La propuesta de andrés

Miré a ambos lados de la barra. Nadie estaba interesado en nosotros. En un movimiento gatuno, del que nadie se percató, salvo mi amigo, me quité el tanga y se lo metí en el bolsillo del pantalón, rozándole con mis dedos los testículos de forma intencionada.

LA PROPUESTA DE ANDRÉS

El destino se cernía sobre mí como se ciernen las nubes de tormenta, oscureciendo el cielo y la tierra, atenazando y zarandeando con sus dedos de viento los árboles, y revoloteando las hojas secas y las bolsas vacías de patatas fritas.

A la tristísima muerte de mi padre, en la que no pude pensar durante meses sin inundar mis ojos de llanto y mi alma de honda desesperación,  se unía la sobrevenida penuria económica, una escasez de lo más inmisericorde.

Apenas tenía fondos para comprar comida algunos días más, debía dos meses de alquiler y los vecinos me miraban con cara de desdén, debido a los recibos atrasados de la comunidad. Tan sólo la dulce Kati, una viuda amable del bajo B, con siete perros a los que sacaba continuamente a pasear, me trataba con cierto cariño.

-Pobre niña- me había dicho más de una vez – tú no les hagas caso. Mucha envida es lo que te tienen. Eres la mujer más hermosa que han visto esas brujas.

-No digas tonterías Kati. Cualquiera podría oírte-

Salí de casa, me ahogaba el ambiente cerrado y la televisión, plagada de programas superficiales y absurdos. Caminé por las aceras del barrio, sin rumbo, intentando que el aire fresco del atardecer primaveral aclarase mis ideas y me ayudase a encontrar la salida al atasco en el que se encontraba mi vida.

Las personas iban y venían, la mayoría ya sin prisas, tras salir de sus trabajos. Pensé en que todos y cada uno de ellos tenía su rosario de alegrías y tristezas desgranadas en la vigilia de sus vidas.

¿Quién era yo para sentirme más desgraciada que ninguno de ellos? ¿Acaso conocía sus problemas o sus angustias?

Llamé a Andrés: -Cariño, necesito verte-

Siempre encontraba dispuesto a aquel amigo, algo mayor y redicho.

-Dime cuando y donde- respondió.

Realmente, y no sólo por los comentarios de otras personas, me reconozco a mí misma en el espejo como una hembra hermosa y bella. No soy demasiado agraciada de cara, aunque no soy fea tampoco. Tengo bonitos los ojos, del color de la coca-cola (como dice la canción) y mi cabello negro, que brilla sedoso y algo rizado. Mi cara estrecha, de pómulos marcados con la nariz pequeña y la boca algo grande, como los dientes, pero mi cuello es estilizado y sobre todo mi cuerpo es una escultura griega. Cintura estrechísima, pecho y culo duros y contundentes, piernas larga, piel blanca, y un moverme y un mirar que turban a los hombres hasta el punto de anular sus voluntades.

Noto mi poder sobre los el sexo contrario. Aunque sé que no será eterno, que el paso de los años provocará la huida de mi actual atractivo.

Medité sobre las palabras de Kati. Tal vez estuviese en mi físico la respuesta a mis preguntas. ¿Por qué, sino, estaba dotada de esa calentura permanente, de esa predisposición al sexo, casi con cualquiera, en cualquier lugar y momento?

Andrés era un buen amigo. Le conocí gracias a su esposa Zoila. Tras su divorcio mi amiga se fue a vivir a Cádiz, pero mi amistad con Andrés había continuado.

Mi amigo esperaba a la puerta del local de copas, con música en vivo-Llegas muy tarde. ¿Has tenido algún problema?- Me preguntó tras dar una calada profunda a su cigarrillo rubio, algo preocupado, pero con una gran sonrisa. La luz blanca y azul del neón, que se precipitaba desde el cartel del garito se mezclaba con la amarilla de las farolas, sembrando sobras lilas en las placas de pizarra de la acera.

-Entremos- le dije – ahora te cuento porqué llego tarde.

A mis 28 años, estoy lejos de ser una niña inocente. No me asusta la vida, ni el sexo, y casi ni me asusta la muerte. Tengo algo de legionaria. Andrés era miembro de los servicios de información del ejército de tierra. Algo que siempre me pareció interesante, pero de lo que él se negaba obstinadamente a hablar. Le expliqué la avería de mi coche y lo de la grúa. –Por eso llego tan tarde. Perdona-

-Joder, si que tienes mala suerte- Dijo Andrés conmovido por mis avatares. No pude evitar reírme.

-No te molestes por lo que voy a decirte Carla- Le miré fijamente a los ojos. Tomé la pinta de guinness y le pegué un trago más que considerable. Tenía sed. –Promételo-

-No seas tonto dime lo que me tengas que decir. ¿Cuándo me he enfadado contigo?

-Podrías ejercer de escort una temporada, sólo provisionalmente. Eso solventaría de golpe todos  tus problemas financieros. Si yo fuera una mujer con tu físico no lo dudaría-

-¿Escort. Eso no es un coche?-

Andrés tenía la voz grave, tal vez más grave a causa del tabaco. Su risa profunda se mezcló con uno de sus súbitos arranques de tos.

-Sí, el Ford escort- me dijo –Pero además una escort es una acompañante remunerada, es decir, una chica a la que un cliente paga por acudir con él a reuniones, cenas, viajes y cualquier cosa que pueda ocurrírsete-

-Vamos una puta- le dije

-No creas- me aclaró -la contratación puede llevar incluido sexo o dejar bien claro lo contrario. Carla tu eres una chica con una belleza espectacular, educada, tienes tres años de derecho y hablas bien francés e inglés. En la mayoría de los casos, el cliente de este servicio busca sobre todo un sentimiento de superioridad que proporciona estar acompañado por una mujer con un alto nivel de estudios y con una excelente presencia, como la tuya.

Conozco a una persona. Es un hombre distinguido e influyente. Es dueño casi en absoluto de la mejor agencia en Madrid de ese tipo de chicas. Podría hablarle de ti, y si quieres, dejarle claro que no quieres sexo.En los últimos años la demanda de compañía de lujo ha desbordado todo lo imaginable. Muchas jóvenes utilizan este trabajo ocasional para financiarse los estudios o algún capricho. Ya sabes…… un auto bonito o una casita. Se cobran cientos de euros por día.-

Llevaba varios días sin sexo y mi cama y la de Andrés estaba vacías. Siempre he pensado en él como en un amigo. Lo ha sido, sincero y leal,  y jamás habíamos tenido nada más que ver, aunque sé que en su mirada siempre se han escondido trazas de deseo.

No me importó la gente del bar, ni la sorpresa que iba provocar en él. Apuré el último trago de la guinness, me incorporé y le besé en la boca.

-¡Joder, Carla, no hagas eso! No soy de piedra-

Sentí en mi vientre el hormigueo del deseo. Necesitaba sexo, un hombre comiendo mis pechos y mi entrepierna y luego folándome sin miramientos. ¿Quién mejor que él?

Miré a ambos lados de la barra. Nadie estaba interesado en nosotros. En un movimiento gatuno, del que nadie se percató, salvo mi amigo, me quité el tanga y se lo metí en el bolsillo del pantalón, rozándole con mis dedos los testículos de forma intencionada.

-Estás bebida, definitivamente te ha sentado mal la cerveza-

-No- le dije secamente, mirándole a los ojos

-Carla, no quiero perderte como amiga. No hagamos nada de lo que tengamos que arrepentirnos-

Al pobre le había cambiado la voz. Ya no era tan grave ni segura. No podía dejar de pensar que tenía mi tanga rojo metido en el bolsillo y miraba mis piernas, tan solo cubiertas mucho más arriba del medio muslo, por la minúscula falda de mi vestidito.

Acerqué mi taburete al suyo. En el escenario del pub había comenzado una actuación de un grupo de rock y habían atenuado las luces del local y encendido las del tablado. Abrí las piernas y le invité con un gesto y una mirada corta hacia abajo.

-Nos pueden ver- me dijo

-¿Y eso te importa?-

Su mano se posó en mi rodilla, acarició mi muslo por la cara interna.

-Carla llevo semanas sin hacerlo-

-¿Sin follar?-

-Si-

-Tócame el coño- le ordené

Sentí su dedo tímido jugar con el vello cuidado de mi sexo, acariciar mis labios mojados y buscar la abertura. Saqué el culo de la banqueta y abrí más las piernas.

-Mételo-

-¡Joder, Carla. Somos amigos!-

-Andrés. Méteme el dedo-

Los sentí entrar. Dos dedos de Andrés se abrían paso como cuchillo en mantequilla. Cerré los ojos y abrí la boca. Un intenso calor y un hormigueo nuevo, embriagador se apoderó de mi entera. Nadie nos podía ver. La oscuridad del local y la actuación de la pista acaparaban las pupilas de los clientes y camareros. Me busqué sobre la tela del vestido el pezón y lo pellizqué.

De repente me puse de pie y besé de nuevo a Andrés en la boca. El me apretó el culo sin bragas sobre el vestido, amasando mis nalgas. Abrió las piernas, me cogió de las caderas y apretó mi vientre contra su falo erecto bajo el pantaón.

-Paga y llévame a tu casa- le pedí con tono mimoso.

-¡Me vas a matar, Carla, esto no me lo esperaba!-

Andrés conducía su BMW antiguo, de la serie cinco, azul índigo, mientras yo le sacaba el rabo. Alternaba las miradas a las luces de los semáforos y las farolas de la noche de Madrid con las que dejaba escapar a la mano con la que le masturbaba o a la teta que me había sacado del vestido.

-Nos la vamos a pegar- Me advirtió.

-Por la cuenta que te trae y si no quieres perderte esto no te estrelles- le dije remangando mi vestido hasta la cintura y enseñándole el coño desnudo con las piernas bien abiertas.

Él llevo su dedo pulgar hasta mi boca y yo comencé a lamerlo.

No aguantamos a subir a la casa. En el tercer piso del aparcamiento en el que tenía la plaza para el BMW, con las luces apagadas me senté a horcajadas sobre su falo y me penetré mientras él me sobaba las tetas y el culo. Mordía mis pezones y daba alaridos mientras yo giraba y bailaba las caderas con él dentro.

-Avísame cuando vayas a correrte- Le pedí.

Cuando lo hizo me bajé de la cabalgadura y metí la polla entera hasta mi garganta. Lo  tragué todo.

-Andrés seré escort durante un tiempo. Habla con tu amigo y subamos a tu casa. Aún no he acabado contigo-