La profe con el padre y la hija del vestido

No hago continuaciones, cada relato es completo y se puede leer como tal. Pero puedo usar los mismos personajes en una nueva historia. Este cuento ocurre unos pocos días después de: El vestido de mamá Y los dos personajes que actúan ahí tienen una nueva aventura relatada por la tercera persona que

No hago continuaciones, cada relato es completo y se puede leer como tal. Pero puedo usar los mismos personajes en una nueva historia. Este cuento ocurre unos pocos días después de:

El vestido de mamá

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Y los dos personajes que actúan ahí tienen una nueva aventura relatada por la tercera persona que esta con ellos.

Me quedé embobada en lo alto de la escalinata del instituto mirando el culito de una de mis alumnas preferidas. Había cumplido los diez y ocho durante el curso, hacía un par de meses.

Y ahora en la calurosa primavera a punto de terminar el curso  había metido ese precioso trasero en un short verdaderamente escaso, lo que lo hacia un espectáculo delicioso. De hecho un minuto antes al pasar a mi lado había podido ver una buena porción de sus nalgas saliendo de tan escasa prenda. Su melena larga ondeando a través de su fina y delineada espalda mientras cruzaba el patio.

Tan abstraída estaba que apenas me di cuenta de que llegaba junto a un chico montado en una enorme Harley y este le tendía un casco de repuesto. Lo tomó en sus manos y le dio un rápido beso en la boca al chico que tenía el barbuquejo del casco levantado sobre la frente.

Este lucía unos impresionantes biceps en una camiseta de tirantes y unos prietos muslos en un ajustado vaquero. Luego Marta se subió en la moto y arrancaron juntos. Sinceramente en ese momento no sé que me molestó más, el que se fuera con un tío que parecía un macarra o el que no se hubiera venido conmigo.

Al día siguiente la encontré en el pasillo a solas y me comía la curiosidad y ya sabemos lo que mató al gato. Así que le pregunté por el chico de la moto. Solo con la sana intención de prevenirla sobre los macarras. Ella riéndose me dijo que era su padre, al que yo conocía de las reuniones, pero claro nunca le había visto con esa ropa y la moto, durante el invierno lo había visto con ropa mas formal, hasta con traje y corbata. Tampoco podía imaginarme que escondiera esos bíceps bajo la americana.

Marta detectó cierto interés en mi voz y me invitó a cenar en su casa el sábado siguiente.

-nos lo pasaremos bien. Fue lo que me dijo para animarme.

Fui nerviosa a pesar de que el viernes me confirmó que su padre estaba encantado con la cena. Evidentemente ya sabia que estaba divorciado, Marta ya me lo había dicho pero no podía imaginarme lo que me depararía la velada.

Me arreglé, me puse lo mas sexi que pude sin llegar a parecer una puta. Minifalda con algo de vuelo y una camiseta de tirantes, ni siquiera llevaba sujetador, no hacía falta mucho mas con el calor de la noche. Y había comprado una botella de Vega Sicilia para agasajarlo.

Me abrió la puerta él con la misma camiseta de la moto sin mangas y unos vaqueros que me parecieron aún mas ajustados. Creo que la niña había tenido algo que ver con eso. Me invitó a pasar con una bonita sonrisa. Marta estaba en la cocina terminando de preparar la cena, por la puerta distinguía sus largos muslos saliendo de una falda aún mas corta y ajustada que la mía. ¡Madre mía que culo! y un pequeño top que apenas cubría unas tetas de la misma talla que las mías, pequeñas pero muy duras y le dejaba la espalda completamente desnuda. En el vientre también descubierto se veía el pircing de su ombligo, un pequeño cristal tallado, brillando desafiante.

Nos sentamos los tres a las mesa alegres, la conversación agradable y fluida, gastando bromas que fueron subiendo de tono con el segundo plato y la segunda botella de vino. Marta consiguió que Juan se quitara la camiseta convenciéndole para que luciera los músculos logrados con el ejercicio y la natación. Debí poner cara de tonta embobada con su torso trabajado.

Aunque yo me moría por probar la moto, bueno puede que no solo eso. Necesitaba acariciar sus bíceps y que me rodeara con sus brazos, notar su cuerpo poderoso muy pegado al mío. Pero también me deshacía en ternura por la hija, una chica tan dulce y ser yo la que la abrazara. Sinceramente esa noche me sentía muy confusa.

Dejé caer la sugerencia de que me gustaría un paseo en la Harley. Juan encantado de lucir la poderosa máquina no puso ninguna objeción mas que las de seguridad preocupado por mi bienestar. Pero todo tuvo fácil solución.

Marta encantada me prestó su casco y unas botas para no quemarme con el tubo de escape. Él me ayudó a subir sosteniéndome con su fuerte mano y aprovechando para acariciar mi brazo. Al sentarme levanté la falda para notar el suave cuero del asiento en mis nalgas desnudas y en el xoxito cubierto por el encaje de mi tanga. Eso ya era una experiencia sensual en si misma.

Juan me llevó a dar una vuelta, no muy larga, pero le hice notar mis tetas en la espalda mientras me cogía fuerte de su cintura, nuestras pieles apenas separadas por dos finas capas de algodón. Casi podía notar la dureza de su polla en mis manos cruzadas bajo su ombligo. Con el aire levantado por la velocidad mi falda se recogía y gracias a que no había mucha gente por la urbanización, sino más de uno habría disfrutado de la visión de mis nalgas. El acariciaba mis muslos desnudos con suavidad en los semáforos pasando su fuerte mano por mi piel, lo que erizaba hasta el ultimo de mis vellos y eso que recién depilada no me quedaban muchos que erizar.

Al volver a meter la moto en el camino del jardín Marta nos esperaba tumbada en la hierba al lado de un mantel con las copas, el postre y el café. Bajo las estrellas.

-¡creo que aquí estaremos mas cómodos! Y algo mas frescos.

Había sustituido su ya escaso atuendo por un bikini que yo habría jurado que había sacado de un Sex shop. El sujetador apenas le tapaba los pezones y el tanga únicamente cubría los depilados labios de la vulva y además la tela era muy trasparente. Con lo que la humedad de los labios de la vulva hacía que se pudieran ver a poco que te fijaras. ¡Vaya con la nena! Dulce si pero nada inocente.

-¿quieres ponerte algo mas ligero? Puedo dejarte algo, algo como esto.

Algo aturullada por las sensaciones acepté el ofrecimiento.

Luego me contó que esos bañadores tan escasos de tela los compraba por internet a una marca extranjera, australiana para mas señas. Me lo confesó cuando subimos a su cuarto y sacaba uno de ellos de sus cajones para dármelo y para que me pusiera mas cómoda.

Me desnudé en su habitación delante de ella sin complejos. Visto como iba la noche no me iba a hacer la retraída a esas alturas. Me ayudó a atarme las cintas de la espalda y a los lados de la cadera rozando mi piel con sus suaves dedos. Y si yo ya iba caliente aquello terminó de excitarme. Las grandes aureolas de mis pezones asomaban un poco por los lados del triángulo de lycra y la tirilla de vello que me dejaba por encima del coño se veía completamente transparentándose en la fina tela.

Mirándome al espejo de cuerpo entero la imagen era completamente impúdica y con Marta a mi lado ataviada de la misma forma lasciva del todo. Nos cogimos de la cintura un momentos para poder vernos así coquetas. Su mano sobre mi cadera volvió a excitar mis sentidos.

Acaricié su cara suavemente en un gesto de cariño y nos abrazamos así, casi desnudas, rozando nuestras pieles antes de ir a reunirnos con su padre. Ya era evidente que a ella le gustaban las chicas tanto como a mí pero no iba a meterle prisa, que las cosas fueran a su ritmo. Me dio un suave beso en los labios que me  supo a gloria.

-da gracias que nos esperan, que sino ya no salíamos de aquí.

Él también había reducido su vestuario, lo único que llevaba era un bañador tipo tanga de chico cuando nos alcanzó las copas. Verle así descalzo y casi desnudo en la fresca hierba me dejó anonadada y aunque sabía que estaba muy bueno esa visión solo terminó de confirmarlo.

Brindamos por los nuevos amigos, el fin del curso, las buenas notas y los ratos placenteros. Ahora sí que las bromas y las insinuaciones se volvieron completamente sexuales subidas de tono y mi piel ardía allí donde las manos de ambos la rozaban. No dejaban de acariciar mis brazos y muslos y Marta mas de una vez rozaba mis pezones y mi vientre ante las sonrisas cómplices de su padre.

Las mías tampoco estaban quietas y los acariciaba con confianza, a él su muslo cada vez mas cerca de la polla, aprovechaba cada vez con menos disimulo a amasar y sobar sus duros músculos. Y a ella que me tenia encandilada en cuanto podía le agarraba una nalga o le rozaba un pezón con mi mano. Incluso mas de una vez me inclinaba sobre ella y besaba su hombro con la ternura que despertaba en mí.

Ellos también se tocaban evidentemente con una confianza mayor que la que tiene un padre con su hija. Ya hacía rato que sospechaba que entre ellos había una relación incestuosa y me lo confirmaron cuando el le cogió uno de los preciosos pechos y acariciando su pezón le dio un morreo que me hizo envidiarla. Desde mi sitio veía como sus lenguas jugaban y se cruzaban por fuera de las bocas.

La música suave y sensual de su caro equipo nos llegaba por las abiertas cristaleras del salón que daban al jardín. La excitación subía en todos, en nosotras la humedad de nuestros coños hacia que los tangas fueran cada vez mas trasparentes. Las dos veíamos como la polla se iba endureciendo en la escasa tela que la cubría. Y aún más cuando nos pusimos a bailar juntas, provocándolo, al principio solo nos meneábamos sensuales, moviendo nuestros cuerpos al ritmo de la música, pero pronto ella agarró mi mano acercándose a mí.

Continuamos bailando cada vez mas pegadas frotando nuestros cuerpos de la forma mas lasciva que podíamos.

Ahí fue nuestro segundo beso, esta vez con las lenguas jugando. Creí que la suya me entraba hasta la garganta mientras yo me agarraba a su desnudo y deseado culito con las dos manos.

Marta me empujó hacia Juan que me agarró de la cintura y continuó el baile lento muy pegado a mi cuerpo. Notaba su polla dura en mi vientre que empezaba a salir de su pequeño tanga asomando por la cintura de la prenda. Empezó a besarme en el cuello, a pasar su lengua juguetona hasta detrás de mi oreja o por el filo de la barbilla mientras suavemente sus manos reconocían mi espalda. Y digo bien por que aquello no eran caricias, era un reconocimiento en toda regla digno del mejor servicio de inteligencia de un ejército.

Deseaba tenerla dentro de mí, la notaba durísima frotándose en la piel de mi vientre. Aun no sabia como no me había arrodillado ya a darle un buen par de lamidas pero visto que el juego era subir la excitación y el morbo todo lo posible traté de aguantar como una campeona. Moviéndome sinuosa frotando todo mi cuerpo contra su dura musculatura.

Nuestras manos recorrían el cuerpo del otro mientras su hija nos miraba sonriendo y haciendo a un lado su tanguita empezaba a masturbarse. Con la cabeza apoyada en el amplio pecho de Juan girada hacia el lado en el que ella estaba me excitaba más al verla acariciar los depilados labios de su vulva.

Por fin el cariñoso padre se inclinó a comerme los pezones, los pechos al completo descartando el sujetador que no había aguantado en su sitio tanto frotamiento. Si hubiera tardado un segundo más en hacerlo le hubiera dado un buen mordisco por pura desesperación. Levantó mis brazos y lamió mis axilas y mi cuello y yo me dejaba hacer excitada como nunca sabiendo que Marta nos miraba. Audi besando y lamiendo mi piel bajando por mi cuerpo, clavando la lengua en mi ombligo.

Agarrando mi culo con toda la fuerza de sus manos, en ese momento yo misma aparté el tanga para acariciame desesperada pero no me iba a resultar tan fácil alcanzar el orgasmo para el que llevaba a punto un buen rato. Me apartó la mano siguiendo con su juego e inclinándose más pasó la lengua por mi pubis haciendo que una corriente eléctrica llegara directa a mi cerebro a la vez que soltaba un gemido que debieron oír todos sus vecinos.

Por fin llegó el momento que ansiaba creo que desde que vi a Marta subirse con él en la moto. Ni nos quitamos los tangas y ya estaba cabalgándolo en el césped. Lo empujé hasta el suelo con suavidad donde se tumbó dejándome hacer. Bajé su tanga lo justo como para liberar su preciosa polla y huevos suaves y depilados. Era la primera vez que la veía al completo y me encantó, sostuve a un lado el mío lo justo como para descubrir mi vulva. Me habían calentado tanto que no podía esperar más. Me subí a horcajadas sobre su cadera e hice descender la mía despacio disfrutando del momento. El saber que tenía una espectadora tan sexi mirándome disfrutar me elevaba aún más. Pero no se conformó con mirar durante mucho tiempo.

Al poco rato Marta acariciaba y besaba mi piel mientras yo me clavaba el rabo que estaba segura ella había disfrutado antes que yo. Bajaba despacio notando cada centímetro de pene en mi interior y disfrutándolos todos ellos. Hasta que apoyada en sus pectorales acariciando los pequeños y oscuros pezones terminé de clávamela notando sus huevos en lo culo. Ella colocada detrás de mí lamía el sudor de mi cuello y amasaba mis tetas pellizcando mis pezones. Apoyada en sus pectorales, acariciando sus pezones notaba clavadas en mi espalda las duras tetas de la preciosa hija.

Confundía las manos que me acariciaban, cuales agarraban mis duras tetas, en cada momento o qué lengua recorría que parte de mi piel, pero estaba en la gloria.

Ella besaba mi cuello y nuca su lengua recorriendo, humedeciendo, mi piel.

-disfruta cariño, oía suave en mi oído.

-no sabes lo que te deseaba teniéndote delante en clase y sin poder tocarte.

Respondía yo.

Sus manos amasando mis tetas. Yo ya me había corrido un par de veces, pero él aguantaba, cuando decidimos trasladar la fiesta a su dormitorio. Pues apostaría  y ya sabia que lo ganaba, a que aquellos dos dormían juntos. Marta lo ayudó a quitarse la reducida prenda cuando el arqueó la espalda y subió sus piernas y las dos tiramos de sus manos para levantarlo del césped, como un juego mas. El padre nos seguía con la polla bien dura apuntando al frente pues aun no se había corrido dentro de mí. Nosotras íbamos delante acariciándonos y besándonos. Por el camino le quité el sujetador a Marta y yo me deshice de los dos dos cordones que formaban mi tanga. Las pequeñas prendas formaban un camino como de miguitas de pan hacia su dormitorio.

La cama era enorme y seguro que no era la primera que iba a compartirla con ellos. Ayudé a Marta a librarse del tanga que era la única que lo conservaba puesto justo antes de acostarla boca arriba para acomodarme entre sus torneados muslos. Me dediqué a lamer su depilado conejito con todas las ganas que tenia de probarlo.

Puesta a cuatro patas sobre la cama era evidente que mi grupa estaba al alcance de Juan. Pensaba que me la clavaría sin más pero esos dos pervertidos no se conformaban con lo habitual. Se inclinó detrás de mí y enseguida noté sus labios y lengua recorriendo mis nalgas. Pasando por toda la raja y clavándose en mi ano. Creo que a esas alturas mi culo se abriría solo a lo que el quisiera hacerme. Era mi primer beso negro y joder como lo estaba disfrutando.

Marta no dejaba de segregar jugos en mi boca que yo me tragaba gustosa. Mi lengua abría sus tiernos labios buscando el clítoris o pasando por todo lo que podía de su vagina y ella se acariciaba una teta con una mano mientras con la otra removia mi melena. Y no dejaba de suspirar y gemir por lo que no debía de estar haciéndolo mal del todo. Notando lo que me hacía su padre quise yo probarlo con ella y le hice arquear la espalda levantado sus rodillas hasta los pechos para así poder lamer su culito, ahí soltó un grito que si debieron oír los vecinos. Aprovechando mi saliva como lubricante ademas le clavé un dedo follando su ano con suavidad.

Cuando noté como su padre sustituía su lengua y dedos por el glande me aparté y no por que no lo deseara que me apetecía mucho, pero también quería ver a los dos follando.

-me gustaría veros a vosotros, ver como os queréis.

Para dejarme sitio a mi también Juan se tumbó en la cama y Marta fue a cabalgarlo como había hecho yo en el jardín. Soltando un tierno suspiro se la clavó hasta los huevos dejándose caer sobre el poderoso órgano. A su lado yo no perdía detalle y le acaricié el clítoris mas que nada para comprobar que no se había roto nada pues aun no se como cabía tanta carne en tan poco hueco. Con mis caricias y ella moviéndose despacio sobre la cadera de su padre debía estar sufriendo, ups, gozando muchísimo.

Juan palmeó mi muslo indicándome que también tenía sitio para mí. Pasé ese mismo muslo sobre su cabeza y volví a dejar mi coño y culo al alcance de su voraz lengua. Agarrando mi culo con sus manos usó su boca como sabía pero esta vez mis gemidos los apagaba Marta con sus besos y con su lengua entre mis dientes jugando con la mía.

No sé quien se corrió primero pero estoy segura que si él no me hubiera tenido agarrada por las nalgas le hubiera ahogado al derramarme sobre su lengua. Un segundo mas tarde de apartarme yo Marta hizo lo mismo gimiendo derrumbada sobre la cama y con la vulva llena de semen. No quería perder tan preciado manjar y aunque Atenas me quedaban fuerzas volví a lamer su coñito limpiándolo de semen y de sus jugos y creo que consiguiendo otro de sus preciosos orgasmos.

Yo estaba agotada física y mentalmente después de lo vivido esa velada y me fui adormilando entre los dos en la enorme cama besando los pezones de Marta. Notando como ellos me acariciaban con suavidad relajados hasta que los tres nos quedamos dormidos.

Amanecí boca abajo y una lengua juguetona buscando entre mis nalgas mi ano, era Marta que parecía no tener bastante. Y a mí me estaba excitando cosa mala. Su padre había bajado a preparar un desayuno con el que reponer fuerzas pero al subir a avisarnos y encontrarnos así renovando juegos se le ocurrió una idea perversa. Se había quedado con las ganas de follarme el culo y ahora que su hija se lo estaba preparando no iba a perder la oportunidad. Así que bajó a por la mermelada de fresa, pensaba que seria mas fácil con mantequilla, para usarla como lubricante y aderezo. No sabia como ninguno de los dos pensaba que aquello podía entrar en mi culito pero Marta me dijo que ella ya lo había probado y como yo misma había podido constatar cuando se lo comía sin daño aparente.

Me puse a cuatro patas suponiendo que seria la postura mas cómoda para esos menesteres. Ella misma cogió la mermelada para extenderla por mi raja y ambos se pusieron a lamerlo subiendo mi excitación y cruzando sus lenguas sobre mi ano. Yo estaba burrísima, necesitaba hacer algo, cogí a Marta y la tumbé. Quería saborear de nuevo ese coñito dulce. Me puse sobre ella de nuevo en un sesenta y nueve dejando por fin mi culo en la posición perfecta para su padre.

Volvió a embadurnar mi culo y esta vez también su polla con la mermelada. Notaba el frio del comestible, el calor de su carne dura en mi ano empezando a hacer fuerza, la lengua húmeda y flexible de ella en mi vulva. Apenas podía concentrarme lo suficiente como pasar la lengua de vez en cuando por su clítoris entre mis jadeos y suspiros. Y mi culo se abría a su paso hasta que notaba sus huevos en los labios de mi vagina. Bombeaba firme, duro, cariñoso como todo lo que habían hecho ambos conmigo ese fin de semana. Entre la estimulación que me daban los dos me corrí y ¡como me corrí!. No podía compararlo con nada que me hubiera pasado antes, nunca había recibido tanto cariño, caricias y sexo en tan poco rato.

Volví a casa agotada pero tremendamente satisfecha y al día siguiente al ver a Marta en clase cruzamos unas sonrisas cómplices.