La prometida. II
La casualidad hizo que conociera a la que sería su nuera meses antes de que se la presentara su hijo. A Martina, una estudiante de veintiún años le encanta el sexo con maduros y a Pablo, un prejubilado le gusta todo tipo de sexo; combinación perfecta para poner en marcha la más tórrida relación.
La primera parte se puede leer aquí. http://todorelatos.com/relato/123498/
Pablo respondió de inmediato sin apartar la mano de la joven.
.- Evidentemente os podéis quedar, no veo ningún problema porque hay sitio de sobras y no espero a nadie, aunque con una condición. ¡Eva me enseñara a cocinar!
Eva señaló con énfasis.
.- También yo tengo una condición; la cocina será mi dominio y en ella no quiero a Javier bajo ningún concepto cuando estemos nosotros; en todo este tiempo se ha negado a aprender y ahora no quiero que me interrumpa cuando estemos “cocinando”.
Todos aceptaron en medio de carcajadas y la joven hizo un gesto significativo a Pablo que Javier no captó.
La muchacha sirvió la paella y se dedicaron a comerla entre bromas y anécdotas; charlaron de cosas sin importancia y de pronto Eva recordó algo y preguntó si podía consultar el ordenador.
Pablo le mostró el despacho y volvió junto a su hijo que comentó.
.- Como ves, Eva es una chica de la broma y muy cariñosa que se hace querer, os habéis caído bien y eso me gusta, temí que reaccionaras como mamá aunque ya sé que sois muy diferentes.
Dijo eso como si hablara solo y no tuvo oportunidad de continuar; apareció Eva sonriendo y muy excitada les comunicó.
.- Oficialmente he terminado la carrera; he consultado el resultado de los exámenes y los pasé todos con buena nota y podré continuar donde hice las prácticas como becaria.
Se abrazó a su novio y después a Pablo que no disimuló su entusiasmo y propuso celebrarlo; sacó una botella de cava y sirvió tres copas; Javier tomó un sorbo y añadió “licor 43” a la suya, apuró la mezcla de un trago y alargó la copa que su padre rellenó hasta la mitad para que repitiera la operación.
Eva miraba a ambos hombres y no entendía porque Javier se comportaba de esa forma y tirando de él mientras se acababa el segundo trago lo llevó al jardín donde preguntó.
.- ¿Qué te pasa? no sueles beber y hoy te estas poniendo fino.
.- ¡Nada! Que estoy muy contento; hoy es un gran día; has terminado los estudios y por tanto tienes un empleo; mi padre te ha aceptado sin problemas y estamos en una casa en la que fui muy feliz hasta hace cuatro años cuando se divorciaron, jamás imaginé que volvería a ser feliz aquí y en este momento lo soy.
Eva pensó al principio que era por otra causa pero esa era una muy buena noticia y se interesó por aquellos años y es que el semblante de Javier cambió al recordarlos.
.- Compraron esta casa cuando cumplí los tres años y en esta piscina aprendí a nadar, en el jardín cogí mi primera cogorza, en mi habitación me acosté con la primera chica y aquí discutieron por última vez mis padres; mamá propuso quedarse con el piso de la ciudad porque le aterra conducir y papá prefirió quedarse aquí a pesar de la hora diaria de viaje de ida y vuelta al trabajo. Desde aquella discusión he regresado en muy pocas ocasiones porque me sentía mal cada vez que lo hacía; pero eso se acabó. ¿Estás a gusto aquí? Yo mucho y me doy cuenta que mi padre es mejor de lo que mamá me hizo creer.
Eva lo abrazó y le dijo que estaba encantada; entraron en la casa y emocionada repitió lo que le había contado Javier que miró a su padre con cariño, ese cariño que desde hacía cuatro años no había demostrado.
Pablo sirvió una ronda de cava de otra botella y brindaron por “el futuro”; charlaron un rato más, anocheció y Eva preparó unos “San Jacobo” de jamón york y queso que acompañó con patatas chips; después de cenar, Pablo se acomodó en el salón a leer un rato y los jóvenes salieron al jardín; Javier conserva la “sucia costumbre de fumar” como dice su madre y Eva lo acompañó para charlar un rato a solas y el chico comentó.
.- A papá le has gustado mucho, creo que ha sido una buena idea venir. ¿De verdad estas bien? Me encantaría que así fuera, es un buen tipo a pesar de todo lo que me ha dicho en todo este tiempo mamá.
.- Ya sabes lo que opino de las desavenencias entre parejas, cada uno cuenta las cosas según le interesa pero a las pruebas me remito, y tú mismo me contaste que ella después de tener un amante durante quince años decidió divorciarse y eso, por mi forma de pensar no está ni medio bien.
Javier asintió; se abrazó a la chica y estuvieron mucho rato en silencio; regresaron a la casa y como era tarde decidieron acostarse; Pablo les dio las buenas noches y poco después también él se acostó; estaba profundamente dormido, pero tenía un sueño cada vez más y más real hasta que abrió los ojos y descubrió que no se trataba de un sueño, más bien “del sueño”
¿Quién no ha soñado alguna vez con que le despertaban con una mamada? La cabeza de Eva subía y bajaba lentamente engullendo hasta el fondo de la garganta la descomunal verga del azorado Pablo que no atinó a pronunciar palabra alguna pues no era capaz de encontrar ninguna apropiada ni tenia ánimo para nada que no fuera disfrutar el momento.
Estaba a punto de explotar cuando aquella endiablada criatura paró y se tendió sobre el hombre que la abrazó antes de decirle.
.- ¡Bruja! ¿Qué haces? ¿Y si se despierta Javier?
.- Javi ya tiene lo suyo; está agotado y ahora vengo a por ti; se me antojaba desde este mediodía sorprenderte y creo que lo he conseguido.
Naturalmente que lo había conseguido, aunque al hombre le preocupaba lo que pensara su hijo; lo había calificado de cabestro y aunque ese mediodía le pareció que vio como ella le acarició la verga, la sonrisa tonta que mostró quizás era debida al mucho alcohol ingerido y no se había percatado de nada; la joven comenzó a levantarse y Pablo preguntó dónde iba.
— Vuelvo a mi cama junto a Javi.
Pablo le pinzó los pezones y tirando de ellos murmuró.
— ¿Acaso piensas que puedes dejarme así? ¡Eres una bruja muy puta! Pero me debes algo que pienso cobrarme ahora mismo en especie.
Eva no opuso resistencia y se dejó conducir por los tirones del viejo hasta alcanzar la posición idónea, rodeó su verga con ambas manos y acomodándose en el robusto cuerpo del hombre comenzó a lamer suavemente el capullo y eso hizo que el tronco se reanimara de inmediato retomando la rigidez de unos minutos antes.
Se recreó lamiendo, chupando y engullendo la polla hasta lograr que su esencia se derramara en su boca y rebosara por la comisura de sus labios al ser incapaz de tragarlo todo; se tendió al lado de Pablo y abrazado a él murmuró muy despacio.
— ¡Ahora me voy! ya tienes lo que querías y ¡Sí! Soy y seré tu puta bruja.
Pablo llevó su mano a la entrepierna de la joven y comenzó a acariciarle la vulva con dos dedos; ella exclamó elevando un poco la voz.
— ¡Déjalo! Ya te dije que me gusta más servir que ser servida.
Llevando los dedos dentro de la vagina respondió.
— No se trata de ti. Me apetece llevarte al límite y mantenerte en vilo hasta que decida permitirte terminar; tendrás que acostumbrarte a las “manías de tu viejo” y te aseguro que no te arrepentirás de haber venido a esta casa, en la que podrás hacer lo que quieras pero siempre con mi aprobación.
Colocó los dedos planos, y con ellos, mientras sorbía los pequeños pechos por turnos frotó el punto “G” excitándolo sobremanera además de chafar con el dedo gordo con cada metida el clítoris que asomó de su prepucio; Pablo cambio de posición y lo atrapó con sus labios mordisqueándolo y aparecieron los primeros espasmos, insistió paseando su lengua como si pretendiera follarla con ella arrancándole un concierto de jadeos antes de que una tremenda eyaculación que salpicó su rostro diera paso al primero se los orgasmos que hizo que Eva elevara su pelvis apoyando los talones en la cama y arqueando su cuerpo en una posición imposible de imaginar.
Pablo sorbió el pequeño pene que continuó martirizando mientras con una de sus manos cubría el pecho al que llegaba y lo amasaba con frenesí, Eva trató de sujetarse a la ropa de la cama como si de esa forma pudiera evitar caer a quien sabe que sima debía imaginar; uno tras otro los orgasmos no dejaban de sucederse y los últimos espasmos del uno coincidían con los primeros calambres del siguiente que resultaba más intenso que el anterior; sufrió un par de leves desvanecimientos que fueron los primeros en su vida.
Al fin, Pablo la dejó terminar y la abrazó tiernamente mientras los últimos estertores se extinguían; Eva retomaba el control de su cuerpo y entonces recordó punto por punto el episodio y aunque leves los desmayos fueron suficiente para convencerla que había sido bendecida por la diosa fortuna que puso a ese hombre en su camino no una sino dos veces y esta segunda al parecer para gozarlo durante bastante tiempo si jugaba bien sus cartas.
— ¿Qué me has hecho? ¡Eres un sátiro! ¿Me harás esto cada vez que me porte mal?
Pablo la besó en la frente y le aseguró que “eso” solo era una pequeña muestra de lo que podían vivir juntos si se esforzaba un poco en que la situación perdurase, y para ello, lo primero era regresar junto a Javier para evitar que se sintiera molesto aunque a la larga averiguara lo que ellos compartían.
Cuando la joven pareja despertó la casa olía a café y encontraron a Pablo en la cocina tomando una taza y ojeando el periódico, eran poco más de la nueve y Eva preguntó que había para desayunar.
— He traído bollos de canela, cruasanes y pan de barra y de queso por si preferís algo salado en lugar de dulce, de todos modos siempre tengo galletas integrales por aquello de la dieta.
Desayunaron con buen apetito y al terminar salieron los tres al jardín; Javier se metió en la piscina y Pablo se quedó mirando como Eva esparcía crema por su cuerpo sin dejar de mirarlo y al tenderse bocarriba le guiñó un ojo antes de decirle en tono burlón.
— ¿No te bañas? Llevas un calentón de cuidado
A lo que Pablo respondió.
— Y tú ¿no te bañas? Seguro que el agua nos haría bien a los dos porque veo que tienes los pezones erguidos y eso solo puede significar dos cosas, o que tienes frio o que estas caliente como una perra.
En ese momento sonó el teléfono y Pablo marcho a atenderlo; regresó con el inalámbrico en la mano y gritó para que lo oyera.
— Javier. ¡Es tu madre!
Alargó el aparato que el chico sujetó fuera del agua apoyado en el borde de la piscina; no se oyó nada de lo que hablaron pero con semblante serio salió del agua maldiciendo. Y de muy mal humor les contó.
— Mamá quiere que la acompañe a recoger unas cortinas y que le ayude a colgarlas y avisa, que cuando las llevemos a casa habrá que coser algo porque duda que hayan cumplido bien el encargo y supone que estaremos ocupados todo el sábado y parte del domingo. ¿Eva se puede quedar aquí? No quiero llevarla a casa de mamá aunque no sé si podre pasar a recogerla el domingo por la noche.
Antes de que terminara Pablo respondió ante la alegría contenida y mal disimulada de Eva.
— No te apures, cuidaremos el uno del otro y tataré de aprender todo lo que me quiera enseñar en la cocina; si no pasas el domingo a recogerla y si a ella no le importa la acompañaré a la ciudad el lunes por la mañana, no voy a permitir que viaje en el tren no teniendo ningún compromiso, y así de paso, conoceré el lugar donde vivís.
Javier agradeció que su padre diera cobijo a su chica y que esta no se enojara por ir a ayudar a su madre que a pesar de los pesares lo necesitaba aunque podría haber hecho eso cualquier otro fin de semana; todos sabían que es muy “porculera”.
Salieron a la puerta a despedir a Javier, que después de sacar el coche abrió la ventanilla y gritó.
Que paséis un buen fin de semana.
Seguro que así sería; en cuanto el coche desapareció por la curva regresaron a la piscina aunque en este caso también Pablo se desnudó totalmente y así, a la luz del día Eva comprobó que a pesar de la edad Pablo se mantenía en forma y es que todos los días desde que dejó de trabajar y de asistir al gimnasio, nadaba por espacio de una hora a ritmo vivo por las mañana, y todas las tardes incluso con lluvia o mal tiempo salía a pasear otra hora y media o dos horas por los alrededores.
Se lanzó a la piscina para cumplir con el ritual diario; Eva lo miraba desde el borde y esperó a que al rato se acercara, cuando lo hizo le preguntó si la enseñaría a nadar como hizo con Javier, aclarando que él la considera una negada para aprender a pesar de que lo ha intentado varias veces, a lo que Pablo respondió con ironía.
— Te prometo que aprenderás a nadar y seré yo quien te enseñe pero eso será en otra ocasión, más adelante y cuando esté Javier aquí para que se meta contigo y yo le haga callar al demostrarle que si pude enseñarle a él también lo conseguiré contigo.
Con una agilidad pasmosa salió del agua y mientras se secaba preguntó.
— Tengo una gran curiosidad; comentaste algo de unas fiestas a las que te lleva mi hijo y me gustaría saber un poco más, como funcionan y si admiten a gente como yo.
Con su mejor sonrisa respondió.
— Puede ir cualquier persona acompañada por alguien del grupo, pero es necesario que te inviten a jugar; no se emplea el típico galanteo para intentar ligar, se trata de mostrar o poseer cierto atractivo o algunas credenciales que te hagan atractivo a los ojos de los demás, en mi caso fue fácil ya que fui yo quien indicó a mi amiga Lorena que llevara a Javier a una de ellas para que después me “introdujera” a mí, a pesar de que ya conocía íntimamente a varios de los hombres de ese grupo. Tu hijo tardó varias semanas en “convencerme” para ir a la primera y en cuanto entramos en el local nos separamos.
— ¿Piensas que me podrás llevar?
— Haré algo mejor, voy a proporcionarte unas buenas credenciales si me permites celebrar aquí una pequeña fiesta, nada, unas poca amigas de mi total confianza.
Pablo hizo un gesto con la mano y Eva marchó a por su móvil, la vio hablando en el salón de espaldas al ventanal y contemplar su silueta lo puso a mil; Eva cortó la comunicación y corrió a su encuentro y abrazándose a él dijo entusiasmada.
— ¡En una hora estarán aquí! Tenemos tiempo de preparar algo de comer porque se quedaran al menos hasta la noche si no te importa.
— Eres un diablillo y me encanta; no te apures por la comida porque compre mucha precocinada; ¡vamos! Prepararé un brebaje como el que tomamos ayer para darles la bienvenida y lo demás ya se verá.
Pablo estaba excitado y en ese momento lo que realmente le apetecía era agarrar aquella muñeca y darle polla hasta reventarla pero la inminente llegada de las chicas aconsejaron todo lo contrario; se puso unos shorts y le tendió unas braguitas de bikini a Eva que se las puso a regañadientes aunque entendió el mensaje, completo su atuendo con una blusa que dejó abierta mostrando sus pequeños pechos y observó cómo Pablo preparaba el combinado que guardó en la nevera para que estuviera fresquito.
Faltaban unos minutos para la una cuando le llegó un whatsapp a Eva.
— ¡Ya están aquí! Vamos a la puerta porque no encuentran la casa.
©PobreCain