La profesora de matemáticas 9

Alberto sigue combinando la dulzura y la rudeza cuando visita a Nati. Le da instrucciones para el examen final.

Por la tarde Alberto siguió estudiando sin poder dejar de pensar en Clara. Esta había quedado con unas amigas y le había dado una tregua. Sobre las 7 pensó en que necesitaba relajarse y se fue a ver a Nati. Había hecho un domingo caluroso y todavía se notaba en la calle. Nati también sentía ese calor en su apartamento a pesar del aparato de refrigeración. Se había quitado la camiseta y le gustaba sentir la brisa fría en sus pezones y sus muslos. Estaba tumbada y relajada cuando oyó el timbre. Ni se molestó en ponerse la camiseta ni preocuparse qué pensaría Alberto ni el comentario soez que le haría. Alberto expresó una sonrisa socarrona al verla.

-         Hay que ver qué calor hace, ¿eh?

-         Sí, aún en casa y con el aire.

-         Ya veo. La verdad es que hoy hace calor.

Le agarró por detrás de las tetas amasándolas y cogiéndolas con firmeza. Nunca se cansaba de hacerlo. La besó sin quitarle las manos de sus tetas. Le bajó las bragas hasta el suelo y le dio una palmada en una nalga.

-         Así tendrás menos calor.

Recogió las bragas del suelo y aspiró su olor.

-         Um, están húmedas, huelen a que estás cachonda. ¿Has pensado en mí? Pues ya estoy aquí para follarte. – Dijo lanzándole las bragas por el pasillo.

-         Pensé que vendrías sí, ¿cómo no ibas a hacerlo? Vienes siempre que puedes.

-         ¿Y te gusta que venga?

-         Sí.

-         Qué puta eres. Y luego te quejas.

Nati ya había sacado dos cervezas y se había sentado en el sofá a la espera de acontecimientos. Alberto se desnudó y se sentó junto a ella. Acariciándole el muslo.

-         Qué servicial Nati, si fueras así en clase no te pasarían estas cosas jaja.

Le colocó una lata fría en cada teta, para divertirse viendo la cara de Nati.

-         Como son latas no te las puedo meter como los botellines jaja, muy lista, ya te meteré otras cosas.

-         No me había fijado en ello.

-         Si me apetece otra vez ya te lo diré.

La estuvo besando con dulzura y acariciándole el cuerpo. Le metió dos dedos en su vagina mojada. Nati no podía negar que sabía bien como ponerla cachonda, bien fuera con dulzura o rudeza. Deseó ser follada en ese momento. Sintió un gran placer al notar la lengua de su alumno en la vagina.

-         Um, um, aaay.

-         Ah, quizá sea hora de llamar a tu madre, ¿no crees?

-         Ay, no por favor. _A Nati le cambió la cara de placer por preocupación, cosa que hizo disfrutar a Alberto.

-         ¿Por qué no? Si no me puedes ofrecer nada que no te haya hecho ya.

Vio el gesto de resignación y molestia de Nati y dibujó una sonrisa de triunfo. Nati seguía despatarrada en el sofá con la vagina entreabierta y jugosa. Cogió el teléfono inalámbrico mientras Nati seguía inmóvil. Mostrándole el aparato le introdujo la polla hasta el fondo provocándole un respingo e iniciando un suave folleteo. Paró sin sacarle la polla y buscó el número en la agenda. Le dio una cachetada en una teta y reanudó el polvo. Nati empezó a gemir y a acariciarse una teta mientras volvía a relajarse y su rostro mostraba placer. Su cuerpo y su mente volvían a disociarse.

-         Um, cómo te gusta que te folle, eh puta.

-         Sí, sí.

-         Buen momento para llamar.

-         Eeeh.

Alberto se rió y apretó el botón de llamada pasando el aparato a Nati.

-         Hola mamá, ¿cómo estás?

-         Sí, sí, estoy bien, mañana empezamos los exámenes.

-         En cuanto acabe iré a veros.

Nati expresaba muecas en su rostro y se mordía los labios para no gemir mientras él la seguía taladrando y procuraba meterla hasta el fondo. Las caras que ponía le estaban divirtiendo y tenía él también que contenerse, la risa, no los gemidos.

-         Un beso grande. Adiós.

Nati colgó y soltó un gran suspiro seguido de un largo gemido.

-         ¡Aaaaaah!

-         Jajaja, si vieras que caras ponías.

-         Eres un cabronazo, no tienes por qué hacerme esto, hago todo lo que me pides.

-         Pero es muy divertido, no me lo tengas en cuenta.

-         Cabrón.

-         Y lo que gozas mientras te follo.

-         Bufff, aaah,ah ah ah.

Alberto le sacó la polla y derramó su semen sobre el rostro de Nati. La corrida le alcanzó el pelo y también el sofá.

-         Ahora lo tendré que limpiar.

-         Lo que me vas a limpiar es la polla, como siempre.

Nati obedeció mientras el semen le escurría por la cara hacia el pecho. Alberto se fue a por otra cerveza y Nati empezó a limpiar el sofá. Todavía con semen en la cara dijo.

-         Me voy a la ducha, con tu permiso. – Se acordó antes de acabar la frase.

-         Nos ducharemos juntos cuando me acabé la cerveza, siéntate.

-         Tengo sucia la cara.

-         Ya te la lavarás, me gusta verte así. Acércate.

Alberto le acariciaba las tetas y los muslos mientras se bebía la cerveza. Luego la hizo colocarse sobre sus rodillas boca abajo para sobarle el culo. Le dio una sonora palmada y le dijo.

-Ya puedes ir al baño.

Nati se incorporó y Alberto observó el bamboleo de su culo mientras andaba, lo bien torneado y firme que era. Sonrió y se levantó para ducharse con ella. Ya de vuelta en casa y en su cama pensó que las dos semanas siguientes de exámenes tendría la posibilidad de follársela los días de examen después de los mismos, siempre que Nati no estuviera ocupada. Vio la paradoja de que teniendo más días libres le sería más difícil encontrar una excusa para escaparse de casa y follarla. Volvió a pensar en su hermanita Clara. Quería ir despacio con ella. En ese mismo momento Nati también estaba pensando en intentar evitar lo máximo posible a Alberto.

El lunes lo tenía libre Alberto y estuvo estudiando por la mañana. Hacía un día caluroso y Clara se paseaba por casa con un mini pantalón y una camiseta. Nati se alegró de no tener noticias de Alberto por la mañana e hizo sus exámenes con relativa calma. Por la tarde Alberto se inventó que había quedado con un amigo para repasar unas cosas del examen de historia del día siguiente. Eran las siete de la tarde y esperaba encontrar a Nati en su casa, había mirado y sabía que sus exámenes eran de mañana ese día. Nati estaba únicamente con unas braguitas de encaje y relajada viendo la televisión después de haber estado corrigiendo exámenes y poniendo suspensos. Se sobresaltó al oír el timbre y saber quién era sin responder. Ni se molestó en ponerse nada más. Se levantó y dejó la puerta entornada.

-         Hola Nati, ¿quieres que te follen los vecinos también?

-         No me jodas.

-         A eso vengo jajaja. Seguro que si te ven así entran a follarte sin dudar.

Nati uso gesto contrariado al ver el error que había cometido dándole pie sin querer.

-         Me pones mucho cuando pones cara de enfado. Me gustan tus bragas, muy sexys.

-         Gracias. – Respondió con una media sonrisa.

-         Ah, como te portas bien a partir de ahora no necesitas mi permiso para darme placer. Te concedo cierta iniciativa. A ver qué haces.

-         Ah, bien.

Nati no supo cómo reaccionar, si estar agradecida o tomárselo como una nueva humillación. Tener que ser ella la que tomara la iniciativa en los abusos que padecía. Los dos se encaminaron al sofá y Nati sacó unas cervezas.

-         Sé que disfrutas mucho con mi polla aunque lo niegues y de cómo te como el coño, ¿no es así?

-         La verdad es que sí. – Admitió.

-         ¿Lo ves? Te mereces cierto disfrute y libertad. Por ejemplo ya sabes que me gusta que me saques algo de beber sin tener que decirte nada, pues es lo mismo.

-         Ya. Está bien.

-         Además ya sabes lo que me gusta.

-         De sobra.

-         Pues eso. También creo que te va el rollo de ser dominada, ¿no es así?

-         Sí, sí.

-         Pues también lo vas a seguir teniendo, no te confíes demasiado.

Nati le besó en los labios con cierta dulzura, le quitó el pantalón y empezó a hacerle una suave mamada. Alberto se bebía la cerveza complacido. Le acercó sus turgentes tetas a la polla aprisionándola. Volviendo a la mamada. Le miró sonriente y le acercó las tetas a la cara restregándoselas riéndose levemente.

-         Te gustan mis tetas ¿a que sí?

-         Me encantan.

-         Eres mi único alumno que las disfruta. – Musitó casi rozándole los labios.

Se incorporó y se agarró las tetas. De siempre se había sentido orgullosa de ellas y del efecto que provocaba en los hombres. Empezó a contonearse y amagar con bajarse las braguitas. Observó la polla enhiesta de Alberto que apuntaba al techo. Se sentía cómoda llevando la iniciativa y casi había olvidado que todo eso lo hacía chantajeada. Pensó que era como un oasis entre las órdenes y humillaciones de Alberto. Y que de esa manera también podía ablandar a Alberto e impedir que la vejara más. Finalmente miró fijamente a Alberto y se bajó las bragas. Se las lanzó con el pie. Se acercó mientras se abría los labios vaginales. Se introdujo un dedo en la vagina y se lo chupó con deleite. Alberto estaba sorprendido de la reacción de Nati a sus palabras y ella misma casi no se creyó lo que había hecho cuando se fue a dormir por la noche. Se giró y puso el culo en pompa casi rozando la cara de Alberto, que lo amasó con sus manos y le besó las nalgas. Nati se alejó privándole de seguir gozando de su trasero y le hizo señas con el dedo para que lo siguiera a su dormitorio.

Alberto se acabó de desnudar y con el pene erecto apuntando a la puerta del dormitorio. Allí le esperaba tumbada y abierta de piernas Nati, receptiva y con un esbozo de sonrisa. Alberto le levantó las dos piernas y la penetró con decisión, Nati emitió un gemido y cerró los ojos con cara de placer.

-         Ah, aaahm, aaaaah.

Las tetas se le bamboleaban al ritmo de las embestidas y Nati se dejaba llevar por el placer. Alberto rebajó el ritmo y disfrutó cada centímetro que penetraba. Nati le agarraba con fuerza de la espalda a la vez que tenía las piernas relajadas y abiertas. Le hizo girar casi sin dejar de ser penetrada. Sonrió, se colocó  de rodillas, se echó el pelo hacia atrás y se incrustó más la polla en su vagina. Se sentía salvaje. Alberto, extasiado se dejaba hacer. Finalmente derramó una enorme corrida en el coño de Nati, que cansada se derrengó en la cama, con los dos jadeando, sonrientes y mirándose.

-         Menudo polvazo, Nati, de los mejores que hemos echado. He de reconocer que te has portado muy bien.

-         Me alegra. Con una polla así es más fácil.

-         No te has follado otra así.

-         La verdad que no. – Reconoció.

Se incorporó sudorosa a limpiarle la polla que tanto placer le había dado.

-         Muy bien, Nati. – Acariciándole el pelo.

-         Tú tampoco has disfrutado un coño como el mío. – Dijo sonriéndole interrumpiendo la limpieza por un momento.

-         No, no. Ni un culo así.

-         Qué suerte tienes con todo mi cuerpo. Como mamas mis tetas y disfrutas mis mamadas.

Nati, había finalizado la limpieza y se había sentado a lo indio. Sonriente y relajada.

-         Sí.

Nati sostuvo sus tetas orgullosa mirándole de broma.

-         Y tú me llevas a tu dormitorio a que te folle en tu cama.

-         Ya que es así, que sea lo mejor posible.

El martes se dio que Alberto tenía exámenes de mañana y Nati de tarde. Se hubiera sentido aliviada, pero recordó la placentera tarde anterior y casi lo echó en falta. El miércoles ambos tenían la tarde ocupada. Alberto se inventó la excusa de ir a darse un paseo para relajarse y fue a hacerlo a casa de Nati sobre las 12:15. Nati no se lo esperaba a esa hora y se sobresaltó al verlo por el interfono.

-         No te esperaba a esta hora.

-         Ayer no pudimos follar y hoy tenemos la tarde con examen, ¿cuándo esperabas que viniera?

Nati, puso gesto de resignación. Iba con una camiseta y unas bragas. La camiseta se la quitó por el pasillo y sus turgentes senos quedaron al aire. Recibió una sonora palmada en el trasero. Al llegar al salón, se quitó las bragas y ya estaba desnuda una vez más delante de su alumno. Alberto se desvistió rápidamente mientras Nati sacaba dos cervezas.

-         ¿Me echaste en falta ayer?

-         He de admitir que sí. – Nati dudó, algo avergonzada.

-         ¿Lo ves?

Alberto se fijó en los botellines y sonrió, Nati se dio cuenta y no dijo nada. Se sentaron a beber mientras se metían mano.

-         Um, veo que sigues con la iniciativa.

-         Eso me dijiste.

-         Sí, pero no te acostumbres mal. Sigo mandando yo.

-         Sí.

Alberto dio un largo trago y puso el botellín en la mesa.

-         Mañana tenemos el examen contigo.

-         Sí.

-         La última vez contigo y toda la clase. Aún recuerdan tu hermosa teta. – Nati frunció el ceño - Los chicos se siguen pajeando con eso, pero yo puedo venir a follarte jeje.

-         Sí. Para mí fue algo vergonzoso.

-         Ya lo sé. Mañana quiero que vayas con ese mismo vestido y no te pongas nada debajo.

-         Pero. – Nati casi se atraganta el trago.

-         Así la clase guardará un buen recuerdo de ti. – Apuró la cerveza. – Y ahora vamos a tu cama, no perdamos más tiempo. – Al incorporarse añadió.- Acábate esa cerveza y trae el botellín.

Una vez en el dormitorio, le indicó.

-         Túmbate boca arriba y eleva las piernas. Así, perfecto.

Nati sabía lo que venía y se resignó a algo que le era humillante. Le metió el cuello del botellín por la vagina y se rió, le masturbó con él y luego le introdujo el segundo en el culo, agitando los dos a la vez. Lo que hizo gemir a Nati.

-         ¿Ves como no es para tanto? Si te gusta y todo.

-         Umumum.

-         Y ahora una polla de verdad.

Le quitó los botellines de sus agujeros y le metió su polla hasta el fondo. La posición de Nati le permitía alternar a placer coño y culo. A Alberto le encantaba ver cómo le dilataba el ano y ver el boquete cuando sacaba su taladro.

-         Que ojete te dejo, como el de una puta.

Nati pensó que hacía un tiempo que no le dedicaba esa palabra y volvió a sentirse más sucia. Esa posición no le agradaba por humillante y sumisión. Finalmente se corrió en su culo. Sacó la polla y vio como le chorreaba el semen del ano a los muslos en bocanadas. Directamente le llevó la polla a la boca y se la metió hasta la gargantilla.

-         Hoy no ha sido dulce como el otro día. – Observó Nati.

-         Así también te pone y no te acostumbras a lo bueno.