La princesa blanca 13
Joey tiene un ataque de priapismo
13
Al día siguiente Joey despertó con una tremenda erección. Los acontecimientos de la noche anterior le habían dejado una mezcla de placer e insatisfacción que nunca había experimentado.
Hola cariño, —Dijo su madre entrando en la habitación sin llamar, como todos los sábados por la mañana.
Joey se dobló rápidamente para disimular su erección pero no se acordó de los sucesos de la noche anterior y cuando enterró la cara en la almohada ya era demasiado tarde.
—¡Pero por Dios! —exclamó su madre — ¿Qué te pasó anoche? ¿Te peleaste? ¡No tomarías drogas! ¿Verdad?
—Mama por favor, —le interrumpió Joey antes de que cogiese carrerilla— solo fue un malentendido y nadie resultó herido.
—Entonces, ¿Qué es lo que tienes en el ojo ? ¿Maquillaje?
—Te lo repito, no es nada. En una semana estaré perfectamente.
—Tienes que decírselo al director del instituto. —dijo su madre enfadada—Esos animales no se van a salir con la suya...
—Mamá, déjalo ¿Quieres? Te aseguro que no hay ningún problema. —dijo Joey deseando que fuese verdad— Además tenías razón, me lo pase muy bien anoche.
—¿De verdad? —Preguntó ella por fin distraída de su cruzada contra la violencia— Vi la foto que me mandaste desde la casa de Judith. Estabais adorables. Judith es una jovencita muy hermosa.
Las últimas palabras de su madre le recordaron las caricias que se habían prodigado la noche anterior Judith y él y una nueva erección le obligó a doblarse sobre si mismo mientras su madre, a su lado, inspeccionaba detenidamente el ojo.
—Ahora descansa un poco y tómate un antiinflamatorio después del desayuno. —dijo su madre revolviéndole el pelo y besándole la frente como si aun tuviese seis años— Por la tarde quiero que limpies y ordenes esta leonera.
—Vale mamá —dijo Joey dándose la vuelta y disfrutando del roce de su pene erecto contra las sábanas.
Una vez estuvo seguro de que su madre no volvería, Joey se masturbó y aunque sintió cierto alivio, la ansiedad y la excitación no desaparecieron.
Desayunó rápidamente y se tomó un par de pastillas que sirvieron para bajar la inflamación del ojo pero no la de la entrepierna y como no tenía nada que estudiar decidió ponerse a escribir un rato para distraerse.
El minotauro le sacaba la cabeza a Albert y enarbolaba una maza gigantesca con una facilidad pasmosa. Con cada movimiento Nissa veía como sus enormes músculos se contraían dándole un aspecto formidable. En la arena, Albert esquivaba los poderosos ataques de la bestia e intentaba herir el cuerpo del minotauro apenas protegido por un taparrabos de cota de malla.
El minotauro lanzó un nuevo ataque y esta vez Albert tuvo que tirarse al suelo para esquivarlo. Rodó sobre si mismo y apoyando una rodilla en tierra se irguió lo suficiente para introducir su espada por debajo de la guardia de la bestia y herirla en el muslo derecho.
El minotauro gritó con furia, pero aparte de la exclamación de dolor, el gigantesco guerrero no dio ninguna otra muestra de debilidad.
Albert se puso finalmente en pie y comenzó de nuevo con su táctica de acoso, esquivando, golpeando y retirándose, una y otra vez. Pasaba el tiempo y el ímpetu del oponente no disminuía. Nissa comenzó a ver en Albert signos de cansancio. Los golpes que antes pasaban desviados por más de un palmo ahora Albert los eludía por cuestión de milimetros.
Sabiendose en inferioridad Albert intentó un último movimiento desesperado. Con paciencia esperó un nuevo ataque del minotauro y cuando la maza paso silbando más cerca que nunca de su cabeza apostó el todo por el todo y amagando una ataque por la derecha, cambio la espada rapidamente de mano e intentó ensartar el costado izquierdo de la bestia.
El movimiento fue perfecto, pero el cansancio de Albert hizo que fuese un poco lento, lo justo para que el minotauro se moviese y la espada pasase por su lado abriendole un doloroso pero inofensivo tajo en el costado. Y esta vez la bestia no perdió el tiempo con lamentaciones, sino que con un movimiento de barrido impacto con su maza en el cuerpo desprotegido de Albert.
Con horror Nissa vio como Albert volaba por los aires y caía a cinco metros de distancia a consecuencia del potente impacto.
Albert se levantó desorientado y agarrandose el costado con evidentes signos de dolor. La bestia no le dio respiro y soltando la maza bajo la cabeza y embistió a Albert con todas sus fuerzas. Los cuernos del minotauro atravesaron la cota de malla de albert y se clavaron profundamente en su cuerpo.
Haciendo una exhibición de su fuerza el minotauro tensó todos los musculos de su poderoso cuello y ante la mirada fascinada del público levantó a Albert en el aire. Poco a poco el cuerpo de Albert fue ensartandose más profundamente en la cornamenta de la bestia sangrando profusamente y bañando al minotauro, que no dejaba de emitir poderosos mugidos de triunfo con su líquido vital.
Aún reverberaban en el circo los poderosos mugidos de la bestia cuando los monjes llevarón a una Nissa totalmente desolada a una habitación espléndidamente decorada.
Al ver aparecer al minotauro, con el cuerpo aun cubierto por la sangre de Albert, Nissa se puso a temblar de miedo. La bestia sonrió torvamente ante la visible angustia de la princesa y se quitó el taparrabos dejando a la vista su miembro erecto.
—Soy Ox y tú eres mi premio. —dijo con un mugido cargado de testosterona.
Era una bestia enorme. Media cerca de tres metros de alto y tenía una cara tosca y achatada con una boca grande y una nariz corta y muy ancha. De sus sienes partían unos cuernos de mas de un metro de longitud y al menos cuatro pulgadas de grosor en su base. Su cuello era casi tan grueso como su cabeza y estaba recubierto de un pelo corto, oscuro y rizado que no impedía ver los poderosos musculos que los conformaban. El resto del cuerpo parecía mas humano aunque estaba tremendamente musculado.
Sin más miramientos se acercó a Nissa y le arrancó la fina túnica a tirones. El minotauro se acercó babeando y acarició con rudeza su cuerpo desnudo. La mezcla de aromas a sudor y sangre que emanaba de aquella bestia le provocó a Nissa una arcada que apenas pudo contener.
Con un tirón del pelo la obligó a arrodillarse y le metió la polla en la boca. El miembro no era muy largo pero era tan grueso que Nissa notó como la piel de sus labios y sus mandíbulas se tensaban dolorosamente al máximo para poder acogerla. La bestia, ignorando los esfuerzos de Nissa, empujó con un mugido en el interior de la boca de la joven mientras se acariciaba unos testiculos del tamaño de naranjas.
Con una carcajada, el minotauro se apartó y lanzó a la joven sobre la cama. Antes de que pudiese hacer nada, el minotauro metió la cabeza entre sus piernas y comenzó a lamer su sexo. Nissa se agarró a los cuernos cerrando las manos entorno a sus puntas par evitar que la bestía le ensartara sin querer con ellos.
Poco a poco su cuerpo fue despertando con las rudas caricias de la bestia. El minotauro lo notó y chupó y mordisqueó con más fuerza arrancando a la joven gemidos de dolor y placer al mismo tiempo. Había estado tan cerca... unos centimetros más a la izquierda y el hombre que estaría encima de ella sería Albert, el Albert que la trataba con extrema consideración, el Albert que la amaba y no aquella bestia inmunda...
La polla del minotauro entrando en su estrecha y virginal vagina y rompiendo su himen, la saco de sus pensamientos. A pesar de su horror no pudo evitar mirar como la gruesa polla de aquella bestia entraba y salía de su sexo provocandole un intenso placer.
Cuando se dio cuenta estaba gritando y arañando el torso de la bestia bañado en sudor y sangre. Los movimientos se hicieron más rapidos y el minotauro finalmente eyaculó en su interior llenando su coño con su semen hasta hacerlo rebosar.
Aun insatisfecho el toro agarró a la joven y dándole la vuelta la puso a cuatro patas y la penetró. Mientras la bestia empujaba en su interior, Nissa pudo ver en uno de los espejos de plata que adornaban la estancia como un ser gigantesco follaba a una joven envolviendola con su enorme cuerpo y haciendola temblar con su enorme peso en cada empujón. El sudor de la bestia mezclado con la sangre de Albert caía sobre la joven que gemía y jadeaba arrasada por el placer contra su voluntad. Finalmente no se pudo contener más y el orgasmo le asaltó. El toro siguió embistiendo insensible, golpeando con sus gigantescos huevos el pubis crispado de la joven hasta que sacó su polla y eyaculó soltando interminables chorreones de semen sobre el tembloroso culo y las piernas de la joven.
El semen chorreaba por su piernas, el sudor de la bestia y la sangre de Albert lo hacian por su cuerpo jadeante y las lágrimas de desconsuelo y terror por el futuro que le esperaba corrían por su cara...
Nissa despertó con un grito de angustia y tardó un par de minutos en darse cuenta de que estaba en un carro camino de Ahab y no bajo el pesado cuerpo de un minotauro.
—¿Te ocurre algo? —preguntó preocupado el acólito que hacia guardia a su lado.
—No, solo ha sido una pesadilla. —dijo ella cuando se despejó finalmente.
El monje asintió con un gesto, pero ella deseosa de alejar las imagenes del sueño le pidió al monje que le contasse algo más sobre su religión y sobre el Tannit.
—Hola Amber —dijo Joey interrumpiendo la escritura para coger el teléfono al segundo timbrazo.
—Hola Joey. Siento lo de anoche. ¿Estás bien?
—Bueno, dadas las circunstancias no puedo quejarme. Creo que tu novio estaba dispuesto a romperme todos los huesos del cuerpo.
—Lo siento —dijo ella con un hilo de voz— me temo que fue culpa mía. Cuando nos coronamos le dije medio en broma medio en serio que ahora debía tratarme como una reina. Johnny no lo entendió y cuando le eché en cara que solo se preocupaba de él se cabreó. Yo, para hacerle daño, le dije que tú follabas mejor que él y entró en cólera. A pesar de todos mis intentos por retenerle no me escuchó y salió a partirte la cara.
—Genial. ¿Por qué tienes que ser tan retorcida?
—Solo quería hacerlo reaccionar.
—Y lo conseguiste, mi ojo puede dar fe.
—Lo siento de veras. De todas maneras no tienes nada que temer. He hablado con él y le he dicho que tú nunca hablaras de ello a nadie y que si vuelve a tocarte lo dejaré para siempre.
—Esperemos que haya suerte y el lunes se le haya pasado el cabreo.
—No te preocupes. Se lo he hecho jurar.
—Vale, te creo. —Dijo Joey no del todo convencido.
—Espero que no me guardes rencor. No sé por qué todo lo que toco lo destrozo. —dijo la joven suspirando— ¿Por qué tengo que ser tan mala?
—No eres mala. —dijo Joey un poco triste por la situación de Amber—Lo que pasa es que no sabes lo que quieres. Deberías sentarte y hacer una lista de prioridades en tu vida. Y sobre todo ponerte de vez en cuando en la piel de los demás.
—Quizás tengas razón. Lo pensaré.
—No lo pienses, hazlo. Y ahora si no tienes nada más que decir...
—Solo que lo siento. Después de lo que me has dado siento que yo solo te he dado quebraderos de cabeza. Gracias por escucharme Joey, nos vemos en clase.
—Chao Amber —dijo Joey cortando la comunicación.
Finalmente Albert tuvo que arrastrar la canoa durante toda un día para poder llegar al río Dontes y aun necesitó arrastrarla unas cuantas horas más hasta que el río tuvo suficiente caudal para poder botarla.
Las tierras de labor pronto dieron paso a un bosque de vegetación cada vez más espesa. el río corría estrecho y turbulento rodeado por una pared de oscura vegetación. La canoa avanzaba rápido, a veces hasta demasiado veloz para poder controlarla y el segundo día cuando la cascada apareció como por ensalmo Albert no pudo hacer nada para detener su avance. Albert, canoa e impedimenta cayeron por la cascada. La canoa se rompió en mil pedazos y Albert consiguió milagrosamente escapar de los remolinos producidos por la caida de la imponente masa de agua.
Tras unos minutos nadando contra la corriente que amenazaba con estamparle contra las rocas logró llegar a un remanso y poner el pie en la orilla.
Se sentó e hizo inventario de lo que le quedaba. Había perdido la canoa y casi toda la comida que llevaba en los sacos de frutos secos. Le quedaba la espada, y la mochila que afortunadamente llevaba siempre atada a la espalda, el mapa que había sacado momentos antes del desastre y que milagrosamente no había soltado, un puñado de nueces Kota y un trozo de pedernal que siempre llevaba colgado al cuello.
Examinó el mapa y vio con sorpresa que debía tener algún tratamiento especial que repelía la humedad. Más sorprendido se quedo aún cuando en el lugar vacío donde debía haber estado la cascada comenzaba a dibujarse nítidamente el perfil del accidente geográfico.
Había oido hablar de esos mapas que se modificaban con los conocimientos de aquel que los portaba pero pensó que eran leyendas de viejas y hasta aquel día nunca les había dado crédito. Serpum era una caja de secretos, si lograba volver a Juntz el anciano ya no volvería a ser el mismo a sus ojos.
Se desnudó y escurrió sus ropas y se disponía a hacer un fuego para secarlas cuando el ruido de criaturas que se acercaban al galope le hicieron cambiar de opinión. Rápidamente recogió todo sus pertenencias y borró sus huellas lo mejor que pudo.
Atraído por el ruido se se dirigió de nuevo hacia la cascada y cuando estuvo casi en el borde eligió un frondoso roble para tener una buena panóramica del lugar sin tener que revelar su posición.
Se encaramó a una horquilla ancha y relativamente cómoda y cuando dirigió su mirada a la cascada casi se cayó del árbol de la impresión.
Ante él, en la laguna que había esculpido la violencia del agua sobre el terreno, dos centauros, macho y hembra, retozaban en la parte menos profunda.
Albert se quedó extasiado observando a las dos criaturas. El macho tenía el cuerpo de un caballo pequeño y del pecho emergía un torso musculoso. Tenía la tez morena, y una melena larga negra junto con una barba larga y tambíen oscura le daban un aspecto leonino. Sus ojos oscuros y profundos estaban fijos en el cuerpo de la joven centaura.
El cuerpo de la hembra era más pequeño y gracil. Su torso era menos peludo y sus pechos eran pequeños y turgentes, con unos pezones grandes y erectos. Ambos iban totalmente desnudos salvo por sendos arcos y carcajes que llevaban cada uno y que no se quitaron en ningún momento.
Durante unos minutos se limitaron a correr el macho detrás de la hembra por la parte más somera de la laguna. Agotada y jadeante la joven centaura se paró en la orilla. El macho se acercó a su grupa y le acarició la vulva con sus labios. El cuerpo enteró de la centaura se estremeció y la vulva palpitó varias veces. La centaura resopló y movió sus cascos excitada por la caricia mientras el macho levantaba la cabeza y se deleitaba con el aroma a hembra en celo.
Albert se maravilló ante el cortejo que siguió a continuacion. Con la cola enhiesta y el tronco recto el macho comenzó un trote pausado alrededor de la hembra bajando la cabeza a la vez que subía los cascos delanteros. Finalmente se puso ante ella y apoyandose en sus potentes cuartos traseros elevó el resto de su cuerpo. La joven centaura admiró a su compañero corcovear y poniéndose frente a él le imitó. Tras unos segundos la joven hembra volvió a apoyar sus patas sobre el suelo y dándose la vuelta le dio la espalda al macho que inmediatamente se acercó a ella con el miembro erecto.
La hembra fingió ignorarle, pero por el rubor de su cara Albert pudo ver que estaba tan excitada como el macho.
El macho resopló y le acarició el interior de los cuartos traseros a la centaura con sus patas delanteras una última vez justo antes de subirse encima de ella. La centaura con una sonrisa pícara se alejó obligando a su compañero a apoyar de nuevo las cuatro patas en el suelo. Él, consciente del juego, volvió a acercarse y repitió el cortejo con paciencia hasta que la hembra tan excitada como él se dejó montar.
El miembro del centauro entró con facilidad en el sexo de la centaura y comenzó a bombear a la vez que acarciaba la espalda y el cuello de su compañera con las manos. La centaura se quedó quieta, recibiendo la polla del macho con gemidos y jadeos.
Finalmente Albert vio como el cuerpo del macho se quedaba rigído y eyaculaba en el interior de la joven centaura mientras le mordia suavemente el cuello. Con un suspiro el joven centauro desmontó y acercandose a la joven hembra le cogió la cara y le dio un largo beso.
Albert intentó moverse un poco a la derecha para poder tener una mejor perspectiva de los dos amantes sin darse cuenta de que estaba apoyando todo su peso sobre una rama podrida. Con un crujido la rama se rompió y Albert perdió el pie. Alargando instintivamente el brazo derecho consiguió agarrarse a una rama a cuatro metros del suelo; pero ese solo fue el primero de sus problemas. Los centauros advertidos por el estrepito montaron sus arcos en un santiamen y cuando Albert miró al suelo vio a las dos criaturas apuntándole.
Tras el último parrafo Joey se estiró y comprobó que seguía empalmado. Cerró los ojos y pensó como continuar el relato... Solo se le ocurrían escenas de sexo.
Excitado entró en la ducha y se masturbó. Salió del baño más relajado y creyó que por fin podría concentrarse pero justo en ese momento llamó Judith.
—Hola Judith —saludó Joey notando como volvía a empalmarse.
—Llamaba para preguntarte cómo te encuentras.
—Bien, parezco medio oso panda pero creo que los daños no serán perma, perma, permanentes.
—Eres un idiota. —dijo Judith riendo— Por eso lo paso tan bien contigo. Quiero que sepas que anoche me divertí mucho.
—Yo también lo pasé muy bien. Ya sé que en estos momentos no soy el tipo más atractivo del mundo pero ¿te apetecería ir a tomar algo esta tarde?
—Estupendo, estaba a punto de proponertelo yo pero como te has adelantado tú invitas. —respondió ella.
—Entonces no esperes mucho porque he gastado casi todo el dinero que me quedaba en antiinflamatorios. —replicó él siguiendo con la broma— ¿Te parece bien que pase a buscarte a eso de las cinco?
—Perfecto, a las cinco estaré preparada. Chao.
Joey colgó emocionado por la perspectiva de volver a verse con judith pero a la vez preocupado por su polla de nuevo erecta por los recuerdos de la noche anterior.
Su madre le había dejado la comida y se había ido a trabajar. Joey calentó la comida en el microondas y comió tan rápido como pudo para poder volver a coger el ordenador.
El Palacio de las Nubes lucía espléndido para el acontecimiento. En todas las torres lucían los gallardetes de las dos casas que se iban a unir con el enlace y todos los rincones del edificio habían sido limpiados escrupulosamente y adornados con flores y brocados.
El patio central del palacio fue el lugar elegido para la ceremonia. Suntuosamente decorado como el resto del edificio los sirvientes habían estado trabajando sin descanso para levantar un templete donde tendría lugar la ceremonia.
El día amaneció espectacular. La mañana era fresca pero el sol pronto templó el ambiente brillando con fuerza haciendo que por la tarde, cuando se acercaba la hora de la ceremonia, el rey Deor se felicitase por haber ordenado en el último minuto que se colocasen unas lonas para proporcionar sombra a los asistentes.
Desde lo alto de la plataforma El rey pudo ver que todas las personas que eran alguien en el reino de Juntz, junto con un buen numero de habitantes mas modestos se habían reunido para ser testigos de su enlace. Observó los rostros y solo vio en ellos emoción y alegría. Eso le ayudó a superar la melancolía que sentía al saber que era su hijo el que debería estar en su lugar.
Nayam, como cualquier novia que se preciase, se hacia esperar y el rey se adelantó y saludó a la multitud para evitar que la gente se impacientase. Todos los asistentes aplaudieron y vitorearon como un solo hombre haciendo que el rey se sintiese querido y admirado. Esa cálida sensación ayudó a Deor a apartar sus negros pensamientos y sonrió satisfecho.
Cuando volvió a retirarse hecho un ultimo vistazo al escenario de su boda. En el centro había un altar cargado de flores frente al que esperaba el sacerdote que les desposaría ante los dioses. En la esquina derecha, como la constante que siempre había sido en su vida, estaba Serpum vistiendo una discreta túnica gris y mostrando una actitud adusta e indescifrable, acompañado de una pequeña selección de cortesanos que harían de testigos del enlace.
Tras el altar había varios monjes y sacerdotisas, uno por cada uno de los dioses que formaban parte del panteón de Juntz .
En el otro lado, la embajada de Gandir que había acompañado a la joven princesa junto con algunos nobles ciudadanos de Gandir que se encontraban en el reino de Juntz por negocios o por placer y que habían tenido la suerte de econtrarse allí por esas fechas hablaban en murmullos, emocionados por participar en la ceremonia.
Los clarines se alzaron y sonaron formando un pasillo de metal y sonido por el que apareció la joven princesa portando un vestido blanco de seda salvaje y un largo velo que dos pequeños pajes se esmeraban en mantener lejos del suelo.
Los ojos oscuros y acaramelados de la joven brillaban de emoción. Avanzó con solemnidad por la alfombra de pétalos de rosa y subió al estrado con una sonrisa.
El rey le ofreció la mano y juntos se colocaron frente al sacerdote que oficiaría el rito.
La ceremonia fue corta. El sacerdote hizo un pequeño discurso y les deseó a los contrayentes un futuro lleno de felicidad mientras el rey mantenía en alto la mano del princesa que temblaba como las alas de una mariposa. Deor tragó saliva y esperó que el temblor fuese más por la emoción que por el miedo.
En el acto final de la ceremonia el rey le ciñó a la princesa la corona haciéndola reina consorte de Juntz y con un gesto emocionado besó por primera vez los labios suaves y arómaticos de la joven. El contacto fue suave y corto interrumpido por las aclamaciones de los asistentes.
Los esposos se dieron la vuelta y saludaron a la multitud que les vitoreaba y tras unos minutos se retiraron para celebrar el banquete.
Todo había sido organizado a la perfección y mientras en el interior, en el amplio salón de baile, se celebraba un banquete para las personas más insignes de ambos reinos, en el exterior se montaron rapidamente unos espetones con abundante carne y se espicharon varios toneles de vino y cerveza para que el pueblo también pudiese celebrarlo.
La cena pasó en un suspiro y los nuevos esposos apenas tuvieron tiempo de hablar. Nayam aguantó con temple las efusivas muestras de cariño y admiracion de los asistentes que se mostraban cada vez mas achispados a medida que el vino y el aguardiente corría por la mesa. Tanto el rey como ella bebieron y comieron poco, preocupados porque todo el mundo se divirtiese.
Pasada ya la medianoche, los esposos se levantaron de la mesa y ante los gritos de ánimo y las bromas procaces de los asistentes se retiraron al tálamo nupcial.
El rey cerró la puerta tras él y al fin se quedaron solos. Nayam llevaba el mismo vestido que durante la ceremonia conla excepción del incómodo velo. El rey se acerco a la joven y le acarició el pelo suave y brillante.
—No es necesario que nos acostemos esta noche. Se que probabemente estarás muerta de miedo y no quiero que este día sea un mal recuerdo...
—Mi señor —dijo ella quitándose la corona y depositándola en un aparador— he sido preparada para este día desde que nací. Pero gracias por ser tan atento.
La joven se acercó a su rey y esposo y poniendose de puntillas le beso suavemente en los labios. El respondió abrazándola y devolviendole el beso. Los labios de la joven eran gruesos y suaves y su boca y su lengua eran cálidas y dulces. Un deseo, que creía muerto con la desaparición de su anterior esposa, comenzó a emerger de lo más profundo del alma del rey.
Queriendo demostrar su fuerza como un adolescente enamorado cogió a la joven en brazos y la llevó por la antesala de sus aposentos hasta depositarla con delicadeza en el lecho nupcial. La joven suspiró y se retorció hábilmente con la intención de estimular aun más el deseo en el hombre.
Nayam se dio la vuelta sobre la cama y apartó su pelo para dejar a la vista los complicados cierres del vestido de boda. Deor se acercó a ella y acarició el suave tejido empezando por las piernas, pasando por el culo redondo y turgente de la joven para terminar en su espalda.
Poco a poco, con deliberada lentitud fue soltando los numerosos botones, aprovechando para besar y acariciar cada porción del cuerpo de la joven que quedaba a la vista.
Nayam comenzó a comprobar con alivió como su cuerpo se excitaba ante las hábiles caricias de su esposo.
—Espero no ser demasiado rudo.—dijo el rey dubitativo— Hace mucho tiempo que no hago esto.
—Tiene unas manos muy suaves mi señor —dijo la joven incorporandose un poco y mirándole para que el hombre pudiese ver la sinceridad en sus ojos.
A la vez que calmaba al hombre, giró la cabeza para mirar al rey a los ojos viendo en el fondo de estos un revoltijo de emociones en las que se mezclaban sobre todo el deseo y la inseguridad pero de las que había desaparecido por primera vez en todo el día la preocupación por su hija y por la seguridad de su reino.
Cuando el rey hubo terminado de quitar lazos y corchetes la joven se levantó y dejó que la prenda resbalase a sus pies descubriendo un cuerpo joven y una piel suave color caramelo.
El rey se acercó y acarició los senos de la joven que respondió suspirando excitada pero no se movió. El rey dio una vuelta a su alrededor observando sus pechos grandes y enhiestos con los pezones oscuros, su vientre liso y suave sus caderas amplias su culo redondo y delicioso y sus piernas esbeltas y brillantes por los afeites. Poco a poco el bulto que asomaba en la túnica del rey fue creciendo y al verlo la joven al fin rompió su inmovilidad y se acercó a su esposo con una sonrisa tranquila.
Con manos expertas le ayudó a quitarse túnica y calzones hasta que quedó totalmente desnudo. La joven acarició el miembro erecto del rey y le miró a los ojos percibiendo como iba creciendo en él la lujuría.
Siguió acariciando unos instantes aquel miembro duro y caliente, el primero y probablemente el único que tocase en su vida y arrodillándose se quedó parada ante él.
La joven lo acercó a sus labios y lo besó con dulzura. El miembro respondió saltando entre sus manos con rudeza.
La joven no se asustó. Le habían enseñado todo lo que debia saber sobre como hacer feliz a un hombre en la cama. Cerró los ojos y se metió la punta del pene de su esposo en la boca.
Tal como le habían enseñado las concubinas de su padre, chupó suavemente la punta y recorrió el nacimiento del glande con la lengua. El rey se puso rígido y soltó un gemido de satisfacción. Cada vez más segura de si misma, la joven empezó a meter y sacar la polla del hombre de su boca a la vez que chupaba con fuerza hasta que le monarca tuvo que apartarla para no correrse en su boca.
El rey se agachó y ayudó a la joven a incorporarse para a continuación darle un beso largo y húmedo en el que descargó todos las ansias de sexo largamente aplazadas.
Nayam se apretó a aquel desconocido respondiendo a su beso salvaje y apretando su cuerpo joven contra el cuerpo duro de su esposo.
Deor deshizo el beso finalmente y apartando el pelo revuelto de la cara de la joven miró sus ojos oscuros y su boca jugosa y anhelante. Acarició su cara y su cuello y fue bajando poco a poco por sus costados disfrutando de la suavidad de su piel color caramelo. Con suavidad le acaricio los pechos y la fue empujando hacia el lecho hasta que quedó tumbada y desnuda ante él.
La joven sintió por primera vez un poco de vergüenza y trató de cerrar las piernas. El rey se agachó y con besos y caricias le obligó a separarlas nuevamente.
Cuando se dio cuenta, Nayam tenía la cabeza de su soberanso entre sus piernas acariciando y besando sus sexo con su lengua y sus labios. La joven notó como su coño crecía, se humedecía y se calentaba creando oleadas de placer que hacian imposible contener sus gemidos.
Ojalá hubiese sabido lo que sabía ahora cuando desfloró a su primera esposa. Mientras la joven que tenía en sus labios se retorcía y gemía desesperadamente preparada para acogerle recordo la sensación de verguenza y desconcierto que atenazó a su primera esposa la primera vez que yacieron juntos.
Deor no esperó más y la penetró. El coño de la joven se dilató y se adaptó a la forma de su pene. Notó una leve resistencia que venció con un golpe seco y rápido. La joven se puso tensa unos segundos pero el dolor dio rápidamente paso al placer y la joven se agarró con fuerza al torso de su esposo disfrutando de cada arremetida.
El placer y la sensacion de plenitud que sintió Nayam al tener al rey dentro de ella fue tal que no tardó en correrse. Todos los nervios de su cuerpo hirvieron y se paralizaron mientras su esposo seguía embistiéndola cada vez con más fuerza y más rápidamente.
Deor no pudo contenerse y eyaculó en el interior de la joven. Se sentía tan pletórico que agarrando el liviano cuerpo de la joven la dio la vuelta y volvió a penetrarla, la joven gimió y le animó con palabras de amor y sumisión que le enardecieron aun más.
Los cuerpos de ambos se entrelazaban, se empujaban y sudaban. Nayam se giraba y trataba de besar y morder a su esposo, Deor respondia explorando el espectacular cuerpo de la joven, sobando sus pechos y su culo, pellizcando sus pezones y tirando de sus miembros para obligarle a adoptar posturas imposibles.
Con un rugido casi animal el rey volvió a correrse en el interior de la joven reina y siguió empujando casi agotado hasta que notó como la joven gritaba y su cuerpo se retorcía atenazado por los relámpagos del orgasmo.
Nayam se quedó quieta, disfrutando del peso de su esposo mientras notaba su vagina repleta de la semilla hirviente de su esposo. La música y los gritos les indicaba que la fiesta se prolongaba en su ausencia. El rey se apartó con su miembro ya flacido y se tumbó jadeante a su lado mientras ella rogaba a la Diosa Bruin que una nueva vida arraigase en su cuerpo.
Llegó a la cita tan puntual como un reloj suizo pero Judith ya le estaba esperando a la puerta de su casa. Le dio un rápido beso en los labios intentando disimular su excitación y entraron en el coche.
Al llegar a la cafetería pensaron en tomar algo allí mismo pero el ojo morado de Joey empezó a llamar la atención inmediatamente asi que prefirieron pedir un par de capuchinos para llevar e ir a tomarlos al parque.
No llovía pero lo había hecho durante toda la mañana con lo que el suelo estaba totalmente empapado y no tuvieron más remedio que sentarse en un incómodo banco despues de haberlo secado con un periodico que encontraron en la papelera.
Con la excusa de no mojarse los vaqueros Judith acomodó su cuerpo encima de el de Joey y empezó a comerselo a besos.
—¡Hola tortolitos! —les interrumpió Mike tan oportuno como siempre.
—Hola Mike ¿Qué tal?—Respondió Joey de mala gana.
—Veo que lo que dicen por ahí es cierto...
—¿Y qué es lo que dicen? —le interrumpió Judith intrigada.
—No mucho. Que Johnny intento matar a Joey en el aparcamiento del instituto. Que tú te ganaste una bonita sombra de ojos. Que Ronny, el amigo de Johnny, puede ver el suelo a través de su empeine y que Johnny atravesó con la cabeza la ventanilla de una Ford F150.
—¿De veras le empujé tan fuerte? —preguntó Joey con incredulidad.
—No, la realidad es que tiene la cabeza tan dura como el cemento armado. —respondió Mike sentándose a su lado— ¿Me das un beso a mi también, Judith?
Judith no respondió y se limitó a darle un guantazo desganado
—Pensé que como al final me pasé por la piedra anoche a la gótica, podía intentar continuar con la racha. —dijo Mike frotándose la mejilla y riendo con ganas.
—Ten cuidado que ahora soy un arma letal. —Dijo Joey sonriendo.
—Deberías tener cuidado tú de que no se te suba a la cabeza. Sabes tan bien como yo que todo ha sido un golpe de suerte.
—Si ¡Pero que golpe!
Judith,aun abrazada al cuello de Joey, le echó una mirada a Mike en plan "estás estorbando". Pero Mike como siempre la ignoró sonriente y siguió charlando con Joey. Joey le contó la llamada que le hizo Amber y Mike le dijo que no se fiase del todo. Durante otros diez minutos estuvo torturando a Judith hablando de cualquier cosa que se le ocurría con tal de no irse hasta que con un guiño se levantó y les dejó solos.
Ambos retomaron las cosas en el sitio donde lo habían dejado y siguieron besandose durante un buen rato. Finalmente empezó a nublarse de nuevo y como buenos conocedores del clima de su ciudad sabían que disponían de menos de diez minutos antes de que una espesa cortina de agua empapase sus cuerpos.
Subieron al Civic justo antes de que las primeras gotas empezasen a caer. El momento había pasado y aunque Joey seguía empalmado, Judith se había calmado y se estaba retocando los labios.
—Tengo que decirte una cosa. —dijo ella mirandose al espejo pintalabios en mano— y a lo mejor no te gusta.
—Que ocurre.
—Cuando me enteré de que dabas clases a Amber y sospeché que había algo más me enteré por Mike de que estabas escribiendo un relato y le pedí que me lo pasase.
—Podías habermelo pedido. —replicó Joey.
—¿Estás enfadado?
—Claro que no. En realidad si me lo hubieses pedido te lo hubiese dado. Respeto tu criterio y me gustaría tener una opinión más objetiva que la de esos dos salidos.
—Me ha gustado mucho, pero a veces, con tantos personajes me pierdo un poco, además deberías separar algo mejor las aventuras que cuentas en paralelo, en ocasiones no me doy cuenta de que has cambiado de personaje hasta que llego a mitad del parrafo.
—Ves, eso es lo que necesito que me digan y no el típico me la pelado cuatro veces seguidas con la última entrega que me dice Mike.
Siguieron hablando incluso un rato después de que el Civic hubiese parado al lado de la casa de Judith. Finalmente Judith se despidió con un beso y Joey se lo devolvió con ansia a la vez que le prometió enviarle la siguiente entrega en cuanto la hubiese terminado.
Cuando se acostó, cerca de la medianoche, Joey seguía empalmado.