La profesora de francés 1

Un encuentro fortuito lleva a una pareja de amigos a probar los placeres de la dominación en el sexo.

LA PROFESORA DE FRANCES I

Eva y yo habíamos estudiado juntos en el Instituto y unos años después -cuando ambos éramos universitarios- nos volvimos a encontrar. Eva estaba pasando un mal trago: había dejado a su enamoradísimo novio un día que éste y una amiga común le propusieron hacer un trío. Rota como estaba yo le serví de desahogo y pronto empezamos un maratón sexual que parecía no tener fin. Ella no era una mojigata, simplemente su novio le había defraudado. A mí, que aunque tenia 21 años no me había prodigado mucho en el terreno sexual, literalmente “me secaba”: le gustaba hacer felaciones interminables, siempre tenía ganas de más y no ponía pegas a ningún tipo de práctica; una vez que insinué que me gustaría sodomizarla, me dio luz verde y el sexo anal pasó a ser una de nuestras prácticas habituales: me encantaba desvestirle en el coche, untarle con alguna crema y empalarla por el culo hasta que me corría, a ella también le encantaba. Eso sí, ambos teníamos claro que aunque nos llevábamos bien y éramos amigos, nunca seríamos pareja.

Una noche que nos habíamos quedado hasta tarde -serían las 3 ó 4 de la mañana- estábamos en un pub de nuestra ciudad, cuando de entre la gente que abarrotaba el local surgió una mujer de unos 35 años, regordeta, de pecho generoso, pelo corto y más o menos de la altura de Eva. Era la profesora de francés de Eva -estudiaba filología- que se puso a charlar animadamente con nosotros. Estaba bastante alegre y un poco acelerada, quizás por algo mas fuerte que el alcohol. Pronto nos empezó a contar su vida, que estaba separada, etc. Y de repente, como quien no quiere la cosa, nos dice que estaba esperando a la camarera, que era su compañera de piso y que a veces dormía con ella, pues le gustaba hacer el amor con “chicas guapas”…. Eva no se si le oyó o hizo como si no le hubiera oído -también nosotros estábamos bastante bebidos- y siguió hablando con ella, mientras yo ponía mi atención en la camarera: era una chica menuda, más o menos de nuestra edad -sobre 20 años- rubia y con una figura tremendamente sexy; mi mente calenturienta pronto me llevó a la imagen de las dos mujeres haciendo el amor, lo que me supuso una erección total.

Al de un rato Blanca, que así se llamaba la profesora, nos propuso ir a su casa a tomar una copa, mientras esperaba a la camarera. No sé si por que era su profesora o porque tenía ganas de juerga, Eva se apresuró a aceptar la invitación por los dos. Tras despedirse de su compañera de piso, Blanca nos condujo a su casa y al de un rato estábamos acomodados en el salón: Eva y yo en el sofá y ella en el sillón de enfrente. Hablábamos y tomamos un par de copas, la conversación giraba en torno al sexo: la profesora nos contaba sus peripecias sexuales tras su separación -que habían sido muy prolíficas- y Eva le contó lo de la ruptura con su novio.

  • Así que no te gustan las mujeres.

  • No es eso -respondió Eva- rompí porque me sentí traicionada, no porque no me gusten las mujeres.

  • O sea que te gustan -afirmó Blanca-

  • No especialmente -dijo Eva- no he tenido nunca una experiencia seria, solo algún beso tonto cuando era adolescente.

Como suponéis entre las copas, la conversación y los toqueteos y arrumacos que me hacía Eva, yo estaba a punto de reventar.

La anfitriona era consciente de mi situación, así que con una pícara sonrisa nos ofreció dormir en una habitación que tenía libre. Acepté inmediatamente, aunque no tenía muchas intenciones de dormir, y tras despedirnos pasamos a la habitación.

Ambos estábamos excitadísimos -la conversación nos había puesto a cien- así que, prácticamente, nos arrancamos la ropa mutuamente y caímos desnudos sobre la cama. Comencé a chupar los grandes pechos de Eva y sus pezones adquirieron una dimensión que nunca había visto. Estaban inhiestos y yo aprovechaba para darle mordisquitos en los mismos. Eva se dio la vuelta y se colocó encima de mí, empezando un frenético 69. Yo me comía su coño y ella succionaba mi polla, mientras me acariciaba los testículos, aunque pronto - tras rechupetear su dedo índice- empezó a jugar en la entrada de mi culo, una afición que había adquirido recientemente; pronto tenía su dedo en mi interior, así que empezó a moverlo de dentro hacia fuera en un placentero mete-saca. Estaba casi a punto, por lo que pedí que parara, pues me la quería follar; pero fue ella quien me folló a mi: se puso encima, acercó con su mano mi instrumento a su entrada y se lo introdujo de golpe; empezó a mover su pelvis mientras yo le daba enormes empellones hacia dentro. Se corrió una, dos, tres …. No se las veces, hasta que no aguante más e inundé su cavidad con mi semen.

Ella no tenía suficiente y siguió moviéndose con mi falo dentro. Poco a poco fui recuperando prestancia por lo que decidí que ahora me tocaba a mí. Saque mi polla de su coño le indique que me ayudara a recuperar todo su esplendor; ella empezó entonces una mamada esplendorosa, se la comió entera hasta su base, luego pasaba los labios por los costados o envolvía mi capullo con s lengua. Cuando estuve preparado le di la vuelta y ataqué por detrás.

Justo en ese momento me pareció ver una sombra detrás de la puerta entreabierta de la habitación, pero yo iba a lo mío: Eva recibió mis empellones a cuatro patas, mientras yo le atacaba sin piedad; jadeaba como una perra mientras mi polla trasladaba sus entraña. Pronto me corrí, por lo que descansamos un rato, hasta recuperar fuerzas … y seguir … la noche fue memorable.

A la mañana siguiente nos levantamos y cuando estábamos en la cocina, a punto de irnos, apareció Blanca; iba vestida con una bata de raso, que llevaba abierta, por lo que se apreciaba toda su desnudez, sus pechos voluminosos y su sexo.

  • ¿os vais? - preguntó

  • sí - le respondimos.

  • deberías dormir algo -siguió- esta noche con tanto follar no habéis pegado ni ojo.

  • Tú, mirando el espectáculo, tampoco has dormido mucho -le dijo Eva.

Así que mis sospechas eran ciertas. Durante la noche me había parecido que algo se movía detrás de la puerta de la habitación

Blanca ni se inmutó y respondió:

  • Pues la verdad es que sí. Ver a dos personas jóvenes teniendo sexo sin límites es muy excitante.

Y dicho esto, se acerco a mí dándome un beso en la boca, y seguidamente le dio otro a Eva, y se despidió:

  • Espero veros pronto. El fin de semana que vienes podíamos quedar.

  • Ya hablaremos en la facultad -se despidió Eva.

(continuará)