaria o cualquier compañero pudieran descubrirnos. Pero eran precisamente ese riesgo y ese morbo lo que nos volvía locos a los dos, y lo que nos hacía arriesgarnos en situaciones cada vez más y más comprometidas. Todos en mi oficina le conocían y le consideraban el más educado y simpático de los hijos. Era una de las cualidades de mi hijo: un modelo de conducta con los extraños y un degenerado en la intimidad conmigo.

Ese día entró en mi despacho como otras veces, tras saludar a mi secretaria, y cerró la puerta. Rodeó mi mesa y se acercó a mi asiento para comprobar que no llevara ropa interior. Satisfecho se sentó en mi mesa, justo delante de mí. Mi despacho tiene unos grandes ventanales justo detrás de mi silla, con la vista de otros edificios de oficinas.

-Desnúdate, mamá.

Esa vez no podíamos hacerlo, había una reunión programada para un rato después justo allí en mi despacho, y aparte, en cualquier momento podía entrar alguien para consultar algo. Se lo expliqué, intenté razonar con él, pero me miró con sus profundos ojos de hielo y me habló con una voz más seria, casi irritada.

-¡Desnúdate, puta!

Lentamente me levanté y me quité la blusa, mostrándole mis grandes pechos. Amasó con las manos mis pezones hasta ponerlos duros.

-¿Es que no me deseas, zorra?

-Sabes que sí, mi vida, pero puede entrar alguien en cualquier momento, compréndelo, esta noche dejaré a tu padre durmiendo e iré a tu cama y haremos todo lo que tú quieras, pero ahora no, por favor.

-¡He dicho que te desnudes, puta, no te lo repetiré!

Su tono me dejó helada, siempre me había tratado como a una puta, y me encantaba, pero esta vez me hablaba diferente, y casi me dio miedo, pero no pude resistirme, y me quité la falda y los zapatos, quedando desnuda de espaldas al ventanal y a las cientos de ventanas de los edificios enfrente. Él se había desabrochado el pantalón y había sacado su maravillosa polla, que ya estaba casi erecta.

-Ahora agáchate y haz lo que mejor sabes hacer, puta.

Me agaché, poniéndome de cuclillas y le empecé a chupar la polla. Ya no había solución, estaba desnuda, en mi despacho, a los pies de mi hijo mamándole la polla, en un día normal de trabajo, por la mañana, con la oficina frenética de empleados y directivos, y ya no podía pensar en las terribles consecuencias de que alguien abriera la puerta, sólo tenía ojos para la polla que estaba chupando con gula. En ese momento la puerta se abrió y se asomó mi secretaria. La puerta de mi despacho está situada justo enfrente de mi mesa y del ventanal, y por lo tanto el cuerpo de mi hijo tapaba mi silla y mi cuerpo, que además quedaba oculto bajo mi escritorio. Mi secretaria, una mujer de más de 50 años, que llevaba casi toda su vida trabajando para mí, y que apreciaba muchísimo a mi hijo, se quedó extrañada al ver a mi hijo sentado en mi mesa del cual sólo veía su espalda.

-Perdón, yo… eh, creía…creía que tu madre estaba aquí, no… no la he visto salir.

Mi hijo apoyó las manos en mi cabeza para asegurarse de que se la seguía chupando y giró el cuello para mirar a mi secretaria, sin dejar de gemir y suspirar para que la mujer pudiera imaginar perfectamente lo que estaba pasando allí.

-Está aquí…mmmm…pero ahora no puede atenderte…mmmm…tiene algo más importante entre manos…vuelve dentro de un rato.

-Pero la…la reunión, …oh Dios mío

Y se fue cerrando la puerta. Me hijo me sonrió burlonamente como suele hacer siempre que disfruta de una situación peligrosa.

-Tú sigue chupando, puta, ¡no pares!

Pocos segundos después se corrió en mi boca, me agarró del pelo para separarme de él y me dijo que abriera la boca para recibir su leche; se masturbó hasta que los chorros salieron disparados hacia mi boca. Tras tragar todo su semen le pedí que por favor dejáramos ya todo aquello, que no podíamos tentar más a la suerte.

-Ya ha entrado mi secretaria, y me costará un mundo inventar una explicación convincente para que entienda por qué estaba agachada bajo la mesa y tú gemías, por favor, no nos arriesguemos más.

Se bajó de la mesa con la polla colgando y goteando, me agarró por los hombros y me besó la boca con fuerza y lujuria.

-Me vuelves loco, mamá, quiero follarte aquí y ahora, y me importa una mierda que nos pillen.

-No hijo…no, esta noche lo que sea, pero no ahora

Me llevó a un lado de la mesa y doblando mi cintura me echó sobre ella boca arriba, separando mis piernas y se puso a recorrer mis agujeros con sus dedos. Me metía los dedos en mi coño, los pasaba por la raja de mi culo, metiéndomelos en el ano; de nuevo en mi coño, separando los labios, buscando mi clítoris, y provocándome suspiros pese a la agonía que sentía por la situación en la que estábamos.

-Estás muy mojada, mamá… yo tengo lo que necesitas, mi puta.

Empezó a frotar la polla contra la entrada de mi coño, y la noté dura otra vez, pero era demasiado pronto, y pensé que eso y su estado frenético se deberían a alguna droga que habría tomado antes de venir a mi despacho. Apuntó a mi coño y me la metió. En seguida la tuvo toda dentro de mí y empezó a moverse rápidamente, follándome de forma violenta, jadeando exageradamente.

-¿Te gusta, puta?, ¿te gusta cómo te folla tu hijo, hija de la gran puta?

Me dejé llevar por su locura y los dos nos agitamos violentamente, jadeando y gimiendo; me cogía del pelo y tiraba de él con fuerza; yo babeaba, sintiendo su polla entrar y salir a un ritmo vertiginoso.

-¡Vamos..vamos!, ¡fóllame, cabrón!, ¡fóllame!

Me corrí gritando y dando manotazos a todos los folios, carpetas y objetos que había sobre mi mesa, y esparciéndolos por el suelo. Tenía el coño empapado de mis propios jugos y mi hijo seguía follándome salvajemente, aguantando todo lo posible antes de correrse. Y entonces la puerta se abrió de nuevo. Un grupo de ejecutivos que venían hablando entre ellos y a los que mi secretaria había abierto la puerta para la reunión que debía celebrarse en mi despacho se quedaron mudos de golpe, contemplando la escena que tenían delante. Su compañera, la seria y formal directora de uno de los departamentos más importantes de la empresa, desnuda, jadeando y gritando como una perra en celo, y follada por un chico joven, que muchos sabían que era su hijo y los demás se enterarían muy pronto, con los pantalones por los tobillos y gritándola puta. Mi hijo les miró sonriendo y empapado de sudor, sin dejar de empujar y entre jadeos les dijo:

-Ahora está reunida, no puede atenderos…pero cuando acabe con esta puta es toda vuestra.

El grupo, incluida mi secretaria, miraban estupefactos, sin saber qué hacer o decir. Cerraron la puerta y nos dejaron solos. El morbo de haber sido pillados le provocó a mi hijo el orgasmo más violento y salvaje de su vida, dio un aullido terrible y me inundó el coño de semen. Siguió empujando hasta que no quedó una sola gota de leche dentro de su cuerpo, y toda quedó dentro de mí. Fue quizá el polvo más salvaje de mi vida. Mi hijo se separó de mí casi tambaleándose, yo no podía ni moverme, me temblaban las piernas.

-Joder, puta…joder… ¡Dios, qué polvazo!

Me di la vuelta como pude y me eché sobre él para comerle a besos y lamer su sudor.

-Me has echado el polvo más grande de mi vida, mi amor, aún me tiemblan las piernas

Me apartó y se subió los pantalones, cogió mi blusa del suelo y se secó el sudor y se limpió la polla con ella, tirándola de nuevo al suelo.

-Bueno, puta, te veo esta tarde en casa…saluda a tus compañeros de mi parte.

Abrió la puerta y salió de mi despacho, dejándome allí desnuda, sudorosa, y empezando a tomar conciencia de lo que había pasado, viendo todo lo que había sobre mi mesa tirado por el suelo, mi ropa tirada, todas las ventanas de los edificios de enfrente en las que trabajaban miles de personas y desde las que se veía perfectamente el interior de mi despacho, y oí a mi hijo al salir.

-Bueeeno, ya hemos acabado… mi madre y yo estamos muy unidos, ya lo sabéis, ¿verdad? Bueno, ya podéis tener esa reunión, aunque no sé si mi madre estará para muchas reuniones ahora mismo..jajaja.