La primera noche, de mi nueva vida
Tras dejarme mi novio, mi vida cambio por completo.
Al mezclarse los dos perfumes de mujer, el aire de la habitación, adquiere un aroma dulzón similar al de la gasolina. El cual, se inflama cuando una gota de sudor se precipita, desde mi frente, hasta su pecho. Cubriendo de fuego nuestros cuerpos.
La música tronaba sobre nuestras cabezas. Los enormes altavoces de la discoteca, mezclados con, a esas horas, abundantes copas de alcohol, producían en mi, un extraño aturdimiento, el cual, a medida que iban pasando los minutos, se transformaba en una hipnótica sensación, que me obligaba a contornearme delante de mi grupo de amigos.
De no ser, por aquella ultima llamada telefónica de mi gran amigo Carlos, posiblemente en ese momento, me encontraría llorando sola en mi cama. Si bien es cierto, que de no ser por la llamada anterior a la de Carlos, tampoco me encontraría medio borracha, en medio de la pista de baile.
A pesar del aturdimiento, mi cerebro, no cesaba de dar vueltas y repasar los momentos vividos, junto a mi ahora exnovio. Su llamada telefónica, a media tarde, en un principio había causado en mi un gran desasosiego, que a medida que las agujas del reloj, con nuestra foto en su interior, se desplazaban hasta la parte superior del mismo, mis sentimientos se habían transformado en una creciente sensación de rabia.
Levantando los brazos, y esbozando una estúpida carcajada, mis amigos me observaban con cierta preocupación. De no ser, porque mi vaso ya se encontraba únicamente con dos hielos en su interior, el agresivo maquillaje y el rabioso peinado, con que había salido de fiesta, habrían pasado a ser, poco mas que una mascara de payaso.
“Es tan corto el amor, y tan largo el olvido”, una nueva carcajada se apodero de mi rostro, mientras recordaba los versos que mi exnovio me recitaba, abrazado a mi, después de hacer el amor. Sin duda tenia razón el poeta en la duración del amor, pero conmigo se equivocaría por completo en el tiempo del olvido. Sin mucho pensar, y mas por despecho, que por cualquier sensación, mínimamente parecida al deseo, agarre a un sorprendido jovencito que se hallaba junto a mi, y le metí mi lengua en su garganta, mientras agarrando sus muñecas, le puse sus tiernas manos sobre mis pechos.
Lo siguiente que recuerdo es, que tras sentir, como mis pezones se endurecían bajo su mano, una algarabía, de golpes y empujones, se formo alrededor de nosotros. Supongo que fueron mis amigos, los que al verme manoseada por el muchacho, se abalanzaron sobre el. Poco mas recuerdo de esa situación, después alguien me llevo en brazos, hasta una habitación, que bien podría ser un despacho, o incluso el almacén de la discoteca, dado que por encima de la única mesa, de aquella instancia, se apilaban numerosas botellas de bebidas.
Sentada en el suelo, la música, que ahora parecía venir de muy lejos, continuaba sonando al otro lado de la puerta. Confundida, por el cansancio y el alcohol, tan solo podía levantar ligeramente la cabeza, para observar la silueta que me miraba fijamente.
Era una mujer, aunque desconocida para mi, su presencia no me inquietaba. Desde el suelo, y sin pronunciar ninguna palabra, me limite a recorrer su cuerpo, con la mirada, hasta llegar a enfrentar sus ojos con los míos. No se muy bien porque, pero note como mi rostro se ruborizaba, al descubrir que debajo de su cortisima falda, un pequeño encaje metálico brillaba en sus braguitas. Mi propia reacción, me sorprendió. En múltiples ocasiones, había visto las braguitas de mis amigas, incluso sus vulvas al orinar juntas en los baños.
-¿ Te gustan? , me pregunto la chica, con una mueca de satisfacción.
En aquel instante, fui incapaz de pronunciar palabra alguna. Un halo de vergüenza me invadió por completo. Notaba como mi cuerpo me ardía, y ligeros picores se cebaban con mi espalda. Me sentía ridícula, sentada en el suelo, con mi falda descolocada y las manos manchadas de maquillaje, el mero echo de imaginar el aspecto de mi cara, me irrito de tal manera, que lance una patada rabiosa al aire. Para concluir mi bochornoso espectáculo mi zapato de tacón, salió despedido en dirección a la puerta.
Me sentía derrotada, y mientras la chica se volvió, para recoger el zapato, yo me puse a llorar, con las manos sobre mi cara y la cabeza entre mis piernas, dejando así, que mi larga melena, sirviese de cortina para ocultar mi rostro.
- También son negras, ¿Verdad?. Me pregunto, con voz tranquila.
Su voz me sorprendió de nuevo, y sin levantar la cabeza, de mi refugio, respondí balbuceando;
¿ Que?
Tus bragas, que también son negras. – Respondió ella, mientras se acercaba.
Levante la cabeza bruscamente, y al percatarme de que mi falda estaba completamente recogida sobre mis muslos, la estire rápidamente y cerré mis piernas. Con una amable sonrisa me devolvió el zapato. Se puso de cuclillas, en frente de mi, y mientras secaba, con ternura, las lágrimas de mi cara, exclamo;
-¡ En la pista de baile no parecías tan tímida! Menudo lió que has montado, creo que el chico al que has besado, soñara con tus tetas esta noche. – Añadió con una divertida carcajada.
Por primera vez, en muchas horas, esboce una sonrisa sincera. Sus manos, acariciando mi mejilla, me provocaban una sensación reconfortante. Su cara era muy bonita, su pelo permanecía recogido, en una coleta que reposaba sobre su espalda. Bajo su blusa azul, sus pechos, no muy grandes, la daban un aspecto de niña. En esa posición su falda, de cuero negro, se hallaba completamente recogida bajo su cadera. Ahora podía observar con todo detalle, como cinco pequeños adornos metálicos, descendían por la tela de la braga, hasta desaparecer a la altura de su vagina. Mas relajada, y sin el rubor anterior, la comente;
Las tuyas son mas bonitas.
No lo se. – Respondió riéndose. – Aun no me has dejado verlas bien.
Aun me sorprendo al recordarlo, pero con toda la naturalidad del mundo, levante de nuevo mi falda, y la deje admirar mis braguitas.
- Ves? Las mías son lisas. Son mas feas. – La dije mirando después sus braguitas.
Por sorpresa para mi, mi sexo se humedeció, en el mismo instante en que ella paso sus dedos sobre la tela de mis braguitas. La recorrió lentamente, presionando de forma muy ligera, lo suficiente, para notar como la yema de su dedo índice separaba mis labios. Sin rozar ni un centímetro de mi piel, pero separada únicamente por aquel fino tejido, su movimiento acabo presionando mi clítoris, mientras yo podía notar como, mi vagina, comenzaba a empapar la parte inferior de las bragas. Tan excitante me pareció aquella caricia en mi sexo, que no pude evitar imitarla. Solo que al contrario de ella, mis dedos algo mas torpes e inexpertos, recorrieron su braguita de forma descendente, rozando cada uno de los cinco adornos metálicos, y terminado en la zona de su vagina, que para sorpresa mía, también empezaba a mojar el exterior de sus braguitas negras.
En el exterior de la discoteca, la noche comenzaba a morir entre nuestros brazos. Me sentía algo extraña, mientras besaba sus labios y acariciaba el cuerpo de una mujer. El tiempo se paraba en cada gesto, en cada movimiento. Nada se semejaba a la necesidad que un hombre pudiera crearme...
De su cuerpo, emanaba una dulce fragancia que yo aspiraba lentamente, mientras cubría su piel con mi legua. Nuestros perfumes se fusionaron en uno, y cuando su pecho quedo desnudo ante mi, inmediatamente mis manos se lanzaron hacia mi blusa hasta hacerla desaparecer. Con una sonrisa, ella acerco sus pezones a los míos y moviendo sensualmente sus senos, nos regalamos una mutua caricia, que nos los endureció al máximo.
Mi cuerpo era ya pasto de las llamas, cuando su boca comenzó a aspirar mi pezón derecho, con suma suavidad. Después me tumbo por completo sobre el suelo, ante ella, mi cuerpo quedaba escasamente cubierto por mis braguitas, las cuales ya quedaban pegadas a mi piel, debido a la abundante humedad que mi sexo desprendía.
El único momento de inseguridad, me llego, cuando con un gesto pícaro, pero sin dejar de sonreír, se acerco a la mesa y cogió una pequeña botella de agua. Bebió de ella, dejando que, el cristal, se apoyase tan solo sobre su labio inferior. Luego de acerco a mi, y sin dejar que yo tocase la botella, me obligo a beber un pequeño sorbo de agua.
- ¿ Te gusta? – Me preguntó. Y sin darme tiempo a responder, comenzó a lamer la boca de la botella, para después ir descendiendo, con el vidrio, siempre pegado a su piel.
Al llegar a sus braguitas, presiono sobre los adornos metálicos, de manera que pude escuchar, con claridad, como los cinco adornos, martilleaban el cristal, y como si de una llamada secreta se tratara, las piernas se abrieron, hasta dejar que la botella se hundiera en su sexo. Primero por encima de la tela de las bragas, después con su mano izquierda, las retiro sin quitárselas.
Desde el suelo, veía con toda claridad como, con la punta de la botella, recorría sus labios hasta introducirse, unos pocos centímetros, en el interior de su vagina.
Sin dejar que yo perdiese de vista la botella, ni un solo segundo, se arrodillo a mi lado. Las braguitas ya habían vuelto a su posición, así que preste toda mi atención en la botella, cuya boca, permanecía empapada por los licores de su vulva. No me resistí cuando el cristal se acerco a mi boca, y separando los labios, comencé a lamerla con la lengua, para después beber otro poco agua de su interior.
Y ahora. ¿ Te gusta mas que antes? – Me pregunto, mientras separaba la botella de mi.
Si. – Respondí convencida. – Era la primera vez, en mi vida, que saboreaba el aquella sustancia. Nunca creí, que pudiera hacer algo así, pero la verdad es que no mentí al responder. Incluso deseaba volver a beber de esa botella.
Como si me hubiese leído el pensamiento, dejó la botella en el suelo y, levantándose, se desprendió de sus bonitas bragas negras. Mientras descendía hacia mi rostro, pude observa con claridad, la perfección de vulva. Exquisitamente depilada, de su piel rosada emanaba el brillante brebaje, del que yo ya era adicta. Al descansar su cuerpo sobre mi cabeza, comencé a lamerla por todos los lugares posibles. Y cuando ya me hube aprendido cada rincón, me dedique a formar húmedos círculos alrededor de su clítoris.
En ningún momento evite tragar cuando, tras empezar a gemir y a contornear su cadera, mi boca se lleno del jugo que descendía de su interior, que como si se tratase de Champán, comenzó a manar sin previo aviso, para celebrar su intenso placer.
Nos besamos apasionadamente, intercambiando el sabor de su vulva. Mi cuerpo seguía ardiendo de deseo, pero al igual que en la primera vez con un hombre, mi inexperiencia me hacia dudar sobre lo que pasaría continuación. Aunque pronto mis dudas se disiparían en un gemido de placer. Deslizando mis braguitas,( También negras, pero mas feas que las suyas) a través de mis piernas, me dejo desnuda. Mi sexo, no se encontraba tan depilado como el suyo, pero eso pareció no importarla, porque inmediatamente después de introducir un dedo en mi interior, comenzó a lamérmelo con la misma intensidad que yo se lo había echo a ella.
Y es que, cuando el fuego acumulado en un cuerpo es de tal intensidad, un orgasmo no es suficiente para apagarlo. Tan pronto como experimenté mi primer momento de gozo, de la lengua de una mujer, me revolví sobre mi misma, para traer su dulce vulva a mi boca mientras ella continuaba lamiéndome el clítoris. Permanecimos en esa postura, hasta que la música de la discoteca ceso. Antes de salir, volvimos a besarnos con la misma pasión que se besa al primer amor.
De camino a mi casa, su sabor, me acompañaba en mi boca. Mientras el sol, iluminaba los pasos de mi primera nueva vida.