La profesora (3)

Disculpen la tardanza. Aqui los avances de mis alumnos en sus planes con respecto a mi emputecimiento.

LA PROFESORA III

Volver el lunes al colegio, dadas las nuevas condiciones que me regían, significó una odisea para mí. Estuve pensando en desaparecer y no volver nunca más por allí, pero después de mucho meditarlo decidí que lo mejor era presentarme y hacerles frente a Carlos y sus compinches, porque temía que con mis fotos en el baño, más la última que me habían tomado con el rostro inundado de semen rodeada por todos ellos, me pudieran involucrar en un caso con la policía. No podía olvidar que todos eran menores de edad y con mi actuación en el baño del colegio, bien ilustrada por las fotografías que tenían en su poder, nadie creería que había sido violada sino más bien todo el mundo se inclinaría a responsabilizarme a mí por lo sucedido, con lo que podría terminar hasta en la cárcel. De otro lado, tenía a mi favor que si ellos me querían chantajear no podían hacer públicas las fotos ya que tan luego esto ocurriera, aunque mi desprestigio fuera absoluto y mi situación legal más que precaria, era evidente que a partir de ese mismo instante sería imposible para ellos continuar con el chantaje obligándome a prestaciones sexuales, que era lo único que les interesaba. De modo que me presenté el lunes a las clases dispuesta a terminar con todo y a retarlos a que hicieran públicas las fotos pensando que nunca se atreverían a semejante cosa aferrándome a que eso iría en contra de sus mismos intereses.

Ni que decir tiene que desobedecí la orden que me habían dado de asistir sin calzón ni sostenedor, no estaba dispuesta a que esa situación se extendiera más y hasta me recriminaba por haber permitido lo que había ocurrido en mi departamento, me parecía que podía haber actuado con más firmeza y evitado todo lo que pasó. En el camino iba encontrando nuevos argumentos que me reforzaban en mi decisión y pensaba que jamás se expondrían a un espectáculo público donde, por fuerza, también tendrían que verse involucrados, con el perjuicio que eso trae consigo por el escrutinio no solo de la autoridad competente, sino también de la gente siempre ávida de noticias sensacionales y de invadir la privacidad de quien pudieran. Nadie sensato podría aspirar a una situación de esa naturaleza.

Entré al colegio con la decisión reflejada en el rostro y caminando a paso seguro y sin titubeos, en el pasillo me los encontré a todos que al parecer me aguardaban y les dije que me siguieran, fuimos a la salita que estaba dispuesta para las reuniones de los profesores con los padres de familia y una vez que cerré la puerta de inmediato Carlos se atrevió a levantarme la falda para ver si debajo de ella iba desnuda tal como él me había indicado. Le propiné tal bofetada que tambaleó del golpe, había tanta fuerza y rabia en mí que no me importó hacerlo, descargué toda mi indignación en ese bofetón y vi con satisfacción su rostro de estupor. ¡Ahora, largo de aquí! Les grité, y pueden hacer con esas fotos lo que quieran, incluso espero que las hagan públicas, añadí, me servirán para denunciarlos por violación y chantaje. Salí de allí dejándolos a todos perplejos y sintiéndome cada vez más segura de mi misma y contenta por haber encontrado la manera de poner fin a toda esa pesadilla.

Durante mi dictado de clase noté que me observaban con nerviosismo y que se revolvían inquietos en sus carpetas. Ante una conversación de Carlos con uno de ellos durante mi exposición, no dudé en llamarles severamente la atención a los dos y en expulsar del aula a Carlos con la orden de que estuviera parado en el patio durante mi hora de clase, ahora iban a saber con quien se habían metido, pensé. La clase continuó sin sobresaltos aunque yo podía ver que todos los alumnos, y no solo los que me habían ultrajado, se mostraban algo inquietos por mi nueva actitud nunca antes utilizada. María, especialmente, se mostraba sorprendida y podía darme cuenta de que se preguntaría por las razones de mi rudeza.

Faltando algunos segundos para que sonara el timbre que daba por finalizada la clase, Carlos abrió la puerta y entró con toda frescura al aula y se dirigió hacia mí. Yo no podía creer tanta desfachatez, estaba decidida a hacer que lo expulsaran si persistía en esa actitud de rebeldía hacia mí, pero de momento me tomó por sorpresa ya que no imaginaba que fuera capaz de desobedecer una orden directa y delante del resto de la clase como agravante. Llegó hasta donde yo aguardaba y me dijo algo al oído, en ese instante sonó el timbre y todos los alumnos se pusieron de pie dirigiéndose a la puerta. Yo salí despavorida y, a pesar de la imagen de mesura que debía proyectar, casi atropellé a todos para adelantarme y correr hasta el pasadizo donde estaba el periódico mural de la escuela, los alumnos y alumnas que salían de las otras aulas me veían pasar corriendo y se preguntarían que era lo que me ocurría y se detenían a verme pasar, por fin llegué hasta el lugar donde estaba el periódico y pude sacar tres fotos de mi penosa actuación en el baño del colegio, fotos donde se me podía reconocer con claridad y donde me entregaba a la exploración de mi cuerpo con los senos al descubierto, la falda levantada y las piernas abiertas con la bragas en los tobillos. Las arranché de allí y las escondí en mi seno, voltee asustada a ver si alguien se había dado cuenta de lo ocurrido, pero al parecer eso no había pasado aunque todos los que estaban por allí me observaban con la sorpresa dibujada en el rostro, traté de aparentar tranquilidad, de sonreír a todos lados y de no ver a nadie, de pronto tenía a Carlos a mi lado y todos los otros chicos con él, venga mis Lucía, me dijo, los seguí sin saber bien lo que hacía, tratando de aparentar que nada extraordinario ocurría y, mientras me llevaban al mismo saloncito donde yo los había llevado temprano, noté que poco a poco todo el mundo se desentendía de nosotros para ir a hacer lo que tuvieran pensado.

Apenas cerrada la puerta Carlos me inclinó el pecho sobre el escritorio que allí había, haciéndome apoyar mi mejilla sobre el mismo y me hizo abrir las piernas, se colocó detrás mío, me sacó el calzón y me lo metió en la boca, me levantó la falda y me ordenó que sacara bien el culo para arriba como una buena puta, y me penetró sin ningún preámbulo ni cuidado. Me dolió mucho porque no estaba lubricada y le rogaba que lo hiciera despacio pero a él no le importaron mis ruegos y me estuvo penetrando a su antojo delante de sus amigos durante unos diez minutos hasta que eyaculó. Dijo que no había tiempo para hacer nada más elaborado pero que de todos modos era como un tentempié por el momento y que en el recreo largo el resto se podría desquitar. Me quitó el calzón de la boca y con el me secó las lágrimas y la saliva que sus compañeros me habían escupido en el rostro, me besó en los labios metiéndome la lengua mucho, me dijo que él se quedaba con mis braguitas porque eran muy lindas y me deseó que tuviera un buen día. Todos me besaron en los labios y se fueron, al poco rato volvió a sonar el timbre que daba por finalizado el recreo y yo debía volver a clase, esta vez debía dictar a unos alumnos menores que cursaban el tercer año de secundaria.

Durante el recreo del medio día, que duraba 45 minutos, me llevaron al salón donde la profesora de gimnasia guardaba los implementos deportivos, que Carlos abrió con una llave. Allí me poseyeron por turnos de dos en dos, me tenían de pie inclinada hacia delante y mientras uno me penetraba otro me introducía el pene en la boca obligándome a chuparlo, me decían que era muy rico convertir en puta a una miss tan rebelde y tan colérica. Yo trataba de chuparles bien el pene para que terminaran pronto y que todo acabara de una vez, pero ellos cuidaban de dosificar sus turnos y cuando sentían que ya iban a terminar cambiaban con otros y tenía que volver a empezar. Como la postura me agotó me echaron en una banca larga sin espaldar y me desnudaron toda, yo estaba aterrada porque pensaba que en cualquier momento entraría la miss de gimnasia y les rogaba que se dieran prisa y terminaran pronto, pero ellos decían que lo rico estaba en tomarse su tiempo y en culearme bien. Nuevamente sentí que al mismo tiempo (como ocurrió en mi departamento) me cogían por todos lados succionando mis pezones y penetrándome y metiéndome sus penes en la boca hasta que por fin empezaron a eyacular casi a la misma vez, uno dentro de mi, otro dentro de mi boca, y el resto encima de mi cuerpo, mi abdomen, mis senos, mi rostro.

Cuando terminaron se secaron los penes con mi blusa y Carlos le obsequió mi sostenedor a uno de ellos y se fueron dejando la puerta abierta, tuve que correr a entornarla y me vestí lo más rápido que pude sintiendo un escalofrío al pegárseme la blusa al cuerpo debido a que estaba totalmente humedecida por el semen, felizmente el saquito del uniforme impedía que se pudiera ver el estado calamitoso en que había quedado la blusa y durante el resto del día el semen se me secó en el cuerpo.

Al día siguiente, en la salita de recibo, le hice ver a Carlos que si seguíamos así pronto seríamos descubiertos y que no solo yo sino también ellos se perjudicarían y que no era prudente continuar con esos arriesgados encuentros en el colegio. Para terminar de convencerlos tuve que ofrecerles recibirlos en mi departamento cada vez que quisieran venir después de las clases. Aunque yo no hubiera podido negarme si ellos me lo hubieran exigido les gustó que la propuesta viniera de mi parte porque, según decían, era prueba de que ya me estaban emputeciendo. Carlos dejó de lamerme el ano y se dio la vuelta al escritorio sobre el que estaba colocada en cuatro con la falda levantada y la blusa abierta, para cogerme de los cabellos y levantarme el rostro y besarme en la boca, me aseguró que era la propuesta mas bonita que le habían hecho en toda la semana, de inmediato otro chico lo reemplazó abriéndome las nalgas e introduciéndome la lengua hasta dentro mientras Carlos me pedía que les volviera a repetir mi oferta para interiorizarla bien, pero como me introdujo su pene en la boca me resultaba muy difícil hablar así, además que el chico que estaba debajo mío chupándome los pezones me hacía doler. Quedamos en que en las instalaciones del colegio nunca más me volverían a culear a menos que tuvieran unas ganas impostergables, pero que en la medida de lo posible evitarían hacerlo para no exponernos a riesgos inútiles.

Ese día, durante el recreo de medio día, vi que Carlos conversaba con María muy animadamente en una banca al lado de la cancha de fútbol donde los otros chicos disputaban un encuentro y casi me muero, me acerqué a ellos y le pedí a Carlos hablar a solas. De inmediato le dije que de ningún modo permitiría que engañara a María y que la involucrara en sus pérfidos planes, si intentaba hacerlo lo denunciaría sin dudar ni un segundo sin importarme las consecuencias. No estaba dispuesta a permitir que una chica tan dulce y buena e inteligente como ella pudiera ser pervertida por esos depravados y sacrificaría mi posición y mi futuro sin dudarlo por protegerla de un atentado de esa naturaleza. Me contestó que no había razón para preocuparse, que María era su amiga y que no tenía nada de extraordinario que conversara con ella, pero yo decidí estar muy atenta para evitar cualquier cosa que pudiera perjudicarla, en eso resolví mostrarme intransigente, una cosa era lo que me pudiera ocurrir a mí y otra muy distinta a mi alumna. Ese día me dejaron en paz y no fueron a mi casa en premio a que había obedecido su orden de asistir al colegio sin bragas ni sostenedor. Me dijeron que al día siguiente, miércoles, irían después de las clases.

El miércoles estaba acomodando las cosas en mi escritorio para dictar mi clase y todavía había solo unos pocos alumnos en el aula cuando entró la directora. Miss Lucía, me dijo, la felicito por la magnifica idea que ha tenido. Yo no sabía de qué me hablaba y cómo responderle cuando Carlos se acercó a mi lado y contestó por mí. Sí, miss Norma, miss Lucía es muy buena y nos va a acompañar al campamento del fin de semana, si no usted sabe que nuestros padres no nos darían permiso y todo se estropearía. Yo me quedé demudada ¿campamento? ¿a dónde? La directora continuó, lo que me apena es que vayan solo ustedes seis Carlos, pero qué se va a hacer, aquí están las circulares con los permisos para que las firmen sus padres, mañana mismo deben traerlas firmadas, añadió. Los chicos nos rodearon y alborotaban dando muestras de su alegría y no me dejaban escuchar bien, yo me había puesto de pie y miraba a unos y otros sin atinar a decir nada con una sonrisa más bien tonta en el rostro. La directora siguió, ya sabe miss Lucía que la disciplina es fundamental…comenzó a decirme, pero yo dejé de escucharla porque sentí que Carlos me levantaba la falda por detrás y me cogía los glúteos, acariciándolos libremente mientras la directora me seguía dando instrucciones para el paseo, me parecía increíble la temeridad de ese chico, estábamos delante de la directora del colegio y él en ese momento ya me estaba introduciendo un dedo en la vagina, además que habían otros alumnos en el aula y cualquiera podría sorprendernos. Yo no podía hacer nada ya que cualquier movimiento brusco nos habría puesto en evidencia, Carlos metía y sacaba su dedo de mi vagina una y otra vez y yo debí abrir un poco las piernas para que pudiera entrar con facilidad y no me doliera y para sostenerme mejor porque empezaba a hacerlo con fuerza y temía irme hacia delante, felizmente otro de ellos me cogió la nalga derecha y me la abrió empujándola hacia al lado lo que le permitía a Carlos trabajar con más facilidad. Por fin miss Norma terminó con sus instrucciones y se fue, yo volteé a mirar a Carlos con una furia incontenible en el rostro, pero él sin inmutarse me dijo, estás mojadita amor, y con el dedo que acababa de retirar de mi vagina me humedeció los labios. Sonó el timbre que avisaba que debían comenzar las clases y todos se fueron a sentar a sus respectivos lugares. Carlos, le dije antes de que se fuera a su sitio ¿qué campamento? ¿a dónde…? En su casa miss Lucia, en su casa va a ser el campamento, acuérdese de que le he preparado algo especial para romperle el culo, contestó.

Ese miércoles por la tarde llegaron todos juntos a mi departamento y de inmediato se pusieron a alborotar, yo quería imponer silencio para que alguien me explicara bien lo que había y saber cuales eran los planes. Por fin se fueron calmando y Carlos me pudo explicar todo. Le habían dicho a la directora que yo había tenido la idea de organizar un campamento a la playa y que solo se habían anotado ellos seis y, por supuesto, la idea era pasar el fin de semana en mi casa aprovechándose de mi mientras sus padres pensaban que estaban en una actividad escolar y a cargo de una docente para cuidarlos.

La primera medida que hemos tomado para romperle ese maravilloso culo miss Lucia, dijo, consiste en ponerla tan cachondita que usted misma nos pida que se lo rompamos ¿entiende? De manera que estos días no nos la vamos a culear y así estamos seguros que usted va a llegar al sábado suplicándonos que de una vez por todas la convirtamos en puta ¿Qué le parece nuestro plan? añadió. Yo solo los miraba sin atinar a decir nada, pero internamente pensé que eso me permitía estar a salvo de sus atropellos durante unos días y que me daba tiempo para organizar una vía de escape que solucionara mi situación. Eso sí, continuó Carlos, como la idea es que esté tan cachonda como la mas puta de las putas, vamos a encargarnos de que se le moje la conchita de tal modo que podamos sacar baldes de jugo de su coño, miss.

Me llevaron a mi dormitorio y me colocaron en la cama en posición de perrita frente al espejo y sin desvestirme me levantaron la falda del uniforme obligándome a levantar el trasero todo lo que podía, varios se colocaron detrás de mí para monitorearlo todo, según dijeron, y el resto con Carlos se colocó delante con unas revistas pornográficas que habían traído. Carlos me iba mostrando las fotografías de las revistas una por una y yo debía describírselas en voz alta deteniéndome en los detalles, debía decirles si opinaba que las chicas que aparecían allí estaban gozando y cuándo pensaba yo que estaban llegando al orgasmo y fundamentar mis opiniones. Se fijaban mucho en el ceño fruncido, los labios medio abiertos, los ojos entornados, los labios vaginales lustrosos y brillantes, los penes cubiertos con una sustancia blanca que, sostenían, era producto de los fluidos vaginales, los pezones como encogidos y erectos, todo tenía que describirlo yo en voz alta y opinar si me parecía bien y cual puta era la mejor, a mi modo de ver, y si pensaba que yo era más hermosa y si mi cuerpo era más rico que el de las mujeres que aparecían en esas publicaciones y si yo creía que podía chupar mejor una polla, entre otras malacrianzas más que me obligaron a decir.

Mientras tanto los alumnos que estaban detrás de mí iban registrando las reacciones que en mi sexo se producían al ver esas revistas y verme obligada a expresarme de esa manera tan vulgar. Con las manos me separaban las nalgas y los labios vaginales y se entusiasmaban si notaban que, a mi pesar, empezaban a humedecerse mis partes intimas, pero no me introducían los dedos ni me besaban ni me lamían, solo iban reportando en voz alta el hecho indudable de que cada vez era más notoria mi lubricación, yo temblaba cada vez que me cogían con las manos para abrirme bien las nalgas o los muslos para que pudieran apreciar mejor mi ruta hacia el emputecimiento, mientras continuaba describiéndoles las escenas que me colocaban en frente, aunque mi voz también se iba transformando y me era cada vez mas penoso continuar hablando. Lo hacía con una voz ronca que ni yo misma podía reconocer, sentía tan cerca de mi sexo y mi trasero los rostros de mis alumnos y su aliento y hasta sus soplidos que mi cuerpo reaccionaba a su libre albedrío, a pesar y en contra de lo que mi mente le ordenaba.

Cuando Carlos extendió su mano y me acomodó el cabello que se había ido hacia delante y aprovechó para tocarme la oreja emití un gemido de dolor, de placer y de reclamo, de ruego más bien, para que terminara esa tortura y me follaran entre todos, pero no se dieron por aludidos. Todos se fueron para atrás emocionados con lo que les decían sus compañeros y alababan a viva voz la respuesta de una puta tan mamacita como yo que tan pronto se había puesto a punto, me acariciaban un poquito las nalgas y los muslos y me toqueteaban delicadamente el agujero anal sin pasar a más que eso y Carlos me cogió los labios vaginales, pero solo para abrirlos bien y que se pudiera apreciar mi estado, según dijo. Así, vestida como estaba, me sentaron el borde de la cama y todos a la vez se masturbaron eyaculando sobre mi rostro, pero sin tocarme ni permitirme que les chupara los penes. Sentí esa esperma caliente derramarse sobre mi rostro y cabello y gemí de dolor al no haber sido penetrada ni besada y quedé tendida sobre la cama desolada por la frustración, la pena y la vergüenza. Ellos se retiraron dejándome las revistas para que pudiera masturbarme como la buena puta que estaba hecha, según dijeron.

Al día siguiente no hubo ninguna novedad. Yo quise conversar con Carlos en la salita de recibo de los padres de familia, pero él se negó afirmando que para mi puesta a punto lo mejor era dejar que mi piel extrañara sus manos y sus pollas y mi mente se entretuviera pensando en como me iban a follar el sábado, que cumplido eso yo misma les rogaría que me rompieran el culo.

Más tarde, volviendo del comedor, vi salir del despacho de la Directora a Carlos y María que venían muy contentos y riéndose de sabe Dios qué. Otra vez le pedí a Carlos hablar con él, pero se volvió a negar aunque le reafirmé que se cuidara mucho de mantener al margen a María si quería que no echara por la borda todos sus pérfidos planes. De todos modos, como era obvio que no podía solo confiar en él, decidí entrar a hablar con miss Norma para reafirmarle que no irían mujeres al campamento so pena de suspenderlo todo. La encontré nuevamente sufriendo ese extraño vahído que le había atacado antes y que la postraba en su sillón casi sin fuerzas. Otra vez tuve que aplicarle unos suaves masajes en las sienes y los hombros y, en esta ocasión, incluso me rogó que le frotara un poco la parte superior de los senos. Lo hice, por supuesto, muy contenta de poder ayudar en lo que pudiera a su recuperación. Y sí que lo necesitaba porque estaba toda tensa, lo que se podía notar en sus senos casi agarrotados y en punta.

El viernes, en el colegio, los muchachos me examinaron con respecto a las revistas que me habían entregado el jueves y se mostraron satisfechos de mi aplicación. Carlos señaló que era muy estimulante ver como podía captar tan apreciablemente los mínimos detalles de las fotografías, destacando mi capacidad para la descripción ya que, por razones obvias, no podía señalarles mis apreciaciones con las revistas a la vista. Después de comprobar la óptima lubricación de mi vagina se despidieron todos hasta el día siguiente besándome en los labios. A pesar de que estábamos en el pasadizo y alguien hubiera podido vernos (aunque es verdad que era un pelín tarde) no tuve fuerzas para rechazarlos, y todos y cada uno me besó metiéndome bien la lengua dentro de la boca. Una vez que se fueron yo quedé allí parada en medio del pasillo y me pareció que la puerta del despacho de miss Norma había estado entornada y que se cerraba delicadamente. Me aterré porque me imaginé que alguien, tal vez ella, nos podría haber descubierto, pero era evidente que si hubiera sido así hubiera irrumpido en el acto organizando un verdadero escándalo, de modo que atribuí todo a mi afiebrada imaginación producto de lo desesperada que me encontraba.

El sábado, cuando llegaron los chicos, hacía varias horas que estaba levantada, bañada y que había tomado mi desayuno. Cosa rara porque los sábados solía levantarme un poco más tarde, pero por la tensión y la angustia ese día no pude esperar y me alisté desde temprano. De inmediato me informaron que mi ropa no era la adecuada para una puta y sacaron unas prendas que habían traído y que, en efecto, parecían apropiadas para las mujeres que se dedican a esa triste labor. Los zapatos eran de un taco muy alto y me resultaba difícil caminar, demás está decir que nunca había usado unos iguales, así como la faldita, que era tan diminuta que yo la habría confundido con un cinturón ancho, felizmente me indicaron que me pusiera un calzón que, a pesar de ser pequeño, me ayudaba a cubrir mi sexo, aunque mis nalgas quedaban a la vista ya que por atrás no tenia más que una tirita de tela y la faldita solo me llegaba hasta la mitad de los glúteos, como además tenía un poquito de vuelo, a cada paso que daba flotaba en el aire y descubría por completo mi trasero para aplauso de todos ellos. El atuendo se completó con una blusita de gasa blanca tan tenue que era casi transparente y como no pude ponerme sostén, en el espejo de la sala pude ver que se apreciaban nítidamente mis pezones extrañamente en punta y de un rojo oscuro.

Al final les gustó tanto el resultado de mi nueva imagen que no pudieron resistirse y contraviniendo sus propios propósitos me cogieron entre todos, me llevaron al sillón, me abrieron las piernas y sin quitarme el calzón, solo apartándolo a un lado empezaron a lamerme la conchita y el agujerito del culo, así como me abrieron la blusita y me chupaban los pezones mientras uno de ellos me hacía chuparle el pene y me lo empujaba hasta la garganta mientras todos alababan mi lubricación y mis ansias de chupapollas. Yo sentía mi piel erizada y mis músculos tensos y mis manos intentaban acariciarlos a todos, el cabello, las mejillas, los pechos, los penes, las espaldas, cuando sonó el timbre del departamento.

Continuara.