La puta abogada Maribel 2

De nuevo con la puta abogada de Maribel

La puta abogada Maribel 2ª Parte

Buenas de nuevo, en otro relato que mandé hace poco os conté como conocí y me follé a Maribel, una abogada de Zaragoza, casada de 46 años. Ahora os voy a contar como me la sigo follando a espaldas de su marido y, en concreto, uno de nuestros últimos encuentros.

Como os contaba al final del otro relato, me he seguido follando a la puta abogada todo lo que he querido y más y la muy zorra siempre está dispuesta. Cuando tengo ganas de follar le hago una llamada perdida al móvil por si acaso y, cuando ella está libre me llama y concertamos la cita.

Hace poco así lo hice y al poco rato recibí su llamada. “Hola, Paco, me dijo, ¿qué quieres macho mío?”. Yo me reí y le dije: “¿Tú qué crees, zorrita? Creo que ya va siendo hora de que me vacíes los huevos otra vez, ¿no crees? Así que dime cuando puedo ir a tu casa a follarte, puta”. A ella le gusta que siempre me dirija a ella de forma soez, la pone muy cachonda. Ella me dijo que podía pasar por su casa al cabo de dos días por la mañana. Su marido estaba trabajando y ella podría faltar al trabajo diciendo que había ido a visitar a un cliente. “Muy bien, le dije, y escucha bien: quiero que cuando llame a la puerta salgas a recibirme con eso que te compré”. Me estaba recibiendo a un conjunto muy erótico y provocativo que le había comprado y que le di la última vez que nos vimos. Se trataba de una especie de trikini compuesto por una especie de mini tanga transparente por delante y de hilo por detrás y un par de finas tiras de tela transparente por delante que apenas le tapaban las tetas. Un traje de zorra total, vamos.

“No puedo hacer eso, me dijo, imagínate que me ve algún vecino”. Se la notaba asustada pero yo sabía que en el fondo la idea seguro que la había puesto cachonda. “Me importa una mierda, le dije. Así, si te ven sabrán lo puta que eres. Escúchame, zorra. Te lo he comprado para que te lo pongas así que más te vale hacer lo que te digo o me busco otra guarra a la que follar, ¿lo has entendido?”. Ella me dijo que sí y que lo haría.

El día en cuestión me presenté en su casa a la hora convenida. Llamé al timbre expectante y efectivamente me abrió la puerta vestida sólo con el conjuntito de puta que yo le había comprado: Yo me quedé allí parado contemplándola orgulloso de haberme salido con la mía. “Muy bien zorra, le dije, así me gusta, que seas obediente”. Ella estaba muy nerviosa. “Vamos, entra ya de una vez, me dijo, que nos pueden ver”. “De eso nada, le dije yo. Eres mi puta y aquí se hace lo que yo digo y lo que yo digo es que vas a empezar a trabajar ahora mismo” y entonces me abrí la bragueta y me saqué la polla fuera, que ya se me había puesto dura en cuanto la vi aparecer con eso puesto. “Venga, agáchate y chúpame la polla, puta”, le dije. “No, aquí no, por favor. No puedo, me dijo cada vez más nerviosa, Por favor, no me hagas esto, que nos pueden ver”. “Entonces será mejor que te des prisa, guarra”, le dije yo sin moverme del sitio.

Como vio que yo no estaba dispuesto a ceder, no tuvo más remedio que agacharse y allí de rodillas delante de mí me cogió la polla con la mano para empezar a chupármela pero le dije: “No así no, que si te pones así te tapo yo. Ponte así de perfil para que si alguien abre la puerta o sale del ascensor te vea bien, zorra. Eso es, gírate que se te vea bien”. Ella se colocó como yo le dije y entonces empezó a chupármela. La situación era morbosa a más no poder: toda una señora abogada de rodillas delante de mí, chupándome la polla casi desnuda en el rellano de su piso como una puta barata cualquiera. Ella empezó a chupármela con ganas. Se notaba que quería acabar cuanto antes pero yo, que quería alargar el morbo de la situación al máximo no le dejé. Cada cierto tiempo le sacaba la polla de la boca para aguantar más rato y le daba golpes en la cara con ella. Mientras le decía cosas como. “Eso es, Maribel. Qué bien la mamas, joder. Eres toda una mamona. Cómete mi polla vamos. Así, así…” y lo decía en voz alta para que se me oyera bien y avergonzarla más. Yo la agarré del pelo y dirigía sus movimientos de cabeza mientras me chupaba la polla. “Ahhhh, eso es… así me gusta, Maribel, muy bien. Eso es, putita. Y no te quejes que sé que en el fondo te gusta esto. ¿Te imaginas que nos estuviera mirando tu vecino por la mirilla, Maribel? ¿Que viera como se la estás chupando a un desconocido a espaldas de tu maridito? Igual salía a que se la mamaras a él también, jajaja. Venga, chupa, guarra, chupa con ganas…”. Entonces, al cabo de un rato la agarré bien de la cabeza y pasé de hacer que me la chupara a follarle la boca directamente, con fuerza, hasta el fondo de la garganta, haciendo que casi se atragantara. De vez en cuando se la sacaba de la boca para que recuperara el aliento y entonces se la volvía a meter.

Cuando noté que estaba a punto de correrme la hice parar y le dije: “Venga, ya está bien, ya puedes ir adentro”. Visiblemente aliviada me hizo pasar dentro y cerró la puerta enseguida. “Qué vergüenza, dijo ella. Espero que no nos haya visto nadie”. “¡Pero qué dices, puta! ¡Si te ha encantado, no mientas!”, le espeté yo.

Ella no dijo nada y sin más ambos nos dirigimos a su dormitorio. Antes de ir a la cama le dije: “Espera un momento, guarra, que quiero guardar un recuerdo de este momento”. Entonces saqué mi cámara de fotos y le hice posar para mí mientras le sacaba unas cuantas fotos. Siempre que voy a follármela me gusta sacarle unas cuantas fotos para guardar un recuerdo de todas las veces que me la he follado y podérmela cascar a gusto a su salud cuando ella no puede verme en persona.

“Espero que no le enseñarás a nadie esas fotos, ¿verdad?”, me dijo un poco nerviosa y asustada mientras posaba. “Recuerda que tengo un trabajo y una reputación”. “Haré lo que me salga de los huevos, le dije, para eso eres mi puta. Las fotos son para hacerme pajas y para enseñárselas a quien me salga de los cojones. Serás abogada pero antes que nada eres una puta ¿está claro? Y una puta se debe a sus clientes ¿algo que objetar, eh? ¡Contesta, puta!”. “No, está bien” dijo ella. “Así me gusta. Además, no disimules que se que te gusta. Seguro que en el fondo te pone cachonda pensar que se pajean con tus fotos, ¿verdad, zorrita? Pues venga, ahora agáchate y enseña bien ese culazo de zorra que tienes. ¡Enseña bien el culo, guarra! Eso es… Muy bien, Maribel. Venga, ahora sácate las tetas fuera y enseña esos pezones. Túmbate en la cama y métete la braga del tanga por dentro de la raja del coño, que se vea bien lo puta que eres”. Ella me obedecía sin rechistar. A decir verdad es que siempre que sacaba mi cámara de fotos para fotografiarla bien me decía lo mismo pero al final lo cierto es que, a pesar de sus tímidas protestas, la muy zorra siempre acababa dejándose fotografiar y con el coño totalmente mojado mientras posaba como una auténtica puta profesional.

Cuando ya me cansé de hacerle fotos le dije. “Bueno, ya está bien. Ahora a follar”. Ella se tumbó en la cama y yo lo hice al lado de ella. “Ábrete bien de piernas, guarra, que primero te voy a meter los dedos en el chocho”, le dije. Ella se abrió el coño con las manos y yo le metí un par de dedos dentro del coño. Como ya sospechaba lo tenía totalmente empapado lo que me demostraba que se había estado excitando como una cerda mientras la fotografiaba. Empecé a meterle y sacarle los dedos del coño cada vez más fuerte y más deprisa. Ella se retorcía de gusto como una zorra y no paraba de gemir y gritar. Haciéndole eso logré que la muy puta se corriera tres veces en muy poco tiempo.

Entonces le saqué los dedos del coño y, poniéndome delante de ella, le abrí bien las piernas y las coloqué encima de mis hombros. Así en esa postura la tenía con su peludo coño totalmente abierto y a mi merced. La agarré bien por sus caderas y sin más le metí mi polla dentro del coño. He de decir que me la follo siempre a pelo, sin condón y que más de una vez, cuando no lo hago sobre su cara o dentro de su culo, me he corrido dentro de su coño. No hay problema porque ambos estamos sanos y ella usa DIU así que siempre que puedo me corro en su coño. Me da morbo pensar en que ella pueda estar junto a su marido cornudo mientras aún conserva mi leche dentro de su coño.

Empecé a follármela con fuerza, como a ella le gusta. Mientras le metía y sacaba la polla del coño ella pegaba unos gritos enormes sin poder contenerse. Su coño empezó a despedir, como siempre, unas cantidades enormes de flujo, tanto que, al poco rato mi polla hacía un ruido al entrar y salir de su coño como de chapoteo: chof, chof, chof, chof… la muy guarra me estaba dejando las pelotas empapadas.

Cuando me cansé de follármela en esa postura se la saqué del coño y entonces fue ella la que se puso a cuatro patas encima de la cama ofreciéndome su culo bien en pompa mientras se lo abría con la mano para enseñarme su agujero bien abierto y me decía: “Ahora fóllame el culo, cariño. Fóllamelo, vamos, que no aguanto más”. Hay que ver, pensé, con lo que chillaba la muy puta la primera vez que le peté el culo y lo que le gustaba ahora. Ahora era ella la que me lo pedía cada vez que acudía a su casa a follármela, tanto era lo que le gustaba que la encularan.

Me empapé los dedos en los flujos de su coño y se los metí dentro del culo para lubricárselo. Entonces la agarré por las caderas y empecé a meterle la polla dentro del culo. La primera vez que le di por culo me costó mucho metérsela pero ahora, después de varios encuentros, la polla le entraba sin problemas. Mientras se la iba metiendo dentro del culo centímetro a centímetro la muy guarra gemía de gusto. Como la estaba enculando de cara al gran espejo que tenía encima de la cómoda, podía verle la cara y vi como la guarra ponía los ojos en blanco del gusto que le daba mi polla entrando en su culo.

Empecé a encularla, primero poco a poco, para que disfrutara de cada centímetro de mi polla penetrando en su culo y después cada vez con más fuerza, hasta acabar embistiéndola brutalmente, que es como a ella le gustaba. A cada uno de mis pollazos, ella respondía gritando de gusto con fuerza. “¡Sigue! ¡Sigue! ¡Sigue!, gritaba, ¡Más! ¡Más! ¡Máaass! ¡Más fuerte! ¡¡Más fuerte!!” y yo la complacía, claro está, jejeje. Con los gritos que pegaba la muy zorra cada vez que acudía a follarla, todos los vecinos debían estar ya al tanto de lo puta que era.

Mi polla entraba y salía de su culo deslizándose con facilidad y mientras la daba por culo le arreaba fuertes cachetes en las nalgas o la agarraba del pelo para obligarla a arquearse bien mientras le metía mi polla bien hasta el fondo del culo. A ella le encantaba, a juzgar por sus gritos cada vez más fuertes y a cada pollazo mis cojones rebotaban contra su coño como contra una pared de frontón y sus tetas se bamboleaban adelante y atrás como los badajos de una campana.

Mi polla le entraba tan bien en su culo que me pregunté si era yo el único que se lo estaría follando pues se notaba que ya lo tenía muy acostumbrado. Más tarde me enteré de que, efectivamente, la muy puta también se estaba dejando encular por su jefe del trabajo así que su marido era cornudo por partida doble. Al parecer, la zorra había decidido sacar provecho de su nueva experiencia con el sexo anal ofreciéndole su culo a su jefe para conseguir ventajas como aumentos de sueldo y el otro, como no, aceptó encantado así que siendo dos los que estábamos usando su culo con frecuencia, no era de extrañar que lo tuviera ya tan abierto.

Noté en varios momentos como se corría porque la muy puta temblaba y, al correrse, su ano se le contraía una y otra vez, dándome un placer enorme, tanto que a duras penas podía evitar correrme yo mismo. Para evitarlo y hacer que la enculada durara más, durante un rato a cada embestida le sacaba totalmente la polla fuera del culo y luego se la volvía a meter de un solo golpe en su abierto agujero.

Sin embargo, a pesar de ello, tampoco yo pude aguantar mucho tiempo más y, cuando noté que la corrida me iba a venir, me afreté fuertemente contra ella y empecé a descargar toda mi lechada dentro de su culo. “¡Toma Maribel!, le dije, ¡Toma mi leche, puta! ¿Te gusta, zorra? ¿Te gusta?” y ella me decía: “¡Sí! ¡Oh, sí! ¡Me gusta! ¡Me gusta!”.

Fue una corrida abundante, parecía que no iba a terminar nunca, y le dejé su culo lleno de leche. Cuando le quité la polla de dentro, parte de mi leche salió rebosando de su agujero del culo.

Yo recogí parte de esa leche con mi dedo y se lo metí en la boca para que lo lamiera cosa que hizo con deleite como buena puta. Antes de irme quise hacer una última cosa para dejarle claro quién mandaba en nuestra relación. La cogí y fui con ella al baño. “¿Qué quieres ahora?” me preguntaba ella extrañada. Yo no le dije nada y la hice entrar en la bañera conmigo. Entonces la hice ponerse de rodillas delante de mí y le dije: “Ahora mira hacia arriba puta. Mira al pajarito y abre bien la boca, guarra”. Ella hizo lo que yo le ordenaba y entonces yo dirigí mi polla hacia ella y empecé a mearme dirigiendo bien mi chorro hacia su cara y su boca abierta. Ella no protestó y dejo que le mease en toda su cara, en el pelo y en la boca. “Eso es, le decía yo, trágate toda mi meada, guarra, bébetela toda ¿está rica? Jajaja”. Ella no decía nada, limitándose a recibir mi chorro de orina caliente en toda su jeta.

Cuando hube terminado de mearla bien nos duchamos y me despedí de ella hasta la próxima vez que me apeteciera follarla.

Paco