La princesa obediente.

Dominación/Sexo con maduros. Esta es la introducción de la que espero sea una serie de relatos continuos, al ser el primero no tiene demasiada... ¿Cómo decirlo, acción? Soy de las que meten caña progresivamente, no de golpe. No os asustéis, seré cada vez más detallista y explícita.

Damián, un hombre maduro, moreno, de cabello corto y buen porte. Alto, rudo, fuerte, de carácter dominante.

Alicia, una joven inquieta, pelirroja, tierna, dulce, casi inocente. De mediana estatura, delgada, de carácter suave y dócil.

Él, de rodillas sobre la cama, casi desnudo, únicamente cubierto con un bóxer que comenzaba a sobrar hacía ya bastante rato, sentado sobre sus tobillos, sintiendo la presión que la tela ejercía sobre su miembro a medida que recorría con sus manos la piel de su joven acompañante. Ella, tumbada, completamente desnuda, con el trasero apoyado en las rodillas de Damián, las piernas abiertas y el sexo cada vez más húmedo. Trataba tímidamente de tapar sus pechos con el cabello, como si él no los hubiera visto antes, como si no los hubiera mordido y disfrutado cientos de veces, sonrojada como una chiquilla a quien le roban el primer beso, tal vez eso era lo que le gustaba de ella, esa inocencia que mantenía hasta el momento en el que él hacía que lo olvidase todo.

Las manos del hombre recorrían su cuerpo de manera experta, deleitándose del calor que el mismo desprendía, deslizando una de sus manos hacia el sexo de la joven, quien se mordía de manera sutil los labios mientras le observaba, sin perder detalle cada gesto ajeno. Cuando la mano de Damián dio con lo que andaba buscando, una sonrisa lasciva escapó de sus labios. “Estás empapada, princesa” Susurro, inclinándose levemente sobre el vientre de la chica, dejando en el mismo un cálido y húmedo beso mientras entreabría su sexo con los dedos, deslizándolos sin más preámbulos en su interior, qué fácil había sido esta vez, le gustaba. La piel de Alicia se erizaba,  comenzaba a levantar sus caderas en busca de un mayor contacto con Damián, de sentirle más fuerte, más dentro. “Mh, más, por favor” Pedía la joven entre suspiros de placer y fugaces gemidos ahogados. Haciendo caso omiso de sus palabras, Damián avanzaba lento y suave, casi de manera dulce, quizá buscando la desesperación de Alicia o tal vez solo queriendo sentir el interior de su sexo, cada vez más caliente y húmedo. Aprovechó entonces para, con los dedos empapados, tantear el ano de la joven, quien al principio y tal vez por la excitación se mantuvo en silencio, sin embargo, al sentir la ligera presión de los dedos ajenos, cerró las piernas, mirándole con el ceño ligeramente fruncido. “No” Susurró de forma no muy autoritaria, negativa ante la cual Damián volvió a abrir las piernas de la chica, y a repetir lo que había dejado a medias.

  • Preciosa, puede que seas mi princesa, pero, no olvides quién es tu rey. Murmuró el hombre, dejando los labios posados en su vientre pero con la mirada clavada en la ajena de manera casi desafiante.

A medida que Damián hablaba, Alicia había vuelto a cerrar las piernas, sin decir nada, centrándose en sus palabras, buscando el segundo significado que estaba segura de que llevaban, entonces, ante su negativa, pudo observar como el hombre se había levantado y había salido de la cama, como si no le importase, como si no necesitase tomarla, como si aquellos boxers no estuvieran presionándole hasta casi hacerle daño, tan solo murmurando un suave “¿No?” en el tono más indiferente del mundo. Entonces ella  lo supo, en ese momento, en ese preciso instante en el que sintió el dolor que su aparente indiferencia hacia ella le causaba. De ese modo se levantó tras él, acercándose con aire dócil, no arrepentida, pero si con la expresión de quien sabe que ha ofendido a otro y quiere solucionarlo. Posó las manos en las caderas del hombre, alzando la vista hacia él para encontrarse con sus ojos. “Lo siento, mi rey” Murmuró antes de disponerse a besar su cuello de manera dulce, cariñosa, casi mimosa. Entonces él lo supo, en ese momento, en ese preciso instante en el que sintió sus labios recorrer su cuello y más tarde su torso, ella era suya desde aquel instante, incapacitada por su propio deseo a negarle nada que él quisiera tomar.

Así se encontraba, descendiendo mediante besos por el cuerpo del hombre que ahora era su dueño, observándole de reojo de vez en cuando en busca de alguna reacción por su parte, agarrando con los dientes la goma de sus boxers, sonriendo divertida al tirar de ellos y bajarlos, volviendo a ponerse a la altura de su miembro. No era demasiado dada al sexo oral, pero ahora más que nunca quería tenerle contento. Sonrió al sentir su mano en la nuca, como siempre, sin embargo, fuerza. Damián había empezado a ejercer fuerza sobre su nuca, con insistencia, atrayéndola hacia el propio cuerpo como si no quedase claro que era lo que quería, de manera que Alicia se vio obligada a abrir la boca y dejarse hacer, a pesar de que Damián no estaba siendo demasiado rudo, si se mostraba más brusco y autoritario que las demás veces que habían estado juntos. Empezó entonces a mover las caderas de manera lenta, usando la boca de Alicia a su antojo, impidiéndole retirarse con la mano que sostenía su nuca hasta que se cansó de ello, realmente, no sabía que era lo que quería hacer con ella ahora, la situación había cambiado aunque nadie hubiera dicho nada explícito, era como empezar de nuevo, como estar ante un mar de posibilidades y no ser capaz de decantarse por una, aún.