La promesa de la tía Gema.
Gema, doctora de profesión y mujer terriblemente frustrada sexualmente por el poco deseo de su marido, acaba por intentar seducir a su sobrino haciéndole una propuesta interesante a cambio de que este siga una dieta
Gema se levantó y miró el reloj de su mesilla, eran las siete y media, la hora de todos los días para levantarse y desplazarse a su consulta. La mujer, como siempre dio un par de golpes suaves a su esposo para que este se levantase, el también tenía que ir a trabajar a su taller de mecánica.
Como era verano Gema acostumbraba a dormir tan solo con unas braguitas, lo que por desgracia para ella no levantaba la lívido de su esposo, que desde hacía algunas fechas apenas la pedía sexo, cosa que era rara y que había levantado las suspicacias de la mujer que había sopesado que tuviese una amante.
Gema se miró en el espejo de su habitación, pese a haber pasado hace poco los cuarenta años contaba con unos pechos medianos y bronceados, adornados con unos pezones pequeños y marrones, un vientre plano que se encargaba de cuidar y una piel suave que mimaba con toda clase de aceites y cremas.
Para mirarse la cara esperó a pasar por el baño y darse una buena ducha para espabilarse, tenía una larga melena de pelo castaño que la llegaba un poco por debajo de los hombros, un rostro agradable y unos ojos grandes y expresivos de color castaño.
Después de la ducha y de tomar un buen desayuno la mujer se dirigió a las habitaciones de sus dos hijos para despertarlos, no le costaba nada darles una voz para se incorporasen antes de marcharse a trabajar.
Una vez escuchó los primeros quejidos de protesta por tener que levantarse para ir al instituto la mujer salió rápidamente con su marido, para despedirse de él en el garaje, justo antes de que cada uno cogiese su vehículo para ir a sus respectivos centros de trabajo.
Gema aparcó su coche a la entrada del centro de salud en el que ejercía de médico de cabecera de montones de personas. La mujer miró la lista de pacientes que tenía para aquella mañana, su jornada laboral se extendía desde las 8 de la mañana hasta las 3 de la tarde y en la lista figuraban cerca de 50 pacientes con lo que llamó al primero sin perder tiempo para que no se le acumulase la gente y comenzasen a protestar.
Tal y como siempre le solía ocurrir, el tiempo para atender a cada uno de sus enfermos era insuficiente, con lo que a las 10 de la mañana ya llevaba un retraso de casi 15 minutos.
Gema, como siempre que la sucedía aquello procuró tomárselo con calma, era mucho mejor tener un retraso con los pacientes que diagnosticarles de manera errónea y llevarse una denuncia por negligencia.
Para sorpresa de la doctora, que cuando solía tomarse el día con calma para no equivocarse en sus tratamientos acostumbraba a aumentar el tiempo de retraso, en aquella ocasión el resultado fue opuesto ya que muchos de los pacientes que habían pedido cita el día anterior habían faltado a la consulta. Gema sonreía más vivamente a cada paciente que tachaba, tenía muchas ganas de llegar a casa y disfrutar de su tarde libre.
Pero todo cambió cuando se encontró con la última hoja del listado de pacientes y leyó el nombre de su sobrino Julio. Aquel muchacho era el hijo de la hermana de su marido, que después de haber fracasado en los intentos de poner al muchacho a dieta había decidido acudir su cuñada para que lo intentase.
Gema, en la primera visita del muchacho lo había encontrado poco contento con su presencia allí, ya que este no consideraba que debiese perder peso, era un muchacho que medía cerca de 170 y pesaba casi 85 kilos, con lo que algún kilo si le sobraba, aún así Gema no se puso pesada con el tema y le dijo que con tan solo hacer un poco de ejercicio y comer un poco menos perdería kilos rápidamente. El muchacho se negó de todos modos a dejar de llevar su estilo de vida y fue encontrones cuando la mujer trató de negociar con él.
- Venga Julio, voy a quedar como una doctora pésima si no consigo hacerte perder peso- le dijo la mujer con media sonrisa- ¿Qué podría hacer por ti para conseguir que al menos lo intentes?
La mujer vio el sonrojo del muchacho y al momento se dio cuenta de que el tono que había utilizado en aquella oferta no era el más indicado, aun así, sin saber porque, la mujer se incorporó para colocarse a la espalda de su sobrino y masajearle suavemente los hombros.
Gema maldijo a su marido por no hacerse cargo de las necesidades sexuales que tenía y que en aquel momento la estaban empujando a ser más cariñosa de lo normal con su sobrino. El muchacho, que llevaba una camisa bastante larga tiró de ella disimuladamente para colocarla sobre la zona de su entrepierna.
A la doctora le hizo sentir bien saber que estaba excitando a aquel joven muchacho hasta aquel punto y se inclinó para colocar su boca sobre la oreja de este para decirle algo que desde el momento que lo dijo se había estado arrepintiendo.
- Si haces este esfuerzo por la tita Gema te daré un premio acorde con tu esfuerzo- le dijo en un susurro- cualquier premio- le dijo con su voz más insinuante.
Después de aquello, que había sucedido hacía casi un mes, la mujer había pesado al muchacho y le había recomendado que suprimiese algunos alimentos de su dieta. El chico había escuchado atentamente los consejos de su doctora y finalmente se había marchado sin dar una respuesta concreta, lo que había tranquilizado a Gema hasta aquel momento, ya que pensaba que su sobrino la podía haber tomado en broma, pero al ver el nombre de este subrayado, estuvo segura de que no solo no le había tomado en broma, sino que además estaba convencida de que habría perdido varios kilos para reclamar su recompensa.
La doctora fue atendiendo a sus pacientes tratando de alejar de su mente las posibilidades que podían suceder cuando su sobrino se presentase ante ella con unos cuantos kilos menos. Gema salía a la sala de espera para llamar a los siguientes en su lista, entreteniéndose un poco en ver si Julio se había presentado ya. La mujer respiraba aliviada cada vez veía que el joven no había llegado.
A Gema se le escapó una ligera sonrisa cuando llegaron las tres y cuarto y su sobrino no se había presentado, así que llamó al penúltimo paciente de la lista para atenderlo rápidamente y poder marcharse a casa.
Pero aquel gesto de felicidad no estuvo durante mucho tiempo en el rostro de la mujer, ya que se sobresaltó cuando alguien golpeó a la puerta de la consulta un par de veces para abrir al instante sin esperar respuesta. La cabeza de su sobrino se asomó primero, se trataba de un muchacho de pelo corto y negro y piel más bien morena, que puso cara de sorpresa al ver que su tía no estaba sola.
- Lo siento, tía- dijo el muchacho- pensé que ya habías terminado.
- Sí, ya está- dijo la mujer entregando con las manos un poco temblorosas las recetas a su penúltimo paciente.
El hombre, perteneciente a la tercera edad, cogió las recetas y masculló un poco en contra de la falta educación de la juventud a la hora de esperar a que se les abriese la puerta. La mujer para restarle un poco de importancia y que su sobrino no se sintiese demasiado incómodo le sonrió y le invitó a sentarse.
- Te veo mejor que el mes pasado- comentó Gema, que aunque el muchacho llevaba una camiseta bastante holgada se veía en el rostro que estaba algo más delgado que en su última visita.
- Sí, he seguido el régimen a pies juntillas- explicó el chico.
- Ve desvistiéndote para que te pese- dijo la mujer mientras en su ordenador abría una carpeta en la que había apuntado el peso con el que su sobrino había iniciado la dieta.
Julio, sin pudor alguno se quitó la camiseta, los pantalones y las zapatillas deportivas con las que se había presentado. El chico gozaba de una piel bastante morena y pese a que su abdomen estaba bastante lleno y le sobraba carne por muchas zonas de su torso si se podía ver una evidente mejoría con la estampa que tenía hacía algunas semanas.
El muchacho se subió confiado a la báscula dejando a la doctora totalmente sorprendida, el muchacho había pasado, en tan solo un mes, de pesar 84.800 gramos a 78.900, había bajado prácticamente seis kilos.
- Veo que has seguido muy bien todas mis indicaciones- dijo la mujer sonriendo e indicando que se sentase de nuevo- Tu madre estará encantada ¿no?
- Sí, muy contenta- respondió el muchacho con media sonrisa, mientras tomaba asiento sin ponerse la ropa- Y yo también estoy muy contento, porque si no recuerdo mal me prometiste una recompensa ¿no es así, tita?
- Sí- dijo la mujer forzando la sonrisa- claro que lo recuerdo y soy mujer de palabra ¿Qué es lo que quieres?
- Por como me lo sugeriste la recompensa el mes pasado imaginé que te podías hacer una idea- comentó el muchacho- por culpa de ese “ te daré cualquier premio” me he levanto excitado casi todas las mañanas-
La mujer se puso roja de vergüenza al oírlo, si bien había pensado en un primer momento que sí se había puesto un poco más picante de lo que debía con su sobrino aquellas declaraciones lo confirmaban. La mujer trató de calmarse y buscar alguna fórmula para no tener que tener sexo con su sobrino.
- Yo lo siento, Julio, de verdad que no quería mandarse un mensaje equivocado, esperaba poder darte otra clase de premio- dijo la mujer mirando al muchacho fijamente a los ojos tratando de hacer que le creyese.
- ¡No me jodas, tía Gema!- dijo el muchacho molesto- Estoy seguro que no te entendí mal, me estabas ofreciendo más que un regalo normal- replicó el muchacho disgustado- ¡Joder!- exclamó de nuevo- he estado todo el mes levantándome una hora antes de ir al instituto para correr, haciendo ejercicio por las tardes, comiendo menos y privándome de las cosas que me gustan solo para poder recibir lo que me prometiste- dijo enfadado pero a la vez sabiendo que si su tía decía que no poco podría hacer.
La doctora miró a su paciente impresionada por todos los esfuerzos que había hecho y tremendamente halagada de que su sobrino se hubiese autoimpuesto aquella disciplina por su promesa de darle lo que desease, que en la edad en la que estaba solo podía ser una cosa. Gema tosió un par de veces para aclararse la voz y preguntar al muchacho sin atragantarse.
- ¿Qué premio tendría que darte para que salieses satisfecho de aquí?- preguntó la mujer tratando de mostrar un tono neutro.
- Dejarme hacer el amor contigo- dijo el muchacho al momento, sorprendiendo a la mujer que esperaba que usar el término “follar”- tan solo una vez- añadió rápidamente al ver que había remotas posibilidades de que dijese que sí.
Gema clavó la vista en el muchacho, mirándolo fijamente a los ojos, pero sin poder al final bajar su mirada un poco para observar el cuerpo desnudo de este. La doctora estaba necesitada de sexo y que su sobrino se hubiese esforzado tanto por el mero hecho de follar con ella una vez, mientras que su marido, que la tenía a su disposición todas las noches casi ni la tocaba, hizo que comenzase a calentase y saliera de su boca una frase que siquiera meditó.
- No saldrá de aquí ¿vale?- preguntó la mujer viendo como una gran sonrisa iluminaba el rostro del muchacho.
- Prometido- aseguró el Julio mientras observaba como su tía caminaba rauda hasta la puesta para correr el pestillo que haría que nadie les molestase.
Gema se sobresaltó cuando sintió las manos de su sobrino en sus pechos y a continuación el pecho de este sobre su espalda. La doctora, sabiéndose ya en total intimidad junto a Julio se dio la vuelta lentamente para agarrar al muchacho por la nuca y besarlo con pasión, deseosa y esperanzada de que el hijo de su cuñada le pudiese dar un sexo satisfactorio.
El muchacho disfrutó del beso durante unos segundos en los que se quedó totalmente embobado, hasta que finalmente comenzó a lidiar con la ropa de su tía, para dejar a esta totalmente desnuda ante sus ojos.
Gema, que estaba segura que agradaría con su cuerpo a su sobrino, puso mucho de su parte a la hora de quitarse la bata y tirarla sobre la camilla que tenía en la consulta. Después se quitó con urgencia la blusa fina de color azul que había seleccionado aquella mañana y la faldita, quedando con su conjunto de ropa íntima más sexi.
- ¿Te la has puesto para mí?- preguntó el muchacho mirándola de arriba a bajo y fijando sus ojos en el sostén rojo semitransparente y en el tanga de escasas dimensiones del mismo color.
- Desde luego- mintió la mujer que se había puesto aquella ropa con la intención de conseguir excitar a su marido- Tenía la esperanza de que viniese a por tu premio, y no quería que me vieses vulgar.
- Tú nunca estarías vulgar, tía- dijo el muchacho arrodillándose delante de Gema, para apartar hacia un lado el tanga que cubría los grandes y morenos labios del sexo de la mujer, que en aquel momento estaba comenzado a lubricarse.
Julio, sin pensarlo dos veces metió su lengua en la caliente, y de interior rosado, vagina de su tía para comenzar a mover su lengua dentro de ella. Gema, que hacía mucho que no recibía una lamida comenzó a gemir de manera bastante escandalosa, hasta que recordó que estaba en el hospital y que alguien la podría oír y meterse en un problema, con lo que moduló su tono mientras acariciaba la cabeza y hombros de su arrodillado sobrino para que supiese que estaba haciéndolo muy bien.
Gema no tardó en quitarse su sostén para poner sus manos sobre sus firmes pechos y acariciar sus erectos pezones para que la sensación de placer se multiplicase. El chico, al ver caer algo no pudo evitar alzar la vista, encontrándose con los bronceados pechos de su tía al descubierto, con lo que para verlos más de cerca se incorporó para comenzar a lamerlos con suavidad.
La doctora, que esperaba a un ávido adolescente ansioso de sexo quedó muy complacida al ver que su sobrino era un amante dulce que estaba procurándola tanto placer sin pedir nada a cambio. La mujer, que quería mostrase agradecida por aquello comenzó a bajar los calzoncillos que llevaba Julio hasta dejar el pene de este al descubierto, el cual ya estaba erecto, era de un grosor y una longitud un poco superior al de su marido y estaba acabado en un glande rosado y saliente que brillaba debido a que estaba empapado en líquido preseminal.
La mujer, que vio como su sobrino se iba deshaciendo de placer a medida que pajeaba lentamente la verga del muchacho, acabó por arrodillarse para dar una sensación aún más intensa a Julio, introduciendo aquella joven polla en la boca para ensalivarla totalmente moviendo la lengua con rapidez.
El chico gimió de placer de manera escandalosa al principio, hasta que Gema sacó el pene de su sobrino de la boca, y con una sonrisa pícara se puso los dedos sobre los labios para indicarle que guardase silencio, ante lo que el muchacho se puso la mano en la boca para seguir recibiendo aquella gloriosa mamada, en la que podía sentir como su glande golpeaba de vez en cuando la garganta de su tía, que había logrado tragar su verga íntegramente.
- Ya estoy caliente como una perra- informó Gema sonriendo, habiendo perdido ya todos los reparos morales y pareciéndole en aquel momento que tener sexo con su sobrino era una gran idea: el muchacho era mucho más joven que su marido, tenía un físico similar y una polla sensiblemente más grande, se había esforzado durante todo un mes para tener sexo con ella, y por encima de todo, la deseaba mucho más que su esposo- ponte un condón, que necesito sentirte dentro- dijo la mujer incorporándose, para colocar sus manos sobre su escritorio y separar las piernas bien para que su amante pudiese ver lo empapada y receptiva que estaba su vagina.
La mujer esperó con los ojos cerrados durante unos segundos para recrearse en el placer que estaba sintiendo, pero los abrió de golpe cuando notó que su sobrino la lamía, desde su clítoris hasta su ano.
- ¿Aún quieres más preliminares?- preguntó la mujer entre divertida y complacida, la gustaban mucho los preliminares.
- Es que no he traído condones- confesó el muchacho después de meter su lengua entre las nalgas de su tía- la verdad es que confiaba en hacerlo en otro sitio y comprarlos de camino.
- ¿No te da morbo en la consulta de una doctora?- preguntó la mujer metiendo sus dedos en su sexo.
- Me encanta, pero nunca me imaginé que te atrevieses a hacerlo aquí- comentó el muchacho lamiendo los deditos de Gema, que los fue levantando para que Julio se incorporase y quedasen a la misma altura.
- Esto te lo cuento en confidencia- dijo la mujer en un susurro sobre el oído del ansioso muchacho- soy una autentica puta que adora el sexo, y si tu tío tuviese un poco más de lo que hay que tener me tendría follando en lugares con riesgo de que nos pillen todas las semanas.
- ¡Yo te haré gozar, tía, te lo prometo!- exclamó el muchacho agarrando la nuca de esta para acercarla a él y darla un profundo beso que en principio trató de dominar, pero en el que su tía acabó llevando la voz cantante.
Gema gozó tremendamente metiendo su experta lengua en la boca de su sobrino, mientras que notaba como el cuerpo de este se estremecían ante sus caricias, especialmente cuando pajeaba suavemente su erecta polla o apretaba con fuerza las nalgas del muchacho.
- Los tienes llenísimos- comentó la mujer cuando finalmente se separó del muchacho para acariciar los testículos que colgaban entre sus piernas- dime la verdad, Julio ¿es tu primera vez?- el muchacho dudó ante la pregunta, pero finalmente contestó afirmativamente.
- Sí, me hace mucha ilusión hacerlo contigo- dijo el chico provocando una reacción de alegría en su tía.
- ¿Te gustaría que perdiésemos la virginidad juntos?- preguntó la mujer dejando al chico bastante descolocado- Mira, tu tío aún no me ha follado por detrás, ¿te gustaría ser el primero en estrenarme por aquí, o te parece un poco sucio para meter tu pollita aquí?- dijo la doctora juguetona dándose la vuelta para mostrar su trasero.
- No hay ni un lugar en tu cuerpo que crea que es sucio, tía Gema- dijo el muchacho acercándose por la espalda de la mujer para restregar su verga contra las nalgas de su tía.
- De verdad que eres una ricura- dijo la mujer dándose la vuelta para besar de nuevo a su joven amante- seguro que sabrás penetrarme sin hacerme mucho daño, ¿verdad?
- Sin duda.
- Pues vamos a lubricarnos que lo vamos a necesitar- dijo la mujer sonriendo.
Julio caminó detrás de su tía y obedeció al instante cuando la mujer le indicó que se tumbase en la camilla boca arriba. Una vez el chico estuvo relajado la mujer comenzó a chupar su erecta verga durante unos minutos hasta que finalmente se decidió subir ella también a la camilla, para colocar la carita de su sobrino entre sus piernas, quedado sus nalgas a escaso medio palmo de la boca de su amante.
Gema se derritió de gusto cuando sintió como las manos de su sobrino separaban sus nalgas para que su ano quedase expuesto, para comenzar a lamerlo sin el más mínimo reparo. La doctora, como compensación para que el muchacho no perdiese su motivación actual también mamó la verga que tenía delante con la misma pasión, concentrándose en el rosado y sobresaliente glande, que llegaba hasta el fondo de su garganta una y otra vez ante los ahogados gemidos del muchacho. La doctora tan solo reprendió a su sobrino cuando sintió como este comenzaba a clavar sus dientes sus bronceadas y suaves nalgas.
- Julito, no me muerdas mucho, a ver si me vas a dejar marcas y el cabrón de mi marido va a ser tan inoportuno como para querer follar esta noche- dijo en un tono amable.
- Perdona tía- dijo el muchacho volviendo a usar solo lengua y labios.
- No pasa nada cariño, si estuviera segura de que mi marido no iba a verlas te dejaría que me mordieses todo el día- dijo acabando con un gemido de placer al sentir como la lengua de Julio finalmente se adentraba en su ano.
Gema, a la que nunca nadie le había lamido aquella zona tan íntima, y temerosa de no poder repetirlo en mucho tiempo, decidió alargar aquello durante unos minutos en los que tonteó con la polla de su sobrino, ya que notaba que si se la chupaba con demasiada energía acabaría por correrse. Mientras el muchacho, que parecía lleno de vitalidad, continuaba lamiendo su ano con pasión.
- Creo que ha llegado el momento de tu primera vez- dijo la mujer incorporándose de la camilla para caminar hasta su escritorio, apoyar las manos sobre él, separar las piernas para dejar su culo accesible y darse la vuelta con una sonrisa dedicada a su amante- Supongo que no tengo que darte instrucciones sobre lo que hacer ahora- dijo mientras contoneaba un poco su trasero.
Julio la siguió como un autómata para colocarse a la espalda de su tía. Gema, pese a que sabía que su sobrino iba a ser un amante gentil con ella no pudo evitar respirar agitada, cuando notó las fuertes manos del muchacho separando sus nalgas, para colocar sobre su ano la rosada y lubricada punta de su verga.
Tal y como esperaba el chico empujó suavemente su pene para penetrar el apretado culo de su tía, pero no logró nada. La mujer lo animó a hacerlo un poco más fuerte, asegurándole que no le dolía y que luego se sentiría muy bien, pero el muchacho siguió penetrando con una fuerza insuficiente. Gema viendo que si ella no ponía algo más de su parte iba a tener que hacer de nuevo el ritual de lubricación, comenzó a mover su trasero hacia atrás lentamente, hasta que notó como entre eso y un imprevisible movimiento de Julio su culo se llenaba de carne dura, caliente y palpitante.
- ¡Sigue más, sigue más!- ordenó la mujer clavando sus dedos sobre su escritorio y tratando de fingir placer, ya que le estaba doliendo más de lo que esperaba.
Gema quedó complacida con la calidad de su interpretación, ya que el muchacho se creyó que lo estaba gozando y con tan solo dos nuevas embestidas notó el depilado pubis de su sobrino apoyado sobre sus suaves nalgas.
Tras aquellas embestidas la mujer se dejó caer sobre su escritorio, dejando sus pechos sobre la fría mesa y en aquella ocasión no pudiendo evitar soltar suaves quejidos de dolor.
- ¿Estás bien, tía? ¿la saco?- preguntó el muchacho comenzando a retroceder pero parando en seco cuando Gema dijo:
- ¡No!- dijo con urgencia- déjala dentro, deja que me adapte a ese pollón que tienes- dijo tratando de sonar un poco más seductora.
El muchacho, que estaba ganando enteros para repetir experiencia, no se puso nervioso en ningún momento, ni trató de presionar a su tía para que fuese más rápido, en su lugar acarició la espalda y los pechos de esta mientras que poco a poco la iba penetrando con mayor intensidad.
Después de unos minutos de tratamiento Gema comenzó a gozar del sexo anal y gemir de verdad, ante lo que el chico se motivó y comenzó a penetrar con fuerza el apretado culito de su tía.
Las respiraciones de ambos se hicieron cada vez más agitadas, hasta que Gema se dio cuenta de que no iba a alcanzar el orgasmo tan solo siendo penetrada por detrás, con lo que tratando de que su sobrino no se sintiese mal, al poder interpretar que no llegaba al orgasmo por su culpa, movió su mano lentamente hasta su sexo para acariciarlo con suavidad mientras que Julio penetraba su trasero sin compasión.
Gema, que después de tener unos preliminares tan estupendos con su sobrino no tenía intención de quedarse sin orgasmo, acarició su sexo al mismo ritmo al que era penetrada, estando en todo momento muy atento de los jadeos de Julio, que cada vez eran más audibles.
- ¡Estoy a punto tía!- avisó el chico clavando sus dedos sobre el trasero de Gema y penetrando aún con más fueza.
- ¡Yo también, dame duro!- ordenó mientras frotaba su clítoris como hacía mucho que no lo hacía.
Tal y como esperaba Gema, su sobrino acabó por correrse antes de ella, soltando una gran descarga de espeso y caliente semen en su cavidad anal, era la primera vez que notaba algo así, y aquella sensación, acompañada de los gemidos del extasiado muchacho ayudaron a la doctora a frotar su sexo aún con más fuerza para en tan solo unos segundos sentir como su cuerpo se convulsionaba ligeramente para soltar una serie de chorros de fluidos que cayeron directamente sobre el suelo.
Ninguno de los dos amantes se movieron apenas de su posición, tan solo el chico se dejó caer un poco para apoyar su abdomen sobre la espalda de su tía para así poder llegar al cuello de esto para besarlo con dulzura.
- Has estado fabuloso- manifestó la mujer cuando notó como su sobrino comenzaba a incorporarse y a sacar su verga de su ano.
- Gracias tía, para mí también ha sido increíble, no esperaba algo tan bueno la primera vez- dijo el muchacho comenzando a vestirse.
- Supongo que seguirás con la dieta, ¿no?- preguntó Gema pícara mientras se ponía su provocativo conjunto de ropa interior.
- Desde luego, ¿Qué objetivo nos planteamos para el mes que viene?- preguntó el muchacho mirando fijamente a su doctora.
- No sé, no sé…- dijo mirándole de arriba a bajo con una sonrisa- ¿Qué te parece que bajes otros 200 gramos?- preguntó sabiendo que para conseguir aquel objetivo apenas tendría que hacer esfuerzo.
- El mes que viene aquí me tendrás con al menos 200 gramos menos- contestó el muchacho sonriendo, ya que aquella exigencia tan fácil de cumplir dejaba a Julio muy claro que su tía deseaba continuar haciendo aquello durante muchos, muchos meses.
Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo, fantasias1987@hotmail.com