La prueba (2)

Continuacion de los hechos narrados en el relato La prueba.

Y así lo hizo, me follaba y me besaba y el placer que sentía era grandioso. Su mano masturbaba mi pequeña pollita hasta que sentí morirme y me corrí soltando un chorro de semen que inundó su pecho. La oleada de placer hizo que me retorciera y retorciera, pero sus manos sujetaban mi cuerpo para que no escapara de su penetración. El tardó todavía un buen rato en correrse. Me besaba y me follaba como un toro. Yo estaba al borde de la extenuación pero rogaba que no parara. Al fin volvió a masturbarme, más bruscamente esta vez mientras su follada se hizo mucho más intensa, en tres golpes a mi pene y tres enculadas espectaculares consiguió que nos corriéramos al mismo tiempo. A pesar mi segundo orgasmo sentí su pene crecer e inundar mi culo de semen caliente. Se derrumbó sobre mí y me besó diciéndome lo increíble que era.

Se tumbó a mi lado y encendió un cigarrillo para él y otro para mí. Lo fume junto a él acariciando su pecho con mi mano, mirando al hombre que acababa de arrebatarme la poca masculinidad que me quedaba. Sintiendo como su semen escapaba de mi ano abierto besé su pecho, sus labios, acabé el cigarrillo y caí rendida en la cama. El se giró y acarició mi cuerpo hasta que acabé dormida entre sus brazos.

Ese fue el final del día, pero no el final de ese encuentro

Ese fin de semana fue fantástico. Cuando amaneció José se había marchado. Quedamos en casa Marcelo, Sonia y yo. Hubo sexo, mucho, pero sobretodo me hicieron sentir como una muñequita dulce y femenina. Todo el fin de semana en lencería… Hasta que llegó el domingo y tuve que volver a mi aburrida vida de chico.

Durante las semanas siguientes, en la universidad, Marcelo no hizo el más mínimo acercamiento o trato que delatara nuestro secreto, pero por internet si manteníamos un contacto mucho más intimo, es especial Sonia y yo. Y la mayoría de los fines de semana me recibían en su casa, donde me transformaba en Begoña y me solían presentar amigos o parejas con los que pasaba la noche.

Conforme iba pasando el tiempo, los cambios en mi persona se iban produciendo de forma profunda y continua. Deje crecer mi pelo, mantenía mi depilación constante, y sobre todo cambió mi percepción de la gente. Si miraba a una chica me fijaba en su pelo, su estilo, su ropa. En cambio si miraba a un chico me fijaba en su pecho, su entrepierna. Mi debilidad eran los culturistas que abundaban en mi gimnasio, donde se produjo un acontecimiento que me dejó claro el cambio que había sufrido. Una tarde que estaba el gimnasio casi vacío, no pude evitar fijarme en un macho grande y musculado de unos 190 cm, que a su vez no dejaba de mirarme. Tanto se fijo en mí que me hizo sentir incómoda hasta marcharme a la ducha. Después de ducharme me fui un ratito a la sauna, con una toallita enrollada en mi cintura. Al poco entró este chico en la sauna, me saludó y se sentó frente a mí como si tal cosa, solo que al sentarse abrió su toalla dejando al aire su enorme pene brillante y grueso. Fue inevitable quedarme mirándolo como una colegiala boba, absorta e incómoda. Él empezó a sobarlo sin dejar de mirarme. Se levantó y antes de poder reaccionar comenzó a frotar su polla por mi cara. Puso su mano en mi nuca y empujó hasta que me la tragué toda. Así empezó a follarme la boca entre gemidos de placer. Al fin, sujetó mi cabeza para que no escapara y se corrió en mi boca llenándola de un sabor muy conocido ya para mí, el semen de macho. Lo tragué todo y después se sentó junto a mí, acariciando mi cuerpo con dulzura. Empezó a buscar mi ano con sus dedos hasta que pudo introducir uno, dos dedos después mientras me masturbaba con su otra mano hasta que no pude evitar correrme. Justo después de sacar todo mi semen de mi pollita dejó la sauna, se duchó y se marchó dejándome anonadada, confusa y muerta de cansancio. Pero desde entonces tuve muy claro que mi interés sexual eran los hombres.

Así pasaron varios meses, hasta una tarde en la que me llegó un email de Marcelo diciéndome que ese fin de semana salían de viaje y que Begoña se iría con ellos. Así que informé en mi casa de que dicho fin de semana estaría fuera, y el viernes por la noche me desplacé a su casa para salir el sábado a primera hora.

Así, como tres amigos, cogimos el coche y nos fuimos fuera, a otra gran ciudad. Al llegar al hotel habían reservado dos habitaciones, una para ellos y otra para mí. Una vez instalados Sonia se vino conmigo a mi habitación en la que entré como chico y saldría como chica.

Nos depilamos, maquillamos, arreglamos las uñas, incluso teñimos mi pelo de un precioso rojo cobrizo, e incluso me hizo un corte a lo "garzón", cortito y femenino.

Esa misma noche había una fiesta en un conocido pub de ambiente. Ella lucía un supersexy vestido de cuero negro, y para mi eligió un trajecito de seda rojo, oriental tipo Cheongsam.

Zapatos, bolsito y maquillaje a juego (muy maquillada por supuesto) y antes de salir Sonia introdujo una pequeña "bala vibradora" muy lubricada en mi traserito. Entre esta encantadora pareja vestida de cuero negro (tanto él como ella) mi vestido de seda rojo destacaba sin duda.

Ya en la fiesta la cantidad de hombres era muy superior a la de travestis y mujeres. Y a veces era difícil decir que mujeres tenían pene y cuáles no. La fiesta era espectacular. Chicos musculados, "chicas" supersexys, mucho cuero y algo de seda, en especial la de mi vestido. Sonia era como mi mejor amiga. Bailamos como locas, me presentó a todos sus amigos y de cuando en cuando me acompañaba al baño a retocarnos y hablar de esos amigos de Marcelo y ella.

Una de esas veces Sonia salió un poco antes del baño y yo me dirigí a uno de los inodoros, porque cuando bebes hay que orinar. Al cerrar la puerta del cubículo me encontré con un pequeño dilema. Mi primera intención fue la de orinar sentada, como cualquier chica, lo que hacía siempre desde hacía un tiempo ya, pero no quería que la bala vibradora se saliera cayendo al inodoro y perdiéndose para siempre. Así que me tuve que conformar con orinar de pie, como hacían los chicos. Me subí el vestido, me bajé las bragas y saqué a pasear a mi pequeño pene. Aún así la imagen era supersensual. Verme orinar de pie, sujetando mi pene con mis manos adornadas, femeninas, enjoyadas, los tacones a cada lado de la taza y las bragas por los tobillos. Estaba tan absorta con esa imagen que no sentí llegar a quien abrió la puerta del cubículo y antes de que pudiera reaccionar o saber quién era situó sus piernas entre las mías y me empujó hacia adelante, teniendo que poner mis manos en la pared para no caerme. Antes de poder decir ni mu me clavó su polla hasta el fondo de un empujón. Por suerte para mí, el lubricante y el masaje que Sonia me había aplicado eliminó la resistencia de mi ano, que a pesar de la sorpresa y la dureza del trato no sufrió mucho. Más con un gemido que un chillido no pude evitar sentir un placer enorme cuando después del primer empujón empezó a follarme sin permiso y sin piedad y la bala vibradora comenzó a vibrar por culpa de sus embestidas. El trato era completamente distinto a mis experiencias anteriores, mi placer o bienestar no le importaban en lo más mínimo. Solo quería usarme, violarme y correrse en mí, y además la vibración de la bala parecía gustarle y animarle aún más. Así siguió follándome como una bestia hasta que se pegó del todo a mi espalda y en tres embestidas más se corrió gimiendo y gruñendo en mi oído. Entonces me vino el miedo, habré sangrado, habrá usado condón… Quién será?

Apenas me atrevía a moverme, paralizada en la misma posición me quedé completamente quieta mientras terminaba y sacaba su pene de mi culito. Una vez fuera se acercó y me susurró al oído "luego te busco y te dejo que me la chupes". Y salió del baño.

Una vez recompuesta del shock llevé mi mano al culito y comprobé aliviada que había usado un condón, que se había quedado dentro. Al sacarlo comprobé que además de una enorme cantidad de semen en su interior no había restos de nada preocupante, sobretodo no había sangre.

Recompuse mi vestido, me subí las bragas y me estremecí un poco al sentir la bala bajar a su sitio anterior. Retoqué mi maquillaje y sentí las miradas mezcla de envidia y reproche de dos chic@s que estaban en el servicio mientras me follaban. ¿Para qué decirles lo que había pasado en realidad? No pensaba en lo más mínimo dar explicaciones. Lo peor de todo era que no estaba enfadada o dolida, y realmente me había excitado.

Al salir del servicio, antes de contarle nada a Sonia necesitaba otra copa. Pedí al camarero un Martini con limón y busqué un cigarrillo en mi bolso. Sonia llegó acompañada de un chico alto, musculoso y bien guapo. Adrián, de unos 35-40 años, pantalón de cuero negro y chaqueta abierta dejando a la vista un pecho cincelado en músculo, afeitado y algo aceitado. Nos presentó y me ofreció fuego. Ella lo presentó como un buen amigo y un chico estupendo. Adrián solo comentó que ya se había fijado en mí, y que nos habíamos conocido en el baño. Antes de poder decir nada Sonia nos dejó a solas. Muerta por la vergüenza y un poco de miedo no supe que decir. Él se ofreció a pagarme la copa, era lo menos que podía hacer. Además se dio cuenta de las miradas que le había dirigido a su pecho musculado y a sus brazos fuertes y seguros. No pude hablar o menos moverme al sentir su fuerte mano acariciando mi brazo dulcemente, y su sonrisa me estaba desarmando por completo. Así que no pude hacer nada mientras se acercaba, sujetaba mi barbilla con sus dedos y me daba un beso en los labios largo y profundo. Al ver que no reaccionaba o negaba su beso, volvió a besarme introduciendo su lengua en mi boca hasta que reaccioné poniendo una mano en su nuca y otra en su espalda. Ya era suya.

Sonia llegó en pleno beso y me guiño divertida. Nos dijo que se iban a casa de otro amigo a seguir la fiesta y que Adrián podía llevarme, así iríamos todos en coche sin problema. Antes de poder decir nada ella se había marchado y Adrián me dirigía hacia la salida cogiéndome de la mano. Una vez fuera, junto a su coche, un precioso deportivo de color negro, se dirigió a abrirme la puerta como todo un caballero. Eso sí, antes de abrirla me dijo "si te subes al coche, me la chupas", indicándome que aún estaba a tiempo de irme con Sonia o Marcelo en el otro coche, pero que si me iba con él, sabía a lo que me exponía. Así que me armé de valor y me dije a mi misma que si ya me había follado sin permiso, al menos se la chuparía por voluntad propia (y es que además Adrián estaba buenísimo). Por lo que le dirigí una mirada más confiada y segura y subí al coche.

Ya en camino Adrián apretaba su paquete mirándome. Bajó su cremallera y dejó al aire la enorme polla que me había clavado antes en el baño. Aparté mi pelo y me agaché para darle una mamada digna de un rey. A juzgar por sus gemidos y las caricias que daba en mi pelo debía de estar haciéndolo bien, muy bien. Porque no tardó demasiado en apretar mi cabeza contra su entrepierna e inundar mi boca de semen viscoso y caliente. Lo tragué todo como una chica buena y besé sus labios suavemente. Si bien hace un rato el me hizo suya con su beso, en esta ocasión era yo la que lo hice mío.

Retoqué el maquillaje, en especial el pintalabios en el espejito del coche y llegamos a la casa a la que nos dirigíamos. Allí abría como 14 o 15 personas, hombres en su mayoría. Música, un ambiente genial y mucho chico guapo. Los que decidían tocarse y mostrarse cariñosos no lo escondían, incluso se ofrecían por si alguien quería unirse. Adrián me ofreció una copa y encendió mi cigarrillo. Estuvimos charlando amigablemente con otras parejas y daba la impresión de que ya éramos una pareja. Sus caricias y miradas eran constantes, sobretodo en mi culito, y consiguió que me sintiera realmente hermosa y deseada.

Más tarde, durante uno de esos momentos en que acariciaba my sedoso vestido sobre mi trasero, le pedí fuego para el cigarrillo que iba a fumarme y le dije al oído que tenía que ir al baño y me dirigí al servicio mirándole a los ojos de forma divertida e insinuante.

Mientras fumaba tranquilamente subí mi vestido, bajé mis bragas, abrí las piernas y comencé a orinar. No tardó en llegar ni dos minutos. Y del mismo modo que antes me empujo hacia adelante y me clavó su enorme pene, eso sí, esta vez algo más despacio, para que notara bien como iba entrando. En esta ocasión yo me acerqué para recibirle y acomodé mi cuerpo hacia adelante facilitando su penetración. Que en esta ocasión fue larga, profunda y de mutuo acuerdo. Mis gemidos eran exclusivamente de placer, un placer que me llenaba entera con su pene y los calambres que la bala vibradora producía en mí a cada embestida. Los gemidos se tornaron en gritos de placer cuando agarro mi pollita con su mano y comenzó a masturbarme buscando mi orgasmo, que no tardó mucho en llegar, llenando toda la taza del inodoro con mi semen. Aún así el seguía follándome sin descanso uno o dos minutos después de haberme corrido. Casi estuve a punto de perder el equilibro cuando sus embestidas se hicieron más violentas justo antes de correrse dentro de mí. Una vez que hubo acabado, esta vez si me dio la vuelta y me besó en los labios, sacó el condón de su polla y la puso en mi boca para que se la limpiara bien. Y así lo hice, termine de limpiarla, le bese en los labios y la volví a guardar en sus pantalones.

Cuando volvimos a salir la fiesta estaba casi terminada. Sonia y Marcelo se habían marchado al hotel y Adrián se ofreció a llevarme a mí también. Afortunadamente tenía una habitación para mí sola, así que le pedí a Adrián que se quedara conmigo esa noche. Por supuesto él acepto. Pasamos toda la noche hablando, entre besos caricias y sexo, mucho sexo. Y al despertar no se había marchado, seguía abrazado a mí. Lo que nos permitió tener un polvo de "buenos días", pero esa vez no me preocupe de maquillarme, o vestirme de mujer. Me sentía realmente femenina a su lado y como tal me trataba. Así que cuando despertó con su polla entre mis labios supo perfectamente lo que hacer. La pena es que poco después hubo que despedirse y salir junto a Marcelo y Sonia de vuelta a casa