La puta de mi propio hijo (1)

Mi hijo se metió una noche en mi cama y me folló; desde entonces nuestra relació cambió totalmente.

Tengo 46 años y estoy casada, aunque no felizmente, pues hace tiempo que mi marido perdió el interés por mí. Y no es porque sea fea o mi cuerpo no sea atractivo, al contrario, pero mi marido sospecho que prefiere chicas jovencitas, estoy segura, hay secretarias muy monas y jóvenes en su empresa. Me considero bastante atractiva para mi edad, soy rubia, alta, tengo piernas largas, y aunque mis caderas empiezan a estar un poco anchas, mis pechos son bastante grandes, aunque ya no tan firmes como los de una jovencita. Me gusta vestir elegante, con clase, y reconozco que los hombres me siguen mirando interesados.

Pero me aburro, mi marido ya solo me hace el amor de vez en cuando y de manera muy mecánica y rutinaria, y yo necesitaba algo, un cambio, nuevas experiencias. Por eso acepté con gusto, aunque con reparos, lo que me pasó una noche.

Tenemos un hijo adolescente. Es muy guapo, un poco más bajo que yo, y hace mucho deporte, así que su cuerpo está muy bien formado, tiene la piel suave y con muy poco pelo. Yo nunca me había fijado en el de otra manera más que para admirarlo como hijo mío, por supuesto, pero qué poco sospechaba que él a mí si me miraba de manera diferente a como un hijo casto miraría a su madre. Después me contaría muchas cosas que relataré en su momento.

Todo empezó una noche. Mi marido no estaba en casa, había salido de la ciudad para una reunión importante y pasaría la noche fuera. Vi la tele con mi hijo, sentados en el sofá, sin ser consciente de cómo miraba de reojo mi cuerpo. Yo llevaba solo un camisón, pues me pensaba ir a la cama en breve, y como digo, no era consciente de cómo mi hijo miraba de reojo mis piernas, mi escote. Dicen que una madre se da cuenta de estas cosas, pero yo era totalmente ignorante de los sentimientos de mi hijo hacia mí. Le di dos besos como siempre y me fui a acostar. Debería haberme dado cuenta del tremendo bulto que asomaba bajo su pantalón, pero no lo hice.

Me desperté de golpe. La habitación estaba oscura, no sabía qué hora era, pero algo me había despertado. Entonces noté una presencia en la habitación y una mano acariciándome el culo. Hacía calor y no me había tapado con las sábanas y mi camisón se había subido mostrando mi culo y mis bragas metidas un poco dentro de la raja. Me quedé inmóvil, casi sin respirar, era mi hijo, mi propio hijo estaba acariciándome el culo, no me lo podía creer. Reaccioné y me di la vuelta escandalizada, dispuesta a gritarle, y le vi de rodillas en la cama, junto a mí, completamente desnudo y con su polla en la mano. No sé qué me pasó, no le grité ni le dije nada, me quedé contemplando su cuerpo con una mezcla de sensaciones. Él se tumbó junto a mí y acercó su cara a la mía. Su mano empezó a acariciar mis pechos. "No, hijo, por favor, no hagas esto", le dije angustiada. "Te deseo, mamá". "Vete ahora mismo y olvidaré lo que ha pasado, haremos como si no hubiera pasado nada". Pero mi voz no sonaba tan autoritaria como debería y él lo notó y se aprovechó de eso. Cogió mi mano y la apoyó en su polla. "Esto no está bien, hijo mío, soy tu madre", casi le supliqué, aquello era horrible, no podíamos hacer eso, pero inconcebiblemente mantuve la mano sobre su polla. Era muy grande, suave y estaba caliente. Se arrimó y sus labios rozaron los míos. "Hace mucho que me masturbo pensando en ti", y su lengua empezó a lamer mis labios; sin saber lo que hacía abrí la boca para dejar pasar su lengua y me besó con lujuria. Sus manos tocaban todo mi cuerpo, mis pechos, mi raja. Mi mano seguía apretando su polla, dura y tiesa y enorme. "Chúpamela", me susurró, "sé que lo estás deseando". Le dije que no podía hacer eso, que esto estaba yendo demasiado lejos, pero él insistía, y yo cada vez tenía menos fuerzas para resistirme. Aquella situación superaba cualquier fantasía que hubiera tenido en los últimos tiempos. Mi cabeza era un caos de sensaciones y sentimientos: por un lado era mi propio hijo quien estaba desnudo en mi cama, acariciando mi cuerpo, era incesto, era un pecado, pero por otro lado su cuerpo era maravilloso y yo estaba muy excitada. Sin pensarlo más me dejé guiar por sus manos y apoyé mi boca en su miembro, la abrí, y empecé a chuparlo.

Mi hijo estaba excitadísimo, y me contó cómo me deseaba desde hacía mucho tiempo, cómo me miraba de reojo el cuerpo en casa a todas horas, cómo se encerraba en su habitación o en el baño para masturbarse pensando en mí, cómo me espiaba a escondidas para verme desnuda cuando me cambiaba de ropa o me duchaba, cómo me había cogido ropa interior que guardaba en su habitación para masturbarse con ella, medias y bragas. Me decía todo esto cada vez más excitado, y a mí empezó a excitarme también y cuando sus dedos se introdujeron en mi coño y me masturbaron dejó de importarme y preocuparme todo, solo quería sentir placer. Me corrí en sus dedos, ahogando gemidos de placer al tener su polla en mi boca. "¿Te gusta, puta?" me sorprendió mucho que me llamara de esa manera, pero lo achaqué a la excitación. "¡Me voy a correr, me corro, trágatelo todo, puta!". Y me soltó su leche, caliente, espesa, un río entero me llenó la boca. Cuando pararon sus convulsiones me limpié un poco la boca y me tumbé a su lado. "Tienes una boca increíble, mamá". "Lo que hemos hecho hoy no podemos repetirlo nunca más, será nuestro pequeño secreto, y haremos como si no hubiera pasado nada, ¿de acuerdo cariño?" "Reconoce que te ha gustado mi polla" "Sí, pero…" "Te ha gustado mi leche, ¿verdad, puta?". "¡No puedes llamarme así, soy tu madre!" "A partir de ahora serás algo más que mi madre", y se levantó para irse. "Te espero mañana por la noche en mi habitación", y se fue.

Me quedé toda la noche despierta, dándole vueltas a lo que había pasado, llena de sentimientos contrapuestos de culpa y satisfacción; además siempre había considerado a mi hijo dulce y amable, pero ahora me daba cuenta que con una mujer era dominante y duro; claro, que hasta ahora nunca había pensado en mi hijo follando con una mujer; me había presentado a alguna novia suya, pero no había pensado en cómo follaría. Su rudeza me excitó.

Al día siguiente nos comportamos normalmente, él se fue pronto y nos vimos poco. Vino mi marido. Por la noche nos acostamos como siempre. Estaba muy angustiada, no sabía qué hacer. Cuando oí que mi marido dormía, no resistí más, me levanté sin hacer ruido y fui a la habitación de mi hijo. Entré, cerré la puerta y me metí en su cama. "Sabía que vendrías, mamá, como una puta en busca de rabo". Nos abrazamos y nos besamos, mientras sus manos tocaban con avidez todo mi cuerpo. Me metió los dedos en el coño para mojármelo y preparármelo, se agachó y continuó con su lengua. Lo hacía de maravilla, me pregunté dónde habría aprendido a satisfacer a una mujer de esa manera, siendo tan joven. Cuando decidió que era suficiente, se tumbó encima de mí y de un solo golpe me la clavó. Ahogué un grito de placer, y me dejé follar por mi hijo. Me folló con fuerza, casi con violencia, como hacía años que nadie me follaba. La cama crujía, y me asusté de que el ruido y nuestros jadeos pudieran despertar a su padre, pero ya nada podía detenerme, estaba fuera de mí, loca de excitación, oyendo cómo mi hijo me llamaba puta y me preguntaba si me gustaba, y que se lo dijera, y que le dijera que me follara, alto, más alto. Al final, entre jadeos incontrolados y convulsiones se corrió dentro de mí, llenando mi coño con su semen. Era el mejor polvo que me habían echado en años. Se tumbó a mi lado sudando y jadeando, me apretó con fuerza un pecho y me dijo: "A partir de ahora vas a ser mi puta, ¿me oyes?" "Sí…sí…", yo estaba demasiado satisfecha y excitada para negarme a lo que él quería. "A partir de hoy vas a estar en casa siempre sin ropa interior para que pueda meterte mano y follarte siempre que quiera. Y papá no sabrá nunca nada de esto, serás su mujer y mi puta." Yo asentía, loca de excitación, sin darme cuenta ni pensar en las consecuencias de esta situación. "Tengo muchos planes para ti, ¿sabes? Tengo amigos que están deseando follarte" "¿Qué? ¿Tus amigos?", pregunté escandalizada. "Sí, los voy a traer a casa para que te follen. Y ya hablaremos de la tía, sé lo que hacías con ella y estoy deseando follaros a las dos juntas". Dios mío, ese era mi gran secreto, y lo sabía, sabía que en un par de ocasiones me había tocado y acariciado con su tía, nos debió ver a escondidas alguna de esas veces. Vio mi cara de horror ante todo lo que me decía, y eso le excitó más si cabe, se arrimó y me besó en la boca.

Al final me levanté para volver a mi habitación; él se levantó y se acercó; me agarró el culo con fuerza y me susurró: "Recuerda, ahora eres mi puta".

Volví a mi habitación, a mi cama, donde mi marido seguía durmiendo y me acosté horrorizada, escandalizada, y excitada.

(Dedicado a A. Betancourt, la inspiración de este relato)