La primera vez por ahí.
Como concedi un deseo de mi marido
Lo primero que os tengo que decir que no es un relato inventado, es una experiencia real 100% que quiero contaros, no sé si está bien escrito, bien relatado o con las comas en su sitio, es mi experiencia como os digo.
Pues esto ocurrió hace un par de años. Veraneábamos en Benidorm y cogimos un hotel no muy lejos de la playa. Una torre cerca de la plaza triangular y como siempre que podemos, en una planta alta para que el ruido de la ciudad no moleste el sueño de nuestro pequeño, entonces apenas 2 añitos. Soy una mujer menudita, manejable dice mi marido, melena castaña, ojos color miel como me gusta decir y desde hacía tres años, con una talla de pecho más acorde al gusto de los hombres que la anterior, una 95D, no está mal. Mi marido es más alto que yo, practica deporte aunque no está musculoso, ni falta que le hace, y con pelazo, que para la edad que tenemos, recién pasada la cuarentena, no es fácil y me encanta.
Alguna vez, me había pedido tener sexo anal, pero sin mucha existencia, alguna noche un poco más caliente de lo normal, pero sin pasar del mero comentario caliente del momento. Yo, por mi parte, no me oponía a ello pero tampoco daba el paso para decirle que adelante, pensando que aquello no me ofrecía nada nuevo, pero alguna vez mientras jugábamos y algún dedito se escapaba dentro de mi ano y no me disgustaba en absoluto.
Pues así llegamos a Benidorm, cuando llega el verano y especialmente en vacaciones, parece que mi mente de chica de ciudad pequeña del centro, se desinhibe un poco más de lo normal y disfrutamos del sexo en mayor cantidad y calidad, aunque aquellas vacaciones con el niño no nos dejaba ser todo lo calientes que deseábamos.
Volvimos de la playa para comer en el buffet del hotel, con una jarrita de sangría, unos cafés y a la salida del buffet, con el niño sin llegar a dormirse en la sillita, paramos en la terraza del hotel a tomar una copita, hierbas para mi marido y un mojito para mí. Mi vestido de playa blanco dejaba entrever mi bikini negro bajo la fina tela y mis muslos aparecían al sentarme en la silla. Mi marido disfrutaba de la copa y las vistas y así con el mojito haciendo su trabajo en mi cabeza, le dije a mi chico. “me apeteces”, y le enseño las braguitas del bañador subiendo un poco más mí ya corto vestidito. Acabamos las consumiciones y no dirigimos directamente a nuestra habitación esperando que el niño se durmiera en el paseo que había hasta la habitación, pero no pudo ser. Salí a fumar un cigarro a la terraza del hotel, que daba a la piscina y a la torre del hotel de enfrente mientras mi marido le ponía unos dibujos animados en la Tablet al peque. Al cabo del minuto, salió a mi encuentro a la barandilla de la planta 13, donde me apretó por la espalda, colocando sus manos en mis pechos y notar su aliento y sus labios en mi cuello, justo debajo de la oreja, sintiendo su lengua jugar mientras subía hasta encontrar el lóbulo de mi oreja y morderla suavemente. Sus manos ya no estaban en mis pechos, empezaban a bajar por mis caderas hacia las piernas, en un viaje de ida y vuelta, que en su regreso hacia que se levantara mi vestido y dejar mi culo solo tapado por la braguita del bañador. Para ese instante, mis ojos ya estaban cerrados y mi cuello girado para dejarle hacer. Y qué decir de sus manos, jugueteaban libremente por debajo de mi vestido. Las cortinas cerradas y la corredera del balcón abierta nos dejaban un poco de intimidad respecto a la habitación y solo su posible presencia dejaba que mi ropa estuviera aún en mi cuerpo. Pero ya no había vuelta atrás. Sus manos estaban poniendo en efervescencia mis sentidos y cuando sus manos volvieron a mis pechos a masajearlos por encima del sujetador, mi mano bajó de la barandilla hasta la entrepierna de mi marido que en esos momentos estaba ya marcando su polla, crecida en tamaño, en el bañador bóxer azul que llevaba puesto sin ningún tipo de ropa interior que la pudiera sujetar. Me desabrochó el sujetador y pude sentir sus manos sobre mis pechos ahora desnudos, a su disposición, jugando con mis pezones, ya hinchados en ese momento por el calor de las 3 de la tarde y de la situación. Con esa hinchazón, cada paso de los dedos de la mano de mi marido era una delicia sobre ellos, sabe como encenderme aún más, y ligeros pellizcos en ambos pezones terminaron por arrancarme un gemido ahogado por la necesidad de mantenernos en silencio.
- Dame un segundo. Dije.
Me separé de él y desaparecí por las cortinas de la habitación. Comprobé que la película de la tablet había realizado su cometido pero no podía fiarme de su sueño ligero. Me fui al baño, y me desnudé completamente volviendo a poner mi camisola por encima, saliendo de nuevo a la terraza donde mi marido me esperaba mirando al edificio frente a nosotros, sentado en una de esas sillitas que ponen en las terrazas. No le dije nada, volví a ponerme apoyada en la barandilla justo delante de él. Sin levantarse puso sus manos por mis muslos y subió hasta justo comprobar que me había desecho del bikini. No pareció sorprendido y continuó sentado amasando con sus manos mis glúteos, pellizcando con grandes masajes, haciendo que mis labios se separaran y volvieran a juntar con sus movimientos.
Me agarro fuerte de mi cintura y me dejó caer sobre su regazo, necesitando yo tener que abrir mis piernas para tener una posición cómoda sobre las suyas. En esa posición, sus manos vuelven a subir hasta mis pechos, jugando con ellos y en ese juego, mi corto vestido subio dejando mi vulva al aire, y a la posible vista de cualquier inquilino del hotel frente al nuestro que pudiera asomarse, aunque con cierta distancia, y eso me encendía aún más.
- Está durmiendo- dije
- Perfecto- respondió,
Sus manos bajaron a mi sexo, prácticamente rasurado en esos momentos, y comprobó que estaba muy húmedo. Me separé nuevamente de él y mirándole fijamente, me arrodille para bajar su bañador que ya marcaba nítidamente su miembro. Se liberó, e inmediatamente lamí de arriba abajo e introduciendo su glande en mis labios, mientras succionaba ligeramente, la sentía dura como pocas veces, caliente, con el glande completamente liberado, me encantaba la visión. Volví a ponerme en pie ante la mirada de mi marido, y sin decir nada, me senté nuevamente sobre él, pero esta vez, introduciendo su polla hasta lo más hondo de mis entrañas. No hizo falta nada más que dejarme de caer, estaba lo suficientemente lubricado para que lo hiciera de una sola vez. Comenzando un ligero movimiento para no ser descubiertos por miradas demasiado indiscretas, disfrute de un placer enorme para el poco ímpetu de los mete y sacas de mi chico. En ese momento sus manos volvían a subirme el vestido hasta casi descubrir mis senos por completo mientras los volvía a masajear. Disfrutaba con todos mis sentidos y aun no sé por qué, me quedé quieta y me incliné hasta poner mis manos en la barandilla, dejando mi culo fuera del vestido y a la vista de mi marido, que masajeo en ese momento, hasta como yo imaginaba, empezó a jugar con mi ano, haciendo círculos alrededor de él primero, y metiendo un poquito su dedo después. Sentía mucho placer e invité e mi chico a meterlo un poquito más. Notaba la presión en mi ano que junto con la polla de mi marido clavada en mi sexo, hacían que apenas notara molestia.
-un poco más? Me preguntó
- claro, lo que quieras. Contesté
Para ese momento mi marido ya estaba centrado en mi puerta trasera, porque era algo que no me había hecho nunca y en parte porque en mi posición, casi mis pechos en mis rodillas, le dejaba poco movimiento posible. Saco el dedo de mi ano, y vi que cogía de la bolsa de la playa, un poco de aceite solar y untó su dedo qu, de nuevo introdujo en mi, ahora si hasta meter todo el dedo.
- Ufffffffffff.
- ¿Te gusta? Preguntó
- Me encanta, -respondí, - juega con el un poquito si quieres.
En ese momento empezó a sacar y meter ligeramente, haciendo de vez en cuando un movimiento circular que me volvía loca, notando como en ese movimiento rozaba con su dedo, su polla bien dura que estaba apenas a unos milímetros.
A los pocos segundos note como la presión se multiplicaba y noté un poco de molestia, acababa de meter un segundo dedo en mi interior sin ningún aviso, bien lubricado pero de un solo golpe. No dije nada, solo quería disfrutar del momento, esperaba que incluso alguien desde el edificio de enfrente, estuviera disfrutando de nuestra visión, y empecé a tocar mi clítoris en esa posición tan forzada, que rápidamente hizo que esa molestia desapareciera, estaba disfrutando mucho.
Él mientras tanto jugaba a dilatar mi ano sin ningún temor, el disfrutaba al parecer, debido a que su erección no bajaba ni un poquito. Tuve un orgasmo maravilloso acariciando mi clítoris, mientras tenía una polla en mi sexo y jugaban con mi ano. Al recuperarme un poco, pregunté:
- ¿Cuantos deditos me has metido? Tres
- ¿tres?. Vaya, me encanta
- ¿vamos dentro?
- Por favor
Me levanté y ayude a levantarse a mi marido que tenía una erección considerable.
Entre yo primero para ver y efectivamente estaba dormidito. Moví la silla hacia el baño por si se despertaba y cogí un botecito de vaselina de esos rositas, de mi neceser. Junté la puerta y llamé a mi chico que estaba desnudo en la terraza esperando. Entró y me quitó el vestido dejándome por fin desnuda. Me besó y caímos sobre la cama. Notaba su dureza sobre mi cuerpo, y me volví a desplazar hasta su polla para ahora comérsela bien despacito. Él, se incorporaba para retirar mi pelo, le gusta ver como entra en mi boca casi por completo. No quise pasarme y cese en mi labor, lamiendo ahora sus pelotas, rasuradas por mandato mio, mientras le pedí que alcanzara de la mesilla, el botecito de vaselina. Dio un pequeño salto incorporándose un poco para alcanzarlo.
-¿y esto? Dijo
para que juegues mejor- respondí
¿segura?
No contesté nada, solo deje sus pelotas y me coloque en el cabecero de la cama, boca arriba, con las piernas dobladas. Mi marido se acercó a mi con la polla bien dura y la vaselina abierta ya. Introdujo dos dedos untados en ella por mi ano y realizo unos círculos para lubricar y dilatar bien mi, hasta ahora virgen ano. Al minuto los sacó y limpió en su glande el resto de vaselina que le quedaba.
-despacito – dije
- no te preocupes
Estaba notando mucha presión, paró y colocó una almohada bajo mi cadera. Volvió a la posición inicial. Estaba metiendo su polla en mi culo, si, me estaba dando por el culo, esas palabras hacia que me encendiera aún más y me dejé llevar mientras masturbaba mi clítoris con intensidad, como me gusta.
-¿Cómo va?- pregunté.
- la mitad – me contestó
Notaba como me presionaba mi interior a cada pequeña embestida, gracias a la vaselina, apenas notaba escozor en la zona, y eso me hacia centrarme exclusivamente en el placer que recibía. Siempre había leído de esa primera vez, y me daba miedo del dolor que alguna amiga, me había dicho que la había hecho desistir de la idea. Al poco volví a preguntar, y me sorprendío cuando me contestó:
- Tengo mis huevos pegados a tu culo.
- ¿en serio?
- Si. ¿te molesta?
- Un poquito, pero aguanto.
- ¿te gusta?
- Me encanta, te noto cada centímetro que tienes dentro de mi
En ese momento empezó a mover la cadera, despacio, haciendo que en cada movimiento apenas saliera de mí, pero al poco, empiezo a notar que realmente sale y entra casi hasta la mitad de su polla, empezaban a ser embestidas más intensas, estaba follándome el culo, hasta ahora todo había sido delicioso, veía a mi marido con los ojos clavados en mi culo recién estrenado, agarrado a mis piernas dobladas en mi pecho, disfrutando de una fantasía que luego me confesó, deseaba realizar hacía mucho tiempo. Yo seguía mi masturbación, ahora metiendo un poco un par de deditos que me hicieron llegar a un orgasmo largo e intenso como pocas veces había llegado, mojando mis dedos, lubricando aún más mi ano, y mojando incluso la almohada. Acto seguido, mi marido empezó a correrse en mi interior, notaba el calor de su semen en mis entrañas, una sensación extraña y maravillosa a la vez, mas aún cuando al terminar, mi marido casi se deja caer encima mío, llegando su penetración más profunda si cabe.
Salió despacio de mi interior y fue cuando empezé a sentir escozor en mi culo, parecía quemarme, necesitaba relajarlo de alguna manera. Mi chico se dejó caer con su pene aun semi-erecto, a mi lado y salí corriendo al baño. Necesitaba aliviarme, necesite una ducha refrescante y algún que otro bálsamo.
Desde entonces no es una de mis prácticas habituales, pero si que lo hago, sobre todo cuando hay posibilidad de que algo se introduzca por mi sexo a la misma vez, eso si me encanta.