La prometida. III

La casualidad hizo que conociera a la que sería su nuera meses antes de que se la presentara su hijo. A Martina, una estudiante de veintiún años le encanta el sexo con maduros y a Pablo, un prejubilado le gusta todo tipo de sexo; combinación perfecta para poner en marcha la más tórrida relación.

La primera parte (Amor filial) se puede leer aquí. http://todorelatos.com/relato/123498/

La segunda parte (Amor filial)se puede leer aquí. http://todorelatos.com/relato/124200/

Faltaban unos minutos para la una cuando le llegó un whatsapp a Eva.

— ¡Ya están aquí! Vamos a la puerta porque no encuentran la casa.

Desde la verja vieron un coche detenido al final de la calle; Eva se colocó en medio y comenzó a bracear hasta que respondieron con una ráfaga de luces; poco después metían el coche en el jardín y salían cuatro mujeres que Pablo invitó a entrar en casa donde Eva hizo las presentaciones.

— Ellas son Olga, Sara, Edna y Liliana.

Olga era una chiquilla a la que seguro le pedían el DNI en la mayoría de locales aunque Eva comentó que era una de sus compañeras de piso mientras estudiaba la carrera y por tanto tendría al menos veintidós años como ella.

Sara era una mujerona de metro ochenta y cinco con una talla cien o más de sujetador y un cuerpo de infarto que miraba a través de unas gafas que no la favorecían en absoluto aunque dudo que nadie se fijara en ellas.

Edna era una diosa de ébano, su piel canela poseía un brillo natural y su semblante amable invitaba a ser acariciada.

Y por fin Liliana. Una mujer corriente sin nada que destacar en su físico; unas formas agradables que la ropa disimulaba; pechos talla noventa y un gracioso culo que solo se intuía; lo que no se podía disimular era su mirada; una mirada fiera, intensa, sensual y cargada de lujuriosas promesas.

Tomó la palabra Olga además de una mano de Eva que llevó a su pecho.

— Entiendo que quieres entrar en el círculo; así llamamos al grupo que nos reunimos de vez en cuando y si Martina, disculpa Eva te recomienda será porque lo mereces. ¿Tomamos algo? ya sé que es temprano pero Liliana ha de regresar a casa antes de las nueve de la noche porque tiene otro compromiso.

Liliana asintió y una leve sonrisa adornó su semblante; Pablo se dirigió a la cocina y trajo el combinado que dejó sobre la mesa y preguntó qué les apetecía tomar; sin darles tiempo a responder Eva recomendó probar el combinado y sin esperar respuesta comenzó a servirlo: Edna fue la primera en tomar un sorbo y exclamó.

— ¡Esta divino!

Las demás la imitaron y Sara, con la copa en la mano lo tomó por la cintura y aplastándose contra su cuerpo murmuro que le encanta bailar, Eva puso música y poco después estaban todos bailando. Pablo notó unos pezones contra su espalda y unos labios en su cuello, los brazos de Sara rodearon aquel otro cuerpo y Pablo cerró los ojos notando los labios de Sara sobre los suyos, se detuvieron y unas manos tiraron de su short bajándolos hasta los tobillos levantó uno de sus pies guiado por unas manos que lo deposito algo más separado repitiendo la operación con el otro y esas u otras manos asieron su verga que ya tenía una erección más que notable, los labios que rodearon su capullo eran carnosos e imagino que pertenecían a Edna.

— Vamos a una cama hombretón, tenemos ganas de hacerte ver el paraíso.

La que así habló era Liliana y Pablo se dejó conducir a la habitación principal; Eva las guió y bajó la persiana para dar un toque de intimidad a la situación; tendido en medio de la cama y entregado al capricho de esas mujeres que no preguntaron qué le apetecía notó un ejército de manos acariciando su cuerpo de forma simultánea y su verga fue atrapada de nuevo por unos labios aunque fueron otros los que se apoderaron de sus huevos sorbiéndolos y presionándolos contra el paladar antes de expulsarlos otra vez. Otros lamian y mordisqueaban sus pezones y los inconfundibles de Eva le estaban comiendo los morros y ese tratamiento duró hasta que lograron arrancarle una eyaculación que se repartieron entre risas y sorbetones.

Pablo estaba en una nube y Sara murmuró.

— Ahora ya sabes de que somos capaces o al menos en parte; te toca a ti demostrarnos algo aunque no a todas a un tiempo.

Pablo reaccionó abriendo los ojos y contempló a ese ramillete de hermosas mujeres rodeándolo; se levantó de la cama y con naturalidad propuso comer algo mientras se dirigía al baño donde se enjuagó; se puso unos shorts y en la cocina un delantal; Eva llevó a las chicas a la piscina y poco después de las oía reír y chillar en la piscina como adolescentes.

Preparó unos entremeses y una ensalada mientras precalentaba el horno para descongelar una cazuela de ternera en fricandó y separó unos cuantos canelones que también metería en el horno en su momento; sacó a la mesa del jardín bajo una pérgola los entremeses patatas chip y unas gambas saladas, además de vermut blanco y rojo, sifón y una cubitera con hielos. Avisó a las mujeres que salieron del agua como sirenas y continuaron jugando entre ellas mientras se secaban las unas a las otras y Eva exclamó.

— Ya os dije que es un primor.

Se sentaron y atacaron los entremeses con ganas; Pablo fue a mirar lo del horno y al regresar preguntó qué les apetecía y fue sirviendo a unas y otras, aunque todas comieron de todo, después del café Eva sirvió unas copas y Liliana tomó a Pablo de la mano y le susurró al oído un < ¡ nos toca !> cargado de erotismo; en las tumbonas, las demás se emparejaron dispuestas a pasar un buen rato.

Liliana atrajo las manos del hombre para que rodeara su cuerpo desde atrás pegándolo al suyo y Pablo hizo lo que se esperaba de él, le besó el cuello empujándola hacia la habitación que ya conocían y la tendió en la cama; sus labios recorrieron todo su cuerpo arrancándole suspiros y jadeos y sus manos no cesaban de rozar y acariciar ese cuerpo que sin ser espectacular respondía a todas y cada una de las caricias de forma magistral; el olor hembra pronto inundó la estancia y al separar sus labios mayores para acceder al clítoris separó las piernas doblándolas para apoyar las plantas de los pies en la cama; las primeras caricias le arrancaron una serie de jadeos y su cuerpo comenzó a vibrar como sacudido por mil descargas. Pablo no aflojó con sus dedos y llevó allí sus labios que continuaron su encantamiento y es que en unos instantes Liliana se retorcía con los espasmos de un primer orgasmo que enlazó con otro y otro más antes de suplicar que la dejara terminar.

Cuando se recobró un poco lo miró fijamente sonriendo y vocalizó de un modo casi inaudible.

— Nos dijo Eva que eres un sátiro y veo que es muy afortunada por tenerte.

— La verdad es que ambos somos afortunados, sin ella no os conocería y habría sido una verdadera pena. Tengo curiosidad. Dijiste al llegar que tenías otro compromiso ¿Puedo saber de qué se trata? porque imagino que Eva te previno de lo que esperaba de vosotras antes de venir.

— La cosa es simple. Trabajo o lo simulo en uno de los supermercados de mi amante y soy la única que no tiene horario y nadie lo cuestiona pues saben de sobras que y quien soy; en este momento él y mi marido están con nuestros hijos; uno de cada uno, en un partido de futbol y a las nueve pasaran a recogerme por el “súper” para ir los cinco a cenar una pizza; tenemos un acuerdo muy bueno y ambos saben que incluso entre los dos no me dan lo suficiente y por eso consienten y me ayudan a que tenga estas escapadas donde trato de encontrar lo que me falta y te aseguro, que desde ahora si me lo permites formaras parte de mis amigos especiales, aunque no pienso monopolizarte y espero que tampoco tú lo intentes.

Estaba clara su postura y eso satisfizo a Pablo que tendiéndole una mano la ayudó a levantarse de la cama, salieron al jardín y Edna levantó la cabeza haciéndole un gesto inconfundible. Acompañó a Liliana hasta el lugar que ocupaba la morenaza sentándose junto a Sara, que la acurrucó de inmediato susurrándole al oído algo que nadie oyó pero que las hizo sonreír.

Pablo apoyo una de sus manos en la curva de su cadera y la muchacha apoyó su mano sobre la del hombre; caminaron hasta el salón y en silencio Pablo a su espalda le murmuró al oído.

— Desde que llegaste me gustó mucho algo de ti. ¿Debo ganármelo, pedirlo o tomarlo?

La joven giró la cabeza y respondió.

— ¡Tómalo sin más! Soy toda tuya; por cómo ha regresado Liliana sé que será sensacional y te aseguro que nada podrá molestarme y si logras sorprenderme te estaré eternamente agradecida.

Pablo deslizó los tirantes del ligero vestido que cayó hasta la cintura mostrando una espalda perfecta; llevó sus manos a los pechos que apenas rozó así como los labios a la columna cuyo contacto la hizo estremecer y fue entonces cuando comenzó a jugar con los pezones pinzándolos ligeramente y presionándolos al tiempo que mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Cuando supuso que era el momento tiró de sus pezones haciendo que se doblara sobre el respaldo del sillón tras el que la había ido llevando; introdujo un par de dedos en la húmeda vagina y mojados los llevó al estrecho agujero masajeando con ellos hasta introducir primero uno después dos y sin pausa los substituyo por el capullo con el que lentamente rebasó el anillo anal.

Edna culeó enérgicamente arqueándose exageradamente; quedó ensartada y quietos los dos unos instantes. Giró la cabeza y con el rostro arrebolado musitó.

— Todo tuyo canalla; has descubierto cual es mi pasión; no pares hasta romperme el culo.

Los caderázos de Pablo eran largos y potentes acompañados por los resoplidos de él y los suspiros de ella que pronto se tornaron en sonoros jadeos; Pablo levantó la cabeza y vio que las demás estaban a lo suyo sin prestar atención a lo que sucedía en la casa y aunque no vio a Sara continuó hasta que Edna comenzó a soltar un ronco rugido que iba aumentando de intensidad hasta convertirse en un aullido.

También él llegó al orgasmo y cada arremetida culminaba con una salva de esperma que inundaba las entrañas de la joven que se arqueó, tomando una postura del todo imposible como si de ese modo el falo de su compañero de juegos pudiera entrar más.

Pablo notó un cuerpo tras el suyo acoplándose; los pezones en su espalda y una mano que atrapó sus huevos acariciándolos; continuó y con un último jadeo quedaron ambos inmóviles y fue cuando oyó la voz de Sara.

— Ahora me toca a mí. Algunas me llaman ¡guarra! Pero esta es una de las cosas que más me gusta aunque hay muchas otras que también son poco usuales aunque igual de agradables al menos para los demás.

Como quiera que Pablo no respondiera, Sara resbaló por su espalda paseando la lengua por ella y al llegar a los cachetes los separó y con ella comenzó a hurgar en el oscuro asterisco; no era la primera vez para Pablo aunque le sorprendió la forma y agradeció que esa maniobra reanimara su ya algo mermada erección que se recuperó lo suficiente como para darle a Edna otros cinco o seis caderázos que la terminaron de doblegar; sus piernas fallaron y no cayó al suelo por tener el vientre apoyado en el respaldo del sofá, pero el chapoteo del semen que rebosaba de su cuerpo hizo que Pablo se animara aunque poco más podía hacer en esas circunstancias.

Sara se recolocó, sentada en el suelo apoyada en el sofá metió una de sus manos entre ambos cuerpos separándolos, empujó a Pablo que dio un paso atrás y sin vacilar comenzó a lamer y chupar los restos parduzcos que embadurnaban su pene. La sorpresa fue grande pero se dejó hacer y mientras Sara engullía su verga hasta topar con la frente en la pelvis, con una de sus manos trataba de evitar que se perdieran los restos que salían del culo de su amiga que giró la cara y con la mirada perdida dio las gracias al atribulado Pablo que no salía de su asombro. Edna se dejó vencer llevando su cabeza hasta el asiento del sofá quedando con el culo en pompa.

En esas, Sara agarró a Pablo por detrás de los muslos para que no se moviera y literalmente se folló la boca hasta lograr una no tan abundante eyaculación como la anterior aunque suficiente para que se diera por satisfecha, después de recoger cualquier vestigio soltó las piernas del hombre y se incorporó.

— Me consideraras una viciosa como los demás pero me gusta lo que me gusta cómo te dije antes y si me lo permites después hablaremos más y responderé a cuantas preguntas se te ocurran; ahora aun me queda algo por hacer.

Sin esperar respuesta se dedicó a acariciar a Edna y extraer cuanto pudo, primero directamente con la lengua y después con los dedos que chupaba con desenfreno.

Pablo salió al jardín y estaban las tres mujeres en el agua; Olga preguntó con una risita.

— ¿Vienes? Nos gustaría tenerte aquí, dice Eva que nadas muy bien.

©PobreCain