La primera vez para Eva.
Paula, aprovechando un viaje de negocios de su padre, invita a su novia Eva para hacerla vivir una primera vez inolvidable
Paula sonrió ampliamente cuando escuchó que su padre se marchaba durante una semana de viaje de negocios, aquello le dejaba la casa para ella sola salvó el tiempo en el que su madrastra se encontrase allí, el cual también era muy reducido ya que al igual que su progenitor esta trabajaba mucho.
La muchacho tardó menos de tres minutos en llamar a su novia para citarla al día siguiente en su casa, después de más de cuatro meses saliendo juntas iban a poder tener su primera relación sexual completa.
- ¿De verdad?- preguntó Eva al otro lado del hilo telefónico sin poder evitar sonar muy entusiasmada, Paula ya tenía algunas experiencias con otras chicas, pero Eva era totalmente novata en el sexo lésbico.
- Sí, pásate mañana sobre las cinco, pasaremos una tarde inolvidable, ya lo verás- le aseguró la chica emocionada y confiada de poder hacer que su novia tuviese un buen recuerdo de su primera experiencia.
- Estoy segura de que será genial- dijo Eva para bajar su voz drásticamente- te quiero mucho Paula.
- Yo también te quiero, cielo- le dijo la chica con su voz normal, ya que a Paula le daba lo mismo que su familia supiese su condición de lesbiana- mañana nos vemos.
- Sí, nos vemos mañana.
Paula comprendió perfectamente que su pareja hablase tan bajito, a diferencia de ella, Eva contaba con una familia, de 7 miembros, mucho más rígida en lo relativo a salir con personas del mismo sexo, cualquier descuido por parte de la muchacha podía suponer que su secreto llegase a oídos de cualquiera de los numerosos habitantes de la casa y provocarla esa información muchos problemas.
Por su parte Paula tenía una situación familiar mucho más fácil de lidiar, sus padre tampoco sabían nada, pero no porque Paula se lo ocultase, sino porque tanto su padre como su madrastra aún pensaban que a sus 19 años no había tenido experiencias con chicos, y al igual que para los padres de Eva no imaginaban que su hija pudiese verse atraída por la mujeres.
Para Paula siempre había sido sencillo meter en su casa a sus novias, tan solo necesitaba prestar atención a los horarios de más de 10 horas de su padre y a sus largos viajes de negocios para quedar con sus pareja allí. Pero de un año a esta parte las cosas se habían comenzado a complicar debido a la aparición de su madrastra, Rebeca, una mujer que después de año de romance con su padre había logrado convencerle para que se casasen e ir vivir juntos.
Pese a la aparición de aquella nueva mujer en casa tampoco era excesivamente complicado meter a sus parejas en casa, ya que la mayoría de los horarios de su madrastra coincidían con los de su padre.
Paula no pudo dejar de sonreír durante todo el día, pensando en lo increíble que iba a ser poder desvirgar a su querida y cariñosa novia, estaba tan emocionada por aquel acontecimiento que no logró quedarse dormida hasta bien entrada la madrugada.
Paula se alegró cuando vio que su reloj marcaba las 12 del mediodía, aquella era muy buena noticia ya que si hubiese madrugado estaba segura de que no habría hecho más que pensar en el fantástico momento que tenía que vivir aquella tarde junto a su amada.
La chica trató de mantenerse ocupada preparando cosas para gozar con Eva de una experiencia más que satisfactoria: juguetes sexuales, algo de música, aceites para embadurnar sus cuerpos…
Después de comer sin apenas tener hambre se fue al salón para tratar de distraerse viendo la tele, pero nada lograba alejar su cabeza de lo que realmente estaba deseando.
Paula se fue al baño a prepararse para su visita una hora antes de que esta llegase, sabía perfectamente que no necesitaba tanto tiempo, pero confiaba en que al estar arreglándose, su cabeza dejase a un lado la ansiedad que sentía en aquel momento.
La joven se dio una lenta y relajante ducha, en la que no pudo evitar acariciarse sus partes más íntimas al tiempo que sentía el agua correr por su espalda. Paula era una chica de lo más agraciada: piel clara, tersa y suave, pelo media melena de color castaño y liso, figura muy bien proporcionada siendo su parte favorita sus pechos que eran de un tamaño medio y que tenía una firmeza que la mayoría de sus amigas envidiaban, amen de estar coronados por unos pequeños pezones entre rosa y marrón claro, los cuales en aquel momento se encontraban erectos gracias a las caricias que se acababa de dar imaginándose lo que su primeriza amante haría con ellos cuando llegase.
Paula seleccionó un vestido corto de color rojo, unos zapatos de tacón a juego y una de sus lencerías más provocativas para que Eva no dudase en echarse sobre ella cuando la viese.
La anfitriona se levantó de su asiento de un brinco en cuanto escuchó el timbre de la puerta. La muchacha abrió la puerta del portal con el botón del telefonillo nada más escuchó la dulce voz de su novia, que sonaba un poco más nerviosa que la suya.
Paula respiró hondo en un par de ocasiones antes recibir a Eva. La recién llegada no se había puesto tan elegante como su anfitriona luciendo un vestido largo de color verde con muy poco escote.
- Estás guapísima- le dijo Paula acercándose a los labios de la chica y besándola con dulzura.
- Tú te has puesto mucho más guapa que yo- dijo Eva sintiendo no haberse arreglado más para su primera vez.
- No te preocupes por la ropa, amor- dijo Paula cogiendo la larga melena de pelo rojizo de la chica y dándola un suave mordico en el lóbulo de su oreja derecha- te aseguro que no tardaremos en quitarnos todo.
Paula, que sabía que aunque tratasen de ir al salón para charlar un rato ambas iban a estar pensando en lo mismo, se llevó a Eva de la mano hasta su dormitorio, el cual estaba con menos luz de la habitual ya que la anfitriona se había ocupado de bajar la persiana de la ventana y encender la luz de la lámpara de su mesilla de noche.
Las dos chicas no tardaron en comenzar a desnudarse la una a la otra. Eva, estaba mucho más nerviosa que su anfitriona y se notaba en lo torpemente que trataba de retirar los tirantes del vestido de Paula para dejar que el hermoso cuerpo de la joven quedara al descubierto.
- ¡Lo siento!- dijo Eva sobresaltada cuando por accidente arañó el hombro de su amante al tratar de correr el tirante.
- No ha sido nada- dijo Paula sonriendo para quitar importancia a la torpeza de la novata- está todo bien- dijo acariciando su hombro y aprovechando para dejar caer su vestido hasta la cintura, dejando que su novia viese sus medianos y firmes pechos aún cubiertos por el sujetador- estás un poquito nerviosa, deja que me ocupe de todo hasta que te acostumbres a esto- le sugirió acercándose melosamente a su amante y comenzando a besarla el cuello.
Eva, que sabía que Paula llevaba razón se dejó hacer al tiempo que sentía como el vestido que había llevado comenzaba a deslizarse poco a poco por su liviano cuerpo de piel clara.
Paula, que aún no había tenido ocasión de probar más allá del cuello y los labios de su chica, comenzó a bajar y besar el cuerpo de la joven inexperta, entreteniéndose en su espalda, su abdomen, su escote, sus muslos… tenía un cuerpo bastante bien proporcionado, con unos pechos, que si bien eran de un tamaño similar a los de Paula, estaban mucho menos firmes que los de esta.
Los gemidos de Eva hicieron que la que llevaba el control de la relación se excitase y comenzase a quitarse el sujetador también, dejando sus pechos de pezones duros al alcance de su amada.
- Tiene un cuerpo precioso- dijo Eva impresionada acercando sus manos a los senos de la joven para acariciarlos despacio por temor a ponerse de nuevo nerviosa y poder volver a arañarla.
- ¿Puedo ver como es el tuyo al natural?- preguntó la chica que sabía de la timidez de la chica, motivo por el que había esperado a estar ella casi desnuda del todo para pedirla aquello.
- Sí, no es tan bonito como el tuyo, pero espero que te guste- dijo Eva echando sus manos a la espalda en busca del cierre de su sujetador.
La joven tardó poco en encontrarlo y abrirlo, para a continuación dejar caer el sujetador en el suelo, dejando libres sus pechos ante la chica que más amaba en el mundo. Paula sonrió a su novia, cuando pudo ver después de más de cuatro meses de relación los medianos y pálidos pechos de Eva, coronados ambos con unos pezones grandes y rosados que no se pudo resistir a lamer, provocando nuevos y agudos gemidos de placer en su invitada.
Paula sintió como aquella zona erógena se volvía más dura cada vez que pasaba su húmeda lengua sobre ella.
- ¡Que bueno!- exclamó Eva encantada con la lamida que estaba recibiendo, mientras que Paula poco a poco iba atrayendo a su novia a la cama.
- Me alegro que te guste- le dijo Paula ascendiendo hasta llegar al rostro de su chica para darla un largo beso en los labios- ahora échate sobre la cama, con estos lindos pechitos sobre las sábanas, que voy a dar un masaje estupendo.
Eva, sabiendo que podía confiar en su novia se tumbó tal y como esta le había pedido, cogiendo su larga melena de pelo rojizo y colocándola delante de su cuello, para que la masajista no tuviese ninguna clase de obstáculo a la hora de tocarla.
Paula, que no quería ir rápido, comenzó a masajear la pálida espalda de la chica, comenzando con suaves caricias y siguiendo con movimientos algo más fuertes para destensar los músculos de Eva y que así se fuese relajando.
Los gemidos de la receptora del masaje se hicieron aún más audibles cuando Paula echó sobre sus manos un poco de aceite de masaje de olor a fresa, uno de los olores favoritos de su pareja, y comenzó a frotarla la espalda de nuevo.
Paula notaba como los nervios iniciales de su pareja habían ido desapareciendo, y aprovechando aquella circunstancia la chica comenzó a deslizar las braguitas blancas que suponían la última prenda de ropa de Eva.
La muchacha, que estaba gozando con el masaje, apenas se dio cuenta de que poco a poco su novia se había encargado de dejarla sin sus braguitas, dejando al descubierto un par de blandas y blancas nalgas que Paula comenzó a masajear con sus manos cubiertas del oloroso aceite de fresa.
Paula después de unos minutos más de masaje acercó sus manos más al sexo de Eva, el cual después de muchos rodeos logró alcanzar y comprobar que estaba muy mojado. La joven se estremeció de placer cuando se sintió tocada por su experta amante.
- Estás muy mojadita- dijo Paula sonriendo y comenzando a jugar con el sexo de la muchacha- creo que es momento de que te dé el masaje por delante.
Eva no necesitó escuchar la sugerencia dos veces para darse la vuelta en la cama y quedar bocarriba. Paula comenzó el masaje de la parte delantera del cuerpo de su amante por abajo, empezando por sus pies en los que se paró un rato, hasta que vio los gestos de placer en el rostro de su novia.
Paula ascendió acariciando, besando y chupando la suave piel del cuerpo de Eva, hasta que acabó en el sexo de la joven, no dudando en separar lentamente sus piernas y hundir su cara en la húmeda vagina de la novata.
Eva, que no había sentido nunca una lengua en aquella zona tan íntima gimió de placer al notar el contacto, acto que motivó a Paula que aumentó el ritmo hasta que los primeros espasmos invadieron el cuerpo de Eva.
La lamedora que sabía perfectamente lo que venía a continuación no paró de lamerla hasta que sintió como los fluidos salían del cuerpo de la joven, cayendo la mayoría de ellos a las sábanas de su cama y el resto a la boca y la cara Paula.
- ¿No te está gustando lo que te estoy haciendo?- preguntó Paula a su chica cuando vio como esta comenzaba a intentar incorporarse.
- No, no, es genial- manifestó la chica para que su novia no tuviese dudas- es solo que me estás dando mucho placer sin que te dé nada a cambio- Paula al oír aquello rodeó con sus piernas la cintura de su pareja y poniendo sus manos sobre sus senos la volvió a tumbar en la cama.
- No tienes que darme nada a cambio, amor- dijo sonriendo.-Yo estoy disfrutando mucho haciéndote gozar.
- Ya, pero no está bien que hagas tú todo el esfuerzo- Paula volvió a sonreír.
- Por favor, déjame hacerlo todo a mí primero para que vayas aprendiendo- pidió finalmente- mi primera vez fue un horror porque lo hice con una chica que esperaba mucho de mí pese a ser una novata, no recibí casi placer. Por favor Eva, déjame que haga que tu primera vez sea inolvidable.- la chica que estaba atrapada por su pareja estiró sus brazos para rodear a Paula por la espalda y hacerla caer, para a continuación abrazarla con fuerza.
- Muchas gracias Paula, será un placer que seas tú la que se lleve mi virginidad- dijo sonriendo, feliz de tener una novia que había sabido esperar tanto por ella.
Paula y Eva se besaron con pasión durante unos minutos en los que la anfitriona comenzó a sentir cada vez más excitantes caricias por parte de su chica, la que como la mayoría de sus parejas anteriores sentía predilección por sus firmes senos, los cuales se estaban llevando un gran repertorio de lamidas y suaves mordiscos, tanto sobre sus pechos como sobre las aureolas de estos.
- Déjame que me coma tu rica vagina, Paulita- pidió Eva con su dulce voz una vez se hubo cansado de estimular los pechos de su pareja. La anfitriona sonrió y arrancó sus braguitas para dejar a la vista de la chica su sexo depilado de pequeños labios rosados.
Paula, que no estaba dispuesta a ser ella sola la que recibiese placer optó por realizar un 69 con su amada, devorando el dulce sexo de Eva con deseo tan pronto como lo tuvo a su alcance.
La novata, totalmente extasiada de placer, no comenzó a devolver el placer hasta que no se acostumbró a ser lamida por la ágil lengua de su novia. Solo entonces comenzó a chupar y besar con timidez el caliente sexo de Paula, la cual respondió a aquellos tocamientos con intensos gemidos que motivaron a Eva.
La chica, que veía que con lo que hacía estaba haciendo gozar a su anfitriona, continuó acariciando la zona íntima de su pareja cada vez con más confianza. Eva estaba sorprendida del sabor y olor de los fluidos de su novia, ella misma, en muchas ocasiones se había masturbado en su habitación y se había metido la mano en la boca después de tocarse, resultándola algo desagradable, pero a diferencia de los suyos, los de su novia no solo sabían bien, sino que también tenían un olor delicioso.
- Creo que con esto ya estamos bastante mojadas- dijo Paula levantándose del cuerpo de su chica y estirando la mano para sacar una caja de debajo de la cama. Eva curiosa también se incorporó.
Paula mostró a su chica un dildo larguísimo y flexible, de color rosa y de aproximadamente dos palmos de longitud.
- ¿Quieres que lo compartamos?- preguntó Paula sonriendo pasándole el consolador a su amiga que lo agarró con las manos un poco temblorosas.
- Sí, es un poco más grueso que el que tengo en casa, pero estoy segura de que entrará bien- dijo comenzando a chupar la cabeza de unos de los extremos.
Paula, excitadísima ante la visión de ver a su novia lubricando el dildo que usarían para darse placer, no dudó en seguir su ejemplo y hacerse con la otra punta para comenzar a ensalivarlo.
Las dos chicas se miraban apasionadamente mientras chupaban con deseo el aparato que tanto placer las proporcionaría, hasta que Paula consideró que su punta estaba lo suficientemente lubricada, momento en que se lanzó sobre Eva para comenzar e introducirlo en su vagina.
La receptora del dildo gimió de placer cuando notó como este comenzaba a abrirse paso dentro de ella al tiempo que Paula no desaprovechaba para estimular el hinchado clítoris de su amada.
Una vez introdujo algo menos de la mitad de aquel excitante aparato en el interior de Eva, Paula comenzó a meterlo en su sexo, para en cosa de un minuto estar llena por él y pegada a su novia, la cual expresó su placer cuando el dildo comenzó a vibrar después de que Paula lo accionase sin que su pareja se percatara.
- ¡Que bien se siente!- exclamó Eva mientras se abrazaba a su chica, aplastando sus pálidos y suaves pechos con los algo más duros y definidos de Paula.
- Pues ahora verás- dijo la chica pasando su pierna derecha bajo la izquierda de su novia y colocando su izquierda sobre la otra para atraparla en una tijera perfecta- ahora vas a sentir el placer auténtico.
Paula no le dio tiempo a su chica a decir si quería o no probarla, ya que antes de que se decidiese la muchacha comenzó a mover su cadera hasta que su húmedo sexo se pegó con la tierna vagina de su novia.
Eva no tardó en caer rendida de placer con su espalda sobre la cama mientras Paula seguía haciendo rápidos movimientos para el placer de ambas, hasta que finalmente vio como las manitas de su novia se tensaban apretando con fuerza el edredón rojo que cubría su cama.
Un gemido mucho más alto y agudo que los anteriores hizo a Paula estar segura de que su novia había llegado por segunda vez al orgasmo, lo que la hizo seguir a ella con más ímpetu para alcanzarlo cuanto antes.
Eva, con las pocas fuerzas que la quedaban se incorporó para tratar de ayudar a su novia a llegar al éxtasis al que ella había llegado en dos ocasiones en lo que iba de tarde, pero la presa que le estaba haciendo era demasiado fuerte como para liberarse, así que extendió su brazo hasta que su mano llegó al caliente y húmedo sexo de Paula, para buscar su clítoris y frotarlo lo mejor que supo.
Paula sintió en su interior como un torrente de fluidos trataba de salir de su vagina encontrándose en la férrea oposición del dildo, pero el que estos no salieran disparados por todas partes no hizo que el placer de la muchacha menguara.
- Ha estado genial- dijo Paula sonriendo- ¿has disfrutado, cariño?- preguntó con ternura al tiempo que la cogía la mano con delicadeza.
- Sí, realmente has conseguido que mi primera vez fuera increíble.
- Tú eres increíble.- Eva sonrió alagada.
Las dos chicas tardaron muy poco en sacar de su interior el dildo de pareja y tumbarse en la cama para relajarse un poco, hasta que Paula se levantó dejando a su novia en la cama.
- Voy a por algo para beber, ¿te apetece que te traiga alguna cosa?
- Un poquito de agua, porfa- pidió la chica.
- Ahora mismito- dijo Paula en lo que se ponía sus braguitas y su sujetador para caminar hacia la cocina.
Paula un vez en la cocina se puso a servir dos refrescos de naranja, uno para ella porque la apetecía y otro para Eva, que pese a que había pedido un vaso de agua, su novia sabía que aquel era su refresco favorito y que no se lo había pedido por ahorrarla molestias, pero antes de regresar con su amada la chica paró ante el dormitorio de su padre y su madrastra para llamar a la puerta.
Paula sabía perfectamente que mientras había estado dando el masaje a Eva alguien había entrado en casa, y estaba segura de que había sido su madrastra, ya que su padre habría invadido su intimidad en cuando hubiese oído los gemidos de su novia. La chica abrió la puerta para encontrarse a su madrastra metida en la cama.
Rebeca era una mujer de unos 35 años, piel morena, cuerpo voluptuoso, larga melena de pelo negro y una sonrisa de dientes perfectos.
- Oye Rebeca, muchas gracias por no interrumpirnos- dijo Paula a su madrastra adentrándose en la habitación sin importarla tan solo vestir con un sujetador y unas braguitas mínimas.
- No pasa nada- dijo la mujer con la voz un poco temblorosa.
- Ha sido una suerte que no fueras mi padre, él habría entrado y eso habría impactado mucho a mi novia, ha sido una verdadera suerte.
- No importa de verdad, y no te preocupes, no le diré nada a tu padre, lo de tu vida sexual es cosa tuya- dijo con un tono de voz que no era el normal en ella.
- Pues muchas gracias, me alegra que lo comprendas- dijo Paula contenta de aquella palabras- ahora me voy con mi chica, que seguro que me está echando de menos.
Paula volvió caminando a su habitación con una sonrisa en los labios, no solo porque había conseguido que su pareja y ella tuviesen una tarde de sexo espectacular, sino también porque se imaginaba el motivo por el que su madrastra tenía la voz tan quebradiza y las cosas que esta debía de estar haciendo bajo las sábanas antes de que ella la interrumpiese.
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