La prueba.

Él sacó de la bolsa que le había dejado mi novia, un paquete de condones y un tubo de lubricante. Yo sabía lo que eso significaba...

La vista era impresionante, aquel hombre tan varonil que había conocido en la fiesta estaba frente a mi, empinadito, ofreciéndome su culito, disfrutando de mis embestidas,  mordiendo la almohada mientras ambos alcanzábamos el clímax. La habitación tenía ese olor tan característico que se genera cuando dos hombres disfrutan al máximo de los placeres carnales.

- Que rico coges papacito – me dijo él mientras su cuerpo sudoroso se pegaba al mío.

- Pues Tú no te quedas atrás – le dije acariciando su abdomen perfectamente marcado por el ejercicio y añadí – luces muy varonil, jamás hubiera imaginado que te gustara la verga.

- Ya ves que sí, pero como a ti también me laten las viejas – me respondió sonriendo.

- Sí, he oído a algunas amigas hablar sobre tus hazañas en la cama – le dije pues su fama de semental era bien conocida entre algunas amigas que teníamos en común, por lo que sentía curiosidad por conocer la manera en que se había iniciado como bisexual y se lo pregunté.

La respuesta inició con un suspiro y una sonrisa que parecía evocar en él recuerdos memorables y así comenzó a relatarme su historia…

Cuando conocí a Dulce, creí haber encontrado al amor de mi vida, la chava era una mujer encantadora en todos los sentidos, inteligente, cariñosa, emprendedora, en fin, podría seguir y seguir con sus cualidades pero jamás acabaría, además, era una niña deliciosa, morenita de cintura estrecha y con unas nalguitas exquisitas. Desde que la comencé a tratar nos llevamos muy bien y nos hicimos novios en muy poco tiempo. Mi vida se revolucionó con ella, ambos teníamos 26 años y el tiempo nos faltaba para hacer cosas.

La primera vez que tuvimos relaciones fue increíble, ninguno de los dos era virgen pero sin duda alguna ella tenía más experiencia que Yo, así que fue ella quien tomó la iniciativa en esa ocasión. Me recibió en su departamento vistiendo solamente un minúsculo shortcito de lickra. Sí, sus tetas estaban al aire, erguidas y desafiantes. Desde el momento que la ví tuve una erección tremenda.

  • ¿Te gusta lo que ves, amor? – me preguntó ella mientras me acariciaba el paquete.

  • Me encanta… estás… ahhh – gemí cuando ella me bajó los pantalones de golpe, sin desabrocharlos.

  • Pues todo lo que ves, lo puedes tocar – me respondió ella y caminó sensualmente hacia la recámara.

No perdí mas tiempo, me terminé de quitar los pantalones y la camisa para seguirla. En cuanto entré a la recámara tuve la visión más excitante que puedan imaginar, estaba completamente desnuda, empinadita en la orilla de la cama, ofreciéndome una vista excelente de sus nalguitas, pero sobretodo de sus dos orificios: su culito y su velludo coño.

  • Te estoy esperando – me dijo ella mientras se metía un par de dedos por la rajita.

Mi reacción fue instintiva, me aproximé a ella y comencé a comerle el culo. Desde la primera vez que la vi fueron sus nalguitas lo que más me atrajo de ella y no pensaba desaprovechar el ofrecimiento que me estaba haciendo, así que comencé a lubricarle el agujerito con mi lengua, llenándolo de saliva y dándole a entender que su estrecho agujerito sería mi primer objetivo.

  • Ahora me toca a mi, acuéstate boca arriba – me ordenó ella al romper abruptamente el contacto con su culito y colocó su mano sobre el bulto que se formaba al frente de mi trusa, masajeándolo varias veces y sacando mi verga por la bragueta - ¡que rica!

  • Pues es toda tuya, mi amor… ayyy – gemí al sentir como rompía mis calzones para liberar los cojones y comenzar a mamármela.

Ambos estábamos muy excitados, creo que el acoplamiento era ideal, sobretodo cuando ella se colocó a horcajadas sobre mi y se fue sentando sobre mi verga, sí, se la estaba clavando por el culo y debía dolerle un poco por las expresiones de su rostro, pero no hizo exclamación alguna, simplemente se la metió toda.

  • Eso era lo que querías ¿o no? – me dijo ella mientras iniciaba el movimiento de cadera.

  • Sí, sí… ahh – gemía al sentir como mi verga era devorada una y otra vez por ese culito y no pude contenerme por mucho tiempo, comencé a venirme dentro de ella, pero eso no la detuvo, siguió meneando las nalgas y mi verga se mantuvo firme, ella sonreía mientras su cuerpo gozaba, era un culito delicioso y ella lo sabía, por lo que en pocos minutos volví a eyacular en sus entrañas. Aunque en esta ocasión, a pesar de los deliciosos meneos de sus nalguitas mi verga perdió la rigidez.

  • Eres el primero que me aguanta uno doble por el culo – me dijo ella mientras se colocaba nuevamente a horcajadas pero sobre mi rostro, ofreciéndome su coñito al tiempo que sus labios se apoderaban de mi verga fláccida.

No perdí la oportunidad y comencé a comerle el húmedo coñito, tenía un sabor delicioso, tal vez un poco salado y un poco mezclado con un hilillo de mi propia leche que le escurría del culito, pero era un sabor muy rico. Además, su boquita poco a poco iba consiguiendo que mi verga se fuera irguiendo, pero fue una caricia más atrevida la que me volvió a poner la verga completamente dura: me clavó un dedo en el culo.

  • ¡Listo! – gritó ella y sin darme tiempo a responder, se volvió a colocar a horcajadas sobre mi verga de nuevo se la clavó, pero esta vez lo hizo por coñito, lo hizo a un ritmo semilento y parecía disfrutarlo más.

Me encantaba esa mujer, sus movimientos para coger eran sumamente deliciosos y el ritmo con el que lo hacíamos nos permitió gozar más tiempo, sin embargo, cuando estaba cerca de una nueva eyaculación ella se sacó mi verga del coño y la metió en su culito. Yo no lo pude evitar, el roce de ese estrecho agujerito me provocó una nueva venida, sin tanta leche pero muy rica.

No hubo mas palabras, sólo un beso y nos quedamos abrazados. Ambos estábamos satisfechos.

Después de aquella tremenda sesión de sexo quedé atrapado. Ella comenzó a tener el control de mi vida. Yo hacía todo lo que ella me pedía. Inició por cambiarme el “look”, me hizo cambiar las trusas clásicas de algodón que usaba por bóxers o slips más sexys, igualmente las playeras, las camisas, en fin, hasta me hizo que me depilara el vello púbico, porque según ella así lucía más varonil en las nuevas prendas. Hasta nos metimos al gimnasio, yo que nunca había hecho ejercicio. Bueno, todo lo decidía ella pero sin duda alguna muchas de esos cambios me agradaron y sobretodo que la recompensa que me daba ella en la cama era deliciosa.

Sin embargo, dentro de los juegos que practicábamos en la cama al inicio no había nada fuera de lo normal hasta que cierto día, no se si por error o porque ella lo planeó, mientras veíamos una película porno en la cama apareció una escena fuera de lo común: un hombre descubría a su mujer en la cama con un semental negro. Ya sé que esa escena es común pero el problema es que al final, después de cogerse a la mujer, el negro se las ingeniaba para cogerse al marido. Esa escena me excitó demasiado y Dulce lo notó.

  • ¡Qué vergota la del negro, verdad! – me dijo ella abrazándome por la espalda y sujetando mi verga en completa erección.

  • Sí, la tiene bien grande – le respondí mientras ella continuaba la caricia.

  • ¡Y las nalguitas del marido! ¡Preciosas! – exclamó ella apretándome la base de mi verga.

  • Ah… si las tiene buenas – le respondí sin tomar conciencia en ese momento de lo que estaba diciendo, estaba elogiando el trasero de un macho y la verga de un semental, así que intenté corregir – pero no se comparan con las tuyas mi amor.

Y sin esperar respuesta la abracé por atrás y comencé a jugar con mi verga entre sus nalgas hasta que la cabeza de mi verga chocó contra su culito y ambos sabíamos lo que eso significaba. Poco a poco se la fui metiendo hasta que la tuvo completa en su interior. Estaba sumamente excitado por la película y admito que mentalmente comparaba las nalgas de aquel hombre con las de ella mientras me la cogía, pero a fin de cuentas era sólo un momento de calentura y nada más.

Entonces llegó el día, el día que jamás había pasado por mi mente, al menos no en los años recientes. Ella me pidió que fuéramos a nadar a un balneario que ella conocía y que no estaba lejos de la ciudad. Me regaló un traje de baño que sinceramente se me hacía muy sexy pero que a la vez me daría pena usarlo en público, por el tamaño y por el color: un microbikini color rosa. Pero como ya había dicho, ella mandaba.

En cuanto llegamos al balneario nos cambiamos y buscamos un lugar junto a la piscina más honda. Por primera vez me sentí un poco cohibido, porque eran evidentes las miradas de la gente ante mi pequeño atuendo, pero el ir con Dulce, quien lucía una tanga espectacular me hizo sentir un poco menos cohibido. Sin embargo, cuando ella señaló los camastros vacíos y caminamos hacia ellos, ocurrió algo que me hizo ruborizar: la mirada del salvavidas. Era una mirada que sentí de arriba abajo y que por si hubiera duda alguna finalizó con un cruce directo de miradas y una sonrisa acompañada de una ligera caricia de él a su paquete.

Cerré los ojos y volteé a ver a Dulce para ver si no era ella a quien miraba, pero ella iba viendo para otro lado, así que esa sonrisa no había sido para ella.

  • Creo que ya te ligaste al salvavidas – le dije tratando de confirmar si no había sido con ella la sonrisa.

  • ¿Crees? La verdad es que está bien buenote ¿no? – me preguntó.

  • Sí, bastante… - y ya no dije más, pasamos junto a él y me volvió a sonreír mientras Yo sentía nuevamente su mirada recorriendo mi cuerpo.

  • Mas bien creo que quien le gustó fuiste Tú jajaja – se rió ella sin saber que su comentario me había hecho sentir más raro aún.

Después de ese primer acercamiento traté de que todo volviera a la normalidad, me metí a nadar con Dulce, bajo el agua cachondeamos un poco y todo parecía indicar que el incidente del salvavidas quedaría en el olvido, pero cuando salimos para asolearnos un poco, la erección de nuestros jueguitos acuáticos era algo evidente, así que volví a la piscina para que se me bajara un poco la calentura. Entonces ocurrió, mientras yo estaba en el agua nadando, ella me hizo la seña de que iba al baño y en cuanto ella dio la media vuelta sentí que alguien chocaba conmigo.

  • Perdón, no te ví – dijo una voz varonil a mi espalda, era él, el salvavidas, su cuerpo estaba pegado al mío, sentir su paquete contra mis nalgas me hizo estremecer, así que de inmediato reaccioné girándome hacia él.

  • No, no te preocupes, es que hay mucha gente – le dije mientras me daba cuenta que a nuestro alrededor no había nadie.

  • Me gustas – me dijo mientras bajo el agua pasaba una de sus manos por mis nalgas haciéndome sentir un nuevo escalofrío.

  • ¿Qué dices? – pregunté mientras él me atraía sujetándome por las nalgas y haciendo a un lado mi bikini me acarició el culito, sí, el cabrón me había metido un dedo en el culo y yo sin saber que hacer.

  • Dije que me gustas y quiero gozar de estas nalguitas – repitió y repentinamente me soltó y se alejó dejándome como tonto en la mitad de la piscina.

  • Te traje agua – alcancé a oír a mi novia quien me sacó de mis pensamientos.

Me acomodé el bikini y me acerqué a la orilla para tomar el agua. En cuanto me senté en el camastro noté que la erección que traía era mayor que la de antes y ella de inmediato lo notó.

  • Hoy si que andas caliente, nene – me dijo ella mientras me untaba bloqueador solar y añadió – ¿quieres ir al vestidor?

No lo dudé, la tomé de la mano y la llevé a nuestro vestidor, en cuanto cerramos la puerta la abracé y me sacó la verga por un lado del bikini. La calentura me hizo arrancarle el calzoncito y sin pensarlo se la metí hasta el fondo.

  • Ahhhhhhh… despacio… mmmm… - gimió ella mientras la bombeaba y nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, y entonces lo hizo, sus dedos rozaron ligeramente mi culito y no lo pude evitar, me vine dentro de ella sin poder evitarlo.

  • Me encantas, creo que no podría vivir sin ti – le dije mientras nos alistábamos para salir nuevamente y entonces ella me dijo algo que me dejó frío.

  • ¿Te gusto más que el salvavidas? – preguntó con una mirada maliciosa y añadió levantando la voz – Acaso crees que no me di cuenta de esas miradas y las sonrisitas.

  • ¿Cuáles miradas? No sé de que me hablas – le dije sabiendo de antemano que estaba en lo cierto, pero lo que me dijo a continuación me dejó congelado.

  • ¿Por qué no lo admites? Si hasta te estuvo fajando en la alberca… ¡¡¡te gusta!!! ¡¡¡Admítelo!!!... Para que te engañas y me engañas… Anda, ve a buscarlo y a darle las nalgas, no dices que esta bien buenote… - y hasta ahí la oí, me salí del vestidor.

Estaba confundido, tenía a la mujer perfecta, pero ese maldito salvavidas, esa sonrisa, ese maldito y hermoso cuerpo masculino, ese maldito paquetote que se le marcaba al frente del bañador, esas malditas manos y ¡ese dedo!

  • Hola precioso… ¿me andas buscando? – dijo una voz a mis espaldas, una voz que de inmediato reconocí pero que me tomó por sorpresa, era él.

  • ¿Qué te pasa, cabrón? ¡Suéltame! – le dije tratando de evitar que me abrazara pero no lo conseguí y entonces le dije en un tono de súplica – por favor, déjame ir.

  • ¿Acaso no te gustó lo de la alberca? – me preguntó mientras una de sus manos se introducía bajo mi bikini para repetirme la caricia que tanto me había confundido, pero además hizo algo que terminó con mis dudas: me besó.

Lo que ocurrió a continuación no sé bien como pasó, sólo recuerdo que me tomó de la mano y me metió a uno de los vestidores individuales que estaba desocupado. No hubo muchas palabras, sólo caricias, caricias prohibidas. Su calzón de baño parecía estar a punto de reventar. No me lo tuvo que decir, me arrodillé frente a él y le bajé el atlético bañador. Aquel enorme pene golpeó mi rostro quedando en libertad. Una sensación diferente recorrió mi cuerpo, sentir la tibieza de aquel vigoroso miembro masculino rozando mis mejillas. Recordé lo que tantas veces me había hecho mi novia y comencé a lamerlo, desde los huevos hasta la cabezota. Y finalmente, lo metí en mi boca para comenzar mi primera mamada.

No podía creer lo que estaba pasando, pero lo estaba disfrutando. Y el salvavidas, ni se diga, sólo se oían sus gemidos y hasta un ligero mete y saca en mi boca había iniciado. Con mis manos acariciaba su abdomen durito y bien marcado, su firme trasero y sus fuertes piernas. Nunca había experimentado sensaciones tan intensas con Dulce, pero sin duda alguna faltaba lo mejor.

  • Quiero culearte papito – me dijo en tono autoritario y no supe que decir.

  • Es que yo nunca… soy virgen de “ahí” – le respondí dubitativo mientras me levantaba sin soltarle la vergota – tengo que irme, mi novia me espera.

  • No te preocupes por ella – me dijo y abrió la puerta del vestidor y ahí estaba Dulce, ya vestida y con todas las cosas en la mano.

  • ¿Dulce? Pero ¿qué pasa? – le pregunté y tratando de salvar la situación le dije – no es lo que parece, él… bueno Yo…

  • Mejor no digas nada, lo vengo sospechando desde hace tiempo y ahora que te veo con la verga de Carlos en la mano se acabaron mis dudas – me dijo sonriendo y hasta ese instante tomé conciencia de que en mi mano derecha aún estaba el delicioso pene del salvavidas, que al parecer se llamaba Carlos.

  • ¿Carlos? ¿Cómo sabes su nombre? – le pregunté.

  • Sí, Carlos es mi amigo, te lo presenté en una fiesta y creo que desde ahí hubo “clic” ¿lo recuerdas? – me respondió sin que Yo recordara aquel evento y añadió – en esa ocasión Carlos me dijo que Tú eras gay al igual que él, no le creí pero me equivoqué y aquí está la prueba.

  • ¿Cuál prueba? – le pregunté.

  • ¿Quieres más prueba que eso? – me dijo señalando mi mano aún con el pene de Carlos – no le has soltado la verga en todo este tiempo.

  • Ves como tenía razón Dulce, este bombón se ha estado reprimiendo pero ahorita le voy a solucionar su problema – le dijo Carlos a Dulce y la despidió – déjale sus cosas y las que te encargué y vete por favor.

Ella obedeció y dejó las cosas. No hubo despedidas. Simplemente se fue y yo no hice nada por detenerla, porque me encontraba en los brazos de ese chico. Sus besos eran profundos y su lengua se enroscaba con la mía de una manera sensacional. Con gran habilidad me acomodó sobre la banca de tal manera que mis nalguitas quedaron accesibles a sus manos, a su boca y a su verga.

Él sacó de la bolsa que le había dejado mi novia, un paquete de condones y un tubo de lubricante. Yo sabía lo que eso significaba, pues muchas ocasiones lo había hecho con Dulce cuando me disponía a encularla.

  • Recuerda que soy virgen – le dije mientras él me untaba el lubricante en el culo.

  • No te preocupes, ese problemita ahorita lo arreglamos jejeje – se rió mientras me clavaba un par de dedos llenos de lubricante.

  • Ah… duele… - protesté apretando las nalgas y por respuesta sólo recibí un par de buenas nalgadas.

  • Te quejas mas que una quinceañera – me dijo mientras se acomodaba para llevar a cabo la desfloración de mi culito – sólo relájate.

Sentí como sus manos separaban mis nalgas y apoyaba la cabezota de su verga en la entrada de mi virginal agujerito, fue una sensación escalofriante pero placentera, mi corazón palpitaba a un ritmo muy acelerado, mi verga estaba mas dura que nunca y entonces vino el empujón, suave pero firme, sentí como mi culito se iba distendiendo para dar paso a esa gran verga. Se me hizo una eternidad el tiempo que tardó en meterme la cabezota, pero en cuanto cruzó el umbral de la entrada el avance fue más rápido y en pocos minutos tenía a aquel macho dentro de mi.

  • Lo sabía, papito… desde la primera vez que te vi sabía que me tocaría romperte el culo – me dijo Carlos mientras iniciaba un mete y saca pausado pero vigoroso y al cual comencé a corresponderle con ligeros meneos de cadera.

  • Ah… despacito… ayyy… - le pedía Yo debido a la intensidad que iban cobrando sus embates.

El sonido que producía el choque de nuestros cuerpos era cada vez más fuerte, pues era acompañado por las tremendas nalgadas que me daba y porque yo mismo empujaba mis nalguitas contra esa vergota. Entonces vino el primer cambio de posición. Sin advertencia alguna y con gran facilidad me colocó boca arriba y puso mis piernas sobre sus hombros, recordé que esa era una de mis posiciones favoritas para joderme a Dulce y ahí me di cuenta lo que era tener un macho completamente en mis entrañas.

  • Tienes un culito delicioso, nene – me decía sin dejar de bombearme mientras sus labios se encontraban con los míos.

En esa posición comenzó a acelerar el ritmo haciendo evidente que la eyaculación estaba próxima.

  • En mi boca, papi… échamelos en la boca… - le pedí desconociéndome a mi mismo y él no lo dudó un segundo, me la sacó del culo y se quitó el condón para ofrecerme su pene a punto de venirse.

Yo me apoderé de inmediato de aquel miembro que tanto placer me había dado en el culo y lo metí en mi boca, para recibir por primera vez la leche de un hombre. Él tensaba sus nalgas con cada lechazo que arrojaba contra mi paladar y yo instintivamente me tragaba su leche.

  • Fue grandioso… pero debo volver al trabajo… si quieres aquí puedes dejar tus cosas y al rato nos vamos – me dijo mientras sacaba su verga se mi boca y se ponía su calzón de baño.

Ahí estaba Yo, sentado en un vestidor de balneario pensando en todo lo ocurrido. Pero lo peor es que me sentía usado. O sea, mi macho sólo me cogió y se largó dejándome desconcertado, con el culito bien abierto y rozado. Me puse mi bikini y salí a buscarlo. Tardé un poco en localizarlo pero lo encontré junto a dos chicos que traían también bañador de salvavidas.

  • Ven, te presento a dos de mis mejores amigos… Paco y Beto… - me dijo cuando me acerqué a ellos.

  • Hola, mucho gusto – les dije y me volví hacia Carlos – oye… ¿podemos hablar?

  • Sí claro, dime – me dijo sonriendo.

  • Este… ¿podría ser a solas? – pregunté mirando a sus amigos para ver si nos dejaban, pero no se fueron.

  • Mira nene, la pasamos bien rico, ya les conté a mis amigos sobre el delicioso culito que tienes… así que cuando quieras lo repetimos… pero, sólo quiero que quede claro no somos novios ni nada por el estilo ¿okay? – me dijo él con la mayor naturalidad del mundo, haciéndome sentir bastante mal y todavía añadió – y bueno si quieres le seguimos cuando salga de aquí, es mas si quieres Paco y Beto se nos pueden unir ¿te late?

  • Sí, lo que Tú digas – respondí y me fui a nadar, necesitaba relajarme para no explotar, por ese cabrón había perdido a mi novia y ahora hasta me ofrecía a sus amigos, aunque pensándolo bien, el tal Paco tenía un paquete de dimensiones bastante considerables y Beto no se quedaba atrás.

A partir de ese día mi vida cambió radicalmente, busqué a Dulce para disculparme pero lo que encontré fue una hembra caliente que me aceptó como su amante conociendo mi gusto por la verga.