La primera vez con mi amigo
Una chica bisexual y su amigo virgen.
Es difícil follar cuando eres una adolescente. En primer lugar, tus padres pocas veces te dejan sola en casa el tiempo suficiente para echar un polvo en condiciones (los rapiditos no son lo mío). En segundo lugar, hace falta alguien que me guste lo suficiente como para follarmelo. Su sexo me suele dar igual. Mi especialidad son las chicas, aunque solo pido que no sea un, o una, gilipollas.
Noé (como el del arca, no el diminutivo de Noelia) es un poquito imbécil, pero es mi amigo y le quiero. Además es virgen y nunca he follado con un chico virgen. Bueno, mejor dicho: nunca he follado con un chico. Como dije, mi especialidad son ellas, no ellos. Así que se podría decir que también iba a ser su primera vez.
Desde que le conocí y comenzamos a tener confianza, esperé con ansia que mis padres se fueran para invitarle a mi casa. Parecía el chico perfecto con el que perder mi heterovirginidad, como la llamo yo.
El día de tirarmelo tardó en llegar, pero por fin, un dia, mis padres se marcharon de viaje dejándome la casa toda para mí.
—Noe, ¿qué coño estás haciendo con mi cobaya?
Mi amigo, imbecil con cariño, estaba sentado en el sofá y tenía a Robbie, mi cobaya, sobre la cara.
Su voz sonó asfixiada bajo mi mascota.
—Nada. Se subió aquí ella solita. Será que le gusto.
Me acerco al sofá dónde está sentado y le quito a Robbie de encima. Me siento a su lado y dejo a mi animalillo en mi regazo. Robbie se queda quieto mientras le acaricio la cabeza.
—En el baño hay toallitas, por si quieres limpiarte la cara -informo a Noé, viendo como se pasa la mano por la cara, quitándose las gafas para librarse de algún pelo que se le ha caído a Robbie.
—Va, ahora vuelvo.
Y se tarda una eternidad. Me da tiempo a aburrirme de Robbie, a encerrarle de nuevo en su jaula y a poner la tele el tiempo suficiente para darme cuenta de que no hay nada interesante. Me siento tentada de poner porno (mi padrastro tiene un Pen Drive lleno de eso y cree que yo no lo he descubierto) pero al final decido ser una buena anfitriona y no asaltarle sexualmente a la primera de cambio. Voy a por algo de beber y cuando vuelvo a sentarme, con un vaso de Coca cola light en la mano, él sale del baño. Por fin.
—¿Qué, te estabas poniendo guapo, princeso? —le digo, con tono burlón.
—Que va. Estaba cag…
Paso de oír sus tonterías y me muero por ver que hay en sus pantalones. Dejo el vaso en la mesa. Me interpongo en su camino levantándome del sofá. Le agarro de la camisa para ponerle a mi altura y le beso. Sé que dije que no me lo tiraría a la primera de cambio pero no he estado esperando todos estos meses para ahora escuchar sus tonterías. La curiosidad por descubrir cómo es una polla, y la excitación que llevo conteniendo semanas, me empuja a actuar de manera impulsiva.
El beso es intenso, casi agresivo. Él también me deseaba, aunque lo había ocultado bien. Ahora lo siento en cómo me besa, en cómo sus labios se mueven devorando mi boca. Pierdo el equilibrio y me caigo en el sofá sin soltarle, lo que provoca que él casi se caiga sobre mí. En un alarde de buenos reflejos, que no esperaba que tuviera, Noé apoya sus manos en el respaldo y se inclina para seguir besándome.
—Me vas a aplastar, pelmazo —le digo. Mi voz suena un poco jadeante por los besos.
Noé se deja caer a mi lado. Le miro un instante antes de quitarle las gafas con cuidado.
—No veré una mierd…
—Da igual.
Deposito las gafas en la mesa, al lado de su vaso de Coca cola light que no ha podido catar, y vuelvo a besarle. Ni siquiera le prestamos atención a la tele. Nos besamos y mis manos se apoyan en su pecho y de vez en cuando trepan hasta sus mejillas. Nos detenemos el tiempo justo para respirar y nos miramos cachondisimos. ¿Cómo ha podido mantener las manos quietas cuando se nota a la legua que se muere por meterme mano? No puedo evitar mirar la abultada entrepierna de sus pantalones, como él no es capaz de disimular esas miraditas a mi escote.
Sin pensarlo dos veces, me coloco a horcajadas sobre él, con una pierna a cada lado. Agarro su cara con mis manos, sintiendo como me pinchan los cuatro pelillos de barba que tiene. Mientras nos besamos, muevo mi cintura frotándome contra su entrepierna. Noto el bulto duro presionando mi coño a través de toda la ropa y la verdad es que quiero sacarle la polla ya.
Cuando intento meter mi lengua en su boca, Noé se aparta, cortándome un poco el rollo y sacándome del trance en el que estaba metida. Tiene las orejas rojas y las mejillas ardiendo.
—Solo era un beso con lengua.
—Es que me he puesto nervioso. Yo que sé —me mira un instante y luego aparta la mirada. No soy capaz de discernir qué ha pensando, en que se han fijado sus ojos grises y miopes, para que se sonroje todavía más.
—¿Qué pasa?
—Nada, solo que lo había imaginado de otra manera —responde, sin mirarme a los ojos.— ¿Me pasas la Coca cola? Tengo la boca seca…
Mil y un comentarios mordaces pasan por mi mente, pero decido quedarme callada. Me giro, sujetándome con una mano en su muslo, y me inclino de medio lado para coger su vaso.
—Toma, anda.
Se lo bebe de un trago, intentado ver la tele por encima de mi hombro, como si yo no existiera.
—Gracias.
Por fin me mira. Cojo el vaso de su mano y lo dejo sobre la mesa. Me inclino para besarle con suavidad. Sus labios tienen un regusto a coca cola y, cuando vuelvo a intentar meter mi lengua en su boca, esta vez no se resiste. Su lengua se mueve torpemente y me sorprendo pensando que apenas siento ninguna diferencia entre besar a un chico o a una chica, porque Noé no tiene barba y no me pincha con ella. Con lo que sí me pincha es con la polla, sobre la que de nuevo me estoy restregando. Siento su polla muy dura y mi coño tampoco está sereno precisamente. Siento una leve humedad entre mis piernas, mojando el tanga negro que llevo bajo los pantalones cortos.
Estoy tan cachonda como cuando María, mi ex, sacaba ese cinturón con polla y me decía que me pusiera a cuatro, que íbamos a jugar… ¿Su polla será como ese juguete?
La ropa comienza a molestarnos. El acaricia mis tetas por encima de mi camiseta de tirantes, sin atreverse a meter sus manos por debajo. Como no llevo nada sujetador, mis pezones se marcan y él se está haciendo una idea de cómo son mis tetas, pero yo quiero sentir sus dedos contra mi piel. Y tengo que ser yo la que le invite a desnudarme.
Levanto las manos y él me quita la camiseta. Mis tetas, del tamaño justo para llenar su mano, botan un poco cuando escapan de la apretada camiseta.
Noé se queda mirando mis pechos. Dudo de si verá algo o necesita las gafas para hacerse una idea de lo que tiene delante. Al final, para mi sorpresa, y deleite, agarra mis tetas con sus manos y comienza a masajearlas, moviéndolas un poco y apretando con los dedos. Me imagino que debió de ver esos movimientos en el porno. Se nota que intenta esforzarse aunque no tiene muy claro lo que debe hacer. Juguetea con los pezones, sin atreverse a llevárselos a la boca. Le acaricio esa mata de pelo castaño y rebelde que le cubre la cabeza, sintiéndome tentada de empujarle y forzarle a que lama mis pezones. Pero aun soy una buena chica y trato de que se relaje y se sienta cómodo.
Sin embargo, algo me distrae. El bulto de su entrepierna, durísimo bajo mi culo, me tienta a que lo toque e investigue. Y ya no puedo resistirme, quiero ver lo que oculta bajo los pantalones.
Abandono esas tiernas caricias y le beso, mientras él sigue pendiente de mis tetas. Tira de uno de mis pezones y yo le muerdo labio… mientras una de mis manos se mete entre mis piernas y comienza a acariciar su entrepierna. Sus manos se detienen un instante, luego vuelven a sobar mis pechos. Agarro y aprieto su entrepierna, sintiendo el calor que emana de debajo de la ropa, pero en mi caso no me vale para hacerme una idea de cómo es su polla. Trasteo con su bragueta y al final me rindo. Dejo de besarle y me centro en desabrocharle los pantalones. Él abandona mis tetas y mira lo que hago. Una chica bisexual con las tetas al aire peleándose con sus pantalones.
—Oye, me podrías ayudar.
—Plana —responde. No necesito mirarle para saber que se está burlando de mí.
Le miro de todas formas. Sus labios dibujan una sonrisa, mezcla de diversión y excitación, que me recuerda porque he decidido perder mi virginidad con este chico. Dulce y gracioso hasta el los momentos más calientes.
Le beso sin que mi objetivo sea ponerle cachondo.
—Entonces, no es así como lo habías imaginado? —le pregunto cuando paramos un instante de besarnos.
—De momento me está gustando más que cómo lo había imaginado —responde, y por primera vez se atreve a besarme.
Nuestras lenguas se rozan. Dejamos a un lado la ternura y volvemos a ponernos cachondos.
Oigo como se baja la cremallera de los pantalones y un calor recorre mi cuerpo hasta mi entrepierna. Detengo el beso y bajo la mirada. Noé ha dejado su bragueta abierta, pero sin sacarse la polla. Se ha quedado quieto, indeciso. Pero también un poco provocador, dejandome decidir a mí si quiero ver más. Trago saliva, viendo el bulto que cubren sus calzoncillos. Ahora casi me puedo hacer una idea de lo que hay ahí. Casi.
Paso la palma sobre ese bulto, frotándolo, sintiendo el calor que emite lo que hay debajo. Acerco mis dedos al borde de sus calzoncillos y los bajo despacio. Rozo su piel suave, recién depilada, y luego me topo con algo duro. Paso la tela por encima y por fin veo la punta de su polla. Hinchada, de un tono rojizo, próximo al morado. Sigo bajando. El tronco tiene venas que se me antoja lamer. Deslizo los calzoncillos hasta la base de su polla y la agarro con la otra mano. Me sorprenden dos cosas: lo caliente que está y lo suave que es. La aprieto y me sorprende también lo durísima que está. Escucho a Noé soplar y volver a respirar. Había estado conteniendo la respiración el muy tonto, de manera inconsciente supongo.
—Madre, está mazo dura —la pajeo un poco, arriba y abajo y añado:— y super suave.
No se parece mucho a los juguetes que he usado. Solo en la forma, pero las sensaciones al acariciarlo son muy diferentes. Me pregunto a qué sabrá y me inclino para lamerlo… pero cuando mi lengua está a un par de centímetros de su polla, la posición me parece demasiado incómoda y decido dejarlo para luego.
—Joder —le escucho jadear.
Me siento a su lado, sin soltar su polla. La pajeo lento, sintiendo todo el músculo con las yemas de mis dedos.
—¿Quieres tocar tú también? —le pregunto para provocarle. Me apetece ver qué tal se maneja con los dedos en mi coño.
—Va —dice en otro suspiro mientras le aprieto la polla fuerte.
Me levanto y me quito rápidamente el pantalón y el tanga, mientras él hace lo mismo empujando su ropa hasta el suelo.
Me tumbo en el sofá de lado, apoyando la espalda en el respaldo. Él se tumba a mi lado, al borde. Le he dejado espacio de sobra. Agarro su polla de nuevo y me sorprende otra vez su calor.
—Estás ardiendo —le escucho comentar. Sus dedos ya han empezado a explorar mi vagina. No me molesto en responderle.
Sus dedos se mueven entre los labios de mi coño, buscando el clítoris. Lo acaricia de vez en cuando por casualidad, pero se nota que está perdidísimo. Me conformo por el momento con sus caricias, le dejo que me explore por sí mismo mientras yo me divierto con su polla.
La pajeo más rápido y un jadeo se escapa de los labios de mi amigo. Le beso un instante, sin parar de pajear. Su mano se ha quedado laxa sobre mi vagina, centrado en lo que le hago a su polla. Entonces decido que ya quiero descubrir a qué sabe.
Me siento y me inclino hacia su pene. El pelo me tapa la cara y lo aparto con la otra mano mientras él me mira, atento a lo que voy hacer. Saco la lengua y me aproximo a ese glande hinchado. Lamo la punta su polla, pero no me sabe a nada. La meto un poco en mi boca y la envuelvo con mis labios, moviendo la lengua a su alrededor. No está mal.
La saco de mi boca y lamo el tronco, pasando mi lengua a lo largo por el lado que no estoy sujetando con la mano. Entretenido.
La pajeo despacio mientras chupo la punta y luego intento ver cuánto me cabe en la boca. Bajo por su polla, metiéndomela en la boca hasta que mis labios chocan con mi mano. Suelto su polla, metiéndola más y más. Tanto que me da una arcada. La saco tosiendo.
—¿Estás bien? —su pregunta esta vez no suena a que esté riéndose de mí.
—Creo que no me gusta comer pollas —gruño. Unas lágrimas difuminan mi visión y solo veo la cara de Noé como una mancha. Me froto los ojos mientras él se incorpora.
Le beso, sentados uno frente al otro. Noé me empuja hasta tumbarme en el sofá y se coloca sobre mí. Paso mis brazos por sus hombros y le abrazo para que no pare de besarme. Pronto vuelvo a estar tan cachonda como antes de que me atragantara. Atraigo su cuerpo más hacia mí. Acaricio su nuca con una mano, mientras con la otra presiono su espalda. Siento algo cálido que roza mi vagina. Aparto la cara a un lado y le suelto. Contemplo nuestros cuerpos, el suyo sobre el mío, cerca de estar piel con piel pero aún separados. Su polla, dura, apunta hacia mi vagina. Llevo mis manos hacia ahí. Mi vagina está muy empapada y acaricio mi clítoris, más por costumbre que porque lo necesite. Le miro sin para de masturbarme.
—Metemela.
Noé obedece. Me besa y baja el cuerpo, aplastando mi mano. La retiro y vuelvo a abrazarle. Su polla se frota contra mi vagina. Arqueo la espalda y su polla se desliza en mi interior. Gimo contra su boca. Él para de besarme y oculta se cara en mi cuello. Siento sus labios antes de que me muerda mientras comienza a follarme. Al principio me duele un poco, siento como mi vagina se dilata por el tamaño de su polla, pero no es algo nuevo. Cuando otras chicas me metían juguetes, también me dolía hasta que me acostumbraba. Su polla no es muy diferente de esos juguetes.
Cierro los ojos y me abandono a las sensaciones. El placer recorre mi cuerpo. Le abrazo fuerte para que no se detenga. No paro de gemir, le pido que vaya más rápido. El cae con todo su peso sobre mi. Chillo, corriéndome, abrazándole con las piernas y sintiendo toda su polla dolorosamente dentro de mi. Tiemblo mientras él me folla un poco más. Luego se queda quieto. Se incorpora. Alargo los brazos en su dirección y me ayuda a sentarme. Hay algo blanco en su polla, pero no me preocupo por eso ahora. O porque hayamos podido manchar el sofá. Ya habrá tiempo de preocuparse luego. Bostezo. Él saca un pañuelo de sus pantalones y se limpia la polla antes de abrazarme y tumbarse conmigo. No dice nada, ninguna broma forzada para romper el hielo. Creo que nos quedamos dormidos así poco después.