La psicóloga de mi mujer (2)

Volví a visitar a Silvia y ella continuó la terapia.

La psicóloga de mi mujer II

Ayer volví a la consulta de Silvia. Hacía ya una semana desde que su pericia y su lengua habían hecho revivir a mi otro yo. Desde entonces había hecho el amor con mi mujer cada día, en ocasiones varias veces, pues la pobrecilla había estado pasando hambre durante los últimos meses.

Ya te decía yo que esa chica era muy buena en su trabajo. –dijo Ana la primera vez que vio mi polla de nuevo dura. Y tanto que lo es, pensaba yo recordando las caricias que su lengua me había regalado pocas horas antes.

A mi me ayudó mucho cuando lo de mi depresión. Continuaba hablando Ana y en mi mente imaginé a mi mujer, sentada en la misma silla en la que había estado yo, con la falda remangada y las bragas en las rodillas mientras Silvia, acurrucada junto a ella, le lamía el coño con voracidad.

Ya, ya me imagino. Pero Silvia dice que aún no estoy totalmente recuperado y que para evitar recaídas deberé ir un par de veces más a su consulta.

Eso me parece muy bien. –dijo mi mujer mientras me llevaba de la mano al dormitorio.

La segunda visita a Silvia duró unos 20 minutos. Nada más llegar me hizo pasar a su despacho.

¿qué tal? ¿cómo vas de lo tuyo? –me preguntó picarona.

Muy bien, desde que vine a verla la última vez todo funciona como las agujas de un reloj.

¿puntuales?

No, imparables.

Está bien, bájate los pantalones, tengo que examinarte de nuevo.

Yo creía que Silvia iba a premiarme con otra buena limpieza de sable y sólo con pensarlo mi rabo se puso duro e hiniesto. Ella misma lo cogió con la mano antes de que comenzara a desbordarse por el lateral de los calzoncillos

Sí, ya veo que funciona bastante bien pero tengo que hacerle una prueba de resistencia para asegurarnos de que se encuentra en perfectas condiciones.

Lo que usted diga. –le dije mientras me relamía sólo con pensar en lo que Silvia me iba a hacer.

Silvia comenzó a desnudarse y antes de que me diera cuenta la tenía frente a mí, tan sólo con un minúsculo tanguita de color rosa.

Silvia estaba realmente tremenda. El otro día, entre el apuro que llevaba yo por lo de mi impotencia y la sorpresa que me llevé cuando se me amorró al nabo no había sido capaz de apreciar su sensual atractivo en toda su plenitud. Su piel bronceada, supongo que con algunas sesiones de uva, contrastaba con el color claro de sus ojos y el rubio chillón de su cabello que ahora le caía suelto hasta sus pechos. Éstos no eran excesivamente grandes, normalitos diría yo, pero muy firmes y duritos, con los pezones duros y pequeñitos como dos botones. Llevaba un pearcing en el ombligo y un pequeño tatuaje en uno de los cachetes del culo, aunque eso no lo vi hasta más tarde. Debía llevar el sexo depilado pues el tanga a penas si podía tapar su delicada rajita.

Tengo media hora antes de la próxima visita. –y mientras decía eso pasó nuevamente una de sus manos por mi berga.

Estaba claro que esta vez me iba tocar trabajar a mi y que no disponíamos de demasiado tiempo y que por eso ella me estaba apremiando.

De pié, el uno junto al otro, nuestros cuerpos se unieron. Mis manos salieron disparadas en busca de sus tetitas mientras que ella restregaba su tanga por mi polla.

Mi mujer dice que eres muy buena haciendo terapia.

¿ah sí,? ¿y tú que le has dicho?

Que sí, que realmente eres muy buena.

Bueno, intento ser bastante profesional.

Después de varios minutos de besos y caricias, de susurros y chupetones, de mordiscos y obscenidades al oído una de mis manos abandonó sus pechos y se dirigió inexorable hacia su entrepierna. No fue nada difícil deshacerse del tanga y mucho menos aún introducir en su chochito un par de dedos que exploraban el nivel de excitación de Silvia. En una escala de 1 a 10 marcaba 100 así que no esperé más y estirándola sobre la mesa del despacho comencé a follarla lentamente.

¿te parece que aguanta bien? –le decía yo mientras la penetraba profundamente.

Sí, va muy bien, pero deberías moverte más rápido para ver cómo responde.

¿más rápido? Así, así, así….

Sí, sí, sigue así. Lo haces muy bien.

Así, así, así,

Siiiiiiiiií, asiiiiiiií, no pares, sigue.

Silvia tenía una forma muy escandalosa de joder y tuve miedo de que la siguiente visita ya hubiese llegado y que nos estuviese escuchando desde fuera pero al mismo tiempo sus gritos y gemidos me excitaban mucho y pronto tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no correrme.

Siiiiiiiiií, siiiiiiií, siiiiiiiiiiií,maaaaaaaaaás, maaaaaaaaaaaaás, dámela toda, vamos no pares, ya, ya ,ya, ya ya, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiií.

Silvia se corrió con un grito escandaloso y poco después yo me dejaba ir en su interior llenando su coño con mi esperma.

Cuando nos incorporamos para vestirnos nos dimos cuenta que habíamos dejado la mesa perdida y que incluso algunos papeles se habían manchado de nuestros fluidos.

¿y eso? –le pregunté yo, en referencia a los papeles manchados.

No pasa nada, es tu historial clínico pero creo que ya no va a hacer falta.

¿entonces eso significa que me das el alta?

No, aún no, estas cosas son muy delicadas y hay que ver como evolucionan en el tiempo. Vuelve la semana que viene. Ah, y dale recuerdos a tu mujer, ahora entiendo muchas de las cosas que me contaba en la consulta.

Me despedí de Silvia con un beso intentando imaginar que tenía preparado para mí la próxima vez aquella diosa del sexo.