La profesora (4)

Mis alumnos, con una sorpresa, cumplen lo prometido.

LA PROFESORA IV

Desde la posición en que me encontraba no me era posible ver quien había llamado a la puerta de modo que no fue sino hasta que estuvieron delante de mí que pude reconocer a mi alumna María que me observaba sonriente de pie frente al sillón donde mis alumnos me tenían. Cerré los ojos en un intento por desaparecer esa imagen, por negar en mi mente que eso estuviera ocurriendo, que mi mejor alumna estuviera parada frente a mí que me hallaba con un pene en la boca chupándolo, con un pene en cada mano masturbándolos, con un alumno de rodillas que sostenía mis piernas levantadas mientras me lamía la vagina y el agujero del trasero alternadamente, mientras otro, con uno de mis senos en su boca, me succionaba un pezón. Quería, ansiaba, que todo fuera mentira y que esa chica tan inteligente y dulce no estuviera allí observándolo todo, pero la realidad no se apiada de nadie y cuando volví a abrir los ojos ella seguía allí con una expresión inconcebible en el rostro. Tenía una sonrisa no sé si de satisfacción o de alegría o placer, o de todas esas cosas, y un brillo en los ojos que me avergonzaron más si cabe, me sentí desnudada, no físicamente, que lo estaba, sino en el alma, sentí que esa casi niña sabía que yo, aunque jamás lo reconocería, estaba gozando como una animal, en el límite del éxtasis sexual, y que nada sobre la faz de la tierra podría ocultar el tremendo orgasmo que estaba viviendo en ese mismo instante en frente de ella.

Cuando las convulsiones del orgasmo pasaron, las lágrimas invadieron mis mejillas y los sollozos golpeaban en mi pecho, mis senos subían y bajaban por los impulsos de los mismos. Carlos, que era quien había abierto la puerta, reemplazó al chico que me estaba metiendo la lengua a la vagina y me introdujo el pene comenzando a follarme con rapidez y fuerza mientras me sostenía las piernas en alto sujetándolas por los tobillos y abriéndomelas mucho. Yo había dejado de mamarle el pene al alumno que me lo había metido a la boca y aunque me dejaba hacer lo que ellos quisieran, incapaz de oponerme, solo seguía llorando echada en el sillón. María vino a sentarse a mi lado y me acariciaba la mejilla sin dejar de mirarme con esos ojos que parecían tener el sentido del tacto y me acomodó el cabello detrás de la oreja, de pronto se inclinó, se recostó casi, me dio un beso delicado en la comisura de los labios y me dijo: Miss Lucia, todos estamos enamorados de usted y yo soy la que más la amo, me daba tanta pena que usted no quisiera que yo viniera a ver como Carlos y los demás chicos la convierten en puta, me ha hecho sufrir tanto eso, todos los días soñaba con esta ocasión en que por fin puedo verla gozar con esa carita de puta que pone cuando tiene un orgasmo.

Miss Lucia, la amo tanto, porque es tan linda y porque va a ser la puta mas zorra de todo el mundo. Sí, miss Lucia, cuando termine el día la habremos convertido en puta, yo sé que ahora a usted le da pena escuchar esto, es más, tal vez en su mente lo niegue y piense que eso no le va a suceder, pero es irremediablemente cierto. Al final del día usted va a ser nuestra puta y además va a estar feliz de serlo, y usted misma nos va a pedir que la tengamos siempre con una enorme polla atravesándole el culo maravilloso que tiene y nos va a hacer ganar mucho dinero, muchísimo dinero, aunque eso no es lo importante ya que usted sabe que a ninguno de nosotros nos hace falta, al contrario, nos sobra, pero se dará cuenta de que es una obra de arte convertir a una profesora como usted, numero uno de su universidad, pobre, sin recursos, ilusionada con su nuevo trabajo, feliz de poder educar a sus alumnos y hermosísima, en nuestra puta preferida, en una puta arrecha e insaciable

Yo volví a cerrar los ojos, tal vez creía que así ya no la escucharía, una especie de defensa inconsciente e inútil, Carlos me penetraba con movimientos cada vez más fuertes y rápidos, y uno de los chicos empezó a empujarme y frotarme el pene por el rostro, intentando introducírmelo en la boca. María me tomó con las dos manos suavemente la cabeza y la giró ligeramente hacia la punta de ese pene, lo cogió y me lo metió en la boca. Chúpelo miss Lucia, chúpelo como usted sabe hacerlo, ya estoy enterada de que se ha hecho una experta y según parece muy pocas putas podrían superar una de sus mamadas, me dijo mientras sujetándome desde la nuca me impulsaba la cabeza hacia delante y hacia atrás para que ese pene se introdujera y saliera de mi boca. Lo sentía tan duro, tan grande, tan jugoso, sentía mi boca tan llena por él que la saliva se me escapaba por la comisura de los labios resbalando por mi mentón hasta mi pecho. María con una mano recogía lo que podía de mi saliva y me la esparcía por la mejilla, por los ojos, por todo el rostro sin dejar de hablarme quedo al oído: así, Miss Lucía, así, con placer, sienta lo que hace, piense que tiene la polla de un alumno suyo, un chico menor de edad le está follando los labios, le profana la boquita, se la va a llenar de leche y la va a hacer beberla hasta la última gota y usted lo va a hacer encantada, gozando como una perra, adelántese en su mente a ese momento sublime de sentir cómo estalla dentro de su boca esa polla colmada de leche caliente, cómo revienta sobre su lengua, cómo inunda su garganta y resbala hasta su estomago ese liquido espeso y grumoso que a usted tanto le gusta, chupe, chupe así, con ganas ¡qué bien lo hace! cómo sus labios se ciñen al glande rodeándolo cuando se la saca, cómo su boca se abre más cuando se la empuja, cómo se esfuerza en que le quepa toda, con cuantas ganas pretende que le entre todita la polla hasta no quedar nada fuera

Sentí que un nuevo orgasmo me asaltaba y mis alumnos percibidos de ello redoblaron sus ataques, Carlos empezó a eyacular dentro de mi vagina como un poseso y los demás se vaciaban sobre mi cuerpo como solían hacer desde que me violaron por primera vez, María no dejaba de hablarme al oído: sí, miss Lucia, así, grite, chille, aúlle, libérese, déjese llevar por su cuerpo, por sus pezones de acero, por su vagina empapada, déjese llevar por sus labios mamones, por las ganas inconfesables que siente de que le rompan el culo de una vez por todas y para siempre, de que se lo perforen, de que le dejen el agujero del culo tan abierto que yo pueda meter mi mano por allí hasta la muñeca, hasta el antebrazo, sí, miss Lucia, yo sé que usted sueña con que le destrocemos el culo, que sufre y gimotea de las ganas de que le reventemos el culo maravilloso, perfecto, redondito, parado y virgen que tiene, para que de una vez por todas pueda sentirse como la puta que ya es dentro de su alma ¿no es cierto miss Lucía? ¡Claro que sí! por eso grita como una endemoniada, por eso aúlla, barrita ¿escucha esos berridos desaforados miss Lucía? Pues son suyos, es usted ¿no lo puede creer, no es cierto? pues créalo miss Lucia es usted, porque aunque llore como una niñata está teniendo otro orgasmo más, es el tercero que yo le cuento, y lo está disfrutando mucho, mucho más que los otros.

Cuando los chicos hubieron terminado de vaciarse sobre mí se apartaron un poco y me miraban de pie alrededor mío, yo me sentía desecha, tal era la intensidad del orgasmo, o de los orgasmos continuos que había tenido, María me cogió la cabeza de la nuca y me hizo levantarla un poco, entonces vi a una persona enorme de color, había estado detrás de los chicos y no lo había visto, era gigantesco, una especie de titán, estaba muy serio y estaba desnudo.

Quedé demudada ¿qué es esto, que significa…? Alcance a pronunciar. Le presento a mi chofer miss Lucia, me interrumpió María, él es quien le va a romper el culo. Me pusieron de pie frente a esa persona, todos me sujetaban, María a mi lado derecho y Carlos al izquierdo me sostenían de los brazos porque yo a duras penas conseguía mantenerme sobre las piernas, los otros chicos rodeándonos me presentaban a esa persona que me miraba descaradamente. Yo me cubrí los senos y el sexo con las manos y bajé la mirada, no quería ver nada, pensé que me moriría de vergüenza en ese mismo instante. No se sienta mal miss Lucía, continuaba María, ¿pensaba que los chicos le romperían el culo? No miss, para eso tenemos un experto, un verdadero experto ¿ha visto ese pene? Es eso que le cuelga que parece un brazo de cualquiera de nosotros, sí, eso que se está parando ahora que usted lo mira tan fijamente, eso que ahora que está del todo erecto le cubre el ombligo a mi chofer ¿no es maravilloso? Imagínese ese leño dentro de su culo miss Lucía, no sé cuanto mide, no quiero saberlo, sólo ansío verlo completamente dentro de su culo maravilloso, qué delicia ver como esa barra le horada el culo dilatándoselo hasta más no poder, hasta casi reventarlo, y verla a usted con su carita de niña dulce sintiendo las entrañas sacudirse por esa barreta de fuego. Yo no podía dejar de observar ese miembro desmesurado, definitivamente anormal, me sentía como hipnotizada, no podía desviar mi mirada, me parecía inconcebible que un ser humano fuera capaz de portar semejante instrumento, pensé que incluso dentro de mi vagina me destrozaría. María, que no dejaba de mirarme a mí, me cogió la cara y me atrajo hacia si y me besó en los labios, me besó muy largo y delicadamente, me frotaba los labios con los suyos, me acariciaba la boca con su boca, me recorría las encías con su lengua, me pasaba su saliva a mi boca, me mordisqueaba el labio inferior con suavidad, jalándolo un poquito. Se separó y me volvió a decir: La amo, miss Lucía, ojalá pudiera verse usted misma, ojalá pudiera ver la carita que pone ¡es tan hermosa! ahora lo que quiero es que usted se arrodille solita, sin que nadie la obligue y le chupe la polla bien chupada a mi chofer, vamos miss Lucía, hágalo, póngase de rodillas, pose sus manos en esos muslos poderoso, frótelos, acarícielos, apoye su mejilla en esos muslos, sienta el fuego de esa polla sobre su rostro y abra la boquita para que se la metan allí y comience a chupar como sólo usted sabe hacerlo.

Yo me sentía agitada, la respiración se me hacía muy difícil y me ahogaba, las miradas de los chicos me hacían tanto daño, sentía esas sonrisas burlonas y esos ojos implacables, seguros de si mismos, seguros de que sin poder evitarlo haría lo que María me decía, miré a Carlos buscando ayuda, pero él me abandonó con un gesto, un gesto que significaba: "no hay mas remedio miss Lucía, todo lo hemos hecho para este momento, no cuente conmigo, al contrario." Pude notar que, aunque acababan de eyacular, todos los chicos tenían nuevamente sus penes tiesos y se los frotaban con las manos, volví a mirar a ese hombre y vi en sus ojos la seguridad de que dentro de un instante me tendría, también sonreía, María volvió a besarme y además me introdujo un dedo en la vagina: ¡Miss Lucía! dijo ¡está empapada! ¡pero qué barbaridad! Si se ha puesto encharcada, y añadió despacio en mi oído, eso que usted siente ahora es lo mismo que sienten todas las putas ante una polla como esa. Se separó de mí a un lado y todos la imitaron, se apartaron dejándome sin sostén y yo sentí mis piernas flaquear, trastabillé, no podía tenerme en pie, me incliné hasta el piso, me puse de rodillas, no podía creerlo, estaba de rodillas frente a ese hombre descomunal y no me sentía capaz de hacer otra cosa, él se acerco un poco a mí, se sostenía el pene con la mano, me lo empezó a frotar por el rostro, por la frente, las mejillas, los ojos, lo colocaba en la entrada de mis orejas y empujaba como si pudiera follármelas, lo pasaba por sobre mis labios cerrados y yo no hacía nada por evitarlo, sentía el contacto hirviendo de ese miembro en mi rostro y me dejaba hacer, sentía la mirada de todos mis alumnos fijas sobre mí, sentía el silencio inmenso que me aplastaba, el silencio de la atención que despertaba lo que me estaba pasando, abrí la boca y con la punta de la lengua le di una tímida lamida al glande, de inmediato esa persona me introdujo el pene hasta el fondo de la garganta, al instante noté cómo se distendían mis alumnos, casi puedo decir que escuché el sonido de sus rostros al sonreír, aunque tenía los ojos cerrados puedo afirmar que los veía, los veía, sus ojos fijos en mí, frotándose los penes, gozando al ver cómo yo, su nueva profesora de literatura e historia, le chupaba la polla al chofer de María.

Ese hombre pasó sus manos por detrás de mi cabeza y sujetándome así empujó todavía más su polla dentro de mi boca, era imposible que entrara siquiera una partecita, de inmediato me llenaba toda, la sentía chocar en contra de mi garganta y sin embargo seguía empujando, sentí que mi garganta se distendía, que se estiraba dando paso a ese miembro grueso que me ahogaba, que me impedía respirar. Yo trataba de zafarme empujándolo con mis manos sobre sus muslos, trataba de retirar la cabeza hacia atrás, pero era mucho más enérgico que yo y mis esfuerzos eran inútiles, grandes cantidades de saliva escapaban por mis labios, la nariz me destilaba y los lagrimales chorreaban incontenibles, empecé a sufrir arcadas y sólo en ese momento retiró su pene de mi boca, aspiré una bocanada de aire, abrí los ojos, una gruesa y larga cuerda de saliva unía el pene a mis labios, él se me acercó y procedió a limpiar su pene en mi cabello y mi rostro, me volvió a coger de la nuca y me llevó la cabeza un poco más abajo hasta que mis labios quedaron a la altura de sus testículos, sabía lo que tenía que hacer y lo hice sin quejarme, aunque los tenía duros y encogidos igual presentaban un tamaño considerable, lamía la piel gruesa ensalivándola bien con mi lengua mientras acariciaba esos muslos poderosos, mis alumnos se inclinaban a mi alrededor y María estaba de rodillas a mi lado para ver todo con el mayor detalle, según dijo, siempre guiada por su mano que me cogía el cabello de la nuca haciéndome una cola de caballo, pasé a lamerle el tronco y el glande a su chofer, comenzaba desde los testículos y subía por el tronco hasta la cabeza y una vez allí envolvía todo el glande con mi lengua, o todo lo que podía, frotándolo bien y humedeciéndolo, luego me lo introducía todo lo que podía en la boca, lo hacía yo solita y así evitaba que él me lo introdujera tanto como al principio, María me alentaba diciéndome lo puta que era al oído mientras con una mano guiaba mi cabeza y con la otra me retorcía un pezón.

Es suficiente, dijo de pronto Carlos. El chofer se separó de mi y fue a sentarse en el sillón, yo quedé en el lugar donde estaba incapaz de hacer nada por mi cuenta, la cabeza gacha y los ojos semi cerrados, no quería mirar a nadie, no quería pensar, me quedé allí mientras María me chupaba el seno derecho, sólo se separó de mi cuando Carlos la llamó: María, ya basta, hay que seguir, le dijo.

Entre dos de los chicos más fuertes me cogieron de las piernas, por debajo de los muslos y yo tuve que pasar mis brazos por detrás de sus cabezas para no caerme. Así me llevaron donde el chofer me esperaba meneándose el pene con un rostro indescriptible, demoníaco. Yo tenía las piernas abiertas y empezaron a depositarme sobre ese pene con mucha suavidad, de espaldas al hombre enorme que esperaba con el pene en la mano que me sentara sobre él. Sentí que acomodaba su miembro descomunal a la entrada de mi ano, quise protestar, pero no me salía la voz de la garganta, miré a María que me veía sonriendo, miré a Carlos que me veía frotándose el pene, les supliqué con la mirada que hicieran algo, que impidieran lo que me iba a pasar, pero ellos solo decían lo linda que se me veía con los ojos medio cerrados, la mirada perdida, los labios medio abiertos, la carita ensalivada, las piernas abiertas sostenidas por sus compañeros y mis brazos por detrás de las cabezas de quienes me sostenían. Sentí que me dejaban con suavidad sobre ese pene, si bien es cierto que yo me mantenía sujeta de los hombros de mis alumnos estaba sentada sobre el pene del chofer de María y, aunque suavemente al principio, mi propio peso hacía que fuera yendo hacia abajo. Sentí que la cabeza entraba abriéndose paso por mi ano, solo la punta, pero el dolor fue muy fuerte, es que era demasiado grande, sabía que sólo tenía dentro la punta del glande y me parecía insoportable. Por favor, alcancé a musitar mirando a Carlos, ayúdame, le rogué haciendo un esfuerzo para hablar mirándolo a los ojos. Carlos y María se acercaron a mi y me cogieron cada uno un pezón y me lo jalaban y retorcían comentando en voz alta su suavidad y firmeza y mi cara de puta, mientras tanto yo seguía deslizándome indefectiblemente hacia abajo. El recto me quemaba, lo sentía arder, sentía la sensación de querer evacuar aunque sabía que tenía el estomago vacío porque en la mañana lo había hecho, pero sentía esa misma sensación, todo el conducto anal se hallaba copado por la parte de ese pene que tenía dentro, era como si mis caderas se separaran de si, una de otra, como si mi estructura ósea se anchara, como si con unas poleas me estiraran los músculos y huesos del trasero, no podía ver, pensé que me estaba desmayando de dolor, todo lo veía negro y me ahogaba, de pronto sentí que mis glúteos llegaban a los muslos del hombre, mis alumnos me dejaron y yo pasé un brazo por detrás de su cabeza y me sujeté a su hombro para sostenerme, apoyé mi espalda derecha en su pecho izquierdo, mi cabeza cayó hacia atrás sin que yo pudiera mantenerla firme, sentía mi mejilla junto a la de ese hombre, sentí su lengua lamérmela y lamerme los labios, me cogió de la cintura con sus manazas enormes que podían abarcarla toda y empujó, es verdad que suavemente, hacia arriba.

El dolor estalló dentro de mi cerebro, di un alarido, sentí que mis entrañas eran golpeadas por el pene, que eran empujadas dentro de mi vientre, sentí que ni ano se rompía, que se abría más aun, lloraba y gritaba desesperada, pero el hombre, sin hacer caso de mi llanto, inició un movimiento pélvico y, aunque me daba cuenta de que serían pocos centímetros, metía y sacaba su pene de mi ano.

No sé cuanto rato pudo haber pasado, para mí eran siglos, incapaz de moverme sentía los embates del chofer de María en mi ano y hacía un tiempo que ya no lloraba y sólo gemía y me quejaba despacio cada vez que sentía cómo ese tronco grueso se retiraba de manera que parecía que iba a salir de mi ano y de pronto se impulsaba nuevamente hacia dentro hasta colisionar con mis intestinos. Mi ano había adquirido una elasticidad insospechada y se adaptaba mejor al grosor de ese miembro, pero aun me resultaban dolorosos sus embates aunque ya no fuera como al principio.

El hombre me había cogido por las piernas levantándolas y yo me apoyaba con las manos en el sillón para mantener el equilibrio, mi cabeza rendida hacia atrás, apoyada en su pecho.

Todos mis alumnos, María y Carlos en primera fila, me observaban desde el frente, de pronto el hombre me levantó el trasero, me puso las manos en las nalgas y me levantó el trasero liberándolo, por primera vez desde que me penetró, de ese pene descomunal que me lo había destrozado. Lo mantenía en alto abriéndome bien las nalgas y haciendo que yo me inclinara más hacia atrás, por lo que tuve que apoyarme en mis antebrazos, mis alumnos soltaron una exclamación de sorpresa y admiración al unísono mientras se agachaban y acomodaban para observar mejor el estado en que se encontraba mi ano. Carlos de inmediato se puso a mi lado y me levantó la cabeza para que pudiera mirar cómo ellos auscultaban mi agujero anal mientras hacían toda clase de comentarios: Se le pueden ver las entrañas, decían, le ha quedado enorme, ahora sí que le rompieron el culo miss Lucia. Tenían unos rostros de curiosidad y placer y sorpresa que me humillaban más todavía. Carlos me cogió una mano y la llevó hasta esa zona de mi cuerpo y pude palpar las nuevas dimensiones de mi ano, me quedé demudada, eran enormes, pude meter mis cinco dedos juntos dentro, no podía creerlo, todos aplaudían y se reían de mi, ¡qué carita que ha puesto miss Lucía! Decían.

El chofer volvió a bajarme y a clavarme nuevamente todo su miembro en el recto esta vez de un solo envión. Carlos me besó largo y dulce en los labios y cuando me dejó María ya estaba a mi lado y también me besó igual, después me abrió la boca y escupió dentro y me ordenó que me pasara su saliva, Carlos también hizo lo mismo, luego todos los alumnos me escupieron pero no dentro de la boca sino en el rostro mientras el chofer de María, ya sin ninguna contemplación, me clavaba desaforadamente el pene en el ano.

Después de estar un rato mirándome Carlos me tomo de los tobillos levantándome bien las piernas y se colocó a la entrada de mi vagina. Lo miré sin ninguna esperanza, sólo para que al verme supiera por la expresión de mi rostro que lo que estaba haciendo estaba mal, hacía rato que no lloraba pero al sentir cómo acomodaba su pene en mi vagina mis ojos se inundaron una vez más de lágrimas, pero no quise dejar de mirarlo a los ojos para que supiera lo que estaba sintiendo y por lo que estaba pasando y cual era la magnitud de sus actos, así, clavada por el recto por el chofer de María y con él a punto de penetrarme la vagina. El sonrió y me metió el pene hasta el fondo, un gemido muy hondo se escapó de mi pecho, María volvió a aprisionarme un seno con sus labios, su chofer me giró la cabeza e introdujo su lengua dentro de mi boca, mis otros alumnos me acariciaban las piernas, el otro seno, el abdomen, las nalgas, me cogían las manos y me obligaban a masturbarlos, se reían, me escupían y me decían lo felices que eran de tener una profesora que, ahora sí, era una puta de verdad.

Una vez que Carlos eyaculó dentro de mí, cada uno cumplió su turno ordenadamente cuidando, como él, de eyacular dentro de mi vagina, hacía tiempo que me habían dicho la esperanza que tenían de que saliera embarazada. Yo estaba rendida, tenía varias horas siendo penetrada y mi cuerpo no daba más, no respondía, me había desmayado un par de veces pero no por eso dejaron de follarme sino que me reanimaban haciéndome aspirar colonia. Perdí el sentido del tiempo y la conciencia de lo que me ocurría, volví a desmayarme o sencillamente me quedé dormida.

Cuando desperté estaba sola en mi cuarto abrazada a María, todo el cuerpo me dolía intensamente pero sobre todo el agujero anal y el coxis, recordaba que cuando les llegó el turno a mis alumnos de penetrarme por detrás muchos de ellos al intentarlo me golpeaban el coxis y empujaban sin cuidado hasta que por fin el pene se introducía por mi recto. Al principio yo los había recibido en posición de perrita pero luego me fui cayendo hacia delante hasta que quedé echada, mi pierna izquierda apoyada en el piso y la otra estirada sobre el sillón, y ellos igual seguían penetrándome analmente, recuerdo que pensé que no se iban a cansar nunca y que a pesar de ya haber eyaculado varias veces siempre volvían sobre mí con sus penes nuevamente erectos.

Yo creía que el chofer de María se vaciaría dentro de mi trasero, pero no, también lo hicieron eyacular dentro de mi vagina para ver si conseguía tener un hijito mestizo. Derramó dentro de mí la misma cantidad de semen que cuatro de ellos y su pene siguió erecto sin perder ni un poco de su dureza inicial, continuó follándome. Cuando por fin se cansaron de hacerlo comentaban lo lindo que había sido todo mientras comían con apetito lo que encontraban en mi refri.

Cada vez que les provocaba ir al baño me llevaban y me colocaban de hinojos en la tina y orinaban sobre mí. Al final cuando veía que varios se levantaban con intenciones obvias de ir al baño yo solita me ponía de pie e iba con ellos. Si veía que María estaba distraída, la llamaba para que me acompañara: "Marita, mary ¿no vienes?" Entonces ella me abrazaba y me llevaba al baño mientras me acariciaba las nalgas y me besaba muy tiernamente, allí se sentaba en el water y miraba todo con mucha atención. Al poco tiempo ya no era necesario que me indicara nada y yo abría la boca sin esperar a que ella me lo ordenara para que pudiera ver como mis alumnos apuntaban sus orines hacia allí y como resbalaba por mis mejillas y mis senos hasta mojarme toda. Como a las diez de la noche se quiso ir, pero yo le rogué llorando que no me dejara sola y le besé los muslos y se los acaricié muy suave y ella me ordenó que le lamiera la vagina y le chupara el clítoris y yo lo hice con devoción porque no quería que se fuera y que me faltaran sus caricias y mimos.

María era virgen y me confió que había decidido seguir siéndolo hasta que se casara, yo estuve de acuerdo con ella y le dije que me parecía la mejor decisión y que solo debía a entregarse a alguien a quien amara de verdad y que la amara a ella y, sobre todo, la respetara como mujer y ser humano. Ella me besó metiéndome mucho la lengua y me dijo que por eso me amaba a mí, por ser tan buena y dulce. Yo también, a esas alturas, sentía que la amaba a ella, me abrió la boca y escupió dentro, como tantas veces, y yo me pasé su saliva (por primera vez) sin que ella me dijera nada y le sonreí rogándole con los ojos que me cuidara y que no me abandonara. Al final se fue prometiéndome que volvería con su chofer a la mañana siguiente para seguir enculándome, "recuerde que desde el próximo fin de semana la vamos a poner a trabajar de puta en uno de los prostíbulos más finos de la ciudad, me dijo, así que ese culo debe quedar bien abierto para que todos sus clientes la puedan encular bien, añadió. Esa noche dormí con todos mis alumnos en la cama y era muy incómodo porque no entrábamos todos, pero por suerte ellos también estaban algo cansados y no me follaron muchas veces durante la noche, al fin como a las tres de la madrugada me dormí pensando que dentro de poco volverían María y su chofer.