La princesa blanca 12
Llega el día del baile
12
El viernes despertó con la sensación de que no había descansado nada. Una vaga desazón recorría su cuerpo y hasta que no vio el traje nuevo colgando en el armario, aun en su funda, no recordó que aquel era el día del baile de primavera.
El nerviosismo fue en aumento a lo largo de la mañana y cuando se cruzó con Judith y le vio los ojos brillantes de emoción no pudo evitar que una desagradable sensación de vértigo le asaltase. Quizás ir con Judith al baile no fuese tan buena idea después de todo. Parecía tan emocionada que temía meter la pata de alguna manera y desilusionarla.
Incapaz de concentrarse en las clases Joey se dirigió a la biblioteca para escribir un rato. Como los exámenes habían acabado, el interior estaba más silencioso y vacio de lo normal, solo se oía el repiquetear del agua, que caía fuera en una espesa cortina contra los cristales. Echó una ojeada a los presentes y con un vuelco del corazón descubrió a Amber leyendo un libro de historia. Estuvo tentado de darse la vuelta e ir a otro lugar a escribir pero ya era demasiado tarde, Amber había levantado la cabeza y le había visto. Armándose de valor se acomodó la mochila en el hombro y entró en la sala.
Recorrió las filas de mesas hasta que encontró un lugar solitario y a espaldas de Amber.
El palacio de las nubes era hermoso pero no tenía nada que ver con el lujoso palacio real de Gandir. Su boda tendría lugar en poco más de un día y Nayam no sabía si temblaba de emoción o de frío. En su habitación, a pesar de las gruesas alfombras, los pesados tapices y cortinas y el fuego que chisporroteaba alegremente en la chimenea, reinaba un ambiente fresco que las ligeras ropas traídas de su país no podían contrarrestar. Así que, el primer regalo de su futuro esposo, una pesada capa de armiño le resultó extremadamente útil.
Un suave toque en la puerta le sacó de sus pensamientos. Nayam se ciñó la capa con un escalofrío y abrió la puerta.
Ante ella el arcipreste se inclinó en una perfecta reverencia sin dejar de mirar a los ojos de la joven.
Nayam le invitó a pasar. Aquel anciano adusto y de mirada penetrante e interrogadora le producía sensaciones contradictorias. Sus ojos severos le recordaban que estaba en un lugar desconocido y sin amigos, pero la suavidad de sus movimientos y su sonrisa amable le tranquilizó casi instantáneamente.
—Buenos días alteza. ¿Está todo a su gusto? —preguntó el anciano.
—Sí, gracias Serpum. Tengo un poco de frío, pero por lo demás mis aposentos son perfectos y las vistas desde el balcón son espectaculares. Jamás había visto unas montañas tan altas. Las únicas que se veían desde mi palacio eran los tres volcanes y aunque son bastante grandes sus laderas no son ni la mitad de abruptas que esas. —respondió Nayam. ¿Alguien ha subido a la cima de ellas?
—Curiosa pregunta —dijo el arcipreste— ¿Para qué debería alguien arriesgar su vida para llegar allí?
—No sé. Quizás para demostrar que se puede hacer.
—Mmm, interesante. —replicó el anciano rascándose la barbilla— Pareces una joven poco convencional.
—Espero que no sea un inconveniente. —expresó ella en voz alta—Probablemente se deba a las diferencias culturales entre nuestros reinos.
—Puede que tengas razón. —dijo Serpum— Pero dime una cosa y te ruego que seas totalmente sincera conmigo. Cuando te vi por primera vez me dio la impresión de que eras una mujer de... inusuales atributos.
—No entiendo a que se refiere —dijo la joven ciñéndose aun más la gruesa capa de armiño al malinterpretar las palabras del anciano.
—Tranquila, no es a eso a lo que me refiero. —dijo el anciano desechando los temores de la joven con una beatifica sonrisa.—Me refiero a cómo me sondeaste la primera vez que nos vimos en la sala de audiencias.
—Mi señor no se a que os referís...
—¿De quién heredasteis esa capacidad para detectar los temores y ansiedades más íntimos de la gente? ¿De tu madre?
—Yo...—murmuró la joven acorralada intentando ganar tiempo mientras pensaba en las repetidas súplicas de sus progenitores para que mantuviese sus capacidades en secreto.
—Lo suponía —dijo Serpum— La empatía es una cualidad que se transfiere normalmente de madres a hijas y de padres a hijos.
—¿Cómo sabes? —preguntó la joven cada vez más confundida.
—Como arcipreste y consejero del rey mi deber es saberlo todo jovencita, y el compartir tu habilidad me facilita la tarea.
—Pero yo solo puedo percibir emociones primarias. —dijo la joven sin darse cuenta de que estaba haciendo una confesión por la que podían ejecutarla sin juicio previo— Sin embargo tú eres capaz de leer mis pensamientos.
—Es cuestión de entrenamiento. Un joven puede tener excelentes cualidades para la lucha pero para convertirse en un guerrero tienes que darle una espada y enseñarle a usarla. Todo radica en el entrenamiento.
—¿Me estás diciendo que eres uno de los magos proscritos?
—Uno de los pocos que quedan con vida pequeña. Aunque me temo que lo de mago es ya un poco exagerado. Los años no pasan en balde y utilizo la mayor parte de mi magia para mantenerme en un estado físico aceptable.
La joven le miró con su oscuros ojos abiertos como platos. Poco a poco la sorpresa fue dejando paso a la curiosidad y la joven hizo la pregunta que Serpum había estado esperando.
—¿Por qué me cuentas todo esto?
—El reino de Juntz siempre ha sido un reino pequeño y rico en materias primas. Un reino codiciado por todos sus vecinos, así que cuando llegué a la corte del padre del actual rey perseguido y hambriento, me acogió y utilizó mis servicios, eso sí de manera discreta, ocultando a sus súbditos mi verdadera naturaleza. Durante los siguientes años he servido fielmente a la casa reinante de Juntz y ellos han correspondido mi dedicación con su respeto y afecto.
La joven escuchaba y meditaba sobre lo arriesgado de la actitud de los gobernantes de aquel pequeño reino que muy pronto sería el suyo. Después de pensarlo unos momentos llegó a la conclusión de que de estar en su posición, con un enemigo tan poderoso como el rey Senabab de vecino, ella hubiera hecho exactamente lo mismo.
—Pero lamentablemente mi poder ha disminuido notablemente con el paso de los años mientras que las amenazas que nos rodeaban se han mantenido constantes hasta que no he sido capaz de prever la desgracia.
—¿Qué es lo que ha ocurrido?—preguntó la joven con un escalofrío.
—El reino de Juntz está en peligro. Sé que estás enterada de que el príncipe Eldric murió en una emboscada. —dijo el anciano apreciando el dolor que se reflejaba en esos momentos en el rostro de Nayam—Lo que no sabes es que la emboscada no fue casual sino que formaba parte de un elaborado plan que incluía el secuestro de Nissa por parte de los mismos que mataron a tu prometido para someter al reino a una presión intolerable.
—¡Oh! ¡Por los Dioses! Nissa. ¿Sabéis algo de ella?
—Solo que tenemos a nuestro mejor hombre tras su rastro, por eso te necesitamos.
—¿Yo ? ¿Qué puedo hacer? —Pregunto la joven sentándose abrumada por el peso de las noticias.
—Necesito que seas mis ojos y los ojos del rey en la búsqueda de Nissa.
—Pero yo no puedo... —dijo Nayam desesperada— no sé...
—Tranquila hija. Yo te enseñaré. Mañana te casarás con el rey y serás su confidente y amante. Le darás hijos que puedan heredar su trono, con tu poder protegerás a este reino de la ambición de los sacerdotes de Irlam y mantendrás a nuestros enemigos lejos de las fronteras del reino de tu padre. —Le interrumpió el arcipreste— Se que es un enorme peso el que cargo sobre los hombros de una mujer tan joven pero el tiempo corre en nuestra contra.
Nayam bajó la cabeza para ocultar sus ojos rebosantes de lágrimas. Todavía no era la consorte del rey y ya se veía envuelta en complejas intrigas de las que dependía el destino de tres estados.
La joven se levantó de nuevo y con una expresión de firmeza en los ojos se plantó ante el arcipreste.
—¿Qué es lo que tengo que hacer?
—Por el momento contraer nupcias con el rey y gozar ambos de la noche de bodas. Dentro de dos días, con el permiso del rey, comenzaremos tu adiestramiento. Puedes comentar todo lo que te he dicho con el rey si tienes alguna duda, pero bajo ningún concepto hables con nadie más de ello.
—Lo entiendo mi señor...
—Llámame Serpum, dentro de poco serás mi reina y seré yo el que deba tratarte con extremo respeto. Ahora descansa y prepárate para la boda. —dijo el anciano abriendo la puerta de los aposentos de la princesa— Sé que el rey no parece el pretendiente ideal pero si se le das una oportunidad te sorprenderá.
—Gracias Serpum. —dijo ella cerrando la puerta con todas las revelaciones dándole vueltas en la cabeza.
El río Blanco era una masa de agua fresca y cristalina que partiendo de las entrañas del bosque oscuro, atravesaba primero las salvajes estepas del noroeste y luego los fértiles campos al este de la ciudad de Veladub. Aprovisionaba a la ciudad de todo el agua que podían necesitar sus ciudadanos y desembocaba en el lago Veladub. A pesar de llevar un inmenso caudal su anchura le hacía poco profundo y el escaso desnivel de las planicies por las que discurría hacía que su corriente fuese especialmente tranquila haciendo que su travesía en canoa fuese sencilla en ambos sentidos.
—Joey —le interrumpió Amber plantándose ante él.
—¿Qué quieres ahora? —dijo él cerrando el portátil rápidamente.
—Solo quería decirte que siento haberte abofeteado. —dijo ella mordiéndose los labios— Sé que he llevado todo este asunto muy mal y espero que me perdones. Me gustaría que quedásemos como amigos.
—Te agradezco que te hayas disculpado y te perdono pero lo que no puedo hacer es fingir que no ha pasado nada y seguir siendo amigos así que te deseo que seas muy feliz con tu pandilla de descerebrados. —dijo Joey tratando de ser lo más hiriente posible.
—De acuerdo, —dijo Amber— si es lo que quieres...
—Gracias, Amber. Ahora si no tienes más que decir voy seguir con esto —le cortó Joey abriendo el ordenador mientras oía como la joven se alejaba camino de la puerta de la biblioteca.
Albert remó sin descanso durante el resto del día hasta que los edificios de la ciudad quedaron muy atrás. Solo cuando estuvo seguro de que ninguna nube de polvo proveniente de Veladub le seguía aminoró el ritmo y se acercó a la orilla para descansar y comer algo.
Eligió un lugar cómodo y resguardado del fresco de la noche bajo un olivo y con las luces de la ciudad aun visibles en el horizonte. No se atrevió a encender un fuego por miedo a llamar la atención y comió unas pocas avellanas de un saco que había encontrado en la canoa reservándose las nueces kota para una emergencia. Con unas pocas avellanas en el estómago para engañar el hambre abrió la mochila, sacó el mapa de Serpum y estudio sus opciones. Según el mapa podía atravesar la Estepa Espinosa hasta encontrar la calzada que unía Veladub con Ahab o internarse en el Bosque del Azor.
Ninguna de las opciones le atraía. La Estepa Espinosa era un lugar inhóspito, con poca agua y muchas bestias y bandidos. La segunda era una incógnita. El Bosque del Azor apenas había sido explorado y se rumoreaba de la existencia de una tribu de centauros, la última del continente.
Examinó el mapa más de cerca; el rio Dontes nacía a poca distancia de dónde se encontraba para luego internarse en el bosque. La canoa era ligera, quizás pudiese arrastrarla hasta allí y hacer el resto del trayecto hasta Ahab por el rio. Al menos por esa ruta no pasaría sed y podría alimentarse con los animales que cazara en el bosque.
Agotado, pero con un plan ya en la cabeza decidió descansar un poco antes de volver a ponerse en marcha.
El viaje era lento pesado e incómodo. En el interior de la carreta descubierta Nissa se bamboleaba intentando inútilmente adoptar una postura cómoda entre los sacos de vituallas debido a las ataduras que la unían al suelo del carro.
El paisaje era árido, salpicado de arbustos plagados de espinas con un terreno ondulado que permitía a los bandidos esconderse detrás de cada recodo del camino. Nissa tenía la esperanza de que algún grupo intentase atacarlos y poder escabullirse entre la confusión, pero la caravana era demasiado grande y estaba demasiado defendida para ser una presa apetecible. Por otra parte el grupo de monjes se turnaba para vigilarla estrechamente sin relajarse ni un solo momento pese a que se había mostrado especialmente obediente.
—¿A dónde me lleváis?— Preguntó la joven al ver acercarse a uno de los acólitos.
—A Eruud, la ciudad santa de Irlam. —respondió el monje— Allí participarás en la ceremonia del Tannit.
—¿En qué consiste esa ceremonia? —dijo ella un poco asustada.
—Es la ceremonia en la que celebramos el momento en que Assab, nuestro dios nos alejó de los falsos ídolos y nos reveló el sentido de nuestra existencia.
—¿Y cuál es ese sentido? —preguntó Nissa con curiosidad.
—Servir a nuestro emperador, encarnación de dios en la tierra y extender nuestra doctrina por todo el mundo conocido.
—Y qué papel juega una esclava en esa ceremonia. ¿Soy la virgen que hay que sacrificar para que la ira de vuestro dios no caiga sobre vuestro reino?
—No pequeña, —dijo el monje con una sonrisa— en esta fiesta se celebra la vida, no la muerte. Jóvenes vírgenes, las más hermosas de todos los rincones del reino se presentan, unas voluntariamente y otras no tanto. Los personajes más ricos y famosos del reino pujan por las jóvenes, los que ganan las adoptaran como esposas y concubinas y el primer vástago, si es mujer se quedará para servir en nuestros templos, si es varón será adiestrado para formar parte de la guardia personal del rey Senabab.
—¿Y el dinero?
—Sirve para pagar los juegos del año siguiente. Durante las celebraciones se celebran unos juegos en los que cualquier hombre puede presentarse y luchar por la más bella de las aspirantes elegida por aclamación popular. Solo el vencedor tendrá derecho a unirse a ella y recibirán ambos un puesto en la corte. En este caso todas las hijas y el primero de los hijos varones pasarán al servicio del estado, no solo el primero.
Nissa siguió preguntando al joven acólito detalles sobre todo lo que se le ocurrió, el culto a Assab, la ceremonia del Tannit, la forma del templo y del lugar de los juegos... Tras una hora de charla el monje se retiró relevado por el sumo sacerdote y Nissa se dedicó a memorizar todo lo que había aprendido con la esperanza de que en el futuro pudiese servirle de ayuda.
Joey levantó la vista del ordenador, miró el reloj y con un gesto de contrariedad cerró el portátil y se dirigió al Honda dónde ya le esperaba Mike.
—¿Preparado para esta noche? —preguntó Mike.
—Sí, ya está todo listo. Ya he quedado con Judith y está de acuerdo en pasar a buscarte a ti y a tu pareja.
—Ok, te espero a las ocho, dijo Mike volviendo a abrocharse el impermeable y saliendo a la tempestad.
Parecía imposible pero la tempestad pareció a esfumarse y para cuando Joey estuvo listo, las nubes habían desaparecido dejando en su lugar una luna oronda y refulgente dominando el cielo.
Su madre le recibió en la cocina con los ojos rebosantes de lágrimas de alegría. Le ayudó a colocarse el nudo de la corbata y le hizo varias fotos con el móvil para enseñarlas en el trabajo. Solo después de prometerle que no haría ninguna estupidez le dejó marchar camino de la casa de Judith entre un mar de lágrimas.
El Cadillac del padre de Judith ya estaba esperando a la puerta de su casa limpio, brillante y enorme como un portaaviones. Joey aparcó su minúsculo Honda al lado preguntándose si cabría en el maletero de aquel gigantesco coche.
Cogió la orquídea que su madre le había ayudado a elegir el día anterior y llamó a la puerta.
El padre de Judith abrió la puerta un par de segundos después y solo tras pasar minuciosa revista al atuendo de Joey le dejó pasar.
—Adelante, jovencito. —dijo el padre de Judith invitándole a sentarse— Judith bajará en un par de minutos. Ya sabes cómo son las mujeres.
—Gracias señor Rosen.
—¿Te apetece tomar algo? —dijo la señora Rosen entrando en la habitación con una bandeja llena de refrescos y cosas para picar.
Como no sabía muy bien que decir Joey cogió una Coca Cola y picó unos anacardos mientras observaba a los padres de Judith. Robert era de estatura media y tenía un poco de sobrepeso. Su tez era oscura muy parecida a la de Judith y lucía un pequeño bigote negro bajo una nariz un poco grande y bulbosa que junto con la calvicie y las gafas metálicas le daba un aire de genio despistado.
Nora tenía el mismo rostro que su hija solo que su piel era pálida como el alabastro. Su cuerpo era menudo y sus movimientos rápidos y nerviosos eran suavizados por una permanente sonrisa en los labios.
—Judith me ha contado que eres buen estudiante y que estás en su grupo de debate. —dijo el padre de Judith para romper un poco el hielo.
—¡Oh! Sí, su hija es muy buena en clase de debate.
—Ya lo creo. Los Stamper son un antiguo linaje que siempre se ha caracterizado por ganar todas las discusiones. —dijo Robert mirando a su esposa y sonriendo socarronamente—No es mala idea que vayas entrenando.
—No le hagas caso. —dijo Nora sonriendo— El único cascarrabias que hay en esta casa es él.
—Sí, sí. —dijo el guiñándome un ojo.
—Por cierto señor, tengo que darle las gracias por dejarnos el Cadillac para ir al baile. Es un coche espectacular.
—En efecto y piensa en él como si fuese la calabaza de cenicienta. Como no esté en casa con la última campanada de medianoche te convertiré en una rana.
Joey sonrió ante la ocurrencia del hombre e iba a replicar cuando las palabras murieron en su boca. Con la boca abierta vio como Judith bajaba las escaleras majestuosamente.
Llevaba un vestido blanco de muselina con un escote palabra de honor y una falda de vuelo justo por encima de las rodillas. Una cinta de raso negro ceñía el vaporoso tejido a su esbelta cintura y hacía juego con las sandalias de tacón plateadas y rematadas con unas cintas de raso también negras. Se había peinado el brillante pelo negro en un moño apretado dejando a la vista su cuello esbelto y bronceado. Joey jamás la había visto tan guapa.
El señor Rosen le sacó de su estupefacción con un ligero golpecito en la espalda. Joey reacciono y se acercó a la base de la escalera donde ella le esperaba sonriente y nerviosa.
—Estas Preciosa Judith. —dijo Joey sacando la orquídea de la caja y poniéndosela a la joven en la muñeca.
—Gracias. Tú también estás muy elegante.—dijo Judith ruborizada.
Los siguientes minutos fueron una tediosa sucesión de flashes con los que los padres de Judith inmortalizaban el acontecimiento para las generaciones futuras. Joey no se olvidó de pedirle a los padres de Judith que le hicieran una foto con su móvil para enviársela a su madre por wasap.
Por fin, después de recomendarles que no se metiesen en líos les dejaron marchar. Judith le cogió la mano camino del coche mientras Joey no podía evitar mirar de reojo como Judith se movía con elegancia haciendo flotar el vestido a su alrededor.
Abrió la puerta del Cadillac y la invitó a subir. Judith se acomodó en el gigantesco asiento mientras el joven echaba un último vistazo a las morenas piernas de Judith mientras cerraba la puerta.
El interior del Cadillac olía a cuero mezclado con el perfume de la joven. El coche arrancó a la primera con un apagado murmullo y salió a la calle con precaución. A pesar de ser pesado y grande como una locomotora, el coche era muy suave y sencillo de conducir. El asiento corrido y las marchas en el volante le permitieron a Judith acercar su cuerpo al de Joey mientras avanzaban camino de la casa de Mike.
—Poned un poco de música no seáis muermos.—dijo Mike al entrar en el coche con una chaqueta de smoking y unas bermudas de colores chillones— ¡Fiestaaa!
Durante el camino hasta la casa dónde la pareja de Mike les esperaba Mike no paró de decir idioteces y de echar descaradas miradas al generoso busto de Judith. Mike no se demoró mucho y a los cinco minutos de entrar ya estaba en el Cadillac, con una chica rellenita vestida de estilo gótico con un escote que le llegaba al ombligo.
—Chicos, esta es Dawn . ¿A que le pega el nombre? —dijo Mike abrazando a la joven y besándole el pálido cuello—¡Guau! ¡ Vaya coche! Aquí se podría montar una orgía y aun habría sitio para las cámaras.
En cuanto llegaron a la fiesta, Judith le dejó un momento solo para asegurarse de que todo iba bien y volvió a su lado justo cuando Amber y Johnny entraban en la sala como si fuesen los Príncipes de Gales. Él llevaba un smoking negro y ella un vestido largo, de color verde, con abundantes drapeados, un escote en v y toda la espalda al aire.
Joey la observó unos segundos pero se volvió inmediatamente recordando que tenía a Judith a su lado.
—Está muy guapa —dijo Judith.
—Sí, lo está, pero tú vas mucho mas juvenil y atractiva. Ese traje le hace parecer mayor.
—Gracias por los ánimos —replicó ella no muy convencida.
—Mira a tu alrededor. —dijo Joey— ¿A quién miran los chicos?
Judith se volvió y efectivamente pudo ver que la mayoría de las miradas se fijaban en ella una vez pasada la novedad de la llegada de Amber. Judith se sonrojó y aduciendo que el que mirase un poco mal a Amber se metería en serios problemas con Johnny llevó a Joey a la pista de Baile.
Joey no recordaba haberlo pasado tan bien en una fiesta desde hacía años. Pronto descubrió que además de divertida Judith era sensual y con el vaporoso vestido sugiriendo sus curvas Joey no tardó en olvidarse de Amber.
La votación de los reyes del baile estaba cantada, Amber y Johnny se la llevaron de calle, pero en vez de parecer satisfechos parecía correr entre los reyes una subterránea corriente de mala virgen.
Tras la elección, las luces se atenuaron y la música se volvió lenta. Joey abrazó a Judith y meció su cuerpo lentamente al ritmo de la música, bien pegado a ella, disfrutando del aroma de su piel.
Mike a su lado bailaba y magreaba a Dawn indecentemente ante la ausencia momentánea de la señora Freemantle y el profesor de música que hacían de carabinas.
—¿Vamos a un lugar más tranquilo? —Se atrevió a preguntar Joey.
Judith no respondió y con una sonrisa le cogió de la mano y tiró de él fuera de la sala de baile. Mientras salían Joey pudo ver como Amber discutía acaloradamente con Johnny y le señalaba.
Los dos buscaban intimidad para su primer beso así que se internaron en los pasillos hasta que estuvieron totalmente solos. Joey abrazó a Judith y acercó sus labios a los de la joven.
Los labios gruesos y rojos de Judith esperaban temblando. Joey acercó los suyos y los rozó ligeramente tanteándolos y anticipando su sabor...
Un golpe y un gemido en el aula de química les sobresaltó. Judith se agarró a él y tras intercambiar unas miradas se acercaron al aula con cautela.
La luz estaba encendida y ambos asomaron la cabeza por el cristal de la puerta. La visión de la señora Freemantle tumbada sobre la mesa del profesor con su alegre falda de colores levantada y el profesor de música comiéndole el sexo fue sobrecogedora.
Joey agarró a Judith por la cintura para que pudiese mantener los ojos a la altura de la ventana sin estirarse tanto mientras veía como el profesor de música le arrancaba el tanga a la mujer y exponía su sexo hirviente.
De espaldas a los dos jóvenes que les observaban el hombre siguió chupando y mordisqueando la rosada vulva de la profesora que se retorcía y cerraba los ojos para concentrase en el placer que irradiaba de sus ingles.
Con un suspiro el profesor de música se irguió y se bajo los pantalones mostrándole a la señorita Freemantle un falo descomunal. Sin sorprenderse lo más mínimo la mujer se levantó y quitándose el vestido, le dio la espalda y comenzó a acariciar la polla del hombre con sus poderosas nalgas.
Joey no pudo evitar deslizar sus mano hacia abajo y tantear el culo de Judith a través de la suave muselina. Judith sonrió y lo movió ligeramente con un suspiro de placer.
Por un momento pareció que la señorita Freemantle iba a seguir así, indefinidamente, pero el profesor la empujó contra la mesa y después de darle un largo y húmedo beso separó sus cachetes y la penetró.
La mujer gimió y su cuerpo entero tembló de placer cuando el pollón del profesor se enterró totalmente en su coño. Agarrándola por las caderas empezó a moverse con fuerza dentro de ella, disfrutando del cuerpo cálido y joven de la señorita Freemantle. La profesora gemía y resoplaba agarrándose a los bordes de la mesa hasta que los nudillos estuvieron blancos.
Joey apartó un momento la vista del espectáculo para aferrar el culo de Judith con más fuerza y besarle suavemente en el cuello.
Mientras tanto, ahora era el profesor de música el que estaba sentado y la mujer la que se empalaba con aquel enorme miembro cada vez más rápido.
Los movimientos se hicieron más urgentes y la piel oscura como el ébano de la mujer empezó a brillar con el sudor. Era un espectáculo impresionante ver a la señorita Freemantle clavarse jadeante aquel gigantesco pene casi agotada y ansiosa a la vez.
Finalmente gritó y todo su cuerpo se tensó. El profesor agarró uno de los pechos de la mujer y lo besó y mordisqueó mientras ella se corría.
Cuando la profesora se recuperó, se separó y cogiéndole la polla la acarició y la chupó hasta que el profesor se corrió eyaculando sobre sus pechos una increíble cantidad de leche.
Procurando no hacer ruido dejaron a los amantes desnudos y abrazados y avanzaron por el pasillo agarrados de la mano.
Al girar en la primera esquina Joey no se pudo contener más y agarrando a Judith por la cintura la besó. Judith respondió con entusiasmo y sus lenguas se juntaron y bailaron al ritmo de la música que llegaba del fondo del pasillo.
Las manos de Joey resbalaron por el suave tejido del vestido de Judith hasta encontrar el extremo de la falda y colándose bajo él le acariciaron las piernas.
—Vamos al coche —susurró Judith con un gemido.
El deseo pudo más que el miedo a ensuciar el lustroso cuero del Cadillac y cogidos de la mano se dirigieron a la salida.
Justo al atravesar la puerta del instituto se topó con Johnny.
—Tú... Mequetrefe. ¿Cómo te atreves a tocar a mi chica?
Joey intentó esquivar el aliento alcohólico de Johnny sin éxito mientras uno de los amiguetes cogía a Judith por la espalda inmovilizándola.
A pesar de que Johnny estaba ligeramente bebido Joey no tuvo ninguna oportunidad y antes de que se diese cuenta estaba en el suelo con un fuerte dolor en la parte derecha de la cabeza.
—Creo que ahora yo voy a hacer exactamente lo mismo con la tuya. —dijo el quarterback acercándose a Judith con la mano dentro de la bragueta.
En ese momento los acontecimientos se precipitaron. Judith levantó la pierna y clavó el afilado tacón de sus sandalia en el pie derecho de su captor a la vez que con un movimiento de los brazos se liberaba y cogía impulso para clavarle el codo en el vientre.
Impulsado por la desesperación Joey se lanzó sobre Johnny que no le vio venir y recibió un violento placaje que lo estampó contra una furgoneta allí estacionada.
Sin esperar a ver el resultado de su acción agarró a Judith por el brazo y tiró de ella hacia el Cadillac.
—Lo siento —dijo Joey apesadumbrado— Te he estropeado la fiesta.
—¡Oh! —exclamo Judith— No digas eso. No es culpa tuya.
—En parte sí. Judith lo siento. Debí decírtelo antes pero el caso es que he estado haciendo algo más que estudiar con Amber.
—Lo suponía. —dijo ella esperando una explicación.
—Me siento un estúpido. Te he tenido todo este tiempo a mi lado y nunca me había fijado en ti.
—¿Sigues enamorado de ella ?
—No, ella solo me utilizaba. —dijo aparcando el coche en un lugar discreto para poder mirar a Judith a los ojos.— Sinceramente creo que me había enamorado de la imagen mental que me había hecho de ella en mis relatos. Ahora he despertado y he visto a una joven hermosa pero egoísta y mezquina.
—¿Y entonces lo nuestro...?
—Me gustas mucho Judith —dijo Joey agarrando a la joven por la nuca y acercándola hacia si para besarla.—y quiero que sepas que Amber ya es el pasado.
Judith sonrió y el devolvió el beso satisfecha con lo que había oído. Las manos de Joey acariciaron la espalda de la joven y se adelantaron para estrujar suavemente sus pechos. Judith gimió y le dejó hacer durante unos minutos mientras se besaban pero cuando Joey metió la mano bajo su falda lo paró en seco.
—Lo siento Joey pero aun no estoy preparada. Te creo pero...
—Lo sé, y te entiendo, aún dudas de mí. Quiero que sepas que te puedes tomar el tiempo que quieras. Hace poco he aprendido que el sexo no lo es todo. —dijo Joey con una sonrisa resignada.
Continuaron charlando y besándose unos minutos más hasta que llegó la hora de devolver la carroza.
—Pasa y toma algo. —dijo Judith.
—¿Qué va a decir tu padre? —preguntó Joey señalándole el ojo derecho totalmente hinchado.
—Que casi pierdes el ojo para devolver a su niñita indemne. Tranquilo.
Una vez en casa de los Rosen Judith demostró que también tenía una vivida imaginación al colarles a sus padres una truculenta historia en la que Joey aparecía como su salvador.
Después de una charla con los Rosen y una dosis de hielo para el ojo de Joey Judith le acompañó hasta el Honda y dándole las gracias por una "noche inolvidable" le dio un último beso de despedida.
Con el Honda ya en marcha y una sonrisa idiota en la cara, vio a Judith alejarse con el vestido blanco revoloteando a su alrededor.
Guía de personajes:
Reino de Juntz.
Rey Deor II: Soberano de Juntz.
Eldric: Único hijo varón del rey Deor. Príncipe heredero de Juntz. Prometido con Nayam de Gandir.
Nissa: La hermana de Eldric. Prometida con Taif príncipe heredero de Gandir.
Serpum: Conocido en la corte de Juntz como el arcipreste. Preceptor de los hijos del rey y fiel amigo y consejero del soberano. Tiene un oscuro pasado que solo el Rey Deor conoce.
Coronel Magad : Jefe de los Guardias Alpinos La élite del ejército de Juntz
Albert: Miembro de la Guardia Alpina y guardaespaldas de Nissa.
Guldur: Compañero de Albert en la Guardia y guardaespaldas del príncipe Eldric.
Fugaz: Caballo del príncipe Eldric.
Reino de Gandir.
Accab I: 2º rey de la decimotercera dinastía de Gandir.
Taif: Primogénito del rey Accab y heredero al trono de Gandir.
Nayam: Princesa de Gandir.Primera hija de Accab. Prometida al príncipe heredero de Juntz y tras su muerte del rey Deor.
Reino de Irlam
Senabab: Rey de Irlam.
Kondra : Madame del prostíbulo más lujoso de Senabab.
Swich : Espía de Juntz en Veladub.
Nesgar: Posadero ladrón y traficante de seres humanos en Veladub.
Vulk: Cómplice y guardaespaldas de Nesgar .
Amwar: Supremo sacerdote de Veladub.
Algún lugar en la costa oeste de los EEUU
Joey: estudiante y autor de la princesa blanca. Enamorado de Amber.
Amber: Jefa de las animadoras.
Sres. Kingsey : Padres de Amber.
Johnny: Novio de Amber y quarterback del equipo.
Mike: Mejor amigo de Joey y loco del skate.
Judith: Amiga y compañera de Joey desde la infancia.
Robert Rosen y Nora Rosen Stamper: Padres de Judith.
Srta. Freemantle: Profesora de química en el instituto dónde estudia Joey .
Lisa: Madre de Joey.
He colgado un mapa de los tres reinos en esta URL por si queréis consultarlo. Lo hice para mi propio uso a la hora de escribir la historia, así que no esperéis una obra de arte.
[URL=http://www.subirimagenes.com/otros-mapaprincesablanca-8904614.html][IMG]http://s2.subirimagenes.com/otros/previo/thump_8904614mapa-princesa-blanca.jpg[/IMG][/URL]