La promiscua mamá de Gerardo

En relatos anteriores comenté cómo, platicando con mi hijo, traté de entender la filosofía de los jóvenes, su manera simple de ver la vida, de entender el amor, de entender y tener sexo. De repente, me veo en una vorágine de sexo con jovencitos, que me tiene continuamente excitada y deseando por más

La promiscua y caliente mamá de Gerardo

Resumen

: en los relatos anteriores les comenté cómo, platicando con mi hijo, había tratado de entender la filosofía de los jóvenes, su manera simple y despreocupada de ver la vida, de entender el amor, de entender y tener sexo. De repente, sin darme cuenta cómo, me veo en una vorágine de sexo con jovencitos, que me tiene fascinada y continuamente excitada, siempre deseando por más. Tenía ya dos amigos con derechos, y se me agregó un tercero. En esta ocasión tengo sexo con los tres, el mismo día, y sigo añorando por más.

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La semana que siguió luego de convertirme en la “amiga con derechos” de Bernardo, hubo mucho trabajo. El sábado por la mañana hubo evaluación de personal; fue una semana muy tensa…, muy presionada, y quería darle salida a mis “tensiones”, ¡tenía que darle salida a mis “tensiones”!, que ya traía.

Le hablé a Alejandro, “mi pareja”, el chico de 25 años con el que andaba saliendo, el que seguía diciéndome siempre que quería hacerme un niño. Le pregunté si podía pasar por mí y…, como me dijo que sí, de inmediato que llegó y me subí al coche, a su lado, le dije que andaba muy “excitada”.

Llevaba un conjunto de falda y blazer color azul marino, llevaba el cabello recogido en una especie de “chongo”. Abajo del blazer llevaba un pullover de manga larga, color azul-negro y de ropa interior llevaba un conjunto de pantaleta – brasier azul obscuro, calado, con encaje, elegante, bonito, discreto pero sensual. También llevaba pantimedias de color azul.

En cuanto le dije a Alejandro que andaba “caliente”, de inmediato me besó en la boca y al mismo tiempo me metió la mano entre las piernas, hasta llegarme a mi entrepierna, a mi sexo, que estaba completamente mojado, batido de mis secreciones:

= ¡De verdad que estás muy caliente…, andas toda mojada de ahí…!.

  • ¡Sí Alejandro…, por eso fue que te llamé…, ando con muchas “ganas”…!

El muchacho se puso muy emocionado, y creo que le trasmití mis ansias de sexuar, pues pisó el acelerador de su auto y en unos minutos entramos en un motel. De inmediato nos desnudamos y nos pusimos a tener sexo: ¡me hacia muchísima falta!, ¡lo sentí delicioso!, pero íbamos tan, pero tan excitados, que terminamos en unos pocos minutos.

Nos pusimos a reír y a decirnos que habíamos batido record de velocidad, que éramos los “rápidos del oeste” y bromas por el estilo.

Yo lo besaba, le acariciaba su cara y me recostaba sobre su pecho, le jugaba sus tetillas y luego de un rato volví a acariciarle su pene con mi mano. Empecé a “toquetearlo” y de inmediato sentí que recuperó su vigor:

= ¡Tienes una manita…, bien rica…, me hace prodigios…, tienes el “toque divino”…, me tocas y se me para…, de manera inmediata…!.

  • ¡Alejandro…!,

le dije, entre protesta y agradecimiento, halagada y apenada, por esa frase que me había dedicado:

  • ¡cómo serás, Alejandro…!.

= ¡pues mira nomas cómo me dejaste…, con todo mi fierro “parado”!.  ¡Te lo voy a tener que meter…!. ¿Lo quieres…?.

  • ¡Sí Alejandro, dámelo!.

Y de manera inmediata, el muchacho me giró, boca arriba; se puso a mamarme mis senos, de manera alternada…, acariciándome los pezones, besándolos, chupándolos, lengüeteándolos, hasta que se acomodó entre mis piernas y comenzó a bombearme con mucha fuerza y velocidad.

Me había levantado mis piernas hasta la altura de sus hombros y a cada embestida que me lanzaba, sus muslos chocaban contra mis nalgas, produciendo chasquidos. ¡Sentía de manera profunda sus embestidas!, hasta que, luego de unos cuantos minutos:

= ¡me vengo…, me vengo…, Aracely…, me vengooo…!.

Y terminó irrigándome mi vagina, llenándomela toda de semen.

Se quedó recostado encima de mí, hasta que perdió la erección y se salió de mi sexo:

= ¡Me encantas…, coges muy sabroso…, muy rico…!,

Pero me sorprendió por completo cuando también preguntó:

= ¿Nos vamos…?.

¡Yo estaba esperando por más!, pero no le dije nada de eso, al contrario, le dije que sí.

= ¡Ahhh…, pero no te lo laves…, ya sabes que quiero hacerte un chiquillo…, quiero hacerte una panza…, quiero que tengas a mi bebé…!.

  • ¡Estás loquito, Alejandro…!,

Le dije, mientras procedía yo a vestirme, toda retacada de semen.

Me puse mi falda y mi blazer, mi pullover, pero ahora sin brasier ni pantimedias. Tampoco me recogí el pelo, me lo dejé suelto sobre mis hombros, todo desordenado. Me fue a dejar a mi depa, pero no se bajó. Nos dimos un beso en el coche y me dijo:

= ¡luego nos vemos…!.

Me fui caminando a mi depa. Iba un tanto molesta con Alejandro, pues sabía muy bien que se iba a embriagar con sus amigotes; últimamente la había “agarrado” de todos los fines de semana embriagarse, a lo tonto, y eso no me gustaba, aparte de que yo quería un poco más de sexo todavía, pues no había terminado de “saciar mis ansias”, “me había quedado con ganas…, de más!.

Subí la escalera, abrí la puerta y…, me encontré a Bernardo mirando la tele:

  • Hola Bernardo…,

le dije, saludándolo como de costumbre.  Él se levantó y se caminó hacia a mí, hacia la puerta.

= ¡Hola Chelis…!.

Cerré la puerta de entrada y nos saludamos de beso en la mejilla. No miraba a mi hijo, por lo que le pregunté por él:

  • ¿Y Gerardo…?.

= Eeeehhh…, está aaahhh…, en su cuarto…

Me iba a ir hacia el cuarto de mi hijo, pero Bernardo me detuvo:

  • ¡Está con Fabiola…!.

¡Fabiola!, su “amiguita con derechos”.

Puse cara de disgusto y me fui a mi recámara. Tiré mi bolso, mi brasier y mis pantimedias sobre de mi cama; me estaba quitando mi blazer cuando se apareció Bernardo:

= ¿Vienes de “estar” con Alejandro…?,

me preguntó, pero algo molesta le devolví la pregunta con otra pregunta:

  • ¿porqué me preguntas…?.

= es que…, pues…, vienes sin brasier y sin pantimedias…,

me dijo, señalando las prendas que estaban sobre de mi cama.

No le contesté nada al respecto, más bien le hice una pregunta por demás diferente, le pregunté sobre mi hijo y Fabiola; tan sólo le dije:

  • ¿están…?

y el de inmediato me contestó:

= ¡sí…!

Entonces, caminando hacia él, lo abracé; le pegué mi cuerpo a su cuerpo y me froté contra de él:

  • ¡Me acaba de coger Alejandro…!,

le dije, estrechándolo con mucha fuerza en contra de mí, repegándole mi sexo a su sexo:

  • ¡Me echó de nuevo dos palos…!,

le precisé:

  • ¡Vengo retacada de semen…!,

añadí, tomándolo de sus cabellos, pero luego de eso, me separé un poco de él; di un pequeño paso hacia atrás y mirándolo fijamente a su cara, le pregunté:

  • ¿Quieres sacarme toda esa leche que traigo…!,

Le dije, separándome del muchacho, levantándome mi falda y lléndome a sentar en la orilla de mi cama, separando mis piernas y mostrándole mi pantaleta negra, que cubría mi panocha, totalmente batida de mis secreciones y del semen de Alejandro, “mi pareja”.

  • ¡Quiero que me saques esos “mecos” y que me eches los tuyos después!.

Bernardo se me quedó mirando muy fijamente, alternando su mirada entre mis ojos y mis pantaletas, negras, todas manchadas de blanco, de mis secreciones y del semen de Alejandro, “mi pareja”:

  • ¿Si quieres…?. ¡Me dejó muy caliente…!. ¡Traigo guardadas las dos “venidas” que me echó…!.

Le dije, con algo de pena y vergüenza, pero también muy caliente, añadí:

  • ¿Quieres sacarme esos “mecos”…?.

Bernardo, como movido por un resorte, de inmediato se colocó entre mis piernas y comenzó a bajarme mis pantaletas. ¡No hay nada tan excitando como sentir cómo me bajan las pantaletas!. ¡De manera inmediata me puse a venirme!. La entrepierna de mi pantaleta, negra, se miraba completamente blanca, de mis venidas y de las de Alejandro.

Mirándome con detalle a mi sexo, Bernardo me dijo:

= ¡Andaba “cargado” Alejandro…, te dejó completamente batida…, todos tus pelitos y tu cuevita están todos llenos de mecos…!.

¿Te cogió rico Alejandro…?

  • ¡Sí…, muy sabroso…, pero todavía sigo caliente…, creo que sus mecos adentro me calientan muy duro…!. ¿Me los sacas con tu boca…, me los mamas…?.

No se lo dije dos veces a aquel jovencito; de inmediato se me hincó entre mis piernas y me pegó su carita a mi sexo, clavándome su lengua en mi “rinconcito de amor”, comenzando a removerme ese esperma:

= ¿Te gusta la verga…?,

  • ¡Sí Ber…, me gusta mucho la verga…!.

Me preguntaba ese chico, mientras me introducía sus dedos por mi panocha, como “meneando el atole”:

= ¿Te gusta que te la metan…?,

  • ¡Sí Ber…, se siente muy rico que me la metan…!.

Le contestaba, la pura verdad, sin poder controlarme, sintiendo sus dedos en el interior de mi pucha:

= ¿Te gusta mucho que se vengan adentro de ti…, que te llenen de mecos…?.

  • ¡Sí Ber…, se siente muy rico que me llenen de mecos…!.

Me seguía preguntando ese chico, sin dejar de introducirme sus dedos, los cuales sacaba, los olfateaba, se los chupaba y me los volvía a meter y a menear.

De repente, se quedó callado un instante y en ese preciso momento me clavó fuertemente su cara en mi sexo, con su boca en mi rajadita, y comenzó a succionarme, como si quisiera voltearme al revés, aspirando mis secreciones y las de Alejandro con todas sus fuerzas y…, soltando un suspiro muy fuerte:

= ¡Aaaahhh…, pinche Chelis…, eres requete puta…, y no obstante eso…, te amo…, te amo así puta, mi Chelis…, te amo…, me cai…, te amo…!,

¡pinche Chelis tan puta…!.

Sentí…, que me estaba viniendo…, que estaba expulsando mis secreciones y los mecos de Alejandro con unas nuevas venidas…, y me vine de manera tremenda en la cara de ese muchacho, en la carita de Ber…, que no dejó de mamarme: ¡se tragó toditito el tributo!, ¡los míos y los de Alejandro!.

Me quedé toda “desguanzada”, tirada sobre mi cama, en la orilla, con las piernas abiertas, colgando. Bernardo estaba tirado en el piso.

Debieron pasar unos dos minutos, o tres, o quizás unos más, el caso fue que:

  • Ber…, Ber…,

Comencé a llamar a Bernardo, quién lentamente se puso a mi lado, diciéndome en el oído:

= ¡Que mamada más rica te puse…, estás sabrosísima Chelis…, las cogidas te ponen sabrosa…, tienes una panocha muy deliciosa…!,

y acto seguido, se puso a besarme en la boca.

= ¡Ese Alejandro…, casi hasta me cae bien…, te deja muy lubricada, cachonda y sabrosa…!.

Y luego de eso, se levantó:

= ¡Voy al baño…!. ¡Me vine en el pantalón…, de tan sólo mamarte…!. ¡Estás muy sabrosa!.

Me sonreí al mirarlo que se iba hacia el baño. ¡Qué mamada tan rápida y rica me dio!.

Me levanté. Recogí mis pantaletas; las miré con atención, de la parte de la entrepierna: de verdad, ¡estaban llenas de secreciones!. ¡Qué venidas me di!. ¡Qué de mecos me retacó el Alejandro!. ¡De verdad que quiere hacerme un chiquillo!; por “litros” no para.

Me puse a olfatearlas; me las llevé hasta mi nariz y…, tenían un olor…, ¡a sexo!, un olor que me embriaga, que me estimula, que me excita. Me sentí de nuevo caliente, y comencé a frotarme mi clítoris con aquellas pantaletas, con la parte de la entrepierna, embarrándome nuevamente los mecos del tal Alejandro.

Oí que la puerta se abría. ¡Era Bernardo!, que salía de su aseo:

= ¡Chelis…!,

me dijo, acercándose a mí, abrazándome y dándome un fugaz beso en mi boca:

= ¡Estás rete linda…!, con tus cabellos en pleno desorden…, con ese gesto en la boca, con esos ojos tan…, entornados…!.

Hizo una pausa y después continuó:

= ¡Ese condenado Alejandro…, te hace muy buenos trabajos…!.

No le dije nada, ni él comentó nada más; nos quedamos abrazados, muy fuertemente, uno contra del otro, hasta que el abrir de otra puerta hizo que nos separáramos.

Vimos pasar a Fabiola, hacia el baño y luego de que la puerta se cerró, salimos nosotros y nos fuimos hacia la tele. Un minuto más tarde salió Gerardo de su habitación y se fue hacia la sala, adonde estaba prendida la tele, adonde me miró, sorprendido:

& ¡Ma…!, ¿a qué hora llegaste…?.

  • ¡Hace menos de medio minuto!,

le contesté, mintiendo, por el bien de los cuatro.

& ¡Ahhh…!.

Y tomando un poco de aire, continuó:

& Vamos a ir de fin de semana a una casa de campo, de un amigo. Regresamos el lunes.

  • ¿Vamos…?.

& Sí…, nosotros tres y otros amigos…

  • ¡Ahhh…!.

Suspiré sorprendida, “enterada”, mirando que ya solamente me avisaba, ya no me pedía permiso para disponer de su vida: ¡bueno…!.

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Luego de que se fueron, me metí a bañar: ¡me cayó riquísimo ese baño!, aunque no me lavé el pelo, pues ya era muy noche, y no me gusta acostarme con el pelo mojado. Me sequé, me puse un camisón de dormir, rosita pálido, de tela de algodón, más o menos a la rodilla, sin brasier, con una pantaleta grande, clásica, del mismo juego que mi camisón de dormir, rosita pálido, de tela de algodón.

Ya me había acostado y estaba viendo si encontraba algo bueno en la tele cuando sonó el teléfono. Ya era casi media noche y me asusté un poco, pero contesté:

  • ¿Bueno…?

= ¿la mamá de Gerardo…?

  • sí…, ¿quién habla…?

= habla Román…, te acuerdas de mí…, el amigo de Gerardo…, de la primaria…

  • ¡Hola Román…, ¿qué pasa…?, ¿Por qué llamas a esta hora…?, ¿te pasó algo…?

= pues…, sí…, me he acordado mucho de ti…, y como se que no está Gerardo…, pues te hablo para que…, me invites a “visitarte…”,

si es que no estás con… “alguien”.

En ese momento sentí que la pantaleta se me mojaba; ¡comencé a secretar flujos al acordarme de ese chico y de lo que habíamos vivido apenas hacia unos días…!.

= ¿estás sola…?.

Me preguntó, pero no contesté: me había quedado muda de la “venida” que me acababa de dar…,

= ¿estás cogiendo con alguien…?,

me preguntó, con algo de enojo, de celos, de ansias de poseerme, de estar conmigo, pero luego de eso rectificó y me volvió a preguntar:

= me invitas a “visitarte”,

y volví a quedarme callada, aun no salía de mi asombro y menos me recuperaba de la “venida” que me acababa de dar…, por lo que…, tratando de convencerme, ese muchacho agregó:

= ¡Tengo muchas ganas de acostarme de nuevo contigo…!.

Ahora sí pude contestarle, pero, aunque me estaba muriendo de ganas, le dije:

  • Ay Román…, es que…, estoy toda desarreglada…,

= ¿y eso qué…?, ¡te voy a dejar más desarreglada aún…!. ¡Invítame a subir…!. Estoy acá abajo, en el teléfono de la esquina…, no tardo, ¿me abres…?.

Me quedé congelada, no supe qué hacer; estaba parada al lado del teléfono, sin colgarlo, mirando hacia una pared, sin ver nada, hasta que sonó la puerta y…, luego de finalmente colgar el teléfono y acomodándome mis cabellos, me fui a abrirle la puerta:

= ¡Araceli…!,

Me dijo el muchacho, apretándome entre sus brazos, estrechándome fuertemente a su cuerpo y al mismo tiempo cerrando la puerta detrás de él, levantándome del piso – pues es mucho más alto que yo – y  dándome una vuelta completa, junto con él, abrazados:

= ¡Araceli…!, ¡no sabes lo mucho que te he extrañado, cabrona…!,

me dijo, pegando sus labios a los míos, dándome un gran beso cachondo, al que yo contesté con premura, colgándome de su cuello, tomándolo con una mano por su nuca, atrayéndolo con fuerza hacia a mí, hacia mi cara y mi boca.

Fue un beso de esos que parecen eternos, de los que parecen que nunca se acaban, ¡delicioso, muy rico!, dándome su lengua y su saliva en mi boca, flexionado un poco hacia a mí, por la diferencia de estaturas, aunque yo seguía “colgada” de su cuello:

= ¡tengo muchísimas ganas de acostarme contigo de nuevo…!,

me dijo, concupiscente, lleno de pasión y de ansias, poniendo sus manos sobre de mis nalgas y jalando mi cuerpo contra del suyo, haciéndome sentir su virilidad, muy erecta, que me presionaba el estómago, pues me quedaba muy alto.

=  ¡Tengo muchas ganas de acostarme contigo de nuevo…!,

me volvió a repetir ese chico, apretándome con muchísimas fuerzas mis nalgas, y volvió a besarme en la boca, y yo a contestarle su beso.

En el momento del beso, comencé a sentir que me levantaba mi camisón y que sus manos comenzaban a tocarme mis nalgas, por encima de mis pantaletas:

=  ¡Tengo muchas ganas cogerte…, mamá de Gerardo…!,

me dijo, despertando mi morbo, al recordarme que yo era la mamá de Gerardo, su compañero de escuela, de la edad de mi hijo, y que él me iba a coger. ¡Me sentí más caliente con eso!, ese morbo que me despertaba se me hacía casi vicioso, pero a la vez delicioso y perverso:

=  ¡Tengo ganas cogerte…, mamá de Gerardo…!,

me repetía, de manera continua, apretándome fuertemente mis nalgas, por encima de mis pantaletas, mientras nos besábamos en la boca, y nos restregábamos nuestros labios y me paseaba su lengua y su boca por mi cuello, mis orejas y nuca, produciéndome un cosquilleo delicioso, que me ponía la carne “chinita” y me hacia vibrar del deseo:

= ¡Me gustan mucho tus nalgas, mamá de Gerardo…!,

me decía, apretándomelas fuertemente, con un apretón tan fuerte, que se me hacía delicioso y sentía ese dolor como si fuera un placer:

= ¿Andas igual de caliente que yo…, mamá de Gerardo…?,

me preguntaba, sin dejar de besarme en el cuello,

= ¿sí…, andas igual de caliente que yo…, mamá de Gerardo…?, ¿eh…, ehhh…?.

Insistía en su pregunta, doblado sobre de mí, recargada sobre de la pared de la sala.

Me metió sus manos por debajo de mi pantaleta y comenzó a acariciarme mis nalgas, desnudas, mi sexo, mojado:

= ¡Andas más caliente que yo…!, mamá de Gerardo. ¡Tienes todo tu chocho batido!.

me gritaba, fascinado con su descubrimiento, comenzando por darme dedo en mi sexo, en mi clítoris, en mi “espadita” parada.

  • ¡Romáaan…!,

alcancé a musitarle, al sentir que me llegaba un orgasmo por encima de su dedo “metiche”, y me doblé, desfallecida por ese placer.

Román me sacó su dedo, me sacó su mano y procedió a quitarme mi camisón, por arriba de mi cabeza. Estaba solamente con mis pantaletas y mis pantuflas, por lo que ese chiquillo (grandote) procedió a agasajarse con mis senitos, a mamarlos muy rico, alternándose entre el uno y el otro, apretándomelos con fuerza con una mano y acariciando mis pezones con la otra, con la boca, con los labios:

  • ¡Romáaan…!,

volví nuevamente a susurrarle, al sentir que me llegaba otro orgasmo, cosa que hizo sonreír a ese chico, orgulloso de su “faena”:

= ¿Te gusta mucho mi dedo…?, mamá de Gerardo. ¡Te estás viniendo de a madres…!. ¿Quieres que te la meta…?.

  • ¡Sí Román…, dámela…, por favor…!,

le imploraba, caliente, jadeosa; pero Román no lo hizo. Se hincó por enfrente de mí, y procedió lentamente a bajarme las pantaletas, besando mis muslos, hasta que terminó por sacármelas por debajo de mis tobillos, y de inmediato regresó hasta mi sexo:

= ¡Me gusta mucho tu “gordo”!, ¡lo tienes peludo…, mojado…, sabroso!.

me dijo, mirando mi sexo, a escasos centímetros de su cara:

= ¿Quieres que te lo mame…?

  • ¡Sí…!,

alcancé a responderle, en un monosílabo apenas audible, pues las fuerzas me abandonaban:

= ¿Quieres que te lo mame…?

me repitió nuevamente Román, dándole un ligero jalón a mis pelos púbicos, que me hizo subirle de tono a mi voz, y al mismo tiempo hacerle la petición:

  • ¡Sí…, sí quiero que me lo mames!,

y fue así como ese muchacho me acercó su carita a mi sexo y se puso a mamarlo, ¡muy rico!, sentía los chupetones de su lengua recorrerme mi clítoris, chupetearlo con fuerza. ¡Sentía que se llevaba mis fuerzas en cada uno de sus recorridos!, y sentía que me sacaba los chorros de mis secreciones a cada pasada.

Nomás me recargaba contra la pared, pues estaba sin fuerzas, pero comencé a resbalarme, hasta que terminé sobre el piso, y ese muchacho también, se fue bajando conmigo, conforme me estaba “cayendo”.

Y luego en el piso…, se puso a darme su lengua, en mis labios vaginales, en toda mi vulva, en mi espadita, a succionarme mis secreciones:

= ¡Estás muy mojada, mamá de Gerardo…!. ¡Me sabe muy sabrosa tu pucha…!. ¡Me sabe a mamita caliente…!, a que quieres que te

la meta…, a que quieres mamarme mi verga…!. ¿Verdad que quieres mamarme mi verga, mamá de Gerardo…?.

Me dijo, a manera de reto, levantándose del piso y procediendo a bajarse los pantalones y sus calzones, sus boxers, dejando libre, al aire, su miembro, ¡tremendamente parado!, y luego se sentó sobre de mi tórax, colocando su pene en dirección a mi boca.

Era un pene moreno, largo, grueso, de cabeza rojiza, completamente descubierta, que tuve que tomarlo con mis dos manos para dirigirlo a mi boca, en donde, presa de un furor uterino increíble, comencé a mamarlo con mucha pasión, tratando de introducirlo completamente en mi boca. ¡Me lo introducía hasta que sus pelos púbicos topaban contra de mis labios bucales!. ¡Nunca pensé que me cupiera en la boca!, aunque sentía que me llegaba hasta adentro de mi garganta:

= ¡Sí…, sí…, así…, qué rico la mamas, mamá de Gerardo…!,

me decía Román, haciendo que me calentara más al escuchar sus palabras.

Flexionó su cuerpo hacia a mí, hacia mi cabeza, y comenzó a jalarme de los cabellos, a marcarme el ritmo de la mamada, a empujarme su vientre contra de mi cara y a bombearme su verga dentro de mi boca, a “dejármela ir”, hasta adentro, con fuerza, tratando de que me llegara al estómago:

= ¡Mámala…, mámala…, así…, mamá de Gerardo… así…!.

¡Sentía que me ahogaba!, pero descansaba y disfrutaba muy rico, cuando Román la sacaba. Lo miraba a los ojos, pidiendo su aprobación, y ese Román me la daba:

= ¡La mamas muy rico…, sigue…, mamá de Gerardo…!,

y la volvía a meter en mi boca de nuevo, hasta que, en una de esas, se me ocurrió ponerle su pene a la mitad de mis senos, en el canalito separador, y entonces, ese chico, fascinado, comenzó a “cogerse” mis senos, a apretarme mis pezones, y a darle “picones” de verga a mi boca, que le daba lengüita a cada que se me acercaba. ¡Era un poema esta posición!. ¡No se ni cómo llegamos a ella, pero era de verdad de-li-cio-sa!.

= ¡Están ricas tus chichitas…, tu boca…, tus mamadas…, mamá de Gerardo…!.

Y conforme me empujaba su pene, poco a poco se fue recargando más en mi cara y saliéndose del canalito de mis dos senos, hasta que comenzó a recargarme su pubis sobre de mi cara, frotándome sus vellos púbicos contra de mi boca y nariz, estrellando sus “huevos” contra de mi cara, a cada empujón que me daba, frotando su pene por encima de mi cara y cabellos. ¡Se estaba “cogiendo” mi cara!, y lo estaba haciendo con mucha pasión. Yo estaba viviendo el momento y lo estaba disfrutando a lo grande, sintiendo que me estaba “viniendo” con tan sólo sentir esos movimientos del chico sobre de mi cara, hasta que:

= ¡Me vengo…, mamá de Gerardo…, me vengo…!,

y comenzó a lanzarme sus chorros, por encima de mi cara y cabello, llenándome mis ojos, la frente y mis cabellos de semen. No se porqué, pero lo sentí muy bonito, me sentí muy contenta, satisfecha y hasta orgullosa de que ese chiquillo se hubiera “vaciado” en mi cara:

= ¡Romáaannn…, ya me dejaste “ciega” chiquito…, ya no veo nada mi lindo…!,

le dije, bromeando, y ese muchacho comenzó a despejarme del semen que tenía sobre de mis párpados, para “devolverme la vista”:

  • ¡Chúpatelos…!,

me dijo, llevando sus dedos, llenos de semen, hasta mis labios y boca, donde, de manera inmediata, me los puse a chupar, con delicia y con morbo, pensando que fuera el pene del chico el que estuviera chupando. Él lo notó y:

= ¡Eres una “golosa”…, mamá de Gerardo…!.

Cuando terminé de chuparle los dedos, Román comenzó a extenderme “la crema” que había derramado en mis ojos y frente y se dedicó a esparcirla por encima de toda mi cara:

= ¡Para que tengas sabor a mí…!,

me dijo, dándome un beso en la boca:

= ¡Tenía muchas ganas de ti…!.

  • ¿Y ya se te quitaron…?.

= ¡No…, cómo crees…, ahora tengo más ganas de ti…!,

me dijo, acariciándome la cabeza con su mano, jugando con mis cabellos, despeinándolos – aunque no estaban peinados.

Nos dimos un beso en los labios y nos levantamos:

= ¡Me gustas con los cabellos despeinados…!.

me sonreí y me fui para el baño, a lavarme la cara.

Al terminar de asearme, me puse la pantaleta rosa que llevaba cuando llegó Román y me cubrí con mi camisón de dormir, el rosita; me puse unos tacones altos, que me levantan mi trasero, mis nalgas y…, coqueta y contenta, salí:

  • ¿Quieres algo de cenar…?.

Le pregunté a Román:

= ¡Invítame un sándwich…!.

  • ¿Y de beber…?.

= ¡Una cerveza…!.

Román se metió a lavar y yo a prepararle ese sándwich que quería. Saque una cerveza del refri y yo me serví un vaso con agua: ¡estaba sedienta!.

Cuando salió del baño Román, me alcanzó en la cocina. Iba solamente con sus boxers, llevaba desnudo su pecho y su espalda:

  • ¡Me gustas…!,

le dije, acariciando su pecho, sin vellos, muy liso, y le di un beso a la altura de su corazón:

= ¡También tú me gustas…, siempre me has gustado…, lo sabes…!,

me dijo ese chico, dándome un beso en la boca, abrazándome, atrayéndome contra de él.

Cuando suspendimos el beso:

= ¡Nunca pensé que se me haría realidad el sueño de tener sexo contigo…!. ¡No sabes lo emocionado que he estado por eso…!. ¡Estás rete linda…!,

mamá de Gerardo…

Y nos volvimos a besar en la boca, muy rico, muy tierno y cachondo a la vez. Fue nuevamente un beso muy largo, que tuvo por colofón una deliciosa “agarrada de cola”, una “sobada” de nalgas y un sabroso empujón de su verga, que ya se le sentía nuevamente parada, otra vez:

  • ¡Tomate tu cerveza…, que se va a calentar…!.

= El que estoy caliente de nuevo soy yo…!, jajá…,

dijo Román, haciendo de nuevo la broma, pero terminando la broma, me lo dijo ya en serio:

  • ¡Tengo ganas de meterte la verga de nuevo…, mamá de Gerardo…!.

= ¿Deveras Román…?. ¡Acabas de terminar…!. ¡Eres un muchachito caliente…!,

le dije, regresando a la broma de nuevo.

= ¿Y tú…, qué me dices de ti…?. Vi que te trajo tu galán y te dejó aquí…, lo despediste de beso, muy frío, ¿se pelearon…?, ¿te cogió…?.

¡Me sentí descubierta!. ¡Me sentí desarmada!. ¡Sentí que se me aflojaron las piernas!, y también las lágrimas, ¡y me puse a llorar…!.

  • ¡Qué pena Román…, me dio mucha pena…, nunca pensé que me fueras a ver…!,

comencé a decirle, sentándome sobre de sus piernas, abrazándolo de la cabeza y su cuello, hundiéndole mi cabeza en su cuello y su hombro:

  • ¡Estoy muy avergonzada…, Román…!.

= Pero…, eso yo ya lo sabía…, ya me habías dicho que andabas con alguien…!, ¡es más…!, ¡me habías dicho que andabas con dos…!,

y te dije que yo quería ser el tercero…!, ¡que yo no era celoso…!.

  • ¡Es que…, soy muy caliente…!; ¡me gusta mucho que me la metan…!.

= ¿Y…?, ¿te cogió…?. ¿Se pelearon…?.

  • ¡Ay Román…, sí…, no te lo puedo negar…, sí…, sí me cogió…, dos veces…, muy rico…!.

¡Pero yo de caliente…, todavía quería más…!, pero él había quedado de irse a tomar, con unos amigo…tes, ¡por eso venía yo molesta…!,

pero no nos peleamos…, solamente venía yo molesta…, ¡y caliente…!. ¡Qué bueno que me llamaste…!,

y me puse a besarlo en la boca, a acariciarle su pecho, a besarle sus tetillas, a sentirle sus muslos, muy fuertes, muy tensos. ¡Sentía su pene parado!, pero estaba muy incómodo para acariciárselo, sin embargo, Román comenzó a acariciarme mis senos, a jugar con ellos, a estrujármelos, a pellizcarme y estimularme mis pezones, tremendamente parados:

= ¡Me gustan mucho tus chichis…, chiquitas…, de chavita…, duras…, sabrosas…!. ¡Se parecen a mi verga…, de inmediato se paran…!.

¡Me gusta cómo se te paran…!,

me dijo, flexionándose sobre de mi cuerpo, para mamarme mis chichis, mis pezones, parados.

¡Lo sentí delicioso!. ¡Me gusta mucho que me mamen mis chichis…!, y Román me las estaba mamando muy rico.

Luego de un rato de estarme mamando:

  • ¡Vámonos a tu recámara, que te quiero coger en la cama donde cogías con tu esposo!.

= ¡Romáaannn…!,

le dije, excitada con sus palabras.

¡Sabía encontrar las palabras que más morbo me provocaban!, y esto fue exactamente lo que pasó de nuevo esta vez, sentí que se me mojaba mi pucha, y hasta mis pantaletas se mojaban también, con sólo escuchar las palabras aquellas.

Entramos a mi recámara; yo iba por delante, él venía pegado a mí, por detrás, con sus manos sobre mis hombros, a ambos lados de mi cuello. Nos detuvimos frente al espejo de mi tocador:

= ¿Aquí te cogía tu marido…?.

me preguntó Román, abrazándome por delante de mi cuerpo, por debajo de mis senos y besándome el cuello:

  • ¡Sí…!.

= ¿Te gustaba que te cogiera…?.

  • ¡Sí…, me cogía muy sabroso…!. ¡Me gusta mucho que me la metan…!.

= ¿Te han cogido otros aquí…?.

  • No…, tú vas a ser el primero…

Y en todo ese tiempo, Román no había dejado de acariciarme, ni mis senos, que estaban tremendamente parados, ni mi sexo, que estaba completamente mojado:

= ¡Estás toda “venida”…!. ¿Andas caliente…?.

  • ¡Sí Román…, me tienes demasiado caliente…!.

= ¡Tú también me calientas…, te veo y se me para…!. ¿Me sientes…?.

¡Vaya que lo sentía!. Tenía su pene tremendamente levantado, aunque lo tuviera escondido debajo de sus boxers y tuviera de por medio mi camisón y mis pantaletas, aunque él no dejaba de estimularme mi clítoris, directamente, por debajo de mis pantaletas.

= ¿te han cogido otros desde que cogimos nosotros?,

me preguntaba, empujando su cuerpo contra del mío, parada frente al espejo, mirando lo que me hacía.

  • ¡Sí…, ya te dije que sí…, me acaban de coger…, hace un rato…!.

Esta revelación, tan directa, sentí que fue como un acicate para ese muchacho, pues su pene se le puso peor que un fierro candente, durísimo y muy ardiente, ¡enorme!. ¡Creo que hasta “se vino” en ese preciso momento, así, en seco, detrás de mis nalgas, en la tela de sus boxers, con la frase que le expresé, como confesión de haber tenido sexo con otros:

= ¡Eres tremenda…, mamá de Gerardo…, me encantas…!. ¡Pareciera que no rompes un plato…!, pareces hasta…, ¡monjita…!, pero eres…,

¡tremendamente caliente…!,

me decía, presa de la excitación, quitándome el camisón, dejándome solamente con mis pantaletas rositas y mis tacones, enfrente de aquel espejo, sin dejar de besarme mi cuello, y estimularme mis senos y mi panocha, por debajo de mis pantaletas.

Me giró y comenzó a mamarme mis chichis, ¡de manera riquísima!. Me sentí enloquecer  de la calentura. Me recostó en la cama; me comenzó a bajar de nuevo mis pantaletas: ¡me encanta que me bajen y quiten lentamente las pantaletas!, es la preparación a mi orgasmo, pero esta vez se me adelantó nuevamente y volví a “venirme”, cuando me estaba bajando las pantaletas, cuando apenas las llevaba por las rodillas.

Cuando me las terminó de quitar, de inmediato se bajó a darme un beso en mi sexo, luego le separó los labios con sus dedos y:

= ¡Tienes muy erecto tu clítoris…!.

  • ¡Es que…, estoy muy caliente…, cógeme ya…, por favor…, métemela…!,

le dije, deseando que me poseyera, que me la introdujera, que me sacara muchos orgasmos con su pene dentro de mí.

Se bajó de inmediato sus boxers y saltó como un verdadero resorte su pene, hermosamente parado y erecto, dispuesto a penetrar en mi sexo, en mi ser, en mi vientre, que lo estaba pidiendo con mucha vehemencia.

Me separó las piernas y me la volvió a meter. Entraba y salía con fuerza, con pasión y con furia; nuestros pubis chocaban entre sí; yo gemía como loca y él no dejaba de decirme:

= ¡Araceli…, Chelis…, mamá de Gerardo…, me encantas…!.

Me vine  como  tres  veces seguidas,  y  luego de eso  él me hizo girarme,  poniéndome boca  abajo:

= ¡Mamá de Gerardo…, me encantas…!. ¡Parame tus nalgas, te voy a coger por detrás!.

Me coloqué de “a perrita”, que es una de las posiciones que más me gustan, pues siento que la penetración me llega…, ¡hasta el alma…!, y generalmente, en esa posición, siempre me terminan estimulando mi punto G, que me hace gemir y gritar del placer.

Román se me colocó por detrás, se puso en posición, me colocó su pene enmedio de mis labios vaginales y comenzó a metérmelo; primero se fue despacio, pero en cuanto penetró la mitad de su miembro, el resto me lo dejó ir de golpe:

  • ¡Aaaaggghhh…, Romáaaannn…!.

¡Me lo metió muy adentro!, y empujaba y empujaba. Mi cara estaba aplastada contra la almohada. El no cesaba de decirme:

= ¡rica, rica, rica..., mamá de Gerardo…, estás rica…!.

  • ¡Román…, Román…, me vengo…, Romáaaannn…!,

y me vine muy rico, en su pene, metido, por dentro de mí.

Pero Román me siguió penetrando, con fuerza, ¡hasta adentro!, estimulando mi punto G, y a cada metida que daba, me sacaba un orgasmo, ¡eran orgasmos en repetición!:

  • ¡Román…, Román…, Romancitooo…!.

Ese fue el acabose; yo ya no pude aguantarlo y me dejé caer sobre de la cama, completamente exhausta, agotada, venida, sin embargo, Román todavía no terminaba y siguió penetrándome así, caída; sentía su cuerpo sobre mi espalda, aplastándome contra del colchón, pero sobretodo sentía su pene penetrando con fuerza en mi sexo, entrando y saliendo, haciéndome gritar de placer:

  • ¡Román…, Román…, me vengo de nuevo…, Romáaaannnn…!.

Me jalaba de los hombros hacia atrás, hacia él; me clavaba sus dedos en mis hombros, con muchísima fuerza y me bombeaba, al mismo tiempo, con muchísima velocidad, hasta que:

  • ¡Me vengo…, mamá de Gerardo…, me vengo…, me vengooo…!,

y sentí cómo se ponía tenso y cómo comenzaba a lanzarme sus chorros de semen, a inundarme mi sexo con su simiente:

  • ¡Araceliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!,

fue un grito muy fuerte y muy sostenido el que le salió…, ¡desde el fondo de su alma!.

Se quedó desmadejado sobre de mí, besándome el cuello y acariciándome los cabellos:

  • ¡Araceli…, estás muy sabrosa…, muy rica…, de todos los lados…!.

Y se quedó dormido por encima de mí; ¡nos quedamos dormidos, exhaustos, rendidos!.

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