La primera vez con mi vecina

Un favor inicia unos encuentros no esperados con mi vecina

Hola todos y todas:

Soy Fer tengo 26 años, soy de un pueblo de Andalucía. Soy alto 1.86, moreno, 77kg, fornido, ojos miel claros.

Hoy les comentaré cuando empecé con mi Vecina

Tenía yo 18 años, estaba cursando bachillerato, iba a las clases nocturnas debido a mi trabajo por la mañana.

Era viernes, subía por mí calle hacia mi casa, solo quería descansar, a la mañana siguiente no tenía que trabajar, menos mal.

A unos 50 metros de la casa de mi madre vive Juana, una mujer que entonces tenía unos 56 años (bien llevados), viuda y muy religiosa. Eran ya las 10 de la noche más o menos, cuando al pasar por su casa, desde la ventana me llama:

  • Hola Fer, vienes de clase?

  • Sí, ya a casa, a cenar y a descansar.

  • Quería pedirte algo... ¿Podrías ir a la Tahona y traerme pan? Es que ya la hora que es me da miedo - me dijo algo angustiada

Hacia unos días se daban casos de robo a personas mayores y debido a eso muchas mujeres no salían ni a tomar el fresco.

  • Claro, no se preocupe, déjeme que deje la mochila en casa y ahora mismo le traigo el pan - contesté

  • Que bueno eres cielo - soltó Juana

Al llegar a mi casa mi madre estaba haciendo la cena:

  • Hola hijo ya estás en casa- me dijo

  • Si pero voy a salir un momento, volveré en un rato

Mi madre los viernes estaba acostumbrada a que yo saliera con mis amigos a tomar unas cervezas y luego ir a casa y cenar más tarde, por lo que no me dijo nada. Lo que no entendí ni entiendo es por qué no le dije nada de la vecina, pero bueno eso se explicaría más tarde.

Salí camino a la Tahona, no tarde ni cinco minutos en llegar de vuelta a casa de Juana, ahí estaba yo tan tranquilo, llamando al timbre:

  • Quién es- se escuchó desde dentro de la casa

  • Soy yo Juana, le traigo el pan - respondí

  • Pasa, la puerta está abierta.

Abrí la puerta y delante mia de abrió la casa. Tenía un hall estrecho, a la derecha la entrada al comedor y a la cocina americana, a la izquierda una puerta que conducía al garaje, de frente la despensa, el baño y unas escaleras que subían. A la planta de arriba con otro comedor y dos habitaciones.

Entré en la casa y al comedor, Juana estaba en la cocina, con una bata rosa y en pantuflas.

+Donde le dejo el pan Juana?- pregunté

  • Acercamelo a la cocina- respondió

Entré en la cocina y le dejé a su lado el pan.

  • Muchas gracias hijo, espérate un momento y ahora te bajo el dinero.

  • No se preocupe, no es nada.

  • Que bueno eres, quieres quedarte a cenar?

Olía muy bien estaba cocinando unos filetes al roquefort.

  • No se preocupe, mi madre está esperando.

  • No seas malagradecido, a demás me van a sobrar.

  • Bueno está bien.

Me senté en la mesa, ella empezó a traer los cubiertos y los platos y se sentó delante mía. Cenamos tranquilamente, me preguntaba sobre los estudios, el trabajo etc, cosas livianas. Yo le respondía a todo con educación, mientras cenaba.

Al terminar la cena me dijo que me sentara en el sofá, que me traería una cerveza a lo que yo con gusto acepté.

La conversación seguía siendo amena hasta que empezó a preguntarme por mis líos, novias etc etc...yo en ese momento no tenía, no tenía tiempo ni para mí hasta que derrepente, con algo de alcohol ya...:

  • Pues yo desde que me quedé viuda... no siento a un hombre llenándome

  • Bueno Juana, eso será porque usted no quiere..., algún hombre la llamará la atención.

Sin darme cuenta nos estábamos besando, mis manos en un abrir y cerrar de ojos estaban empezando a desabrochar aquella bata, se la saqué de encima, llevaba un pijama celeste algo transparente, se podía ver a través de él un sujetador de color carne. Rápidamente le saqué la parte de arriba del pijama, con un toque algo hábil le solté el sujetador y entre beso y beso algo torpes cayó el sujetador dejando a mi vista unas tetas enormes y caídas. Me hipnotizaron, rápidamente mis manos se dirigieron a aquellas tetas, manoseandolas, subiendoselas, apretando, pellizcando algo los pezones.

No cabía en mi, y mi pene tampoco. Llevo sus manos a mi cintura, levanté un poco la pelvis y me sacó mis pantalones y calzoncillos dejándomelos en las rodillas. Rápidamente empezó a menearmela, a masajearla despacio pero sin perder el ritmo. Aquella vecina Beata sabía lo que hacía. Mi boca se hipnotizó y fueron a su entrepecho, a lamer absorber, empezó a gemir rápidamente, notaba su corazón agitado. Le quite las manos de mi pene y la recosté sobre el sofá, le baje la parte de abajo del sofá y ante mí se asomó una braga faja ajustada que la marcaban su vagina y se la veían ya manchadas. Rápidamente se las bajé y mis dedos fueron a su clítoris mientras mi boca fueron a sus pezones.

Absorbia, mordisqueaba, lamía...mientras mis dedos empezaron a entrar sin resistencia en su vagina. Sin darme cuenta en su vagina peluda, arrugada y con bello púbico ya grisáceo estaban metidos 3 dedos hasta dentro haciendo círculos dentro de la vagina. Ella no paraba de gemir, de retorcerse, rápidamente lleno mi mano de su fluido, lo que aproveché para meter mi mano, entraba, no se resistía, no la dolía, gemia y gemía y mi mano ya estaba casi dentro. Me centré en aquella maniobra, mientras la miraba con los ojos casi blancos de placer abría y cerraba un poco mi mano en su vagina. Ella no paraba de gemir y correrse, de una voz rota por el placer me suplicó que se la metiera, quería sentirme dentro y así fue. Saqué la mano y puse mi pene a la entrada de su vagina, primero lo frote contra su clítoris y de una se la metí, ella arqueo la espalda y soltó un suspiro de placer. No podía dejar de mirarla, sus gritos, sus gemidos, sus suspiros me hipnotizaban y me ponían más. Mis embestidas fueron a más, mi pene ante esa situación no podía más, en un escalofrío que me recorrió la espalda empecé a llenar su vagina de semen, era mucho, mucho más de lo que había expulsado antes. Esa escena de ella gimiendo me inundó de placer y así se lo agradecí. Nada más sentir mi semen y mi pene echando las últimas gotas de me abalanzó y ahora sí nuestras lenguas se mezclaron en una, la beata se había soltado y nos fundimos en un beso, en un abrazo, en un ser.

Cuando terminamos la saqué, Juana se incorporó y empezó a lamerla para limpiarla mientras me miraba fijamente. Al terminar se metió los dedos sacándose mi semen y se lo llevó a la boca.

Después de eso al vestirnos no nos lo creíamos, habíamos follado, pero nos gustó. Al rato me despedí en otro profundo beso y con la promesa de repetir.