La prometida. VI

La casualidad hizo que conociera a la que sería su nuera meses antes de que se la presentara su hijo. A Martina, una estudiante de veintiún años le encanta el sexo con maduros y a Pablo, un prejubilado le gusta todo tipo de sexo; combinación perfecta para poner en marcha la más tórrida relación.

La historia está llegando a su fin...

Se puede leer la primera parte (Amor filial) aquí. http://todorelatos.com/relato/123498/

Se puede leer la segunda parte (Amor filial) aquí. http://todorelatos.com/relato/123498/

Se puede leer la tercera parte (Hetero general) aquí. http://todorelatos.com/relato/124284/

Se puede leer la cuarta parte (Hetero general) aquí. http://todorelatos.com/relato/124417/

Se puede leer la quinta parte (Hetero general) aquí. http://www.todorelatos.com/relato/124641/

Durmieron al fin y por la mañana después de desayunar la acompañó a la estación donde se despidieron con un.<¡Hasta luego!>Que auguraba futuros y fogosos encuentros.

De regreso en casa Pablo retomó los hábitos cotidianos y se lanzó al agua para nadar por espacio de una hora al terminar y mientras tomaba un jugo de frutas pensó que podía aprovechar el día y contactó con Sara que aceptó verse en una hora; llamó a Juan y Teresa, él se encarga de los cuidados del jardín y ella de adecentar la casa; cuida de que las cortinas el parquet y las baldosas estén presentables y hace de vez en cuando una limpieza a fondo, aunque en esta ocasión le pidió que solo diera un repaso.

Llegó a casa de Sara y al verla cubierta con una vaporosa túnica supo que no saldrían de casa aunque no le importó. Lo besó en las mejillas de un modo muy amigable y se sentaron a charlar. Pablo miraba directamente el rostro de la mujer que no tendría más de treinta años aunque por su forma de comportarse parecía estar de vuelta de muchas cosas.

— ¡Dime! ¿Cuál es tu historia? O al menos cuéntame qué esperas de mí, de nuestra amistad.

— Soy bastante más corriente de lo que muchos imaginan, lo que me hace diferente son algunos gustos un tanto extraños o poco corrientes y por lo demás soy casi normal si es que la normalidad existe, el problema es que la gente no se toma el tiempo necesario para conocerme.

— ¡A eso he venido! Quiero conocerte y saber si somos compatibles y podemos ser buenos amigos y compartir nuestro tiempo o solo conocidos que se cruzan de vez en cuando. Todo depende de ti.

Esas palabras fueron las últimas que pronunció; Sara lo tomó de la mano y lo guió hasta una sala que Pablo reconoció de inmediato como una mazmorra perfectamente equipada. En un extremo había un potro y enfrente un aparato de como un metro de largo con cuatro patas cubierto con una funda. En la otra pared y sobre un sumidero una caja de barrotes de un metro cubico que permanecía con la puerta abierta; una mesa de trabajo con una fuente de poder para diversos aparatos y dos paneles con unas cuantas herramientas conocidas y algunos artilugios que no había visto jamás.

— Hace unos meses despedí al hombre que me ayudó a montar esto y que me ha guiado y acompañado por este camino durante seis años, descubrí que me robaba y eso no se lo consiento a nadie; soy muy generosa con mis amigos e incluso con los desconocidos pero me gusta ir de frente y así es como quiero que los demás también se comporten conmigo, con sinceridad.

— Además de masoquista también soy coprófaga o algo semejante, pues me encanta y me excito muchísimo relamiendo lo que otros dejan en el cuerpo de un tercero. ¿Te molesta alguna de esas cosas? Te aseguro que no obligo a nadie a que practique ninguna de ellas.

Sonó el teléfono y Pablo vio que se trataba de Eva.

— Tengo que contestar.

Sin apartarse escuchó; tomó a Sara por el antebrazo y caminaron de regreso al salón.

— Lo siento; me gustaría quedarme pero ha surgido algo y he de marchar aunque te aseguro que quiero probar todo esto contigo y mostrarte una cosita en mi casa. ¡Quedaremos otro día!

Besó a la mujer que al despedirlo supo que  decía la verdad.

La llamada era de Eva que excitada le soltó una solitaria frase cargada de emoción.

— ¡He de verte! ¿Puedes venir a recogerme a la estación? Es muy importante. El tren está arrancando en este momento.

Pablo respondió que la esperaría y que daba por hecho que se quedaría a comer y ella le confirmó que así sería; regresó al pueblo y poco antes de las doce la vio descender del vagón, corrió hacia él colgándose de su cuello y después de besarse casi gritó.

— ¡Vamos a casa! Tengo mucho que contarte pero puedo esperar.

Tardaron poco más de diez minutos en llegar y por el camino la joven iba ensayando mentalmente como darle la buena noticia y en cuando entraron en la casa pidió a Pablo que se acomodara en el sofá, abrazada a su cuello y sentada en sus rodillas soltó su discurso.

— Me ha llamado Javi hace un rato entusiasmado; hablo con Bárbara y ha aceptado nuestra boda sin reservas y me ha dicho que has tenido algo que ver. Me gustaría conocer los detalles y sobretodo quiero darte las gracias en persona por la buena gestión.

Sin esperar respuesta comenzó a besar a ese hombre del que esperaba mucho y del que conseguiría más cada día; el silencio solo se veía perturbado por el concierto de jadeos y las quejas de los muelles del sofá; las manos de ambos se afanaban en palpar y acariciar el cuerpo del otro y cuando Eva se tensó por tercera vez por efecto de las caricias Pablo la atrajo hacia sí y lentamente le fue clavando su espada sin apartar la mirada de sus bellos ojos que se entornaban a medida que sus carnes se abrían al paso de ese ariete que no respetaba nada. Los espasmos dieron paso al orgasmo y las últimas sacudidas coincidieron con una llamada al móvil de Eva; reconoció el tono asignado a su chico y a duras penas pudo decir.

— He de coger la llamada, es Javi y sabe que venía para acá.

— Hola cariño, estaba en la piscina y olvidé el móvil aquí dentro, déjeme tomar aliento porque he venido corriendo... Si, le he contado a tu padre lo que me has dicho de tu madre y aunque no suelta prenda estoy segura que ha intervenido de alguna forma.

Charlaron un poco más mientras Pablo no dejaba de jugar con los desproporcionados pezones de Eva, que a pesar de tener tan poco pecho son oscuros y normes; al terminar, la joven se encaró con el hombre y suplicó.

— Cuéntame cómo lo has hecho; me gustaría saber que método has empleado para convencerla, porque la vi muy encabronada y pensé que jamás cedería y nos haría la vida imposible.

— Algún día, pero recuerda que no debes insistir como haría una chiquilla caprichosa.

Esas palabras fueron suficientes para hacerla recapacitar y poco después añadió.

— Bueno, pero recuerda que me lo debes.

Pablo se dijo que ya pensaría en todo eso en otro momento pero ahora tenían que comer. Fueron los dos a la cocina y Eva improvisó un banquete, con un sobre de arenques ahumados, unas latas de atún, pimientos y cebolla preparó una empanada, mientras estaba en el horno preparó una ensalada y en media hora comían.

Mientras Pablo preparaba café Eva se puso cariñosa acariciándole la verga hasta conseguir que apartara la cafetera del fuego para que no se requemara y la tumbó sobre la mesa de la cocina, los jadeos de la mujer se oirían desde la calle si alguien se hubiera acercado a la casa aunque por fortuna nadie llegó. Eva estaba muy cachonda y no se contentó con lo que Pablo le dio, quería más y el “viejo” la llevó a la cama para estar más cómodos, después de correrse varias veces sin darse por satisfecha Pablo le dio unas nalgadas que al parecer le gustaron, pero estaba tan excitada que no pensaba dejarlo así; en un descanso hizo una llamada.

— Hola Javi; tu padre me ha invitado a cenar. ¿Por qué no vas a casa de tu madre y hablas con ella? Seguro que después de ese gesto tan bonito agradecerá tu visita, me quedaré a dormir aquí y mañana te vienes y pasamos aquí el fin de semana.

Javier aceptó la sugerencia y ella continuó su particular campaña de acoso y derribo a su futuro suegro que al fin consiguió apaciguar sus ansias o eso pensó cuando después de una velada animadísima la joven le permitió dormir.

Javier la había llamado para avisarla que iría y su madre lo recibió con alegría y a pesar de los recelos por cómo había cambiado de opinión, cuando ella le comentó que había tenido una conversación con Pablo y que le había hecho ver que cada persona ha de seguir su instinto y cometer sus errores; pero a pesar de lo dicho, Bárbara seguía teniendo una espinita clavada y es que a pesar de lo acordado con Pablo su perversa naturaleza era superior a la razón y mientras cenaban preguntó.

— ¿Sigues pensando igual respecto al intercambio de parejas? Comentaste hace tiempo que era la fórmula perfecta para evitar conflictos de pareja; la confianza total en el otro.

Javier respondió que no solo opinaba que era lo mejor sino que lo practicaban asiduamente así como el sexo ocasional sin problemas de ningún tipo, y al oír eso Bárbara cambio radicalmente de tema ya que necesitaba encrespar más sus ánimos y pensó en algo oído recientemente. Terminaron de cenar charlando de mil cosas, sobretodo recordando momentos compartidos tiempo atrás y como aquella era la casa donde se crió no faltaban detalles que sirvieran de referencia, cuando el hijo trató de despedirse su madre le pidió que se quedara.

— Has dicho que tu chica no te espera y que está con papá. ¡Quédate conmigo! Me gustará saber que estas aquí al lado.

El joven pensó que entre marchar a su casa para dormir en una casa vacía o hacerlo en esa y contentar a su madre para él no era un problema y de paso sería una buena forma de agradecerle su cambio de actitud.

Javier se instaló en su antigua habitación y se acostó como suele, con las cortinas corridas, la habitación totalmente a oscuras y desnudo; al rato y cuando estaba adormecido se abrió la puerta y unos instantes después a su lado oyó la voz de su madre.

— ¿Te molesta que me acueste contigo como cuando eras niño?

Sin esperar respuesta levantó la sabana y se colocó a su lado; también ella estaba desnuda y apoyando medio cuerpo en el de su hijo chafando su pecho en él murmuró.

— ¡Recuerdo como te encantaba que te acariciara cuando eras niño! Sé que no lo eres, pero desde hace mucho tiempo pienso en ti como hombre aunque nunca me atreví a tratarte como tal porque no conocía tu opinión sobre el sexo casual. ¡Soy una mujer! ¿Puedes olvidar quien soy y me puedes tratar como tal?

Un sentimiento que había estado latente en la mente de Javier afloró de inmediato tomando forma; desde los quince años había espiado a esa mujer, olido su ropa interior, y se había masturbado cientos de veces pensando en ese cuerpo que tan bien conocía y es que la desnudez era habitual en la familia; los baños no tenían pestillos y en la piscina siempre se bañaban en bolas si no había nadie que les molestara.

Atrajo el rostro de la mujer y la besó, fue un beso cargado de promesas, de la pasión y lujuria que ella deseaba y que al fin obtendría; él se movió cubriendo al mujer con su cuerpo y comenzó la fiesta; Javier se empleó con ímpetu  para cumplir esa fantasía tanto tiempo soñada.

Bárbara se clavó las uñas en las palmas de la mano para no hacerlo en el cuerpo de su recién estrenado amante porque no quería asustarlo mostrándose como realmente es, una mujer insaciable que cuando comienza es capaz de  disfrutar de todas y cada una de las cosas que le puedan obsequiar y que se repone en instantes para continuar incluso después de haber recibido una sesión completa de castigo. Después de gozar varios orgasmos entre los brazos del que hasta el momento había sido solo su niño lo abrazó fuertemente y murmuró en su oído.

— ¡Eres una fiera como tu padre! jamás sabré porque lo dejé pero a partir de ahora quiero que me hagas la mujer más feliz del mundo o la segunda más feliz, porque imagino que a estas horas Eva estará disfrutando de ese semental que dejé escapar y cambié por un memo que apenas me toca.

—  ¿Eva ya te ha comentado que se acuesta con tu padre? Es una  mujer afortunada; tiene a padre e hijo; un par de sementales capaz de hacerle olvidar que hay nada más en el mundo.

Javier se soltó del abrazo y brincó fuera de la cama; indignado preguntó.

— ¿Por qué inventas esas cosas? Serían incapaces de hacer algo así. ¡Eres mala!

Bárbara consiguió decir con la voz quebrada como si le entristeciera la situación.

— Ayer estuve con tu padre; él me convenció de que no me opusiera a vuestra boda y al preguntarle porque tanto empeño cuando jamás se ha interesado por temas sentimentales, me confesó, que deseaba conservar cerca a Eva porque es una mujer encantadora y al preguntarle si se acostaban juntos me confirmó que a ninguno de los dos os importaba que lo hicierais con otras personas y me alegré por todos, porque a pesar de habernos divorciado siento un gran cariño por tu padre y seguimos siendo amigos.

Javier se quedó en pie pensativo y poco después comentó como para sí mismo.

— Eso no lo puedo consentir. ¿Qué se han creído? Una cosa es compartir a la mujer y otra ser un cornudo.

Se vistió ante la seria mirada de Bárbara a la que le costó aguantar la compostura; había logrado sembrar la discordia y con un poco de suerte, además de evitar la boda conseguiría que Pablo la llamara con más frecuencia al apartarse de la muchacha y también de su hijo al que ahora podría recurrir cuando le apeteciera; habían emprendido un camino que le encantaba.

Javier marcho sin despedirse y eso alegró a la mujer que comenzó a imaginase la escena, gritos, insultos, palabras de esas que desearías no haber dicho y conociendo a Pablo y su ridículo sentido del honor, estaba segura que independientemente de cómo quedaran los jóvenes se apartaría para refugiarse en sus brazos que estaban dispuestos a recibirlo de mil amores.

Aproximadamente a las tres de la madrugada Javier llegó frente al chalet, se quedó dentro del coche dudando; si entraba en la casa y estaban cada uno en su habitación, y solo era una estratagema de su madre para apartarlo de su padre y de Eva,  seria vergonzoso aunque comprensible ahora que por fin se habían entregado el uno al otro.

Si por el contrario estaban juntos también se planteaba un problema. ¿Apartaría a Eva a pesar de todo y perdería lo que tanto le había costado conseguir, o haciendo un ejercicio de madurez aceptaría la situación ya que su padre no dejaba de ser un hombre? El acababa de estar con su madre como mujer. Sonó el móvil; era Bárbara e instintivamente respondió quedando a la escucha.

— Javier hijo, ¡piensa muy bien lo que vas a hacer y no seas un monigote! recuerda que lo importante es que puedas mirarte en un espejo y verte como realmente eres y no uno de esos payasos que tragan con todo; sé un hombre, ese hombre que me has demostrado ser hace un rato; quiero que sepas que pase lo que pase y hagas lo que hagas siempre me tendrás a tu lado.

Javier tomó una determinación; cortó la comunicación sin responder y bajó del coche; dio la vuelta a la casa y miró por la ventana del dormitorio principal y allí estaban, su padre y Eva abrazados; se quedó paralizado unos minutos al ver que Eva se movía; reptó bajo la sabana que su padre retiró al notar como los golosos labios y la traviesa lengua comenzaban a dispensarle ese tratamiento que tanto le gusta y del que no se cansa jamás; encendió las luces para ver con detalle las evoluciones de la mujer.

Javier estaba como hipnotizado y era incapaz de moverse; los lametones de Eva sirvieron para poner en marcha al hombre y en cuanto logró proporcionarle una buena erección se puso en cuatro cruzada  de cara a la ventana; Pablo bajó de la cama y colocándose tras ella estuvo acariciándola y paseándole el ciruelo arriba y abajo hasta que lo introdujo en ella; Javier vio como colocaba las manos en sus caderas y las acometidas hacían que Eva se balanceara adelante y atrás; en todas las orgia en que habían participado juntos jamás había visto la expresión de satisfacción y la luminosidad en los ojos de ella que de vez en cuando miraba hacia la ventana aunque era imposible que viera nada del exterior; comenzó a boquear y supo que comenzaba a disfrutar de un primer orgasmo; las acometidas no cesaban y ella se movía para obtener más placer; flexionó los brazos y apoyó la cabeza en el colchón; Pablo se dobló sobre ella y le besó la espalda logrando que se irguiera instantes después.

Empalmó un segundo e intenso orgasmo y poco después reconoció el potente gruñido que le había oído cuando ese orgasmo no terminaba, aunque eso solo sucedía cuando eran varios los hombres que la poseían a un tiempo; en una ocasión fue durante una doble penetración, en que dos tipos sin demasiado problema para ella, aunque en un ejercicio propio de contorsionistas, lograron follarle la vagina al tiempo mientras un jamaicano tenia ocupado su culito con una inmensa verga.

Pablo no descansaba y Eva cada vez estaba más y más entregada hasta el punto que sufrió un pequeño desvanecimiento del que se recuperó ayudado por su partner, que llevó una de sus manos adelante y alcanzó el clítoris para martirizarlo ante los asombrados ojos de Javier que estaba en una nube.

Al rato oyó el gruñido que soltó Pablo al correrse aunque no cesó de manchar hasta algunos minutos después; en el congestionado rostro de Eva se apreciaba una gran satisfacción; algo que pocas veces había logrado proporcionarle y Javier se dejó resbalar hasta quedar sentado en el suelo.

Sonó su teléfono y rechazó la llamada de inmediato por temor a que se oyera desde dentro; miró y vio que era Bárbara quien llamaba. ¿Quién si no? Puso el móvil en silencio y se quedó sentado en el suelo mirando la hora. Eran las cuatro de la madrugada. Había estado mirando por la ventana una hora completa y ellos, ellos habían pasado esa hora disfrutando de un sexo salvaje que había satisfecho totalmente a su preciosa prometida; estaba decidido, se puso en pie y se dirigió a la puerta del salón que había visto abierta al pasar frente a ella.

©PobreCain