La puta de mi esposa

Relata la amargura de un hombre cuya mujer es una puta. No es, en sentido estricto, un relato erotico, pero su carga sexual es demasiada como para publicarlo en otro sitio.

LA PUTA DE MI ESPOSA

Estoy tirado en el sofá, bebiendo cerveza, y ya van unas cuantas. Son las cuatro de la tarde, creo, tengo la tele apagada y lo único que hago desde que me he levantado es beber. Beber y esperar a que mi mujer salga del lavabo. Lleva como un par de horas ahí metida. Por fin sale, y se planta delante mío, vestida como una puta, como la puta que es, con una minifalda cortísima, botas que le cubren hasta las rodillas, una blusa con un inmenso escote, y una pequeña chaqueta de cuero. Está bastante maquillada, con los labios muy rojos y los ojos repintados. Tiene todo el aspecto de una furcia, y no me corto en decírselo. Ella se ríe, y me contesta que me follen. Se va a hacer de puta, seguro. Sale de casa para mamar pollas que no son la mía. Y le encanta.

  • ¡Al menos, me la puedes chupar a mi primero! ¿no, zorra?

Me sonríe, picara, y se agacha frente a mi entrepierna. Me la acaricia durante un rato, por encima del pantalón, poniendo cara de viciosa, y mirándome directamente a los ojos; me desabrocha la bragueta y me saca la polla, pero está casi flácida.

  • Cariño, no puedo mamar esto, no esta empalmada.

  • ¡Chupa, puta! Haz que se anime.

Por lo menos lo intenta. Se mete mi flacidez en la boca, y la recorre con la lengua, haciendo un trabajo exquisito, como una jodida profesional. Pero ya iban unas cuantas cervezas. Continúa dúrate unos minutos y al final lo deja.

  • ¿Por qué coño paras?

  • Cariño, yo necesito estar con alguien al que se le pueda empalmar, ¿entiendes? - me sonríe, burlona.

  • ¡Cállate, so zorra! -. Cojo una cerveza y se la tiro, pero no consigo acertarle. Ella sigue allí parada, relamiéndose, y mirándome.

  • Menuda mierda de tío estás hecho. Sigue bebiendo, anda, que igual la cerveza acaba en tu polla y se te levanta.

Intento tirarle otra cerveza, pero ya no me quedan fuerzas ni para eso. Me sonríe por última vez, se da la vuelta y se larga, mientras yo miro como se va alejando su culito, que se ve muy bien a pesar de la minifalda. Tiene un hermoso trasero, escultural, y unas tetas de película, pero ni por esas mi polla reacciona. Maldita hija de puta, por qué me has abandonado.

Sigo allí tumbado en el sofá, durante varias horas, bebiendo cerveza, y tirándome eructos. Ahora ya son mas que unas cuantas latas, y lucho contra la gravedad por mantenerme en el sofá, por no caerme redondo al suelo. Pienso sobretodo en mi mujer, en el pedazo de puta en que se ha convertido, y en los tíos que se la estarán follando ahora mismo. Si me quedase algo de dignidad en mis venas la mataría, pero, en lugar de dignidad o de sangre, lo único que recorre mi cuerpo es el alcohol.

Es mi esposa, joder. Soy yo el que debería estar tirándosela. Me la debería de chupar solo a mi, y no a todo el barrio. ¡So puta!. De repente empiezo a llorar, me doy asco, ella me da asco, todo me da asco, excepto la cerveza, que ahora es mi única compañera. Así que ahí sigo, tirado en mi sofá, bebiendo cerveza, abriendo una lata tras otra.

Ahora es de noche, aunque no me he dado cuenta de cómo ha pasado eso. Por fin aparece mi mujer. Se la ve algo cansada, pero eso es normal, ¿no?, después de tanto follar a mis espaldas. Todavía me sonríe, lo odio. Se acerca mi lado y se levanta la minifalda; no lleva nada debajo, solo veo sus pelos púbicos y su coño. También me parece distinguir restos de semen.

  • ¿Has visto que tonta? Me he dejado las bragas por ahí. Creo que se las debo haber regalado a alguien, algún tío al que sí le crecía la polla.

Intento agarrarla, quiero golpearla, quiero darle una paliza, que sufra. Pero lo único que consigo es caerme al suelo. Todo me da vueltas. Y ella encima se ríe, se ríe de mi, tirado en el suelo, bocabajo, con la cara apoyada de lado contra la alfombra. Que bajo he caído, mi esposa es una miserable puta, y yo un puto miserable.

  • Solo he venido a despedirme. No quiero estar más con un capullo como tu. Me dan nauseas tu cerveza y tu polla flácida. Adiós, cariño.

Me sonríe por última vez, se ajusta la minifalda y se da la vuelta; y lo último que veo de ella, antes de cerrar los ojos, son sus tacones alejándose hacia la puerta.