La puta de la familia (Relato de incesto gay)

Después de que murió mi madre me convertí en la sirvienta y la esclava sexual de mi padre y mis hermanos.

Me llamo Rubén y tengo 50 años. Desde muy pequeño ya se me notaba que era diferente a otros niños. Mi forma de moverme, mis juegos y el gusto por la ropa femenina era algo demasiado evidente desde que apenas tenía ocho años y, aunque mi madre lo aceptó desde el principio, mi padre nunca soportó mi forma de ser. Aunque siempre se mantuvo al margen. Tan al margen que me volví invisible para él. Tengo dos hermanos mayores que yo. Jose dos años mayor y Alex, que me lleva cuatro años.

Cuando cada uno de ello cumplió catorce años mi padre los lsacó de la escuela, puesto que pensaba que era una pérdida de tiempo y se los llevó a trabajar con él a su taller. Aunque conmigo no pasó lo mismo. Cuando llegué a los catorce fue como otro año normal y corriente. Seguí en casa ayudando a mi madre en las tareas del hogar y yendo a la escuela. Yo ya me había acostumbrado a mi iinvisibilidad tanto para mi padre como para mis hermanos y a mi manera era feliz al lado de mi madre que siempre me apoyaba en todo y me defendía cada vez que mi padre tenía una bronca con ella por culpa de mi forma de ser.

La tragedia llegó a mi vida cuando cumplí 17 años. Mi madre siempre tuvo una salud bastante delicada desde que yo nací y sentía que ese era otro motivo por el que mi padre me tenía esa aversión tan grande. Justo el día de mi cumpleaños mi madre enfermó y mi padre la llevó a urgencias aunque demasiado tarde puesto que luego oí que falleció por el camino.

Lo meses que siguieron a la muerte de mi madre transcurrieron en el más absoluto silencio. Mi padre y mis hermanos se iban al taller muy temprano. Yo había aprendido a cocinar y la verdad, se me daba bastante bien así que por la noche les preparaba el almuerzo y cuando se iban me ocupaba de mantener la casa limpia y de todas las tareas que mi madre hacía.

Un día estaba colocando ropa limpia en el armario de mis padres y cuando abrí uno de los cajones para ordenarlo todo descubrí una ropa interior y unos objetos que nunca antes había visto. Era lencería muy fina y erótica y había vibradores, dildos y otro tipo de herramientas sexuales que, en aquel momento no sabía para qué servían pero que más adelante averiguaría en primera persona.

Entre todas las prendas había un picardías de encaje rojo que me encantó. Miré el reloj. Mi padre y mis hermanos estaban seguramente en la hora del almuerzo y no llegarían a casa hasta bien llegada la tarde así que tenía tiempo de sobra. Me desnudé y me puse aquella prenda frente al espejo. Estaba excitado, nervioso, entusiasmado de verme con esa ropa femenina. Me observaba frente al espejo y hacía poses femeninas que había visto en revistas y en la televisión a modelos famosas.

La sangre se me heló cuando oí un ruído a mis espaldas y ver como mi padre me observaba en silencio desde la puerta del dormitorio. Sus ojos estaban inyectados en sangre y su expresión me asustó muchísimo. Por un momento pensé que se acercaría y me daría una paliza que no olvidaría nunca, pero él se limitó a marcharse rápidamente y en silencio dando un tremendo portazo al salir de casa.

Yo me quedé horrorizado pensando en las consecuencias. Mi padre tenía muy mal carácter y siempre había temido que un día lo pagaría conmigo, pero mi madre siempre me protegía. Pero ya no estaba para hacerlo. La tarde pasó lentamente y yo estaba asustado esperando las consecuencias de mi atrevimiento. Cuando vi que se acercaba la hora, dejé la mesa puesta y la comida lista para servir y me fui a mi habitación. Con suerte no tendría que verlos cuando llegaran y cuando se acostasen, me levantaría para terminar de prepararles el almuerzo para el día siguiente. Ellos tres se habían acostumbrado igual que yo a mi invisibilidad así que no se extrañaron de no verme.

Los oí llegar. Mis hermanos bromeaban con algo y reían de manera escandalosa, pero no oía a mi padre. Por un momento me pareció escuchar pasos acercándose y se pararon justo delante de mi habitación. Me quedé paralizado. No me atrevía ni siquiera a respirar hasta que oí a mi padre alejándose en el pasillo.

Cuando oí que se acostaban esperé unos minutos hasta que todo estuvo en el más completo silencio. Me levanté sin hacer ruído y fui a la cocina para preparalo todo para el día siguiente. Hice las cosas rapidamente para acostarme antes de que mi padre se levantase para ir al baño o beber agua. Terminé de cocinar, dejé todo bien limpio y listo para ellos y fui a mi habitación. Entré y cerré rapidamente con la respiración entrecortada y me quedé paralizado cuando miré mi cama. Encima estaba el picardías que me había puesto esa misma tarde junto con una nota: "Mañana a la hora del almuerzo ponte esto y espérame". Era la letra de mi padre. Yo quería llorar pero el miedo me lo impedía. Me acosté sin hacer ruído y apagué la luz aunque totalmente seguro de que aquella noche no iba a poder dormir pensando en lo que me podía esperar al día siguiente...

CONTINUARÁ...