La primera verga descomunal que me comí

Cómo seducí a un hombre maduro, luego de verlo desnudo en un camarín y enloquecer al verle su polla descomunal.

La primera verga descomunal que me comí.

Ya les he contado cómo me empareje con Roberto, mi actual marido, un fotógrafo deliciosamente maduro. Nunca imaginé que un hombre sin ninguna experiencia con Travestis –ni con ningún otro hombre- me iba a seducir y a transformarse en el amor de mi vida. Le debo a Roberto la felicidad de asumirme Travesti, pensé que jamás lo haría, pese a que todavía sigue siendo una parte semi oculta de mi personalidad; me gusta así. Igualmente les relaté mi primera infidelidad, con mi vecino, don Jorge, coincidentemente otro hombre maduro sin experiencia homosexual previa.

Mi primera infidelidad, que ocurrió sin proponérmela, abrió una nueva puerta a mi sexualidad; desde ese día las he vivido plenamente, no las busco, afortunadamente se me presentan más frecuentemente de lo que había fantaseado. Mis encuentros con don Jorge no han disminuido, sólo él me penetra sin condón, a lo mejor eso hace que necesite entregarle mi culito casi a diario y poder volver a casa sintiendo como se me sale la lechecita de mi ano. Les aclaro que sigo amando a Roberto, lo engaño sin culpas tal vez porque él sigue unido a su verdadera mujer, aunque mis aventuras no son mis venganzas sino mis oportunidades.

Hoy les quiero contar la primera vez que me comí una verga descomunal, ¡uff! fue la experiencia más excitante que he tenido; no ha sido el único pene grande que he tenido ensartado, sí el más grande de todos los que he probado; lamentablemente es difícil que encuentre otro de mayores dimensiones y de mejor sabor: era largo, muy largo, muy grueso y delicioso, un verdadero vicio.

Esta exquisita aventura ocurrió después de llevar meses con don Jorge, en mi anterior relato le comenté que cada día me comportaba más afeminada, parecía que mi cuerpo quería explicitar sus ganas de ser observado y deseado por los hombres; en el trabajo ya eran frecuentes las burlas de mis compañeros y también –en menos proporción- algunas miraditas morbosas que obviamente me gustaban más que las bromas.

Aunque las bromas no me molestaban, mis inseguridades me obligaron a querer contrarrestar un poco mi progresiva nueva fama de mariquita. Decidí aceptar la invitación a jugar fútbol de salón; los partidos se organizaban en conjunto con otras reparticiones públicas que compartían el edificio con nosotros, se jugaba todos los jueves en una cancha cercana, esos días tuve que dejar en casa mi ropita interior; rápidamente descubrí que lo mejor era lo que ocurría después de la competencia: podía observar disimuladamente a 15 hombres desnudos mientras nos bañábamos. Me atreví a desnudarme frente a compañeros de trabajo, mi cuerpo ya no era tan masculino, las hormonas hacían el trabajo que yo anhelaba.

En el equipo con el que regularmente nos enfrentábamos jugaba Iván, un abogado de 55 años, extremadamente masculino, de piel canela, cuyo sobrenombre era "cabezón" sin que tuviera gran cabeza. Su pene lo explicaba todo, yo no podía dejar de admirarlo cada vez que nos bañábamos, no lo vi erecto hasta el día que fue mío o mejor dicho hasta el día que yo fui de él.

Sentía que era una verga para tentar a cualquiera, a mi me enloquecía, esperaba el día del partido como una colegiala y era la más puntual. Ya en los baños me las arreglaba para quedar a su lado, le empecé a coquetear con mucho disimulo, me ponía de espaldas y jabonaba largo rato mi culito, me agachaba varias veces o arqueaba un poco mi espalda; dejaron de importarme los comentarios sobre mis diminutos pezones, había varios gordos que tenían más tetas que la Anderson, tampoco ponía atención a los acotaciones sobre mi cuerpo lampiño. En la cancha jugaba como hombre y no jugaba mal, mi voz recobraba su tenor y empleaba suficientes garabatos para no convertirme en el centro de la jornada; sólo quería que Iván se fijara en mi y que me deseara. No fue fácil.

Pasaron varios meses sin ningún avance, estuve a punto de darme por vencida y conformarme con observar ese tremendo miembro cada jueves para luego imaginármelo mientras me follaba Roberto o don Jorge.

Una tarde de un viernes, cuando salía de la oficina, me topé con Iván, que gran casualidad pensé, nos pusimos a charlar de fútbol y sin esperarlo recibí su invitación a tomarnos un trago. No dudé si bien no esperaba nada del otro mundo, al tercer margarita empecé a sentirme dichosa y muy femenina. Nuestras piernas se rozaban abiertamente, mientras Iván me regalaba la más hermosa y caliente confesión que he me han hecho. Partió diciéndome que hacía semanas que quería invitarme a tomar un trago, ya eso me sorprendió, agrego nervioso que nunca sintió ni la más mínima atracción por un hombre, ruborizado me declaró que yo lo atraía demasiado, que no podía dejar de pensar en mi cuerpo, que lo encontraba sensual, sobre todo mi culo que le parecía espectacular. Mientras me hablaba, con su mirada perdida, yo le tomé su mano, ya estaba a mil, le susurré que no tenía nada de que preocuparse, le confesé que yo me sentía mujer, que en la intimidad lo era y que desde lo conocí me había sentida seducida por su estampa y –como evitar decírselo- por su hermosa verga.

Iván me miro un poco sorprendido, su rostro volvía a ser el del galán que había conocido, apretó sugerentemente mi mano y me dijo "entonces vámonos mi amor". Me condujo hasta su coche, aparcado en un subterráneo, me abrió la puerta y manoseo levemente mi trasero, lo suficiente para sentir mi colaless, se puso en su asiento y me tomo por la cintura, me acercó y me besó apasionadamente. Yo no quería apresurarme, pero tenía que sentir su deseado mástil, coloqué suavemente mi mano en su entrepierna... ¡cómo lo tenía!... ¡inmenso y de acero!... No le costó mucho adivinar lo que yo necesitaba urgentemente en ese instante, rápidamente se bajó un poco su pantalón y apareció ante mis asombrados ojos la verga más descomunal que he visto.

Mi boca sólo pudo engullir una pequeña parte, la deseaba toda, no era posible, desesperada como nunca atiné a recorrerla con mi lengua una y otra vez. Iván gemía descaradamente, sin importarle si alguien en el aparcamiento podía sorprendernos, sus manos ágilmente me toqueteaban los pezones y mi culito, yo también bajé mi pantalón...

Iván bajó los asientos, me asusté un poco, Iván era el que mandaba, eso era lo que yo estaba buscando.

  • Sácate todo el pantalón me ordenó excitadísimo.

Ni siquiera le contesté, lo hice.

Seguimos besándonos como dos amantes que se encuentran después de años, yo no dejaba de masturbar su bello aparato.

Sacó un condón y no sé como logró ponérselo, en ese momento me maravillé con lo que se me anunciaba... el máximo placer.

Bruscamente me tumbó boca abajo, yo respondí presta levantando mi culo lo más caliente que pude.

  • vas a comértelo todo mi amor

  • si papito, lo deseo como nunca he deseado una verga

  • has probado una de este tamaño

  • no papito, le contesté suspirando

  • te voy a hacer mujer de verdad, me susurró agitado

Pasó su lengua por mi ano dejando abundante saliva, yo temblaba, se montó sobre mi, colocó la cabezota de su pene en mi entrada y me dio la más violenta estocada de mi vida... intenté en vano ahogar el grito que salía de mis entrañas, eso lo enloqueció mas todavía, volvió con más fuerza una y otra vez, yo gritaba, gemía, lloraba, sin dejar pedirle más... se demoró más de 15 minutos para lograr enterrármela toda.

Al sentir sus huevos golpear mi ano casi me desmayo de la emoción, ¡me la había comido toda!.

Eso sólo fue el principio, perdí toda noción de tiempo y espacio, gozaba con cada empellón mientras con mis dos manos le abría fuertemente mis nalgas...

Iván me rompió el culo maravillosamente.

Durante las semanas siguientes me hizo suya a diario, siempre brutalmente, entrega que yo no había experimentado, rompía mi ropa y luego volvía a romperme el ano...

Que dichosa me sentí con él, también fue el primero que me dijo tantas cochinadas y el primero que luego de culiarme me hizo chupar su verga con su condón todavía puesto y con restos de mi propia caquita.

Como un cuento de hadas la magia terminó al cabo de un mes y medio, creo que se asustó, pidió un traslado a otra ciudad, no he lo visto nuevamente, sé donde está y espero volver a sentir algún día su impresionante virilidad.

Espero sus comentarios o lo que quieran escribirme a karlociudad@hotmail.com