La prueba

La cremosidad y textura del gloss dan a mis labios un aspecto precioso, muy sensual. Mi cara en el espejo es la de una mujer joven, perfecta y sofisticadamente maquillada. Hace mucho que me visto de mujer. Pero cuando pase por la puerta del baño hacia el salon de la casa en la que estoy, sé que mi vida cambiará para siempre. Tengo 24 años. Y a partir de hoy me llamo Begoña.

La cremosidad y textura del gloss dan a mis labios un aspecto precioso, muy sensual. Mi cara en el espejo es la de una mujer joven, perfecta y sofisticadamente maquillada. Hace mucho que me visto de mujer. Pero cuando pase por la puerta del baño hacia el salon de la casa en la que estoy, sé que mi vida cambiará para siempre. Tengo 24 años. Y a partir de hoy me llamo Begoña.

Todo empezó hace unas semanas. Disfrutaba de mi soledad en casa maquillándome y vistiendome, como haciá desde los 6 años, de mujer. Estaba dispuesta y muy necesitada de una de esas tardes de transformación que tanto disfrutamos las travestis y que tanto nos gustan y tan poco nos satisfacen, dejandonos siempre una sensación de vacio, que solo podemos llenar al vestirnos otra vez.

Todo parecía ir con normalidad. Hasta que salí de mi dormitorio en minifalda y top, unos tacones blancos y muy maquillada para encender un cigarrillo cuando me encontré de frente con Marcelo. Uno de los mejores amigos de mis padres, que para más INRI, era profesor en mi universidad. El silencio y la tensión se mantuvo por lo que pareció un siglo, hasta que salí corriendo avergonzada hacia el baño más cercano. Instintivamente me desvestí corriendo y me metí en la ducha para limpiarme cualquier resto de maquillaje.

Al fin me armé de valor y volví al salón vestido con un chándal de lo más normal, dispuesto a inventar cualquier historia sobre carnaval o fiesta de disfraces, que esperaba se creyera o al menos no investigara más. Pero al volver Marcelo ya no estaba. Solo dejó una nota en mi cuarto que decía. "No te preocupes, no le diré nada a nadie, ya hablaremos."

La nota me dejó más tranquila pero muy confundida. ¿Ya hablaremos? ¿A que se podrá referir?

Estuve unos días completamente paranoica y asustada. En especial el primer dia que volví a clase de Marcelo. Pero al comprobar que nada ocurria, conseguí olvidar y enterrar el asunto y mi vida siguió como si nada hubiera ocurrido.

Pero a la semana, después de terminar la clase de Marcelo, éste me indicó que permaneciera después de clase que debía comentar una cosa de un trabajo. Entonces si que me puse nervioso. Me dijo que éste sábado estaría solo en su casa, ya que su mujer estaba de viaje. Que dijera en casa que tenía que repasar un trabajo con él y que me esperaba sobre las ocho de la tarde del sábado en su casa. Yo no dije ni pio en todo el rato.

En casa dije, como me indicó Marcelo que estaría en su casa terminando un trabajo y me contestaron que les habia avisado. Que lo saludara de su parte.

Al llegar a su casa me recibió muy cordial y educadamente. Marcelo era un profesor de literatura de unos 47 años. Alto, fuerte y bien conservado. Estaba vestido con unos vaqueros y un jersey marrón. Muy sport. Me ofreció una cerveza y me acompañó al salón donde me invitó a sentarme en el sofá. Entonces me lo soltó.

-¿Cuánto hace que te vistes?...

Me quedé de piedra. Rojo como un tomate miraba al suelo sin saber que decir.

-Vamos, no te preocupes. No voy a hacer un mundo de esto. Es muy normal. Solo quiero saber en que fase estás.

-Desde los 6 años.- acerté a decir.

-¿Te has vestido con alguien? ¿O siempre tu sola?

-No, yo solo claro.

-Está bien, ven conmigo. - Dijo mientras se levantaba y se dirigía al interior de la casa, al dormitorio principal.

  • Este es el vestidor de mi esposa.-me dijo- Aquí encontrarás de todo. Maquillaje y demás tienes en el baño. Te doy un par de horas. Intenta vestirte lo más elegante y femenina que puedas.

  • Pero

  • Sin peros. Ya te he visto una vez y la verdad, no estabas muy elegante. Seguro que puedes hacerlo mejor

Entonces salió del dormitorio dejándome aturdido y confuso. Pero lleno de curiosidad. Abrí el armario y me quedé de piedra. Su mujer, Ana, tenía de todo. Vestidos, trajes, lencería. Era una mujer ancha y de figura un poco andrógina, pero es cierto que siempre iba elegante y muy femenina. No sabía que hacer. Por un lado quería vestirme y probarme todos esos vestidos. Por el otro sabía que me estaba metiendo en un berenjenal de que me iba a costar horrores salir

  • Por cierto.- dijo Marcelo asomando su cabeza por la puerta.- te llamas Begoña a partir de ahora.

Y volvio a dejarme solo sin poder decir ni pío. Fue entonces cuando vi un bluson de raso negro con motivos plateados que me enamoró perdidamente. Tenía que ponerme ese vestido y entonces me vino ese sentimiento que nos viene a veces, en el que el miedo a las consecuencias se hace pequeño y pequeño hasta que desaparece

Así que lo cogí del armario y lo solté sobre la cama. Encontré también un body de raso y encaje rojo y negro con liguero y braguita a juego. Un par de medias y recé para que unos zapatos de salón plateados entraran en mis pies.

Al fin empecé a desvestirme y me fui al baño. Me maquillé como pude, si bien es cierto que con mucho mejor material del que disponia en casa, pero mi práctica era aun insuficiente. Aun asi no me veia nada mal. Mi pelo, no muy largo pero si con volumen pude al menos alborotarlo para que quedara femenino y gracioso al fiajrlo con espuma moldeadora.

Al fin volvi al dormitorio y empecé a vestirme. El usar ropa femenina, tan bonita y elegante, mucho más de lo que estaba acostumbrada me hizo sentirme en una nube, completamente ajena al berenjenal en el que me estaba metiendo.

Cuando salí al encuentro de Marcelo en el salón, lo primero que recibí fue el flash de una cámara de fotos.

Sorprendida y asustada no supe que decir, y me quede tal cual, como un cervatillo deslumbrado por los focos de un coche.

Consciente de mi situación, Marcelo me cogió de la mano y me dirigío al sofá, donde me explicó que la fotografía era una póliza de seguro para él. Si se me ocurría contarle a alguien lo que hacíamos, mi foto sería distribuida entre mis amigos y familiares. Lo cierto es que nunca se me hubiera ocurrido decir nada a nadie. Y además, caso de hacerse público, el tenía mucho más que perder que yo. Pero la foto cumplió con su cometido real, que era establecer un vínculo de poder y mando. Esa foto le daba a él el estatus de amo-secuestrador-chantajista, y a mi el de victima-secuestrada-esclava. Y eso me hacia sentir genial.

Ya en el sofá me dijo que no había de que preocuparse, que entendía perfectamente mi situación y que me ayudaría en mi feminización si yo así lo deseaba. Mientras decía esto, me ofreció un cigarrillo y corregía mi forma de fumar. Que de entre loca masculina, pasó a ser muy femenina.

La tarde transcurrió tranquilamente entre copas de vino y charla. Sus consejos fueron dirigidos a mi forma de andar, de sentarme, de beber y de hablar. Si bien no consegui el tono de María Callas, he de admitir que iba mejorando la textura de mi voz, mas femenina. El unico contacto físico que Marcelo tuvo conmigo fueron los cachetes que me daba en el culito cada vez que hacía algo que el consideraba erróneo o poco apropiado para una chica. Y he de decir que dolian bastante, pero al mismo tiempo me excitaban un monton.

Esa noche terminamos sobre las 12, cuando Marcelo me mandó a la ducha y me dijo que por hoy era suficiente, que me esperaba el miércoles a la misma hora. En la ducha no pude evitar masturbarme recordando todo lo acontecido en casa de Marcelo.

Los dias siguientes estuve distraida, poco concentrada y muy muy cahconda. Solo pensaba en nuestra próxima visita y si, en Marcelo. Me preguntaba porque no había querido tocarme o aprovecharse de mi. En el fondo tenia mcuho miedo a las relaciones con un hombre, y mas con Marcelo. A pesar de mis fantasías y mi travestismo siempre me consideré heterosexual. Pero últimamente la idea de ser poseída por otro hombre no solo no me desagradaba, sino que empezaba a ponerme cachonda.

El miércoles llegó por fin, y a las ocho de la tarde estaba en su casa puntual como un reloj. Cual fue mi sorpresa al llamar al timbre que la puerta la abrió Sonia, su mujer. Una señora rubia de unos 45 años, perfectamente conservada y con un fisico envidiable. Siempre elegantemente vestida y maquillada. La envidia de sus amigas y el deseo oculto de sus amigos.

Amablemente me invitó a pasar al salon donde se encontraba Marcelo, que al verme dijo sin ningun reparo y en voz muy alta:

  • Begoña cariño, ve con Sonia al dormitorio que te ayudará a cambiarte. Yo vuelvo enseguida.

Y dicho eso salió de la casa dejándonos a las dos solas. Yo no podía creer lo que estaba pasando. Sonia conocía toda la situación, y además la aprobaba. Me cogió de la mano dirigiéndome al dormitoria donde había ropa preciosa sobre la cama. Una vez desnuda y en el baño, mientras Sonia me maquillaba con mucho más esmero, dedicación, tiempo y saber hacer que yo, me contaba que Marcelo tenía muchas esperanzas en mi, lo mismo que ella, que le encantó mi foto. Pero que había que pulir muchas cosas. Por ejemplo mi maquillaje, mi eleccion de complementos y algunas sutilezas. Pero que la materia prima era inmejorable, que harían de mi una travesti deliciosa y superfemenina.

Una vez terminado no podía creer lo que veia. Mi cara estaba irreconocible, y al mismo tiempo preciosa y femenina, muy muy sexy.

El vestuario que eligio para mi consistia en un corse de raso dorado con tanga a juego, medias blancas y zapatos de tacon dorados. El vestido me me puso era un traje largo de raso dorado, parecido al que usaria ella, solo que el suyo era rojo. Una vez puesta la peluca, me decoro el pelo con un precioso tocado de plumas dorado. Estaba fantástica. Un par de anillos, pulseras y un pequeño collar de bisuteria plateado con brillantitos. Las uñas postizas, una vez secas, las pintamos con esmalte dorado, muy brillante.

Una vez listas las dos, nos hicimos una foto y salimos al salon, donde me ofrecio una copa de vino y un cigarrillo. Estuvimos charlando un rato mientras me comentaba que esa noche sería mi prueba definitiva, que Marcelo y ella estaban muy ilusionados conmigo y que esperaba y confiaba que no los decepcionara. Al principio no sabia muy bien a que se refería, pero le prometí que no los decepcionaría. Estaba muy agradecida y disfrutaba como nunca de la experiencia que me estaban proporcionando.

Al fin llegó Marcelo, y cual fue mi sorpresa que venia acompañado de un caballero de su misma edad y complexión. Vestido elegantemente con traje y chaqueta. El miedo se apoderó de mi y si no llega a ser por que Sonia me cogió del brazo y me acercó a José para presentarnos hubiera salido huyendo como una loca.

Ya presentados y con la confianza y normalidad que Marcelo y Sonia le daban a la situación me relajaron y conseguí adaptarme a lo que fue una reunion formal entre amigos. El vino ayudaba bastante e incluso consegui entablar una conversación con José que resulto ser un hombre encantador. Al final, poco a poco la situación iba evolucionando y parecíamos dos parejas.

Al fin Marcelo le preguntó a José:

  • Bueno, ¿que te parece nuestra Begoña?

  • Mejor de lo que me habías dicho. – contestó él. – Espero que cumpla tan bien como me dijiste.

Al ver la cara de asombro que debí poner, Sonia me tomó de la mano y les dijo a los chicos que las niñas iban al servicio a retocarse.

Una vez en el baño, mientras Sonia tomaba sus cosmeticos y se retocaba su perfecto maquillaje me dijo en que consistía la prueba de hoy. Debia demostrarle a Marcelo y a ella que realmente era la mujercita complaciente que decia ser. Mi prueba final era un hombre. Era José. Un hombre 24 años mayor que yo, un hombre. Que debia ser con el cariñosa, complaciente y obediente. Y que me tranquilizara, que me dejaban en buenas manos. ME dijo finalmente que me retocara el maquillaje, especial los labios, y saliera al salón para finalmente, hacerme mujer. Volvio a recordarme que esperaba que no los decepcionara, y sin querer, me vino a la mente el recuerdo de las fotos que tenian de mi. Ella salió del baño y yo comencé a retocarme el maquillaje….

La cremosidad y textura del gloss dan a mis labios un aspecto precioso, muy sensual. Mi cara en el espejo es la de una mujer joven, perfecta y sofisticadamente maquillada. Hace mucho que me visto de mujer. Pero cuando pase por la puerta del baño hacia el salon de la casa en la que estoy, sé que mi vida cambiará para siempre. Tengo 24 años. Y a partir de hoy me llamo Begoña.

Al fin me armé de valor y salí al salón. José me esperaba sirviendome una copa de vino. Marcelo y Sonia estaban fuera, en la terraza, besandose y tocandose como la hermosa pareja que eran. Yo sabia que me estaban espiando, analizándome, juzgándome.

Encendí un cigarrillo y agradecí a José por la copa de vino. Él se sentó a mi lado y comenzó a decirme lo hermosa y sexy que era, lo bien que su amigo Marcelo le había hablado de mi, que estuviera tranquila, que estaba en buenas manos. Mientras, su mano acariciaba mi muslo envuelto en raso dorado.

Su mano fue subiendo y mi nerviosismo fue en aumento, a la par que mi excitación. Se inclinó sobre mi y acercó sus labios a los mios. Mis labios estaban cerrados a cal y canto a pesar de su lengua que intentaba abrilos, entrar en mi. Yo estaba petrificada, mientras José intentaba penetrar mi boca con su lengua. Dirigi mi mirada a la terraza donde Marcelo y Sonia ya no fingían, nos miraban descaradamente. Sentí su decepcion y su juicio sobre mi.

Así que me deje llevar, entreabri mis labios y la lengua de José entro en mi boca, tomando posesión de ella, abrazándome y acercandome mas a si mismo con sus fuertes brazos. Ya entregada puse mi mano en su nuca y otra en su espalda le deje besarme cuanto quiso. Cerré mis labios, y comencé a disfrutar.

No sé cuanto tiempo estuvimos besándonos, acariciándonos. Marcelo y Sonia dejaron la terraza y se dirigieron a su cuarto. Nos sonrieron al pasar y nos desearon buenas noches. Yo sonreía entre avergonzada y excitada y José se despidio de ellos con la seguridad de su triunfo y masculinidad. Una vez solos volvió a besarme, esta vez sin resistencia alguna por mi parte, devolciendole el beso como una amante complaciente. Sus manos recorrian mi cuerpo haciendome estremecer. Este hombre sabía como tratar a una chica como yo. Al final dirigió mi mano a su etrepierna y pude notar su pene duro y grande, mucho mas que el mio. Me indicó con la mirada lo que quería y yo asentí. Baje su cremallera, acariciando su pecho con la otra mano. Bajé su pantalón y sus boxer y allí estaba, fuerte, duro, grande, con el glande rosado y brillante a la vista. Su olor era penetrante, pero no desagradable. Lo tome entre mis manos y lo acariciaba sin dejar de mirarlo. Su mano tomo mi nuca y empujo mi cabeza hacia él. Sin ofrecer resistencia abrí mis labios y su pene entró en mi boca. Bese su glande mil veces, la acariciaba con mi lengua, succionaba su polla con mi boca. A juzgar por sus gemidos y por la poca presion que ejercia en mi nuca que lo estaba haciendo bien.

Me estaba comiendo mi primera polla y me encantaba. No sabia porque pero estaba disfrutando como nunca. La chupé durante lo que me parecieron horas. Hasta que de pronto sus gemidos se hicieron mas fuertes y su pene tomo un grosor enorme, sujeto mi cabeza para que no me apartara y un chorro enorme de semen caliente y sabroso inundó mi boca. Lo tragué todo instintivamente. Limpié hasta la ultima gota.

Una vez terminado me incorporé y apenas podía levantar la mirada de la vergüenza que me invadió. El besó mis labios y me llevó al dormitorio. Me indicó que me desnudara en el baño, que me quedara en lencería y que me retocara el maquillaje. Así lo hice. Sali del baño en lencería y con el maquillaje retocado. Nerviosa, miedosa y al mismo tiempo excitada.

El me esperaba completamente desnudo en la cama.

  • Ven, acercate princesa.

Me acerqué despacio hasta que pudo alcanzarme con sus brazos y me tumbó en la cama bruscamente, se hecho encima mia y comenzó a besarme, a tocarme, a excitarme. Recrrió cada centímetro de piel. Durante horas. Me sacó el corsé y la tanga. Acariciaba mi pene y el borde de mi culito.

Me dio la vuelta dejandome tumbada bocabajo a su merced. Entonces comenzo a trabajar mi culito. Lo beso, lo lamió. Introdujo su lengua todo lo que pudo hasta que comenzó a oir mis gemidos deseosos de más. Un dedito, no dolio. Dos deditos, no doiló. Tres deditos dolió un poco mas, pero nada serio.

De repente sentí un liquido viscoso recorrer la raja de mi culo e inundarlo con la ayuda de su dedo. El liquido estaba caliente, picaba, suplicaba alivio inmediato.

Situó su cuerpo encima del mió y noté como dirigió la punta de su pene contra mi ano, restregandolo, aliviando el escozor poco a poco. Y empezó a penetrar. Dolió. Mis gemidos de dolor le indicaban que fuese gentil, que tuviera cuidad y así lo hizo. Entraba y Sali con cuidado, acostumbrando mi culito a su enorme y delicioso invasor. De pronto clavó todo el glande y tapó mi gemido con su mano, introduciendo su dedo en mi boca, para que lo chupara.

Poco a poco el dolor fue desapareciendo y el entrando en mi. La sensación era indescriptible. Succionaba su dedo como si fuese su polla y esta entraba en mi culo y salia despacio, aliviando el escozor y proporcianndome un placer que ni hubiera soñado.

Habia dejado de ser virgen, me estaban haciendo mujer, ya no había vuelta atrás, y me encantaba. Mi gemidos eran solo y exclusivamente de placer. Placer de ser penetrada, follada, satisfecha como hembra.su ritmo fue subiendo y subiendo, poco a poco me incorporó para follarme a cuatro patas, como una perrita. Sus embestidas eran deliciosas. Mis pendientes y collares temblaban al Igual que el resto de mi cuerpo.

Me dio la vuelta para follarme de frente, para que supiera quien me follaba y le mirara a los ojos. Podia ver su satisfacción en su mirada y el vería el placer y el deseo en la mia. De pronto le dije:

  • Bésame, besame por favor.

Y asi lo hizo, me follaba y me besaba y el placer que sentía era grandioso. Su mano masturbaba mi pequeña pollita hasta que sentí morirme y me corri soltando un chorro de semen que inundó su pecho. La oleada de placer hizo que me retorciera y retorciera, pero sus manos sujetaban mi cuerpo para que no escapara de su penetración. El tardó todavía un buen rato en correrse. Me besaba y me follaba como un toro. Yo estaba al borde de la extenuación pero rogaba que no parara. Al fin volvió a masturbarme, más bruscamente esta vez mientras su follada se hizo mucho más intensa, en tres golpes a mi pene y tres enculadas espectaculares consiguió que nos corriéramos al mismo tiempo. A pesar mi segundo orgasmo sentí su pene crecer e inundar mi culo de semen caliente. Se derrumbó sobre mi y me besó diciéndome lo increíble que era.

Se tumbó a mi lado y encendió un cigarrillo para él y otro para mi. Lo fume junto a el acariciando su pecho con mi mano, mirándo al hombre que acababa de arrebatarme la poca masculinidad que me quedaba. Sintiendo como su semen escapaba de mi ano abierto besé su pecho, sus labios, acabé el cigarrillo y caí rendida en la cama. El se giró y acarició mi cuerpo hasta que acabé dormida entre sus brazos.

Ese fue el final del día, pero no el final de ese encuentro