La puta de la seguridad social
Stacie Erickson, trabajadora de las oficinas de la Seguridad Social, no sabía de los peligros que deparaba no contestar educadamente a las peticiones de los ciudadanos
Traducción del relato de Jackpot "Social Security Slut" publicado originalmente en BDSM Library. Espero sepan perdonar los errores que puedan aparecer en la traducción.
LA PUTA DE LA SEGURIDAD SOCIAL
Me veo obligada a contar mi historia. Ahora, que se me permite pensar con claridad, me resulta muy doloroso hacerlo, pero Jackie cree que es mejor así.
Aquel comenzó siendo un día muy duro y mucha gente desfiló por mi oficina. Cuando acabé, se había hecho ya muy tarde y era la única empleada que quedaba en la oficina. Antes de que me olvide, les diré que mi nombre es Stacie Erickson y, antes, trabajaba en una oficina de la Seguridad Social.
Como les iba diciendo, aquella tarde yo estaba a punto de cerrar. Estaba guardando cosas en mi escritorio cuando una mujer negra y otra chicana se acercaron a mi sitio. La negra llevaba un ceñido traje rojo de escasa tela, y su amiga vestía de forma similar pero de un verde iridiscente. Ambas lucían un generoso escote. A primera vista, me parecieron un par de putas.
- Hola, me llamo Jackie y mi amiga María. Nos gustaría sacar las tarjetas del seguro social, si es posible. – me dijo la negra.
- Tendrán que volver otro día. Estoy muy cansada y no puedo atenderlas en este momento. ¿Acaso te crees que es fácil obtener una tarjeta? ¡Estoy cerrando ya! – le grité sin saber que había cometido el peor error de mi vida.
- Bueno, entonces vamos a tener que ayudarle a cerrar a esta puta. ¿Verdad, María? – dijo mientras miraba a su amiga.
- ¿Cómo demonios me has llamado? – dije enfadada.
- Te ha llamado puta, blanquita. – contestó María.
De repente Jackie sacó un cuchillo y lo movió delante de mi cara para, después, clavarlo sobre mi mesa. Me quede aterrorizada, en estado de shock, asustada y callada.
- ¡Vamos!, sienta de una vez tu culito de puta blanca, ¡ya! – gritó Jackie. Me senté.
- Mira, si quieres la tarjeta del seguro puedo hacértela rápidamente. Te lo juro, pero por favor, no me hagas daño. – le dije mirándola con temor.
- ¡Eso no es lo que nos dijiste hace un minuto, perra! – contestó Jackie clavando en mi sus ojos. – Ahora, cállate de una jodida vez. Tu placa pone Sra. Erickson. Bien, Sra. Erickson, ¿Cuándo fue la última vez que te sonaste tu naricita de mierda?
Mientras me hacía esa pregunta me metió los dedos en la nariz sacándolos después rápidamente. Yo no podía creérmelo.
- Así se te aflojaran un poco los mocos, ahora sácatelos con el dedo para nosotras, Sra. Erickson.
- ¿Qué? – dije llorando.
- Ya la oíste. ¡Qué te saques los putos mocos de la nariz, blanquita! – ordenó María.
- ¡Hazlo ya, puta presumida! ¡Sácate los mocos de la nariz! – gritó Jackie.
En ese momento yo estaba muy asustada y empecé a acercar poco a poco mi dedo índice a mi fosa nasal derecha.
- ¡Eso es! Vamos, quiero ver algunos mocos frescos impregnando todo tu dedito. No olvides empujarlo bien adentro, puta.
Empecé a empujar mi dedo dentro de la nariz con fuerza, tratando de recoger todo el moco posible, haciendo algo que jamás hubiese creído posible. ¿Qué estaban haciendo conmigo? Mientras yo me aplicaba a la tarea que me habían encomendado, María había sacado una cámara y se dedicaba a sacar instantáneas del momento.
- Así se hace, perra. Vamos blanquita, sonríe a la cámara.
Yo tenía ya todo el dedo lleno de mocos y gruesas lágrimas resbalaban por mis mejillas.
- Ahora vas a comértelo todo, perra. – dijo Jackie mientras me pinchaba ligeramente con el cuchillo.
Sentía ganas de vomitar, pero lamí mis dedos y la palma de mi mano, limpiando todos los mocos. ¡Dios mío, estaba comiendo mocos! Me sentía humillada, sucia… y los flashes me recordaban que María seguía haciéndome fotos.
- Saca la lengua para mí, Sra. Erickson. – me ordenó Jackie y yo obedecí. – No impresiona demasiado, pero ya te entrenaremos para que lo hagas mucho mejor.
Jackie empezó a acariciar mi lengua con sus dedos, tocándola y estirándola. Tiró de ella sacándola de mi boca tanto como pudo haciéndome bastante daño.
- Ahora imagínate que mi dedo es una gran y jugosa polla. Chúpala, puta. Cómetela, lámela de arriba abajo, ¡chupa perra! – ordenó Jackie mientras seguía jugando con mi lengua. Yo obedecí y comencé a chupar y lamer sus dedos. Ella miró a mi falda rosa mientras lo hacía y se dio cuenta de que la situación me había excitado. Estaba perdiendo el control sobre mi misma mientras esas dos brujas tomaban el control de mi mente y mi cuerpo. Jamás antes me había sentido tan mojada. Incluso mis pezones, bajo mi blusa amarilla y mi sujetador blanco, se habían puesto insoportablemente erectos.
- Ya basta, puta, pero tendrás que mejorar mucho si vas a entrar en mi rebaño.
“¿su rebaño? ¿Qué ha querido decir?” – pensé.
- Ahora, pedazo de mierda blanca, tengo un trabajo importante para ti, puta. ¿Cómo te llamas, perra?
- St… t… acie… – dije en un susurro.
- Bien, Stacie, mi putita, quiero que accedas ahora mismo a toda tu información de tu tarjeta de la seguridad social. ¡Vamos! – ordenó asustándome aun más. ¿Qué pretendía hacer?
- ¡Hazlo ya, perra! Sé que tienes acceso a esa información, así que no me hagas esperar o las cosas empeorarán mucho para ti. – dijo mirándome directamente a los ojos y aterrándome aun más.
Obedecí y en la pantalla de mi ordenador apareció toda la información que sobre mí poseía la seguridad social, todo estaba allí, a la vista de ella.
- Muy bien, mi putita. Bórralo todo. Asegúrate de que no queda ningún rastro de la señora Erickson.
Me quedé helada. No podía hacerlo. Toda mi vida, de repente, pasó ante mí.
- ¡Haz lo que te ha dicho, perra! – gritó María al tiempo que tiraba de mi pelo hacia atrás. Llorando, lo borré todo. Ya, salvo en mi inútil tarjeta de plástico, no quedaba rastro de mi en los archivos de la seguridad social.
- Buena chica – dijo María acariciándome el pelo.
- ¡Ahora saca la puta tarjeta! – gritó Jackie. Tomándola de mi bolso, se la entregué.
- Deliciosa. ¿Verdad que tiene buena pinta? Voy a invitarte, basura blanca. Mírala, debes de estar hambrienta. Vamos, perra, cómetela y trágatela toda, blanquita. ¡Ahora!
Poco a poco me fui poniendo la tarjeta en la boca y empecé a masticar.
- Así, mastícala bien. Mastícala bien para que pueda bajar por tu garganta. Así, puta, trágatela toda.
Me tragué toda la tarjeta, aunque me raspé un poco la garganta al hacerlo. Me había tragado mi propia tarjeta de la seguridad social. En estos instantes era como si jamás hubiese existido para los archivos de la seguridad social. Lloraba y me sentía perdida.
- Bueno, ya sabes lo que se siente al no tener una tarjeta del seguro como nos pasa a nosotras. ¿Quién es tu jefe? – preguntó Jackie.
- El señor Bartel.
- Bueno, ahora voy a hacerte un gran regalo. Le vas a decir a tu jefe que ya no puedes trabajar aquí por haber mentido sobre tu solicitud de la seguridad social ya que nunca la has tenido. Además vas a redactarme un fantástico curriculum y me presentarás como tu sustituta. Una vez que todo se haya resuelto y yo tenga tu puesto y tú estés en la calle, pasados tres días vendrás a la oficina y me solicitarás la tarjeta de la seguridad social. Las tornas han cambiado. ¿Cómo te hace sentir eso, puta? – dijo abofeteándome.
- Venga, mueve ese culo blanco tuyo y haz lo que te diga o las fotos serán vistas en todas partes. Para empezar, haznos las tarjetas de la seguridad social a mi amiga y a mí. ¡Venga ya, perra Stacie!
En poco más de una hora mi vida quedó destruida y me vi convertida en lo que ellas eran. Pronto me convertiría en su pequeña puta, en un jodido juguete para su diversión. Ella sería mi jefa y yo su puta. No tenía tarjeta de la seguridad social y me hizo deshacerme también de mi expediente universitario y de mi diploma de secundaria. Acabé haciendo la calle para ella…
- ¡Folla! – ordenó Jackie.
Es curioso que apenas pueda recordar nada más. ¡Oh, Dios! Mi coño está tan caliente… tengo que tocarme…
- Síí… eso es puta, ahora escúchame bien. Lo próximo que vas a hacer es escribir algo en tu ordenador cien veces sin parar… Bien, señora Erickson, ya sabes quién es ahora aquí la jefa, así que quiero ver en la pantalla “ Yo soy una puta y voy a conseguir mucho dinero haciendo la calle para mi Ama Jackie” . Hazlo, zorra, ¡¡¡cien veces!!! Si te paras aunque solo sea un segundo, voy a abofetear tu estúpida cara, vega, manos a la obra, mi putita blanca.
Resultó increíble lo rápido que podía escribir, aunque al principio, la muy cerda estaba nerviosa.
Yo soy una puta y voy a conseguir mucho dinero haciendo la calle para mi Ama Jackie.
- ¡Más rápido, puta!
Yo soy una puta y voy a conseguir mucho dinero haciendo la calle para mi Ama Jackie.
Yo soy una puta y voy a conseguir mucho dinero haciendo la calle para mi Ama Jackie.
Yo soy una puta y voy a conseguir mucho dinero haciendo la calle para mi Ama Jackie.
Yo soy una puta y voy a conseguir mucho dinero haciendo la calle para mi Ama Jackie…
Lo más extraño de todo fue que después de copiarlo como unas cincuenta veces, Stacie se pegó a la pantalla como si estuviese atrapada por alguna especie de remolino hipnótico. Pude ver como sus ojos se abrían brillantes ante la pantalla mientras cada vez escribía más y más rápido. Poco después ya había acabado. En ese instante supe que sería mía para siempre. Había respondido como una zorra, olvidando quien era en realidad, así que decidí aprovecharme e insertar en su mente algunas frases gatillo, así podría controlar a la puta siempre que quisiese. Esto lo había aprendido de mi hermano Ben, que en la universidad había estudiado toda esa mierda de la psique y la hipnosis.
- ¡Date la vuelta y mírame, puta!
- Ya oíste, blanquita. – dijo María.
- ¡Levántate! Dime, ¿quién eres?
- Yo soy una puta y voy a… - no la dejé terminar.
- ¡Ya basta! Eres mi puta y desde ahora me perteneces, coñito. Soy tu Ama. Dime, ¿quién soy?
- U… usted es… mi… mi Ama.
- ¡Eso es, perra! Ahora, cada vez que diga “folla”, inmediatamente te olvidarás de quien eres y estarás lista para follarte cualquier cosa para mí, pero cuando me oigas decir la palabra “chiquitina” volverás otra vez a la normalidad pero recordarás todo lo que te ha sucedido. ¿Ha quedado todo claro, perra?
- Sí, Ama.
- Bien, “chiquitina” – dije y los vidriosos ojos de Stacie volvieron de nuevo a la normalidad.
- Por favor, por favor, déjame marchar, no voy a decirle nada a nadie, sólo déjame…
- ¡Vete a la mierda, puta! Ahora eres mía. Quítate la blusa y juega con esas tetitas que tienes. María, ten la cámara lista.
- Mi cámara ya está lista para tu perra.
- Vamos a jugar con ellas entonces.
- P… pe… pero, por favor, no… no… - gritó asustada Stacie.
- ¡Ponte a jugar ya con ellas, puta! – dijo María.
Y Stacie obedeció. Se pasaba las manos por encima y alrededor de su blanco sujetador ofreciendo sus tetas como haría una puta en la calle. Se la notaba caliente y húmeda, sin duda sacaría una buena pasta con ella.
- Ahora le toca el turno a tu conejito. Mete las manos bajo tus bragas y acaríciate, siente con tus dedos tu humedad… así… dentro y fuera… córrete como una puta para mí…
- Ahhh, ohhhhhh… ah… por favor, no…, yo… ahhhhhhhh… - decía empezando correrse.
- ¡Estúpida puta blanca de mierda! Jugando delante de nosotras y corriéndote sobre tus dedos. – María se había excitado con el espectáculo.
Saqué de mi bolso un arnés provisto de un largo y grueso dildo negro.
- Está bien ya, señora Engreída y Poderosa, ponte de rodillas y lámelo bien. Haz un buen trabajo. Quiero que lo lamas y chupes como la puta que eres, ¡y sabes que te encanta hacerlo, coñito!
- Oh, no, por favooor… mphhhht… - no dejé que pudiese seguir hablando metiéndole cada vez más adentro el dildo en su boca.
- Chupa, puta, chupa. Lame bien la punta como la mierda blanca que eres… ¡Sonríe, blanquita! – decía María mientras disparaba la cámara.
- Ya basta, puta, ahora siéntate y cuéntale a la gente el resto de tu historia, ya estoy cansada de teclear. Ya puedes recordar, “chiquitina”. ¡Hazlo, perra!
Jackie decidió llevarme de compras para aprovechar mis tarjetas de crédito. Necesitaba, bueno, “trajes de puta”, como a ella le gustaba llamarlos. Nos detuvimos en una tienda de ropa interior sexy y también en una tienda de ropa para adolescentes que tenía muchos conjuntos excitantes. Ella estaba decidida a vestirme como una puta.
- Mi perrita blanca necesita un poco de ayuda. – dijo Jackie dirigiéndose a la dependienta. – Tal vez podrías vestirla de zorra, como a ella le gusta, pero es incapaz de hacerlo por sí misma.
La chica se acercó a mí.
- ¿Es eso cierto, señora? – preguntó extrañada.
Yo sabía que debía obedecer a Jackie. No me encontraba en condiciones de resistirme y estaba muy asustada.
- S… sí, tengo que vestirme de… tengo que ir vestida de zorra… - contesté en un susurro entrecortado.
- Vale entonces, ¡por aquí, puta! – el tono de la dependienta se volvió de pronto en autoritario.
Pronto me hizo poner un vestido demasiado estrecho para mí pero que me hacía mostrar con descaro todo mi cuerpo.
- Con este enseñaras ese culito apretado que tienes. Mírate, ¡pareces toda una puta con él puesto! Te lo vas a comprar junto con todos estos otros. – dijo la chica.
Finalmente, después de tanta humillación, Jackie decidió que teníamos que ir a un sex-shop. Una vez allí me hizo comprar un collar de perro con su correa, un vibrador y un plug anal. De la forma en que iba ahora vestida, encajaba perfectamente en el local.
Sin salir del local, delante de todo el mundo, Jackie bajó mi ropa interior y me introdujo el vibrador en el coño y lo encendió dejándolo allí. Luego me metió el plug en el culo y sujeto ambos aparatos en su sitio colocándome de nuevo la ropa interior.
- Vamos, perra. – dijo tirando de mi correa.
- Mírate, ¿es que acaso no puedes caminar? Puta, parece que llevases el culo y el coño llenos de ladrillos. – dijo echándose a reír para luego dirigirnos a mi apartamento.
En mi propio ordenador me hizo redactar documentos y cartas en los que la recomendaba para mi puesto y en los que yo renunciaba a él. Incluso se quedó con mi piso. Le di todo lo que tenía y ella se guardó mis tarjetas de crédito. Ya no me quedaba nada.
- ¡Ahora ya eres mía, puta! Estás a punto de ver cómo vive la otra mitad de la gente. Recuerda que vas a hacer la calle para mí, así que es mejor que hagas un buen dinero para mí si sabes lo que te conviene. Pasados tres días irás por la agencia de la seguridad social a solicitar tu tarjeta. ¡Lo harás, puta! – dijo tirándome del pelo.
- ¡Ahhhhoowwwwe… s… sííí! – grité.
Tirando de mi correa me saco de lo que una vez fue mi apartamento y me llevó a la parte más sórdida de la ciudad, dejándome ante un borracho gordo y feo con marcas de granos en su cara. Yo tenía ganas de vomitar.
- Ahora, puta, te lo llevas al callejón y le haces una mamada. Dile que a esta invita la casa y que le cuente a todo el mundo que la Puta Stacie está en la ciudad. ¡Vamos, coño!
Me acerqué a él, que cada vez me parecía más asqueroso.
- P… por favor, s… señor, me gustaría hacerte un trabajito en los… en los bajos. Invita la casa. Quiero que le digas a todos que la Puta Stacie está en la ciudad. – dije luchando por contener las lágrimas mientras lo tomaba de la mano y nos dirigíamos hacia el callejón. Sorprendida, noté que Jackie nos seguía.
- Buena puta. Ahora bájale los pantalones y fóllatelo con la boca. ¡Vamos, coño! ¡Hazlo como te enseñé! – me ordenó.
- S… sí, A… ama…
Le desabroché el cinturón y baje luego la cremallera de sus pantalones. Era repugnante. Tenía una polla fea y gorda que se inclinaba hacia un lado. La tomé con mi boca mientras la acariciaba arriba y abajo con mis dedos, sintiéndome terriblemente avergonzada y humillada al notar que mi sexo empezaba a humedecerse. No entendía como ese horrible hombre y su desagradable miembro podían ponerme de esa manera.
Me apliqué en chupar hasta que noté que disparaba su carga dentro de mi garganta y, luego, sobre mi cara. Me había convertido en una puta de verdad para Jackie.
Para mi sorpresa, apenas había acabado de eyacular, la polla de aquel bruto se endureció de nuevo.
- Bueno, puta. Ahora sólo vas a tener que follártelo. – dijo Jackie. Pero yo no quería hacerlo, hasta que Jackie susurró algo a mi oído, aunque no recuerdo que, y entonces, sin saber por qué, lo hice. Mi coño estaba en llamas y sólo deseaba follar y follar sin parar. Al final él disparó toda su leche dentro de mis entrañas.
- ¡Manos a la obra, puta! ¡A ganar dinero para mí, perra! Recuerda, nos vemos dentro de tres días. – Jackie se dio la vuelta y se marchó, llevándose con ella la correa, pero dejando el collar en mi cuello.
Me dejó allí, caliente, excitada, queriendo follar con todo lo que se pusiera a mi vista. Jamás he podido entender por qué estaba tan caliente. Lo que si era cierto es que me había convertido en la prostituta que ella deseaba que fuese. Era la puta de Jackie, ganando mucho dinero para ella haciendo la calle. Ni siquiera era consciente de lo que gané, pues todo era para ella. A los tres días, acudí a mi antiguo lugar de trabajo tal y como ella me había ordenado.
- Alto ahí, chiquitina, ¿puedo ayudarte en algo? – De pronto desperté como de un sueño. Me di cuenta de cómo iba vestida y en qué lugar estaba. Fue un duro golpe. Quería salir corriendo de allí, pero por alguna razón, obedecí.
- P… p… por favor, señora, ¿puedo solicitar una tarjeta de la seguridad social? – me sentía acobardada bajo su mirada.
- Vaya, ¿no eres la señora Erickson? Mírate ahora, perra, no eres más que una zorra vestida como una puta callejera. ¿Has hecho algo de pasta para mí? – preguntó Jackie con una sonrisa siniestra.
- S… sí, señora. – dije cogiendo el dinero de mi pequeño bolso.
- ¡Dos mil! – sus ojos se iluminaron. – ¡Realmente debes de chuparla y follar de maravilla, puta!
Jackie se echó a reír.
- Ay, ¿qué voy a hacer contigo, Puta Stacie? Bien, tal vez necesites la palabra “folla”.
- Buena chica, escribiste esa palabra para mí, perra, ahora cuéntales a todos nuestros amigos lo que pasó después.
Sé que Jackie me hizo escribir esa palabra, pero es raro, cada vez que la veo o la oigo me pone caliente, incluso ahora mientras escribo esto. Jackie dice que cuando dijo esa palabra en la oficina empecé a masturbarme en la oficina de la seguridad social. Dice que monté todo un espectáculo con mis dedos y el vibrador dentro de mi coño. Incluso mi exjefe quedó impresionado, y mirándome en ese estado dijo:
- ¡Mírate, Stacie! ¿Qué te ha sucedido, chica? ¡Dios mío, eres una vulgar prostituta! ¿Cómo pudiste engañarme para que te contratase? ¿Y dices que quieres una tarjeta? ¡¡¡Sal de esta oficina en este mismo instante!!!
Jackie dice que salí y empecé a vagar por las calles hasta que vino a recogerme. ¡Oh, Dios, me estoy acariciando el coño arriba y abajo en esta silla mientras escribo esto…!
- Ya es suficiente, chiquitina. – Me acaba de decir que deje de escribir esto y me está susurrando al oído lo próximo que debo escribir…
- Eso es, mi putita, recuerda que esto está dirigido a todas las personas que has conocido y que también va a circular por toda la red. Todos sabrán como Jackie transformó a Stacie Erickson de empleada de la seguridad social a puta de la seguridad social y mi jodido juguete para siempre. Ahora deja de escribir, ¿cuánto más dinero vas a conseguirme hoy haciendo la calle, puta?