La puta de mi marido, Yo (01)

De como se nos dieron las cosas, hasta que llegué a ser la puta de mi marido

LA PUTA DE MI MARIDO, YO

1ra Parte

Por asuntos de trabajo, mi marido estaría casi tres meses fuera de la casa. Cuando lo llamaron de la gerencia para informarle de la asistencia que requerían de su trabajo, en la sucursal al norte del país, en la cordillera, dudó, pues estaríamos alejados sin vernos, por todo ese tiempo y aunque la remuneración por ese período sería mas del doble, pidió tiempo para conversarlo conmigo. En cuanto me lo contó, me opuse. No estaba dispuesta a estar sola todo ese tiempo, mas todavía, cuando llevábamos casados tan solo cuatro meses. Tal vez la embarré, ya que por oponerme tan abruptamente, sin darme cuenta, lo obligué a que , para que yo entendiera, me diera argumentos que invalidaban mi postura. Voy contigo entonces, pero era imposible, mi marido es mecánico industrial y trabaja para una minera y la asistencia que tenía que realizar, era al interior de la mina, en la cordillera de los andes y tan al norte de Chile, casi en la frontera con Bolivia y en un campamento sin las comodidades de una casa en la gran ciudad, además que sería la única mujer. Recuerden que los mineros no dejan entrar a las mujeres a las minas.

Sabía que no podía oponerme, por lo que de consuelo solo me quedaba las conversaciones que podríamos tener vía Camweb por Internet en las noches. Acepto, le dije, con una condición, que saquemos un molde de tu miembro en látex, para que al menos pueda satisfacerme. Cerramos el trato.

Los siguientes días, antes del lunes de su partida visitamos una empresa que fabrica partes del cuerpo para los lisiados y aunque no era primera vez que tenían una solicitud de este tipo, causo algo de extrañeza nuestro pedido. Entramos a una pieza donde había una camilla con un espacio al medio y mi marido se tendió boca abajo con su miembro colgando y nos dejaron solos para que se excitara y cuando estuviera listo, avisábamos, entraban con un molde de látex sin cuajar, introducía su miembro totalmente erecto en el recipiente y en un par de segundos, tenía el molde para hacer el vaciado del increíble sexo de mi hombre.

Para calentarlo hice lo que mas le gustaba, pajearme con las piernas lo mas a los hombros posible y con los dedos de una mano en mi chuchita y los dedos de la otra mano por mi agujero, jugar por fuera mientras me dilataba, para luego buscar el orgasmo con los dedos lo mas adentro posible. Como era una ocasión tan especial para mi, pues quería que lo tuviera lo mas grande posible, para calentar a Jorge al máximo, me lubrique los dedos y las manos y luego mis partes intimas, que de tan solo hacerlo, tuve un orgasmo casi instantáneo, lo que me envalentono y para el siguiente orgasmo, tenia la mano completa en mi vagina, que siempre es grande, abierta, de labios generosos, de un clítoris abultado y con la otra mano, exceptuando el pulgar, metidos los otros cuatro dedos en mi hoyito. Fue cuando avisó Jorge y al instante entraron con el recipiente y le sacaron el molde. Salió la encargada y mi marido se acerca y me mete su tremendo y erecto miembro por el chico, para tan solo en un para de bombeadas, alcanzar el orgasmo juntos.

Esta escena será la que recordaré para mis estímulos cuando estés en el norte. Siguió Jorge con el mete y saca, mientras yo obtenía otro largo y exquisito orgasmo moviendo como loca mi mano dentro de mi sexo.

No sabía que me entraba la mano entera, le dije y con un poco de empeño mas, también me entra la otra mano por atrás.

Te gustó Tery?, me pregunto y le dije que había sido el orgasmo mas intenso de mi vida. Así será como te recuerde, me dijo, para cuando me masturbe pensando en ti.

Nos vestimos, pero yo sin mis calzones, ya que con ellos me limpié el aceite de mi sexo y de las manos antes de pasar a lavarme.

Esa tarde, mientras esperábamos que el molde estuviera listo, nos fuimos al centro a comer algo y hacer hora para volver a buscar "mi pico" como ya le llamaba. Así, caminado con mi corto vestido blanco agitado por la brisa de esa tarde de verano, sin mi colaless y sin sostenes (rara vez los ocupaba), sabiendo que en dos días mas Jorge se iba por interminables tres meses, le dije que estaba tan caliente, que el andar sin calzones me producía un cosquilleo tan sensual, que casi quería que todo el mundo supiera que andaba con mi sexo al aire libre. Estoy tan caliente que lo único que voy a hacer hasta que te vayas, es sexo contigo, acabar tantas veces como me sea posible, anticipando todas esas noches en que no te tendré y mi marido tan tierno y amoroso, con la mano que abrasaba mi cintura, subió la falda del vestido y mirándonos en el relejo de un escaparate, parte de mis nalgas se las mostraba al mundo. Lo apreté con fuerza y le dije, "estoy acabando" y Jorge me beso la nuca diciéndome "te amo". Nos fuimos a comer una pizza y a la hora acordada, Jorge bajo del auto a buscar "mi pico" y nos fuimos a casa.

No pude aguantarme y abrí la caja y lo sostuve entre mis manos. Era enorme, liso, brillante, blando pero rígido y sus venas marcadas le daban una sensación de realidad casi perfecta. Sus medias bolas eran un poco mas duras y rugosas pero complementaban el instrumento para que se sostuviera por si solo, para poder galoparlo. Me abrí de piernas y con lo mojada que estaba, me entró de un viaje y mi orgasmo fue al mismo tiempo que me entraba. Jorge me tocaba mis redondas pechugas, mientras me incitaba a un segundo orgasmo. Luego cerré mis piernas y con mi pico adentro, llegamos a casa.

Si no fuera tan abierta podría mantenerlo adentro cuando camino, le dije mientras nos bajábamos del auto y entrábamos a la casa. Tal vez habría que hacerle unas correas tipo arnés para que no se te salga, me dijo. Buena idea mi amor, le respondí. Entrando a casa me desnudé y me tire en el sofá a probar mi nueva adquisición, Jorge fue al taller en busca de material para hacer el arnés. Me lo metí lo mas adentro que pude, empujándolo con todas mis fuerzas, quería que entrara hasta el tope, hasta las bolas y en un tremendo orgasmo vi como era capaz de metérmelo entero, sentirme toda llena y acabar de un modo nuevo, de un modo hoy descubierto, tal vez por estar muy preparada para gozar y aprovechar las horas que nos quedaban juntos. Después supe que ese cambio mas tenía que ver con lo caliente que era, pero que aun no lo había descubierto en su totalidad, yo diría que con el tiempo me di cuenta que era casi una degenerada, una adicta sexual. Era la puta de mi marido.

Continúa en la parte II/p>