La primera vez con mamá, al ir a una boda

Aqui les describo como, de manera impensada, al estar en un hotel junto con mi mamá, comencé a verla como mujer y ella, desesperada por la separación de mi padre y la falta de sexo, empieza a buscarlo en otro hombre y termina por contagiarme sus ansias de sexo, hasta que termino por hacerlo con ella

La primera vez con mamá, al ir a una boda en otra ciudad

Resumen

Aquí les describo como, de manera impensada, al estar en un hotel junto con mi mamá, comencé a verla como mujer y ella, desesperada por la separación de mi padre y la falta de sexo, empieza a buscarlo en otro hombre y termina por contagiarme sus ansias de sexo, hasta que termino por hacerlo con ella.

Bueno; ¡déjenme presentarme!: soy Alberto, un chico de apenas 17 años (cuando sucedió lo que voy a narrar), y estaba apenas en segundo de bachillerato. Soy parte de una familia de clase media; mis padres son comerciantes en pequeño, tienen un pequeño comercio. Mi padre, Jorge, un hombre de 40 años, serio, trabajador, de mediana estatura, 1.66 m, como casi todos nosotros. Mi mamá, Margarita, ella tiene 39 años, algo “llenita”, pero de buena figura, cara bonita; todavía se conserva muy bien para una mujer de su edad. Tengo nada más una hermana, Araceli, de 19 años que desde hace ya más de un año no vive con nosotros, sino con su “pareja”.

Mi papá nos acababa de dejar; le puso casa aparte a la hija de unos vecinos, madre soltera, de apenas 18 años, con una niña de apenas 3 años. Mi mamá no lo podía asimilar todavía, se la pasaba llorando y lamentándose todo el día, aunque mi padre, responsable, nos dijo que siempre nos seguiría pasando dinero.

Una vecina de nosotros, al ver el estado de ánimo de mi madre, la invitó a una boda, de un familiar, en una ciudad cercana a nosotros, en Xicotepec, como a dos horas (en coche) de nuestra casa. Luego de mucho insistirle, mamá dijo SÍ.

Esta señora le reservó a mi mamá un cuarto de hotel, sin saber que mamá me iba a llevar y…, llegamos un viernes por la tarde – noche, para que mamá “se distrajera”.

Acabábamos de instalarnos en el hotel – eran ya más de las 6, quizás las 7 de la noche, cuando nos avisaron que estaba la amiga de mi mamá en la recepción. La invitaba a tomar una copa con ella en el restaurant del hotel, que se encuentra en la parte de hasta arriba, en el penthouse.

No se qué pasaría o qué cosa exactamente hablarían, pero mamá se puso nerviosa:

  • ¡Ay Dios…, ando toda “chamagosa”!,

me dijo, bastante preocupada por su presencia, y se puso a pintarse los labios y las sombras de sus ojos, sus pestañas; se cepilló el cabello, todo de prisa, recorriéndose los pliegues o arrugas que pudiera tener en su vestido, nerviosa, y cuando terminó, mi mamá me dijo que fuera con ella, que la acompañara, que me tomara un refresco, un café, una limonada, pero a mí esa señora no me caía bien y le dije que mejor me iba a dar un paseo por el parque, que está casi enfrente del hotel, que es muy céntrico.

Mamá se salió, presurosa, para alcanzar a su amiga, pero me dejó sin dinero. Subí corriendo a alcanzarla, pues ya se había ido el elevador y…, al llegar la vi con su amiga, pero también con un señor, que las acompañaba. Era un señor como de su edad, un poco más alto que ella, de bigote.

Lo saludó de beso en la mejilla y luego se sentaron en una mesa, los tres. ¡Ya no fui a mi paseo!, me quedé mirándola desde la entrada del restaurant.

Estuvieron un rato platicando, y como a los 15 minutos la señora, vecina nuestra, se despidió, dejándolos a ellos solos (a mi mamá y al señor aquel).

El señor este, que estaba de frente a mi madre, se cambio de lugar, quedando a un lado de ella, haciéndose el simpático, tratando de “ligarse” a mi madre, que de todo se sonreía.

¡Pidieron otras bebidas!. El señor ese le tomaba la o las manos a mi mamá y se quedaba con ellas largo rato, hasta que mi mamá se la o las retiraba, para tomarse su trago, para arreglarse su pelo o para cualquier otra cosa.

¡Volvieron a pedir más bebidas!. Mi madre ya se reía con mucha facilidad, hasta que poco después de las 8 PM, el señor pidió la cuenta y pagó. Se levantaron; el señor ese tomó por los hombros a mi mamá y así, abrazados, se fueron hacia el elevador. Yo le eché carrera por la escalera y los alcancé en nuestro piso, a la entrada de nuestro cuarto. Creo que el señor ese quería entrar al cuarto, pero mi madre se lo impidió.

Platicaban y miraba que ese señor trataba de tomarle las manos a mi mamá, de abrazarla, de atraerla hacia él, pero ella aparentemente se resistía, aunque finalmente se dejó dar un beso y el hombre aprovechó para pegársele, pues ella ya no pudo echarse hacia atrás ya que la pared se lo estaba impidiendo.

Comenzó a besarla en la boca y a manosearla por todos lados, especialmente sus senos, que no son muy grandes y las piernas, tratando de levantarle el vestido, pero mi madre se lo impidió.

El hombre entonces, un tanto molesto, se despidió:

% nos vemos entonces mañana…,

le dijo, y mi mamá se metió a nuestro cuarto. Yo me bajé la escalera y vi que el señor ese se salía del hotel y se iba caminando hacia el parque. Yo lo seguí y lo vi llegar hasta un auto, estacionado enfrente del parque y luego irse de ahí.

Me regresé hasta el hotel, subí hasta nuestro cuarto y:

  • ¿adonde andabas?,

me preguntó mi mamá:

= andaba en el parque…, te dije que iba a andar por ahí…

le dije yo, sin mentirle, dándole un beso en la mejilla, como siempre lo hago.

¡Olía mucho a alcohol!. ¡Seguramente tomó más de tres, aunque yo solamente le había contado hasta tres!.

Se le notaba confusa, extraviada, quizás de verdad hasta algo “tomada”, preocupada; no atinaba qué hacer, y comenzó a desnudarse ¡delante de mí! , como si yo no estuviera presente.

Vi cómo se quitó su falda, cómo se quitó la blusa y luego el brasier, quedándose solamente con sus zapatillas, de tacón alto, y unas pantaletas, azul cielo, altas hasta la cintura pero casi transparentes del frente.

Tomó su camisón de dormir, para ponérselo, pero antes de hacerlo se volteó a mirarme y me preguntó, consternada:

  • ¿Crees que…, soy bonita…?.

No me esperaba esa pregunta, y la contesté con otra pregunta:

= ¿Cómo…?.

  • Que si crees que soy bonita…, atractiva…, que le pueda todavía gustar a los hombres…

Me la quedé mirando, intrigado, azorado, por aquellas preguntas y por la forma en que me las realizaba, parcialmente desnuda, tan sólo con sus pantaletas, enseñándome abiertamente sus senos y veladamente su monte de Venus y su pelambrera sexual.

Varias veces la recorrí con mi mirada morbosa e inquisitiva, de arriba hacia abajo, mirándole su carita, bonita, sus ojos, su naricita, su boca, sus senos, menudos pero firmes aun, sus pezones, erectos, con unas areolas pequeñas, su vientre, ligeramente abombado, sus pantaletas, disimulando el vello púbico de su monte de Venus, sus piernas, bonitas, muy bien torneadas:

  • ¿no me veo demasiado gorda…?,

y volvió a repetirme su pregunta anterior:

  • ¿crees que le pueda todavía gustar a los hombres…?,

y separó un poco sus brazos, como mostrándose abiertamente hacia a mí, por completo, pidiéndome mi opinión.

¡La veía muy hermosa, de pie, tan sólo con sus pantaletas coquetas y sus zapatillas de tacón alto, parada a un lado de esa cama matrimonial, mostrándome sus encantos!.

Se me hizo un nudo en la garganta y apenas pude decirle que:

= ¡glup…, síiii…!.

Y ella volvió a preguntarme:

  • ¿crees que algún hombre pueda interesarse seriamente en mí…?

= eeehhh…, sí…, sí…, creo que sí… ¿por qué dices eso…?.

  • porque me estaba viendo en el espejo y…, creo que todavía me encuentro bonita…,

por eso es que te lo pregunté,

terminó de decirme, poniéndose en ese momento su camisón de dormir, uno de tela, blanco.

En ese momento, aunque también me encontraba nervioso, le pregunté:

= ¿no vamos a ir a cenar…?.

  • Aaaahhh…, eeesss queee…, ya me cambié…,

me dijo mi madre, señalándose su camisón.

  • Si quieres pide algo al cuarto…, aaahhh…, y a mí pídeme un club sándwich y una coca…

Cenamos en el cuarto, y luego de ello:

  • ¡Me estoy muriendo de sueño…, ya vámonos a dormir…!,

me dijo mamá. Apagó la luz de ese cuarto y, metiéndose las manos por debajo de su camisón, se bajó y se quitó sus pantaletas y las dejó en una silla.

Esa noche estaba haciendo mucho calor, así que mi mamá solamente se jaló una sabana para taparse. Ella tomó la cama del lado derecho y yo me acosté al otro lado.

Apenas se tapó, y de inmediato cayó dormida. Yo no podía conciliar el sueño después de lo que acababa de ver. ¡Era la primera vez que le veía las chichis  a mi mamá!.

La luz de la calle se metía a través de la ventana, a través de las cortinas, que no cerraban muy bien. Yo alcanzaba a ver a mi madre, dormida, volteada hacia el lado contrario de mí. Miraba sus hombros, descubiertos, pues el camisón era de tirantitos y no los tapaba. Uno de esos tirantes estaba zafado y enseñaba casi la areola de su pezón.

Miraba parte de su cuerpo, pues ella sólo se había cubierto de la cintura para abajo con esa sabana.

No se ni cuánto tiempo yo estuve despierto, contemplando a mi madre, dormida, pero, luego de un rato, mi mamá se comenzó a destapar, con sus pies, echó para abajo la sábana. El camisón le llegaba a media pierna y yo le miraba las piernas en la penumbra.

Me pegué al lado de ella, con mi cuerpo. Ella había estaba acostada de lado, medio flexionada, parando su cadera (su cola) hacia a mí, así que me le pegué por detrás y la abracé. Ella no dijo nada y mi pene se puso bien tieso, nomas de sentir su rayita trasera, de en medio de sus dos nalgas, desnudas.

Me dieron ganas de orinar (venirme) y me levanté; tomé las pantaletas de mi mamá, que las había dejado sobre de una silla y me metí al baño. Ahí comencé a “curiosear” esas pantaletas: ¡estaban muy húmedas!, casi mojadas de la entrepierna, de un liquido aceitoso, blanco, espeso, oloroso. ¡No se qué cosa se me metió en ese momento, pero comencé a chuparlas con la lengua, a disfrutarlas con mis labios, a embarrármelas en mi cara, mi boca, y también en mi nariz!. ¡Estaba oliendo sus pantaletas (que le olían de verdad, deliciosas): ¡me masturbé jalándomela rete duro!, como si me la quisiera arrancar, hasta que me vine riquísimo, echando unos grandes chorros de leche, inundando el wc.

Jalé la cadena y mi mamá no se despertó. La luz del baño iluminaba la cama, del lado de mi mamá y entonces, mirando sus piernas, desnudas, me calenté nuevamente; me envalentoné y me acerqué hasta la cama para levantarle su camisón. Se me hizo muy fácil del lado de atrás, por lo que pude admirarle sus nalgas, redondas, macizas, bonitas.

Le miraba su raya trasera…, y mi pene se puso erecto de nuevo.

Seguí envalentonado y le jalé un poco más su camisón hacia arriba, de la parte del frente. Ella lo tenía pellizcado entre sus piernas, pero se lo destrabé y se lo levanté. ¡La luz iluminaba su bajo vientre!, y pude admirarle sus vellos púbicos, una masa de pelos que le recubría su panocha. ¡Estaba yo muy caliente!.

Mis calenturas envalentonadas me hicieron irme a acostar nuevamente, detrás de ella, como estaba hacía rato. La abracé y le pasé mi brazo por encima de su cuerpo, acomodándoselo poco a poco por encima de su chichita, ahora sí descubierta. Se la comencé a acariciar con cuidado. Tenía mi pene parado, por debajo de mi calzón, y me lo bajé un poco para permitir que saliera la punta, que se la acomodé entre sus nalgas.

Comencé a bajarle mi mano, hasta sentirle su pelambrera. ¡No pude evitarlo!. ¡Me vine en ese preciso momento!. Traté de retirarme y venirme en mis calzoncillos, pero algunos chorritos debieron haber salpicado a las nalgas de mi mamá.

Me fui para el baño, a cambiarme. Apagué la luz de regreso a la cama, y me dormí rete rico, hasta el otro día, por la mañana.

Mamá despertó toda “cruda”, mareada, con dolor de cabeza, y luego de tomarse una pastilla, se metió al baño, para darse un regaderazo.

Ese día, sábado, luego de desayunarnos, mi madre se fue a casa de su amiga y de ahí al salón de belleza, a peinarse y maquillarse.

Al mediodía la amiga la trajo de regreso al hotel. Se bajó del coche de la amiga. Venía con unos mallones rojos, muy ajustados a su cuerpo: ¡se le notaba la pantaleta justo por debajo de esos mallones!. Por arriba llevaba solamente una blusa elástica, blanca.

Se despidieron y esa señora se arrancó. Mi madre se dirigió hacia la entrad del hotel. Yo iba a alcanzarla, pero en eso surgió, de no se donde, el hombre de anoche y se le pegó, la abrazó y le dio un beso en la boca, muy rápido, al que no supe si mamá contestó.

Se metieron al hotel. Yo corrí y alcancé a ver cómo se subían al elevador. Vi que se detenían en el piso de nosotros y subí corriendo las escaleras. ¡Ahí estaban, parados frente a la puerta del cuarto!, lo mismo que anoche. El señor ese quería entrar nuevamente al cuarto, pero mi madre, también nuevamente, se lo impidió.

La misma cosa que anoche: el hombre trataba de fajarse a mi madre, y ella se resistía, pero finalmente cedió y comenzaron a besarse en la boca.

Las manos del hombre no estaban quietas y comenzó a manosearle sus senos; le acercaba su boca y se los besaba, por encima de la blusa. Mamá trataba de calmarlo, pero el hombre venía “desatado”.

Comenzó a manosearle las nalgas, por encima de sus mallones, y luego a meterle la mano, por debajo de los mallones, por detrás y por adelante. Mamá trataba de detenerlo, pero el hombre no se dejaba. ¡Le tenía muy metida la mano por la parte delantera de mi mamá, acariciándole – seguramente – su sexo.

Mamá se debatía, tratando de detenerlo; se flexionaba y se doblaba sobre sus rodillas y su cintura, hasta que el hombre se fastidió y le gritó:

& ¡mírame cómo estoy!,

y tomando la mano de mi mamá, la puso directamente sobre de su “instrumento”:

  • ¡Lo tienes rete parado!,

dijo mamá, sorprendida.

% ¿Ya ves…?.

  • ¡Sí…, pero…, mejor en la noche…, no me vayas a despeinar…, todavía me voy a arreglar,

a vestir, a comer…!. ¡Me está esperando mi hijo…!. ¡A la noche…!,

le dijo mamá, tomando una firme resolución, y el hombre, nuevamente molesto, se despidió:

% bueno…, nos vemos en la fiesta…

Me regresé caminando hacia la entrada del hotel. No vi al señor ese por ningún lado y me volví a subir para el cuarto, ahora por el elevador. Ahí se encontraba mamá, mirándose al espejo.

Me volteó a mirar y me peguntó:

  • ¿tienes hambre?.

Le dije que sí, y nos fuimos de inmediato a comer.

Comimos y nos fuimos al cuarto. Mamá se metió primero a la regadera y luego que salió ella, entré yo. ¡Ahí estaban su ropa!: la blusa, los mallones, su brasier y ¡sobretodo sus pantaletas (unas blancas esta vez)!.

¡Me lancé sobre de su ropa!. Comencé a oler tanto sus mallones como sus pantaletas. ¡Los dos tenían un aroma…, salvaje…, erótico, provocativo, a mujer…!, sólo que las pantaletas tenían, al igual que anoche, ese liquido como gel, blanco, espeso, oloroso.

¡Lo volví a lengüetear, a olfatear, a aspirar, a llenarme de él, a embarrármelo por mi cara, a masturbarme con él, pasándole la punta de mi pene por ese liquido, viniéndome encima de las pantaletas de mi mamá…!. ¡Delicioso…!. ¡Aaaahhh…!.

Cuando salí del baño, vi a mi madre, que estaba frente al espejo de nuevo, tapándose los senos con sus manos y con unas pantaletas (ya puestas) parecidas a las del día de ayer, altas hasta la cintura pero casi transparentes del frente, color rosa – salmón, muy bonitas, muy coquetas, con un encaje muy bonito, coqueto y casi transparentes del frente, por lo que le pude ver nuevamente los pelos de su panocha, a través de su pantaleta.

  • ¿Me ayudas…?

Mamá me estaba esperando para que la ayudara a subirse el cierre de su vestido: amplio, descubierto de la espalda, con un largo que le llegaba ligeramente arriba de la rodilla.

La ayudé y otra vez se me vino a la mente el cuerpo de mi madre, las chichis  que le vi la noche anterior. Por mi parte, yo iba con un traje obscuro, el único que tenía.

Nos fuimos andando hasta la iglesia, que estaba a menos de cinco minutos a pie, y nos sentamos a oír la misa.

Al terminar, luego de las fotos, el arroz, y todo lo que se acostumbra en las bodas, nos fuimos caminando hasta el salón, para la recepción. Era al lado de nuestro hotel, un salón del mismo hotel, pero independiente, con una entrada al lado del hotel, en la parte baja del mismo, comunicado con un jardín en la parte posterior.

Llegamos al salón. Nos sentaron en una mesa circular, para 10 personas y de inmediato el mesero se nos acercó y nos preguntó qué tomábamos. Mi mamá pidió una copa, yo un refresco.

Al rato llegaron otras personas y ocuparon los lugares vacios. Luego llegaron los novios y comenzaron a servir de cenar.

Después de la cena, el baile de los novios, el pastel, la “mordida”, la liga, etc. Mi mamá estaba nerviosa y se paró varias veces para ir con la “amiga”. Luego regresaba y seguía nerviosa, yo creo que esperando al “galán”.

El tiempo pasó y la música comenzó. Las personas de nuestra mesa se pararon a bailar y mi madre no dejaba de buscara al galán, hasta que llegó.

Se pararon a bailar. Estuvieron un buen rato bailando,  sueltos, riéndose, disfrutando del baile, pero al cabo de un rato comenzaron a tocar música lenta, romántica y tamizaron la luz del salón. ¡Vi como mi madre le pegaba su mejilla al señor y cómo este la abrazaba por la espalda, colocándole la mano en su parte desnuda!. Siguieron bailando y veía, desde lejos, como ese señor la besaba en el cuello. Él era más alto que mi mamá y la tomó de su cintura. Mi madre le echó los brazos al cuello y…, ¡comenzaron a besarse en la boca, bailando!. El señor le había bajado las manos de su cintura a sus nalgas y así la andaba bailando, sin dejar de besarse. Yo no dejaba de verla de acuerdo a mi imagen de anoche, y de al medio día, con ese señor y con sus chichis de fuera y su panocha peluda.

Al cabo de un rato, mamá y el señor se salieron abrazados hacia una terraza que daba a un jardín. Se pusieron a platicar. El señor le decía algo a mamá, y ella le contestaba que no, moviendo también la cabeza, en señal de su negativa.

El señor le invitó un cigarro, y se pusieron a fumar, cuando ni mi madre no fuma, de manera habitual. Al terminarse el cigarro, el señor acercó su cara a la de mi mamá y algo se dijeron y se fueron caminando hacia el jardín. No pude resistirlo y me fui corriendo tras ellos, que llegaron hasta una zona obscurita y, acercando a mi madre hacia una pared, comenzaron nuevamente a besarse, en la boca, de manera tremendamente apasionada, aprovechando que las buganvilias los cubrían de cualquier extraño que pasara por ahí.

Esas mismas buganvilias me cubrieron y me escondí detrás de ellas, desde donde pude ver lo que hacían: ¡estaban muy abrazados y besándose con pasión en la boca!. El señor le acariciaba las nalgas, y comenzó a subirle el vestido, pero no se podía, por lo que mi madre, usando su mano, comenzó a bajarse su cierre, el mismo que yo le había subido en el cuarto.

El señor le bajó tantito el vestido, de la parte de arriba, le extrajo sus pechitos, que yo seguía imaginando, y comenzó a besárselos con pasión y lujuria.

Mamá le agarraba su pene al señor, por encima del pantalón, hasta que consiguió sacarlo de ahí. El señor le levantaba el vestido y yo alcanzaba a mirarle sus piernas, desnudas. Alcancé a mirarle su pantaleta: la rosa, la cual comenzaba a quitarle el señor, a bajarla, hasta que la tiró sobre el piso.

En ese preciso momento el señor volteó la mirada, para cerciorarse que nadie los fuera a “cachar” o a descubrir y, comenzó a acomodarle su pene en la entrepierna de mi mamá:

  • ¡Aaaaggghhh…., despacito…!,

Alcanzó a gemir mi mamá.

  • ¡Aaaaggghhh….!,

Volvió a quejarse mi madre, pero las embestidas del señor se hicieron prontas, fuertes y rápidas, hasta que:

= ¡Uuuuggghhh…, me vengo…, me vengo…, me vengo…!,

Gritaba el señor, y mi madre le contestaba:

  • ¡Espérate…, aguántate…, espera…!.

Pero el señor se “vació” demasiado aprisa, dentro del vientre de mi mamá.

Algo se dijeron que no alcancé yo a oír, y el señor se arregló su traje y se fue de regreso, dejando sola a mamá, que se agachó a recoger su pantaleta, bonita, la rosa, y con ella se limpió su panocha, de todos los “mocos” que le acababan de echar.

Luego de eso, la tiró para el piso y se fue de regreso a la fiesta, ¡sin pantaletas!, y con el vestido mal abrochado de atrás.

En cuanto pasó mi mamá, le eché la carrera al jardín y recogí sus pantaletas, tan lindas, las rosas. Las olí: ¡qué delicia!. Me llené de su aroma, y luego de ello, me hice una buena “chaqueta” y me las guardé en el bolsillo del pantalón, de “recuerdo”.

Tardaría quizás unos 15 minutos en eso. Cuando regresé hasta la mesa, mamá se encontraba sentada, sola bebiendo de nuevo. La música tocaba una tonada moderna, bailable, de esas de brinco y brinco, y me dijo que bailara con ella, que eso no era difícil, aunque ella se estaba cayendo solita, de la borrachera que ya traía.

Bailamos unos 15 minutos y luego de ello, la fiesta se terminó. Nos fuimos al cuarto, abrazados, pues ella no podía caminar sola, de lo tomada que andaba.

Al llegar al cuarto, me quité el saco, la corbata, los zapatos y comencé a quitarme mi pantalón. En ese momento mi madre me pidió ayuda para quitarse el vestido. Le bajé el cierre que tiene por detrás su vestido y la ayudé a sacarlo por encima de su cabeza, para luego colocarlo en una percha solo que…, esta vez mi madre estaba sin pantaletas, las rosas: ¡las había dejado tiradas en el jardín!.

Alcancé a mirarle sus nalgas, ¡hermosas!, su espalda, y ella alcanzó a darse cuenta cuando:

  • ¡Mami…!

Exclamé yo, al mirarla sin pantaletas. Ella se me pegó a mi cuerpo, diciéndome:

  • ¡No me mires…!.

Y en ese momento, durante el abrazo, para tratar de cubrirse con algo, jaló mi pantalón, que se había quedado en la cama, y de manera inconsciente metió su mano en la bolsa, encontrando las pantaletas rosas, que yo había recogido de aquel jardín:

  • ¡Me estuviste espiando!,

me dijo, llena de ira y coraje, comenzando a golpearme.

Me eché para atrás, tratando de evitar esos golpes, y me caí sobre de la cama, hasta adonde me fue a golpear mi mamá, completamente desnuda y con las pantaletas rosas en su mano:

  • ¿Disfrutaste viendo cómo se cogen a tu mamá?. ¿Te gustó?,

me decía, tratando de cachetearme y de embarrarme sus pantaletas en mi cara.

  • ¿Te gustó cómo se cogieron a tu mamá…?.

Yo no le contestaba nada, ni sí ni no…, simplemente trataba de eludir sus manazos.

  • ¡Pues a mí no…, ese era un pobre idiota, que ni siquiera sabía coger…, se “vino” de manera

inmediata…, sin darme tiempo de que yo disfrutara…!.

Y se soltó a llorar en ese momento, a lágrima tendida, de manera desconsolada, y se levantó de la cama, y yo de inmediato tras ella, que se sentó luego de un momento encima de aquella cama, y yo también me senté, a un lado de ella:

  • ¡A tu padre ya tampoco le gusto…!, ¡mejor anda con esa putita…!, ¡la hija de la vecina…!,

¡y ya no se acuerda de mí…!. ¡Ando necesitada de sexo…!, ¡tengo ya casi medio año sin

sexo…, por eso me viste con ese…, pendejo…, que ni siquiera sabe darle gusto a una

mujer…!. ¡Tengo muchas ganas de “hacerlo”…!.

Me siguió diciendo mi mami:

  • ¡Ayer en la noche tú me calentaste muy duro…, y hoy ya no me pude aguantar…!.

¡Mi madre se había dado cuenta de anoche…, de lo que había hecho con ella…!.

  • ¡Por eso fue que acepté a ese pendejo…, porque me dejaste caliente…!,

¡porque tampoco tú me cumpliste…, igualito a tu padre…!. ¡Yo ya no despierto pasiones…!,

¡por más que me vista coqueta, los hombres ya no se fijan en mí…!,

y en ese preciso momentos nos volteamos a ver…, ¡directamente a los ojos!, hasta que, sin poder aguantarme, me lancé sobre de ella, a besarla en la boca, ¡y mi madre me contestó!.

Comencé a meterle la mano, por encima de sus chichitas, a apretárselas, a pellizcárselas, a estrujárselas con mucha fuerza, mientras que me acomodaba yo entre sus piernas, acomodándole también mi camote, en medio de su pelambrera y su sexo, que estaba completamente mojado, como si se hubiera orinado.

Mamá comenzó a bajarme mis calzoncillos, no mucho, tan sólo lo suficiente para que mi pene saliera y ella misma lo introdujera en su sexo. ¡Qué sensación tan hermosa!. ¡Era un lugar de tibio a caliente, de húmedo a muy mojado!, ¡era un rinconcito de amor muy bonito!, ¡era tan agradable el lugar…, que de inmediato me vine…!.

= ¡Mamá…, mamacita…, mamita…, te quierooo…!.

Le dije, al momento en que me estaba viniendo, en el interior de mi madre, en el mismo lugar en donde ese “pobre idiota” se acababa también de venir.

  • ¡mijito…, mijito…, ya te veniste, mijito…, tú también andabas caliente, mi niño…!.

Me dijo mi madre, y luego se hizo un rato de calma, que mi mamá interrumpió:

  • ¿Ya lo habías hecho antes, mijito…?.

= Sí mami…, tres veces…

  • ¿Con quién…?

= Con la señora María, la que te ayuda en la casa…, pero no siempre se deja…,

y ella está muy gordita, y no huele tan bonito…, así como tú…

  • ¿Y desde cuando te la pasas espiándome…, se puede saber…?.

= Desde que estaba en la secundaria… ¡Es que estás muy bonita mamita…!.

¡Te quiero muchísimo ma…!.

  • ¿Y qué sentiste cuando me viste con el…, señor ese, hace rato…?.

= Primero primero, me dieron muchísimos celos, cuando estabas bailando con él…,

cuando comenzó a besarte en el cuello, pero cuando comenzaste a darle de besos,

¡me puse caliente!, y quise ver qué seguía. Me los fui siguiendo hasta la terraza: ¡nunca te había yo visto fumar!; pero, cuando se fueron para el jardín…, sentí una cosa muy…, emocionante en mi adentro…, y me puse a ver cómo te besabas con él… y cómo te sacaba tus senos, que apenas ayer en la noche te los pude yo ver y…, cómo te los estaba besando. Pero lo que más más me gustó…, fue cuando comenzó a bajarte las pantaletas…, ¡se veía bien cachondo cómo te iban bajando las pantaletas!; ¡me gustan un chingo tus pantaletas!.

  • ¿Y por eso te masturbas con ellas…?.

Me puse yo todo rojo… Mamá también conocía mis andanzas con sus pantaletas… Ya no dije nada; me quedé muy callado, todo avergonzado, y mi mamá me puso la mano en mi pene, y de inmediato se me paró:

  • ¡Te hace efecto mi mano…!.

Yo tampoco le contesté. Mamá abrió sus piernas y yo comencé a empujarle mi pene en su sexo:

  • Aguántate un poco más que hace rato…, eeessss queee…, eeestoy mmmuy, mmmuy

cachonda cariño, no pares…, bombéame muy fuerte, hasta adentro, ¡hasta adentrooo…!.

Yo comencé a bombearla de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro, con fuerza, con velocidad, con locura, con emoción, con angustia, con placer, con rabia y coraje, con mucha pasión.

Mamá me rodeaba con sus piernas por mi cintura y espalda, y apretaba muy fuerte, jalándome contra de ella, moviendo de manera rotatoria sus caderas, gimiendo y vociferando:

  • ¡Cógeme…, cógeme, cógemeee…!. ¡Sí…, así…, aaagh…, agh…, agh…!.

Yo la seguía bombeando con fuerza y velocidad, hasta que mi mamá empezó a pedirme que terminara:

  • ¡Ya mijito…, termina…, ya dámelos…, dámelos todos mi lindo…, dámelos yaaa…!.

Y esas contracciones de la vulva de mi mami al venirse…, me apretaron tan lindo mi verga, que no pude aguantarme y me vine:

= ¡Mami…, me vengo…, mamita…, me vengooo…, oooggghhh…!.

  • ¡Síiii…,  dámelos…, dámelos…, dámelos yaaa…!.

Y luego de eso…, nos quedamos dormidos hasta muy tarde por la mañana del otro día.