La psicóloga

Monica nunca imaginó los cambios que provocarían en su vida dos simples favores...

Como siempre en mis relatos, debo advertir que se basan principalmente en la historia y los personajes, tratando de que el lector se meta en la trama. Si lo que se busca es acción directa o morbo rápido, creo que no es el mejor relato.

Vamos, que para qué molestarse en leer un relato tan largo si no es lo que buscas.

Para aquellos que decidan leerlo, mi agradecimiento y mi mas sincera esperanza de que les agrade y no sientan que han perdido el tiempo.

Además, me gustaría saber su opinión cuando lo terminen. No soy escritor, y es evidente que mis relatos son muy mejorables, pero para eso conviene saber las opiniones favorables y, especialmente, las desfavorables.

Sin más, espero que lo disfruten.


Mónica llevaba sin ver a Juan una buena temporada cuando le llamó y la invitó a tomar un café. Se habían conocido hace tiempo a través de amigos comunes y se caían bien, pero no tenían mucho trato, por lo que se sorprendió un poco por la invitación. Nunca habían sido demasiado próximos.

En cualquier caso, ella aceptó, un tanto intrigada.

Juan era bastante mas joven que ella, calculaba que tendría unos 28 años, muy formal y serio, dueño de una pequeña empresa que heredó de su padre y que parecía absorberle bastante. Era de estatura normal, ancho de espaldas, con una cierta barriga debida a sus hábitos sedentarios y una forma de vestir excesivamente formal para su edad, lo que a veces hacía que le echaran algunos años de más. Su cara solía tener una expresión apacible. Era poco dado a las explosiones de júbilo o rabia, y ella nunca le había visto exaltarse en ninguna forma.

Mónica era una mujer madura, como le gustaba considerarse, intentando no pensar en su edad. A sus 39 años se encontraba aún físicamente bien, cuidándose bastante entre gimnasios y otras terapias, aunque, indudablemente, la edad le hacía mella en parte. No le gustaban las operaciones para parecer mas joven, por lo que trataba de retrasar el envejecimiento a base de cuidarse todo lo posible de una forma mas "natural". Era una mujer muy guapa, con un cuerpo muy bonito, que solía aprovechar vistiendo con elegancia, insinuando pero sin enseñar. De joven había sido toda una belleza, y, aunque seguía siendo bastante bella, los años le habían restado parte de su brillo, y eso le hacía sentir que había perdido los mejores años de su vida llegando a estar sola a su edad.

Era del sur de Italia, y llegó a España renegando de las costumbres de su región en cuanto a las mujeres, consideradas casi como objetos. La influencia de las mafias y sus costumbres se imponían en esas zonas, asfixiando a muchas mujeres.

Su rostro era casi un ejemplo del típico mediterráneo. La piel bronceada con un cabello negro rizado que le caía libre hasta media espalda, una cara muy definida, donde aparecían algunas arrugas con algunas expresiones, y con unos ojos verdes que resaltaban en el conjunto conformaban el bello rostro. Su cuerpo, delgado y con curvas sensuales sin ser demasiado grandes, completaba un sugerente conjunto en su 1'70m de altura.

Mónica llegó unos minutos tarde al café donde habían quedado, pidiendo disculpas por el retraso, debido a unas obras en una calle de las proximidades. Juan le comentó que él mismo había padecido retraso por el mismo motivo, que no se preocupara.

Estuvieron hablando durante un tiempo de sus amigos, sus vidas y otros temas triviales, mientras que Mónica esperaba escuchar la verdadera razón de haber quedado.

  • Mónica, tu sigues teniendo tu consulta de psicóloga, ¿no? - preguntó Juan en un momento dado.
  • Claro, de algo hay que vivir. - Contestó ella, sonriendo, con un leve acento a pesar de que llevaba ya muchos años viviendo allí.
  • El caso es que te quería pedir un favor. - continuó él. - Verás, tengo un amigo, Lucas, trabajando para mí en mi empresa. Le conozco desde toda la vida y es muy bueno en lo que hace, pero... - Juan se calló por unos instantes, meditando sus palabras.
  • ¿Pero...? - dijo ella, tratando de ver a donde quería llegar. Por un momento se puso en guardia, alarmada ante la idea de que le pidiera que ella le despidiera, consejo para despedirle o algo así.
  • Bien, el caso es que, aunque rinde mucho, incluso más que la mayoría, no está rindiendo a su máximo nivel. Entiéndeme, le conozco de toda la vida, sé de qué es capaz, y suele ser capaz de mucho. - hizo una pequeña pausa. Mónica se encontraba ahora más relajada liberada de sus anteriores temores, aunque aún algo en guardia. - En fin, que me gustaría que te visitara, pagando yo las sesiones, claro está, para que intentaras ver qué le pasa y tratar de que se le pasara. No es que no me preocupe como amigo, que sí lo hace, pero es que, además, veo desperdiciar su potencial.

Mónica permaneció en silencio durante unos instantes, pensativa.

  • ¿Le has preguntado a él qué le pasa? - dijo ella, finalmente.
  • Él es muy reservado en ciertas cosas, no me va a decir nada. - contestó.
  • ¿Estará de acuerdo en venir a las sesiones y hablar allí? - inquirió ella, con un cierto tono de duda en su voz.
  • No te lo puedo garantizar, pero se lo pediré como favor de amigo. Espero que con eso baste.

Permanecieron hablando durante un buen rato sobre su amigo, hasta que la conversación fue cambiando y prosiguieron con otros temas. Cuando la noche comenzaba a perfilarse en el cielo, se despidieron, quedando en llamarle Juan a ella cuando se supiera si Lucas aceptaba.


Mónica esperaba la llegada de Lucas sentada en una cómoda silla. Era algo tarde, había decidido dejar la hora de él después de la última para estar algo más tranquila y no tener que mirar el reloj constantemente, intentando centrarse en el favor que Juan le había solicitado.

El timbre sonó un par de minutos antes de la hora acordada, y ella se dirigió a la puerta, para hacerle pasar.

  • ¿Lucas? - dijo ella con un poco de asombro.
  • Hola. Mónica, ¿no? - contestó él, con un tono marcadamente neutro e inexpresivo.
  • Sí pasa, pasa. - Le sujetó la puerta, invitándolo a pasar, indicándole la sala habilitada a modo de consulta en su casa.

Mónica le observó con detenimiento cuando iba pasando. Parecía bastante joven, Juan le había advertido que tenía 25 años, pero a ella le sorprendió que, pese al gesto que tenía, aparentaba incluso alguno menos. Un gesto que afeaba un poco un rostro bastante bello, con facciones muy definidas, un pelo corto castaño, unos ojos marrones que no dejaban traslucir nada y unos labios ligeramente carnosos en su parte inferior que invitaban a imaginar sensaciones de su tacto en... ¡No!, no estaba bien pensar en esas cosas con uno de sus clientes, y menos con uno tan joven, pensó. ¡Casi podría pasar por hijo suyo!

Era bastante alto, probablemente en torno al 1'95, y parecía tener un buen cuerpo.

Su forma de vestir era marcadamente informal. Pantalones desmontables de aquellos que tienen bolsillos también en los muslos, camiseta y sudadera algo holgada.

Mónica le invitó a tomar asiento, mientras continuaba observando. Lucas pasó de largo el diván y se sentó en una silla, esperando. Mónica, por su parte, tomo otra y se sentó frente a él.

  • ¿Y bien, Lucas, qué te trae por aquí? - comenzó ella.
  • Juan, como tú bien sabes – dijo él, sonriendo por primera vez que trataba de resaltar lo evidente de la pregunta. Era una sonrisa preciosa que acentuó las facciones de su cara. Era una pena que con una sonrisa tan bonita afeara su cara con el gesto serio que tenía al entrar.
  • Bueno, - respondió ella, sonriendo a su vez – pero, ¿por qué crees que él te ha pedido que vengas aquí?.

Lucas suspiro antes de continuar, volviendo al gesto serio inicial.

  • La verdad es que me lo ha pedido como favor, porque dice que hace mucho que no estoy del todo bien.
  • ¿Y tu qué dices?
  • Yo digo que estoy igual que hace un año, o dos, o cinco,
  • ¿Igual que siempre? - insistió ella, interrumpiéndole, aunque con suavidad.
  • Bueno, no, la gente cambia. - contestó él.
  • Él piensa que te pasa algo desde hace bastante, que algo te hace no ser como antes. - Mónica notó la dificultad de sacarle los datos a Lucas y pasó de intentarlo de una manera pasiva a otra más activa.
  • Supongo todo es relativo. - Se limitó a responder él.

Mónica le miró, algo frustrada.

  • ¿Cómo eras antes, cuando él te veía normal? - preguntó.
  • Me parece que esa pregunta sería mejor que se la hicieras a él. - respondió, mostrando de nuevo esa sonrisa.

La charla continuó durante bastante tiempo, pudiendo apreciar Mónica la poca cooperación que Lucas parecía mostrar para abrirse. Haber, había algo, tan sólo es que él parecía ser extremadamente reservado.

Trató de enfocarlo de otra manera, ir conociéndole poco a poco antes de tratar de profundizar en ese asunto concreto. Estuvo preguntándole acerca de él, de sus aficiones, de sus amistades, y temas así, mientras trataba de hacerse una idea de la persona que tenía delante.

Conforme iba él diciendo cada dato ella trataba de profundizar ligeramente, para ganarse su confianza e ir tomando datos poco a poco: cuando le dijo que le encantaba hacer deporte se interesó por cuáles, cuando le mencionó que le gustaba leer le preguntó por los libros que acababa de leer , cuales le habían gustado más y con cuál estaba ahora, cuando le dijo que le interesaba el buen cine y las buenas series igualmente trató de conocer sus gustos, preguntándole sus opiniones, etc.

Poco a poco ella trataba de hacer un acercamiento sutil para tratar de comprenderle y poder ir acercándose al problema. Y, poco a poco, también, iba conociendo algunas cosas de su vida, aunque, de momento eran bastante superficiales.

Aún no entendía su aparente frialdad con los demás, ni esa apariencia de que todo le daba igual. Advertía facetas, como curiosidad, ansias de aprender, esa manera de observar, que parecía intentar meterse en la cabeza de la otra persona. Era muy diferente al resto de la gente, pese a que, de habérselo cruzado por la calle, no se hubiera imaginado nada. Probablemente hubiera pensado que era un estúpido engreído más y hubiera seguido su camino.

Sin embargo, ahora que le iba conociendo, conforme más y más indagaba, más le intrigaba.

Tras mirar el reloj, Mónica vio sorprendida que llevaban y casi cuatro horas. La charla amena y la interesante personalidad de él le habían hecho perder la noción del tiempo. Se despidieron cordialmente hasta la próxima sesión.

Y se descubrió deseando que ésta llegara pronto, de la manera que alguien espera el próximo libro de una saga que le ha capturado la atención.


Para la siguiente sesión le reservó la misma hora, y se repitieron los hechos. Ella esperó, esta vez un tanto nerviosa, y, un par de minutos antes de la hora acordada, el timbre sonó. Al abrir, sin embargo, la situación cambió ligeramente. Tras un saludo algo más cordial, él le tendió un libro.

  • "El último Mohicano", de J. Fenimore Cooper – leyó ella en voz alta, mirando el libro, nuevo, en sus manos.
  • Por cómo eres, te gustará. - dijo él.

Mónica pensó, no había dicho "creo que te gustará", ni "puede que te guste". Lo había asegurado, como si la conociera. Ella, indudablemente, había dicho algunas cosas de sí misma en su charla anterior, intentando acercarse a él para llegar al problema, pero no esperaba que él le hubiera estado analizando a ella. Al menos no hasta ese punto.

  • Gracias, no tenías que haberte molestado. - le dijo, pasados unos instantes – Comenzaré a leerlo esta noche. - terminó, sonriendo levemente.

Por respuesta, el sonrió, complacido. Otra vez su rostro se iluminaba con la sonrisa, y ella no pudo evitar contagiarse de su sonrisa.

La sesión continuó como la anterior, hablando de varias cosas, tratando de conocerle para ir ganando confianza hasta que él fuera capaz de hablar del problema real. Su fascinación continuaba aumentando, él era una persona realmente inteligente, más de lo que esperaba, a pesar de que Juan ya se lo había dicho. Pero había más, era sumamente diferente a las personas que ella conocía, revestido con un halo de misterio que, poco a poco, trataba de ir atravesando ella.

Para el final de la sesión, que se alargó aún más que la anterior, incluso lamentó tener que despedirse de él. Había llegado a notar un cierto "reparo" al pasar de soslayo por varios temas, pero no había querido insistir para no perder el terreno avanzado. No quería presionarle.

Una vez se hubieron despedido, tras haber cenado y pasado por la ducha, comenzó a leer el libro.


Para la tercera sesión ella ya se sentía realmente nerviosa y con ganas de empezar. Se notaba que poco a poco iba enganchándose a su peculiar personalidad, tratando de descubrirle, como si fuera un libro de misterios donde el lector intenta formar el puzzle con las piezas que va obteniendo. Encontraba en la situación un cierto aspecto de desafío.

Como las dos veces anteriores, la situación se repitió. A pocos minutos para la hora, el timbre sonó, y ella le hizo pasar.

Una vez sentados, Lucas habló.

  • ¿Comenzaste a leer el libro? - preguntó.
  • La verdad es que ya lo he terminado. - dijo ella, sonriendo. Ella también tenía una bonita sonrisa que acentuaba su belleza.

Lucas le miró, callado, a la espera de su veredicto.

  • Reconozco que es muy bonito, sí, me encantó. - dijo ella, finalmente.

La sonrisa de Lucas se amplió aún más, con un gesto de satisfacción.

  • Me alegra oírlo. - respondió.
  • Bueno, el final es muy bonito, pero un tanto trágico. - observó ella.

Lucas se encogió de hombros.

  • El final es bonito a pesar de ser trágico precisamente porque es trágico, porque los cuentos de hadas no son ciertos y los finales felices prácticamente no se dan nunca. Pero eso no quita que haya belleza, aunque sea triste, eso la hace real, humana, creíble. - Se expresaba con un cierto tono de pasión, y Mónica lo notó. Hasta ese momento él nunca se había expresado de esa manera frente a ella.

Poco a poco ella iba acercándose a su interior, y, aún más lentamente, pero sin pararse, iba conociéndole. Reflexionó durante unos instantes, primero pensando en lo que había dicho, y luego tratando de incorporar esa forma de ver las cosas que él había mostrado en el puzzle de su persona que ella iba formando.


Las charlas continuaron. Ella se sorprendía esperándolas con ansias, como si en lugar de ser una terapia para él lo fueran para ella. Poco a poco se encontraba ella cada vez más a gusto, como si simplemente quedara con un amigo íntimo con el que hablar de cualquier cosa. No olvidaba que debía ayudarle a solucionar el problema que Lucas tuviera, pero continuaba tratando de ir conociéndole poco a poco, sin forzarle. Y, por el camino, ella misma soltaba todas las cargas que llevaba encima. Lucas era muy bueno escuchando, pero mucho mejor incluso cuando aconsejaba, con una sensatez y racionalidad sorprendentes. Llegó a un punto en que ella pensó que él debería haber estudiado psicología, que era casi innato en él llegar a entender a las personas y sus reacciones.

  • Lucas, me gustaría hacerte una propuesta. - dijo ella, un buen día.
  • Te escucho. - replicó él, mirándola intrigado.
  • Bueno, visto que al final lo que hacemos son básicamente charlas donde los dos hablamos – le miró a él con un divertido reproche dibujado en el rostro, haciéndole ver que debería ser sólo él quien hablara, y ella escuchar. -, creo que podríamos dejar esto de la terapia y quedar simplemente como amigos para charlar, si a ti te parece bien. Yo se lo comentaría a Juan. ¡Pero que sepas que no me rindo con llegar al fondo del asunto y arreglarte! - terminó ella, con una sonrisa que le aumentaba la belleza de su ya bello rostro.
  • Me parece bien lo de quedar como amigos para charlar, pero creo que ya a estas alturas deberías sacar la bandera blanca en ese tema... - sonrió él, socarrón, a modo de divertido reto.

Mónica rió, entrecerrando los ojos y devolviéndole el gesto de reto cómic amente, como aceptando el desafío.

Al terminar de hablar, quedaron para ir viéndose con más frecuencia, cada día o par de días, y ella fue quien le comunicó a Juan la decisión que habían tomado. Al principio Juan pensó que ella no iba a tratar de continuar buscando el problema y no le gustaba mucho la idea, pero cuando ella se lo aseguró, le pareció bien. Al fin y al cabo sería como que Lucas tuviera más terapia y sin costarle un duro. No era mal negocio.


Mónica aún se sentía joven, pero cuando estaba con Lucas esa sensación se acentuaba. Se notaba invadir de vitalidad y alegría. El hombre serio y seco que aparentaba ser a primera vista resultaba ser extremadamente jovial y divertido cuando se le iba conociendo. Y, sin embargo, mostraba una asombrosa madurez, y no solo para su edad. Conocía muchas personas con muchos mas años con menos madurez. Era un contraste interesante y, en cierto modo, cautivador.

Poco a poco dejaba de verle como a ese joven atractivo de edad muy inferior a la de ella, a verle únicamente como persona. Y, como persona, ella empezó a sentirse atraída por él. Inicialmente pensó que únicamente era sentimiento de amistad, pero poco a poco le iban surgiendo las dudas sobre si no era algo más, que comenzaron a acentuarse a la vez que la confianza entre ambos.

Lucas le miraba con cariño y respeto, pero ella no estaba segura de qué tipo de cariño. Sabía que él la apreciaba mucho, sólo bastaba notar como la miraba para saberlo, pero no sabía hasta qué punto. Lucas parecía controlar bastante las emociones que dejaba ver.

Esos pensamientos comenzaban a invadir su cabeza. Por un lado, trataba de recordarse que era mucho más joven que ella, 14 años ni más ni menos, casi edad para que fuera su hijo. Pero por otra, no sólo lo encontraba como una persona excepcional, sino que a su lado se sentía de una manera que no recordaba haberlo hecho nunca.

Intentó probarle, aprovechándose para abrazarle y apoyar su cabeza sobre el pecho de él cuando veían juntos alguna película en el sofá, y aumentando el contacto físico. Él solía responder siempre receptivo. En el sofá, él solía devolverle el abrazo y acariciarle el pelo y los hombros. A veces, también, dejaba seguir su mano con sus caricias por sus brazos y espalda. Sin embargo, nunca tomaba la iniciativa.

Mónica no lo podía negar ya, se sentía en la gloria con él, especialmente en esos momentos. Pero las dudas le inundaban sobre lo que él realmente pensaría de ella y lo que pasaba, cuestionándose el por qué él nunca tomaba la iniciativa.

Un día, mientras estaban abrazados viendo una película y él le acariciaba el pelo, frustrada porque, de nuevo, tuvo que ser ella la que lo propició, decidió abordarle.

  • ¿Por qué nunca sale de ti abrazarme? - preguntó ella, con un cierto tono de reproche.

Al momento puso una mueca que denotaba que había dicho más de lo que pretendía. Había dejado caer que le gustaría que él lo hiciera, tal vez con un tono de reproche demasiado acentuado para ser tomado de manera más inocente.

Lucas la miró, primero pensando que era una broma, y luego vio que ella lo decía en serio. Durante unos segundos, la miró fijamente a los ojos, como tratando de leerle la mente.

  • Mónica, - dijo, finalmente – no quiero arriesgarme a incomodarte. Me resulta más cómodo hacerlo cuando sé que tu lo quieres.

Mónica abrió los ojos, sorprendida. Al final era un chico tímido. Sonrió con ternura. Esa mezcla de hombre maduro y niño, cada una mostrada en su momento adecuado, le encantaba.

Si lo hubiera pensado es probable que se hubiera contenido, pero, con la cabeza de él tan cerca de la suya y las emociones interiores que la invadían, sólo pudo acercarse y besarle. Primero fue un beso tierno, con los labios cerrados, notando como él se lo devolvía tras unos instantes de duda. Poco a poco fue abriéndolos, para apresar los de él, tomándole la cabeza con las manos y apretándole contra ella, notando como las manos de él deslizarse por su espalda y pelo, acariciándola y devolviéndole el abrazo. Su lengua buscó la de él, después de presentarse lamiendo sus labios, y empujó a Lucas, haciéndole caer boca arriba sobre el sofá con ella encima, aún fusionados en un beso.

Se separó suavemente de él, mirándole a sus ojos. Esta vez estaba segura, él la miraba con más que cariño de amistad. Ella hacía mucho que le miraba de igual manera. Embelesada, veía ahora algo de timidez y fragilidad en los brillantes ojos marrones de él, como si, de repente, hubiera podido acceder a parte de él que estaban antes vetadas. Sin haberlo previsto así, puede que se hubiera acercado al problema que Juan mencionó. Pero tendría que esperar, ahora sólo podía notar como esos ojos la enternecían y aumentaban sus ganas de devorarlo a besos y estrujarlo a base de abrazos.

Lucas la observaba, estudiando cada detalle. Se recreaba en los verdes ojos de la mujer, con ese amor y deseo que le estaban desarmando. El rostro de ella, siempre bello a pesar de alguna ligera arruga, estaba luminoso, con una sonrisa que le derretía. Nunca se hubiera atrevido a lanzarse con una mujer así. Y ella lo había hecho. Sin poder contenerse, la abrazó con fuerza, notando como el pecho de ella se apretaba contra el suyo, y su calidez en las zonas donde la piel de ambos se encontraba.

Mónica se sorprendió al principio. En el abrazo tenían las cabezas juntas, mejilla con mejilla, no era el lujurioso abrazo en el que antes habían estado inmersos, besándose. Permaneció un tiempo quieta, apretándole a él también contra ella, notando su respiración en su cuello.

Cuando él aflojó el abrazo aprovechó para mirarle. Lucas mostraba una enorme, tierna y cálida sonrisa que derretiría a la más gélida de las mujeres. De alguna manera, Mónica entendió que él había necesitado ese abrazo, esa proximidad, esa confianza. Ese cariño.

Aunque hubiera deseado besarlo con pasión, le besó con ternura, abrazándole con fuerza, tratando de hacerle sentir bien. Iba entendiendo ya el problema de Lucas.

  • No tengas miedo, cariño, – dijo ella, usando ese apelativo que nunca había usado con él, con un tono dulce repleto de cariño – sabes que yo nunca te haría daño.

Lucas le miró con una sonrisa de agradecimiento enternecedora. Mónica sonrió. Él parecía estar emocionalmente muy dañado, ahora lo veía todo claro. No sabía qué podía haber pasado, pero era evidente que había dejado huella.

Él la acercó y la besó con pasión, apretándola contra su cuerpo, notando los pezones de ella en su pecho, y como un cosquilleo en su entrepierna le indicaba su incipiente erección. Mónica la notó, sintió como el miembro de Lucas ganaba dureza, presionando parte de su vientre y su sexo a través de las capas de telas que les separaban. Eso le excitó más, haciéndole meter las manos bajo la camiseta de él para acariciar su torso e ir, poco a poco, quitándosela. Él tuvo que cooperar para sacársela por el cuello, levantándose un poco con ella encima, pero, finalmente, consiguieron deshacerse de dicha prenda. Ella, con una camiseta también, se irguió, quedando sentada sobre el sexo de él, notando su dureza contra el suyo propio, inundado ya hacía rato y disfrutando de los roces, y comenzó a quitársela también, de manera sensual, mientras no dejaba de mirarle a Lucas a los ojos. Era indescriptible la sensación de verse en los ojos de él. Lucas la miraba con deseo y deleite, casi adoración, recorriendo sus pechos bronceados con oscuros pezones, estudiando su figura, sus caderas, mirándole embelesado la cara de ella.

Mónica se sentía bella y deseada como nunca antes. Liberó sus pechos de su sujetador estudiando la expresión de él. Lucas la tomó por la espalda y la hizo caer sobre él de nuevo, besándola con deleite, acariciando toda su figura. Ella le devolvía sus caricias en su fuerte torso, disfrutando de la atlética complexión de él. Estaba mejor incluso de lo que ella pensaba.

Mónica comenzó a desabrocharle el pantalón mientras él continuaba con las caricias. Una vez hecho, antes de bajarlo, comenzó a desabrochar el suyo aceleradamente. Lucas se incorporó, haciendo que ella hiciera lo propio, y la tomó de la cintura, haciéndola quedar tumbada boca arriba en el sofá con él sobre ella. Mónica sonrió ante la toma de la iniciativa por parte de él.

  • Espera... - dijo Lucas, mientras le daba un tierno beso en los labios.

Poniéndose de pie, le quito lentamente los pantalones a Mónica, disfrutando de las bellas y largas piernas de la mujer, que se dejaba hacer, para pasar a quitarle las sexys y pequeñas bragas, dejando a la vista un sexo cuidado, con el vello recortado, mientras ella le miraba, expectante.

Comenzó a desvestirse si mismo, deleitándola con la visión de sus fuertes piernas, y de su sexo. Él se lo afeitaba, y eso pareció sorprenderle a Mónica. Y le gustaba lo que veía.

Ésta hizo un amago de incorporarse, pero él la detuvo y la volvió a colocar tumbada, con suavidad, y se sentó sobre los muslos de ella, notando el ardor de ella en su cuerpo. Mónica comenzó a acelerar sus latidos y respiración, algo impaciente. Lucas se inclinó sobre ella, tomándola de las muñecas suavemente y estirando los brazos sobre la cabeza de ella, para comenzar a realizar más un masaje que una caricia, bajando por sus brazos, mientras le daba pequeños besos en los labios, mirándola fijamente a los ojos, estudiando sus reacciones.

Pese a la excitación que sentía, Mónica no pudo dejar de apreciar las hábiles manos de él en su cuerpo. Seguía igualmente impaciente, y ese tratamiento la seguía encendiendo más, pero de alguna extraña razón la relajaba a la vez, como si tuviera la facultad de hacerle ansiar que él estuviera dentro de ella, pero darle paciencia para aguardar el momento, disfrutando las sensaciones actuales.

Con las miradas fijas cada uno en el otro, Lucas prosiguió, de los brazos a los hombros, para pasar al torso, por los costados, como evitando los sensibles pechos de ella. Mónica le dirigió una mirada de reproche, que el acalló con un breve beso, y continuó, ahora pasando al contorno de sus senos, pero sin lanzarse a ellos. Poco a poco se fue acercando a ellos, estimulándolos con paciencia y cuidado, y manteniéndose sobre ellos un buen tiempo, observando los gestos de placer de Mónica.

Comenzó a bajar poco a poco por el liso vientre de ella.

  • Eres preciosa – dijo, en un tono de admiración.

Mónica sólo pudo mostrar una sonrisa de inmensa alegría. Se sentía inflamada interiormente en todos los aspectos, inundada por un tremendo deseo y amor hacia su compañero de juegos y su forma de tratarla y mirarla.

Lucas continuó su erótico masaje, pasando a la cara interior de los muslos y, tras echarse un poco para atrás, ir descendiendo por las piernas de ella, lentamente, hasta llegar a los pies.

Una vez allí, sustituyó sus manos por sus labios, acariciando la piel de las piernas de ella con sus ellos, pasando por todas las zonas sensibles. Mónica se sentía erotizada al máximo viendo las maniobras, observando con sus verdes ojos abiertos por completo a su adorado amante. Notaba el cálido aliento de Lucas sobre su piel, mientras seguía avanzando hacia su sexo, y cerró los ojos para centrarse en las sensaciones.

Lucas la miró sonriente, sin dejar su lento progreso, ya por medio muslo, por la cara interior, más sensible que el resto. Poco a poco fue llegando al sexo de ella, pasando primero por su vello púbico. Mónica no pudo evitar un leve temblor al notar el aliento de él sobre su pubis, y se acentuó al notar sus labios, bajando por un lado de su sexo, como evitando el clítoris.

Lucas rodeó clítoris y vagina, pasando por sus alrededores, y otra vez, y otra vez, estudiando las reacciones de ella, que no podía evitar mover sus caderas instintivamente. Quería dejarla todo lo anhelante que pudiera para que su orgasmo fuera lo más intenso posible. Poco a poco fue separando y besando sus labios vaginales, acariciándolos con la lengua, observando la enorme humedad del sexo que le llamaba, notando su penetrante olor y sabor. Los recorría de abajo hacia arriba, deteniéndose justo antes de llegar al clítoris, disfrutando al ver el aumento de la tensión sexual de Mónica, que hacía ya rato que no controlaba sus caderas, teniendo que sujetarla él para que ella misma no estampara su entrepierna en su cara.

Finalmente, la aferró con fuerza con un brazo, mientras tomaba con los labios su clítoris, recorriéndolo con frenesí con la lengua, a la vez que introducía de golpe dos dedos en el sexo húmedo y anhelante de ella. Los movimientos de Mónica se dispararon, haciendo dudar a Lucas si sería capaz de sostenerla con un solo brazo, mientras seguía estimulando con furia su clítoris con su lengua y el interior de su vagina con sus dedos. Sin poderse controlar, Mónica cerró las piernas, atrapando la cabeza de él entre ellas, y apretándola contra su sexo con sus brazos, con más fuerza de la que Lucas esperaba, que continuaba su ataque con una cierta preocupación por su dificultad para respirar, pero entusiasmado por las reacciones de ella.

Mónica comenzó a soltar agudos gemidos y a convulsionarse, tratando de girar su cuerpo con la cabeza de él atrapada entre sus piernas y aún dándole placer, haciendo temer a Lucas que en un gesto violento acabara haciéndole daño en el cuello. Él, aprovechando los momentos, redujo la velocidad de las caricias de la lengua en su clítoris, para no molestarla estando tan hipersensibilizado, mientras proseguía incluso con más velocidad la penetración con sus dedos en su vagina, incorporando un tercero, frotando la rugosidad de su interior y el resto de la pared cavernosa del interior de ella. Los espasmos de Mónica, después de estar reduciéndose durante un tiempo, comenzaron a acelerarse de nuevo, haciéndole a Lucas volver a emplearse a fondo en el clítoris.

Tras unos instantes en los que los estremecimientos de placer de ella continuaban, descendiendo poco a poco de intensidad hasta detenerse, se incorporó, mirándola a los ojos. Lucas, con su mano y bocas empapadas y brillantes de flujo, miraba con una enorme satisfacción a Mónica, aún con un tremendo gesto de placer en la cara, tumbada sobre el sofá casi inanimada. Mónica le devolvió la mirada, inflamada de deseo. A ella le pareció imposible no quererle en todos los sentidos.

Cuando consiguió hacer acopio de fuerzas, le atrajo hacia ella, casi con violencia, para besarle con una pasión que rayaba lo brutal, mientras le apretaba contra ella con fuerza, enredando sus dedos entre los cabellos de él, y recorriendo su espalda. A Mónica no le agradaba especialmente que él tuviera la boca mojada de sus flujos mientras le besaba, causándole un cierto reparo, pero lo obvió, llevada por el deseo y el agradecimiento al placer que acababa de recibir.

Pasados los momentos de más intensidad, Mónica le empujó suavemente, haciéndole incorporarse, para hacerlo ella también. Quería devolverle el favor, así que le hizo tumbarse sobre el sofá y comenzó a besarle por todo su cuerpo de manera sensual, usando su lengua para provocar unas eróticas cosquillas en él, mientras le acariciaba con sus manos. Poco a poco fue bajando desde su pecho, mordisqueando y lamiendo sus pequeños pezones, siguiendo las formas de sus músculos, bajando por el abdomen, deleitándose con sus formas y haciéndole sentir un estremecimiento conforme iba bajando. Comenzó a dar mordiscos simulados, desde su vientre hasta sus muslos, por su parte interior, mirándole a los ojos cuando la situación lo permitía. Ella le veía mirarla con infinito deseo, pero con una admiración y amor que la cautivaban. Ella había disfrutado como nunca con la forma de tratarle él, y ella no quería quedarse atrás a la hora de devolverle el favor.

El miembro de Lucas había estado en su máxima excitación desde que él la había estado acariciando, dando ahora pequeños respingos cada vez que ella le hacía temblar con sus excitantes juegos. Desde el interior de los muslos se dirigió, lamiendo suavemente, hacia los testículos. Lucas, tan silencioso generalmente como ella en el sexo, no pudo reprimir un ligero gemido. Mónica sonrió. Él la había hecho gemir y desbocarse, y eso mismo quería hacerle ella. Abriendo la boca, tomó sus testículos en su interior, y los acarició usando su lengua. Nunca lo había hecho, el vello de sus anteriores amantes en su boca no le hubiera gustado, pero él estaba afeitado y eso la decidió. Se deleitó viendo como el pecho de él subía y bajaba, y escuchando su pesada respiración. Soltando su presa, comenzó a pasarle la lengua por el tronco del miembro, recorriendo las zonas más sensibles, mientras con las manos estimulaba los testículos y le acariciaba la cara interior de los muslos. Permaneció así un buen tiempo, mirándole a los ojos, hasta pasar a tomar sólo el capullo dentro de su boca, deslizando el prepucio hacia atrás con sus labios, y usando su desenfrenada lengua para estimularlo.

Lucas se incorporó, casi fuera de sí de excitación, y la tomó por los hombros, atrayéndola para besarla y apresarla contra él, sentado en el sofá con ella encima. Mónica le devolvía los besos frenéticamente, mientras frotaba su sexo con el suyo, en un endiablado movimiento de caderas. Sin poder contenerse más, Mónica se levantó un poco, tomando el miembro de él con una mano y apuntándolo a sus labios vaginales. Así, introduciendo apenas un centímetro del capullo del falo de él, notando la fuerza que Lucas tenía que hacer para controlarse y no embestirla penetrándola de golpe, se deleitó con pequeños movimientos, notando como la férrea y ardiente barra de carne llamaba a su sexo, y éste respondía, inundándolo de jugos, anhelante de recibir su visita.

Haciendo un esfuerzo supremo por contenerse ella también, fue poco a poco dando paso al invasor en su interior, que parecía tirar de él, ansioso. Fueron momentos de una enorme intensidad, mirándose los dos a los ojos, sintiendo el cuerpo cálido del otro, los suaves roces de piel, la intensidad de las emociones compartidas. Casi lamentaron cuando al fin entró al completo.

Casi.

Lucas comenzó a acariciarle y besarle los senos, lamiendo y mordisqueándole los pezones, duros como piedras, mientras ella le acariciaba la espalda, y la cabeza, mientras hacía movimientos circulares de cadera, estimulando su clítoris con el roce con la piel de él, de la que no se separaba. Permanecieron así por espacio de unos minutos, cuando ella comenzó a echarse hacia atrás. Tomando las manos de él, hizo que también se inclinara hacía su respectiva espalda, entrelazando sus dedos y estirando los brazos mientras jugaban sus manos, quedando casi completamente estirados ambos, mirándose desde la distancia de separación de sus brazos, mientras sus dedos se esforzaban por acariciar las manos del otro y sus caderas trataban de imponer un ritmo. En esa posición, mantenida por los brazos estirados, cada vibración en el cuerpo de cada uno la percibía el otro con mucha intensidad, al no llegar las espaldas a apoyarse en nada.

Tras unos pocos minutos así, repentinamente, Mónica se echó hacia delante, haciendo caer de espaldas a Lucas, y quedando ella sentada sobre él. Comenzó a hacer pequeños saltos, mientras acariciaba el pecho, vientre y costados de él, y Lucas hacía lo propio, estirando un poco más la mano de cuando en cuando para acariciarle con ternura la cara y los labios.

Mónica se sentía más amada y deseada que nunca en su vida. Y, por la mirada de él, se daba cuenta de que era algo mutuo. Y tenía razón. Amaba a Lucas con locura.

Notaba ya algunos indicios de la próxima eyaculación de él, y la tensión y ligeros temblores que la avisaban de un próximo orgasmo propio, pero no se vio con fuerzas para continuar en esa posición. Lucas debió notarlo, porque, en un golpe de riñones, se incorporó, haciéndole a ella quedar tumbada en el sofá, y procediendo a entrar y salir con frenesí, tratando de hacerla llegar. Ella, notando como el orgasmo se avecinaba, se agarró con fuerza a su espalda, clavándole las uñas con fuerza sin darse cuenta. Lucas, tratando de no dar muestras del dolor para no desconcentrarla, intentó acelerar sus embestidas, besándola y silenciando así sus tenues gemidos. Con el clímax ya en su máximo apogeo, Mónica clavó con aún más fuerza las uñas en su espalda, haciendo que él se encorvara, presionando más con su pelvis en la de ella, como si fuera a entrar más, y ella comenzó una serie de pequeñas convulsiones que iban ganando en intensidad, ante la mirada embelesada de él. Adoraba verla así, lo encontraba tremendamente excitante y sexy, casi hipnótico, sintiéndose en la cima de la excitación con su miembro en su máximo apogeo, firme como si de ardiente metal estuviera formado. Tan absorto estaba contemplando los últimos estremecimientos de ella que le tomó por sorpresa cuando su propio miembro comenzó a darle las señales de su final. Apretando su sexo con fuerza en el interior de ella, sintió como latía con fuerza, recorriendo su semen el trayecto final, hasta perderse en el interior de la bella mujer que yacía bajo él, que, al sentir en su interior las convulsiones de su falo y la calidez de su semen, tuvo otra serie de pequeñas convulsiones ella misma, producto de su inmensa excitación y de los prolongados trabajos de él.

Lucas, aún dentro de ella y abrazado, la miraba extasiado, viendo en su rostro el placer. De alguna manera, eso era lo que más le entusiasmaba del sexo, el rostro de placer que quedaba, y por ello siempre se esforzaba en provocar el máximo posible. Mónica abrió los ojos lentamente, aún demasiado inmersa en el placer que acababa de sentir, y se perdió en los ojos de él. Si le hubieran preguntado cuál era el mejor final para una sesión de sexo, ella hubiera dicho que era esa, abrazada a él, aún algo hinchado en su interior, y mirándose a los ojos con esa inmensa cantidad de emociones que dejaban ver ambos. Estaba en la gloria. Él, probablemente, hubiera secundado la afirmación.

Permanecieron varios minutos así, acompasando sus respiraciones, normalizándolas, mientras notaban el aliento del otro en el propio cuerpo, la calidez del cuerpo ajeno que transmitía el abrazo, la intensidad de las miradas, el latido de sus corazones. Y la excitación volvía a subir, el miembro de Lucas ganaba dureza, volviendo a tomar forma en el interior de Mónica, disfrutando de la extraña sensación de notarlo crecer desde dentro. Se besaron apasionadamente de nuevo, dispuestos a continuar hasta el agotamiento.

Estuvieron horas y horas, con pausas para caricias y miradas entre cada sesión. Mónica siempre había sido una mujer ardiente y fogosa, pero no había imaginado que Lucas llegara a serlo incluso más que ella. Su propia resistencia física palidecía al compararla con la del joven, que parecía no cansarse, volviendo a la carga después de cada ocasión tras varios minutos de pausa para recuperarse. Probaron infinidad de posturas, tantas como se les ocurrieron, aprendiendo qué y qué no disfrutaba la otra persona, estudiando cada rincón de la anatomía del otro, extasiándose con los gestos de placer de su compañero de juegos.

Estaba ya muy avanzada la madrugada cuando por fin se acostaron, rendidos, abrazados en el sofá, sin ganas de romper el encanto ni para ir a la cama.


Mónica se despertó a la mañana siguiente en el sofá, sola. Por la luz que se filtraba por la ventana, debía ser tarde. Se habría preocupado porque alguno de sus pacientes hubiera llegado para su cita en ese momento estando ella tan poco presentable, pero le inquietaba más el vacío dejado por Lucas a su lado. Miró por los alrededores, intentando verle o escucharle, con un gesto de preocupada tristeza, incluso decepción, hasta que vio una nota en un folio doblado sobre la mesa.

Con una cierta agitación en su interior y manos temblorosas la leyó.

  • ¡Que tonto! - dijo ella en voz alta, mientras una enorme sonrisa tierna se dibujaba en su cara, con un cierto sonrojo.

"Espero que aún sigas queriendo verme... ¿Me llamarás?" decía la nota, en un tono cómico y haciendo relación a las pretensiones tras el sexo de una noche. "Perdona por no estar ahí para despertarnos juntos, " continuaba, ya algo más tierno y en serio, aunque no demasiado, "pero algunos tenemos a jefes muy entrometidos que seguro que me harían demasiadas preguntas si no fuera.".

Se sentía como una adolescente enamorada por primera vez mientras iba a la cocina, aún desnuda, para desayunar.

La suerte le acompañó, faltando a la cita la persona que tenía reservada la primera hora, porque ella no miró el reloj, demasiado absorbida por los recuerdos. Cuando el siguiente llegó, ya estaba duchada y arreglada, con profesionalidad. Pero por poco.

Sería media mañana cuando el teléfono comenzó a sonar. Disculpándose ante la persona a la que atendía en ese momento, salió de la habitación que dedicaba consultorio y pasó al salón, cerrando la puerta. Era Juan.

  • Dime, Juan – dijo ella, intrigada.
  • ¿Qué has hecho? - preguntó el, en un tono difícil de discernir.
  • ¿A qué te refieres...? - el tono de duda la invadía.
  • ¡Joder!, ¡a Lucas!, ¡está bien!, ¡está como antes, e incluso empieza a rendir de verdad!, ¿cómo lo has hecho?

Mónica no pudo reprimir una sonrisa de orgullo y ternura.

  • Secreto profesional – contestó, con un cierto tono entre jocoso y misterioso.
  • Bueno, pues de verdad, ¡muchas gracias!, ¡que ganas tenía de verle otra vez así! - ahora el tono era evidentemente agradecido.
  • De nada, fue un placer... - respondió ella, de forma pícara.

"Literalmente un placer, o muchos placeres", pensó, divertida.

  • Venga, ya nos veremos. ¡Y gracias de nuevo!
  • De acuerdo, Juan, adiós.

Era evidente que, más allá del trabajo, Juan se alegraba por su amigo, por verle feliz. Y ella, que hasta el momento le bastaba con el recuerdo de lo ocurrido y la promesa de más para sentirse inmensamente feliz, se sentía ahora en una nube, orgullosa de haber conseguido que todo lo que pesaba en la cabeza de Lucas se disipara.

Volvió con su paciente con una sonrisa tonta que no pudo ocultar hasta un buen rato más tarde.


Día tras día quedaban y volvían a repetir durante horas, con encuentros tras los que acababan felices, completamente satisfechos y exhaustos, siempre terminando a horas intempestivas. Los primeros días les costó, en parte por la agujetas que tenían, incluso en sus sexos las notaban, pero no les impidió seguir hasta caer rendidos cada día. Poco a poco se convirtió en costumbre, y no tardaron en formalizar su relación de cara a sus amigos.

Al enterarse, Juan se atribuyó las medallas, como no podía ser de otra forma. Ni Mónica ni Lucas le discutirían eso, le agradecían la iniciativa.

La reacción de los amigos de ambos fue, principalmente, de sorpresa. La diferencia de edad, siendo ella la mayor, hacía que fuera una situación atípica. Pero, al verles a los dos tan felices, casi todos se alegraron por ellos y lo aceptaron de buen grado. Casi, porque a alguna amiga de Lucas, que teóricamente se llevaba mal con él, parecía sentarle mal que él tuviera pareja. Mónica intuyó lo que pasaba, pero se abstuvo de comentárselo a Lucas, aunque tuvo buena cuenta de tener cuidado con ella.

Mónica, ahora sí, consiguió vía libre a Lucas, a su interior, pudiendo apreciar los desengaños y traiciones que le habían llevado a ser de esa forma que ella había cambiado al acabar juntos y empezar él a volver a confiar de verdad en alguien. En parte, Mónica sentía una inmensa responsabilidad. Bajo ella caía el peso de no defraudarle. No es que pasara por su cabeza hacerlo, en absoluto, pero ahí estaba la responsabilidad de saber que podría hacerle mucho daño. De alguna forma era su "guardiana".

La presentación a las familias, cuando bastante más tiempo hubo pasado, fue dispar. Por un lado, la familia de él empezó tomando la noticia con muchas reservas, sin agradarle demasiado. Pero, conforme fueron conociendo a Mónica y viendo lo bien que estaban juntos, terminaron acogiéndola con agrado, aunque siguiera preocupándoles que él pudiera quedar sólo los últimos años de su vida. Sin embargo, nunca les comentaron nada de eso.

El viaje a Italia para presentarse a la familia de ella fue bastante menos llevadero. Ella siempre había sido la díscola, la hija que no aceptaba la figura de bella mujer objeto que tanto se veía en la televisión italiana, la de mujer que no aceptaba que su padre o un hombre le dirigiera la vida. Ahora, además, se presentaba con un hombre bastante menor que ella, y en lugar de hospedarse en su casa, se quedaban en un hotel. ¡Y en una sola habitación!.

La elección de quedarse en el hotel había sido premeditada. Su rutina de varias horas de sexo había sido elevada al grado de sagrada desde que empezaron. Les servía para desconectar de todo, quemar adrenalina, relajarse y quedarse cansados, permitiéndoles dormir como bebés, y levantarse como nuevos al día siguiente. Mónica decía que era la mejor forma de conciliar el sueño, quedarse rendida física y mentalmente después de las intensas sesiones.

Así pues, la reacción de la familia de ella fue variada. Parte los aceptó encantada, parte no censuraban, pero tenían sus reservas, aunque lo aceptaban, y otra parte, demasiado conservadora, que pasaba de no gustarle a directamente rechazarlo. Y tampoco ayudaba que Lucas tuviera una visión bastante igualitaria de los roles de las personas en las relaciones frente a la visión mayoritariamente muy conservadora de ellos.

Lucas se sintió un poco dolido por no ser aceptado por algunas personas importantes de la familia de ella, pero Mónica le consoló diciendo que eran esas personas las que le habían hecho dejar ese sitio e ir a España. Aún así, a Lucas le tomó un tiempo pasar página. Había creído ser capaz de convencer a la familia de ella, mostrándoles que él la cuidaría tan bien como fuera humanamente posible.

Su relación prosiguió normalmente tras el viaje, cada vez más incorporado cada uno a la vida del otro.

Cabe mencionar las visitas de Mónica cuando Lucas hacía deporte. Cuando le veía, entendía como podía tener tanta energía. Era pura vitalidad, cuando los demás estaban agotados el seguía corriendo como desde el primer minuto. "Es como el conejito del anuncio de las pilas", se decía ella, riendo, "y dura, y dura, y dura...". Eso sí, tras un experimento acordaron que el sexo sería después de los partidos. Según él, seguía aguantando perfectamente, pero perdía un punto de velocidad. Siempre que lo decía, tan solemne, Mónica no podía evitar sonreír y decirle que ella le absorbía la vida poquito a poco, provocando que él dejara su gesto serio y se pusiera más "travieso", diciendo que podía sacarle toda la vida que quisiera, que tenía mucha, mientras se lanzaba a por ella. Parecían adolescentes cuando estaban juntos.

Tras unos años viviendo juntos y compartiendo vida como si estuvieran casados, decidieron dar el paso y hacerlo. No es que ninguno de los dos tuviera unas especiales ganas o necesidades de pasar por la iglesia, pero las familias les insistían tanto que cedieron, finalmente, aunque fuera sólo por darles el gusto y que se callaran.

No contaron con que, una vez hecho, pasaron a sustituir la insistencia de casarse por la de tener hijos, sutilmente insinuando que la fertilidad de ella iría decreciendo rápidamente con los años.

Sin embargo, ellos aún tenían algunas dudas acerca de la paternidad, y no les hicieron demasiado caso.

A decir verdad, Mónica era quien más dudas tenía. Por una parte, le encantaría ser madre. Por otra, temía el embarazo y los posibles peligros, o que no llegara a buen término, y le aterraba que resultara ser infértil. Había tomado la píldora todo el tiempo que estuvo con Lucas, porque así disfrutaban más del sexo ambos, y temía que su cuerpo ya no pudiera engendrar. Además, también le preocupaba perder atractivo con Lucas. Le gustaba demasiado ver el deseo y la adoración en los ojos de él. La idea de que él la dejara al no ser atractiva, aún cuando por la forma de ser de él sabía que no era probable, se unía a la larga lista de preocupaciones.

Lucas, ajeno a buena parte de los pensamientos de su esposa, aceptaba las decisiones de ella. Al fin y al cabo era ella quien iba a sentir más un posible embarazo.

Pasaron algunos años más, con la situación permaneciendo igual. Mónica se mantenía bien, y Lucas siempre la veía bellísima. Pero ella comenzaba a tener problemas para seguir el ritmo de él, especialmente en materia sexual. Antes podían estar horas y horas todos los días hasta caer rendidos y satisfechos, pero, a pesar de encontrarse físicamente muy bien y poder aguantar sesiones largas e intensas, ya no era capaz de aguantar tanto como él.

Al principio no le dio importancia, pero cuando vio que era gradual y se mantenía, notando como Lucas, acostumbrado a una actividad sexual más intensa, se quedaba nervioso, inquieto, aunque tratara de ocultarlo, empezó a preocuparse.

No era que temiera que él se echara una amante. Le conocía bien, y sabía que era una persona muy leal, que no estaría con otra estando casado con ella. "Mi cachorrito", le decía ella, jocosamente. Más bien temía que, debido a que no acababa completamente satisfecho, acabara dejándola para irse con otra más joven que fuera capaz de mantenerle el ritmo. Conscientemente sabía que él no haría algo así, pero inconscientemente ese pensamiento le devoraba. Ella había intentado seguir manteniendo el ritmo, pero simplemente no podía. Llegado a un punto quedaba exhausta en todos los sentidos y no podía continuar. Y veía que, pese a que Lucas aceptaba la situación y decía estar bien, se quedaba algo 'nervioso'. "Tal vez lo había acostumbrado demasiado bien", pensó, pero nunca renunciaría a los años anteriores, ni cambiaría nada.

La obsesión porque él acabara también satisfecho del todo se incrementó. Pensó, incluso, en contratar alguna prostituta, pero él no aceptaría. Era un hombre orgulloso, y no aceptaba tener sexo pagando. Además, era casi seguro que se sentiría incómodo, y a ella tampoco le seducía la idea de que una cualquiera estuviera con él. También pensó en que alguna de sus amigas maduras, de las casadas con frustración sexual o de las divorciadas, se incorporara, pero el temor a que no fueran capaces de aguantar el ritmo de él, y a que alguna tratara de conquistarle le frenaba. Una mujer más joven podría aguantar el ritmo de él, pero a Mónica le preocupaba que acabara sintiendo algo por él y tratando de arrebatárselo. Se sentía en un callejón sin salida.

Sin decirle a él nada, su obsesión aumentaba.

Por varios meses su inquietud continuó aumentando.

Sorpresivamente, una posible solución se le planteó de forma azarosa. Un conocido, hablando de una sobrina rebelde, le pidió consejo sobre cómo tratarla. Al parecer, dicha jovencita no respetaba a nadie, mirando con especial desprecio a los hombres, aunque no dudaba en hacer uso más que constante de ellos sin ningún pudor, trayendo a sus padres de cabeza, viendo como ya cerca de los 30 años su hija parecía comportarse peor que una adolescente, y sufriendo por el futuro que tendría.

Mónica iba a decirle que probablemente esa chica tendría que hacer un tratamiento realmente largo y profundo, y que le podría recomendar varios especialistas, cuando se dio cuenta de que ella podía ser la solución a su problema. Y, de paso, una forma de aliviar a los padres de esa joven.

La joven podría dar rienda suelta a su lujuria con su esposo, para que entre las dos consiguieran agotarlo, y no tendría que esperar que pudiera enamorarse de él, con el odio que parecía tener ella por el mundo en general, y por los hombres en particular. Además, probablemente el hecho de que no tuviera escarceos conocidos ante los padres, sino visitas a una amiga psicóloga, le haría la vida más fácil ante ellos, y a ellos también, tranquilizándoles.

Mónica le dijo que contara con ella para intentar "encauzar" a su sobrina, y le dio una fecha para que se pasara para evaluarla. Antes de decidir nada quería comprobar que fuera adecuada. Su amigo aceptó encantado, dándole las gracias de manera efusiva.


Mónica, a pesar de que su amigo le confirmó que su sobrina Alicia iría, tenía sus dudas. Le costaría convencer a una persona así a que se fuera a sesiones.

La esperó, habiendo quedado a una hora en la que Lucas aún no estaba en casa. Seguía sin haberle dicho nada, y prefería no hacerlo hasta que se decidiera a lo que fuera.

Alicia llegó tarde, y entró saludando de una forma bastante molesta y con un aire de prepotencia. Mónica la observó. Era una chica bonita y altísima, que rondaría el metro y ochenta centímetros, con un cuerpo bastante delgado y esbelto. Sus pechos y trasero no eran muy grandes, pero parecían redondos y bien puestos. Su rostro, quedaba enmarcado entre unos cabellos rubios ondulados hasta los hombros, con unos ojos celestes claros, casi grises, una nariz respingona y unos pequeños labios rosas sobre una piel bastante clara. Era bonita, aunque el gesto de disgusto la marcara. Seguro que le habían obligado a ir allí.

Su forma de vestir parecía sencilla pero con un toque sexy. Pantalones vaqueros ajustados y camisetas igualmente ajustadas, para marcar bien su figura y calzado cómodo sin tacón. Sin duda era bonita.

Estuvo un rato charlando, simulando una consulta normal, mientras trataba de ir viendo qué le movía a la joven. Parecía actuar como si todos estuvieran por debajo de ella, como si fueran inferiores. Su trabajo, en el que tenía bastante éxito, le hacía reafirmarse en esa convicción. Podría decirse que trataba a todas las personas con desprecio. Y a los hombres, prácticamente como a carne. Sabía usar sus encantos para conseguir lo que quería y satisfacerse usándolos, sin más.

Por una parte, parecía idónea para sus planes. No buscaba más que desfogarse, por lo que en ese punto era perfecta. Además, era bonita, con lo que le gustaría a su marido físicamente, y el carácter haría que no se quedara prendado de ella. Sin embargo, temía que ese mismo carácter hiciera que él, tan orgulloso, no quisiera estar con una persona así.

  • Alicia, ¿no te importa ver a tus padres sufrir así con tu comportamiento, especialmente en materia sexual? - dijo Mónica, en un momento dado de la sesión.

Alicia, por unos instantes, mostró un poco de culpabilidad y arrepentimiento por el sufrimiento de los padres, pero fue una reacción fugaz.

  • La verdad es que lo que yo haga o deje de hacer es cosa mía... - dijo Alicia, aunque con un tono inseguro.
  • Sí, ¿pero no crees que tus padres se sentirían mejor si no tuvieses una actividad tan marcada como la que tienes?. Ver pasar un hombre diferente cada día por tu casa no creo que les sea fácil.

Alicia dudó unos instantes antes de contestar.

  • Supongo que puede que no les sea agradable verlo, pero yo tengo derecho a satisfacer mis necesidades. - dijo, con algo más de seguridad.

Mónica sonrió. De repente la situación estaba girando hacia sus intereses, y podría enfocar el asunto si lo dirigía con el suficiente tacto.

  • ¿Entonces el equilibrio estaría en tener relaciones todos los días sin que tus padres se enteraran, según tu? - dijo Mónica, tratando de poner esa cabeza en la idea de Alicia, pero haciéndole parecer que había sido idea de ella misma.
  • Err, bueno, sí, pero vivo cerca de mis padres, y ellos ven todo el movimiento. Por eso se forma todo.
  • Entiendo.

Mónica permaneció en silencio, observándola, simulando estar meditando acerca de sus palabras.

Evidentemente la joven no disfrutaba con el sufrimiento de los padres, aunque no iba a dejar de estar satisfecha por tenerlos tranquilos. Mónica evitó sonreír, viendo como sus planes podrían funcionar a la perfección.

  • ¿Nunca te has planteado estar con un solo hombre sin que eso conlleve una relación?. De hecho, al pasar por muchos el riesgo de una enfermedad de contagio sexual se incrementa de manera enorme... - dijo Mónica, finalmente, tras unos instantes de silencio.
  • ¿Un sólo hombre todo el tiempo?, si, claro, para que se pusiera pesado y se encoñara... - contestó Alicia, demasiado segura de sus encantos, para gusto de Mónica.
  • ¿Y si fuera así?, si encontraras un hombre atractivo con el que poder estar todas las veces para satisfacerte sin exigirte nada, sólo sexo, sabiendo que está limpio de enfermedades y sin otro tipo de problemas, ¿no te gustaría? - preguntó Mónica, en un tono en que pretendía remarcar como especulativo.
  • ¿Un hombre así?, encuentre uno y estaré encantada. - replicó Alicia, a modo de reto.
  • De hecho, - dijo Mónica mientras mostraba una ligera sonrisa de satisfacción – yo conozco a un candidato perfecto.

Alicia se le quedó mirando en silencio, tratando de averiguar si lo decía en serio o no. Realmente no se había planteado mucho eso de poder tener a un solo hombre para relajarse, pero tenía algunas cosas positivas.

  • De todas maneras, tendría entonces el problema de que mis padres le verían entrar demasiado frecuentemente y me acosarían con preguntas acerca de si es mi novio o no... - dijo Alicia, finalmente, con dudas.
  • Bueno, siempre podríais ir a la casa de él. - contestó Mónica.

Alicia volvió a quedar en silencio. En principio no parecía mala idea, y siempre podía volver a su vida actual, si no le gustaba.

  • ¿Y quién sería ese hombre? - preguntó Alicia, con dudas.
  • Mi marido. - respondió con tranquilidad Mónica.

Alicia la miró con los ojos como platos, totalmente sorprendida, esperando que la mujer se riera diciendo que era una broma o algo así. Se quedó aún más confundida al ver la expresión de convicción de su cara.

  • ¡¿Su marido?!... - exclamó Alicia, atónita.
  • Exactamente, mi marido.
  • Pero... ...¿cómo puede consentir usted que él esté con otra? - preguntó Alicia, sin comprender nada.
  • No es una idea que adore, pero sé que ya no soy capaz de aguantar tanto como él, y que se queda con ganas de más. Prefiero que siga feliz y satisfecho, aun cuando tenga que compartirlo en el sexo.

No dijo que lo prefería a que él pudiera buscar en otras desconocidas el consuelo, pero Alicia lo entendió perfectamente.

  • Pero, no se ofenda, yo no voy a estar con un viejo que no me aguante el ritmo a mi.

Mónica se sintió un tanto ofendida al ver que la consideraba "vieja". Era cierto que ella tendría algo menos de 20 años más que la jovencita, pero eso no quitaba que le doliera ese calificativo. Y, como la costumbre era estar con un hombre mayor o de igual edad, Alicia había supuesto una edad muy equivocada a su esposo.

  • Mi marido tiene 14 años menos que yo. - dijo Mónica, seria.

Alicia la miró ahora con algo de admiración. La psicóloga era una mujer muy atractiva, pero algo más tenía que tener para estar con un hombre tan joven.

  • Igualmente, no puedo decir nada sin verle. - Alicia se sorprendió de sus palabras, donde dejaba caer veladamente que estaba dispuesta a considerarlo positivamente.

Mónica se levantó, saliendo de la habitación, para volver al cabo de un momento con un marco en una mano. Se lo tendió a Alicia para que lo cogiera.

  • Éste es mi marido. - dijo ella, con un deje de orgullo. Era una foto relativamente reciente que se hicieron en la playa. En ella se podía apreciar no sólo la cara de él, sino también su cuerpo, con un brazo rodeando el de ella. Ambos salían muy bien, y a ella la foto le había encantado, especialmente porque él aparecía mirándola lleno de ternura.

Alicia miró la foto durante unos segundos, a conciencia. No pasó por alto el físico de ninguno de los dos, así como tampoco la mirada del esposo.

  • Parece que le quiere mucho. - dijo la joven, finalmente, con un tono inusualmente humilde.

Mónica no estaba segura de si se refería él a ella o ella a él. Pero, en cualquier caso, la respuesta era la misma.

  • Sí, así es. - contestó con seguridad.

  • En principio acepto, a falta de conocerle en persona y terminar de decidirlo. ¿Lo sabe él? - concluyó Alicia, tras unos instantes.

  • No. Si estás de acuerdo se lo diré para ver qué opina, pero no hasta entonces.

  • De acuerdo entonces.

Continuaron hablando durante un tiempo acerca de los planes, el momento para quedar y conocerse, y la forma adecuada de llevar el asunto. Alicia se sorprendió cuando Mónica que le dijo que quería que, de pasar algo, pasara en su casa. Alicia sintió una extraña excitación ante la idea de acostarse con un hombre casado en su casa con su mujer mirando. Mónica no le había dicho si ella estaría en el cuarto o no con ellos cuando estuvieran juntos, pero la idea se le metió en la cabeza, y, de alguna manera, no le desagradó en absoluto.

Quedaron en cenar, presentándose como amiga de Mónica, para que se conocieran y ver que tal iba la cosa.


Mónica llevaba un vestido negro bastante sexy y ajustado, que dejaba ver su estupenda figura y bastante de su cuerpo bronceado, con el largo cabello rizado negro cayéndole libremente por la espalda, dándole un toque aún más seductor, con unos zapatos de tacón, para resaltar sus piernas. Revisaba algunos detalles de última hora en la cocina en la cocina. Ya estaba todo prácticamente listo, así que no había un gran riesgo de ensuciarse. Andaba sacando unos vasos del mueble cuando sintió un suave bocado en sus nalgas.

  • Ñam, ñam – sonó una voz a sus espaldas a la altura de su trasero.

Mónica rió, divertida ante la travesura de su marido, mientras se giraba.

  • Ese plato no está en la carta, caballero. - dijo, mientras se colgaba de los hombros de él, ya erguido y mirándola a los ojos.
  • ¡Pues deberían incluirlo!, ¿donde está el encargado?

Lucas la besó entre risas, abrazándose a ella.

Mónica le miró a los ojos. Le costaba la idea de compartirle, pero la idea de llegar a perderle porque estuviera insatisfecho le aterraba. Le dio un pequeño beso en los labios, mientras se soltaba. Le miró de arriba a abajo. A pesar de que él odiaba vestirse en plan elegante, quedaba arrebatador. Ella hubiera querido que se pusiera la chaqueta del traje y la corbata, pero solo consiguió que aceptara ponerse el pantalón del traje, negro, y una camisa también negra. Igualmente, estaba para comérselo. Pero la visita llegaría dentro de poco, y no les daría tiempo...

  • Venga, ayúdame a poner los vasos, así tendrás manos quietas. - dijo ella, entre risas.
  • ¿Sólo te preocupan las manos?... - sugirió él, travieso.

Mónica se alejó, casi corriendo, cuando él pareció lanzar un mordisco a su pecho.

  • ¡Voy a tener que ponerte un bozal!, ¡estás rabioso! - dijo ella, ya desde el salón, donde colocaba los vasos.
  • No lo sabes tu bien. - Le dijo él en el oído. Se había acercado sin que le escuchara y le había rodeado con los brazos, besándola en el cuello. - Pero me contendré hasta que termine la cena...

Mónica giró la cabeza para darle un nuevo beso. Se alegró de ver que él cumplía y se dedicaba a colocar las cosas en la mesa, porque ella ya se estaba encendiendo mucho con los juegos.

Ella se sorprendió al oír el timbre sonar unos minutos antes de la hora acordada. Que raro resultaba en Alicia eso. Mónica la recibió. Alicia llevaba también un vestido que se le pegaba al cuerpo. Pese a sus pequeñas curvas, ella sabía exprimir bien su encanto.

Se hicieron las pertinentes presentaciones. Mónica observó cuidadosamente las expresiones de Alicia al ver a Lucas. Parecía haberle gustado lo que había visto, y le miró a Mónica aún más asombrada por su marido, como respetándola más. Ésta no pudo más que enorgullecerse, acercándose a él y enganchándose a su brazo, mientras le decía a Alicia cuál sería su sitio en la mesa. Ésta aprovechó para sacar una botella de vino que había llevado para la cena.

Mónica se alegró de lo contenida que parecía Alicia. Parecía controlar sus impulsos de desprecio, tan frecuentes en general, y casi parecía una persona normal.

La cena fue bastante agradable y entretenida, y los tres la disfrutaron bastante. Una vez concluida, se quedaron tomando algunas copas y charlando con tranquilidad, hasta que, ya bastante avanzada la noche, llamaron a un taxi para que acercara a Alicia a su casa, dado que todos habían estado bebiendo.

Aunque ninguno estaba especialmente mareado, optaron por tomarlo con responsabilidad.

Antes de despedirse, Mónica le preguntó discretamente a Alicia qué opinaba de llevar a cabo sus planes. Tras pensarlo unos instantes, se mostró de acuerdo en todo.

Estaban terminando Lucas y Mónica de recoger las cosas cuando él comenzó de nuevo la carga.

  • Quiero el postre... - le susurró él, a su oído.
  • Ya has tomado postre. - jugó ella a resistirse, mientras reía.
  • Sí, pero sabes que soy muy goloso. - dijo, agarrándola desde atrás y pasando a lamer el lóbulo de su oreja y a besar su cuello.
  • Por eso eres tan dulce. - respondió ella, girándose y agarrándole firmemente de las nalgas.

Lucas la miró, haciéndose el ultrajado ante el gesto de ella.

  • Señora, eso es acoso, ¿acaso pretende violarme?
  • Una y otra vez, una y otra vez... - dijo ella, antes de darle un beso y cogerle de la mano para llevarle al dormitorio.

Llegando a él, Lucas la tomó de la cintura y la llevó hacia la cama, haciéndola caer boca abajo sobre ella, con él encima. Le besó la nuca, y le acarició la espalda durante unos instantes sobre el traje, antes de empezar a bajárselo. Ella cooperaba sin problemas y sin moverse, incluso cuando él se levantó y la dejó temporalmente libre.

Una vez quitado el traje, Mónica notó como se deslizaba él sobre ella, hasta que volvió a darle unos mordiscos simulados en el trasero. Ella rió, divertida. Lucas tomó sus bragas y comenzó a deslizarlas por sus piernas hacia abajo, antes de volver a colocarse sobre ella y quitarle el sujetador. Mónica aguardaba, impaciente, a que su juguetón esposo le diera vía libre.

  • Yo quiero desnudarte a ti – pidió ella.
  • Convénceme – pidió él.

Mónica, usando su pierna, comenzó a acariciar el paquete de Lucas con suavidad con su pie, sin girarse. Lo sintió crecer rápidamente ante los estímulos.

En realidad, a Lucas le bastaba con ver a esa bronceada diosa de negros cabellos rizados tumbada en la cama. Veía sus redondeadas nalgas, sus largas piernas y su sexy espalda y cadera y ya se le disparaban las revoluciones. Tomándola de los tobillos, le abrió las piernas y se tumbó sobre ella.

  • Niña mala, - le reprendía, cómicamente – niña mala, ahora te castigaré.

Mónica exhaló un suspiro de excitación, mezclado con algunas risas traviesas. Lucas se abrió la bragueta, bajando sus calzoncillos y sacando su miembro, encajándolo entre las nalgas de ella, y frotando lentamente, mientras deslizaba una de sus manos hasta el sexo de ella, inundado, y comenzaba a estimularlo con ansia. La espalda de Mónica se levantaba con su respiración, muy sonora, mientras se le escapaban algunos gemidos suaves. Nunca había querido probar el sexo anal, pero sí le gustaba que le acariciaran ahí. Como pudo, Lucas introdujo bajo el pecho de ella su mano libre, tomando un seno y acariciándolo todo lo que la postura le permitía. Mónica llevó una de sus manos al otro seno y, con la que le quedaba, trató de llegar a la entrepierna de él. Lucas, deteniendo momentáneamente las caricias en sus pechos, usó ese brazo para retirar el brazo de ella, y dirigirlo hacia sus senos también, quedando ella con sus dos manos estimulando sus propios pechos.

Lucas aprovechó para coger la almohada con la mano libre, y colocarla bajo el vientre de ella. Mónica confiaba demasiado en él como para temer que la forzase por el recto, aunque su miembro estuviera acariciando esa zona, por lo que se dejó hacer. Una vez hecho esto, la insertó de un golpe en su sexo, haciéndola arquear la espalda, alzando su cabeza y sus senos. A Lucas le volvía loco verla así, agitando ese pelo negro como el carbón sobre la tostada piel de su espalda, y se dejó caer totalmente sobre ella, aferrando sus senos mientras le besaba el cuello con desesperación. Al principio iba sacándola despacio casi por completo para volver a embestir con fuerza, pero luego fue, poco a poco, acelerando el ritmo, notando cómo las piernas de ella trataban de enroscarse a él, y como los brazos de ella le agarraban de las nalgas, empujándole en sus penetraciones.

Mezclaban palabras de lujuria y cariño, en una excitante mezcla que les volvía locos.

  • ¿Te portarás bien de ahora en adelante? - decía Lucas entre ligeros jadeos.
  • Visto lo visto, tal vez tenga que portarme... – se detuvo por unos instantes entre gemidos quedos y temblores orgásmicos, tomando otros para recuperarse antes de continuar - ...tal vez tenga que portarme mal con más frecuencia... - dijo, aún afectada por el orgasmo que acababa de tener, aunque éste fue de los suaves.

Lucas rió, y aceleró las penetraciones, tratando de conseguir que ella terminara de nuevo antes de que él lo hiciera. Soltando la mano derecha del pecho de ella, le quitó su mano de sus nalgas y la puso sustituyendo a su mano, estimulándola el pezón, para usar la suya propia para estimularle el clítoris. Esperaba que con eso valiera para hacerla terminar de nuevo a tiempo.

Se empleó tan a fondo que ella comenzó a agitarse bastante antes de lo previsto, pero ahora, ante el estímulo también de su clítoris y de la excitación anterior, el orgasmo pareció mucho mas intenso y prolongado, haciéndola sacudirse y gemir de la manera más sexy que nunca había escuchado él en ninguna otra persona.

A Lucas le excitaba hasta el límite ver a su esposa tener un orgasmo, debatirse y contorsionarse entre los espasmos de placer, de manera que el suyo propio no tardó. Enredó sus piernas con las de ella y la apretó contra la cama, dejándose caer todo sobre su pelvis. Mónica notó, aún en los últimos espasmos de su orgasmo, el pulso del falo en su interior, y, poco después, el húmedo calor que la invadía por dentro. Disfrutó los últimos momentos de orgasmo compartidos con el de su marido con un inmenso placer.

Pasados unos instantes, Mónica hizo levantarse a Lucas, para girarse y quedarse de frente a él, y obligarle a tenderse sobre ella de nuevo, para acariciarse mientras se miraban.

Él aún estaba vestido.

  • ¿Puedo desnudarte ahora? - rió ella.
  • Hmm, bueno, pero solo por esta vez. - dijo, antes de besarla.

Aún permanecieron así unos minutos, siguiendo su tónica habitual, besándose, acariciándose y observándose antes de desnudarle y volver a empezar.

Esa noche Mónica trató de exprimirse al máximo, intentando que las posiciones que hicieran no le requirieran mucho desgaste físico. Quería dejarle todo lo satisfecho posible antes de hablar con él.

Tras un par de horas, bastante cansados los dos, ella se decidió a hablar.

  • Cariño, sé que ya no puedo seguir tanto tiempo como antes... - empezó ella.
  • No pasa nada, muchas quisieran ser capaces de aguantar lo que tú. - le cortó él, con una sonrisa.

Por un instante ella se deleitó con esa sonrisa.

  • Pero sé que tu a veces te quedas con ganas... - esta vez ella calló, esperando las palabras de él.

Lucas la miró, un poco extrañado.

  • Bueno, no pasa nada, simplemente es por la costumbre. - dijo él, tras unos instantes.
  • Pero te quedas nervioso, un poco intranquilo.
  • No pasa nada, Mónica. Nunca pensé que podría tener todos los días la cantidad de sexo que tengo, jamás imaginé disfrutar tanto, no pasa nada porque me quede con algo de energía. -terminó, con una sonrisa.

Era sincero. Y, bien pensado, tenía razón. Dudaba que hubiera mucha gente que llevara una actividad tan exageraba como ellos.

  • No quiero que acabes dejándome por otra porque te quedes con un poco de ganas. - confesó finalmente ella.

Lucas le miró, serio.

  • Creo que sabes que yo no me iría con otra, y menos por algo así. Dudo que ninguna fuera capaz de darme lo que tú, aunque sólo habláramos de sexo. Y no es eso lo que más me gusta de ti. Espero que lo sepas.

El tono serio y casi ofendido de él le arrancó una sonrisa tierna ella. Le acarició la mejilla y el pelo, mientras le miraba con ternura.

  • Tampoco quiero que no te quedes satisfecho del todo.
  • Bueno, ya te lo he dicho, no pasa nada, no es como si no hiciéramos el amor, precisamente, sólo es hacer un poco menos.
  • Sí, pero ese poco menos será cada vez más. Y tal vez ahora vaya poco a poco, pero luego irá pasando más rápido. Te guste o no, tengo más edad que tú, y envejeceré antes.

Era un tema que a ella misma no le gustaba tocar, y a él mucho menos. A Lucas no le gustaba pensar que ella moriría antes que él, aunque sabía que era lo más probable.

El rostro de él se ensombreció, con un deje de tristeza.

  • No quiero pensar en eso ahora. - dijo él – Ni creo que tu debas.

Mónica le atrajo y le abrazó. Seguía siendo su pequeño cachorrito.

Permanecieron abrazos y acariciándose varios minutos, pensativos.

  • ¿Qué te parecería estar con otra mujer para terminar de satisfacerte? - preguntó Mónica, repentinamente y de golpe.

Había decidido ir de frente, sin suavizar.

  • ¡¿Que?!

Lucas se levantó, mirándola a los ojos muy sorprendido. No con una cara de sorpresa agradable, sino de desconcierto. Él trataba de entender qué pasaba con su mujer en esos instantes.

Mónica se tomó unos instantes antes de responder, tratando de escoger las palabras.

  • Lucas, me gustaría que pudieras desfogarte por completo, para que yo esté feliz por ti. Y, ahora mismo, eso significa que alguien me ayude. Yo me encargaría de dejarte tan satisfecho como pudiera, y la otra persona de acabar el trabajo.

Lucas no daba crédito a lo que su mujer le estaba diciendo. Él podía considerar morboso estar con otra mujer, pero es algo que jamás haría. Por las traiciones y deslealtades sufridas, le otorgaba mucho valor a la lealtad, y para él era primordial cumplirla uno mismo. Más allá de que su esposa pudiera no considerarlo deslealtad bajo los términos de ella, él no se sentiría cómodo con ello.

  • ¿Pero tú te escuchas? - exclamó él.

Mónica inspiró y expiró profundamente. A cualquiera que se le contara que a una mujer le había costado horrores que su marido aceptara acostarse con otra no se lo creería. Pero eran cosas como esa las que le cautivaban de él. Viendo su expresión intuyó que él asociaba esa posibilidad a los hechos de su pasado.

  • Lucas, mírame. No es una traición. Yo te lo pido. - comenzó ella. Lucas hizo un amago de interrumpirla, pero ella le hizo un gesto para detenerle. - Será sólo sexo, y yo seré quien disfrute de ti el resto del tiempo.
  • Joder, pero es que es muy... - Lucas buscaba las palabras.
  • Lo sé, cariño, pero me encanta sentirte totalmente satisfecho y agotado sobre mi pecho, antes de dormir, y no inquieto y nervioso. Ademas, no me irás a decir que no es una buena oferta... - terminó ella, con una pequeña risa.

Lucas la miró, sonriendo de nuevo.

  • No digo que no, sólo que se me haría raro que no seas tú.
  • ¡Ja!, -exclamó ella - yo seré, también. A ver si te crees que me vas de dejar desatendida, vamos... -terminó.

Lucas la observó con curiosidad. Ella parecía darlo ya por hecho.

La realidad era que, evidentemente, esa situación tendría su morbo. Sólo aceptaría hacerlo si estuviera convencido de que Mónica lo aceptaría sin que le doliera, y, de hecho, ella era quien le insistía.

  • Bueno, ya veremos, no creo que vayas a encontrar a alguien que se pliegue a algo así. - dijo él, mientras se abrazaba a ella, pensativo.
  • El caso es que ya tengo una candidata. - respondió Mónica, sonriendo tímidamente.

Lucas se levantó, aún más sorprendido. ¿Cuánto tiempo llevaría su mujer planteándose algo así para tenerlo todo tan preparado? La miró fijamente a los ojos, interrogándola con la mirada.

  • La has conocido hoy, y me ha dicho que está dispuesta. - continuó ella, tras unos instantes.

Lucas abrió los ojos con sorpresa.

  • ¿Alicia?
  • Bueno, depende de cuantas mujeres hayas conocido hoy... - dijo ella, tratando de relajar el ambiente.

El no pudo dejar de sonreír, sacudiendo la cabeza ante las ocurrencias de su mujer.

Permanecieron unos momentos en silencio.

  • Y bien, ¿qué opinas? - preguntó ella.
  • Bufff, la verdad es que esperaba tener más tiempo para procesarlo. - admitió él.
  • Pero encuentras atractiva a ella, ¿no? - inquirió Mónica.
  • Ella es guapa, sí. - admitió.
  • Entonces, ¿te parece bien el acuerdo de tener solo sexo con ella?

Lucas le miró, estudiando su cara.

  • ¿Me aseguras que no te molestarás? - preguntó él.
  • Te garantizo que es lo que quiero, para verte totalmente satisfecho.

Mónica contestó eso para evitar una mentira. Evidentemente no le entusiasmaba la idea de que él estuviera con otra mujer, pero quería verle completamente satisfecho, y había decidido hacerlo así.

  • Entonces estoy de acuerdo. - dijo mientras se echaba sobre ella, pensativo.
  • Nunca pensé que costaba tanto que un hombre se acostara con otra. - bromeó ella.
  • Es que el resto de los hombres no han conocido a nadie como tú – dijo él, halagador, mientras le guiñaba un ojo.

Mónica sonrió. ¡Que tontorrón era cuando quería...!

Tras un rato abrazados, pensando ambos, Lucas le habló de nuevo.

  • ¿Estarías tú allí? - preguntó.
  • No sé, ¿por qué lo preguntas? - le interrogó ella, curiosa.
  • Me gustaría verte. - Se dio cuenta de lo mal que podía sonar eso, y de cómo podía interpretarse, y puso cara de alarma. - Para pensar en ti mientras... ...ya sabes... - el tono nervioso de él le hizo reír a Mónica.

Era increíble hasta qué punto podía ser infantil a veces.

  • Entonces, estaría. - respondió ella.

Eso era algo que ella misma se había planteado. ¿Mirar o no mirar?. Por una lado quería ver lo que pasaba, controlarlo, pero por otro prefería no ver a su marido con otra. Sin embargo, las palabras de su marido le habían animado. Tal vez se acostara con otra mujer, pero en la cabeza de él, él se imaginaría que era con ella. Algo era algo, siempre es bueno consolarse con lo que sea...


El día acordado llegó, entre tensión y nervios en todos ellos, incluso algo de inseguridad. Mónica con un nudo en el estómago, a pesar de que la idea había partido de ella. Alicia, excitada pero nerviosa ante la extraña situación. Y Lucas, incómodo e inseguro más que excitado.

Alicia, de nuevo, llegó algunos minutos antes de la hora, y se dirigieron al cuarto, intentando charlar entre ellos para tratar de rebajar la tensión, pero sin lanzarse a hacer nada.

De pie, se observaban mutuamente, nerviosos, en espera de que otro diera el primer paso.

Mónica fue quien se lanzó, cerrando los ojos y besando a su marido, que, inicialmente, le devolvió apenas el beso, para cerrar los ojos posteriormente y dejarse llevar por su esposa.

Alicia, intuyendo que su momento aún no había llegado, se sentó en una esquina de la cama, observando. No había pensado en tener que ver cómo Mónica tenía relaciones con su marido, pero tampoco le desagradaba mucho.

De hecho, se estaba excitando bastante de tan sólo imaginarlo.

Mónica tenía una extraña sensación mezcla de morbo y rubor mientras comenzaba a acariciar la espalda y las nalgas de su esposo, que hacía lo propio con ella. Comenzó a quitarle la camiseta a su esposo, observando como Alicia abría los ojos, con deseo, al ver el fuerte torso de él. Mónica, interiormente, se excitó, al notar a la otra mujer anhelante de participar, pero obligada a mantenerse al margen aún. Propuesta a ponerle los dientes largos, comenzó a besar y lamer su pecho y abdomen, mientras él trataba de quitarle la camiseta, con los ojos entrecerrados y disfrutando las atenciones de su esposa.

Alicia, bastante caliente ya en esos momentos, se acariciaba los senos sobre la ropa, apretándoselos y estimulándose los más que duros pezones, que se marcaban en la tela. Se sentía invadida por el morbo, no sólo de verlos tener relaciones sexuales, sino de pensar que ella luego las tendría también con él, ante la mirada de la esposa. Nunca imaginó que algo así la excitara tanto.

Lucas, con un poco de colaboración por parte de su esposa, consiguió quitarle la camiseta y el sujetador, se puso de rodillas delante de ella y paso a inundarla de besos y caricias, dedicándose con ímpetu a morder con los labios los pezones y lamerlos, arrancando los primeros suaves suspiros de placer de su esposa. La acercó con fuerza a su rostro, besándole el terso vientre, jugando con su lengua por el, especialmente en el ombligo, antes de llegar al pantalón y comenzar a desabrochárselo despacio, mientras seguía besando su abdomen. Mónica le miraba de pie, sonriendo y dando pequeños suspiros, con su respiración acelerándose, mientras le acariciaba la cabeza y la espalda.

Para cuando terminó que bajarle los pantalones y las bragas, y le hubo quitado los zapatos, Mónica se quitó la ropa de los tobillos y volvió a quedar ante él, abriendo ligeramente las piernas. Lucas, poniendo sus manos en sus nalgas y amasándolas, comenzó a descender con sus suaves lametones y besos desde su vientre hasta sus muslos, sin dirigirse a su sexo. Algún pequeño gemido se le escapó a Mónica, ya con la respiración tremendamente acelerada. Lucas pudo observar el brillo del flujo que asomaba en el sexo de su esposa. Resistiendo la tentación de lanzarse a lamerla ahí para derretirla de placer, se contuvo, prosiguiendo su estimulación por los muslos, mientras con sus manos comenzaba a acariciarle los costados, el pecho y el vientre. Como siempre, pretendía excitarla al máximo para que su orgasmo fuera más intenso.

Alicia hacía ya rato que, sin importarle ellos dos, se había quitado la camiseta y bajado los pantalones, retirando sus bragas a un lado y liberando sus senos de su sujetador, sin quitárselo. Únicamente vestida con su ropa interior, se frotaba el clítoris con furia, mientras con la otra mano, humedecida en su boca, se dedicaba a apretar sus pezones y estimularlos. Trataba de silenciar sus gemidos, no por pudor, sino para que no ocultaran los sonidos que provenían de la pareja. Los miraba fijamente, con los ojos muy abiertos, increíblemente excitada.

Lucas le hizo pasar las piernas a Mónica sobre sus hombros, como si ella estuviera sentado sobre ellos, pero con el sexo delante, y puso sus manos en las caderas de ella, para sujetarla. Mónica, sabiendo lo que su marido iba a intentar, apoyó sus manos sobre sus hombros también, inclinándose hacia delante. De rodillas, Lucas comenzó a pasar suavemente la lengua por sus labios vaginales, recorriéndolos, separándolos y jugando con ellos. Sentía a su mujer agitarse sobre él, y, haciendo fuerza, la llevo contra la pared, para que ella pudiera apoyar la espalda. Había estado antes a punto de perder el equilibrio con los movimientos de ella, así que optó por tener precaución.

Una vez hecho esto, retomó sus esfuerzos con renovada energía, jugando también con el clítoris. Al no tener que sujetarla para que ella no cayera de espaldas, pudo liberar sus manos, que empleó en penetrar su sexo una y en apoyarla en la pared para ganar estabilidad otra.

Mónica, con las piernas cayendo por la espalda de su esposo, se contorsionaba y gemía. Nunca habían probado a hacer esa postura, con ella en el aire, y le estaba entusiasmando. Sin poder controlarse, acariciaba el pelo de su marido, dándole fuertes tirones de cuando en cuando, en aquellas ocasiones en las que los estímulos superaban su capacidad de control por unos instantes.

Lucas notó cuánto disfrutaba ella, así que pasó a emplearse a fondo con la lengua en su clítoris y encajando tres dedos en su sexo, que movía frenéticamente.

Alicia miraba extasiada como Mónica se deshacía sobre Lucas, moviéndose como una muñeca de trapo ante el tratamiento de él, y se mordía el labio inferior, penetrándose ella misma con sus dedos y pellizcándose sus pezones. Le encantaría estar en la posición de Mónica en ese momento.

Tras unos minutos, eternos para Lucas, que comenzaba a notar la mandíbula agarrotada y el brazo cansado de los movimientos tan acelerados con los que le penetraba con los dedos, Mónica empezó a moverse aún más violentamente, en fuertes espasmos, y a gemir de una manera bastante sonora. Como en otras ocasiones, Lucas temió por su integridad física, pero nada hubiera impedido que pudiera darle ese orgasmo a su mujer. Le excitaba enormemente verla retorcerse del placer que él le daba.

Alicia empezó a agitarse también y a gemir, muestra inequívoca de su orgasmo, provocado por la excitación de la situación. Nunca jamás había sentido un morbo así. Verle correrse de esa manera a Mónica le había excitado a ella también enormemente.

Tras un buen tiempo, en los que el orgasmo y los espasmos de Mónica fueron remitiendo poco a poco, ésta cayo sobre la cabeza de Lucas, exhausta. Enroscada en torno a él con sus brazos y piernas.

Lucas estaba algo cansado y agarrotado en esa posición. Incluso le costaba respirar con ella tan apretada a él, pero jamás se hubiera apartado en ese momento. Todavía era el momento de ella.

Mónica tardo todavía un tiempo respetable en volver a reaccionar. Para cuando lo hizo, quitó las piernas de los hombros de él, y se dejó caer al suelo, con la espalda en la pared, quedando de frente a él. Le miró a los ojos con pasión y se lanzó encima suya, abrazándole y besándole como si el mundo se acabara esa noche. Con tanta energía se echó sobre él que le derribó de espaldas en el suelo, y si no se golpeó la cabeza fue porque ella tenía un brazo bajo ella. Lucas la abrazó y besó con pasión. Tenía la las piernas, mandíbula y espalda agarrotadas, los brazos cansados, le dolía la erección encerrada en el pantalón y respiraba pesadamente. Pero se sentía en la gloria tras haber hecho que su mujer disfrutara de esa manera, y verla tan feliz y agradecida.

Sin contemplaciones ni despegar sus labios de los de él, Mónica bajó los pantalones y calzoncillos de él hasta sus muslos y libero su duro miembro, dirigiéndolo hacia su húmedo y anhelante sexo. En otra ocasión hubiera jugado a calentarle y excitarle, aunque ya estuviera totalmente erecto, pero se sentía fuera de sí y le quería dentro en ese mismo instante. Levantó levemente las caderas para dejarse caer de un solo golpe, enterrándolo por completo en su interior. Gimió ella al sentirse inundada, y él al notar el abrazo del interior de ella sobre su sexo. Mónica se mantuvo unos segundos quieta, disfrutando de las sensaciones, antes de comenzar a moverse. Primero poco a poco, despacio, para ir cada vez acelerando más y más. Las respiraciones de ambos eran tremendamente agitadas y eróticas, entremezcladas entre tenues gemidos, todo ello silenciado en parte por el pasional beso en el que estaban unidos.

Alicia los miró, asombrada y un tanto deseosa de atención, de que su turno llegara. Después de su orgasmo había dejado de tocarse, pero comenzó a acariciarse suavemente de nuevo, incitada por la visión de la fogosa pareja.

Tras unos instantes en los que ellos dos seguían frenéticos en su actividad, Mónica bajó un poco el ritmo, y despegó por fin sus labios de él para susurrarle algo al oído que Alicia no alcanzó a oír. Sonriendo ambos, se incorporaron sin salirse el uno del otro, y, tomándola Lucas de sus nalgas, mientras ésta enroscaba las piernas alrededor de la cintura de él, abrazándole también con los brazos por su cuello, la levantó, quedándose de pie apoyando la espalda de ella en la pared, y comenzaron de nuevo a moverse, primero torpemente, intentando sincronizarse, y luego poco a poco de forma más fluida. Al parecer, Mónica le había cogido gusto a eso de verse en el aire.

Alicia comenzó de nuevo a introducirse un dedo en su sexo, mientras con su otra mano se acariciaba el vientre, costado y pechos, pellizcándose los pezones, viendo cómo las fuertes piernas de él, ahora visibles al haberle caído los pantalones hasta los tobillos al ponerse de pie, sostenían a la entusiasta pareja, con sus duras nalgas moviéndose hacia delante y atrás, provocando los típicos sonidos al golpear pelvis con pelvis y las piernas de ella agitándose con cada embestida. Si eso no era un polvazo, entonces ella era virgen.

Mónica ahora podía observar a Alicia, decididamente muy excitada y mirándoles con ojos ansiosos, y su excitación aumentó. Fue el hecho de verse observada de esa manera, mientras era tomada por Lucas con furia, sintiéndose en el aire, además, lo que la estaba llevando de nuevo al orgasmo.

Lucas estaba algo cansado en esa postura, pero, notando la proximidad del clímax de ella, decidió emplearse a fondo antes de cambiar.

Mónica comenzó a temblar, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, gimiendo sonoramente, mientras se apretaba contra él, sintiendo en sus pezones el roce con el pecho de él, y se concentró en disfrutar. Lucas querría haber acelerado más los movimientos, pero entre el cansancio y que estos ya estaban cerca de ser lo más rápido que podían ser, no pudo.

Alicia, tumbada en la cama y totalmente abierta de piernas, con su sexo siendo castigado por varios de sus dedos y sus pechos apretados con saña, asistía extasiada a los prolegómenos del orgasmo de Mónica.

Mónica comenzó a elevar el sonido de sus gemidos, y comenzó con unos leves espasmos que, poco a poco, iban ganando intensidad. Dejó de ser consciente de nada más allá del placer. Lucas sintió las contracciones de los músculos de la vagina de ella sobre su falo, provocándole intensas oleadas de placer, pero trató de controlarse para no terminar ahí. No sólo quería prolongarlo, sino que, con el cansancio en las piernas que tenía, el orgasmo sólo hubiera conseguido que se derrumbara en el suelo. Sacudió la cabeza con energía y se esforzó en contenerse, sujetando a su esposa, que se agitaba en sus brazos.

Pasados los momentos de máxima intensidad, cuando los espasmos habían desaparecido casi por completo, Lucas comenzó a andar hacia atrás con ella aún aferrada con fuerza a él, tratando de llegar a la cama y dejarse caer. Notaba sus piernas y espalda bastante cansadas, por el esfuerzo de haber mantenido esa postura durante todos esos minutos.

Alicia los vio acercarse y se apartó levemente, situándose al lado de ellos al dejarse caer de espaldas Lucas con Mónica abrazada a él. No quiso interrumpirles en ese momento. Si estuviera en el lugar de Mónica y le estropearan el momento probablemente se convertiría en una furia. Les observaba, lujuriosa, sin ni tan siquiera tocarse a sí misma, a pesar de que esta vez ella no se había corrido a pesar de haberse quedado bien cerca. Simplemente se mantenía a la expectativa.

Mónica, poco a poco, se fue dejando caer al otro lado de Lucas, con un brazo sobre su pecho y una pierna sobre los muslos de él. Respiraba pesadamente, y parecía muy cansada, con su cuerpo pidiendo un pequeño tiempo de recuperación antes de continuar. Iba, de todas maneras, a intentar incorporarse para que su marido terminara, cuando abrió los ojos y vio a Alicia, que les miraba como un águila mira a una presa, esperando el momento oportuno para caer sobre ella. Tenía sus senos enrojecidos, y su sexo brillante y también con un tono rosado, prueba de sus enfervorecidas caricias.

  • ¿Quieres seguir tú mientras yo tomo aire? - le preguntó Mónica a Alicia.

Ésta, abriendo los ojos en una expresión de satisfacción, se desprendió de su ropa interior en unos rápidos movimientos y se colocó de rodillas sobre la cintura de Lucas, mirándoles a los dos, mientras tomaba el falo de él con una mano y hacía el gesto de dirigirlo a sus labios vaginales.

  • ¡Espera!, - dijo él, deteniéndola. - ¿sin condón? - terminó, primero mirando a Alicia, pero principalmente dirigiendo su pregunta a su mujer.
  • Estoy limpia, y tomo la píldora. - dijo Alicia, con un tono de voz un tanto ansioso. Estaba muy caliente y le quería dentro ya.

Lucas y Alicia miraban a Mónica, aún muy cansada. Ella asintió con la cabeza suavemente. No le había dado tiempo a Lucas de girar la cabeza y mirar a Alicia cuando ésta ya se había dejado caer por completo sobre él, empalándose por completo y provocando en ambos un gemido de placer.

Tal vez por el agotamiento y el placer tan intenso que acababa de tener, pero Mónica no sintió esos celos y posesividad tan intensas que esperaba. Evidentemente, prefirió ser ella la que estuviera sobre la verga de su marido, pero necesitaba un respiro por un momento.

Alicia miró a Lucas con Lujuria y, clavándole las uñas en el pecho, comenzó a moverse sobre él.

  • ¡Cógeme las tetas, juega con ellas! – ordenó más que pidió Alicia.

Algo picado en el orgullo por recibir ordenes de ella, las apresó con fuerza, y, con violentos golpes de cadera, la embistió. Alicia abrió los ojos inmensamente y empezó a gemir.

  • ¡Así, así, así! - animaba ella.

Sobreexcitada como estaba, de haber dejado su masturbación casi a punto y por fin poder participar con Mónica mirando, pronto se tensó y comenzó a chillar en su orgasmo. Alicia era bastante más escandalosa que ellos, y no le importaba en absoluto contenerse.

Lucas notaba las contracciones sobre su miembro, y con la excitación de estar dándole duro a esa que había osado darle órdenes no pudo contenerse, comenzando a derramarse dentro de ella, tirando de ella y apretándola contra su cuerpo. Alicia se sintió estrujada contra él, casi violentamente, y la situación incluso le excitó más, en medio de su orgasmo, y sintiéndose inundada en su interior por el cálido líquido vital de él. Se aferró a Lucas también con fuerza, tensando todo su cuerpo mientras temblaba entre las oleadas de placer. Notaba sus duros pezones presionándose con fuerza en el pecho de él, y los fuertes latidos del pecho del invasor de su intimidad.

Poco a poco el fue desprendiéndose del abrazo, liberándola, dejando caer los brazos a los lados y aprovechando para acariciar a Mónica, que no dejaba de mirarle a los ojos a él. Con Alicia aún aferrada a él y con su miembro en su interior, Lucas besó a su mujer. No pudo evitarlo y, como gesto de gratitud, comenzó a acariciarle también a Alicia en la espalda.

Alicia permaneció así aún un poco más, hasta que se desacopló y se dejó caer a la izquierda de él, apoyando su cabeza sobre el pecho de Lucas, dejando el brazo de él que la acariciaba bajo su cuerpo.

  • Ha sido tremendo, pero espero que esto no sea todo – dijo, retadora, aunque sin levantar la cabeza, aún algo cansada y disfrutando de las sensaciones que acababan de inundarla.

Lucas y Mónica rieron, divertidos.

  • Mañana nos contarás si puedes seguir nuestro ritmo después de lo de hoy.
  • avisó Mónica.

Dicho esto, y aún algo cansada, comenzó a devolver las caricias que su marido le estaba haciendo, mientras le besaba, haciendo tiempo antes del siguiente asalto. Alicia, por su parte, también acariciada por él con el otro brazo, les observaba con su cabeza recostada sobre el pecho de él, y su mano jugueteando cerca del sexo afeitado de él. Le gustaba así, pensó.

Lucas no estaba del todo cómodo acariciando a Alicia. No era que no lo deseara, era que no sabía donde su esposa pondría el límite a hacerle a la otra mujer. Pero, claro, acababa de descargarse dentro de ella, después de que le hubiera cabalgado, lo menos que podía hacer era acariciarla. Sin embargo, sus besos y la mayor parte de su atención era para su mujer.

Sí, la otra mujer era muy espectacular. Tremendamente alta, con esa cara y ese cuerpo, y aunque sus senos y trasero fueran pequeños estaban firmes y bien puestos, no se podía negar que era muy atractiva. Pero su mujer también lo era.

Una rubia y de piel clara, con tonos rosados en su sexo y pezones, mientras que la otra era morena, de piel tostada y con tonos mas oscuros en sus intimidades. Tan sólo compartían los ojos claros, celestes casi grises de Alicia, y verdes de Mónica, como punto común. Cada una a su manera, eran preciosas. Pero él sólo estaba enamorado de una.

Alicia aún estaba relajándose, viendo cómo poco a poco se iban encendiendo los otros dos. Le picó el orgullo un poco al verse como la segunda en atención. Ella estaba acostumbrada a ser el centro de atención, llamativa como era. Sin embargo, entendía que sería estúpido e inmaduro molestarse por no ser considerada la mujer principal en esa relación, así que lo dejó correr.

Llevaban varios minutos así, repartiéndose caricias, con el miembro de Lucas ya preparado, aunque Mónica algo cansada aún, cuando decidió Alicia que ella sería esta vez la primera.

Tomó a Lucas por el costado y le atrajo sobre ella suavemente, dejando que él fuera el que se girara, dirigiendo ella el movimiento.

  • Esta vez me toca a mi primero. - dijo Alicia con seguridad, aunque mirando a Mónica tratando de ver si no le importaba, que asintió lentamente.
  • A ver cómo te manejas tú desde arriba... - retó a Lucas.

Lucas se giró, mirando a Mónica, para ver su expresión. Ella, con un gesto en su cara, le animó a demostrarle a Alicia lo que podía hacer. Girando la cabeza lentamente para que Alicia le viera bien, cambió el gesto tierno y tranquilo anterior por una sonrisa maliciosa y una mirada penetrante y un tanto tenebrosa que le disparó la excitación a Alicia. Quería ver la otra cara de Lucas.

Dirigiendo su palma a la entrepierna de ella, Lucas comenzó a masturbarla, quedando su mano poco a poco impregnada de sus flujos y parte de el semen de él, que escapaba del sexo de ella. Lucas permanecía con esa expresión, y sus ojos clavados en los de ella. De alguna manera, Alicia intuía que esas caricias en su sexo no eran lo que él tenía en mente, sino simplemente un precalentamiento.

En un momento dado, con ella ya bastante caliente y con una excitación bastante más que notoria, la sonrisa maliciosa de Lucas se incrementó, y un brillo en sus ojos le advirtió de que iba a dar comienzo la acción de verdad.

Con la palma sobre el sexo de Alicia y dejando el dedo índice y meñique estirados, dobló los dos dedos centrales y los introdujo dentro del sexo de ella. Alicia gimió, cerrando durante unos instantes los ojos, para volver a mirarle fijamente a él, con ojos lujuriosos, retándole.

Con una energía que Alicia no esperaba, Lucas comenzó un frenético movimiento de su mano sobre el sexo de ella, acariciando el clítoris con la húmeda palma de su mano e introduciendo con fuerza sus dedos centrales doblados en su sexo. La fuerza y la velocidad de la masturbación le volvía loca a Alicia, que le miraba con los ojos como platos y la boca abierta, con la lengua casi fuera. Todo su cuerpo se sacudía con el tratamiento que estaba recibiendo.

Viendo que Alicia trataba de mover su cuerpo, Lucas posó su otra mano con fuerza sobre el pelvis de ella, presionando, y continuó su enérgica estimulación del sexo de ella.

Era duro y casi violento. Y a los pocos minutos Alicia se estaba empezando a correr como una loca, sacudiéndose como una muñeca de trapo sin control de sus extremidades y gritando sin ningún pudor. A pesar del orgasmo de ella, Lucas no bajó la velocidad en ningún momento, a pesar de que tuviera en esos instantes el clítoris demasiado sensible y le pidiera que parara, y continuó con furia redoblada. Tras unos momentos de ligera incomodidad, Alicia comenzó a notar los temblores de nuevo, exigiéndole más fuerza y velocidad.

Retorciéndose en la cama saludaba al nuevo orgasmo, agarrando con fuerza la colcha, con un hilillo de saliva cayendo de su boca, y sus ojos en blanco. En un momento dado, mientras sus brazos se agitaban sobre la cama, encontró una mano de Mónica y la apretó con fuera. Las dos mujeres se miraron a los ojos.

Mónica sonreía, orgullosa de la lección que su marido estaba dándole a Alicia, y ésta la miraba prácticamente fuera de sí en su orgasmo.

  • ¡Joder, qué manos tiene tu marido! - dijo, antes de cerrar los ojos para terminar de disfrutar el momento.

Mónica sonrió. Sí. Adoraba esas manos.

Lucas la miró con un gesto travieso y orgulloso, mientras comenzaba caricias más suaves en los últimos estertores del orgasmo de la otra mujer. Le dolía un poco el brazo del esfuerzo, pero había dejado las cosas claras ante la otra mujer. Si creía jugar con aficionados estaba muy equivocada.

Continuó hasta que la mujer quedó completamente relajada, y se volvió a su esposa, abrazándola por detrás mientras le mordisqueaba el cuello y comenzaba a acariciarle el clítoris, aferrándole los pechos alternativamente con la otra mano.

Mónica suspiró, excitada, echando a un lado la cabeza para dejarle hacer a su marido, y echó sus manos hacia atrás, para acariciarle las nalgas y sus testículos, notando el férreo falo palpitando esperando su recompensa. Juguetona, echó hacia atrás su trasero, jugando a acariciarle el miembro a él, tratando de volverle loco.

Finalmente, Lucas ya no aguantaba más, y soltó los senos de su mujer para orientar su miembro hacia el sexo de ella, e introducirlo poco a poco, aumentando la intensidad de las caricias sobre el clítoris de ella.

Mónica, ya tremendamente excitada por todo lo vivido y visto, suspiraba cada vez que Lucas insertaba un poco más en su interior, pero muy poco. Tenía sus manos en las nalgas de él, empujándole para que la ensartara del todo, mientras intentaba echarse hacia atrás, pero él se resistía, separándose y no dejándola empalarse, y ella comenzaba a desesperarse. Ahora le devolvía él la jugada.

  • Cariño... - dijo ella entre respiraciones entrecortadas - …por favor...

Lucas sonrió, aunque ella no pudo verle la cara.

  • ¿Qué quieres que haga?, dímelo. - pidió él, haciéndose el tonto, jugando con el deseo de su mujer.

En realidad no solían obligar al otro a decir claramente lo que quería, pero esta vez, delante de Alicia, a Lucas le divirtió la idea. Para ser la primera vez lo tendría que hacer con público, a ver cómo se le daba.

  • No te hagas el tonto... - dijo con un tono casi de niña enfurruñada, mientras su pecho se hinchaba con su respiración.
  • Vas a tener que decírmelo muy clarito, y que te oiga Alicia. - le susurró a Mónica al oído.

Mónica entonces fue consciente no solo del juego de su marido, sino que recordó la presencia de la otra mujer. La miró, para verla acariciándose los pechos y las zonas próximas a su sexo, estimulándose mientras les observaba con atención.

  • ¿Quieres ver cómo mi marido me la mete hasta dejarme rendida? - le preguntó Mónica a Alicia, en un tono provocador, en un esfuerzo por no dejar notar toda la excitación y las ansias que sentía en ese momento.

Alicia abrió los ojos con lujuria, y asintió lentamente con la cabeza, mientras se apretaba con más fuerza los senos.

  • Métemela entera y reviéntame de una vez, cariño. - la palabra cariño casi sonaba rara dentro de una orden tan tajante y lasciva.

Lucas le susurró al oído un "te quiero, mientras le introducía de golpe todo su miembro en su interior, y comenzaba a entrar y salir con furia.

  • Acaríciate tú – le pidió Lucas mientras dejaba su clítoris y le tomaba los pechos con sus dos manos, lo que le resultaba bastante más cómodo embistiendo de esa manera. Mónica lo hizo, estimulándose ella con una mano mientras con la otra le agarraba las nalgas a su marido, notando los músculos de él vibrar en cada empellón que recibía ella.

  • Te quiero con locura. - le susurró él, al oído, mientras proseguía.

"Y yo a ti también...", pensó ella, "...y yo a ti también...".

Pese a que mientras Lucas le estimulaba los pechos también la sujetaba, haciendo que permaneciera erguida, hubo un momento en que acabó cayendo de cara a la cama con su marido detrás, acoplado y sin cejar en sus penetraciones. Ahora ya no podía sentirle tan dentro, pero le daba igual. Esa postura era más relajada y le estaba permitiendo centrarse más en el placer, acelerando el orgasmo. Mientras continuaba amasando sus pechos y acariciando sus pezones, Lucas comenzó a besarle el cuello y la parte superior de la espalda, jugando a mover el cabello de ella con su cabeza. Mónica aumentó la intensidad de las caricias sobre su clítoris, perdida entre las sensaciones que su marido y ella misma le hacían sentir.

Cerrando los ojos, notó como los primeros temblores le invadían. Apretó todos los dedos de su cuerpo, mordiéndose el labio inferior y cerrando los ojos con fuerza. El orgasmo la fue inundando en oleadas de placer, tensándola y haciéndola moverse inconscientemente.

Lucas la observaba, cautivado como siempre, mientras su excitación se disparaba. Aún estaba su esposa agitándole entre los últimos coletazos del orgasmo que se iba, mientras se echó sobre ella, besándola en el cuello.

  • Me vuelves loco cada vez que te corres, es lo más sexy que he visto en mi vida. - le susurró él.
  • Lo sé – dijo ella, sonriendo con los ojos cerrados, respirando profundamente. Desde luego, él sabía escoger las palabras y cuándo usarlas, pensó. Y, sí, siempre había podido ver la cara de inmensa excitación en Lucas cada vez que ella tenía un orgasmo, y notando como se ponía como una moto. Y le encantaba tener ese efecto en él.

Lucas se movía suavemente dentro de su mujer, que permanecía echada sobre la cama, relajándose.

Alicia carraspeó, tratando de llamar la atención.

  • Dijimos que yo iba a ser la primera esta vez. - dijo Alicia en un tono de reproche.
  • No, - contestó Lucas, sonriente – tú dijiste que ibas a ser la primera sin consultar a nadie...
  • Bueno, como sea, pero ahora me toca a mi. - exigió, aunque suavizándolo con una sonrisa.

Lucas agitó la cabeza mientras sonreía, mientras miraba la rubia, que le devolvía la mirada retadora.

  • Venga, vamos a probar así. - dijo ella, poniéndose a cuatro patas. - A ver cómo te portas. - terminó, volviéndole a retar.

Lucas comenzaba a estar cansado. A pesar de haberse corrido solo una vez e ir en camino de la segunda, cada vez había sido bastante larga y había pasado por algunas posiciones que cansaban bastante, por lo que el cansancio se iba acumulando poco a poco.

Sin embargo, para qué negarlo, la estampa de la preciosa rubia a cuatro patas sobre la cama revitalizaría a un muerto. Apretó los dientes y volvió a mostrar la sonrisa maliciosa. Iba a aguantar al máximo. Alicia recordaría sus retos toda su vida.

Alicia movía sensualmente su trasero, incitándole. Y, tenía que reconocerlo, se sentía muy excitado. Seguía prefiriendo estar con su mujer, porque en sus relaciones había algo más, pero estar con esa rubia de piernas largas y cuerpo de curvas reducidas que le daba un aspecto de niña a pesar de su edad tenía un morbo enorme. Se sentía raro al haberse comenzado a notar así en ese momento, y no la primera vez que la vio. O cuando la vio desnudarse al principio.

Mónica les miraba tumbada de costado. Ella también era capaz de ver la sensualidad de la rubia, que era mayor de la que esperaba.

Lucas se colocó tras Alicia, situando su miembro entre los muslos de ella, y moviéndose hacia atrás y adelante, frotándose mutuamente los sexos, mientras le acariciaba la espalda, pasando por los costados, y llegando a sus pequeños senos con rosados pezones. Alicia comenzó a moverse también al mismo compás, mordiéndose el labio y cerrando los ojos, jugando a mover las caderas de diferentes formas, con el miembro de Lucas sujeto entre sus muslos. Su respiración aumentaba, su cuerpo comenzaba a arder, mezcla de las ardientes manos de él, que la recorrían erizándole la piel, y de la dureza que aferraba con sus piernas rozándola con su sexo.

Lucas le pellizcó los dos pezones, haciéndola soltar un gemido más de placer que de dolor, y ella se giró y le miró provocativa.

Lucas entendió. Separándose un poco, apuntó sin usar las manos y fue entrando poco a poco en ella, mientras le apretaba los pezones. Parecía gustarle bastante a Alicia, que jadeaba con los ojos cerrados, tratando de sentir como la cálida dureza de él iba entrando en su húmedo sexo. Dirigió una de sus manos a su clítoris, para acariciárselo lenta y suavemente, quedando sostenida sólo por un brazo. Suspiró profundamente cuando notó la pelvis de él junto a la suya, y sus testículos golpear la mano que usaba para estimularse ella.

Instintivamente, los tomó con la mano, con algo más de fuerza de la debida. Lucas dio un pequeño respingo en su interior, pero no dijo nada. Alicia respiraba, sintiéndole dentro y acariciándole los testículos, estando ambos quietos, como perdidos en el momento. Lucas le sacó de su trance comenzando unas penetraciones lentas y suaves. Alicia no le soltó sus testículos, seguía acariciándolos, sintiendo el tacto de la piel de esa zona sin pelos. Ganaba mucho cuando estaban depilados, pensó.

Tras unos minutos, mientras Lucas proseguía con las lentas penetraciones, incluso más lentas de lo que Alicia preferiría que se veía inmersa en una placentera tortura, ansiando que él se desbocara, ella le soltó y volvió a acariciarse el clítoris. El movimiento era terriblemente lento, pero le embriagaba, de alguna manera.

Lucas le volvió a apretar con fuerza los pezones, volviendo a hacer que se le escapara un gemido. Alicia se volvió a mirarle con un gesto de tremenda excitación. Tomó una de las manos de él y la llevo a sus nalgas.

  • Apriétalas a ellas también – dijo ella, con voz lujuriosa.

Lucas le dirigió una mirada traviesa y le apretó la nalga con fuerza, a la vez que con la otra mano le apretaba el pezón de nuevo. Alicia volvió a gemir sonoramente.

  • ¡Así! - animó ella.

Él hubiera querido mantener ese ritmo lento hasta que ella estuviera hirviendo, pero sentir esas duras nalgas y esos pechos, junto con la voz y actitud de ella, le estaban acelerando. Sin darse cuenta, había comenzado a penetrar más y más fuerte, golpeando las nalgas de ella con su vientre con rudeza, mientras se las apretaba ahora con las dos manos.

Alicia respondía al movimiento con el suyo propio, incrementando aún más la intensidad de los embates. Volvió a girar la cabeza. Esta vez con una cara casi desencajada por la lujuria. Incluso consiguió sorprender a Lucas con ese gesto.

Tomando uno de los dedos de Lucas, lo dirigió a su ano y lo movió, indicándole sutilmente lo que tenía que hacer. El miembro de Lucas dio un respingo en el interior de ella, y ella se sacudió de una manera un tanto cómica. Lucas continuó apresando sus nalgas con fuerza, mientras frotaba su ano, viendo los efectos que causaban sus acciones en ella.

  • ¡Dentro! - aulló Alicia.

Al principio Lucas no lo entendió, pero luego asintió, sonriendo. Acercó su dedo al sexo de ella, humedeciéndolo para lubricarlo, y, una vez hecho esto, procedió a ir metiéndolo en el recto de Alicia, que se quedó tensa, curvando la espalda por unos momentos, para luego comenzar a moverse más frenéticamente.

Lucas nunca había hecho eso. Acariciar el ano, si. Pero ni sexo anal ni introducir un dedo. Su esposa no se sentía cómoda con eso, y el no la quería presionar. Pero hacérselo a Alicia le estaba poniendo increíblemente cachondo, más aún de lo que ya estaba antes, que no era poco.

Tras unos minutos, y animado por las reacciones de ella al recorrerle él el interior del recto con su dedo, lo sacó para lubricarlo de nuevo, junto con otro, y pasó a introducirle dos. Otra vez provocó la misma reacción en Alicia. Inicialmente se tensaba, curvando la espalda. Luego se movía frenética, agitando las caderas de una manera enloquecedora. Lucas estaba fascinado con la situación. E increíblemente excitado.

  • ¡Espera! - dijo Alicia, mientras se desacoplaba y bajaba de la cama, yendo hacia su ropa.

Lucas le miró sorprendido, girándose para mirar a su esposa, igual de sorprendida que él. Alicia comenzó a revolver entre sus cosas, ante la atónita mirada de la pareja. Finalmente, pareció encontrar algo, lo guardó en su puño cerrado, como escondiéndolo, y volvió a la cama, acercándose a Lucas sonriente.

Éste la miró con desconfianza. No sabía que juegos se traía entre manos, y no sabía si le iba a gustar lo que ella maquinara.

Alicia se detuvo casi pegada a él y abrió la mano. Un condón. Éso era lo que había ido a buscar. Lucas la miró extrañado, mientras ella lo abría.

  • Dijiste que estabas limpia y que tomabas la píldora. - dijo él, pensando en que se había corrido en su interior.

Mónica no decía nada, pero estaba tensa, pensando en lo mismo que su esposo.

  • Y es cierto. - respondió sonriente Alicia. - Tú déjate hacer.

Lucas dejó que ella le colocara el preservativo, para lo cual ella tuvo que acariciarle los testículos y masturbarle un poco, porque con la preocupación por si ella no tomara la píldora se había aflojado un poco su erección. Una vez vuelto su miembro a su máximo esplendor y con el preservativo puesto, Alicia volvió a colocarse a cuatro patas y, tomándole el miembro con la mano, se lo frotó por su húmedo sexo durante unos instantes, para introducírselo nuevamente.

A Lucas no le entusiasmaba demasiado con condón. Perdía bastante sensibilidad. Además, no entendía el por qué ahora sí con condón. Permaneció quieto, mientras ella misma se movía, empalándose y haciéndole salir de su interior.

Tras un tiempo, volvió a tomar su miembro con la mano y se lo sacó de su interior. Lucas miraba a Mónica, desconcertado. Ella miraba la situación a la expectativa de ver las intenciones de la rubia, aunque se le notaba en la cara que podía estar intuyendo algo.

Alicia dirigió el falo enfundado a su recto, y miró a Lucas, invitándole a seguir él. Lucas abrió los ojos, entre sorprendido e inseguro. Miró a Mónica, consultándole con la mirada si debía continuar con eso o no. Aunque su miembro se le había endurecido aún más, si cabe, ante la sola idea de sodomizar a esa belleza rubia de perverso aire infantil.

Mónica les miró alternativamente. Lucas dejaba ver que él lo quería, pero que no lo haría si ella no lo aceptaba. Alicia la miraba, como diciéndole qué esperaba para decir que sí. "¿Que qué espero?", pensó. "Nada, realmente lo que me molesta es que ella haga algo con él que yo no haya hecho. Aunque yo nunca haya querido hacer eso...". Se enfrentaban esos pensamientos con el hecho de que el hecho de no querer hacerlo ella tampoco era justificación para que él no pudiera hacerlo con Alicia. Se debatía en su mente, su posesividad contra su lógica.

Sin ser muy consciente de ello, asintió con la cabeza.

Alicia notó un nuevo respingo del miembro de Lucas en su ano, provocándole un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Frotó su trasero con el miembro de él y, humedeciéndose los dedos, procedió a dilatarse el ano un poco, que había vuelto a contraerse con el tiempo de las dudas.

Tras unos instantes de estimulación, colocó la punta del falo sobre la entrada de su recto. Se giró y le miró a los ojos a Lucas, esta vez con una mirada más dulce.

  • Despacio, por favor. - pidió.

Lucas se sintió impactado por la repentina humildad de ella, y comenzó a intentar entrar, muy lentamente. Alicia permanecía concentrada, con los ojos cerrados, sintiendo la ardiente barra de carne ir abriéndose paso dentro de ella muy poco a poco. "Tal vez demasiado poco a poco", pensó.

  • Tampoco hace falta que sea TAN despacio – dijo ella, sin girar la cabeza, y en poco más que un susurro.

Lucas decidió no acelerar el ritmo, de todas formas. Era la primera vez que lo hacía, y no era plan que por no ir a la velocidad adecuada hiciera una disparate y acabara ella lastimada. Mejor ir lento pero seguro.

Alicia, sintiendo las manos de Lucas aferrándole sus caderas, comenzó a acariciarse su sexo lentamente. De una manera exasperantemente lenta.

A Lucas se le hizo eterno el tiempo hasta que llegó a estar por completo dentro de ella, golpeando sus testículos en la vagina de ella. Se sentía muy apretado dentro de ella, y... ...diferente. Pero estaba sodomizándola, y esa mera idea ya le hacía estar increíblemente excitado. Con sólo pensar en eso su miembro dio un nuevo respingo en el interior de ella, provocándole a ella otro aún mayor. Rieron por unos instantes.

  • Ahora... - Alicia iba a decirle que despacio entrara y saliera de ella, pero viendo lo terriblemente lento que había avanzado antes no quiso arriesgarse a tanta lentitud de nuevo. - ...ahora deja que yo me mueva.

Dicho esto, comenzó a moverse lentamente, hacia adelante y atrás, poco a poco, cerrando los ojos y concentrándose en sus sensaciones, notando el roce de cada centímetro de piel al deslizarse.

Lucas hizo lo propio, dejándose llevar por ellas, nuevas totalmente para él.

  • ¿Te acuerdas como me masturbaste? - dijo Alicia, repentinamente. - Pues hazlo de nuevo. Fuerte. - le instó, sin esperar a que le contestara.

Alicia comenzó a moverse más rápido, acelerando constantemente.

Lucas, como hizo cuando la masturbó, comenzó a frotarle su sexo con la palma de la mano, lubricándola, hasta que, ya bien húmeda, volvió a doblar los dedos centrales, introduciéndoselos en su vagina y comenzando de nuevo la masturbación que usó anteriormente con ella, frotando su clítoris con la húmeda palma de la mano con velocidad y fuerza, con tanta intensidad como podía.

Alicia ya estaba moviéndose a una velocidad realmente alta, y él comenzó a secundar el movimiento, visto que ya ella parecía no tener molestias. Ambos jadeaban con intensidad.

Lucas tenía una posición algo incómoda para seguir masturbándola, por lo que se dejó caer sobre la espalda de ella, confiando en que Alicia aguantaría su peso.

Ella sintió el pecho ardiente de él sobre su espalda y se le disparó la excitación. Notaba su sexo hervir ante la intensa masturbación de que era víctima, su recto penetrado le hacía, igualmente, bullir de sensaciones, y el corazón de él, con la calidez del cuerpo que le acompañaba, la tenían inmersa en un mar de sensaciones.

Ni tan siquiera fue consciente del cansancio de sus brazos, hasta que, próxima al orgasmo, le fallaron y su cabeza aterrizó sobre la colcha, aún de rodillas con su trasero alzado siendo objeto de las penetraciones frenéticas de él, al haber parado ella sus movimientos debido a la postura. Su sexo le ardía de la excitación y el roce, y comenzó a temblar como nunca.

  • ¡¡Dios!!, ¡¡adoro tus manos!! - gimió más que dijo ella, entre gritos orgásmicos.

En la marea de efectos del orgasmo ella contrajo su ano, aprisionándole el miembro a él, provocándole una excitación brutal, que, unida a la provocada al ver el orgasmo de ella, provocaron el suyo propio, aferrándose a ella con fuerza y tratando de entrar al máximo en su interior, mientras descargaba su semen en el plástico envoltorio.

Permanecieron así un rato, sintiendo el cuerpo ardiente del otro y la piel ligeramente sudada, los latidos del corazón, las contracciones de los músculos, las respiraciones. Lucas le besó en la nuca y se incorporó un poco, saliendo de ella, ya algo más flácido.

Alicia se giró y se quedó mirándole. Ese era el primer beso que él le dedicaba. Tenía las piernas abiertas delante de él, pero no como invitación, cansada y demasiado sensible como estaba, sino para relajar su trasero. Sus senos y su sexo estaban enrojecidos. Y, si pudiera vérselo, sospechaba que su trasero también.

  • Bufff, ha sido brutal. - admitió él.

Alicia le miró, orgullosa de haberle arrancado esa exclamación. A ella también se lo había parecido, pero, fuera de la pasión del momento, le costaba más admitir lo que había disfrutado con él.

  • La próxima vez vendré limpia por dentro y no tendrás que usar condón. - dijo ella, sin darse cuenta de que había dejado claro que esperaba que hubiera una próxima vez, y con un tono provocador.

Por los ojos de Lucas se mostró un fugaz brillo de excitación.

Mónica arrugó el ceño un instante, viendo lo que su esposo había disfrutado y las palabras de ella, pero luego forzó una sonrisa pensando en él, y comenzó a acariciarle. No quería sentirse mal porque su marido lo pasara bien, aunque prefería que fuera con ella.

Lucas la miró, devolviéndole las caricias, y retornando la mirada tierna a su cara mientras la besaba.

  • Bueno, mientras te recuperas tienes que ocuparte de mi. - dijo Mónica, sonriendo, provocando que su marido le sonriera pícaramente de nuevo.
  • Vale, pero hoy uno más y ya está, que se está haciendo tarde y mañana trabajo. Además, cada vez ha sido larga de narices y... - dijo Lucas, aunque en un tono no demasiado seguro. Si Mónica se lo pidiera el se vaciaría del todo con ella tantas veces como quisiera.

Mónica miró al reloj y sonrió. Tenía razón su esposo, tal vez el hubiera acabado dos veces, pero se había llevado bastante tiempo en cada ocasión. De todas formas, ella no se veía con fuerzas como para intentar seguir mucho más adelante. Miró a Alicia. Aún resoplaba un poco, observándoles. Probablemente ella tampoco.

Como las veces anteriores, se prolongaron los juegos y el sexo llegando casi a las dos horas. Agotados, los tres cayeron en la cama, con Lucas en el medio. Alicia se quedó esa noche con ellos en la cama. No hubiera sido muy gentil pedirle que se fuera estando tan cansada y tras todo lo pasado.

Sin querer darle la espalda a ninguna, Lucas se tumbó boca abajo, rodeando con un brazo a cada una y besando a su mujer.

  • Gracias a las dos. - dijo, en un tono suave de voz.

Mónica sonrió, mirándole a los ojos con ternura.

  • Todo un placer – dijo Alicia riendo, y provocando las risas en los demás.

De hecho, hacía tiempo que Alicia no se había sentido tan a gusto.

Al momento, los tres dormían plácidamente.


Fin, al menos por ahora, esperando que os haya gustado.

Como dije anteriormente en otro relato, no repaso mis relatos, así que pido que se disculpen los gazapos que haya en ellos (y, si no es molestia, que se me avise). Si alguien se ofrece para leerlos antes de que los envíe a publicar, mejor que mejor.

Teóricamente la historia iba a proseguir para narrar algunas cosas más, pero esto está ya bastante largo por ahora. Si la gente cree que merece la pena, seguiré con ello, pero no quiero hacer el quijote si a la gente no le gusta.

Como siempre, pediría comentarios, para saber qué puntos están bien y cuáles debo mejorar. Que nadie se corte con ellos.

Especialmente si la gente opina que el relato es malo, por favor, que no me como a nadie y me gusta escuchar todos los puntos de vista.

Para sugerencias de la trama o cosas así, mejor al correo ( braindeadsociety@hotmail.com ), por si cojo alguna, que el resto no la vea en los comentarios y le fastidie la "sorpresa".