La princesa blanca 23
Nayam llega a Styros.
23
Joey se levantó con la sensación de haber pasado una noche de pesadilla en la que se mezclaban las escenas de sexo con Judith y Amber con las de violencia con Johnny y sus amigos del equipo de fútbol.
Se lavó la cara con agua bien fría y más despejado miró por la ventana de la habitación. La eterna borrasca parecía haberles dado tregua, al menos por ese día y un sol espléndido lucía en el horizonte matinal.
Aun era demasiado pronto para hablar con las chicas así que se apresuró a continuar con el relato de la princesa para poder tener algo que leerles más tarde.
El desconocido se acercó a la barra y pidió una cerveza. Bebió durante unos minutos en silencio hasta que la puerta se volvió a abrir y entró un joven. Baracca notó algo raro en el chico inmediatamente aunque aun tardó unos segundos en darse cuenta de que era lo que no le cuadraba. La forma de moverse del joven, aunque pretendía ser desenvuelta, tenía una especie de amaneramiento que junto con el sombrero calado y la mirada baja le indicó que aquella persona era una mujer.
La joven se reunió con el desconocido y se mantuvo en silencio mientras el hombre interrogaba al posadero. Después de un diálogo y un par de monedas, el posadero dijo algo mientras le señalaba a ella.
Baracca se mantuvo bebiendo con aire despreocupado, cogiendo la jarra de cerveza con la mano izquierda mientras desenfundaba su daga con la derecha, manteniéndola escondida sobre el muslo, lista para ser utilizada.
El desconocido no se apresuró a acercarse y Baracca pudo echarle un buen vistazo. Era alto y a pesar de que intentaba disimularlo con relativo éxito, sus hombros anchos y sus miembros robustos le revelaron que aquel hombre era un guerrero curtido. Sin embargo fue su cara lo que más le impresionó, la mandíbula cuadrada, el pelo largo y negro y esos ojos claros e inquisitivos pusieron a la mujer en alerta. Ese era un hombre con el que no se debía jugar.
Los dos desconocidos bebieron sus cervezas tranquilamente esperando a que la gente volviese a llenar de nuevo la taberna. Solo cuando hubo suficiente gente para que su presencia pasase más desapercibida se acercaron con un par de cervezas.
El hombre se sentó con naturalidad frente a ella y le alargó una de las cervezas que llevaba en su mano.
—Gracias, ¿A qué debo este honor? —dijo Baracca levantando la jarra y echando un trago.
—Hola me llamo Berkin y este es mi hijo Low.
—Encantada, yo soy Baracca, ¿Qué es lo que queréis de mí? —preguntó la capitana sin rodeos mientras aferraba su daga.
—Verás, mi hijo y yo buscamos una nave que nos lleve a Gandir y el tabernero nos ha dicho que quizás seas tú la persona que estamos buscando.
—El Tormenta no es un barco de pasajeros. —respondió Baracca lacónica.
—Lo sé, pero ya he echado un vistazo al puerto y no hay muchos barcos en el muelle y el tuyo parece rápido.
—Lo parece y lo es, con viento favorable puede doblar la velocidad de un galera. —dijo ella con orgullo.
Como persona que se movía perfectamente en el filo de la navaja, Baracca siempre procuraba estar informada, así que cuando entró el agente del gobernador por la puerta le reconoció inmediatamente. Al principio no se fijo demasiado, solo le echaba una mirada de vez en cuando para tenerlo controlado. El hombre deambuló por el local con una jarra en la mano hasta apoyarse en una columna para simular interés por una partida de dados y así poder echar un vistazo al local. Todo era normal hasta que su mirada se fijó en los dos desconocidos que tenía Baracca frente a ella.
El hombre fijó la mirada en ellos y se movió ligeramente a la derecha para poder tener mejor perspectiva de ellos. Dos minutos después, cuando pareció estar seguro, salió apresuradamente del local.
—Tenemos dinero. —dijo el hombre interrumpiendo los pensamientos de la capitana. —podemos pagarte lo que quieras.
—Lo siento, pero yo solo soy una humilde comerciante y no llevo pasajeros, será mejor que esperes por otro barco que os pueda llevar.
—Por favor —dijo el joven cuya voz no hizo más que confirmarle a Baracca que era una mujer.
—Lo siento pero mi decisión es firme, no puedo llevaros —dijo Baracca aferrando con fuerza la daga— No soy la persona adecuada.
El hombre asintió y no insistió más pero tampoco se levantó de la mesa sino que continuó charlando despreocupadamente con ella. Le preguntó por la frecuencia con la que llegaban los barcos al puerto y por los funcionarios a los que era mejor evitar.
Mientras hablaban, Baracca no pudo evitar sentirse interesada por la seguridad y la inteligencia de aquel hombre. Muy a pesar suyo comenzó a verse atraída por él de una forma que nunca había sentido. El hombre pareció detectarlo y alargó la conversación esperando que su atractivo lograse ablandar a la capitana pero tras darse cuenta de que no cambiaría de opinión se despidió educadamente y ambos salieron de la taberna.
Baracca esperó tres minutos y salió tras ellos. Consciente de que aquel hombre era cauteloso y probablemente muy peligroso, fue especialmente prudente al seguirlos. Los dos desconocidos continuaron hacia los muelles.
Los rumores de que el rey estaba preparando una guerra debían ser ciertos porque la actividad en el puerto era inusualmente escasa. Además de su velero de tres palos solo había un par de barcos balleneros y unos pocos botes de pesca.
Los viajeros se acercaron a las tripulaciones de los balleneros y charlaron con algunos de ellos aparentemente con el mismo estéril resultado.
El tal Berkin echó una mirada hacia el horizonte buscando alguna nave más que le permitiese irse de allí. Finalmente se dieron la vuelta y se dirigieron al centro de la ciudad. Baracca los siguió hasta la plaza del mercado donde compraron algo de comida y poco después los veía entrar en una pequeña posada que había en la parte este de la ciudad.
Baracca se dirigió de nuevo hacia los muelles pensativa. Estaba claro que aquel hombre quería huir de la ciudad a toda costa. Además parecía que tenía dinero suficiente para pagar su pasaje, pero también sospechaba que alguien muy poderoso, probablemente el gobernador los estaba buscando y a ella no le convenía llamar la atención. Sin embargo el hombre tenía algo que hacía que Baracca no pudiese dejar de pensar en él.
—Hola Cariño. —dijo Judith al responder al móvil.
—Hola Judith —respondió Joey. —¿Qué te apetece hacer hoy?
—Hace un día precioso, podemos ir al parque un rato después de comer.
—De acuerdo.
—¿Te importa que llame a Amber? Creo que se siente un poco sola.
—De acuerdo —respondió Joey resignado.
—Estupendo, pasaremos a recogerte por la tarde. —dijo ella revelando a Joey que ya había hablado con su amiga.
Albert cerró la puerta tras él y la aseguró con una silla. Sin decir palabra se tumbó en una de las camas vestido y con cara de pocos amigos.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Nissa .
—Solo tenemos la opción de robar un pequeño barco de pesca de los que hay en el puerto e ir costeando el litoral hasta llegar a la bahía de Saana. —respondió él — No es lo ideal pero no se me ocurre otra cosa.
—Tardaremos mucho en llegar.
—Al menos una semana, siempre que los vientos y las corrientes nos sean favorables y no sé si dispondremos de tanto tiempo.
—Entonces cuanto antes nos vayamos mejor. —dijo Nissa.
—En efecto, esta misma noche intentaremos escapar —replicó Albert revolviéndose en la incómoda cama.
Esta vez solo pasaron un par de horas antes de que Guldur se enterase de que dos sospechosos habían sido vistos en la taberna del puerto. Guldur interrogó detenidamente al agente y la descripción que dio del hombre no le dejó lugar a dudas de que estaba hablando de Albert. Seguramente habían entrado en la ciudad por separado y en medio de la noche para no llamar la atención.
Ahogando un suspiro de alivio se dio cuenta de lo cerca que había estado de perderlos. Habló con el gobernador y convocó a todos los efectivos de los que disponía. Esta vez no se le iban a escapar.
En cuanto iban llegando los hombres les iba posicionando en distintas partes de la ciudad. Los que le parecieron más competentes les quitó los uniformes y los situó en distintos lugares del puerto, la única vía de escape de la ciudad.
Una vez estuvo todo preparado, el mismo se fue al puerto y armado hasta los dientes se dispuso a esperar.
Baracca salió de la taberna con un sabor agridulce. Había tenido una nueva sesión de sexo pero no se sentía satisfecha. La imagen del extranjero volvía a su mente con persistencia haciendo que el sexo se volviese amargo e insuficiente.
Acostumbrada a estar siempre en alerta enseguida detectó una actividad inusual en los muelles. Un par de hombres pescando en la oscuridad de la noche, un mendigo tan tieso que parecía haberse tragado el palo de una escoba... Por un momento creyó que todo eso era por ella pero enseguida se dio cuenta de que si la buscasen a ella ya la habrían detenido mientras se follaba a aquel niñato.
Lo pensó con detenimiento y de repente lo vio todo claro. Buscaban a los dos extranjeros. Tratando de no llamar la atención se dirigió hacia las sombras y tomó el camino de la posada en la que había visto desaparecer al atractivo desconocido.
Llegó allí en un cuarto de hora y tras unos segundos y un par de monedas en las manos de una de las camareras logró averiguar que los dos extranjeros seguían en una de las habitaciones del piso superior.
Subió las escaleras y con suma precaución, con la daga desenfundada se acercó a la puerta de la habitación y llamó con suavidad. Durante unos segundos no se escuchó nada, luego unos pasos cautelosos del otro lado.
A pesar de estar preparada, la velocidad de aquel hombre le sorprendió y en cuestión de una fracción de segundo, el desconocido abrió la puerta, se aseguró de que no hubiera nadie en el pasillo y agarrando a Baracca por el cuello la arrinconó contra la pared de la habitación mientras cerraba la puerta de una patada.
—¿Qué haces aquí? —preguntó en un susurro clavando sus ojos color gris acero en los de la capitana.
—La ciudad está tomada, hay guardias por todas partes y el muelle está infestado de gente del gobernador disfrazada. —respondió ella con la voz entrecortada.—He venido a avisaros.
—¿Por qué?
Baracca torció la boca en una sonrisa torva pero no dijo nada.
—Entiendo —dijo él soltándola. Ahora es cuando me propones un trato.
Tal como se imaginaba, las dos amigas llegaron a buscarle con el BMW de Amber descapotado. Joey cogió el ordenador y se coló en el asiento trasero con rapidez. El olor a cuero y a nuevo del coche se mezclaron con él de la hierba húmeda del exterior.
—Hola cariño —dijo Judith dándose la vuelta y estampándole un beso en los labios.
—Hola Judith, hola Amber. —saludó Joey ajustándose el cinturón.
—¿Qué opinas ahora de los descapotables? —Preguntó Amber con una sonrisa de suficiencia y arrancando sin esperar la respuesta.
El coche arrancó y se internaron en el tráfico sin apresurarse, disfrutando de la brisa primaveral. Joey, muy a pesar suyo, coincidió con la animadora que aquel coche desplazándose suavemente con la capota bajada era un delicia. Tratando de no pensar en nada, levantó la cara y dejó que los rayos de sol que se filtraban a través de las copas de los árboles le acariciasen. El parloteo de las dos jóvenes se fue difuminando hasta convertirse en un ruido sordo que se confundía con el ruido del tráfico.
—Vamos —dijo Amber aparcando el coche— No te quedes dormido.
Joey se levantó mientras las dos amigas sacaban del exiguo maletero que quedaba con el techo replegado un par de mantas y una pequeña nevera.
Extendieron las mantas bajo un gran arce y sacaron unos refrescos. Bajo la ancha copa del árbol, con los pájaros cantando y las ardillas corriendo por sus ramas, se sintieron como en una pequeña isla alejada del bullicio y las prisas de la ciudad. No hizo falta que las dos chicas insistieran mucho para que Joey abriese el ordenador y se pusiese a leer.
Realmente Baracca nunca dejaría de preguntarse el resto de su vida por qué dijo aquello, pero en ese momento le pareció la cosa más lógica que había hecho en su vida.
—Te quiero a ti. —dijo señalando a Albert sin pensar.
—No entiendo. —dijo el guerrero totalmente descolocado.
—Pero no puedes, —intervino Nissa—Albert no es ningún esclavo. Además tenemos dinero, mucho.
—Ya lo sé que no es un esclavo. Pero necesito alguien como él para mi tripulación. Es hábil y fuerte.
—¡Ni hablar! —exclamo Nissa.
—Sabes que no tienes alternativa. Yo tengo el único barco capaz de escapar de los trirremes del gobernador.
—Es un simple velero. —dijo la princesa enojada.
—El Tormenta no es n simple velero. Tiene tres palos y sus velas son orientables. —dijo Baracca con orgullo— puede navegar incluso con viento en contra y al carecer de quilla puede internarse en aguas someras donde las galeras no pueden.
—¿Y para que quieres un guerrero en tu barco? —preguntó Nissa.
—Verás niña, ¿Crees que me estaría jugando el pellejo por vosotros si fuese solo una simple comerciante?
—Es una pirata o una contrabandista. —intervino Albert.
La princesa se quedo mirando a la pirata alucinada. Siempre había tenido la imagen del gremio como criaturas violentas y mugrientas y no como seductoras mujeres jóvenes y seguras de sí mismas.
—¿Qué? ¿Hay trato? —dijo Baracca consciente de que tenía todos los ases en su mano.—el tiempo corre y debemos movernos si queréis salir vivos de aquí...
—Coño, que casualidad. —dijo Mike acercándose a ellos con su sempiterno monopatín acompañándole.
—Hola —dijeron las chicas con la voz no precisamente rebosante de entusiasmo.
—Hola Amber —dijo Mike ignorando a los otros dos y adoptando una postura casual contra el tronco del arce.— He oído que vuelves a estar en el mercado y es una casualidad porque yo también estoy libre en este momento.
—¿De veras? —Dijo la joven poniendo los ojos en blanco.
—Oye no pongas esa cara. Ahí dónde me ves gracias a la flexibilidad que me proporciona el entrenamiento domino sesenta y tres de las sesenta y cuatro artes del Kamasutra. La treinta y siete no puedo realizarla por una antigua lesión de Hockey, me falta un diente y no puedo morderte el lóbulo de la oreja mientras te doy por el culo.
Los tres se pusieron a reír con la payasada de Mike y le invitaron a una Coca Cola. Mike se sentó en la manta pero ignorando el refresco se sacó una lata de Heineken increíblemente fresca de su cazadora de cuero.
—¿Y qué hacéis? —preguntó Mike tras soltar un sonoro eructo.
—Joey estaba leyéndonos un rato —dijo Judith.
—¿La Princesa Blanca? Estupendo, me apunto. —dijo Mike arrimándose a Amber e invitándola a un trago de cerveza.
—¿Qué? ¿Hay trato? —dijo Baracca consciente de que tenía todos los ases en su mano.—el tiempo corre y debemos movernos si queréis salir vivos de aquí...
—Está bien, —accedió Albert—pero solo quedaré a tus órdenes si llevas a la joven a su destino.
—Muy bien, tenemos un trato. Ahora júralo por tu honor de guerrero.
—Está bien, juro que obedeceré tus órdenes cuando haya cumplido mi misión por mi honor de Guardia Alpino. Ahora jura que llevarás a la chica con su padre y que si no cumples con el trato que tu nave sea engullida por el Kraken. —Replicó Albert sabiendo que a lo único que podía recurrir para que un pirata cumpliese un juramento era a sus supersticiones.
—De acuerdo que el Kraken engulla a mi barco y a mi tripulación si no cumplo con este trato. —dijo Baracca escupiendo en su mano y apretando la de Albert para sellar el juramento—Ahora vámonos.
Mientras Nissa y Albert atrancaban la puerta con un armario y escapaban por la ventana Baracca bajó por las escaleras y salió como una flecha de la posada. Cuando encontró a un guardia le dijo que había visto un tipo sospechoso hospedarse en la posada y se dirigió un par de calles más allá donde le esperaban sus otros dos compañeros.
Se mantuvieron ocultos en un pequeño patio hasta que vieron como los guardias empezaban a afluir a la posada de todas partes. Cuando hubieron pasado todos, los tres escaparon del escondite y se dirigieron a los muelles.
Fue una carrera apresurada. Sabían que todo dependía de que llegasen al barco antes de que sus perseguidores se diesen cuenta de que les habían tomado el pelo y volviesen tras ellos.
Cuando Guldur recibió la noticia de que habían encontrado a Albert y Nissa en una posada del centro receló de inmediato. Envió todos los hombres de los que podía prescindir pero se quedó en los muelles con otros siete hombres para guardarle las espaldas. Si era una trampa el único destino obvio para Albert era el puerto así que dispuso a cinco hombres en la entrada norte del puerto y se quedó con otros dos en la entrada sur, la más rápida si venías del centro de la ciudad.
No tuvo que esperar mucho para ver que no se había equivocado. Dejando a los dos hombres a cubierto se adelantó y se acercó a las tres figuras que se acercaban corriendo calle abajo.
—¡Albert! ¡Por los dioses! ¡Lo has conseguido! —Exclamó Guldur sonriendo.
Las tres figuras se pararon en seco y le miraron cautelosamente.
—¡Maldito granuja! —dijo Guldur—¿Cómo has logrado llegar hasta aquí?
—Eso mismo me pregunto yo. —dijo Nissa recelosa.—¿No deberías estar vigilando los movimientos de los trasgos en el norte?
—Bueno, no sé si lo sabes, pero por culpa de tu secuestro las cosas se han puesto muy tensas entre Juntz e Irlam y el rey me envió a ver qué averiguaba. Intenté entrar en Krestan pero me resultó imposible así que me dejé caer por aquí a ver qué descubría y gracias a la diosa de la fortuna me encuentro con vosotros.
—¡Qué casualidad! —dijo Albert con la cabeza retumbando con las advertencias del arcipreste.
—¿Verdad que sí? El mundo es un pañuelo. —replicó Guldur— Pero no perdamos tiempo, tengo un barco esperando, podemos escapar ahora mismo.
—¿Y tu misión? —preguntó la atractiva desconocida que los acompañaba.
—Ahora Nissa es la prioridad, además no hay mucho más que pueda hacer por aquí.
Guldur se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección a un muelles dónde había varias chalupas amarradas. Los tres compañeros le siguieron sin mucha convicción y justo cuando estaban a mitad del muelle aparecieron los otros dos guardias por detrás dando gritos de alarma.
En ese momento Guldur se dio la vuelta y desenvainó la espada con una sonrisa torva.
—Rendiros, toda la guarnición de Noab estará aquí en pocos minutos.
Albert ya había desenvainado la espada por precaución y atacó a Guldur con ímpetu mientras Baracca desenvainaba una daga y atacaba a los dos hombres que se acercaban por detrás.
Guldur desvió con facilidad el mandoble de Albert y no cedió terreno ante él. Nissa miró aterrorizada como los hombres forcejeaban y después de un instante Guldur le propinaba un rodillazo a Albert y se volvía a separar con la espada preparada para atacar.
Albert reculó dolorido y chocó con Nissa. La joven con un movimiento rápido agarró la daga que tenía Albert en la cintura.
Guldur volvió a atacar antes de que Albert se pusiese de nuevo en guardia y le lanzó una rápida estocada directa al corazón. Con un supremo esfuerzo Albert levanto su espada y logró desviar el filo pero no lo suficiente para evitar que la punta del arma de Guldur se clavase dolorosamente en su hombro derecho.
Guldur sonrió satisfecho. Albert intentó levantar su arma pero le resultó imposible debido al dolor. Guldur atacó de nuevo dispuesto a acabar de una vez con aquella molestia, pero cuando estaba a punto de alcanzarle de nuevo con la espada, Nissa se puso ante él con las manos a la espalda.
Guldur reaccionó y se detuvo al instante confuso. En ese momento Nissa no se lo pensó dos veces y le clavó la daga en el muslo. Guldur levantó la vista al cielo y soltó un aullido de dolor. Albert aprovechó la ventaja y apartando a Nissa se lanzó sobre un Guldur enloquecido de dolor empujándole por el borde del muelle.
—Vamos. No hay tiempo —dijo Baracca que se había deshecho de los dos guardias y pasaba por delante de ellos indicando una nueva oleada de enemigos que se acercaba desde el norte.
Mientras Nissa ayudaba a Albert a subir a una chalupa, la pirata soltó amarras y maniobró con la chalupa en dirección a las luces del Tormenta.
En cuanto atracaron en Styros se fueron directamente al palacio de sus padres. Nayam entró corriendo en los jardines que tantas veces había recorrido y dejando atrás a Serpum entró en el edificio principal.
Encontró a su padre como esperaba en la el patio de las fuentes refrescando su cuerpo del intenso calor que hacía en la ciudad.
—¡Hola padre! —exclamó la joven abrazándole.
—¡Vaya! —respondió el rey complacido— No es una actitud muy digna de una reina consorte.
—¡Oh! Lo siento padre... quiero decir majestad.
Antes de que la joven reina pudiese decir nada el rey le invitó a un té helado y le preguntó por su vida en la corte de Juntz. Cuando se enteró de que iba a ser abuelo sonrió satisfecho y le hizo preguntas banales hasta que Serpum se reunió con ellos.
Mientras hablaban, Nayam sondeó a su padre y con alivió descubrió que ya había recibido sus propios informes de su embajador en Juntz y tenía cuarenta naves preparadas para unirse a la flota del rey Deor.
Sabiendo esto, Nayam no se anduvo con rodeos y le expuso la situación. El rey Accab, un comerciante hábil, le sacó un par de envíos de hierro y una tonelada de plata a cambio de una ayuda que le convenía facilitar.
Con una sonrisa y una bendición su padre les acompaño esa misma noche a la nave capitana de la flota que dirigía su hermano Taif.
—¿Llegaremos a tiempo? —preguntó Nayam observando como la impresionante flota se ponía en marcha.
—Seguro —dijo Taif con rotundidad— Solo tardaremos cinco o seis días en llegar.
—Estupendo. —dijo la reina empezando a ver un rayo de esperanza iluminando las tinieblas que los rodeaban.
—Por cierto ¿Sabes si podré ver a Nissa por fin? —dijo Taif con expectación.
—En estos momentos se dirige hacia nosotros. —respondió Nayam rezando para que fuese verdad y todo aquella locura acabase bien— Prométeme que la tratarás bien cuando la hagas tu esposa.
—¿A qué viene eso? Nissa es una joven dulce y hermosa. Aunque casi no nos conocemos se que será una buena esposa y la trataré como se merece.
—Ahora sé por lo que se pasa cuando te casas con un desconocido que además tiene grandes preocupaciones y responsabilidades. La noche de bodas fue la más terrible de mi vida hasta que el rey Deor me llevó a su lecho y me trató con sumo respeto y delicadeza. —dijo Nayam notando como se mojaba al rememorar aquella noche inolvidable— Haz que esa primera noche sea inolvidable y el resto será coser y cantar.
—Hermana, has madurado bastante desde la última vez que te vi. —dijo Taif sorprendido por los consejos de Nayam— No te preocupes tomaré nota.
Serpum siguió la conversación en un segundo plano y con una mirada divertida observó como la joven reina se dirigía apresuradamente a su camarote con una mirada de necesidad en los ojos.
En cuanto llegó al camarote cerró la puerta y suspiró contrariada. La necesidad física de tener a su rey encima de ella llenando sus entrañas con su polla era tan fuerte que notaba como su ropa interior se empapaba por momentos.
Se quitó la ropa apresuradamente y se tiró sobre la cama con la mano entre las piernas. Cerrando los ojos, recorrió su cuerpo con sus dedos empapados en los jugos de su sexo y se imaginó que eran los sabios dedos del rey los que le tocaban.
La reina ahogó un suspiro y se metió los dedos en la boca intentando imaginar lo que le rey sentiría al comerle el coño. Con la otra mano se acarició los pechos y se lo pellizcó suavemente. Los pezones se erizaron inmediatamente y todo su cuerpo tembló de excitación. Nayam se estrujó los pechos con fuerza intentando aliviar esa comezón que se hacía insufrible.
Se soltó los pechos aun con sus dedos marcados en la piel y se acarició el cuello, los costados, el vientre y el interior de sus piernas. A medida que se acercaba a su pubis notaba como su sexo se incendiaba de deseo.
Desde que se había casado, nunca había pasado un día entero sin hacer el amor con su esposo y todo su cuerpo refunfuñaba y hervía de necesidad.
Nayam abrió las piernas justo de la misma forma que las abría para su esposo y se acaricio con suavidad la vulva. Todo su cuerpo se combó a consecuencia de los relámpagos de placer. Ansiosa uso la mano izquierda para tirar de su pubis y hacer que todo su sexo se abriese y quedase expuesto como una flor.
Cerrando los ojos se chupó los dedos de la otra mano y se acarició con suavidad los labios de la vulva y el clítoris imaginando que era la lengua del rey la que los tocaba.
Nayam gimió y se acarició con más rudeza. el placer le obligó a doblarse y juntando las piernas se encogió en posición fetal sin dejar de masturbarse.
Con la respiración entrecortada se dio la vuelta y apoyando las rodillas en el colchón levantó sus caderas y metiendo las manos entre las piernas se introdujo tres dedos en el coño.
Los dedos resbalaron con suavidad en el coño húmedo y ávido de sexo después de casi una semana de espera. Nayam mordió las sabanas con fuerza para evitar gritar y fue aumentando el ritmo y la fuerza de sus penetraciones mientras que con la mano libre se acariciaba y se pellizcaba los pezones logrando un delicioso contraste.
Cada respiración era un gemido y cada movimiento un relámpago de placer. En ese momento supo lo que debía hacer y sin dejar de masturbarse se concentró.
A cinco días de navegación, el rey Deor se había acostado rendido tras un intenso día de trabajo. A medida que los años pasaban había aprendido a delegar, pero lo desesperado de la situación y la ausencia de Serpum le había obligado a desplegar un actividad extraordinaria que podía llevar a cabo pero que la final del día le pasaba factura.
Para mayor desgracia echaba de menos el cuerpo joven y cálido de Nayam a su lado. Aun no podía creerse que se hubiese enamorado de aquella joven como un maldito colegial. Trató de no pensar demasiado en ello e intentó relajarse y dormir un poco, el día siguiente sería tan largo como el que acababa de terminar.
Se tumbó y dio un par de vueltas en el blando colchón de plumas cuando notó que el ambiente de la habitación cambiaba. Un calor seco invadió la habitación y una corriente de electricidad estática recorrió su cuerpo y le puso el vello de punta.
Sin poder creerlo notó como unos labios de sobra conocidos rozaban los suyos con suavidad.
El rey abrió los ojos pero no vio a nadie. Estuvo a punto de descartar aquella experiencia como una ensoñación pero aquellos fantasmales labios le acariciaron de nuevo. Eran unos besos secos que producían un chasquido y un hormigueo semejante al que producían las descargas de estática.
Deor lo entendió por fin y dejándose llevar se desnudó y se tumbó en la cama cerrando los ojos, imaginando que su esposa estaba con el allí mismo, en cuerpo y alma.
Poco a poco los besos se hicieron más ansiosos y rápidos recorrieron su cuerpo haciendo que su miembro creciese hasta quedar duro como una piedra.
Los espectrales labios se desplazaron por su vientre y acariciaron su pene provocándole un intenso relámpago de placer. Deor se cogió la polla con la mano y se masturbó mientras aquella boca espectral chupaba y mordisqueaba su glande. No tardó más que unos segundos en correrse mientras aquellos labios se cerraban en torno a su glande y succionaban a la vez que la punta de la lengua toqueteaba la punta de su miembro prolongando el placer y los espasmos de la eyaculación.
Nayam estaba de rodillas en el suelo con los brazos sobre la cama chupando con fuerza cuando notó como su marido se derramaba con un bramido dentro de su boca. Increíblemente notó la fuerza de los chorreones de semen golpeando el cielo de su boca y el sabor de la semilla de su esposo.
En ese momento fue ella la que se sorprendió notando como unos dedos que no eran los suyos hurgaban en su bajo vientre y acariciaban su culo. Con un suspiro la joven se levantó y se agarró a las columna de madera que había en el medio del camarote.
No sabía si aquel canal funcionaría en las dos direcciones pero el rey imaginó como levantaba a la joven y agarrándola por la espalda, la abrazaba y frotaba su cuerpo contra el de ella. Una fuerte descarga de estática le convenció de que probablemente Nayam lo notara.
Sintiéndose un poco menos estúpido. Se imaginó tirando de aquel pelo negro y brillante para girar la cabeza de la joven y besarla con fuerza.
Nayam giro la cabeza y sintiendo el cuerpo de su marido contra su espalda recibió el beso violento y apresurado de Deor. Tras unos segundos notó como la boca de su rey iba bajando por su espalda y acariciaba su sexo provocándole una hirviente sensación de necesidad. Nayam se dio la vuelta y cogiéndose el culo para separarse los glúteos empezó a restregar su sexo húmedo y congestionado contra la bruñida madera de la columna.
Mientras se restregaba como una gata en celo era la boca de su rey y no la fría madera la que acariciaba su tumultuoso coño. La sensación de placer iba creciendo en ella a medida que las caricias se aceleraban. Cuando se dio cuenta Nayam estaba con los brazos hacia atrás subiendo y bajando por la redonda columna tan rápido como podía.
Con una sonrisa maligna la joven proyectó en la mente de su marido la imagen de su cuerpo desnudo, cubierto de sudor agarrado a la columna, con sus pechos proyectándose agresivos hacia delante, todos los músculos de sus piernas contraídos por el esfuerzo de mantenerse de puntillas y sus costillas marcándose sobre su piel con cada jadeo de placer.
El rey volvió a empalmarse ante la visión de aquel cuerpo que tanto deseaba y sin saber cómo agarró a la joven y levantándola en el aire la tiró en la cama de espaldas y la penetró. En ese momento la sensación fue tan real que estuvo tentado por un instante de abrir los ojos, pero se contuvo y besó todo su cuerpo disfrutando del sabor de cada poro de su piel.
Sorprendida notó como una fuerza repentina la levantaba en el aire y la tiraba sobre la cama. Nayam creyó morir de placer cuando sintió todo el cuerpo de su rey sobre ella su miembro en sus entrañas y su boca besando cada centímetro cuadrado de su piel.
La polla colmó todos sus ansiosos deseos penetrándole con fuerza y llenado todo su sexo con su calor. Nayam se dejó ir y disfrutó como una loca de aquel miembro duro y caliente hasta que un prolongado orgasmo electrificó todo su cuerpo cortando hasta su respiración.
Deor siguió empujando aquel cuerpo felino, sudoroso y agarrotado por el placer hasta eyacular en su interior estrujado por las salvajes contracciones de aquella encharcada vagina.
Jadeando con fuerza, se tumbó boca arriba en la cama y se relajó con la dulce voz de su esposa resonando en su mente. "Voy hacia ti mi amor"...
—Buff no se vosotras chicas, pero yo tengo una intensa necesidad de echar un polvo. ¿Hace una pequeña orgía? —dijo Mike con a voz ronca guiñando un ojo a Amber.
—Antes prefiero masturbarme con un bate de beisbol erizado de clavos. —replicó Amber poniendo cara de asco.
—¡Joder tía! no me digas eso que me lo imagino y me pongo cachondísimo. —dijo Mike con la única intención de picarla.
—Vamos, si no llegaremos tarde al comedor. —dijo Judith cortando la conversación y evitando que llegase la cosa a mayores. Chao Mike.
—Hasta luego chicas pasadlo bien, y tú, colega, intercede por mí, sabes que no soy tan mal tío.
—Vale, vale, pero a cambio procura no pelártela como una mona toda la noche. —replicó Joey divertido.
—Ese tío es un cerdo —dijo Amber.
—No te equivoques con él, —dijo Joey subiendo al coche— entiendo que no te guste su forma de ser pero es un amigo leal y es el tipo más divertido que conozco. Nunca está de mal humor. y no guarda rencor a nadie.
—Será todo lo que quieras pero no es como tú. —dijo Amber.
Aquella afirmación tan rotunda casi dejó a Joey sin aire. Esperó que Judith estallase y se produjese una desastrosa pelea pero las dos chicas se limitaron a intercambiar unas miradas cómplices que dejaron a Joey totalmente descolocado.
Guía de personajes:
Reino de Juntz.
Rey Deor II: Soberano de Juntz.
Eldric: Único hijo varón del rey Deor. Príncipe heredero de Juntz. Prometido con Nayam de Gandir.
Nissa: La hermana de Eldric. Prometida con Taif príncipe heredero de Gandir.
Serpum: Conocido en la corte de Juntz como el arcipreste. Preceptor de los hijos del rey y fiel amigo y consejero del soberano. Tiene un oscuro pasado que solo el Rey Deor conoce.
Coronel Magad : Jefe de los Guardias Alpinos La élite del ejército de Juntz
Almirante Stallion: comandante de la flota de Juntz
Albert: Miembro de la Guardia Alpina y guardaespaldas de Nissa.
Guldur: Compañero de Albert en la Guardia y guardaespaldas del príncipe Eldric.
Fugaz: Caballo del príncipe Eldric.
Reino de Gandir.
Accab I: 2º rey de la decimotercera dinastía de Gandir.
Taif: Primogénito del rey Accab y heredero al trono de Gandir.
Nayam: Princesa de Gandir.Primera hija de Accab. Prometida al príncipe heredero de Juntz y tras su muerte del rey Deor.
Reino de Irlam
Senabab: Rey de Irlam.
Yamín: Gran visir del rey.
Kondra : Madame del prostíbulo más lujoso de Senabab.
Swich : Espía de Juntz en Veladub.
Nesgar: Posadero ladrón y traficante de seres humanos en Veladub.
Vulk: Cómplice y guardaespaldas de Nesgar .
Amwar: Supremo sacerdote de Veladub.
Piratas
Baracca: Capitana del Tormenta.
Moser: Lugarteniente de Baracca y contramaestre del Tormenta.
Algún lugar en la costa oeste de los EEUU
Joey: estudiante y autor de la princesa blanca. Enamorado de Amber.
Amber: Jefa de las animadoras.
Sres. Kingsey : Padres de Amber.
Johnny: Novio de Amber y quarterback del equipo.
Mike: Mejor amigo de Joey y loco del skate.
Judith: Amiga y compañera de Joey desde la infancia.
Robert y Nora Rosen: Padres de Judith.
Srta. Freemantle: Profesora de química en el instituto dónde estudia Joey .
Lisa: Madre de Joey.
He colgado un mapa de los tres reinos en esta URL por si queréis consultarlo. Lo hice para mi propio uso a la hora de escribir la historia, así que no esperéis una obra de arte.
[URL=http://www.subirimagenes.com/otros-mapaprincesablanca-8904614.html][IMG]http://s2.subirimagenes.com/otros/previo/thump_8904614mapa-princesa-blanca.jpg[/IMG][/URL]