La primera vez que la vi.

Primera vez que vi a la que sería mi sumisa, mi amor, por mucho tiempo. Sexo con maduras y dominación.

Llevo tiempo pensando en escribir algunas cosas que me han ocurrido y lo he hecho, aunque la mayoría de las veces no lo he publicado. Creo que ya es hora de hacerlo realidad. Intentaré hacerlo ameno. Y recuperar algunas de las cosas que escribí en su día.

Aunque para mi primer escrito pondré algo recién escrito, real, pero de hace un tiempo.


Era toda un milf. Menudita y con curvas. Pero lo que más me gustó de ella desde el principio, fue su risa, una risa que salía desde dentro. Una risa que no era fingida.

Una amiga me susurró al oído. “es sumisa”.

Una casualidad, porque a mi amiga le acababan de regalar uno de esos kits de 50 sombras; de lo más cutre que pueda haber. Ni mucho menos de lo que a mi me gustaría, pero que serviría llegado el caso.

Me acerqué y sus ojos del color de la Coca-Cola me recibieron curiosos. Reconozco que no estuve todo lo ocurrente que debía, pero su trato era agradable. Seguramente ya la habían puesto en antecedentes sobre mí.

Tonteábamos, pero sin visos de nada más y la nube de moscones se volvía mayor por momentos. Me encantó que pudiera, educada y alegremente tener a todos a su alrededor, pero sin dejarles lanzarse a por ella. Hubiera bastado un parpadeo suyo para que todo cambiara. Toda una dama.

Pero yo intuía que solo estaba esperando…… no sé muy bien qué, pero algo que la motivara a salir de ese estancamiento. Sabía que ella misma estaba más que dispuesta, así que decidí jugármela.

Le susurré a mi amiga. “¿me prestas eso?”. Me sonrió y se levantó discretamente…

También me levanté y me acerqué a ella. Me miró curiosa… expectante. La rodeé hasta quedar a su espalda, a su lado. "Tienes un cuello precioso, seguro que con algo......rodeandolo estaría aún mejor".  Mientras la susurraba al oído, un paquetito me fue puesto en la mano. Decidí que ya era hora de hacer saltar esa chispa.

“Me han comentado, que eres…. Sé que es cutre, pero tengo algo que quizás te gustaría probarte.” Se volvió y me miró intensamente. Luego miró al paquete y lo desenvolvió. Sé que le pareció cutre, pero también que le gusto el giro de los acontecimientos.

Desenvolví un par de grilletes de tela con escrache y un trozo largo y fino de tela a modo de cuerda. Se los puse sin que opusiera resistencia. No la veía encantada con el equipamiento, pero en sus ojos veía algo diferente, una promesa que ocultaba muy bien ante el resto. Lo mismo que sentía que empezábamos a encajar. No sabía en ese momento, que el tiempo me daría la razón, ni lo mucho que llegaríamos a encajamos, incluso hoy. Dos caras de una misma moneda.

Me agaché y con dificultad le puse los grilletes de tela también en los tobillos. Aprovechando al subir para recorrer todo su cuerpo.

Ahora sí. Aunque seguía tratando distendidamente a todo el mundo, la notaba temblorosa y agitada. Algo empezaba a salir de ella. Tiré de las improvisadas cuerdas de sus muñecas y uní sus manos. La besé, disfrutando de ese primer beso, que se hizo interminable. “Ya es hora de que vayamos a un sitio más cómodo.” No dijo nada, pero me miró como diciendo, “ya era hora”.

Me giré y me separé de la barra del bar, tirando de las cuerdas de sus muñecas, entre la mirada curiosa y lasciva de los presentes. Ella simplemente me siguió desnuda, al dejar caer su toalla con una sonrisa. Sabía que detrás nuestro, por el pasillo que tomamos, una multitud nos seguía.

Mi destino, un cuarto con poca luz, en el que el marco de una puerta aún sin poner, me ofrecía los travesaños de las esquinas en triangulo.

La dejé pasar delante de mí y la volví, para devorarla de nuevo. Mientras la gente que nos seguía paró en seco y después de titubear un momento, se colocó alrededor.

Recorrí su cuerpo desnudo en la oscuridad. Pasé sus manos a su espalda. La besé. Recorrí su cuello y mordí sus pechos. La estreché contra mí, mientras se arqueaba para sentirme y ofrecerme aún más sus pechos. No podíamos vernos claramente, solo sentirnos.

La puse de espaldas a mí. Recorrí sus tetas con una de mis manos, pellizqué sus pezones. Mientras mi otra mano se perdía entre sus muslos, que encontré totalmente empapados. Mordí sus hombros, su cuello. Con sus manos a la espalda se dejaba hacer, simplemente disfrutando de la situación.

Note que algunas manos empezaban a tocarla. Lo dejé por un momento. Allí los dos, en el centro de la semipenumbra, con un montón de gente alrededor mirando. Algunos tocándola y ella dejándose hacer.

Enseguida noté que se volvían más lanzados, así que tiré de ella hasta el marco de la puerta. Abrí sus brazos hasta hacerla tocar los lados de la puerta. Mi mano volvió a su coño, al que di un ligero repaso, al tiempo que suavemente golpeaba sus muslos con mi otra mano. Lo entendió perfectamente y abrió sus piernas. Momento en que tiré de las cuerdas de sus tobillos y los até a las esquinas de bajo de la puerta. Ya no podía cerrara las piernas. Entonces empecé a jugar libremente con su coño. Acaricié su botón, metí mis dedos, uno por uno, despacio, rápido, girando…  Alguno más lanzados la trataron de tocarla, cosa que rápidamente corte con mi mano disponible. En cierto momento, mientras se corría notaba por el ruido, que no era la única.

Ahora cogí sus manos, las levanté sobre su cabeza y me dediqué a recorrer sus pechos. A morder sus pezones. Mientras mis manos recorrían su cintura y su contorno. Estaba sudorosa y entregada.

Preciosa con sus brazos en alto, cual bailarina.

Apoyé mis manos en sus hombros y la arrastré hacia abajo. Le costó por la apertura de piernas, pero consiguió bajar lo suficiente para alcanzar mi miembro, que golosamente llevó recibió en su boca. Abrazándose a mí, más por mantener la estabilidad, que por ganas de agarrarme.

Así mientras se lanzaba a tragarme entero, cosa que no podía; note que algunos empezaban a tomarse demasiadas familiaridades con su culo, que empezaba a estar provocativamente hacia atrás.

Tiré desde sus axilas hacia arriba y la volví a poner de pie. Y esta vez até sus manos a las esquinas superiores de la puerta.

Entonces di un paso atrás. En la penumbra vi sus ojos brillantes, su sonrisa. Indefensa a mi disposición, totalmente confiada y entregada. Iba a ser mía durante mucho tiempo y creo que lo supimos ambos desde el principio.

Empecé por sus labios, su cuello, su pecho, su ombligo, sus piernas. No dejé nada sin morder ni acariciar. Y entonces, me arrodillé entre sus piernas y decidido a probarla, me dediqué a degustarla…. hasta que gritando se corrió en mi boca. En ese momento sé, que con todo lo que se había corrido hasta entonces, necesitaba beber algo.

Pero aún no había terminado con ella. Me puse a su espalda con un brazo rodeándola, atento a jugar con su botón. Hice una seña a los chicos para que empezaran tocarla y con la otra, desde atrás, empecé a penetrarla, lentamente, dedo a dedo, hasta enterrar toda mi mano. Ella suspiraba, gemía. Cubierta de manos y lenguas. Varios se corrieron encima de sus muslos. Empezaba a ser agobiante y entonces se corrió encharcando el suelo, asustando a algunos de los que le chupaban las tetas.

Me levante lentamente, la gente cerca mía se apartó. Di la vuelta y me coloqué frente a ella. Su cara sudorosa, con el maquillaje corrido, irradiaba felicidad. La besé dulcemente y nos perdimos de nuevo en ese beso.

Sin separarme de ella, simplemente dije. “Muchas gracias chicos. Esto se ha terminado, podéis iros”. Aunque no había mucha luz, vi la cara de estupefacción de algunos, aunque la mayoría empezó a retirarse. Simplemente volví a besarla mientras empezaba a soltar sus manos. Lo que le permitió colgarse abrazarse a mi cuello. Después de unos cuantos besos más, conseguí que me dejara espacio para liberar sus tobillos. Íbamos bañados en sudor y otras…sustancias…literalmente. Necesitábamos una ducha, pero sabía que antes, necesitaba hidratación, así que la conduje hasta la barra. La claridad de las luces nos deslumbró más de lo que creí. Tomamos algo y sabíamos que eso no había sido más que el principio.

Mi amiga vino. Quise devolverle el kit. “quédatelo”, me dijo. Lo que me descolocó es que me dijo, “tenemos que irnos, recuerdas….”. ¡Tenía razón!

Me volví y la dije, vuelvo en un minuto. Solo dijo “vale”.

Me vestí todo lo rápido que pude, pero cuando volví estaba rodeada por una nube de gente, mientras bebían y reían. No me dejaban acercarme.

Mi amiga dijo “Ya llegamos tarde”. A mi pesar salí del local.

No pasaba nada……… sabía que …………….. la volvería a encontrar.

Estaré muy agradecido de vuestros comentarios, así como de sugerencias o de cualquier cosa que queráis comentarme.


Posdata.

Volví a encontrarla no mucho más tarde. Enfadada por haberme ido sin pedirle su teléfono.

Acabó encadenada, mientras jugaba con su culo.

Y desde entonces fue mía durante mucho, mucho tiempo.