La profesora de la guardería de mi hijo (y 3)
Las vacaciones en Menorca fueron las vacaciones soñadas, pero su episodio de celos hizo mella en mi.
La profesora de la guardería de mi hijo (y 3)
Los días restantes en Menorca transcurrieron sin novedad. Fueron las vacaciones soñadas por cualquiera: relax, playa, ocio y mucho sexo con un bombón de 20 años.
Sin embargo, tras su episodio de celos, algo en mi interior se había empezado a gestar. Nuestra relación siempre había estado basada en la complicidad y en un gran atractivo sexual, nunca hablamos de compromiso. La independencia de cada uno era algo tácito. Nos veíamos cuando nos apetecía a los dos.
Siempre tuve claro que esta debía ser mi actitud hacia ella, pues era consciente de que por nuestra diferencia de edad sería más fácil que ella se cansara de mí que viceversa. Pero me equivoqué.
Tras la vuelta de Menorca, se habituó a venir a mi casa cuando terminaba en la guardería. Cenábamos con mi hijo, lo acostábamos y cuando se quedaba dormido aprovechábamos para echar unos polvos de sensación.
Normalmente los fines de semana yo salía con mi grupo de amigos, acudía a alguna cena, iba al Pub de toda la vida etc. Ella por su parte salía con su pandilla de amigos de la facultad. Si luego se terciaba y nos apetecía, dormíamos juntos. Pero todo esto cambió.
Ella poco a poco fue intentando tomar el control de mi vida. Pequeños detalles, actitudes celosas sin ningún motivo aparente, miradas reprobatorias por su parte empezaron a abrirme los ojos y a hacer que ya no me sintiera tan a gusto con ella como antes. Ni que decir tiene que tener pendiente de ti a una mujer de 20 años tan atractiva como era ésta, era un regalo del cielo para cualquier hombre, pero yo ya había empezado a dejar de jugar en la misma liga que ella.
En el momento que los sentimientos entran a formar parte de una relación, o los dos juegan el mismo juego o el invento no funciona. Nunca.
Y así fue. Un sábado por la noche decidimos quedarnos en casa y alquilar una película de vídeo. Mientras la veíamos yo me quedé dormido. Había tenido una semana intensísima de trabajo y la verdad es que me encontraba bastante cansado.
En un momento dado me desperté sorprendido. Ella había metido la mano por debajo de mi pantalón de deporte y me estaba masajeando la polla. La verdad es que no tenía ganas de sexo. Me apetecía seguir durmiendo y le dije que estaba agotado.
El gesto de su cara cambió radicalmente. No era la primera vez. Me soltó de sopetón que estaba segura de que tenía algún rollo por ahí. Que no era normal estar una semana entera trabajando hasta las tantas de la madrugada. Le dije que no, que qué gilipollez era esa, que en mi trabajo esto era bastante habitual (los que trabajen en agencias de publicidad sabrán de lo que hablo).
Rápidamente se dio cuenta de que con su reacción habido metido la pata y cambió su actitud. Se abrazó a mí y con voz sugerente y provocadora, pegando su boca a mi oído, me preguntó si ya no me gustaban las cosas que me hacía. Yo le respondí que todo lo que habíamos experimentado juntos había sido lo más maravilloso que yo había vivido jamás en toda mi vida sexual, y que ella me volvía loco en la cama, pero que esa noche mi cuerpo no estaba para músicas.
Le dije que me iba a la cama y que por la mañana hablaríamos.
Por la mañana cuando me desperté ella estaba con la cabeza apoyada en la almohada, vuelta hacia mi y mirándome. La sonreí y como si esa fuera la señal que estaba esperando, se abalanzó y empezó a besarme. Se subió encima de mi, fue bajando hasta mi torso y sin dejar de mirarme a los ojos recorrió mis pezones con la punta de su lengua.
Esto me estremeció y noté como mi polla se ponía dura como una piedra. Ella sabía muy bien qué botones tenía que pulsar para encenderme.
Sin dejar de mirarme bajó más y empezó a lamerme la polla por encima del pantalón. Esa actitud lasciva hizo que me dieran unas ganas terribles de follarla salvajemente. Creo que este espectáculo lo había estado maquinando toda la noche.
La levanté y la atraje hacia mí. Puse su coño en mi cara y empecé a chupárselo con furia. Mientras se lo chupaba le metía y le sacaba los dedos de la vagina con gran rapidez, yo diría que con violencia.
Ella estaba muy excitada y me pedía que la follase. Yo no le hice caso. Seguí chupándole el coño y metiéndole los dedos hasta que se corrió gritando. Casi sin dejarla acabar, la tumbe sobre la cama, le abrí las piernas y le doblé las rodillas sobre su pecho.
Le metí mi polla de sopetón, profundamente, y empecé a follarla con violentas sacudidas.
Me dijo que quería follarme ella, pero yo seguía como si no la oyera dándole fuertes arremetidas. Estaba ofuscado por su enésimo numerito de celos y sólo me apetecía someterla, dominarla. Me da vergüenza reconocerlo pero realmente eso fue lo que sentí.
Ella seguía mirándome a los ojos y en su cara se reflejaba al mismo tiempo placer y rabia contenida por no poder dominar la situación. Hizo un ademán con sus brazos como para intentar cogerme y yo solté sus piernas y le agarré los antebrazos.
Deje caer mi cuerpo sobre ella y puse sus brazos hacia atrás, por encima de su cabeza, con mis brazos estirados sujetándoselos, impidiéndola que me pudiera coger e inmovilizándola.
Seguí follándola como un loco hasta que tuvimos juntos un orgasmo brutal. Me dejé caer sobre ella resoplando como un toro y así estuvimos un buen rato hasta que nos recuperamos.
Después, con la laxitud que te deja en el cuerpo un polvazo como el que habíamos echado y con la cabeza ya totalmente despejada, le dije que debíamos hablar sobre nuestra relación. Le expuse lo que pensaba y ella me dijo que habíamos cambiado los dos. Reconoció que su actitud posesiva me había hecho mella, pero que no podía hacer nada por remediarlo, que sentía así y que quería que yo sintiera de la misma forma que ella vivía nuestra relación, si no era mejor que lo dejáramos correr.
Me asombró lo clara que fue. Sin pelos en la lengua ni medias tintas. Directa como un misil. Aunque sabía que la iba a echar mucho de menos, la liberación que me produjo fue enorme. La verdad es que tuvimos un final bastante civilizado para como había sido nuestra relación, puro fuego y pasión.
No volvimos a vernos hasta dos años después. Fue con motivo de una invitación que nos hizo la guardería, con motivo de reencuentro que organizaron para los niños ex - alumnos y sus familias.
No sabía si seguiría trabajando en la guardería o si acudiría a la fiesta. Pero sí, allí estaba ella, espectacular como siempre.
Nos acercamos mi hijo y yo a saludarla. Me alegré de verla y creo que ella también de vernos a los dos. Nos dimos un cariñoso beso en la mejilla y estuvo un rato echándole piropos a mi hijo, sobre lo mayor y lo grande que se había hecho en todo este tiempo.
Estuvimos un rato charlando. Me comentó que ya no trabajaba en la guardería y que ahora estaba de profesora de educación infantil en un colegio privado. Le acompañaba su novio, un chico un poco más mayor que ella y profesor en el mismo colegio.
Fui la última vez que nos vimos y que charlamos, pero no sentí ninguna nostalgia. Sin embargo después de todo sería injusto por mi parte no reconocer que nunca he vuelto a tener una relación sexual tan intensa como fue aquella. No creo que vuelva a tenerla jamás.
Gracias a todos por vuestra atención.
Podéis enviarme vuestros comentarios a pursuivant@hotmail.com
Saludos