La princesa blanca 9

Albert sugue la pista a Nissa. Conversación con la madre de Amber.

9

El lunes por la mañana se levantó lleno de energía y ni siquiera la lluvia ni la perspectiva de tener que ver a Amber consiguieron alterar su estado de ánimo.

Cuando llegó al instituto Amber le esperaba en el pasillo.

—Hola  Amber —dijo él intentando parecer despreocupado.

—Hola Joey —dijo Amber en tono serio— Quería saber si vendrás esta tarde a hacer el último repaso.

—En eso quedamos. Nos vemos luego.

Joey no se dio cuenta de que Judith estaba allí a su lado hasta que ésta le habló.

—No te vi el sábado en el partido. —dijo Judith abriendo la taquilla a su lado.

—Fui al cine con Mike. Me apetecía cambiar un poco de hábitos, me estoy volviendo demasiado previsible.

—Yo tampoco tenía pensado ir pero como estaba dándole los últimos toques a la sala de baile me acerqué hasta allí. Fue un buen partido.

—¿Qué tal  los preparativos para la fiesta de primavera? —dijo Joey por educación más que otra cosa.

—Bien, Bien. Tenías razón, Mark lo hizo de fábula con el cableado y ya está todo listo. —dijo Judith respirando hondo—Por cierto Joey ¿Tienes ya pareja para el baile?

—La verdad es que no, pero no estoy de mucho humor para citas. Probablemente vaya solo, a echar un vistazo, ya sabes. Mi madre está empeñada en que es una experiencia única en la vida y que no debo perdérmela, así que le daré el gusto y luego dejaré que Mike me invite a fumar un par de porros detrás de las gradas del campo de futbol.

—Mmm —dijo Judith pensativa— Algo parecido me pasa a mí. Me gusta organizarlo todo y asistir pero no quería ir sola. Sé que mis padres estarán más tranquilos si me lleva alguien, aún no se por qué.

—Necesitan a alguien a quién echarle la culpa si a su niñita le pasa algo.

—Probablemente, —dijo ella disimulando la tensión que sentía en ese momento— El caso es que he pensado que si no vas a ir con nadie podrías llevarme tú.

Joey se quedó un poco sorprendido pero luego se lo pensó mejor y llegó a la conclusión de que no era tan mala idea. Aunque Judith no fuese tan popular, era una chica bonita y así no tendría que ir al baile como un perdedor, no porque le importara lo que pensaban los demás, sino porque no quería ir sólo mientras que Amber y John se convertían en los reyes del baile.

—Está bien, —dijo Joey—buena idea. Tú te pones un vestido escandalosamente sexy y yo me pongo unas chorreras, te traigo una orquídea y me porto como un buen boy scout. No busques más, soy tu hombre.

Joey sonrió y se fue corriendo  a clase de ciencias mientras que Judith iba  en dirección contraria y entraba  en el servicio de las chicas. Un grito de triunfo reverberó por los pasillos ya vacíos.

Después de la clase de ciencias había una de repaso de historia que no interesaba a  Joey lo más mínimo con lo que se largó y buscó un sitio tranquilo en la biblioteca para continuar con su historia.


A mediodía  vino el monje con uno de sus acólitos para recoger a Nissa que ya estaba preparada con un  cómodo vestido de algodón y una capa de viaje de terciopelo color vino. Los monjes le pusieron una fina argolla de bronce en torno al cuello con la efigie de la dios Assab  y le ataron las manos con un suave pero sólido cordón de seda.

Nissa los siguió obediente, intentando aparentar la mayor sumisión posible. Recorrieron el espacio que les separaba del templo a pie. Nissa buscó una forma de escapar entre la multitud de gente que abarrotaba las calles de Veladub a esas horas, pero le resultó imposible ya que alrededor de ellos siempre había una burbuja de respeto que les rodeaba donde nadie se atrevía a entrar.

A la puerta del templo de reluciente mármol blanco ya esperaba una pequeña caravana de cinco camellos y un carro de bueyes con la impedimenta.

Con un gesto los monjes indicaron a la joven que se subiera al carro y  ataron el cordón a una argolla que había sólidamente clavada al chasis del vehículo. Cuando la dejaron sola Nissa pegó un tirón frustrada pero la madera ni siquiera crujió.

En la puerta sur de la ciudad se reunieron con un par de caravanas de mercaderes hasta formar un grupo lo suficientemente numeroso como para disuadir a los bandidos que abundaban en la  Estepa Espinosa.  Con el ritmo pausado y levantando una gran nube de polvo  la gran caravana se puso en marcha.

Empezaron por las más caras y lujosas y siguieron por orden hasta que a la noche siguiente llegaron a La Gata Verde. Como solían hacer en cada establecimiento que inspeccionaban, entraban por separado y mientras  Swich se dirigía a la partida de Dos Monedas o de dados que siempre había en la esquina más apartada y oscura de cada local, Albert pedía una cerveza y se mezclaba con los parroquianos haciendo preguntas ocasionales mientras invitaba a cervezas a los clientes más prometedores.

Al  entrar, Albert se giró y vio como Swich ya estaba en medio de un animado corro de hombres que gritaban desaforadamente en una de las esquinas del local. El pidió una cerveza negra y se sentó en una mesa, al lado de un anciano que parecía haber sido plantado allí como un roble milenario. Entabló con él una animada conversación acerca de las mujeres para ver si el anciano sacaba la conversación sobre una joven que hubiese aparecido sola pero no tuvo suerte. Sin muchas esperanzas le hizo una seña al tabernero para que les sirviese otro par de jarras.

Una camarera rubia, todo tetas y culo se acercó con dos grandes jarras de deliciosa y espesa cerveza negra.

—Hola forastero. —dijo la joven depositando las jarras sonoramente sobre la mesa mientras se sentaba en los muslos de Albert y le mostraba su generoso escote.

Bastaron unos poco minutos  a base de frases procaces y cariñosos restregones con sus titánicos muslos  para que Albert se convenciese de que la joven no sólo se dedicaba a servir cervezas.  Albert la agarró por la cintura de forma cariñosa y bromeó con ella mientras  hablaba con el viejo de sus gustos por las mujeres.

Aprovechando que el abuelo estaba ya un poco borracho  volvió a interrogar al viejo,  en esta ocasión de una manera más directa, pero para su sorpresa la que reaccionó ante sus pesquisas fue la joven, que tras la primera pregunta tensó su cuerpo y se revolvió inquieta sobre las rodillas de Albert. Al notarlo, Albert disimuló y cambió rápidamente de tema para no alarmar a la joven.

Después de media hora cogió a la joven del brazo y le preguntó si había una habitación arriba. Ella vaciló desconfiada pero la corona de plata que le enseño Albert terminó por convencerla y guio al guardia alpino escaleras arriba.

—¿Quieres algo especial forastero ? —pregunto la mujer con una sonrisa lasciva.

Albert no respondió y se dedicó a mirar como la joven se desnudaba con habilidad hasta quedar totalmente desnuda ante él. Su cuerpo era pálido y voluptuoso con unos muslos y un culo gordos y aún tersos por la juventud y sus tetas grandes con unas areolas oscuras y unos pezones pequeños y enhiestos. La joven frunció los labios y guiñando sus ojos grises le invitó a acercarse.

Albert se acercó y sin decir palabra la agarró por el cuello y la empujo contra la pared. Con los ojos fijos en ella siguió apretando durante unos segundos esperando pacientemente a que el terror recorriese todo su cuerpo atenazándola e impidiendo cualquier resistencia.

La joven se debatió durante un momento, sus carnes vibraron y sus pechos se bambolearon pesadamente pero tras unos pocos segundos se quedó quieta esperando la muerte.

—Ahora te voy a soltar, pero si haces el más mínimo ruido te rompo el cuello. —dijo Albert por fin— ¿Has entendido?

La joven con las lágrimas corriendo por sus mejillas asintió con la cabeza por temor a emitir ningún sonido.

Albert la mantuvo de pie aprisionándola contra la pared con su cuerpo y dominándola con su altura.

—Hace un rato cuando estábamos hablando con  el anciano mencioné a una joven.

—Yo no sé...

—No me mientas —siseó Albert rozando  de nuevo las marcas que sus manos habían dejado en el cuello de la joven— Sé perfectamente cuando alguien me miente. Y tu vida en estos momentos vale tanto como tu sinceridad.

—Vi una chica que llegó sola hace tres noches. No sé si será la que tú buscabas. Era rubia y vestía un traje de cuero de viaje. Hablaba un poco raro, ahora que lo pienso su acento era parecido al tuyo.

—Esa es —dijo Albert ansioso.

—¿Eres su marido?

—¿Qué? —preguntó Albert desconcertado.

—La joven dijo que esperaba a su marido, pero mi padre no la creyó.

—¿Tu padre?

—Nesgar, el posadero, es mi padre. —dijo ella.

—¿Qué pasó luego? —preguntó Albert.

—Mi padre la secuestró y la vendió como esclava por cuatro soberanos.

—Maldito hijo de puta. Pero que se puede esperar de un tipo que obliga a su propia hija a prostituirse... —reflexionó él en voz alta—¿ A quién se la vendió?—preguntó  Albert rozando de nuevo su cuerpo.

—No lo sé.  —respondió ella temblando— Te lo juro. No me mates por favor.

—Ahora te creo —dijo Albert sacándose el cinturón. Voy a bajar un momento y luego vamos a pasar un divertida noche juntos.

—Ahora espérame aquí un momento. —dijo Albert la atando a la joven con el cinturón y rasgando un jirón de la mugrienta sábana  para amordazarla.

Dejó a la joven encerrada en la habitación y bajo de nuevo a la cantina. El lugar estaba tan abarrotando como lo había dejado. Se acercó a la barra para hablar con Nesgar mientras le hacía a Swich una seña de que ya no lo necesitaría más por esa noche.

—Deseas algo más forastero.

—La verdad es que estoy algo cansado y creo que voy a pasar la noche aquí. También creo que me voy a quedar con la joven para que me caliente la cama.

—Buena decisión no hay carnes más calientes en toda la ciudad que las de mi Emin.

—¿Una corona bastará?—dijo Albert  procurando que al abrir la bolsa el avaricioso posadero pudiese ver los soberanos que tintineaban en su interior.

—Por supuesto —dijo el hombre con un relampagueo en los ojos.

Seguro de que el tipo había picado, se alejó camino de la habitación con paso poco firme como si estuviese un poco borracho.

Una vez dentro, cerró la puerta sin asegurarla y se acercó a la cama dónde la joven le esperaba temblando como una hoja.

—Tranquila. Probablemente tu sangre sea la única que no corra esta noche. —dijo Albert acariciando las generosas nalgas de Emin—Procura relajarte y  mañana cuando despiertes no estaré aquí.

Guldur había estado siguiendo a Albert y al soplón durante dos días sin que aparentemente hubiesen encontrado nada. Parecía que estaban buscando a la chica por todas las posadas de la ciudad. Normalmente hacían siempre lo mismo, entraban y salían por separado para no llamar la atención y se reunían más tarde.

Pero esa noche, aunque Swich salió y esperó unos minutos en las sombras por Albert, finalmente se dio por vencido y se fue. Guldur dudó por unos segundos pero luego llegó a la conclusión de que a quien debía seguir era a Albert. A Swich le conocía de sus misiones en Veladub. Tanto Albert como él lo habían usado en repetidas ocasiones y sabía dónde encontrarlo en caso necesario.

Tal como esperaba, un par de horas después de que la gente hubiese abandonado el local Albert comenzó a oír unos ruidos furtivos que se aproximaban a la puerta de su habitación. Eran dos hombres, uno más sigiloso y de pasos más rápidos otro más pesado que se movía a grandes zancadas.

Albert se levantó sin hacer ruido y se colocó detrás de la puerta con la daga preparada y los músculos en tensión.

Los dos hombres entraron en la habitación sin tomar ninguna precaución se acercaron a la cama y al ver solo el bulto de la chica bajo las mantas se pararon desconcertados. Ese fue el momento que escogió Albert para atacarlos.  De un salto se plantó tras las dos figuras y con el pomo de la daga le arreó con todas sus fuerzas a la más grande  que cayó al suelo inmediatamente inconsciente.  El posadero reaccionó más rápido de lo que Albert esperaba y sacando un cuchillo de carnicero se lanzó sobre él.

Albert  desvió la primera cuchillada con el filo de su daga y con un golpe en la muñeca desarmó a Nesgar en su segundo intento por ensartar al guardia alpino. El cuchillo cayó al suelo  y el posadero cometió el grave error de agacharse para recogerlo. Una fuerte patada en el vientre y otra en los riñones dejaron al tipo hecho un ovillo gimiendo calladamente.

Albert cogió una cuerda de su mochila y ató y amordazó a los dos rufianes  firmemente.

Tal como había planeado, una vez controlada la situación cogió a la joven que yacía aterrorizada en la cama, en brazos y la sacó de allí dejándola en una de las habitaciones libres, no deseaba tener que matarla.

En tres minutos estaba de nuevo en compañía de los dos ladrones. El hombretón aún seguía inconsciente, así que empezó el interrogatorio por el posadero.

—Bueno Nesgar, aquí estamos.—dijo Albert sentándolo en la cama y quitándole la mordaza.

Nesgar hizo el ademán de coger aire para pedir auxilio pero la daga de Albert en el cuello del facineroso desinfló sus pulmones en total silencio.

—Bien, así me gusta, veo que captas los mensajes con rapidez. —dijo Albert.

—Nosotros sólo queríamos...

—Silencio cerdo asqueroso, se exactamente lo que querías hacer. —le interrumpió Albert— Voy a hacerte unas preguntas y depende de cómo las respondas  tu vida valdrá algo o no me servirá de nada. ¿Has entendido?

—Si —dijo el posadero con los ojos llorosos.

—La otra noche vino una chica, alta, rubia, ojos claros.

—¿Eres su marido? —dijo el hombre abriendo los ojos.

—Eso a ti  no te importa. ¿Te dijo su nombre?

—Dijo que se llamaba Linnet.

— Tu hija me dijo que entraste en su cuarto durante la noche y te la llevaste...

—¡Esa maldita puta!

Albert silenció Nesgar de un puñetazo y le preguntó qué había hecho con la chica. El hombre  escupió un cuajaron de sangre y le contó con todo detalle la aventura de hacía dos noches.  Albert le preguntó ciertos detalles para poder contrastar la historia con Vulk que aun roncaba apaciblemente y cuando estuvo satisfecho noqueó al posadero con un puñetazo en la sien.

Tumbó a Nesgar en la cama y hurgó debajo de ella hasta que encontró el orinal, lo cogió y descargó su contenido sobre la cara de Vulk el bruto durmiente.

—¿Qué coños? —dijo el gigantón intentando incorporarse.

Albert puso la bota sobre el hombro de Vulk y le dio un empujón. El hombretón intentó mantener el equilibrio pero con las manos atadas le fue imposible y volvió a caer al suelo como un fardo escupiendo orines. El interrogatorio fue un poco más duro. Vulk era tan estúpido como obstinado y solo después de ablandarlo durante cuarenta minutos consiguió que el tipo hablara. Con los dos ojos terriblemente hinchados y los labios y la ceja derecha partidos y sangrando abundantemente, el hombre le contó prácticamente la misma historia que Nesgar. Las preguntas que le había hecho a Nesgar buscando detalles fueron respondidas casi exactamente igual terminando de convencer a Albert de que el relato era verdadero.

Con Vulk fue misericordioso y le clavó una daga en el corazón antes de que pudiera enterarse de lo que pasaba. Pero Nesgar era otra cuestión. En pocas ocasiones había dado con un tipo tan despreciable que se aprovechaba de las mujeres hasta el punto de vender el coño de su hija a cualquier desconocido.

Despertó al posadero con un par de bofetones y cuando estuvo bien despejado le amordazó y le clavo una daga en la barriga. El posadero abrió mucho los ojos e intentó gritar inútilmente. Albert fue avanzando con la daga  por la barriga de Nesgar, poco a poco, hasta que sus tripas se desparramaron por la cama llenando la habitación con un aroma fétido. El olor de la bajeza y la traición.


—Hola, Mike llamando a tierra. Conteste por favor.

Joey levantó los ojos del ordenador desorientado y vio a Mike señalándose el reloj.

—Vamos tío, que van a cerrar el instituto y te van a dejar dentro confundiéndote con un mueble.

—Lo siento —dijo Joey—Me he entretenido escribiendo un rato.

—Ya me lo enviarás luego por email. — dijo Mike saliendo de la biblioteca— Déjame adivinar, ocho monjes con enormes herramientas se pasan por la piedra a Nissa justo antes de ofrecerla como comida a los perros...

—Tú siempre tan original. El día que tengas una idea que no tenga nada que ver con truculentas escenas de sexo o violencia quizás te haga caso.

—¡Bah! Eres un aburrido.

—Mamón.

—Capullo.

—Soplapollas...

Veinte minutos después de dejar a Mike enfrente de su casa estaba a la puerta de la de Amber. De nuevo estaba lloviendo así que, cuando se abrió la puerta, entró como una bala en la casa sin esperar invitación. Cuando se dio cuenta estaba goteando en medio del salón vacío.

—Hola Joey.—dijo la voz  ligeramente ronca de la madre de Amber tras él.

—¡Ah!  —se dio la vuelta Joey sorprendido— Lo siento much...

La disculpa Joey murió en su boca. Apoyando la mano en el marco de la puerta la madre  de Amber le sonreía vestida con una bata transparente que dejaba  a la vista sus pechos desnudos y un tanga  negro de encaje. Llevaba las piernas enfundadas en unas medias de seda negra y calzaba unas sandalias plateadas.

—¿Pasa algo? —Preguntó ella en tono casual acercándose a Joey que no podía apartar los ojos de los grandes pechos redondos y extrañamente  firmes de la mujer.

—¿Y Amber ? —consiguió decir por fin.

—La he mandado con mi marido a hacer un recado al otro extremo de la ciudad —se apresuró la señora Kingsey a contestar— Tardarán más de una hora en volver.

La mujer se acercó aún más al joven y acarició su cara con unas uñas largas y rojas. Tenía los ojos verdes como los de su hija pero un poco más oscuros, sus labios finos y cuidadosamente  delineados con un perfilador sonrieron y se entreabrieron acercándose a los de Joey. Durante un momento pareció que iba a besarlo pero en el último momento se desvió y le susurró al oído:

—Sé lo que hacéis vosotros dos  todas las tardes ahí arriba. —dijo la mujer desviando los ojos hacia el techo.

—Yo no...

—¡Oh! Tranquilo, a mí eso no me importa. Entiendo que estáis en una época en la que todo es nuevo y maravilloso. Mientras la trates bien es cosa vuestra. El problema es mi marido. Si llegase a enterarse...  sería un gran problema. Es muy estricto en todo lo que respecta a Amber. No sabes lo que me costó convencerle de que le permitiera a Amber ingresar en las animadoras.

—¿Entonces qué quiere de mí? —Preguntó Joey temiéndose la respuesta.

—¿Te gustan mis pechos? —dijo la mujer cogiendo la mano de Joey  y posándola sobre uno de ellos. Después de que tuviera a Amber mis pechos se volvieron flácidos se cayeron así que hace poco decidí operarme.

Joey tenía que reconocer que el cirujano era un artista, los pechos de la madre de Amber eran grandes y estaban tiesos como los de una quinceañera. Los estrujó un poco mas fuerte y notó con la palma de su mano como los pequeños pezones se endurecían. La madre de Amber suspiró excitada y acariciándole el cuello  besó a Joey.

El beso fue largo, apresurado y sediento. La mujer se apretó contra él y comenzó a quitarle la ropa con habilidad. Cuando Joey se dio cuenta estaba desnudo ante la mujer con la polla totalmente erecta.

La señora Kingsey se arrodilló y agarrándole la polla se la metió en la boca. La lengua de la madre de Amber recorrió toda la longitud del pene de Joey y se metió los huevos en la boca chupándolos con fuerza haciendo que Joey vacilase con la impresión.

—¿Te ha gustado? —dijo ella levantándose y quitándose la bata.

Esta vez Joey no se cortó y abrazó a la mujer acariciando su espalda y estrujando su culo y sus tetas. Mientras besaba a  aquella sexy cuarentona no sabía que le daba más placer, el hecho de follar con una mujer madura y experimentada que le deseaba, o el morbo de estar follándose a la madre de Amber y  poder comparar los cuerpos y las formas de hacer el amor de ambas.

Las manos de la mujer acariciando su polla y estrujando su paquete le sacaron de sus pensamientos.  Joey se inclinó y le besó los pechos. Recorrió con su lengua los pequeños pezones duros y calientes y los mordisqueó arrancando pequeños grititos a la mujer.

Joey metió la mano bajo el tanga y le acarició el sexo totalmente rasurado. La mujer  gimió y tensó todo su cuerpo electrizada.

Deshaciéndose de las manos de Joey la mujer se bajó el tanga y  se tumbó en el largo sofá. Joey cogió su pies y besó los dedos que sobresalían de la sandalias. La señora Kingsey  rio y suspiró abriendo las piernas y mostrándole a Joey su coño rasurado y húmedo de deseo. Joey la miró pero siguió acariciando las piernas y interior de los muslos de la mujer volviéndola loca de deseo.

Tras unos segundos de caricias el coño de la mujer se hacía agua y se movía espasmódicamente buscando el contacto de Joey con desesperación.

Cuando el joven  finalmente le acarició el sexo con sus labios  la madre de Amber arqueó su cuerpo entero excitada y levantó el pubis para aumentar la sensación del contacto.

Joey agarró las caderas de la mujer y comenzó  a chupar y mordisquear, sorbiendo los flujos que escapaban de su coño  hasta que con dos sonoros gemidos la madre de Amber se corrió. Todo el cuerpo de la mujer se crispó y fue incluso incapaz de respirar durante unos segundos. Excitado por los movimientos crispados e involuntarios de ella, Joey no esperó más y la penetró cuando está aún se retorcía víctima de los últimos espasmos de placer.

La madre de Amber cogió aire por fin y clavó sus uñas en la espalda de Joey . Joey disfrutaba del sexo de la mujer entrando y saliendo de él con fuerza mientras ella gemía y gritaba disfrutando de cada empujón.

—Espera, espera —dijo jadeando y apartando a Joey  para poder darse la vuelta.

Joey se acercó y la penetró de nuevo mientras ella se exploraba el ano con el dedo. Joey se agarró a sus caderas y disfruto del calor de su coño y de los gemidos de placer de ella.

Ante la mirada sorprendida de él, la madre de Amber sacó el dedo de su culo y cogiendo su polla la guio hasta la abertura de su ano.

—Apuesto a que esto no te lo hace mi hija —dijo con una sonrisa maliciosa.

Joey no contestó y se limitó a empujar en el culo deliciosamente apretado de la mujer.

—¡Qué grande! —exclamó la señora Kingsey dolorida mientras la polla de Joey se abría paso en su esfínter hasta romper toda resistencia.

Ignorando los quejidos de la mujer, Joey empezó a follársela disfrutando de la estrechez y el calor del culo de la mujer. Sin pensar en lo que hacia la cogió por el pelo largo color caoba  y comenzó  a follarla tan duro como era capaz. La madre de Amber pronto cambio los quejidos de dolor por gritos de puro placer cada vez que Joey penetraba su culo y sus huevos  se estrellaban con fuerza contra su pubis.

La señora kingsey se corrió de nuevo  pero Joey siguió bombeando con todas sus fuerzas el cuerpo tenso y sudoroso de la mujer hasta que eyaculó. Durante un momento  se quedó dentro de la mujer rellenado su culo con su semilla y abrazándola  por la espalda mientras  aun gemía extasiada.

Cuando padre e hija llegaron a casa se encontraron a ambos viendo la tele y comiendo pistachos castamente en el salón.

Después de saludar al señor Kingsey subió a la habitación con Amber. La clase fue incómoda y se limitaron a estudiar y hacer unos cuantos problemas que podían caer en el examen. Amber apenas habló y se limitó a responder con monosílabos y tampoco mencionó nada sobre el final del relato cosa que Joey, sin fuerzas ni para discutir agradeció.  En poco más de una hora terminaron y bajó a la planta baja donde el señor Kingsey le esperaba.

—Habéis terminado  rápido hoy— dijo él hombre un poco sorprendido.

—Ya no queda mucho que pueda hacer, hemos repasado un poco y lo que queda puede hacerlo sin ayuda.

—Gracias por todo Joey. Amber me ha dicho que ya no es necesario que sigas dándole clases.

—Es cierto. En realidad su hija es muy inteligente sólo necesitaba un empujón y una forma más eficaz de estudiar.

—No te quites méritos,— dijo el señor Kingsey sacando un billete de cien de la cartera mientras la señora Kingsey tras él le lanzaba a Joey miradas insinuantes.—y buena suerte con los exámenes. Espero que estas tardes no hayan influido en tu rendimiento.

—Descuide señor Kingsey, ha sido un placer —dijo Joey  devolviendo la mirada a su esposa con audacia.

Joey salió de la casa de los Kingsey  para ir directamente a la de Mike. Esta vez sí que se iba a morir de envidia ese capullo.

Guía de personajes:

Reino de Juntz.

Rey Deor II: Soberano de Juntz.

Eldric: Único hijo varón del rey Deor. Príncipe heredero de Juntz. Prometido con Nayam de Gandir.

Nissa: La hermana de Eldric. Prometida con Taif príncipe heredero de Gandir.

Serpum: Conocido en la corte de Juntz como el arcipreste. Preceptor de los hijos del rey y fiel amigo y consejero del soberano. Tiene un oscuro pasado que solo el Rey Deor conoce.

Coronel Magad : Jefe de los Guardias Alpinos La élite del ejército de Juntz

Albert: Miembro de la Guardia Alpina y guardaespaldas de Nissa.

Guldur: Compañero de Albert en la Guardia y guardaespaldas del príncipe Eldric.

Fugaz: Caballo del príncipe Eldric.

Reino de Gandir.

Accab I: 2º rey de la decimotercera dinastía de Gandir.

Taif: Primogénito del rey Accab y heredero al trono de Gandir.

Nayam: Princesa de Gandir.Primera hija de Accab. Prometida al príncipe heredero de Juntz y tras su muerte del rey Deor.

Reino de Irlam

Senabab: Rey de Irlam.

Kondra : Madame del prostíbulo más lujoso de Senabab.

Swich : Espía de Juntz en Veladub.

Nesgar: Posadero ladrón y traficante de seres humanos en Veladub.

Vulk: Cómplice y guardaespaldas de Nesgar .

Amwar: Supremo sacerdote de Veladub.

Algún lugar en la costa oeste de los EEUU

Joey: estudiante y autor de la princesa blanca. Enamorado de Amber.

Amber: Jefa de las animadoras.

Sres. Kingsey : Padres de Amber.

Johnny: Novio de Amber y quarterback del equipo.

Mike: Mejor amigo de Joey y loco del skate.

Judith: Amiga y compañera de Joey desde la infancia.

Srta. Freemantle: Profesora de química en el instituto dónde estudia Joey .

Lisa: Madre de Joey.

He colgado un mapa de los tres reinos en esta URL por si queréis consultarlo. Lo hice para mi propio uso a la hora de escribir la historia, así que no esperéis una obra de arte.

[URL=http://www.subirimagenes.com/otros-mapaprincesablanca-8904614.html][IMG]http://s2.subirimagenes.com/otros/previo/thump_8904614mapa-princesa-blanca.jpg[/IMG][/URL]