La propuesta de mi amiga

Patricia es mi amiga, ella en su afán de complacer a su marido Andrés me propuso el trío con el que él fantaseaba. Esto desencadenó una serie de encuentros que terminaron en una bi-infiledidad.

Patricia es mi amiga, poco a poco fuimos fortaleciendo nuestra amistad, nos confiábamos hasta nuestros más grandes secretos. Su marido era un patán, Andrés, un tipo que, con todo aquel que no fuera ella, era un sol. Desde que nos presentaron pude notar que le gustaba, me miraba con ansiedad y mucho deseo. Ella me contó cada uno de sus problemas y yo secaba sus lágrimas, siempre quiso hacerlo felíz, lo quería más que a ella misma. Un día entre todo lo que me contaba dijo que él le había propuesto sumar a su relación a una persona más, eventualmente, un trío. No se me hizo raro que me lo comentara, lo raro fue que me lo insinuara, pero algo hizo que sienta curiosidad y una corriente eléctrica la acompañara a darse un tour por mi cuerpo, desembocando entre mis piernas. Tardé unos días, pero al final acepté. Al día siguiente de mi respuesta pasaron por mí, me llevaron a comer y fuimos por unos tragos, sin que ella lo notara intercambiamos números teléfonicos y continuamos la conversación, risas, tragos, música y de pronto ella se abalanzó sobre mí pegando sus labios en los míos que no tardaron en abrirse para recibirlos.

Ella es morena y él también, imagino que lo que les atrajo fue el color de mi piel, que contrastaba deliciosamente con una suave luz que permitía que Andrés se excitara con nuestro beso, ella me acarició el rostro y lentamente bajó su mano hasta mis grandes senos que para ese momento, ya querían salirse del sujetador, acarició suavemente mis duros pezones rosas como si quiera sentir su desnudez.

El rápidamente puso el auto en movimiento y preguntó ¿a dónde vamos? Ella se aparto de mi para decir, llévanos donde tu deseas papi, mientras acariciaba mis piernas. No veía la hora de llegar, estoy segura de que ellos se sentían igual. Tardamos unos 20 minutos en llegar al motel. Bajamos y el se sentía un poco cohíbido, o al menos eso parecía. Lo besé con el permiso de ella y el la miraba como para que ella le permita corresponder. Luego le dí la espalda para permitirle acariciarme los pechos desde allí, aunque ansiaba más sentir la erección que le había provocado y que de esa forma me resultaba mas placentera, sin tener que dejar de besar a Patricia.

Me puse a su entera disposición, entre los dos. Le quité la blusa para ver sus pechos, muy bien proporcionados, poco a poco deslicé su brassier hasta liberar sus pezones, posé mi lengua en ellos, de suaves areolas que se endurecían al contacto con mi lengua, lo mismo sucedía con los míos que estaban entre las manos de Andrés, me quitó el pantalón, ya no aguantaba más, mi ropa interior estaba empapada y su pene amenazaba con romper la ropa para salir, estaba poseido, me quería partir.

Rápidamente dejamos caer lo que quedaba de ropa al suelo y llegamos desesperadamente a la cama. Nos besábamos agresivamente, los tres, nos mordíamos, nos tocábamos, pero el no se atrevía a penetrarme, no sin que ella lo pidiera. Abrió sus piernas, las levantó en sus hombros y entró en ella de un solo golpe, gemía y no paraba de mirarme, ella gritaba, me tocaba, pero era evidente que el no encontraba su alivio, lo besé. Ella decidió que ya era hora y le pidió, papi dale verga a mi amiga, fue lo que esperaba y él también. Me recosté sobre ella dejando mi clítoris cerca del suyo mientras nos besábamos, no hizo falta lubricación, yo la tenía toda en mi vagina, pasó su mano en ella, por el espejo pude ver como sonreía complacido, era su sueño casi cumplido, suavemente sentí que me atravesó.

Me tenía, me la metía con fuerza, tenía la verga muy grande y muy dura, me agarraba del cabello y me daba con fuerza, ah gemía él y yo también, que rico sentirla dentro, sacarla y volver a embestirme con fuerza, como un animal, como una bestia, el roce del clítoris de Patricia y mío, con la verga de Andrés dentro mío, me elevaron al cielo, recordamos que estaba ella ahí cuando la escuchamos decir, si papi, dale mas verga, y me chupaba los pezones. Al escucharme gritar el orgasmo que me regalaron, se escuchó un gruñido que dejo escapar su leche caliente sobre mi espalda.

Ella y yo jugueteamos un poco antes de irnos. Me pagaron, pero con lo disfrutado lo hubiera hecho gratis.