La prisión
¿quién no quiere quedar atrapado en sus propios deseos?
La prisión
Hoy no hay luna para que entristezca su camino
ha escondido el rostro en algún escondrijo
y se ha perdido, para ellos como un incontestable silbido,
de aquel crujir constante, de aquellos árboles y sus ramajes.
Son dos cuerpos aparentemente perdidos en un horizonte
que se encuentran a tientas,
se murmuran historias, se encadenan los labios.
Son dos almas silentes, barrotes crecientes
construidas en un tiempo indeterminado.
Hoy la libertad del cuerpo se aprisiona en sus almas,
mientras se entrelazan, gozosas, una contra la otra;
y la danza fúnebre de la vida ha dejado de ser monótonamente blanca;
la puerta de aquella prisión ha quedado completamente cerrada.
Se ha tornado de colores,
todo aquello que los rodea,
la vida, los cuerpos, el sudor que exhala de ellos.
La noche, sin luna, ahora duradera
desorienta el caminar de los sentidos
y sus párpados caídos le anuncian un amanecer, distinto,
porque son sus cuerpos tenues fluidos,
son sus almas estructuras de concreto.
cinceladas por el viento.
¿Quién espera que la libertad sea devuelta?
qué la esperanza que alguna vez voló vuelva,
qué nuestros cuerpos sean enganchados, de nuevo, al mundo.
Que no retorne la esperanza,
que se quede atascada entre el viento y el deseo
que el mar se trague sus cuerpos
que los oculte del tiempo si es necesario
pero que no regrese...
12 de enero de 2003