La prueba

Antes de ser comprada, la mercancía ha de ser probada.

El día de mi venta por la mañana fui depilado de nuevo, como la noche anterior, y también bañado y cuidadosamente perfumado. El amo me quería bien listo. Yo era una cara pieza que podía salvarle toda la temporada. Completamente desnudo y con las manos atadas a la espalda, con la cabeza gacha, esperaba el momento de mi venta de pie en medio del patio, a la vista de todo y de todos.

  • Como te portes mal y no pueda venderte ya sabes la que te espera. – me advirtió el amo con la vara de los azotes en la mano – Así que no me hagas quedar en mal lugar o te arrepentirás.

Los demás esclavos hacían comentarios y bromas sádicas sobre mí cuando pasaban haciendo algunas de sus tareas. Aquello me excitaba: yo solo allí, en aquel lugar, desnudo e indefenso, sin un solo pelo en todo el cuerpo salvo los de la cabeza. Mi polla ya lucía voluminosa, aunque no dura del todo, y mi glande me picaba, me picaba de sobremanera, pero no podía hacer nada con las manos tal y como las tenía. Llegó el nuevo amo y allí mismo me observó complacido. El viejo amo me miraba diciéndome con los ojos de acero: cómo me falles te vas a enterar. Mientras el nuevo me hacía preguntas, probaba mi cuerpo, y el viejo lo ensalzaba como el del mejor esclavo de toda la hacienda. Los demás miraban sonriendo de todas partes, de las ventanas y de las sombras de las puertas. Yo respondía rápido y diligente.

¿Cómo fuiste capturado? – y me pasaba las manos por las duras clavículas y por los pómulos y los labios y la nariz

Fui capturado hace poco más de un mes mientras trabajaba en el campo por unos esclavistas.

El viejo amo me dio un tortazo leve. – Responde sólo lo que se pregunta. – me regañó

¿Cómo viniste a parar aquí? – y me acariciaba lamiéndose los labios los pectorales temblorosos y suaves

El amo me compró en el mercado tras mi captura.

¿Te da vergüenza estar desnudo ante todo el mundo? – y me manoseaba el estómago y las caderas, y casi ya bajaba hacia los muslos

Sí, me da mucha vergüenza.

A partir de ahora vas a ser mi esclavo. Y vas a ser obediente y vas a complacerme en todo lo que yo te mande. – y ya me acariciaba lujurioso mi polla, que ya lucía prieta en todo su esplendor, con el glande rosado chorreando de excitación. El picor era irresistible ya.

Si, señor.

¿Estás excitado? – me preguntó, y acarició mis huevos en tensión, duros y reducidos

Si, señor.

¿Te pica la polla, esclavo? – y me pasó un dedo por el glande

Si, señor.

Date la vuelta.

Hice lo que me ordenó y comprobó mis hombros y bajó cuidadosamente hasta mi culo. Allí sopesó mis suaves nalgas.

Inclínate, esclavo. – me ordenó – Inclina la espalda.

Me incliné levemente y, con delicadeza pero decisión, abrió mis nalgas e introdujo su dedo en mi ano.

Aun no ha sido penetrado, señor. – observó mi viejo amo

Excelente. Se nota en su estrechez. Perfecto. Me quedo con él.

Fue una sesión excitante. No me gustaba ser un esclavo pero no pude resistirme ante aquello. Mi nuevo amo me ató una pequeña cuerda a la polla y, con cuidado, me llevó a su casa así mismo, desnudo a través de las calles. Una nueva vida me esperaba.