La primera vez con mi profe

Este relato es del profe con el que tuve –y tengo- algunos encuentros bastante ricos. Por él conocí o participé por primera vez en tríos y tuve relaciones con mujeres.

La primera vez con el profe

Este relato es del profe con el que tuve –y tengo- algunos encuentros bastante ricos. Por él conocí o participé por primera vez en tríos y tuve relaciones con mujeres. Aunque sé que me utiliza sexualmente, yo aprendí a hacer lo mismo con él y otros hombres. Este relato es sobre la primera vez que tuve relaciones con él; de hecho, él me cogió. Ya vendrán otras experiencias.

Tenía ya algún tiempo coqueteándole al profesor. Desde que lo vi el primer día de clase me fascinó y como se decían muchas cosas de él –ya saben, que se tiraba a las alumnas, a sus ayudantes, en fin- pues me aventuré a coquetearle. Hoy en día tengo muy buen cuerpo, pero en aquel entonces, estaba mucho mejor como es lógico; más delgada, más firme. En fin ese día, llevaba una falda de mezclilla corta y una blusa negra de algodón que me ajustaba. Mi ropa interior pequeña como siempre me ha gustado. La foto que ven no soy yo, pero más o menos así iba ese día, pero con falda un poco más larga y yo soy un poco más formada, debido al ejercicio.

En clase me senté frente al profesor –como siempre- y estuve cruzando las piernas con cierta exageración, para que pudiera ver mis muslos y un poco más…Recuerdo que un par de ocasiones perdió el hilo de la clase. Eso me divirtió. Al finalizar, me llamó y me dijo que fuera a su oficina en la Uni al acabar la clase siguiente, porque tendría un libro que podría servir para mi trabajo final. Durante toda la clase que siguió estuve fantaseando sobre lo que sucedería dentro de unos minutos. ¿Me llamaría la atención o se animaría a seducirme? ¿Me invitaría a cenar? ¿Me llevaría a su depa o a un hotel? Moría porque me cogiera

Cuando entré a su oficina, el Departamento estaba casi vacío pues era hora de comer y no había clases a esa hora.  Él estaba de pié detrás de su escritorio revisando unos papeles.

-Siéntese, en un momento la atiendo.

-Sí, doctor. –sólo de verlo me mojaba la panty.

-Que bien cruza la pierna; me dijo con un sonrisa muy pícara. Yo no supe qué decir, me agarró totalmente desprevenida y seguro me puse de mil colores. Al no haber respuesta y sabedor de que estaba en control de la situación, se acercó y quedó su paquete a la altura de mi cara, a unos 20 cms. -No me quiere enseñar más, señorita Hernández? ;Yo, quedé petrificada sin saber qué hacer. El cabrón, sólo sonrió y se acarició el paquete. –Mmmmm, me lo imaginé. En el librero, en el tercer nivel de arriba hacia abajo está un libro que le ayudará en su trabajo final, es amarillo y es Baral; dijo, mientras se sentaba en su silla detrás del escritorio.

Me levanté con la cabeza baja y fui hacia el librero que estaba detrás de su escritorio; quería que me comiera la tierra, no sabía dónde meterme. ¿Y si los chismes eran sólo eso? Me puse a buscar el libro que me indicó el doctor, cuando de pronto siento que una mano me recorre la pierna, sube por la pantorrilla hasta el muslo; el corazón me latía a mil y me comencé a mojar de inmediato.

-¡Qué rica piel! Calientita –decía mientras llegaba a mi entrepierna. Yo me calenté enseguida y me recargué ligeramente en el librero, para levantar un poco mis nalgas.

-Ahhhh…mmmmmmm…; dije suavemente.

-¿Creíste que me iba a quedar así?; dijo mientras se ponía de pie lentamente. -¿Qué me ibas a enseñar calentar para subir tu calificación? No hace falta mucho más que enseñarme los calzones; mucho más –me dijo al oído y arrimándome su paquete. Yo estaba calientísima; yo en la oficina de un profesor, y él me estaba metiendo mano ¿hasta dónde llegaría esto?

-No, doctor, yo no quería…-le dije muy mimosa; él seguía manoseándome…acariciaba con la punta de sus dedos el contorno de mis pantys por mis nalgas y hacia mi entrepierna. Yo chorreaba cada vez más y me agitaba cada vez más también.

-Sssshhhhhh…no digas nada, sólo cuando yo diga…Aaayy, pero si estás empapada, Teresita. Señorita, a usted no sólo le gusta enseñar, a usted le gusta que se la cojan, ¿verdad?

-Sí.

-¿Cómo dijo?; en ese momento pasó su brazo por mi cintura, buscó mi panty, la hizo a un lado y comenzó a desearme. Su dedo entró muy fácilmente debido a mi abundante lubricación.

-Sí, profesor, me gusta que me cojan.

-…Es una puta. Y va a ser mi puta señorita Hernández; seguía deseándome delicioso y mi primer orgasmo se acercaba inevitablemente.

-Siga…por favor.

-Que se calle –dijo y me arrimó fuerte su paquete. Dejó de darme dedo y me masturbó.

-Y…ahhhhhhhh…mmmmmmmmmmmm…; yo movía la cadera.

-Vas a ser mi puta…y te la voy a meter ahorita mismo; al escuchar eso me vine de una manera deliciosa. Tal vez de las más ricos que había tenido hasta ese momento. En cuanto sintió que me vine, me arrojó sobre el escritorio, me levantó la falda y me la metió de un tirón por atrás.

-Ah…a-a-a-a-a-a-a-a-a-a-a-a-ay-y-y-y-y-y

-Aaaaahhhhh…qué rica está señorita…aaaaahhhhhhh…;me bombeaba riquísimo. Mi orgasmo se prolongó unos segundos maravillosos. Yo lo miraba cogiéndome, ya que frente a mí estaba un librero con vidrio, en el que se reflejaba.

-¿Te gusta, eh? ¿Te gusta, putita mía?

-Sí, profe…me encanta; yo sólo me dejaba coger. Me dio un par de nalgadas; yo me quejé ligeramente con un “ay”.

-¿Te duele? Acostúmbrese señorita; y me dio otra más fuerte. Aprieta tu coño, ándale apriétalo; me dijo mientras me jalaba el cabello como si montara un caballo.

-¿Quieres que me venga? ¿Ya quieres que me venga?

-Sí, profe…aaahhh…ya quiero… que se…ven-ga.

-No chiquita, falta cogerte otro poco.

-Sí, lo que quiera…pro-fe…a-a-a-a-a-a

-Qué rico culito, se te ve…un día te lo voy a romper, Teresita putita; se salió, me dio la vuelta, me acostó en el escritorio, puso mis piernas en sus brazos y me la metió. Yo arqueé la espalda un poco, se levantaron mis tetas y él dejó mis piernas y bajó mi blusa y el bra, para ver cómo se bamboleaban mis tetas con las embestidas. Luego de varias embestidas, soltó mis piernas nuevamente y amasaba mis tetas. Ahora quiero que la chupes; me dijo, mientras se sentaba en su silla y esperaba que me hincara para comerle la verga. Así lo hice.

-Mmmmmm…mmmmmmmm…mmmmmmm; lo lengüeteaba y mamaba.

-Lámeme los huevos…desde abajo, Teresita…así, putita, así.

-Mmmmmm…mmmmm…mmmmmmmmm…-lo masturbaba con una mano y con la otra me dijo:

-Mastúrbate, quiero ver que te masturbes. Nunca lo había hecho en frente de alguien más, pero la calentura del momento me hizo obedecer y satisfacerlo en lo que me pidiera. Era también una cuestión de ego y competencia con otras mujeres. “Yo una escuincla de 20 años se estaba cogiendo a un profesor 15 años mayor, que muchas deseaban y yo lo iba a satisfacer en lo que quisiera”. Lentamente busqué mi conchita y me masturbé, aunque me concentré más en que se viniera. Sentí pronto cómo se hinchaba su rica verga y su cara me confirmó que ya pronto acabaría.

-Mmmmmmmmm…mmmmmmmmm…mmmmmmmmm; él intentaba levantarme la cabeza, pero yo me resistía.

-¿Quieres que acabe en tu boca?

-M-hm…-asentí.

-No, chiquita, para eso te falta; me levantó la cabeza, separó mi boca  a unos 5 cms de su verga- abre la boca y agárrate las tetas…; obedecí, él se masturbó un poco y finalmente acabó en mi cara y en mis tetas. –Aaahhhhhhh…bienvenida a “mis putas”, señorita Hernández.

Yo le agarré a la verga y me la metí a la boca, para darle las últimas chupadas, mientras embarraba su lechita en mis tetas; Mmmmmmmm…mmmmmm…mmmmmmmm.

Así es como entré a un “selecto” grupo de alumnas y ex alumnas del profesor: “sus viejas” o “sus putitas”. Como les comenté ahora entiendo que aprovechaba nuestro ego o competitividad femenina para utilizarnos sexualmente y pasar muy buenos ratos. Por eso hoy, yo lo veo igual. Sólo como alguien con quiero coger y pasar un buen rato.